Detective Sencler (3): Mujer cómplice.

Sencler se huele algo, lleva tiempo investigando los bajos fondos como para no saber que la vida de una mujer puede estar en peligro.

–¿Qué haces?– me preguntó Shawna al verme abrir el tercer cajón de mi escritorio.

–Me voy, tengo que darme prisa, algo no huele bien en este caso– la contesté sacando mi revolver del treinta y ocho. Empecé cargar las balas de una en una.

–Voy contigo– odiaba cuando hacía eso, sobre todo cuando el tiempo apremiaba.

–Olvídalo.

–¿Qué has leído en el informe?

–Mañana está citada Lily en la comisaría para ser interrogada.

–¿La puta amiga del muerto?

–La misma.

–¿No fuiste a verla ayer?

–Sí, ayer.

–¿Que te dijo?

–Nada, no me dijo nada, casi me niega conocer a Montgomery Nicols... por eso me preocupa– dije colocando la sexta bala en el tambor.

–Voy contigo, y no me digas que no. Acepté trabajar como tu secretaria para aprender el oficio de detective, pero me paso el día con el papeleo, atendiendo a tus ligues y amigotes por teléfono y de investigación nada de nada, sólo acumular deudas.

Lo pensé un momento.

–Ponte ropa cómoda y coge la documentación, venga date prisa.

Hacía una noche realmente cálida, el cielo estaba despejado y la luna iluminaba la ciudad en su cuarto creciente. Nos montamos en mi Chevy y el muy hijo de puta no arrancó hasta la tercera intentona.

–¿Dónde vamos Tempey?

–Al embarcadero sur del río. Dame fuego anda– y me encendió el cigarrillo.

–¿Por qué allí?

–Es donde se deshacen de los cadáveres muchos mafiosos de la zona en la que trabaja Lily.

–¿Crees que la van a matar?

–Sólo cuesta una noche en vela averiguarlo.

–¿Por qué a ella? ¿Qué ha hecho?

Hacía muchas preguntas y yo solo podía responder vaguedades... intuiciones y preferí callarme hasta llegar a aquella terrible playa de las afueras. Una mitad se hallaba en la ciudad, la otra pertenecía al bosque. Aparqué en una zona escondida y con buenas vistas, apagué las luces y paré el motor.

–¿Ahora qué?

–Ahora esperar.

–Baja la capota, por lo menos no nos coceremos aquí dentro... ¿de qué te ríes?

–¿Crees que hemos venido de camping? Venga Shawny, vanos a bañarnos en el río– la invité aflautando la voz intentando parecer una de sus amigas.

–Qué idiota, claro que no, pero mejor estar cómodos ¿no?

Accedí, siempre era blando con ella, y la bajé; muchas de mis corazonadas solían ser auténticas tonterías. Y allí, con los asientos recostados, miramos a las estrellas; refulgían más al estar algo alejados de la contaminación lumínica de la ciudad.

–¿No te echas novio?– la pregunté pasado un rato, de repente, fruto del aburrimiento.

–¿A ti que te importa?

–Era sólo por curiosidad, una cosa detectivesca... un cabo que no consigo atar– mi secretaria rio.

–¿Todas las mujeres debemos buscar novio según tú?

–Sí.

–¿Por qué sí?

–No lo sé nenita, es lo que he visto siempre hacer a las chicas jóvenes y guapas como tú.

–Vaya, gracias, tú tampoco estás mal, a juzgar por la cantidad de mujeres que te llaman.

–Es la maldición con la que cargo, me acompaña desde siempre.

–Otros no pensarían lo mismo.

–Otros no son yo– pero algo me notó en la cara.

–Algún día me lo contarás ¿eh?

–¿El qué?

–Lo de Vietnam.

–Sí algún día... espera, mira un coche ha cogido el desvío... viene para acá.

Me agaché y rocé la pierna de Shawna por encima del muslo.

–¿Qué haces?

–No te inquietes guapa, sólo quería esto– y le mostré los prismáticos que acababa de sacar de la guantera, los regulé y miré a través de ellos.

–¿Son los mafiosos?

–¿Tú que crees?

–Que sí.

