Detrás de la cámara (Capítulo 2)

Seguía viendo totalmente desconocida a mi mujer en su comportamiento y haciendo cosas que nunca había hecho conmigo, ni por asomo... pero lo peor, me sentía mal conmigo mismo por no actuar. ¿La solución? ¿Dejarla? ¿Vengarme? o ¿seguir siendo un cornudo feliz?

DETRÁS DE LA CÁMARA

Laura & Sylke

CAPITULO 2

Al llegar a casa estaba todo apagado así que fui al dormitorio y me la encontré durmiendo. Le di un beso en su frente y fui a la cocina pensando que seguramente estaría en unos dulces sueños, rememorando al pedazo de follada que le había dado el capullo de mi cuñado.

Mientras estaba en la cocina comiendo lo que mi mujer me había dejado de cena, no paraba de pensar desde cuanto tiempo llevaban liados, de cuantas formas y maneras habrían follado y si su hermana lo sabría o lo podría sospechar. Luego me fui a la cama, a compartir lecho con mi infiel esposa.

A la mañana siguiente, me desperté y ella seguía durmiendo, así que llamé a mi cuñado para quedar con él para montar en bici por la montaña, como solíamos hacer de vez en cuando, comportándome como siempre, con naturalidad, pero sabiendo todo lo que sucedía.

Media hora más tarde, ambos estábamos pedaleando por la sierra y charlábamos como siempre, de hecho, no noté nada diferente en Aitor a otras veces, en cambio yo sí le miraba diferente desde que sabía todo y lo había descubierto en vivo a través de las cámaras. Él en cambio, nada a lo suyo, pero quise saber algo más y tirarle de la lengua.

-        Oye Aitor, ¿qué tal Ana?

-        Bien, cómo siempre – me contestó sin darle importancia a mi pregunta

-        Ya... oye, vaya suerte que tenemos con las dos hermanas, ¿no?

-        ¿Por?

-        No lo digo, porque son dos bomboncitos... No sabría cuál de las dos está más buena

-        Pues sí.

-        Ni cuál de las dos follará mejor.

Mi cuñado se quedó mirándome extrañado y su cara se puso seria.

-        Oye, un día podemos probar un intercambio. - le dije riendo.

-        ¿Qué dices Hugo?, ¿Estás loco? - me dijo... con cierto enfado.

-        Jajajaja....

Yo me reí para quitarle importancia, como si fuera una broma, pero en el fondo, me resultaba gracioso comprobar que a él no le gustaba la idea de compartir a su esposa... bueno y eso creía yo hasta haber descubierto que la mía era toda una puta que me ponía unos cuernos que no pasaban bajo la puerta .

Tras esa jornada matutina de bicicletas con mi cuñado regresé a casa y tras una ducha, Silvia y yo nos fuimos de compras, como le había prometido, algo que odio, por cierto, pero sé que a ella le encanta y lo hago por complacerla, pero se puede tirar horas. Como casi siempre, acabé de “sujeta bolsos”, mientras ella se iba probando modelitos. Como siempre me fijaba en la cara de los dependientes, atontados mirando el cuerpo de mi mujer, perdidos en su escote, en su culo o en sus piernas, algo que ya tenía asumido y en cierto modo me enorgullecía, pero a diferencia de otras veces, me fijaba también en ella, en sus comportamientos, que hasta entonces me parecían normales, pero se notaba que a ella le gustaba agradar a los hombres, hasta el punto de insinuarse y fijándome detenidamente, veía como les tocaba, o se pegaba a ellos, mientras reía alguna gracia de alguno de esos dependientes. Era increíble ver cómo le pegaba las tetas a uno en su brazo o le indicaba de forma sensual cómo le quedaría un sujetador o unas braguitas, con toda su mala intención. De algún modo volví a ver a otra mujer en el cuerpo de Silvia, pero lo peor de todo es que esa nueva mujer me ponía muy cachondo.

Desde ese día que pasamos la tarde yendo de compras decidí no separarme de mi mujer ni un segundo, para ver como reaccionaba e incluso llegué a trabajar desde casa o llegaba antes de la hora del trabajo a lo que Silvia me recibía con una sonrisa, pero sé que era a veces un poco fingida porque siempre me preguntaba porque estaba allí tan temprano o incluso si no tenía que ir a la oficina. Me imagino que todos días en dique seco, incluso conmigo, le estaban pasando factura. En alguna ocasión pude ver a través de las cámaras como hablaba por teléfono con Aitor, pero nunca les dejaba tiempo suficiente para nada más y casi siempre les interrumpía.

