Detrás del culo de mi mujer 2

Bueno... no sé si podría o no podría ser la continuación. Decididlo vosotros.

Estaba en el salón de casa, cuando escuche acercarse el taconeo de mi mujer. Seguro que venía espectacularmente vestida y maquillada para la ocasión. Cuando la vi no me defraudó, venía espectacularmente vestida y maquillada para la ocasión. La mire de abajo a arriba, zapatos con tacón casi imposible, medias negras de malla ancha, una mini mini-falda negra, que por la parte de atrás dejaba entrever donde acababan las medias, sujetas por el liguero, y donde empezaba la curva de la nalga. Un top negro de tirantes, de esos que hacen de segunda piel y los tirantes muy finos. Con un escote tan bajo que se podía ver cómo sobresalía un poco la aureola de los pezones, que a su vez quedaban muy bien marcados en la tela. El top era de los cortos, dejando el ombligo al aire por delante y esas curvitas que les hacen en la espalda a las personas un poco llenitas. Complementado ese vestuario con maquillaje de acorde con la vestimenta, pendientes, collares, pulseras y anillos varios. Para acabar se adjuntaba a todo eso una chaquetilla corta con adornos de pedrería, supongo para tapar un poco el escote al ir por la calle y un bolsito de esos diminutos que siempre llevan las mujeres, y que no sé exactamente por qué los llevan, y que su precio es inversamente proporcional al tamaño del bolsito.

Hizo como un pase de modelos por el salón marchando y viniendo, haciendo unos giros que hacían volar la mini mini-falda, no dejando casi nada a la imaginación de lo que había debajo.

-¿No pensaras ir así a la discoteca? – le pregunte.

  • Claro. ¿O es que no te gusto?... ¿No estoy guapísima?

  • Si, si. Me gustas. Pero

  • Bueno que… ¿Nos vamos? – dijo ella.

-Sí, enseguida. – contesto el maromo ese que tenia al lado, sentado en el sofá.

Se levantó al momento y agarró a mi mujer por la cintura. Ella le dio un piquito en los labios y a mí me lanzó un beso. Se giró sonriente y se alejaron los dos por el pasillo, agarrados por la cintura.

Yo me quedé allí en medio del salón, arrodillado, con las muñecas sujetas a los tobillos y mi polla apuntando al techo.

Me los imaginé en el ascensor. Seguro que a esa hora se habrían encontrado con algún vecino. Si era mujer seguro que pensaría:

"Mira que guarra… ¡pero si es la vecina del ático C!… como va vestida, bueno si a eso que lleva se le puede llamar vestido, lo enseña casi todo… y el maromo ese no es su marido…ya podrían dejar de morrease…¡no! si hasta le mete mano… ¡Vaya guarra está hecha!… y el marido debe llevar unos cuernos que no veas… bueno es que al lado del maromo ese, no hay color… si su marido es menos cosa que el mío. ¡Qué putón!… A esta le van a meter un polvo que la van dejar temblando las piernas dos días… no, si hasta me da envidia… ¡que puta!… ¡ojalá fuera yo!"

Y si el vecino que baje con ellos en el ascensor es un tío, pensará:

"¡Joder que tía!... ¡qué buena que esta!… ¡Vaya tetones! si casi se le salen… no veas que culo y que piernas… y el tipo ese no para de magrearla…si fuera yo, también lo haría… esa tipa, ¿de qué me suena?... ¡Coño! si es la del ático C… ¡vaya putón!... si ese no es su marido… ¡joder! no debe pasar por las puertas de la cornamenta que lleva… el maromo ese le clavará polla hasta que la parta en dos… como yo haría… ¡es una guarra total!... la próxima vez que me la encuentre, le entro… seguro que me la follo, si es todo un putón."

Mi imaginación me lleva a pensar como irán las cosas por la discoteca, que está solo dos calles más abajo, donde mi mujer es cliente habitual.