Efectivamente lo eran, jodidas intuiciones las mías. Iban dos en el coche, uno conducía y otro custodiaba a Lily en el asiento trasero. La sacaron a tirones y forcejeando con ella terminó en el suelo, arrodillada… suplicando. En muchas de mis noches en vela me daba por pensar en aquella gente, en cómo un hombre se convertía en semejante escoria. Supongo que se creían más listos que los demás. Su ansia de dinero y poder había consumido sus almas y eran capaces de cualquier cosa; o que simplemente tenían el cerebro un poco más pequeño de lo recomendable… ¿Cómo cojones conseguían silenciar esa vocecilla que te atormenta después de infligir un daño semejante? ¿Cómo se puede cargar con una cosa así? Siendo como fuere, en aquellas circunstancias yo no dudaba, para mí eran decisiones naturales que no tenía intención alguna de reprimir.

–¿A dónde vas?– me susurró Shawna.

–Agáchate y estate atenta– la dije –. No quites la mano del contacto, voy a por ella.

–Quédate aquí, te van a matar…

Bajé el desnivel a través del bosque sonriendo, qué poca confianza tenía en mí. Me amparé en la noche y entre la maleza, debía darme prisa o solo encontraría un reguero de sangre hasta el río. Llegando a una roca próxima pude escucharlos:

–No diré nada Bruno, te lo juro, por dios que no diré nada a la poli– sollozaba ella.

–Más me jode a mi puta– y sonó el amartillar de un arma –. He invertido mucha pasta en ti… clases de baile, entrenador personal… has sido muy rentable, pero se acabó.

–Johnny, dile algo, no me podéis hacer esto. Cerraré la boca y me iré de la ciudad para siempre, no volveréis a saber de mí.

–Son vuestras cosas muñeca, yo no estaba incluido en el reparto por la cabeza de aquel tipo.

–Calla, o te pego un tiro a ti también. Y tú ¿dónde está tu parte? ¿se la diste a tu hermana?

–No, no, Bruno por favor, mi hermana no sabe nada, no vayas a por ella.

Hasta ahí esperé, podía dejarla seca en cualquier momento. Un instante para respirar e irrumpí tras ellos para golpear al tal Bruno. Lo hice tan fuerte como pude en la base del cráneo, por sorpresa, con la culata del revolver, y este se derrumbó como el saco de mierda que era, sin tiempo para mirar atrás. Su pistola le abandonó la mano para quedar por allí tirada... Me olvidé de ella completamente, debí haberla cogido. Sólo quedaba uno y parece ser que a este, el malnacido que atendía al nombre de Johnny, le gustaba juguetear con su navaja cuando estaba nervioso, en ese momento lo hacía, e inconsciente de mí, no me había percatado de tamaño detalle. Cuando salté a por él consiguió cortarme en la pierna, de refilón y no muy profundamente; justo antes de morder el polvo. Que sonido tan curioso era el de los dientes romperse ante un directo al mentón. Le hubiera sido de mayor utilidad un protector bucal que aquella navajilla. Sucedió así y una vez estuvieron fuera de combate me giré hacia Lily… mi miraba atónita.

–Vamos, tenemos que irnos– la apremié ayudándola a levantarse.

–Tu eres el detective que vino ayer al club.

–El mismo.

–Me has salvado– me dijo.

–Quítate esos tacones anda o no llegaremos muy lejos– iba maquillada y vestida como una especie de colegiala stripper, seguramente Bruno quiso exprimirla en el club hasta última hora. Lucía dos coletas y un cuello de camisa del que pendía su correspondiente corbata. Esta se perdía entre sus bonitas y redondeadas tetas apretadas por un sujetador blanco y verde que simulaba los colores del equipo de algún colegio mayor. Remataba con una minifalda a juego y medias de rejilla. Sin duda era una pelirroja tremenda, por la que se debía pagar mucha pasta. Alta, guapa y voluptuosa; esculpida en el gimnasio. Eso sí, sus piernas largas y fuertes de bailarina quedaban en nada al ver forma en la que caminada por el bosque descalza. Por esto ascendimos tan penosamente por la cuesta de la arboleda. No habíamos llegado arriba cuando escuchamos un disparo. Bruno estaba en pie, tambaleante; apuntando aleatoriamente hacia nuestra posición.

–¡Arranca el coche!– grité a Shawna desde la espesura. A continuación volví a escuchar el quejido del jodido motor de mi Chevi intentando ponerse en marcha.

–¡Maldita sea Tempey, no funciona!

Cogí a Lily, me la eché a hombro como un saco de patatas, y corrí con ella encima los últimos metros hasta el coche, junto antes de la siguiente deflagración y del silbido de bala que la acompañaba. Esta, impactó en el tronco de un árbol cercano y varias astillas me saltaron al cuerpo.