Después de estar casi una semana siendo la sombra de Silvia, aprovechando para hacer casi todas las tareas desde casa, recibí una llamada de mi jefe.

-        Hola Hugo. Necesito que me prepares un informe completo para unos clientes nuevos. Que tienen una cadena de tiendas. Es importante.

-        Joder, Carlos, tengo mucho lío - me excusé.

-        Oye, no me toques los cojones, Hugo y vete ahora mismo a preparar el informe a la oficina con Belén. Lo quiero en mi despacho esta tarde. No quiero excusas.

En ese momento, como otras muchas veces, hubiese matado a Carlos, mi jefe, porque me echaba por tierra mis planes de tener controlada a Silvia, pero el muy cabrón no dejaba poner la mínima pega cuando me ordenaba algo... así que salí disparado a la ofi para acabar cuanto antes pues precisamente, elaborar ese proyecto importante, me llevaría unas cuantas horas, por lo que me tiré toda la mañana de reunión en reunión, sacando planos, presupuestos y demás.

-        No te olvides de dejarlo en mi despacho antes de irte. - me recordó Carlos cuando yo estaba con Belén fotocopiando unos planos.

-        Sí, tranquilo. - le respondí.

-        Joder, a veces este Carlos se vuelve insoportable, me dijo Belén al oído, justo cuando mi jefe aún estaba saliendo por la puerta.

En ese momento pude tener a Belén tan cerca, que los roces eran inevitables... Cuantas veces había soñado con su cuerpazo y a pesar de mirarla una vez más al escote, estaba de nuevo, deseoso de terminar para volver a casa con Silvia, atándola en corto. Eso sí, no podía evitar que mi polla se despertase bajo mi pantalón teniendo a Belén tan cerca, pero volví a pensar en Silvia y en qué estaría haciendo, así que le pedí a mi compañera que siguiera ella con las fotocopias y que yo haría unas llamadas.

Cuando por fin pude ir a mi despacho encendí el ordenador inmediatamente, pero mientras esperaba vi que tenía varias llamadas perdidas de mi mujer así que decidí llamarla.

-        Hola Silvia ¿pasa algo? - la pregunté, cuando mi ordenador aún estaba arrancando.

-        No, cariño, lo que pasa que me ha extrañado no verte. Como últimamente estás todo el día por aquí...- respondía ella.

-        Perdona Silvia, cariño, se me olvido decirte que hoy tenía algo de lío en la oficina.

-        Hijo, pues podías avisar... estaba preocupada, pensé que te había pasado algo.

-        Lo siento preciosa, te lo recompensaré.

Por un momento volví a pensar que Silvia lo que quería era que la avisara para poder tener tiempo libre sin que yo estuviese cerca, pues llevaba una semana sin ver a mi cuñado.

-        Por cierto, Hugo, cariño, ¿vas a venir hoy a comer? - me preguntó.

-        No, no iré e incluso puede que llegue bastante tarde, tengo que acabar un informe y tardaré horas. - comenté a ver por donde salía.

-        Jo, cariño no trabajes mucho que te voy a echar de menos.

-        Y yo a ti.

Terminé de hablar con mi chica y justo en ese momento pude acceder desde mi ordenador al panel de control de las cámaras instaladas en mi casa.  Lo primero que me encontré me dejó flipado. Silvia, totalmente desnuda, estaba sentada de espaldas sobre el cuerpo desnudo de Aitor, en mi sillón favorito, mientras él le agarraba de las caderas y se la follaba en una postura que nunca había hecho yo con ella. Era impactante ver el cuerpo desnudo de Silvia de frente a la cámara, con mi cuñado detrás, agarrándola con fuerza de las caderas y clavándosela incesantemente, mientras las tetas de ella botaban a cada embestida.

-        Sí, joder, cabrón, que polla tienes. - repetía ella.

-        Coño, pensé que no acababas de hablar con tu marido... ya no aguantaba más tiempo parado con mi polla metida en tu culito. - decía él entre hipidos.

¿Era posible? La estaba follando el culo y lo peor, la muy zorra había estado hablando conmigo como si tal cosa, ¿mientras Aitor estaba con su polla clavada en su ano?

