Detrás de las redes

Ocurrió como suele ocurrir estos días, conocí a Joxe en una red de contactos. Todo parecía ir guay, 19 añitos, cara de pillo, y una mirada intensa y sensual. Tenía septum, cara fina y de facciones marcadas, con zonas de barba incipiente y otras sin noticias...

Ocurrió como suele ocurrir estos días, conocí a Joxe en una red de contactos.  Todo parecía ir guay, 19 añitos, cara de pillo, y una mirada intensa y sensual. Tenía septum, cara fina y de facciones marcadas, con zonas de barba incipiente y otras sin noticias de nada aún, castaño claro y de cejas finas. Tenía fotos subidas en el cuarto de baño y era de mi tipo, brazos finos, flaco y sin vello; la zona baja del abdomen en el centro subía provocativamente dejando casi un dedo de separación entre el elástico y los laterales. El bulto era bastante importante y tenía unas piernas fuertes y musculadas. Media un metro setenta y pesaba unos 50 kg.

Nos caímos bien desde el principio, le molaban los osos cuarentones, grandotes y peludos. Congeniamos a las mil maravillas y fuimos planeando nuestro primer encuentro. Y mientras lo planeábamos pues nos íbamos calentando. Y llegó el punto en el que le dije que necesitaba reventarle el culo y me llevé un chasco. Era activo, sin negociaciones posibles, como yo. El destino era terriblemente cruel. La cosa se enfrió bastante. No tenía mucho sentido seguir hablando y lo dejamos ahí.

Pasaron unos meses y nos volvimos a encontrar en otra página. Él no me reconoció, pero yo a él sí. Y se lo dije, nos seguíamos cayendo guay, risas, cachondeo… pero no íbamos más allá. Esta vez mantuvimos el contacto por unos días. Le tiré la caña varias veces y me respondía siempre de forma firme pero suave. Poco a poco, nos fuimos haciendo amigos. Y un día decidimos quedar. Total, dos activos pueden quedar para tomarse algo y si hay respeto no pasa nada. Quedamos en un bar de su ciudad, pues vivíamos a unos 30 km uno del otro. Estuvimos toda la tarde bebiendo cervezas riéndonos y la verdad es que no nos costaba estar juntos. Sin darnos cuenta se nos hicieron las 12 de la noche. Así que lo acompañé a su casa en el coche. Cuando iba a bajarse me pregunto que qué iba a hacer, no estaba muy bien para conducir. Le dije que me iba a un polígono y allí dormiría la mona. Se volvió a abrochar el cinturón y solo dijo “dale”.

En el polígono aparqué y paré el motor. Bajé el respaldo y me recosté. Él siguió sentado, se giró ligeramente y me pregunto: —¿nos hacemos unas pajas? —estaba algo nervioso, supongo que tenía miedo de que intentara algo, apenas nos conocíamos.

—Vale, dije yo, pero sin mariconadas —dije yo para intentar relajar un poco la tensión, a lo que él empezó a bajar el asiento para quedar los dos tumbados a la misma altura. Sería el alcohol o la situación o que empezó a sonar una balada apegalosa en la radio; pero a los dos nos entró un ataque de risa. Cuando por fin nos dejamos de reír nos empezamos a besar apasionadamente.

Mientras nos besamos nos estuvimos manoseando bastante, le subí la camiseta y disfruté mucho manoseando sus abdominales perfectos, sus pezones que estaban duros como escarpias y sus besos eran profundos y húmedos. Le desabroche el pantalón y saque su polla con mucho esfuerzo. Él también sacó la mía y empezamos a pajearnos. Estuve dudando durante unos segundos si dejar de besarlo y bajar a comerme aquella polla enorme y monstruosa que me estaba llamando a gritos. Pero desgraciadamente empezó a convulsionar y se corrió salvajemente, yo tampoco aguanté y me corrí. Nos quedamos turbados cada uno en su asiento, jadeantes y sudorosos. Y cuando nuestras miradas se volvieron a encontrar nos volvimos a reír.