–¡Quítate de ahí!– la acucié para sentarme al volante después de soltar el paquete en el asiento trasero.

–¡Está subiendo!– gritó mi secretaria saltando a atrás para no estorbar y ponerse a cubierto. Y de nuevo, otro disparo… iban tres.

Giré la llave y apreté el embrague varia veces para animar a ese pedazo de chatarra a ponerse en marcha.

–¿Dónde está?

– No lo veo… ¡Ah, está ahí!

Me palpaba con la zurda por la cintura en busca del revolver cuando el motor v6 quiso ronronear como en los viejos tiempos. Derrapé por el claro y enfilé el camino que conducía a la carretera. Hubo un disparo más, el cuarto. Este último reventó la luna delantera de mi ya maltrecho bólido.

–¿Estáis bien?

–Sí.

–Sí, yo también.

“Otros cien pavos de reparación” pensé.

Incorporándonos a la general decidí soltar un poco el pie del acelerador, no había necesidad de llamar la atención ni de comerme todos los mosquitos del bosque. Conduje como un taxista jubilado disfrutando de la brisa veraniega, esa que mi coche no paraba, mientras las dos chicas se recomponían en el asiento trasero. Seguían nerviosas; siempre pasa cuando se mira a muerte a los ojos. No podíamos ir a mi casa, yo era una celebridad en el barrio y no sabía si alguno de aquellos tipos se habría quedado con mi cara, con pocas preguntas los tendría allí para cenar al día siguiente. Igual pasaba con en despacho, por lo que pregunté a Shawna por su apartamento, estaba relativamente lejos y nadie nos haría allí. Aceptó rápido, sin sus clásicas objeciones. Miré por el retrovisor extrañado, quería verle la cara ante tan singular respuesta, sin embargo, ella apenas atendía a la conversación; no le quitaba ojo a Lily. Lo dejé estar y respiré, mejor evitar contratiempos; ya recapitularíamos convenientemente en su casa. Al llegar, subimos en silencio, parece ser que su casero era un poco gilipollas con el asunto de los ruidos a altas horas, además, el no cobrar el alquiler a tiempo le ponía incluso más irascible. Ya dentro de su departamento pude comprobar lo coquetas que son las mujeres, ni rastro de ropa sucia ni cajas de pizza. Lo tenía decorado con estilo y, aunque pequeño, resultaba verdaderamente acogedor. Una vez cerré la puerta consideré que no habría mejor momento para las preguntas

–Estas en tu casa– dije a Lily reverenciándola.

–Eso debería decirlo yo– apostilló Shawna.

–Os agradezco mucho que me sacarais de allí.

–Ha sido un placer, y muy simpáticos tus amigos, aunque hay algo que me ronda la cabeza, llámame loco, pero… ¿era matarte lo que querían?

–Eres un buen sabueso, algo debías haberte olido para estar allí esperándonos.

–Si no es molestia preferiría que los verbalizaras.

–Yo preferiría darme una ducha primero.

–Mira muñeca, no juegues conmigo, hay un club en donde te estarán echando mucho de menos ahora mismo.

–No por favor, hablaré...

–Deja que se duche Tempey– me pidió mi secretaria –, no va a ir a ningún sitio.

–¿Hay ventanas en el cuarto de baño?

–No.

–Bien, dúchate entonces, me sentaré aquí a esperarte.

Y lo hice después de prepararme una copa, encenderme un cigarrillo y pinchar un disco de Marvin Gaye que encontré por las estanterías, la música negra me ayudaba a pensar.

–Estas herido– dijo Shawna a ver la sangre por mi pantalón.

–No te preocupes, uno de ellos quiso apuñalarme, pero es sólo un rasguño.

– Quítate los pantalones anda que voy a curarte ¿Seguro que no fue una bala?

–Sí nenita, seguro… las balas queman.

La hice caso y me bajé los pantalones, ella entró al baño a por gasas y agua oxigenada y salió de allí algo acalorada. Pude escuchar a Lily pedirle algo de ropa.

–Esto te va a escocer– tenía la herida en el lateral del muslo y mientras me rociaba con el burbujeante líquido no pudo evitar mirarme al calzoncillo.

–Eres un guarro ¿no me digas que estas empalmado? – me dijo y yo reí.

–No ¿por qué me dices eso?

–¿No es evidente?

