Deuda de juego
una chica es intercambiado por su hermano a un sadomasoquista extremo como deuda.
Cuando intentó comprender que estaba pasando y por qué a ella ya era tarde para explicaciones. Sentada en un coche desconocido rumbo hacia alguna parte, su cabeza intentaba buscar una salida de allí. Guardaba silencio, pero creía que el resto podía oír el latido de su corazón desbocado. El coche se detuvo y el hombre que la acompañaba la sacó de él sin muchos modales.
Entraron a una mansión impresionante, nunca jamás había estado en un sitio semejante, nunca hubiera deseado estar allí...
En el centro del salón, mirando hacía la chimenea ardiente y con una copa de coñac en la mano, un hombre esperaba a la mujer. Era de mediana edad, un poco grueso, con barba y pelo engominado, llevaba unas minúsculas gafas e iba impecablemente vestido de negro. Cuando sintió la entrada se volvió.
Así que eres tú la deuda de juego, ¿ no?- La joven lo miró aturdida pero no contestó. Eso le valió la primera bofetada que el guardia le propinó gritándole que siempre debía contestar al señor.
Si, soy yo.- Terminó por decir.
¿ Sabes qué haces aquí?- Ella contestó negando con la cabeza.
Tu hermano me debe mucho dinero y no tiene con qué pagarme y solo había tres opciones. Una era con dinero, otra con su vida y otra contigo. La joven abrió los ojos.- Estarás conmigo cuatro días en los que te infligiré tormentos, dolorosos para ti y placenteros para mí. Pero no te preocupes, no te mataré y lo podrás aguantar. Tengo un doctor en la casa para que te atienda en cada sesión. Debes firmar este documento, - se lo extendió- dónde está conforme con este, llamémoslo, juego. La joven no pudo aguantar más lágrimas y se derrumbó.- Otra cosa querida- Interrumpió el verdugo limpiándole las lágrimas dulcemente con un pañuelo.- ¿ Es cierto que eres virgen?
Si, lo soy.
Perfecto. Tu hermano quedará en paz conmigo. Llevadla a su habitación, prepararla y traerla al sótano.
Con el alma derrotada se dejó llevar por dos hombres que casi tenían que arrastrarla por las escaleras. Dos doncellas esperaban en la sala, ellas fueron las que la llevaron al baño, la asearon y perfumaron y colocaron una túnica de seda blanca y unas braguitas de algodón. Una de ellas le ofreció un calmante como prevención pero ella se negó a tomar nada, lo que le fuera a suceder, tenía que saberlo sin dudar que fuera un sueño.
Eran las 11 de la noche cuando llegó al sótano. Entonces al verlo comprendió lo que se le avecinaba. Aquel hombre era un loco del dolor. Se le antojaba que estaba en una sala de torturas de la inquisión.
Adelante querida. Pasa a mi hogar.- Con trémulos pasos ella obedeció.
No puede hacerme eso.
Oh, si que puedo, y ya lo verás... bueno, ya lo sentirás... Te voy a explicar de que va esto. Voy a ponerte en este potro, para empezar, y voy a azotarte el culo y las nalgas hasta que te salgan verdugones con diferentes instrumentos. Para empezar se me antoja zurrarte con este cinturón de piel, luego, sobre las marcas, te daré con esta fusta tan estupenda, cuando creas que no lo soportaras más, te atizaré algunas veces con esta pala ancha y para terminar, remataré la faena con esta caña de bambú que posiblemente, te haga sangrar. Esta será tu primera sesión que costará de unos 50 ó 60 azotes, depende como te portes. Ah, y puedes gritar todo lo que quieras, está insonorizado. Cuando acabe, te haré sentar en esa silla de ahí, esa si la de los relieves y allí cenarás algo hasta que vuelva.
La joven estaba tan atemorizada que no podía articular palabra pero se prometió no gritar. El señor la llevó de la mano y la dobló sobre el potro. Sujetó su cintura con una correa y sus piernas. Levantó la túnica hasta la cintura y le bajó con sumo cuidado las braguitas hasta las rodillas.