Después de aquello seguimos hablando, y quedó claro que teníamos ganas de seguir quedando. Planeamos otra cita para el siguiente fin de semana. Ese día solo nos bebimos una cerveza de cortesía en el bar que habíamos quedado y rápidamente nos fuimos al polígono en mi coche. Nos pusimos en el asiento de detrás y empezamos a morrearnos. Él llevaba un chándal y en un momento dado, apoyándose en el respaldo y levantando la cadera se lo bajo todo dejando su enorme polla libre, tome nota mental de llevar chándal la próxima vez que quedásemos. A mí me costó bastante bajarme los vaqueros.

Cuando acabe de quitarme los pantalones, él me estaba esperando recostado contra la puerta con una pierna encima del asiento y tocándose la polla con la mano. Su sonrisa era un espectáculo y acepté con gusto su invitación. Me dejé caer con la boca abierta sobre su enorme miembro y empecé a comérmelo con gusto y ganas. Me folló la boca tanto como quiso. Yo le pasaba los labios por todo su tronco y con la punta de la lengua acariciaba aquel maravilloso glande. También me comí sus bolas, aproveché para tocar disimuladamente su perineo, pero todas las veces dio un respingo, indicándome que no era bien recibido en aquella zona. No sé cuánto duró, sé que disfruté todos y cada uno de los segundos que tuve aquella polla perforándome la boca. Finalmente, empezó a convulsionar y creo que me salió leche hasta por las orejas, porque todo aquello no me lo pude tragar.

Me levanté aun relamiéndome la leche que tenía por todos los lados y él se abalanzó sobre mí besándome. Cuando consideró que estaba bien limpito, me empujó suavemente, con lo que quede en la misma posición que él estaba antes; pero en la otra puerta. Él se acomodó entre mis piernas y empezó a comérmela, nadie me ha comido la polla como él. Aguanté todo lo que pude pues me estaba llevando al cielo y no quería que acabase, pero finalmente ni todos los pensamientos sobre la compra, Mario Vaquerizo o la conservación de los acuíferos impidió que me corriera salvajemente. Recibió todos mis lefazos con esa sonrisa suya tan característica, se lo tragó todo y siguió jugando con mi glande con la punta de su lengua. Todo lo hizo de forma suave; pero poco a poco mi polla empezó a crecer nuevamente. Antes de que me diera cuenta estaba tan dura como antes y se la estaba comiendo con ganas. Nuevamente, hizo que me corriera en su boca, pero esta vez ni él pudo contener los ríos de leche, algunos colgajos quedaron pegados al techo, fue algo épico. Nunca me había corrido así.

Durante 6 meses, estuvimos repitiendo esta dinámica. He de reconocer que, tal y como él decía dos activos se pueden divertir juntos. Un día, me llamó por teléfono, sus padres habían tenido que salir de viaje y tenía la casa para él solo. El coche está muy bien, pero una cama es una cama. Cuando me abrió la puerta de su casa solo llevaba puestos unos calzoncillos blancos de Calvin Klein. Ver su cuerpo perfecto, casi desnudo, caminando delante de mí, reavivó un deseo que pensé que estaba ya olvidado. Tenía el culo más maravilloso que yo he visto jamás. Tenía que ser mío. Entró en una habitación, se tumbó en la cama boca arriba, se quitó los calzoncillos y me los tiró. Yo los cogí al vuelo y los olí con deleite. Me quité la ropa rápidamente y me dirigí hacerle la mejor mamada posible.

Ese día usé yo con su polla todo lo que él me hacía y pareció funcionar, en un momento dado mientras le comía los huevos, empecé a besarle el perineo. Mientras le pajeaba con ganas llevé mi lengua a su ano. Eso lo hizo gemir. Cuando todo su agujerito estaba húmedo, metí un dedo. Mi otra mano no dejaba de pajearlo con ganas para que no bajara la excitación. Volvía meterme la polla en la boca mientras mi dedo se follaba su agujerito. Gritaba y chillaba de placer, así que introduje dos dedos.

De repente, un pensamiento cruzó su mente y me dijo que parase. Tuve que hacerlo. Creo que me estaba insultando o algo, yo no le escuchaba, estaba solo oliendo mis dedos que olían a gloria. De repente me empujó, para llamar mi atención porque se dio cuenta de que estaba como ido.

