Detención en la piscina

¿Realidad? ¿Ficción? ¿Parte realidad, parte ficción? ¿Realmente importa? Para quien no lo sepa, la policía autonómica de Catalunya se llama Mossos d’Esquadra y coloquialmente los llamamos Mossos . Es un dato importante en el desarrollo de esta historia.

¿Realidad? ¿Ficción? ¿Parte realidad, parte ficción? ¿Realmente importa?

Para quien no lo sepa, la policía autonómica de Catalunya se llama Mossos d’Esquadra y coloquialmente los llamamos Mossos . Es un dato importante en el desarrollo de esta historia.

Como ya os he contado en otros relatos, mi mujer es sumisa; en el primer relato podréis saber un poco más sobre ella.

Este verano hemos pasado las vacaciones en un pueblecito de montaña con pocos habitantes y mucha tranquilidad.

Una de las muchas tardes calurosas que hemos pasado, justo después de comer, nos dirigimos a la piscina municipal del pueblo que normalmente a esas horas está desierta y únicamente te encuentras a la chica responsable de la piscina; una joven de unos 21 años, morena de pelo largo y yo diría que con una 90-60-90 seguramente. Lo habitual es que antes de entrar a la piscina, nos sentamos con ella a tomar un café y charlar de cosas sin importancia antes de tostarnos al sol.

Pero esa tarde, al llegar a la piscina, había una novedad, dos Mossos estaban haciendo un café con ella en una mesa de la terraza. Al no conocerlos, saludamos y nos sentamos en la mesa de al lado a tomar nuestro café. Cuando llevábamos un rato, pude comprobar cómo mi mujer no le quitaba los ojos de encima a los Mossos y ellos se la comían con la vista, a ella y a su escueto biquini. Entonces le dije a ella:

  • Aparta un poco el biquini de tu entrepierna y separa las piernas de forma descuidada.

Los dos taladraban con su mirada la entrepierna de mi mujer y no hacían más que moverse en las sillas. Estaba claro que había algo más duro aparte de sus porras. Y Merche, la chica de la piscina, sonreía y se acariciaba la entrepierna.

A los pocos minutos, se nos acercó uno de los jóvenes Mossos con un extraño bulto en el pantalón diciéndonos que Merche les había comentado que nos conocía y que si queríamos podíamos tomar el café con ellos.

Nosotros accedimos y, camino de la mesa, le dije a mi mujer que se las arreglara para sentarse entre los dos Mossos, aprovechando que el que nos había invitado estaba en el lavabo. Y yo me senté junto a Merche.

Poco a poco la conversación de compromiso fue pasando a una conversación en confianza como si fuéramos unos  buenos amigos tomando un café. Mi experimentada sumisa, comenzó a bromear con las pistolas y esposas de ellos y Merche, yo creo que habiéndose percatado de las intenciones, le seguía la corriente.

Merche les preguntó:

¿Me podría probar vuestra gorra?

Y mi mujer dijo:

Yo prefiero probarme las esposas ¡¡Ufff, qué excitante!!

Y uno de los Mossos responde:

  • Si quieres te esposamos y te llevamos detenida, sería un placer cachearte y saber si escondes algo…

Y yo les respondí:

  • Me gustaría mucho veros en acción,. La podéis detener.

Y entonces Merche prodigiosamente comenta:

  • Si queréis pasamos al vestuario y mientras ellos cachean a tu esposa, tu practicas cacheándome a mí y aprendes sus técnicas.

Mientras Merche y yo recogíamos las mesas y ella cerraba la puerta y ponía el típico cartel de “vuelvo en 10 minutos”, los dos mossos y mi sumisa pasaron al vestuario.

Cuando entramos me encontré una imagen de esas que quedan grabadas en tu cerebro para siempre: ella estaba con las esposas puestas, los brazos en alto apoyados en la pared, tras ella uno de los mossos, desatando las tiras del bikini con una mano y acariciando su cuerpo lentamente con la otra. Se detuvo en sus pechos y se puso a sobarlos cada vez con más excitación; acercó su cuerpo al de mi sumisa para frotar su bulto en el culo. El otro ya estaba agachado junto a ella y le estaba metiendo dos dedos mientras frotaba su botón del placer.