A mí se me puso totalmente dura bajo mi pantalón e instintivamente empecé a acariciarla, por encima de la tela, observando como mi mujer seguía botando sobre la verga de mi cuñado, que debía estar partiéndola el culo a base de bien.

De pronto, Belén asomó su cabeza por la puerta de mi despacho.

-        Hola Hugo, ¿interrumpo? - me dijo con su gran sonrisa.

-        No, no, pasa... - dije, pero cambiando en mi monitor la tórrida escena de mi mujer engañándome con mi cuñado por una hoja de cálculo.

-        Ya tengo los planos. ¿Necesitas algo más? - me preguntó Belén con su culito apoyado en mi mesa, lo que me permitía una panorámica increíble de sus piernas, cruzadas a la altura de sus tobillos.

-        Sí, Belén, necesitaría una copia de la póliza del seguro. - dije nervioso

Belén no contestaba, pero parecía haber descubierto mi erección marcada bajo mi pantalón, porque se reía nerviosamente.

-        Vale, Hugo, ahora mismo te lo imprimo. - dijo sin dejar de sonreír, de camino a la puerta meneando sus caderas, sabiendo que yo la observaba.

En cuanto ella salió del despacho, volví a poner en marcha el monitor de mi pc encontrando a mi cuñado de pie, en medio del salón, mientras que mi mujer esta de rodillas comiéndole la polla con ganas, arrancándole unos cuantos bufidos de placer, mientras él acompasaba los movimientos sosteniendo la cabeza de ella, cada vez que se tragaba su sable. Le estaba literalmente follando la boca y ella ni rechistaba, algo que siempre dijo que le parecía humillante en las pelis porno.

Era increíble, lo único que pretendía la zorra de Silvia en mi conversación al teléfono, era tener más tiempo para poder follarse a mi cuñado, supongo que con más ganas todavía, tras esa semana sin sexo, en la que yo la estuve atando en corto.

-        Como la chupas, preciosa...tenías ganas de una buena polla.

-        Sí, joder, llevo una semana sin esto y lo echaba de menos.

-        Se nota, porque te la tragas como una buena puta. - dijo él agarrando su pelo y moviendo su pelvis hacia adelante.

Ella no respondía, ya que tenía la boca ocupada, simplemente se limitaba a seguir mamándosela frenéticamente, y no se conformaba con eso, porque de vez en cuando se esmeraba comiéndole los huevos, alargando su lengua por todo el tronco, de una forma totalmente desconocida para mí. Aquello me ponía cachondísimo, viendo a Silvia comportándose de esa manera, cuando de repente aparece en escena, el cuerpo de otro hombre desnudo, de espaldas, observando a la pareja y dejándome a mí totalmente flipado. En un momento, el cuerpo de ese desconocido, se puso ligeramente de perfil, para descubrir que tenía una polla descomunal, mientras que Silvia seguía tranquilamente mamándosela a Aitor y ese tipo se la cascaba observando la escena, igual que yo, pero él, en vivo. Yo pensaba para mí ¿Qué coño es esto? Entonces mi cuñado levantó la vista para dirigirse a ese hombre:

-        Hoy por fin, vamos a poder disfrutar de esta putita los dos, ¿eh Carlos?

Cuando dijo ese nombre noté un sudor frío en mi espalda, pero que se atenazó cuando el otro habló.

-        Joder, pienso follármela por todas partes.

En el momento en el que escuché su voz y su cara apareció en la pantalla, pude ver que se trataba nada menos que de Carlos, el hijo de puta de mi jefe. ¡No me lo podía creer!

Carlos se acercó a ella, la agarró de la cabeza y la hizo girar en dirección a su polla para que se la comiera de la misma manera y ella, tras sonreírle empezó a degustarla también, para alternar una y otra a dúo, de la forma más obscena que nunca imaginé haciendo el ruido del chapoteo de su boca frente a esos dos tíos desnudos.

-        Menos mal que pude ponerle la tarea a tu marido, porque echaba de menos esa boquita. - comentaba Carlos mientras ella le comía su enorme verga.

-        Eres un cabrón - respondió ella sacándosela un instante.

-        Y tú toda una puta, que no te resistes a este pollón, jajaja. - decía el otro entre risotadas.

La humillación era tremenda, porque si no tenía bastante con ser un cabrón cornudo con mi cuñado, también lo era con mi odiado jefe, que, además, conseguía tenerme entretenido y para colmo, por lo que decía no era ni de lejos, la primera vez.

