Detrás de la cámara (Capítulo 1)

En mi casa ocurrían cosas extrañas, como muebles cambiados de sitio, robos de ropa... por lo que me decidí a instalar unas cámaras ocultas, pero me llevé una sorpresa.

DETRÁS DE LA CÁMARA

Laura & Sylke

CAPITULO 1

Mi nombre es Hugo, tengo 34 años. Me considero un chico normal y corriente, es decir, me cuido, todo lo que puedo, voy a mi gimnasio, pero no lo tengo como muchos que se tirar horas allí para tener esa tableta de chocolate, yo no, lo mío va de mantenerse, en lo físico y en lo mental, principalmente. Soy moreno de pelo, que siempre me gusta llevar bien recortadito, de ojos marrones y llevo una barba también bien recortada. Estoy felizmente casado con Silvia y no tenemos hijos.

Para que sepáis un poco más de mí, os puedo contar que trabajo en una empresa de seguridad, concretamente mi labor consiste en colocar cámaras y alarmas tanto en hogares como en empresas, pero puntualizo esto porque esta vez era en mi propia casa, ya que llevaba varios días dándome cuenta de que ocurrían cosas extrañas, al trabajar en seguridad, siempre miro los detalles y notaba muebles cambiados de sitio y alguna prenda de ropa que había desaparecido tanto a mí como a mi mujer. Al principio pensé que eran paranoias mías, pero quise estar seguro.

Así que me decidí y fui colocando algunas cámaras estratégicamente en algunas habitaciones de la casa para poder comprobar si realmente entraba alguien cuando no estábamos. No quise comentarle nada a mi mujer, para que no se asustara y hasta estar seguro de que mis sospechas eran fundadas. Precisamente ella se asusta con esas cosas y no quise agobiarla con el tema.

Para hablar un poco más de Silvia, mi preciosa esposa, deciros que para mí es como una diosa del Olimpo, bueno, pero lo digo objetivamente, no porque sea su marido, ya que ella es una mujer que llama la atención físicamente, es inevitable que me fije como la miran otros hombres, mejor dicho, la escanean con la mirada y yo no soy especialmente celoso, aunque hay veces que resulta molesto ver como se la comen con la mirada.

Quizá os parezca exagerado, pero os puedo describir a Silvia como una mujer increíblemente atrayente. A sus 32 años, se mantiene prácticamente igual que el día que la conocí, hace casi diez años, tiene un pelo largo y negro como la noche, sus ojos son de un verde esmeralda que cuando la miras fijamente parece que te atrapa, pero luego su cuerpo es alucinante, muy bien proporcionado, con bastante pecho, que todavía es más llamativo al ser ella tan delgada y su culo que es lo que más me gusta de Silvia, tan redondito, perfecto y bien duro. Aunque la naturaleza la ha provisto de todas esas cualidades, también hay que decir que a ella le encanta cuidarse y por eso se mantiene así, claro, porque va a su gimnasio más veces que yo a la peluquería, a centros de estética y a todas esas cosillas que soléis ir muchas de vosotras. Silvia tiene una hermana, Ana, que se parece bastante a ella, muy guapa también y con unas tetas grandes, incluso más que las de Silvia, aunque su marido Aitor es un poco gilipollas, vamos, me cae como el culo.

Sexualmente, Silvia y yo, somos una pareja activa, no me quejo, quizás como casi todas las parejas hayamos caído en cierta monotonía, pero siempre intentamos mantener nuestra sesión de sexo, al menos, una vez por semana, aunque últimamente por nuestros trabajos coincidimos menos veces, ya que yo tengo que hacer algunas instalaciones por la noche. Como digo, estoy contento con mi actividad sexual, aunque, me gustaría que ella fuese algo más activa, ya que me cuesta que se decida a tener algo más de acción en la cama, innovando, con juegos, posturas, algo novedoso, que rompa con la rutina... ya me entendéis.

Precisamente, ella misma me ha contado alguna vez que su hermana Ana, a la que, por cierto, está muy unida, le ha confesado que hace cosas con su marido, Aitor, que nosotros ni nos hemos planteado, como usar juguetitos o el anhelado sexo anal, por ejemplo, que a Silvia le aterra y que yo siempre he soñado, más sabiendo que su hermana Ana, lo hace habitualmente con Aitor, al que envidio por ello, pues Ana tiene un culazo que quita el hipo.

Esa mañana dejé todas las cámaras espía preparadas estratégicamente en mi hogar. Salí a hacer unos trabajos en un polígono industrial y cuando llegué a la ofi por la tarde para verificar que todo iba bien, comprobé que no recibía señal de ninguna de ellas. Luego me entretuve un rato mirando el culo a mi compañera Belén, una rubia de infarto que me tiene loco desde que entró a trabajar y que estaba subida en una escalera ordenando unos archivadores, con una camiseta ajustada y con unos leggings negros que marcaban su culazo. Total, que me fui para casa bastante caliente, pero un poco antes de lo habitual, para echarle una ojeada y saber que era lo que estaba fallando.