Habrán llegado el maromo ese y ella, habrán pedido unas copas y después de unos tragos mi mujer habrá salido a la pista a bailar. Así como suele bailar ella y con el modelito que lleva puesto, al poco estará rodeada de tíos. Ella no se cortará ni un pelo, se rozará con ellos, incluso dejará que alguno llegue más lejos dejándose tocar, eso pondrá más cachondo al resto de los que la rodean, atreviéndose alguno de ellos a darle algún besito en alguna parte de su cuerpo o a magrearla más descaradamente. Pero cuando parezca que las cosas van a más, aparecerá el maromo ese. Ella se le lanzará al cuello, dándole un gran morreo, eso apartará un poco a los otros, que les dejarán espacio para bailar. Ella bailará con el maromo ese más atrevido de lo que lo ha hecho con los tíos que la rodeaban antes, incluso si aún queda alguno por los alrededores le lanzará miradas provocativas, como diciendo "mira como me lo monto con este, pero me gusta que tú estés mirando."

Las canciones se irán sucediendo mientras la situación entre el maromo ese y mi mujer ya se ha caldeado mucho, bailando casi pegados, acoplados el uno al otro, podríamos decir casi que haciendo el amor de pie y sin penetración. A mi esposa eso la pone muy caliente, saberse mirada por otros hombres mientras casi se folla a uno, y más sabiendo que yo estoy en casa, como estoy, y pensando en lo que estará haciendo ella en la discoteca con el maromo ese.

Ya cuando no pueda más agarrará de la mano al maromo ese y saldrán de la pista de baile en dirección a los lavabos, de hombres claro. Más de uno de los que ha estado bailando a su lado y contemplando su manera de bailar los seguirán.

Cuando entren en los lavabos, los tíos que haya allí dentro mirarán a mi esposa y al maromo ese que la sigue, e indudablemente sabrán lo que van a hacer allí dentro. Algunos se marcharán, pero otros se quedarán a ver u oír algo del espectáculo que se aproxima, se les unirán los que han seguido a la pareja desde la pista de baile.

Mi esposa y el maromo ese se dirigirán a alguno de los cubículos que estén vacíos. Allí sin casi prolegómenos mi esposa se pondrá en cuclillas y le sacará la polla, de buen tamaño y ya bastante dura, al maromo ese. Comenzará a chupársela, primero el glande para luego ir bajando por el tronco hasta los huevos, grandes y depilados, del maromo ese. Se la mamará como si fuese la última polla en el mundo que se va a comer, tragándosela hasta que le den nauseas y deba sacársela o si no se ahoga con su propia baba, que luego empapará la polla del maromo ese y le resbalará por la barbilla hasta caer sobre sus tetones.

Habrá algún mirón de los que los han seguido que se tocará la polla, y algún otro ya más descarado se la sacará para meneársela. Mi mujer lo verá y le echará una mano mientras con la otra sigue pajeando al maromo ese mientras se la sigue chupando. Mi esposa se la chupará al maromo ese algunos minutos. Cuando el maromo ese ya la tenga bien gorda y tiesa, girará a mi mujer, poniéndose detrás de su culo, le subirá la falda y apartará la tira del tanga para poder clavarle, desde atrás, la polla en el coño, ya bien húmedo, porque a mi esposa todo eso que ha hecho hasta ahora la pone mucho.

El maromo ese empezará a follársela despacio, irá introduciendo su gran polla poco a poco, hasta que toque fondo, para que ella sienta lo larga y gorda que es. Luego de unos cuantos mete-saca, empezará a aumentar el ritmo del bombeo y mi mujer al poco ya estará gimiendo de gusto. Loca por la follada que le está metiendo el maromo ese. Ella mirará a su alrededor y verá a unos cuantos tíos, ahora ya más envalentonados, con sus pollas fuera del pantalón, y eso la encenderá más, si cabe. Loca por las pollas que vea, las agarrará, chupará y pajeará, mientras el maromo ese, que la tiene agarrada por las caderas, le da una follada tremenda.

