Detrás del culo de mi mujer

Como se cambia la vida por una decisión mal tomada

Allí estaba yo, arrodillado detrás del culo de mi mujer, lamiéndole con mi lengua desde el clítoris hasta el ojete, penetrándole con la lengua de tanto en cuanto los dos agujeros.

Allí estaba yo, agarrado a las caderas de mi esposa mientras le lamía sus agujeros. Ella estaba con las piernas separadas, subida en unas sandalias de tacón casi imposible, la tira trasera del tanga corrida sobre una nalga y el mini vestido negro enrollado en su cintura a modo de cinturón y con las tetas colgando sin sujetador.

Todo el cuerpo de mi mujer se estremecía cuando pasaba mi lengua por su clítoris o el ojete. Ella estaba de pie, pero con la cintura doblada en ángulo recto y agarrando con cada mano una polla, a las que propinaba una buena mamada. Apenas conocía a los dueños de las pollas a las que mi mujer les propinaba tan buenas atenciones. Las presentaciones habían sido vagas y escuetas, y de seguida ella se había puesto manos a la obra, bajándoles los pantalones y sentando a los dos hombres en el sofá y a mí me ordenaba comerle el coño.

Allí detrás del culo de mi mujer, mientras le lamía sus partes más íntimas pensé en cómo había llegado a esta situación. Una indecisión a la hora de tomar partido, un asentimiento ante una situación inesperada, el consentir en lugar de expresar tu opinión, te pueden llevar sin quererlo a donde estaba yo, detrás del culo de mi mujer.

Mientras seguía lamiendo intentando dar el máximo placer a mi esposa, mi mente recordó la primera vez que la vi follar con otro. Fue en ese momento donde tendría que haber sacado mi personalidad, todo mi ego para no consentir tal humillación. Pero no pude, me ganó un sentimiento, una pasión, un vicio… si quieren y fui incapaz de superar a mi mujer y me deje llevar por ella consintiendo en ser un cornudo.

No hacía mucho tiempo de esta primera vez. Apenas llevábamos dos años de casados. Ese día mi mejor amigo R y yo teníamos que ir a jugar a tenis. El había venido a casa a buscarme a pie, pues vivía a unas pocas calles de nosotros, luego con mi coche teníamos que ir al club.

Me despedí de mi esposa con un pico en los labios, la verdad es que me hubiese gustado darle un buen morreo y magrearle el culo y las tetas, pero me contuve por mi amigo. Pero de la manera que iba vestida era para hacerlo. Llevaba un vestidito corto, de esos que las mujeres llevan para ir por casa cuando el tiempo es caluroso. Sin sujetador, sus pezones se marcaban en el vestido, y como este era cortito, llegando a medio muslo, dejaban una buena cantidad de pierna al aire. Ella se disponía a hacer un poco de limpieza en la casa ya que esa noche teníamos una cena familiar, y ya sabéis los casados como se ponen las mujeres con ese tipo de acontecimientos, todo tiene que estar perfecto.

En la despedida noté como mi amigo miraba a mi mujer de arriba abajo con ojos golosos. No me extrañó, V, mi mujer está lo que se dice muy buena, y por mi parte más de una vez había mirado a la esposa de mi amigo, que está casi igual de buena que la mía, con esos mismos ojos. Mientras salíamos hacia el coche R me dijo.

  • Cada día está más guapa V, te lo debes pasar bomba en la cama con ella.

Me lo dijo de la manera que dos buenos amigos se cuentan las aventuras amorosas y con un ligero tono de envidia. Yo le contesté.

  • Igual que te lo debes pasar tu con la tuya.

Subimos al coche y nos fuimos. No habíamos recorrido ni veinte metros, cuando me dijo que se había olvidado algo en casa, no recuerdo el que. Intenté de girar el coche y volver a casa pero el insistió.

  • No hace falta, solo estamos a unos veinte metros, ponte a un lado y voy en una carrera, así me voy calentando para el partido.