Al entrar en la cocina, me sorprendió ver a mi mujer vestida únicamente con un camisón de seda y tan corto que podía ver hasta su precioso culo, me acerque a ella por detrás y al agarrarla por la cintura pegó un bote tremendo, asustándose.

-        ¡Joder Hugo, cariño que susto me has dado! - dijo ella al sentirme.

-        Tranquila que no soy un ladrón - le respondí pegándome más a ella, pero pensando para mí en esa posibilidad de que alguien pudiera entrar en nuestra casa.

-        Es que has venido muy pronto y no te esperaba. - añadió ella todavía nerviosa.

Metí mi cabeza por su cuello y sonreí mientras me apretaba más a ella, empotrándola contra la encimera pegándole mi bulto que empezaba a despertase de solo de verla así vestida.

-        Joder, cariño, pues parece que estabas esperándome. Me encanta como vas vestida. - la dije, frotando mi polla en su culo que ella sacaba para sentirme también.

-        Lo estoy notando mi vida. Muy cachondo vienes...

-        ¿Qué te parece si vamos al postre directamente? - la pregunté.

Al mismo tiempo subía una mano hacia su pecho y la otra la dirigía directamente a su coño.

-        Huy, para, cielo, déjame hacer la cena. Primero te duchas, cenamos y si te portas bien habrá postre.  - me soltó la muy cabrona todavía restregándose con su culo y parando mi mano antas de llegar a mi objetivo.

Sin duda ella se había vestido guerrera y quería hacerme sufrir un poco.

-        Vale, voy a la ducha, que quiero probar ese postre. - dije dándole una palmada en el culo.

Salí de la cocina y me dirigí a nuestra habitación, pero me sorprendí de nuevo al darme cuenta de que nuestra cama estaba totalmente desecha, con los almohadones por el suelo, las sábanas bastante arrugadas, el sujetador de Silvia tirado a los pies de la cama y la silla que tiene en su tocador pegada en el cristal de nuestro pequeño balcón que tenemos en el dormitorio.

En principio no le di mucha importancia, aunque soy un poco maniático del orden y además me extrañó que a esa hora Silvia no hubiese hecho la cama, que es lo que hace lo primero por la mañana, pero sin más, me dirigí hacia el baño a darme una ducha y regresé con mi bella esposa a la cocina a la que me la encontré sirviendo la cena.

-        Oye cariño ¿Todavía no has hecho la cama hoy? - la pregunté mientras servía la sopa y me mostraba un delicioso canalillo bajo ese fino camisón.

-        No... es que quería cambiar las sábanas y no me dio tiempo. - dijo ella concentrada en servir mi plato.

-        Ah... y por cierto ¿qué hace la silla de tu tocador cerca del balcón?

Silvia termino se sentó en su lugar de siempre y tardó rato en contestarme, para mirarme al fin y decirme:

-        Ah sí, pues como estaba cogiendo una cosa del armario se ve que la deje allí.

-        Bueno, mujer, la próxima vez coge la mini escalera que para eso la compramos.

-        Es verdad, no me acordaba. - me dijo.

Como otras noches, durante la cena, aunque esa vez algo más pronto de lo habitual, seguimos charlando sobre cómo nos había ido el día y lo que habíamos hecho, compartiendo risas y anécdotas. Ella me habló de una casa que había logrado vender esa semana y yo le conté que estuve instalando cámaras en un polígono, sin mencionarle por cierto las de nuestra casa y que luego terminé un informe con mi compañera Belén.

-          Mucho estás tú con esa Belén. - dijo en tono claro de celos.

-          Bueno, mujer es mi compañera.

-          Ya, como que no te he visto mirándola su culo más de una vez.

-          ¿Yo?

-          No te hagas el tonto... - me dijo en tono serio.

-          No te enfades cariño, si además te cae bien...

-          Eso no tiene nada que ver.

Cuando terminamos de cenar yo me quedé mirándola ese escote que me ofrecía su precioso canalillo y pasando mi lengua por los labios, relamiéndome.

-        Bueno, cielo, me voy a dar una ducha. - me dijo de pronto levantándose.

-        Pero Silvia, yo quería quitarte esto. - la dije agarrándome a su cintura de nuevo.

-        Quita, anda, que estoy sudada... - añadió dándome un manotazo.

Volví a extrañarme, ya que se había puesto en plan sexy y luego se iba a duchar, justo en el mejor momento en el que yo mismo quería desnudarla, así que me quedé allí recogiendo los cacharros y en principio pensé que se había mosqueado con lo de Belén, sin embargo, cuando regresé al dormitorio me encontré a mi mujer esperándome en la cama totalmente desnuda y con un bote de nata en la mano.

-        Pero ¿esto? - la dije sin poder evitar que mi polla diese un respingo bajo mi pantalón.

-        ¿No querías el postre? pues aquí lo tienes – me dijo pasando el bote de nata por sus tetas.

Creo que me desvestí más rápido que nunca y es que todavía no me creía que Silvia tomara la iniciativa de aquella manera en la cama, ya que normalmente soy yo el que propone los juegos, pero en esa ocasión, la ví diferente, muy lanzada y no quise perder la oportunidad.