Los tíos esos no resistirán mucho las atenciones de mi mujer y uno detrás de otro se irán corriendo sobre su cara, cuello y tetas. Cuando el último de los mirones se haya corrido sobre las tetas de mi esposa, le llegará el turno al maromo ese, que bufando como un toro, empezará a echar chorros de semen blanco y espeso dentro del coño de mi mujer. Cuando haya soltado el último, mi esposa se colocará el tanga en su sitio, intentando retener el máximo de leche dentro de ella, como si tal cantidad fuera posible guardarla con un tipo de tapón tan pobre. Y saldrá de la discoteca con paso firme hacia casa. Con chorretones de semen que le habrán desmaquillado la cara, que chorrearán cuello abajo por sobre las tetas y allí se reunirán con otros para seguir resbalando sobre ellas y manchar el top con su líquido pegajoso. También chorreará la leche soltada por el maromo ese dentro de su coño, empapando completamente el minúsculo triangulito que lo cubre y se escapará, por los lados, resbalando por el interior de los muslos, piernas abajo. Se meterá en el ascensor y apretará el botón del último piso, con nerviosismo e impaciencia por llegar, sentirá como los líquidos le van mojando nuevas partes de su piel.

Oigo como abren la puerta y ella se abalanza sobre mí con rapidez, está preciosa, me da un beso de tornillo, metiéndome la lengua hasta la campanilla y sintiendo el regusto del semen en mi boca. Luego se saca las tetas del top y me las restriega por la cara humedeciéndomela de más semen. Me hunde mi cara en el canalillo, que más bien es canalón, y me la aguanta allí durante un buen rato, me empieza a faltar el aire y al fin se aparta. Sigue agarrándome, con una mano, del pelo de la nuca y con la otra se levanta la falda, y mete mi cara en su pubis restregándomela por la tela del tanga. Huelo su coño, mis labios se humedecen con los líquidos que calan la tela, luego, sin soltarme de los pelos, se aparta, con la otra mano, el pequeño pedazo de tela. Ahora aumenta la cantidad de líquido que sale de su coño y riega mi cara, sintiendo asco y excitación, humillación y pasión, no puedo negar que al fin y al cabo me gusta.

Pero… se aparta de mí, bueno mejor dicho el maromo ese la aparta de mí. ¿Cómo ha entrado? ¿Quién lo ha llamado? El maromo ese y ella se están dando un buen morreo y poco a poco se apartan, se van hacia la habitación, oigo sus gemidos de pasión, lujuria y desenfreno durante muchos minutos, y yo allí en el salón con los músculos entumecidos y los huesos anquilosados por tantas horas en la misma postura.

Al fin aparece el maromo ese, no sé qué me dice de que me esperan, de que ahora es mi turno, se ríe a carcajada limpia, mientras me suelta. Con calambres me voy moviendo, más bien casi reptando, hacia la habitación. En la puerta me levanto, a duras penas, todo me duele, e intento entrar en la habitación con un poco de elegancia.

Allí está mi mujer, atravesada sobre la cama, medio desnuda, con el top enrollado debajo las tetas, la mini mini-falda tirada en el suelo a los pies de la cama, aún lleva los zapatos de tacón y las medias de malla, pero no hay rastro del tanga. Está con los ojos cerrados, el maquillaje de los ojos, cara y labios corrido, sudada, con una mano se pellizca con suavidad un pezón, con la otra se acaricia el clítoris.

Doy dos pasos, como mejor puedo, hacia ella. Al sentir mi presencia abre un ojo y me sonríe, con el dedo índice de una mano hace el gesto de que vaya hacia ella. No puedo evitarlo, es superior a mis fuerzas y sucumbo a sus encantos y al encanto de la situación. Me abalanzo sobre ella, le beso los labios, mejillas, ojos, cuello… y así como puedo introduzco mi pene, que está a punto de reventar, en su coño muy húmedo y caliente. Empiezo a bombear y noto como los líquidos que hay en el interior del coño de mí mujer, salen por el efecto de mi follada. No resisto más, amorro mi boca a uno de sus pezones, con mis dos manos le agarro fuerte las nalgas y me corro. Entre mis jadeos y bufidos, oigo la voz sofocada de mi mujer que me suelta toda una retahíla de sinónimos de la palabra cornudo. Aunque no lo parezca consigo sacar un último orgasmo a mi esposa.

Cansados, respirando fuerte, intentado coger el aliento que nos falta, sudados, temblando por la excitación estamos los dos sobre la cama, yo me he salido y estoy al lado de mi esposa. Ella me mira y con los ojos entrecerrados me sonríe.

-Te lo dije… a partir de ahora… verás lo que vas a… disfrutar – me susurra al oído, con voz entrecortada.

No se lo puedo negar y le doy un último beso antes de quedar rendido por el cansancio.