No quiero ver aún tu cuerpo, por eso estás tapada. Comencemos. -Delante de ella y para que lo viera cogió el cinturón y lo desplegó, luego se puso detrás y comenzó a azotarla, al principio con poca saña, solo para calentar la piel, ella pensó que aún no era para tanto cuando recibió el primer correazo de verdad. No pudo evitar que un grito se le escapara de la garganta, cosa que agradó al señor. Cuando la estaba atizando con la fusta, las lágrimas ya corrían por sus mejillas como una marea, cada golpe era un gemido cada vez más fuerte, hasta que le tocó el turno a la pala y aquello si que la hizo gritar de verdad. El dolor era tan increíble que creyó desmayarse. Entonces el señor paró y le acarició el trasero marcado y colorado causándole una especie de mezcla entre dolor y alivio, pero derramó sobre él alcohol que la hizo gritar tanto que molestaron su oído y a ella la dejó muda. A continuación cogió la caña y golpeó fuertemente donde peor estaba. Cuando uno de sus verdugones estalló y abrió la piel, el alcohol entró provocando tal dolor que imploró que parase. Y lo hizo. Se colocó delante de ella.- Has aguantado bastante bien. Ahora te pondré una crema calmante y cicatrizante que te curará rápidamente tus heridas, y como te has portado muy bien, no te haré sentar en la silla, podrás tumbarte en el futón y descansar hasta que vuelva. Cariño, esto es así, té queda mucho aún por pasar, hazte a la idea.
El tiempo que pasó hasta que regresó se le hizo corto, pero e realidad, la crema en su trasero y los calmantes habían hecho bien su trabajo así que se encontraba bastante bien, eso sí, tendría el culo dolorido por muchos días.
¿ Estas mejor?- preguntó con cortesía el señor al entrar. Ella asintió.- Las empleadas me han dicho que no has comido nada.
No tengo hambre.
Debes comer, pero bueno ya lo harás más tarde.
¿ Por qué hace esto?¿, ¿Por qué me tortura de esa manera?
-Porque puedo, porque tu hermano me lo debe, porque me gusta golpear el cuerpo de una mujer bonita, marcarlo y doblegarla a mi voluntad... por muchas cosas. Pero ahora vamos a por la siguiente sesión. Ven, levántate.- Ella obedeció y se colocó frente a él. El señor la miró de arriba abajo y colocó sus manos en sus hombros.- Ahora voy a trabajarte los pechos. Sígueme.
La llevó a una esquina del sótano donde había argollas en la pared. Sin ofrecer resistencia, se colocó en ella y el señor sujetó por encima de su cabeza sus muñecas con un par de argollas, ahora estaba en cruz pero sus pies permanecían juntos. Su cintura fue atada por una cuerda. Rasgó su túnica por delante y descubrió sus pechos.
Muy bonitos, si señor.- Los masajeó un rato.
No me infrinja más dolor, que me va hacer.
Voy a colocar unas gomas alrededor de ellos. Esto permitirá que la sangre no fluya correctamente.- Lo hizo, cada pecho fue atado con una potentes gomas que ya le hicieron bastante daño, en breve comenzarían a ponerse morados, al señor le excitaba muchísimo verla allí atada, con la ropa desmembrada y su miedo en sus ojos. Cogió unas pinzas y comenzó a pinzarlos un poco, ella ahogó un grito, pero con el extremo de ellas, consiguió apretar un pezón y sacarlo hacia fuera, ella pensó que se lo arrancaría, entonces repitió la operación con el otro. Cuando sus pechos se tornaron violáceos, cortó las gomas que lo comprimían. El retorno de la sangre fluyendo a borbotones le dolió tanto que arqueó la espalda, pero aún había más. El señor comenzó a morderle los pezones con violencia, mientras mordía uno, amasaba el otro pecho con la mano y así sucesivamente, esto dolía mucho y la joven lloraba de dolor, asco e indignación. Un sádico extraño la estaba ultrajando y solo era el principio.
Muy bien querida, has vuelto a aguantar muy bien. Tienes unos pezones muy jugosos y he sentido el retorno de la sangre en cada mordida. Ahora toca castigarte el sexo.
La desató y enjugó sus lágrimas con un delicado pañuelo de seda. Dejó que se recuperara y la guió hacia una especie de potro obstrético que tenia en el sótano, como no. La sentó, echo que la hizo saltar por el dolor de sus nalgas, colocó sus piernas en los estribos que sujetó con correas y abrió sus piernas. Sus manos fueron atadas de nuevo por encima de su cabeza. Con unas pinzas, separó sus labios genitales rasurados a la piel de sus muslos dejando su sexo expuesto ante él. Entonces se acercó a ella con una pelota de goma y una correa.
voy a amordazarte porque voy a castiga tu sexo y no lo vas a aguantar, además, así podrás morderla y no te harás daño en los dientes. Abre la boca.- Ella obedeció y él la amordazó.- Me da mucho gusto que seas tan complaciente, eres una buena presa. Ahora te diré que con este latiguillo golpearé tu sexo unas veinte veces, lo suficiente para que se hinche de dolor, entonces me agacharé y lo lameré y morderé para sentirlo bien y para hacerte sentir más dolor. Entonces después, te violaré, y espero que por tu bien, seas virgen, si es así, lo haré con suavidad, pero como no lo seas, lo lamentarás.