–Excepto en algunas ocasiones siempre la tengo así.

–Calla anda, toma las gasas y el esparadrapo y termina tú.

“Mujeres” pensé mientras se marchaba a su habitación indignada. Yo terminé con mi pierna y me encendí otro de mis Lucky con la intención de disfrutar de él. Exhalaba la primera de las caladas al techo cuando Shawna pasó delante mío y se metió en el baño con un par de toallas, y algo de ropa. Volvió a salir ruborizada de allí. Poco después se abrió la puerta del baño y de entre el vaho emergió la bailarina poderosamente, ataviada sólo con un jersey ancho de estar por casa que le llegaba hasta la mitad de los muslos y que silueteaba su voluptuosa figura. Ni rastro ya de las coletas y lucía su roja melena hasta la mitad de la espalda. Esperaba que mi cara no estuviera la mitad de desencajada que la de Shawna o tendría problemas en el interrogatorio.

–¿Sabes que hoy aún no he follado?– me confesó Lily mirándome allí sentado.

–Mejor así– apostilló Shawna.

–A mí siempre me ha gustado charlar antes de hacerlo– le dije a la stripper.

–Esto siempre termina igual, y lo mejor es que ahora ya lo hace en mi apartamento– bufó mi secretaria antes de irse al sofá del fondo para no estorbar. Una vez allí se cruzó de brazos resignada.

–Tanta charla me resulta muy aburrida– dijo arrimándose a mi sitio, robándome el cigarro y dándole una intensa calada final. Se movía con la gracilidad de una pantera acechando a su presa y situó su entrepierna frente a mi cara. Claramente sabía como jugar aquellos duelos.

–Muchas mujeres no saben apreciar una buena conversación.

–Muchos hombres no paran de hablar y hablar cuando no tienen claro si darán la talla– me susurró entre largas respiraciones para terminar lamiéndome la oreja con delicadeza. Después se abrió ligeramente de piernas para apoyarse en mi muslo desnudo y pude comprobar lo húmedo que ardía lo que ocultaba bajo aquel amplio jersey prestado. Y así, y con la misma delicadeza, se restregó recorriéndome la pierna marcando el territorio con sus feromonas.

–Yo nunca he tenido problema con eso, soy capaz de hacer divisiones complejas de memoria. Di dos números de tres cifras.

–Vete a la mierda detective– refunfuñó y se separó de mí como si llevara la peste. Frenazo en seco.

–Vaya manera de agradecerle a alguien que te salve la vida.

–Estaba dispuesta a hacerlo.

–Contesta a mis preguntas entonces, ¿por qué querían matarte esos tipos?

Ella miró alrededor buscando una salida... y terminó sonriéndome al hallar a Shawna sentada al fondo, en su sofá.

–Bruno es mi chulo, y Johnny uno de sus matones.

–Continua.

–Contactó conmigo una mujer, refinada... con dinero. Follamos– miraba a mi secretara al decirlo–. Después me pidió que matara a uno de mis mejores clientes… por dos de los grandes.

–¿Montgomery Nicols?

–En el club las chicas le llamábamos Monty. No era mal tipo y pagaba muy bien.

–¿Aceptaste?

–Claro, tenía pensado ir a Hawai para no volver– paso a paso e igual de felina, fue ganándole terreno al sofá del fondo.

–No es fácil matar a un hombre ¿no crees?

–Hablé con Bruno, me dijo que él lo haría y nos repartiríamos la pasta a partes iguales. Qué hijo de puta, sólo me dio una décima parte y cuando la poli empezó a husmear... sentencia de muerte– se hizo el silencio tras esto. Estaba ya frente a mi secretaria y se sentó a su lado. La observó antes de acariciarle la oreja para recogerle, en un delicado gesto, un mechón de pelo rebelde. Shawna estaba hipnotizada por la bailarina y le clavaba la mirada. Sus mejillas sonrojadas ardieron al encararla y tembló. Lily sonrió ampliamente antes de besarla. Entre las comisuras de sus labios pude ver las lenguas batirse fervientemente.