Merche me miró y me dijo:

  • Yo también he sido mala, quiero que me detengas y seas muy duro conmigo por mi mal comportamiento.

No me hice de rogar, la puse contra la pared y comencé a sobar sus tremendos pechos por detrás, mientras estiraba los lazos laterales de su bikini.

De vez en cuando desviaba la vista para ver el maravilloso espectáculo que había junto a nosotros. Ahora, tenían a mi mujer de rodillas con las manos esposadas a la espalda y uno de ellos estaba estirado en el suelo ofreciéndole una buena comida de su sexo mientras ella se la mamaba al otro. En un momento el cuerpo de mi mujer empezó a tensarse y su respiración se aceleró. Se metió el miembro hasta el fondo de su garganta y presionó su cara contra los labios del Mosso que le estaba limpiando los bajos. Su cuerpo empezó a realizar sacudidas, se estaba corriendo y parecía un profundo orgasmo. Cuando acabó se sacó la polla del fondo de su garganta y la lamió mientras se recuperaba un poco. El otro Mosso volvió a comerle su sexo.

Yo ya tenía a Merche desnuda y dos de mis dedos ya jugaban en su sexo, aquella chica era todo humedad, su flujos descendían por sus piernas, mientras me susurraba al oído:

  • Azótame fuerte he sido muy mala, merezco ser tratada como una esclava. Yo no me podía negar y comencé a azotarla con la mano mientras la masturbaba.

En esos momentos mi sumisa estaba estirada sobre uno de los mossos, con su miembro dentro mientras el otro la penetraba por el culo por detrás. Ha faltado un tercer agente para que rellenara su boca pensé. La estaban bombeando con fuerza y ella solo hacía que gemir y decir palabras que no lograba entender, parecía que tanto placer no le permitía vocalizar.

Merche estaba puesta a cuatro patas y la tenía cogida por el pelo, mientras la penetraba por detrás y azotaba su culo fuertemente con la otra mano. A ella se le entendía perfectamente decir:

  • Más fuerte, dame más fuerte.

Cuando volví a mirar a mi sumisa, los dos mossos la tenían de rodillas, con sus miembros a la altura de su boca. Ella lamía, chupaba, y se metía en la boca uno y otro miembro. Las caras de los Mossos eran puro placer, emitían gemidos sin parar. Uno de ellos cogió la cara de mi sumisa e introdujo su miembro hasta el fondo de su garganta; volvió a gemir más fuerte y sus movimientos indicaban que estaba a punto de correrse. Apretó la cara de mi sumisa hacia él para que su miembro estuviera bien adentro, la cogió con las dos manos, y su cuerpo empezó a sacudirse por el orgasmo, mientras su polla, bien metida en la boca de mi sumisa, descargaba su semen con fuerza. Fue tal el orgasmo que al acabar se sentó y su miembro tardó un buen rato en perder la erección.  Mi sumisa dedicó su atención al otro Mosso, volvió a lamer, chupar y a meter su miembro bien al fondo de su garganta. Cuando estaba a punto de correrse, sacó su polla de la garganta de mi sumisa y se corrió sobre sus tetas. Acabó toda sudada y completamente llena de leche, por dentro y por fuera,  de sus captores. Había sido un placer para ella ser detenida de aquella manera.

Yo seguía penetrando a Merche, como si fuera una perra. La saqué y se la metí de un golpe en el culo, ya que era allí donde quería correrme. Ella dio un primer grito de dolor que poco a poco se fue tornando en gemidos de placer. Ella ya se había corrido tres o cuatro veces igual que mi mujer y yo ya no aguantaba más, ese culito estrecho y bien lubricado me había puesto a cien y mi leche quería salir. En una fuerte embestida le llené el culo con mi leche. Ella se volvió a correr en ese momento y se juntaron sus gemidos con los míos. Nos embestíamos con más fuerza a medida que el orgasmo alcanzaba el clímax. Ella empujaba hacia atrás para que mi miembro penetrara más al fondo y yo empujaba hacia ella. Fue orgasmo largo y profundo. Noté que me había corrido a placer y en cantidad.

Poco a poco nos fuimos recomponiendo, unas duchas rápidas y la promesa de repetir para que las dos detenidas pudieran interactuar entre ellas para el disfrute de los dos agentes y el aprendiz de agente que era yo.