Estaba enfadado, pero me di cuenta de que su polla seguía dura. Me acerqué a él de forma cariñosa, le di un par de picos y le cogí la polla con la mano. Se relajó un poco y se tumbó en la cama, de forma que tenía las piernas abiertas y yo allí. Me moví rápido y puse la punta de mi polla contra su agujero. Abrió los ojos como platos y me preguntó: —¿qué coño haces tío?

—Voy a violarte, aunque viendo lo dura que está tu polla, es justo lo que deseas.

—Y una mierda, sal de encima o me cabreo

—¿De verdad? —pregunté, de forma sincera y con cara de pocos amigos.

—Sí

—¡Vale! —dije yo y empecé a moverme.

—No, pero no te vayas, joder

Y volví a colocarme en la misma posición y con mi mano volví a colocar mi polla en su agujero. Esta vez no dijo nada, volví a cogerle la polla que seguía dura y empecé a pajearlo. De vez en cuando cogía saliva y la ponía en su agujero, mi polla estaba chorreando también precum. Entonces, solté su polla y me dejé caer sobre él, entre sus piernas y con mi polla encañonando su agujero.

—¿Qué quieres que seamos novios y eso, Marica de mierda? —me preguntó con un fingido odio.

—Eres tú el que tiene una polla a la entrada de su culo y está deseando que entre.

—Eres un puto violador.

—Dime que pare, solo dilo.

El silencio se hizo tan espeso que se podía cortar con un cuchillo. Su cuerpo estaba todo en tensión, hasta temblaba, pero su polla seguía dura, me estaba taladrando la barriga. Nuestras miradas se cruzaron y su sonrisa socarrona volvió a aparecer: —No tienes huevos —me dijo mientras nos empezamos a reír otra vez.

A lo que metí un gran empujón con la cadera. La saliva y la falta de consideración hizo que se la metiese hasta los huevos. Puso los ojos como platos y gritó vaya si gritó. Las palpitaciones de su culo virgen eran muy fuertes y tenía ganas de sacarla. Se le saltaron las lágrimas, pero no me dijo que la sacase. Al poco rato, aquello pareció relajarse un poco. Su polla seguía dura. Empezamos a besarnos, como siempre, como el primer día. Nuestros besos eran lo mejor, nuestras lenguas seguían peleándose por entrar en la boca del otro, muy de activos.

Poco a poco, empecé a bombear y pareció gustarle, se le escapaban gemidos ya de placer, su polla seguía dura. En nada estaba follándome su culo con ganas mientras nos besábamos con pasión. En un momento dado me envalentoné y con un rápido movimiento se la saqué y lo puse a cuatro patas. Él agachó la cabeza dejando todo el culo en pompa y así lo empotré. Agarró las sábanas con fuerza con las manos. Y vi como entre gemido y gemido se le caía la baba de gusto. Lo llamé come-almohadas.

—Me estás violando cabrón, ¿qué quieres?

—¿A sí? Esas tenemos — Y me recosté hacia atrás obligándolo a sentarse un poco sobre mi polla. —Perrea —le dije sin más y empezó a mover la cadera de forma sensual y caliente para cabalgar mi polla. Aquello pareció excitarle, porque todo él empezó a convulsionar y su perreo se volvió errático, pero más profundo y su agujero se volvió otra vez estrecho y palpitante, mientras se corría. Le cogí el culo duro y prieto y le metí tres grandes empujones, con lo que bastó para que me corriera de forma salvaje, al tercer o cuarto lefazo le llené la espalda también.

Cuando acabé con los ojos en blanco me dejé caer en la cama. No tardó mucho en tumbarse encima de mí. Nos quedamos mirando otra vez a los ojos y empezamos a reírnos nuevamente, y a darnos besos cargados de pasión. Después de un rato me dijo que sus padres no volvían hasta el lunes por la mañana, era viernes, que si me quedaba. —Te volveré a violar.

—Te la corto si no lo haces — y salió corriendo en dirección a la ducha, mientras por el camino iba dejando por el suelo los restos de mi corrida que se le salía del culo. Salí corriendo detrás de él y en la ducha mi polla volvió a acabar dentro de él, y así todo el fin de semana, entre besos y risas, su culo fue mío. Y sigue siéndolo, aún hoy, él sigue siendo activo; pero cuando quedamos su culo se abre como flor de mayo.