Casi como un adolescente me tiré sobre ella, saqué el bote de nata y se lo pasé por las tetas, siguiendo después con mi boca el reguero que iba dejando, consiguiendo que Silvia gimiera a cada lamida, especialmente la que iba depositando en sus pezones. Me encantaba estar así con mi mujer, disfrutando de su hermoso cuerpo, besando y lamiendo aquellas aureolas, al tiempo que ella me masturbaba con sus delgados deditos y conseguía ponerme a mil. En un momento levanté sus tetas para lamer la nata que se escurría y noté una marca justo debajo de su pecho derecho, muy parecido a un mordisco.

-        Cariño, ¿qué te has hecho ahí? - la dije pasando mis dedos y haciendo que ella saltara al contacto.

-        ¡Ay, me duele! - dijo.

-        ¿Qué te ha pasado?

-        No sé, creo que me debí rozar con algo.

No insistí por esa zona y bajé con el bote de nata por su ombligo, devorando una vez más en su lisa tripita y tragando la nata que se depositaba en su fina piel y cuando me disponía a echar la nata en su coño, me agarró de la muñeca.

-        No, hoy ahí no... - me dijo.

Volví a quedarme con las ganas pues a Silvia, la verdad, es que no le gusta mucho que la coma el coño y eso que es delicioso y lo consigo pocas veces, porque además es algo que me encanta hacerle, una buena comida de coño, pero no quise forzar la situación viéndola tan decidida en una noche especial entre semana y me puse sobre ella para meterle mi polla que entró sin ninguna dificultad en su rajita, lo que indicaba que estaba bastante cachonda y creo que yo, por el hecho de saberlo, me volqué en cada una de mis embestidas, con tanto ímpetu que me corrí más rápido de lo que hubiese querido, creo que demasiado motivado, con el cuerpazo de mi mujer debajo del mío, todavía con su piel pegajosa por la nata y viéndola tan extrañamente excitada.

Le pedí perdón por no haber podido aguantar un poco más y la prometí que me recuperaría pronto, pero ella prefirió que lo dejáramos para otro día. Creo que me quedé dormido enseguida y a la mañana siguiente ella ya se había ido de casa, así que aproveché para comprobar las cámaras y me di cuenta de que todo estaba perfectamente y entonces caí en la cuenta de que debí poner mal la dirección remota, porque parecían estar grabando todas sin problemas. Me di una ducha rápida, me vestí y me fui para el curro.

Al entrar en la ofi, Belén, como siempre estaba en recepción, regalándome una de sus preciosas sonrisas y un generoso escote de su blusa. Cuando estaba ya en mi despacho corrí a encender el ordenador para poder revisar las cámaras que puse por la casa, pero al final no pude porque me tuvieron todo el día bastante ocupado. Mi compañera Belén, entraba cada dos por tres en mi despacho y si bien otras veces celebraba ver a esa rubia de cuerpo escultural, alegrándome la tarde con sus escotes o minifaldas, en esa ocasión estaba deseando que saliera por la puerta, pero precisamente esa tarde anduvo revoloteando más de la cuenta y no me dejaba a solas en ningún momento. Por una cosa o por otra no conseguía ver quien se colaba en mi casa, si es que realmente había tal intrusión.

Al llegar esa tarde a casa me encontré con mi mujer en el salón con el móvil, parecía estar wasapeando con alguien.

-        Hola cariño. - la saludé acercándome a ella - ¿Qué haces?

-        Nada... y tú ¿qué tal el día? - me preguntó.

-        Bien, como siempre. - la contesté

Me acerque por detrás del sofá para darle un beso como suelo hacer siempre, pero con la diferencia de que al posar mis labios en su cuello noté un aroma a perfume y no parecía de mujer.

-        Huy, ¿a qué hueles, cielo?

Silvia tardó en contestar y al final dijo.

-        Ah, sí que me fui con mi hermana de compras y probamos unas colonias para regalar a su marido.

-        Ya decía yo que me resultaba familiar. - dije pues es la colonia que usa Aitor, mi cuñado– Bueno, he tenido un día agotador, así que me voy a duchar para despejarme un poco. - añadí en dirección a mi cuarto y ella siguió chateando con su móvil.

Al entrar al dormitorio volví a ver extrañado que la cama estuviera desecha y me dije para mí que lo estaba cogiendo por costumbre, pero una vez más no le di mucha importancia y me metí en el baño para ducharme.

Al salir y secarme, comprobé las dos cámaras camufladas en la parte alta, una sobre la puerta y la otra sobre la cortina, que deberían estar grabando perfectamente, pues no había visto ninguna señal de error en mi correo. Justo cuando iba a salir del dormitorio ví que bajo la cama asomaba un body negro que Silvia suele usar para sorprenderme en ocasiones muy especiales y lo cogí en mi mano para llegar al salón.

-        ¿Y esto cariño? - la pregunté sonriendo pensando en la posibilidad de tener marchilla esa noche.

Mi mujer estaba muy roja al verme y notaba cómo le temblaban las manos.