Eran muchos los cabos que se estaban atando, y de entre ellos, el de la falta de novio para mi secretaria. Debía estar ciego, siempre había sido más probable el lesbianismo que la timidez o la asexualidad. Me eché otra copa y me encendí otro cigarrillo para contemplar el espectáculo. Que adecuado resultaba Marvin en situaciones como esa. Lily serpenteó con su mano bajo el jersey de mi aprendiz para extraer con maestría su sujetador; y me lo lanzó a la cara. Yo lo agarré para deleitarme con su intensa fragancia a hembra, lo hice instintivamente, pero Shawna me clavó la mirada realmente disgustada. Sonreí después de esto, ¿qué podía hacer? Para mi ella representaba los mejores valores del ser humano: inteligente, noble, trabajadora, sincera, leal… En los dos años que llevábamos trabajando juntos, a parte de mi instinto paternar por cuidarla, jamás se me hubiera ocurrido mirarla con otros ojos. De todas formas poco le duró el enfado a mi secretaría que desvió la atención rápidamente. La bailarina había comenzado a sobarle con ansia las tetas, por debajo de la ropa, y le chupaba el cuello con intensos lametones; suspirando se había entregado al placer. Casi me atraganto con el whisky al ver por primera vez el pecho desnudo de mi secretaria, era tan sensual. La puta le había quitado el jersey para después hacer mismo con el suyo. Una era exuberante, atlética y dura; cuidada, trabajada y de belleza puramente sexual. La otra sin embargo resultaba mucho más refinada y pura, de formas suaves y sofisticadas; blandas a la par que firmes.

–¿Quién era la mujer que te contrató?– la pregunté, no quería que se me escapara.

–No lo sé– respondió Lily afanada en mi aprendiz. Le había desabrochado los baqueros y hundía su mano entre ellos para hacerla bufar.

–¿Cómo era?

–No la vi, entró al apartamento vestida con un traje de cuero de cuerpo entero, le tapaba hasta la cabeza– Shawna cada vez gemía más fuerte y lastimeramente. Agarraba temblorosamente un cojín intentando taparse el pecho. Seguro que no quería que se lo viera botar.

–¿Cómo tenía los ojos, el pelo? no sé algo singular.

–Tenía los ojos verdes pero el pelo tapado.

–¿Nada más?

–Ahora que me acuerdo, gimió de una manera muy extraña al correrse– coincidió esto que decía con el orgasmo de Shawna que emitió un alarido desgarrado, justo después de haber parecido perder el resuello. Me parecía tan inusual verla así que no podía parar de escudriñar cada una de sus reacciones.

–Así.

–No, aquella mujer daba pequeños grititos, como los de un cerdito. Fue cómico, muchos y muy rápidos. Tu secretaria se corre como una verdadera hembra.

Terminó de resoplar Shawna, se abrochó el pantalón y, descamisada como estaba, se fue en silencio a su habitación. La stripper no quería perder el tiempo; me enfrentó y gateó hasta mí aprovechando el impasse.

–¿Te ha gustado contemplar a dos mujeres hablando de sus cosas?

–Diría que es mejor que el cálculo mental.

–Voy a mostrarte otra cosa mejor.

Me bajó el boxer sin oposición por mí parte y liberó la hombría que allí guardaba; ante su expresión medio asombrada medio sonriente. Abría la boca para chupármela cuando regresó mi joven aprendiz armada con un consolador bicéfalo de buenas dimensiones, y aunque esté feo decirlo, no eran mejores que las de un servidor. Al estar Lily a cuatro patas frente a mí, Shawna le apartó sus bragas prestadas, y después de escupir en aquel engendro de goma, se lo introdujo entre las nalgas. La stripper lo acusó resoplando mientras empleaba con maestría su lengua conmigo. Babeaba y se soltaba de mi polla de cuando en cuando para poder aullar y recuperar el resuello, dejando hilos de saliva colgados por su barbilla y pecho. A todo esto, mi secretaria no le daba cuartelillo por detrás.

Miré a Shawna y ella a mí; y permanecimos así unos instantes, impertérritos, mientras nos follábamos a aquella puta. A mi joven aprendiz le botaban tan deliciosamente esas preciosas tetitas mientras percutía a Lily, que eso a mí me puso a mil. Agarré por el pelo a la bailarina y la forcé para metérsela hasta la garganta. Cualquiera hubiera vomitado, pero ella era una profesional y aparte de soportarlo lo disfrutó. In crescendo termino por ponerse rígida, se sacó mi polla de la boca y aulló desaforada espasmeando. Hizo esto sin dejar de frotármela. Me la agarraba tan fuerte que al poco fui yo detrás. Eyaculé a presión, tanta cómo para salpicar la cara de mi joven secretaria.

Ella miraba al infinito mientras una de mis gotas resbalaba por su mejilla.