-        Como la chupa, esta zorra, es insaciable. - dijo mi jefe, agarrándola del pelo y acompasando la mamada.

-        Siéntate Carlos que se la quiero meter ya. - dijo al momento Aitor

Así lo hizo. Mi jefe se sentó en el sofá y Aitor levantó a Silvia agarrándola de las tetas, hasta ponerla doblada, con su espalda en horizontal, de tal forma que podía seguir chupándosela a Carlos y ofrecer al mismo tiempo su culo en pompa a mi cuñado que no tardó en amasar, en azotar, para acabar metiendo su lengua que lamía alternadamente sus dos orificios.

-        Ay, cabrón... me encanta cómo me comes el culo. - soltó Silvia a mi cuñado y después seguir chupando la polla a mi jefe.

Otra de las cosas que Silvia siempre me dijo que le daban muchísimo asco, pues en ese momento se la veía disfrutar.

Aitor se tiró un buen rato saboreando a mi mujer, comiéndole alternativamente su coño y su ano, al tiempo que ella seguía engullendo, respirando y gimiendo con dificultad, pero que conviertió en un ahogado grito cuando mi cuñado se la clavó de pronto, primero en su coño, dándole varias embestidas, agarrado a su cintura y posteriormente en su culo que se abrió ante mi atónita mirada, sin ningún tipo de dificultad.

-        Joder, este culo, es alucinante. - repetía gimiendo Aitor mientras el orificio de mi esposa era sodomizado sin parar.

Viendo aquello, no pude aguantar más y tuve que sacar mi polla de mis pantalones porque me iba a reventar dentro, estaba excitadísimo y la tenía más dura que nunca, así que empecé a meneármela despacito para no correrme y seguir disfrutando de ese impactante espectáculo.

Cuando conseguí abrir los ojos tras varios meneos a mi polla, me di cuenta de que habían cambiado de posición, en la que Aitor estaba tumbado en el suelo, Silvia a horcajadas sobre él cabalgándole y gimiendo, con sus tetas botando cada vez que se empalaba, mientras Carlos se había tomado un descanso y les observaba de pie, bebiendo un trago de agua, con su polla todavía totalmente tiesa.

-        Vamos, Carlos, fóllame tú también que os quiero a los dos dentro de mí. - dijo suplicando en ese momento mi mujer.

-        ¿En serio quieres que te folle el culito? - preguntó el otro atónito.

-        Ya has oído a esta putita tío, pártele el culo, como tú sabes. - añadió Aitor que mientras la follaba le abría las nalgas ofreciéndoselas a mi jefe.

Carlos se arrodilló detrás del pandero de mi esposa y empezó a meterle un dedo en su culito.

-         Me muero de ganas de probarte por aquí. - dijo Carlos.

Saco sus dedos y se agarró su polla y se la coloco en su orificio y fue empujando poco a poco hasta que pude ver, alucinado que se le clavó completamente. Era verlo y no creerlo... ese agujerito prohibido que yo creía virgen e imposible ahora estaba siendo invadido por el pollón enorme de mi jefe. Era flipante ver a mi mujer llena por sus dos agujeros sin dejar de gemir... y yo no paraba de mirar lo bien que estaban compenetrados, parecía que esto ya lo habían hecho más veces ellos tres juntos.

De repente, sentí unas manos paseándose por mi pecho, acariciándolo suavemente. Me quedé inmóvil, creyendo por un momento que estaba soñando, hasta que pude sentir la voz de Belén junto a mi oreja susurrándome:

-        Veo que te gusta lo que estás viendo, ¿quieres que te ayude? - me dijo melosa.

-        Esto... yo... - intenté responder alucinado, notando esas enormes tetas en mi espalda.

Esas finas manos de mi compañera, fueron bajando, hasta retirar mi mano de mi polla y sustituirla con la suya, para comenzar a agarrar mi dureza firmemente y comenzar a pajearme lentamente con su cara pegada a la mía observando en el monitor como mi mujer hacía una follada a dúo con esos dos hombres.

-        Tu mujer lo está pasando de miedo... ¿no quieres tú también? - me dijo en un nuevo susurro.

-        Si joder - respondí excitado cuando esos finos dedos rodeaban mi polla.

Belén rodeó la silla en la que yo estaba sentado, sin soltar mi polla, para agacharse entre mis piernas, mirarme fijamente, relamerse, guiñarme un ojo y meterse mi miembro tieso en su boca. La sensación era alucinante, porque Belén la chupaba de miedo, sin dejar de lamer, chupar, incluso morder ligeramente mi glande mirándome con esos ojazos.