Y dicho esto abrió la puerta y se bajó del coche casi sin haber parado del todo. Lo vi marcharse, por el retrovisor, a la carrera hacia mi casa. Y allí me quede esperando, escuchando la radio y sentado en el coche.

Pasaron los minutos y R no volvía, me empecé a impacientar, no porque sospechara algo, sino por perder tiempo, teníamos pista reservada en el club y si no llegábamos a tiempo se la darían a otros. Cuando pasaron de los quince minutos, salí del coche y me fui a casa andando. Al llegar a la puerta e ir a poner la llave en la cerradura me quedé petrificado. La escena que vi por el cristal lateral de la puerta de entrada me dejó de una pieza, sin capacidad de reacción como si me hubiesen pegado un mazazo en la cabeza y estuviera grogui. No reaccioné como tendría que haber reaccionado cualquier marido que viera a su esposa a punto de ser follada por su mejor amigo. Al revés, en mi cabeza había emociones y sentimientos que al mismo tiempo que me impedían reaccionar en contra, daban por bueno lo que veían mis ojos e incluso me excitaban. La verdad es que se me hace difícil explicarlo con palabras. Solo una parte de mi cuerpo había reaccionado poniéndose dura casi al instante.

La verdad es que la escena que se representaba en el recibidor de mi casa, al pie de la escalera, era para excitarse. Si no hubiese sido uno de los actores que la representaban mi esposa, mi santa y querida esposa.

Allí estaba ella arrodillada en uno de los escalones, con la falda del mini vestido arremangada en la cintura y los tirantes bajados a cada lado de los brazos dejando sus pechos al aire. La cabeza levantada hacia atrás, los ojos cerrados y la boca abierta demostrando el gusto que estaba pasando. Mi amigo, R, con los pantalones cortos de tenis bajados a la altura de la rodilla, inclinado detrás de ella, con una mano pasándola por el coño de mi esposa y la otra pajeándose la polla. Pareció que esperaban que yo estuviera en la puerta mirándolos, porque de seguida R clavó su polla en el coño de mi mujer, lo que provocó que ella se girara hacia R y se lo agradeciera con una mirada de gusto. Desde fuera no podía oír, pero me imaginé los grititos de placer que debía emitir mi esposa por como movía la boca y se mordía el labio inferior, mientras R comenzaba el bombeo de su coño.

Yo seguía mirando la escena sin reaccionar, como un bobo, como un espectador más de los que podrían estar mirando una película porno que se exhibe delante de sus narices. Pero había una pequeña diferencia la actriz era mi esposa y tendría que haber hecho algo, ahora pasado el tiempo creo que tendría que haber hecho algo, pero no lo hice. Aprended si veis a vuestra esposa follar con otro armarla gorda que sino podréis acabar como yo, detrás del culo de vuestra esposa mientras otros están a punto de follársela.

Como os decía seguí mirando sin reaccionar. Allí estaban los dos R y mi mujer follando a todo trapo en el recibidor de mi casa y yo con las llaves puestas en la cerradura mirándolos por el cristal lateral de la puerta. No sé cuánto tiempo estuve así. Recuerdo que hubo un momento que mi esposa giró la cabeza mirando hacia la puerta de entrada y yo me oculté detrás de esta. Permanecí así otro rato largo hasta que me atreví a volver a mirar.

Allí seguían follando, pero mi esposa subía la escalera y mientras R la seguía follando sin despegarse del culo de mi mujer. Ella subía los peldaños despacio, uno por uno, mientras R no paraba de bombear, seis o siete bombeos por cada peldaño. La cara de mi esposa de cuanto en cuanto, se giraba para darle unas miradas de agradecimiento a R por la buena follada que le estaba propinando.

Al llegar arriba, mi esposa siguió agarrada a la barandilla para no caerse con los pollazos que le estaba dando R. Ella siguió andando despacio, andando mientras R no paraba de follarla. Ella intentaba mantener su culo lo más pegado posible al cuerpo de R para que la polla de este no se saliera de su coño. Y así andando, mi mujer inclinada hacia adelante, sacando el culo y R detrás de ella sin parar de follarla, ellos desaparecieron por el pasillo hacia las habitaciones de arriba.