-        Silvia, cariño, ¿Te encuentras bien? Tienes mala cara. - la dije al verla tan roja y con su frente brillante por el sudor.

Entonces ella se levantó, pasando de largo para decirme:

-        La verdad es que no muy bien, creo que tengo un poquillo de fiebre. Me voy a meter en la cama.

-        Claro, cielo, vete a descansar, seguro que no es nada.

-         ¿No te importa?

-        Claro que no, cariño.

Me rodeo el cuello con sus brazos y me beso levemente, pero no noté demasiado calor en sus labios, por lo que me tranquilicé al no sentir fiebre.

-        La cena está en la cocina, buenas noches, Hugo. - me dijo lanzándome un beso mientras se metía en la habitación.

-        Buenas noches, preciosa. Descansa. - dije yo devolviendo el beso.

Mientras degustaba la deliciosa cena que me había preparado Silvia, abrí el portátil, busqué el pen donde tenía las grabaciones y me puse a revisar los videos. El gran panel de control de la aplicación me permitía ver simultáneamente todas las cámaras. Había bastantes horas de grabación, aunque lo bueno es que las cámaras solo grababan cuando detectaban movimiento. Estuve un buen rato viendo grabaciones, en las que pude ver mi propia imagen, en una de las primeras mañanas recién puestas las cámaras, vistiéndome y hablando por el móvil, pudiendo descubrir que se veía perfectamente y también se me oía. Después pude ver a Silvia, saliendo del baño, dejar caer la toalla y ponerse unas braguitas. Me quedé observando ese culazo que tiene tan perfecto, pero por un momento me sentí mal, como un vulgar voyeur, al no haberle dicho a ella que había instalado las cámaras y en cierto modo estaba robando su intimidad.

Me acerqué a la habitación con la intención de comentárselo en ese mismo momento, antes de que lo descubriera ella misma y se enfadara, pero la vi plácidamente dormida y no quise molestarla, así que me dirigí al salón y me senté en el sofá para seguir visionando esos diferentes videos.

Me serví una copa y cuando ya estaba listo empecé a revisar las grabaciones por fecha, sin notar nada especial, revisando las distintas tomas, unas en el salón, otras en la entrada o en la cocina, pero no había ningún intruso, siempre éramos claramente o Silvia o yo. Alguna imagen en la que aparecía su hermana Ana y se pasaban un buen rato charlando, pero sin más. Todo me pareció muy normal, pero al poner una grabación de la semana anterior, descubrí un video en el que estábamos cenando en el salón, precisamente con su hermana Ana y nuestro cuñado Aitor. Ya casi ni recordaba eso y me hizo gracia, vernos allí en la mesa a los cuatro, contando unos chistes malísimos, pero con la ventaja de poder mirar a mi cuñada su generoso escote, sin tener que disimular, porque la cámara estaba situada, casi sobre ella y sus dos tetas se veían rotundas, casi hasta el dibujo de sujetador blanco. Por un lado, reconozco que volví a sentirme mal por espiar así, pero también resultaba realmente morboso y es que Ana está muy buena y uno no es de piedra, coño.

Estuve recordando la conversación entre los cuatro hablando y riendo sobre las tonterías de siempre, hasta que Silvia se levantó y se fue para la cocina con algunos platos. Inmediatamente en el panel pude ver que la cámara 2 se activaba, ofreciéndome una vista de la cocina y a mi mujer dejando los platos sobre la encimera. Se la veía guapísima con ese vestido negro, que marcaba sus curvas. Al minuto Aitor se levantó en el salón con intención de ir al baño.

En ese momento no había caído, seguramente porque estaba bastante achispadillo pero lo cierto es que había pasado bastante tiempo desde que los dos habían abandonado la mesa. Entonces al volver a revisar la cámara 2 de la cocina, lo que me encontré me dejo totalmente helado. Mi cuñado había entrado y estaba abrazado a Silvia dándose un morreo de campeonato mientras él la tenía bien sujeta por la cintura. Tuve que parar la grabación y volverla a poner porque no me lo creía, pero no había ninguna duda, se besaban y lo hacían con todas las ganas.

De repente se dejaron de besar y Aitor empezó a pasar sus labios por el cuello de mi esposa y después por la clavícula y fue bajando hacia su escote mientras ella se dejaba hacer cerrando los ojos. ¡Joder, era una pasada!

-        Aitor, para, que nos pueden pillar.... - se la oía perfectamente a ella.

-        Relájate preciosa, que están bastantes borrachos para darse cuenta. - contestaba él, acariciando sus tetas por encima del vestido sin dejar de morder su cuello.

Aitor en ese momento, le bajo de golpe el escote del vestido de Silvia, liberando esos tesoros de tetas que tiene. ¡Yo estaba alucinado!

-         Dios me encantan tus tetas. - la decía, al tiempo que mordía y pellizcaba sus pezones.

Silvia no paraba de gemir, con sus ojos cerrados, sintiendo la boca de mi cuñado y su lengua de la forma más cerda lamiendo aquellas enormes tetas. Ni siquiera yo se las he chupado así, seguramente me hubiera echado la bronca, pero ella parecía estar disfrutando de esa forma lasciva, morbosa y cerda de cómo él se lo estaba haciendo.