-        ¡Dios, qué gusto! - dije al notar de nuevo como su lengua daba golpecitos en mi frenillo para luego tragársela varias veces haciéndola desaparecer dentro de su boca.

Esa chica lo hacía de maravilla, mejor de lo que imaginé en todas mis pajas soñando con ella.

-        Belén, me voy a correr. - dije viendo que no podría aguantar mucho más.

-        De eso nada. - dijo poniéndose de pie, dejando mi polla balanceante, huérfana de su boca, de su lengua y de su gran arte mamando.

Belén me terminó de bajar los pantalones y luego mi camisa, botón a botón, hasta dejarme totalmente desnudo. Volvimos a mirar la pantalla y los hombres se habían cambiado de posición, mi jefe tumbado en el suelo tenía a mi mujer encima cabalgando sobre su polla, mientras que Aitor le estaba follando el culo al mismo tiempo.

-        ¡Que puta está hecha tu mujer, cómo le gustan los tríos! - dijo Belén riendo mirando primero a la pantalla y luego a mi oscilante polla.

-        ¡Si, joder!

-        ¿Quieres demostrarla cómo me follas? apoyando sus manos en mis muslos y pasando la lengua por sus dientes.

-        ¿Cómo? - dije sin entender.

-        Vamos, ¿a qué espera para desnudarme? ¿No lo has deseado siempre?

Joder, Belén tenía razón y aunque yo estaba todavía en shock con lo de mi esposa, tener a esa rubia de curvas infartantes, con la que siempre había fantaseado y ahora me insinuaba si deseaba follarla, era demasiado.

La saqué la camiseta por la cabeza y sus tetas redondas saltaron frente a mis ojos botando como dos faros, que lamí al instante, llenando esos enormes pechos con mi saliva y regodeándome con sus pezones.

-        Sí, cabrón, yo también te tenía ganas. - suspiraba ella.

Lo siguiente fue soltar su faldita de niña mala, dejándola desnuda al instante, ya que la muy guarra no llevaba ropa interior.

-        ¡Joder, Belén! - dije observando su coño depilado brillante e hinchado.

Ella se sentó en la mesa con sus piernas colgando y me acerqué a ella para empezar a comerle ese chochito jugoso con todas mis ganas. Llegué por un momento a olvidarme de mi mujer, para sentir los aromas y el delicioso sabor de mi compañera, que no dejaba de gemir y de pronunciar mi nombre.

-        Hugo, Hugo, Hugo...

De pronto, de un salto se bajó de la mesa, haciendo que sus tacones chocaran contra el suelo y subiéndose a horcadas sobre mí, ubicó mi polla en su coño y se dejó caer, empalándose, para comenzar a cabalgar, haciendo que sus tetas saltaran a cada bote y mi polla se adentrase en lo más profundo.

-        Sí, qué gusto, Hugo... ¡cómo follas! - repetía ella, mientras nuestras lenguas entraban en contacto, al igual que nuestros labios, en un beso cargado de lujuria y de pasión.

-        Uf, no voy a poder aguantar, Belén. - repetía yo, intentando no correrme ya que los músculos de su vagina me atenazaban deliciosamente.

-        Espera... ¿no quieres hacerlo dentro de mi culo?

-        ¿En serio me dejarás...?

No me dejó terminar la frase, se levantó de mi cuerpo y se tumbó boca abajo sobre la mesa, dejando su culo en el borde y abriendo sus piernas me ofreció su culo, que no dudé en follarme, pues casi instantáneamente se la clavé hasta el fondo, con mucha facilidad, pues mi compañera parecía tenerlo bien entrenado, así que me metí hasta adentro, haciendo chocar nuestros cuerpos desnudos y sintiendo la estrechez de su esfínter aferrándose a mi polla y en cuatro o cinco embestidas más, no pude aguantar y me corrí dentro de su culo, mientras ella gemía, seguramente corriéndose en el mismo orgasmo que me había regalado a mí.

Cuando me recuperé saqué mi polla de su culo, observando como el resto de mi corrida, se escurría entre sus muslos y tras sentarme en la silla, ella lo hizo sobre mis piernas y ambos seguimos viendo la pantalla, descubriendo que los tres protagonistas se habían corrido también y estaban tirados en el suelo, desnudos y exhaustos.