Yo me quedé en la puerta sin saber qué hacer. Por mi cabeza rondaban todo tipo de pensamientos, pero no reaccionaba, no me movía. El tiempo pasó, no sé cuánto. Hasta que de entre todo lo que sentía en ese momento uno ganó. El de seguir viendo como mi mejor amigo se follaba a mi mujer en mi propia cama. Despacio abrí la puerta procurando no hacer mucho ruido, subí las escaleras y me acerqué a nuestra habitación. Desde que había entrado en casa solo se oían los gemidos de mi mujer y los bufidos de R. Llegué a la puerta de la habitación y asomé un ojo, pero tuve que esconderme rápidamente. Mi mujer que estaba tumbada sobre la cama y bien espatarrada con R en medio de sus piernas, miraba hacia la puerta. Volví a esperar un rato más hasta que me atreví a mirar otra vez, mientras los gemidos de mi mujer resonaban en mis oídos.

Ahora mi mujer, que seguía espatarrada, se sujetaba los tobillos con las manos, mientras R, que estaba encima de ella no paraba de bombear frenéticamente. Ella con la cabeza estirada hacia atrás gemía aún con voz más alta. R entonces empezó a bufar fuerte y sus embestidas se calmaron. ¡Se estaba corriendo dentro de mi esposa! el muy guarro y ella se lo agradecía con unos gemiditos de gusto y confirmación.

R sacó la polla de dentro el coño de mi esposa, cuando lo hizo un pequeño churretón de semen se deslizó del coño de ella a las sábanas. R dijo entonces.

  • Tu marido me espera – y rápido se subió los pantalones mientras le daba un ligero beso en los labios. Tuve que esconderme en la habitación de al lado y vi pasar arreglándose la ropa a R.

Volví a asomarme a nuestra habitación, ahora con más valentía, y vi a mi mujer sobre el borde de la cama, con las piernas abiertas, sudorosa, despeinada, el vestido a modo de cinturón, con sus pechos subiendo y bajando debido a la respiración cansada, con los ojos cerrados mientras se acariciaba con una mano un pezón y con la otra el coño que con un dedo iba sacándose la leche que R le había metido dentro para pasarlo por todo alrededor de su depilado coño.

Viendo esta escena no pude más, me acerque despacio a mi esposa mientras me quitaba los pantalones y al estar casi rozándola me abalancé sobre ella. Mi esposa al notar a alguien sobre ella abrió los ojos, sorprendida, pero al ver que era yo, sonrió.

Empecé a morrearla como un loco, agarrando sus tetones con mis manos y estrujándolos y de una embestida le metí la polla en su chorreante coño.

Ella se rió y me dijo.

-¿Te gusta follarme después de que lo ha hecho otro?...

  • ¿Has notado la cantidad de leche que me ha metido R?...

  • Sigue, pero casi no noto tu polla después de haber tenido dentro la de R… ¿Te gusta follarme después de que otro me ha abierto y llenado de leche mi coño?...

  • ¿Vas a ser un buen maridito cornudo y me vas a dejar follar con quien yo quiera?...

A todas estas preguntas yo respondí que si, mientras no paraba de bombear el coño de mi mujer como un poseso, este estaba chorreante de su flujo y de la leche de R, a la que poco después añadí la mía. Después de un rato de haber acabado, V, mi esposa me apartó de encima y sin dejar de mirarme sonriendo, se levantó de la cama dirigiéndose al baño con una mano entre las piernas para que manchara el suelo la leche que habíamos metido dentro R y yo.

Mi mujer se paró en la puerta del baño y lanzándome un beso con la boca me dijo.

  • Verás lo que vas a disfrutar a partir de ahora.

Y en parte llevó mucha razón esta frase.