Ella, le pedía que parase, pero no lo hacía precisamente muy convencida, la muy guarra, porque su mano se aferraba a la nuca de él, cuando la lengua de mi cuñado dibujaba sus dos aureolas.

Aitor siguió un rato más torturando sus pechos, tanto con sus manos como con su boca, a la vez que le subía la falda del vestido y le metía la mano dentro del tanga de mi mujer. ¡Joder, no me lo podía creer! Por un momento pensé que ella le iba a soltar una fresca, pero no, la mano de mi esposa se posó sobre la de él.

-        ¡Joder, Silvia, estas chorreando! - dijo él hurgando en su coño.

Silvia estaba tan cachonda que lo único que le salía por su boca eran gemidos y suspiros.

Aitor siguió metiendo sus dedos en el coño de ella, hasta que ella, aguantó la respiración y de pronto se corrió ahogando sus gemidos cuando él la tapaba la boca con la otra mano.

Los minutos pasaban, pero ella no parecía querer parar aquello precisamente, porque se giró quedando frente a Aitor, estirando su mano en dirección al pedazo de tienda de campaña que mi cuñado tenía más que visible bajo su pantalón. Mi mujer, sorprendentemente, tomaba la iniciativa llegando a su objetivo y desabrochando los pantalones de su cuñado, para meter su mano dentro, mientras él jadeaba y cerraba los ojos, ya que seguramente ella se había aferrado a su dureza.

Pero de repente, un ruido como si algo se rompiera hizo que los dos se mirasen a la cara asustados y empezaron a recomponerse rápido la ropa. Mi mujer regresó al momento a la mesa del salón mientras que Aitor desapareció dando un rodeo para llegar a través de la puerta que daba al patio y de los baños, como si tal cosa.

¿Qué era aquello? Creo que me quedé mirando a la pantalla, sin asimilar todavía lo que acababa de ver, pero lo más curioso es que al terminar de ver ese video no me sentí celoso ni nada parecido, creo que estaba en shock, pero de lo que si me di cuenta es que me había puesto muy cachondo viéndolo y había conseguido ponerme la polla más dura que nunca. Me sentí mal conmigo mismo, por excitarme ver a mi esposa con otro.

Joder, todo era super fuerte, sin que mi mente asimilase todavía lo que acababa de ver y justo en el momento en el que iba a sacarme la polla de mi pantalón para empezar a masturbarme debido a esa gran excitación que llevaba encima, se abrió la puerta del dormitorio y escondí mi erección bajo el portátil en el momento en el que hizo su aparición Silvia.

-        Cariño, ¿qué haces ahí todavía? Es tardísimo. - me dijo ella, mientras yo, curiosamente disimulaba, tapándome con el ordenador.

-        Nada, terminando de ver una cosa.

-        ¡No estarás viendo porno, eh guarro? - me soltó como si tal cosa.

Por un momento estuve a punto de decirle, sí, porno del bueno, en el que la zorra de mi mujer era la principal protagonista, sin embargo, me limité a sonreír, apagué el portátil y me fui a la cama con ella.

Me comentó que se encontraba mejor, pero era yo el que no sabía muy bien cómo me encontraba, todavía alucinado, sin creerme lo que había visto y me costó mucho conciliar el sueño, dándole vueltas a todo, sin saber qué tipos de juegos hacían mi mujer y mi cuñado, si aquello era producto del vino de la cena o si era algo habitual.

A la mañana siguiente tuve que salir pronto para una instalación y la verdad es que estuve bastante torpe, incluso mi compañero me llamó la atención varias veces, pero es que estaba con la cabeza en otro sitio y en el fondo estaba deseando seguir viendo videos. ¿Hasta dónde podría llegar aquello? ¿Era solo un juego producto del vino de la cena? ¿fue casual?

Al final acabamos la tarea y volví a la ofi con la intención de echar una nueva ojeada a los videos de mi casa, pero, Belén, la chica de recepción me comentó asomando su cara por la puerta de mi despacho:

-        ¿Ya habéis acabado todo?

Mi compañera llevaba una mini super corta, que, con unos altos tacones, le hacían destacar unas piernas interminables, así como ese escote que siempre me hacía despistarme en el trabajo.

-        Por hoy sí. - la respondí mientras le entregaba el parte de trabajo.

-        No, es que llamó tu mujer por si ibas a ir pronto a cenar o no.

-        Ah, ¿te preguntó eso? - dije yo mosqueado.

-        Sí, seguro que quiere sorprenderte con algo. - añadió sonriente.

Sorpresa sí que me llevé, pues aquello indicaba que estaba intentando controlar mis movimientos y empecé a atar cabos, para empezar a comprender el motivo de todas las desapariciones de ropa, los muebles movidos de sitio y todas esas cosas raras que pasaban en casa últimamente. Y luego las llamadas de Silvia a la oficina, para controlar mis movimientos, preguntándole a Belén si estaba fuera, si iba a volver pronto... Ahora lo veía todo claro.