-        ¿Como te sientes? - me preguntó acariciando mis huevos por debajo de sus piernas.

-        Raro... - contesté.

-        ¿Por lo de tu mujer o por lo mío?

-        Por todo.

-        Bueno, supongo que conmigo bien y lo de tu mujer es solo sexo. ¿te sientes mal por eso?

-        No sé.

-        ¿Cómo se sentiría ella si le pasara lo contrario?

-        Me imagino que mal.

-        ¿Pues por qué no haces la prueba?

-        ¿A qué te refieres?

-        No sé, que ella vea lo que tú ves... conmigo o con otra.

-        Uf, creo que le daría algo. - afirmé.

-        Bueno, con eso compensarías la balanza. ¿No crees?

-        ¿Y cómo se supone que va a verlo? - pregunté.

-        Bueno, tu casa está llena de cámaras... invítame mañana y te dejo que me hagas el culito otra vez.... y alguien anónimo le puede enviar una copia.

-        ¡Joder...! No sé, Belén.

-        Tú, piénsalo.

De camino a casa no paraba pensar en lo que había sucedido en mi despacho con la preciosa Belén, pero también en su loca propuesta. No era capaz de imaginarme la reacción que podría tener Silvia al verme con otra, ¿cómo se lo tomaría?, creo que, como yo, evidentemente no. Todavía me sentía raro conmigo mismo de no reaccionar ante esa barbaridad de ver a Silvia follando con mi jefe o con Aitor, por cierto, Ana, la hermana de mi mujer, ¿sospecharía algo? Marqué su número antes de llegar a casa.

-          Hola Ana, ¿cómo estás? - la saludé.

-          Hola Hugo, guapo, bien ¿y tú?

-          Bien, oye, quería pedirte un favor.

-          Claro, lo que me pidas.

-          Verás, es que quería montar mi propia empresa y como tú eres asesora fiscal, no sé para que me dieras algún consejo.

-          ¿Quieres independizarte? - preguntó extrañada.

-          Pues la verdad es que sí, Ana, estoy hasta los huevos de mi jefe. - dije y volví a rememorar en mi mente la imagen de Carlos follando el culo de mi esposa en diversas posturas.

-          No me extraña, Carlos es un capullo. Oye, pues vente a mi despacho mañana por la mañana y lo miramos.

-          Verás, es que quería hacerlo de forma discreta, porque tu jefe conoce al mío... ya sabes. ¿podrías venir a mi casa mañana, antes de las 11?

-          Claro, hombre, me paso por allí.

No dejé de pensar en la loca idea de mi compañera Belén, de que Silvia me pudiera ver follando con otra, pero quise actuar de otra manera y ver su reacción. Por otro lado, la primera idea que se me pasaba por la cabeza era la de mostrarle todos los videos grabados a Ana, pero pensándolo mejor, ¿por qué tendría que hacerle pasar por eso? No sé, se me ocurrió hacer una pequeña encerrona y poner celosa a Silvia, a ver cómo se lo tomaba.

Una vez que llegué frente a la puerta de mi casa a punto de entrar volví a pensar en Silvia, en cómo me la iba a encontrar, pero al entrar me di cuenta de que ella estaba ya acostada, pero curiosamente, todavía desnuda, seguramente mi cuñado y mi jefe se acababan de ir, porque todavía olía a sexo en aquel dormitorio. Seguramente se la habrían follado en propia cama...

Esa noche no pude dormir bien porque no paraba de revivir lo que había pasado en mi despacho con mi compañera Belén y es que tantas sensaciones juntas eran difíciles de asimilar.  Entonces mi polla también se despertó, me levanté al baño a solucionar este pequeño problemilla, una vez allí, me bajé los pantalones del pijama y me agarré mi polla para masturbarme intensamente pensando en Belén, pero de repente esas imágenes se transformaron y solo veía a mi mujer con mi jefe y mi cuñado, pero eso no me restó excitación, al contrario, empecé a pajearme a más velocidad hasta que me corrí intensamente reviviendo esas escenas en las que la zorra de mi mujer era la protagonista, para volver a continuación a la cama con ella.

A la mañana siguiente, nada más despertarme, me di cuenta de que Silvia ya no estaba a mi lado y al girarme para ver la hora en el reloj, vi que era bastante temprano así que me levanté a buscarla, pero lo hice sigilosamente. Al llegar cerca de la cocina la escuché hablar con alguien por teléfono y entendí que se trataba de Aitor hablándole entre susurros:

-          Si, fue muy fuerte Aitor, ufff, me dejasteis exhausta. Sois unos cabrones.