El primer latigazo la hizo abrir los ojos, el segundo mordió tanto la bola que casi la rompe, el señor no tenía piedad, ella se retorcía en cada golpe más y más y eso excitaba al señor, su clítoris expuesto y rojo comenzaba a hincharse, sus labios, incluso la vulva, estaban rojos y doloridos. Entonces el señor se arrodilló y comenzó a lamerle el sexo con violencia calándole el dolor pero infringiéndole asco y repulsión, él aspiró su clítoris con su boca y luego lo mordió. La joven gritó. Complacido y excitado, el señor se puso en pie y se bajó los pantalones. Con su verga enorme y erecta, se acercó a la entrada de su vagina, su cuerpo no podía moverse pero la intuición la hacia querer escaparse. Con la primera embestida notó una gran resistencia que le complació, así que retiró el pene y lo volvió a introducir, esta vez, embistío con fuerza y entró la mitad, notó que algo se resquebrajaba y también calor, era la sangre de su virginidad. Lo volvío loco y no cumplió su promesa, asi que la bombeó como una animal desgarrando su flor intacta que la hacía llorar y llorar de dolor y vergüenza, pero no había terminado. Retiró su pene, limpió con una toalla el sexo ensangrentado y levantó aun más el potro, la iba a penetrar por su culito virgen también. Utilizó su pene lubricado de sangre para hacerse camino y separando los muslos entró violentamente. Dejó su pene dentro para que el ano se acomodara y al momento comenzó a menearse frenéticamente una y otra vez hasta que llegó al orgasmo. Ella había perdido el conocimiento asi que cuando el señor se dio cuenta se enfureció y le prometió un buen castigo.
Cuando se despertó habían pasado dos días, el doctor la había curado y drogado para pasar lo peor dormida. A los pies de la cama estaba el señor, mirándola fríamente.
levántate.- Le ordenó. La cama tenia dos biseles en los pies y la ató a uno de ellos con las manos por delante, rompió su camisón hasta la cintura y dijo.- Este castigo es para que aprendas a controlarte. No quiero mas desmayos, no soporto la debilidad.
De su cinturón extrajo un látigo de dos puntas y lo agitó en el aire cortando el viento. Lo estrelló sin piedad en su espalda que de paso le cruzó un pecho. Volvió a agitar el látigo y a estrellarlo contra su espalda diez veces más. Entonces paró y agarró una esponja para lavarle las heridas, una esponja empapada en vinagre. La joven aulló de dolor, luego la soltó y le avisó que vendría el doctor.
Al día siguiente, la volvió a llevar al sótano. Esta vez, no le explicó lo que le iba hacer, aún seguía molesto con ella y la joven entendió que debía obedecerle si no quería sufrir aún más. La desnudó violentamente. Le colocó gomas en los pechos, ató sus brazos y manos por detrás, separó sus piernas con un cepo y la levantó por el aire poniéndola horizontal del suelo, a un metro y medio de más o menos. Colgó de sus pechos unas pesas que iban pinzadas en los pezones y comenzó a meter la mano por su sexo, al principio solo, con los dedos la acariciaba, al tener las piernas separadas le era muy fácil, luego, introdujo un dedo, lo sacó húmedo y lo restregó por su clítoris, luego, dos, y los agitó con fuerza, esto le hizo daño, y él lo supo enseguida, asi que quitó su mano y le metió un consolador de golpe que dejó dentro. Ella intentaba expulsarlo, entonces él lo agitó con fuerza y la joven se rindió, comenzó a introducirle por el ano un dedo que movió sin piedad, luego dos, le hacía mucho daño, pero aguantó todo lo que pudo. Entonces extrajo una manguera con agua a presión y comenzó a dispararla contra su clítoris, las pesas que colgaban de sus pezones que la hacían moverse con violencia, la joven imploró piedad y él le ordenó que abriera la boca. Comenzó a regarla con el agua, a penas podía respirar, pero cerró los ojos y aguantó. Ahora, se le ocurrió quitarle el consolador y con una fusta flexible, castigó su sexo hasta hacerla gritar de nuevo.
La bajó de allí, y lentamente y mirándola a los ojos, le arrancó las pinzas de sus pechos, ella giró la cabeza y lloró.