-        Ahora la llamo, gracias, Belén - dije a mi compañera que se giró dejándome a solas en el despacho.

Estaba realmente nervioso, esperando más de ocho tonos a que me contestase y en el fondo pensaba que todo era producto de mi imaginación y lo que había visto, era una simple casualidad, una locura producto del alcohol, o un juego, sin más. Quizás realmente ella quería sorprenderme con una buena cena, pero en cambio mi polla latía bajo mi pantalón esperando ver algo diferente a través de las cámaras.

-        Hola cariño - me respondió Silvia.

-        Hola. Me ha dicho Belén que has llamado ¿no tesoro? - dije yo intentando que no me notara raro.

-        Esto... sí, eh, si... era para saber si vas a venir ya o más tarde para preparar la cena ya.

La noté que dudaba a la hora de contarme eso que sonaba a excusa.

-        Llegare tarde, cariño, tú cena tranquila que aquí tengo mucho lío ¿vale? - la dije.

-        Vale, pero no trabajes mucho.

Cuando terminamos de hablar, pensé que su tono de voz sonaba como a sonriente, parecía alegrarse de mi tardanza, pero volví a pensar que tal vez simplemente mi cabeza era la que me estaba jugando malas pasadas.  Aun así, encendí rápido mi ordenador, puse la clave y accedí inmediatamente al panel de control con las cámaras de mi casa activadas. Me puse los cascos y me dispuse a observar esta vez en vivo.

Visionando en directo, todo parecía normal. Miré tranquilamente todas las habitaciones de la casa, girando de forma remota cada una de las cámaras, para ver qué había planeado mi mujer en mi ausencia, pero ella parecía estar sola. La seguí con la cámara del pasillo y se metió en nuestra habitación, se desnudó y comenzó a ponerse un conjunto de lencería super sexy que yo jamás le había visto. Estaba preciosa, con un pequeño sostén de color rojo que apenas le podía sostener sus grandes pechos y abajo una braguita diminuta del mismo color, tipo tanga, que le realzaba su culo, sobre todo cuando se calzó unos tacones de tacón que tampoco me sonaban. Luego se miró al espejo, se colocó una batita corta, también de color rojo y salió de la habitación.

Al no ver a nadie más en la casa, tuve dos sensaciones, por un lado, me sentí tranquilo al saber que no era víctima de una infidelidad ni nada parecido, pero en cambio por otro, algo decepcionado porque realmente eso no sucediera.

Entonces pensé que a lo mejor Belén tenía razón y mi amada esposa sólo me quería dar una sorpresa y nada más... Seguí sus movimientos y era como estar viendo a una webcamer, que iba de habitación en habitación, con aquella batita corta que hacía resaltar sus largas piernas y ese meneo de caderas con aquellos tacones. Estaba embobado viéndola, porque estaba más sexy que nunca. Pensé en apagar todo y salir corriendo pare recibir esa sorpresa, cuando de pronto, mi jefe entró mi despacho:

-        Oye Hugo, ¿en qué andas? - me preguntó dejándome algo aturdido.

-        Hola Carlos... yo... esto... revisando el control de la empresa nueva. - respondí titubeante ante esa sorpresiva entrada de mi jefe...

-        Ah, vale, por tu cara parecías estar viendo guarradas. - comentó riendo.

-        No hombre...

Mi jefe, siempre controlándome, llegaba a ser muy pesado a la hora de ver resultados, por suerte, en ese momento, no podía ver lo que se veía en mi monitor.

-        Si no me importa, hombre, sí sé que estás fuera de hora, pero teniendo un bomboncito en casa, sería tremendo que andes viendo porno en el trabajo.

Mi jefe desapareció por la puerta y todavía me temblaba todo, porque por poco no me pilla observando en el panel, las cámaras de mi propia casa. No hubiera sabido qué decirle. En el fondo, mi jefe tenía razón, mi mujer es un bomboncito, que por cierto Silvia me ha dicho muchas veces que Carlos la mira con cara de vicio, aunque no me extraña, tengo una diosa en casa.

Seguí visionando las cámaras, todo igual, mi mujer en la cocina, por el pasillo, hasta que de pronto sonó el timbre de la puerta e inmediatamente le di a la cámara que daba a la entrada.

Mi mujer fue hasta allí a pequeños pasitos, debido a sus taconazos y abrió la puerta, pero antes de ver quién había llamado, ella se echó dos pasos para atrás y se abrió la bata de par en par para mostrarle al invitado lo que llevaba debajo.

-        ¡Bienvenido! – dijo Silvia con una gran sonrisa y sus manos en sus caderas.

-        ¡Joder, que guarra estás hecha! - pude escuchar sin todavía identificar físicamente quien era, pero al oír su voz supe de inmediato que se trataba de mi cuñado Aitor.

El muy cabrón aún se podía permitir el lujo de llamar guarra a mi querida esposa, algo que a mí ni se me ocurrió decirle jamás.

Entonces entró en escena y nada más traspasar la puerta se abalanzo sobre ella y empezó a besarla tan desesperadamente que llegué a pensar que se la quería tragar. Sus bocas y sus lenguas se enlazaban y mi cuñado se aferraba al redondo culo de mi esposa que quedaba al aire con ese tanga rojo.