Sin duda ella estaba todavía cachonda con ese trío que se había montado la muy puta. No pude escuchar a su interlocutor, pero si a ella responder:

-          Joder, no sé si Hugo trabajará hoy, pero podías pasarte por casa a la hora de comer, me ha dicho Carlos que tiene trabajo para él toda la tarde.

La muy cabrona lo tenía todo pensado y con mi jefe como amante cómplice lo tenía todo bien preparado, me quería tener fuera para poder disfrutar de otra tarde de sexo con sus amantes.

-          Yo saldré ahora a comprar y regreso a las doce, para esa hora, ya estaré sola. - añadió Silvia al cabrón de mi cuñado para colgar la llamada a continuación.

Todo estaba saliendo tal y como yo esperaba, pues mi jefe ya me había anticipado los planes para ese día. Antes de entrar en la cocina hice un ruido para que supiera que me había despertado y se giró algo alterada al verme

-          Buenos días tesoro – me dijo sonriente, guardando su móvil en el bolsillo de su bata.

Se acerco y me besó en los labios mientras me rodeaba con sus brazos en mi cuello y yo le devolvía ese beso sin que notara nada raro en mí.

-          Hola cielo – la respondí.

-          ¿Te preparo el desayuno?

-          No, tranquila, ya me lo hago yo.

A continuación, la agarré de su culo con mis dos manos, para ver cómo reaccionaba y me fijé en la bata que llevaba puesta y que se abría ligeramente por su escote, mostrándome sus tetas.

-          Bueno, pues me doy una ducha y me voy a hacer unas compras.

-          Vale. Yo tengo mucho trabajo hoy.

-          Vaya, qué pena. - dijo ella falsamente y se dirigió al baño.

Silvia salió a hacer sus compras y yo me quedé en la ducha. Al salir me enrollé una toalla en la cintura y cinco minutos después sonaba el timbre de la puerta.

-          Hola cuñado. - me saludó Ana sonriente, nada más abrir la puerta y me miró de arriba abajo sonriendo al verme con la toalla sobre mi cintura.

-          Hola, no te esperaba tan pronto, pero pasa. Ahora me cambio.

-          No, tranquilo, como si estuvieras en tu casa, jajaja.. - dijo con su atrapante sonrisa.

La verdad es que ambas hermanas eran preciosas, Ana siendo la mayor, tenía menos estatura, pero unas tetas enormes, algo que siempre me atrajo de ella, además de su culo. Precisamente al hacerla pasar ella vestía un traje de chaqueta y falda de tubo de color gris, que se ceñía a su cuerpo de forma increíble, algo que empezaba a despertar mi polla bajo la toalla.

-          ¿Te apetece un café o algo? - la pregunté.

-          Pues sí, gracias. - dijo sentándose en el sofá.

-          Vale, ahora lo preparo.

-          Oye ¿y mi hermana?

-          Ha salido a comprar, no vendrá hasta la hora de la comida.

-          Ah, vale.

Me fui a la cocina y preparé dos cafés y dos vasos de agua que llevé hasta dejarlos en la pequeña mesa frente al sofá. Ana se había quitado la chaqueta y su blusa mostraba la redondez de su gran busto. Me senté a su lado, pero sin cambiarme, todavía con mi toalla como única prenda. Era curioso, pero si no fuera porque era yo quien la había invitado, notaba a mi cuñada más insinuante que nunca conmigo, de hecho sus movimientos me parecían más provocativos, más directos y de hecho era una de las pocas veces que estábamos solos ella y yo.

Mientras tomábamos el café, le fui explicando a mi cuñada algunos detalles que tenía en mente para montar mi empresa, algo que no era del todo mentira, pues lo había pensado muchas veces, aunque esa vez mi estrategia iba por otros derroteros.

De pronto, en medio de la conversación, con toda la intención del mundo, haciéndome el torpe, derramé parte de mi vaso de agua, en la blusa y falda de Ana, que se levantó de inmediato, al verse empapada.

-          ¡Joder, Ana, perdona! - le dije disculpándome, aunque fingía por dentro la que tenía preparada.

-          Uf, Hugo, no, no pasa nada, tranquilo, pero me has calado entera. - añadió señalando la blusa y la falda mojadas.