Esto es el castigo que merecías por haber perdido el conocimiento. Nadie se desmaya sin mi permiso, nadie me corta el disfrute. ¿ Lo has entendido?- Ella asintió con la cabeza.- Muy bien, porque no he terminado de jugar aún.
La llevó del pelo hasta de nuevo el potro. La dobló del espaldas y separó sus piernas. Trajo una instrumento que había bautizado como " el taladro", en realidad era una taladradora con un gran consolador en su extremo. Lo atrajo hasta ella, lo embadurnó en vaselina y lo introdujo en su vagina, una vez dentro, lo puso a velocidad lenta, para que saliera casi entero y volviera a entrar también entero proporcionándole más dolor en su sexo recién desvirgado. Le había tapado la boca con una pelota de goma, pero se le antojó que mejor sería otro consolador de gran tamaño que también se moviera, para enseñarla a comer pollas y de paso, tenerla calladita. Para su frágil ano, introdujo unas bolas atadas con una cuerda que más tarde sacaría.
Esta maquinita estará follándote una hora más o menos, luego vendré yo y me divertiré de otra manera. Algo se me ocurrirá.
La joven intentaba respirar hondo, pero le dolía mucho, la verga que se introducía en su garganta la obligaba a tener la cabeza levantada pues sino le daba angustias, además, su sexo empezaba a secarse y el dolor era aun mayor. Cuando no pudo más, un alarido la arrancó de su pesadilla, gritó y gritó con aquello en la boca y creyó perder la cordura, pero a esto que apareció el amo acompañado por tres hombres encapuchados.
-Le debo unos favores a estos caballeros asi que tú los vas a entretener. -La desató, sacó de su ano las bolas y con una manguera la lavó.
¿ Estás seguro que hará todo lo que queramos?
Por supuesto, va mi palabra en ello.
Estupendo. Empecemos.
El primero la ató a un gancho y levantó sus brazos por encima de su cabeza. Comenzó a manosearle los pechos y a morderle los pezones con fuerza, cuando de tanto succionar los sacaba los mordía y tiraba de ellos, ella mantuvo la dignidad todo lo que pudo pero las lágrimas afloraron cosa que excitó al violador, con la lengua masajeó sus doloridos pechos y los pellizcaba con los dedos, entonces se bajó los pantalones y la levantó a horcajadas, literalmente la sentó sobre su pene bastante grande y la penetró con gran violencia, le hacía mucho daño y ella pedía que parara pero no lo hizo en bastante tiempo hasta que se corrió. El violador quedó muy satisfecho.
El segundo la desató y la puso de rodillas, la obligó a abrir la boca y a que le lamiera todo el falo, cuando estuvo satisfecho la puso contra la pared y la violó analmente, también sin muchas contemplaciones haciéndole muchísimo daño. Terminó corriéndose en su boca y a obligarle a tragar todo su semen, casi vomita de la angustia la pobre chica.
El tercero era aun más raro, excitado por la escena de sus dos compañeros, la tumbó en una mesa y comenzó a lamerle el sexo, entonces introdujo dos dedos, luego cuatro y al final consiguió meter la mano entera, aquí ella no pudo soportar más y gritó como nunca, entonces él, sacó una enorme verga erecta y se la introdujo en el ano que por tercera vez era violado, éste, se lo sacaba y se lo metía salvajemente una y otra vez. Una vez satisfecho se corrió en su boca y luego, cogiendola por el pelo, llamó a sus compañeros y los invitó a vaciar sus vejigas para lavarle la cara, así los tres hombres orinaron sobre ella humillándola mas que nunca.
El amo llegó y la retiró para que la atendieran como era debido. Él también había pagado una buena deuda.
Por la noche fue a verla y la violó varias veces a su antojo, cuando acabó le dijo:
Ya puedes irte, eres libre. Dile a tu hermanito que estaré encantado de hacer negocios con él cuando guste.
Algún día sabrá de mí- Dijo ella en un arranque de valentía.
Ya sabes donde encontrarme, princesa.
Y marcada, humillada, sometida y violada, abrió la puerta de su casa completamente derrotada. , hasta que vio a su hermano, sentado en el sofá mirando la tele y bebiendo cerveza.
¡Ah!, ¿ Eres tú?, ¿Te han tratado bien?- La joven sonrió y no contestó. Se acercó a él, le besó en la mejilla, y luego disparó contra su cabeza. Nunca nadie pagaría una deuda de juego con su cuerpo. Nunca.