Por fin ambos se soltaron de ese enérgico beso y se encaminaron de la mano hasta nuestro dormitorio. Mi corazón palpitaba a toda prisa viendo cómo Silvia parecía totalmente dispuesta a ponerme los cuernos y lo peor es que me excitaba verlo.

-        Preciosa, ¿hoy entonces tenemos tiempo de sobra? - pregunta Aitor sobándole las tetas a mi chica.

-        Bueno, debemos de ir deprisa porque no sé cuánto tardará en llegar.

-        ¡Qué pena con las ganas que tenía de jugar contigo como el otro día!

No sabía cuántas veces se habían encontrado, pero por su comentario y su complicidad parecía algo habitual, mientras yo no era consciente de nada hasta ese mismo momento, os podéis imaginar que iba de sorpresa en sorpresa.

Silvia se quitó la bata y como si fuera una leona en busca de su presa, le empujó con sus manos hasta que este quedó sentado en nuestra cama matrimonial, mientras ella se exponía ante él, girando sus caderas y cimbreando su cuerpo como una serpiente con total sensualidad.

-        ¿Hoy también me vas a hacer gritar como una loca? - le preguntó ella.

A continuación, le empezó a quitar la camisa y le acariciaba el pecho con las manos...

-        ¡Mmm, qué cachonda estoy! - repetía ella.

Qué pocas veces había escuchado a mi esposa decirme eso y en cambio en ese momento, la veía excitadísima con mi cuñado, frotando desesperada sus manos contra el pecho de él... hasta dirigirlas al cinturón y desabrochárselo rápidamente, metiendo su mano dentro a continuación y liberando su tiesa polla. Silvia se relamía sin apartar la vista de ese duro miembro al tiempo que parecía estar tragando saliva.

-        ¡Mmm que dura la tienes! - dijo ella agitando con su mano la verga de Aitor arriba y abajo.

-        ¡Lista para ti, zorra!... ¿a ver qué haces con ella?

Nunca hasta entonces, había sabido que esas frases le pudiesen poner tanto a mi mujer, de hecho, ni se me ocurrió decírselas nunca, en cambio ella no dejaba de sonreír y de relamerse.

-        Ahora lo sabrás... - dijo ella suspirando.

A continuación, se puso en cuclillas entre las piernas de él y se la metió en la boca de pronto y empezó a mamársela de forma desesperada, con una energía tremenda.  Mi mujer nunca tomaba la iniciativa en algo así conmigo, de hecho, el sexo oral entre nosotros, era esporádico y en ese momento se la chupaba a mi cuñado con unas ganas que me dejó flipando.

Yo seguía mirando esa imagen de mi mujer y no acababa de creérmelo, pero me excitaba muchísimo verla mamándosela así, moviendo su cabeza con energía y haciendo el ruido que esa polla le iba marcando al chocar en su garganta. Yo al mismo tiempo me acariciaba la mía, que también estaba tiesa, observando la habilidad desconocida de Silvia, que en ese momento estaba chupando los huevos de Aitor, metiéndoselos alternadamente en la boca. ¡Qué guarra, nunca me hizo eso!

Ella no paraba de chupar, lamer, besar y morder esa polla mientras a él solo se le oía gemir acompasando con su mano la cabeza de ella, hasta que de pronto se la metió hasta el fondo, algo que me dejó alucinado, pues conmigo nunca lo hacía porque decía que le daba asco sentirla tan adentro. Aitor le agarro del pelo obligándola a que se levantara, le pegó a él y le soltó:

-        Me encanta como me la chupas Silvia, me encanta follarme tu boca, pero como sigas así me corro dentro. - la dijo de pronto.

-        ¡Pero si te encanta, cabronazo! - respondió ella, mientras mis ojos debían estar como platos ante esa nueva sorpresa de Silvia

-        Si nos da tiempo, luego te lleno la boca, ahora a la cama de rodillas, putita. - dijo él enérgicamente mientras la estrujaba una teta.

Ella asintió y corriendo se colocó como él dijo, a lo perrito sobre nuestra cama, mientras Aitor terminó de quitarse los pantalones y agarrándose ese tieso falo, empezó a pajearse ante la visión de ese culazo precioso de mi esposa, tan solo cubierto por la fina tira del tanga que se colaba entre sus glúteos.

-        Dios, nena, te pienso follar tan duro que no vas a poder ni sentarte. - le dijo el otro mientras ella, de forma muy guarra, soltó un gemido.

El comportamiento de Silvia era tan extraño, que, si no lo estuviera viendo yo mismo, nunca lo creería si alguien me lo contara. A continuación, Aitor le bajó el tanga dejando a la vista sus dos agujeritos y le soltó un azote que retumbó en mis cascos.

Mi cuñado la trataba como una vulgar puta, pero lo peor es que a ella parecía encantarle. Saqué mi polla de mi pantalón y comencé a pajearme, viendo una escena increíble, cuando esos dedos extraños se introducían en el coño de ella y le arrancaban gemidos sin cesar.