Siguiendo con mi plan, le dije que no podía estar así de mojada y que me podía dejar sus prendas para meterlas en la secadora y de mientras le prestaría un albornoz o algo de su hermana. Ella lo vio con total naturalidad, entró en el baño, se quitó la blusa y la falda y se puso un albornoz de Silvia. Me entregó las prendas que metí en la secadora y seguimos hablando del proyecto de empresa. Me fijé en el canalillo que tenía bajo ese albornoz y la buena porción de piernas que me permitía ver ese pequeño albornoz.

-          ¿te gusta lo que ves? - me preguntó una de las veces en las que yo estaba perdido en ese escote y en el dibujo de florecitas de su sostén.

-          Perdona, es que se me fue la vista. - dije algo azorado.

-          No, tonto, si me encanta que me mires así.

Me imaginé por un momento la cara de Aitor si yo me enrollase con su mujer de la misma forma que él hacía con la mía. ¿Y Silvia?... en ese momento me di cuenta de la hora y que ella estaba a punto de volver a casa, pues eran casi las doce, entonces le dije a Ana que fuésemos a mi habitación, que allí tenía el ordenador y podía ver mi proyecto, en unas tablas y gráficos que tenía preparados. Nos metimos en mi dormitorio y esperaba ansioso la llegada de Silvia, que descubriría a su hermana con albornoz y a mí con una toalla, algo que le haría por lo menos mosquearse y ponerse celosa, porque lo es y mucho. Curioso ¿verdad?

Encendí el ordenador parsimoniosamente y Ana se sentó en la cama matrimonial, botando un poco probando el colchón.

-          Parece cómodo este colchón. - dijo y sus tetas botaban en ese movimiento.

-          Sí, lo es... me costó una pasta, pero merece la pena, porque descansas muy bien.

-          ¿Es de esos que se adaptan a tu cuerpo?

-          Sí, totalmente.

En ese momento dejándome alucinado, Ana se quitó el albornoz, quedándose con un pequeño sostén negro semi transparente, con florecitas rojas, que apenas podía aguantar el volumen de sus enormes pechos y un pequeño tanga a juego que cubría al límite su sexo.

-          Pero... Ana... - dije flipando e irremediablemente mi polla empezó a tensarse.

-          Perdona, cuñado, pero siempre he querido tener uno y así pruebo si se adapta a mi cuerpo.

Dicho eso se tumbó completamente en la cama, moviéndose por todo el colchón, de una forma que me parecía del todo erótica, mientras mi erección era inevitable formando un bulto considerable bajo la toalla.

-          Es comodísimo, es verdad y se adapta a mi cuerpo. Además de dormir, se follará de maravilla, ¿no, cuñado? - dijo mi cuñada de pronto.

-          ¿Cómo?

-          Si, hombre, que aquí Silvia y tú le daréis caña a base de bien, con estos botes que da el colchón.

-          Bueno sí. - respondí todavía aturdido.

-          ¿No te importa que me lo quite todo para ver si se adapta más?

No me dejó responder y a continuación mi cuñada, se soltó el sujetador, enseñándome esas enormes tetas y sin cortarse, se bajó el pequeño tanga, quedándose totalmente desnuda, para tumbarse de nuevo en la cama.

-          Huy que bien se está. - dijo estirándose en la cama mientras yo la miraba embobado.

-          ¿Qué te pasa?, estás palido. - me dijo riendo, sentándose a continuación a los pies de la cama.

-          No, es que yo...

-          Veo que alguien se alegra de verme. - dijo señalando el bulto bajo mi toalla.

Estiró su mano, acariciando mi polla sobre la toalla y a renglón seguido soltó el nudo y me despelotó totalmente, como lo estaba ella.

-          Guau, cuñado, cómo andas. - dijo agarrando mi polla.

Tras sonreírme, se sentó más al borde de la cama, abriendo sus piernas y ofreciéndome una visión increíble de su coño, para empezar a pajearme suavemente con una mano, mientras que con la otra me acariciaba los huevos.

Yo, al mismo tiempo empecé a pensar en Silvia y me di cuenta de que regresaría en breve y no se iba a encontrar a su hermana con un albornoz y a mí con una toalla, como tenía pensado, si no que nos iba a ver en mi dormitorio, los dos desnudos, mientras la habilidosa mano de Ana me pajeaba dulcemente.

CONTINUARÁ...

Laura & Sylke