Aitor se colocó detrás de ella, arrodillado, para pasar su glande por la rajita brillante y embadurnándose de los fluidos de ambos.

-        ¿Me vas a follar? - preguntó ella girando hacia atrás su cabeza mirándole con lascivia y su cara de niña mala.

-        Lo estás deseando, ¿eh zorra? - repetía embadurnando sus dos sexos.

Es curioso, a Silvia nunca le ha gustado que lo hagamos a lo perrito, pero parecía dispuesta a hacerlo con su cuñado, sin ningún tipo de pega. Aitor, de repente, le metió un dedo en su precioso culito.

-        ¿Y tu maridito?, ¿lo ha probado por aquí? - dijo con su falange totalmente insertada en el ano de mi mujer.

-        No, ya sabes que eso solo es para ti.

-        Joder, pues no sabe lo que se pierde el cabrón, con ese culito tan estrecho y caliente que tienes.

¡Qué hija de puta! Dije para mis adentros, porque aquello resultaba doloroso, porque no sé cuántas veces le pedí a mi mujer dejarme penetrar su culito y una y otra vez me lo negaba, incluso recalcaba que aquello era intocable, una cerdada y que sería virgen por ahí toda la vida, que antes muerta... y esa era otro de sus secretos que me hacía sentirme fatal, porque además me excitaba saberlo.

-        ¿Quieres hacerme hoy el culito, Aitor? - repetía ella, con unos ojos de cachonda que asustaban.

-        No, eso me gusta hacerlo con calma, si hay prisa, prefiero follarte ese chochito jugoso.

Y sin más preámbulos, en esa postura, se agarró a sus caderas y se la clavo a la vez con las manos le liberaba sus enormes tetas del sujetador que bailaban cada vez que mi cuñado la penetraba y ella gritaba de gusto.

-        ¡Sí, joder, cómo follas, cabronazo! - decía ella, en frases que jamás utilizaba conmigo.

Yo no podía parar de mirar y escuchar a esos dos mientras follaban como unos salvajes. Aitor la cogía del pelo y le insertaba con fuerza toda esa dureza que hacía temblar el cuerpo de ella, era algo increíble, follaban de una forma tan desconocida para mí, que no parecía creer lo que veía y así estuvieron un buen rato, dale que te pego, chocando sus cuerpos en un “chac-chac” continuo que yo acompasaba de mi propia paja. ¡Joder, me estaba masturbando viendo cómo se follaban a mi mujer!

Los gemidos de ella se fueron acelerando hasta que un gran alarido me indicó que se estaba corriendo, mientras yo seguía observando y cascándomela como un mono.

De pronto mi cuñado, se detuvo y la dijo.

-        Date la vuelta zorra, que te voy a bañar la cara. -dijo de pronto sacando su polla y meneándosela lentamente.

Ella se giró hasta quedar con su cara pegada a la polla de él que no dejaba de menear frenéticamente. Yo me decía “no, no lo va a hacer... no va a correrse en su cara” .... a mi mente llegaron las conversaciones con Silvia, cuando veíamos alguna escena porno y yo le decía que teníamos que hacer eso de correrme en su cara y ella me respondía que era un cerdo y que ni loca haría una cosa así...

De pronto Aitor detuvo su paja y el primer chorro de semen salió disparado chocando contra la frente de mi amada esposa, un segundo lefazo cayó en su nariz, algún otro en su boca, llegando a entrar buena parte dentro y los últimos chorros sobre sus tetas. Joder, el tío se corrió como un animal y yo de ver la cara de ella, embadurnada con ese líquido blanco de mi cuñado me corrí también sobre la mesa de mi despacho, manchando el teclado del ordenador, el ratón y algunos papeles.

Tras esa frenética follada, Silvia se fue al baño y se lavó la cara mientras se miraba en el espejo y se sonreía, disfrutando de esa corrida que acababa de hacerle mi cuñado sobre su cara. Era increíble, hasta dónde podría llegar ella con otro que nunca quiso hacer conmigo.

La mandé un mensaje:

-        Cariño, voy para casa. ¿Me esperas despierta?

Al cabo de un rato yo mismo ví en mi pantalla como escribía para contestarme.

-        Uf, no, amor, estoy agotada, me voy a la cama.

Sin más, Silvia, totalmente desnuda, se despidió de Aitor en la puerta de mi casa y se volvieron a besar en la puerta, con la misma lascivia que a su llegada mientras él se aferraba a su culo y él desapareció.

Al ver que todo había terminado, apagué el ordenador y sentí enfado, pero más que enfado con ella, conmigo mismo, al descubrir a otra Silvia, esa que apenas me hacía alguna mamada, la misma que no me dejaba ni en sueños correrme en su cara o follarla desde atrás... y menos penetrar su culito...  y es que todo aquello me ponía muy excitado, a pesar de repetirme que no quería sentir eso, ver a mi mujer comportarse como una auténtica puta, me ponía a mil.

Limpie como pude todo lo que manche y avise a Belén que me marchaba.

CONTINUARÁ...

Laura & Sylke