Detective Privado Sencler: Una mujer, una pista.

Templeton Sencler se encuentra con un caso de asesitato. Está sin blanca y sabe que sólo Rubby, la encargada de un antro llamado Lost Pearl Puede ayudarlo.

Fue mucho dinero el que lanzó aquella preciosidad a mi mesa, además, hacía años que no caía un caso de asesinato entre mis manos. Cómo me jodía aceptar asuntos tan podridos, olía mal a manzanas, pero en aquel verano del setenta y seis estaba tieso; la capota de mi “chevy” llevaba mucho ya oxidada y atorada a la carrocería... y aquella raja a un lado me dañaba la vista cada vez que la miraba. Maldito hijo de puta el que había apuñalado a mi niña bonita tan rastreramente. Eso so no se hace a un hombre.

Al terminar de follármela me pidió que fuera discreto y que procurara no ir haciendo preguntas a su familia. Malditos pijos, siempre pensando en las habladurías. Sin embargo, ella tenía la guita y yo no podía más que atenerme a sus condiciones. Di una calada al cigarrillo, y exhalé el humo al falso techo de mi despacho. Tomé un sorbo de aquel terrible café que preparaba tan afanosamente Shawna por las mañanas y puse las botas encima de la mesa; solía hacerlo para pensar. Todo me conducía a ella. Busqué más opciones, pero después de un rato haciendo la fotosíntesis bajo la lámpara acepté la condena de volver al "Lost Pearl"

No aparqué lejos, algo de suerte tuve antes de entrar, aunque sólo eso no iba a alegrarme la noche. Bajé aquellas sucias escaleras y al abrir la puerta una ola de humanidad asoló mi epitelio olfativo. Sudor, tabaco, alcohol... hormonas. Maldito trabajo el mío, tampoco mis tímpanos agradecieron aquel volumen con el que se expresaba la flor y nata de la ciudad, esperaría en el rincón más oscuro de la barra, tarde o temprano aparecería Rubby. Bebía del whisky doble que me había servido un nuevo tipejo que habían puesto de barman cuando ... tortazo, a traición, mientras pensaba en la lista de la compra. Preparaba el segundo cuando le paré la mano.

  • ¡¿Qué haces aquí cerdo? ¡Debería echarte a patadas de mi bar!

  • Bonito peinado Rubby ¿has estado en un rodeo?

  • Que hijo de puta que eres ¿Eso es todo lo que tienes que decir después de lo que me hiciste?

  • Hubiera jurado que a ti también te había gustado ¿o gritabas por otra cosa?

Bufó y agarró una botella. Antes de rellenarme la copa hubiera jurado que me la estamparía en la cabeza. Sin embargo, se calmó; pareció recordar los buenos momentos que compartimos aquel día.

  • Qué cabrón que eres... ¿gustarme? Esperé tu llamada durante semanas y ahora estas aquí; Templeton Sencler, detective privado, como si nada hubiese pasado.

  • Rubby, necesito que me digas si sabes algo de este tipo - y le saqué la foto del fiambre.

  • Vete a la mierda ¿No sabes lo que tienes que hacer para hablar conmigo?

Yo sería muchas cosas, pero lo que no es un gilipollas. Me levanté de la silla y la besé a mi estilo, suave e intenso... acariciando su lengua. Sabía a tequila y hierba; dos sustancias que me eran agradables por lo que su mezcla me pareció lo mismo. Tembló y supe que era mía... otra vez. Mirándome como una perra me agarró de la pechera y me susurró al oído.

  • Maldito ¿cómo puedes ser tan guapo? ¿Sabes que no llevó bragas?

  • ¿Qué pasó con aquellas rojas que te metí en la boca para que no nos oyeran tus vecinos?

  • Las quemé, me traían recuerdos muy intensos.

  • Yo siempre guardo los recuerdos, tengo una caja por ahí en el despacho.

  • ¿Sabes de lo que guardo yo un gran recuerdo? - me preguntó mirándome el paquete.

  • ¿La pusiste nombre no? ¿Biggype era?

  • ¿Por qué no me llamaste?

  • Rubby, sabes que soy un tipo muy ocupado.

  • Yo no te veo muy estresado la verdad.

  • Estoy investigando un caso, es importante... lo del tipo de la foto... ¿me dirás...?

Ella apartó la mirada agraviada, bajando la mano y ocultándomela tras la barra. Se dirigía al centro de su cuerpo y quiso hacérmelo saber echándome el humo del cigarrillo a la cara en el momento del contacto.

  • Es mucha pasta Rubby, cuando lo resuelva te llevaré a cenar a un sitio bonito.

  • Puedo pudrirme esperando tu llamada - entones alzó la mano y jugó estirando las pegajosas hebras que acababa de tomarse de muestra... -. ¿Quieres saber cómo huele la desesperación de una mujer?

  • Prefiero saber lo del tipo de la foto.

  • Lo sabrás después de que yo sienta a Biggype apoyada en mi cara, y abriéndome el culo... Tu sólo funcionas con chantajes ¿no detective?

Y después de decir semejante cosa desapareció entre la oscuridad de la trastienda, contoneándose como solo una mujer de ese calibre sabe hacer. Rubby, Rubby... madre mía Rubby... morena de pelo largo y rizado, pechugona, alta y delgada... Y esa cara de puta que al hablar parecía querer chuparte la polla. Debía haberse follado a cientos de tipos, de todo lo ancho y largo del país, sin embargo, sólo parecía sentir algo por mí. De nuevo mi maldición, de la que no podía escapar y de la que renegaba. Había jurado blindarme contra las mujeres, pero ellas siempre buscaban la forma de henderme el escudo. Pasé bajo la barra, como si fuera otro de los camareros.

  • ¿Dónde crees que vas? - me preguntó el nuevo barman.

  • Hazme caso hijo, cierra esta puerta cuando entre y no quieras saber lo de lo que suceda ahí dentro - adoro a esa clase de tipos intuitivos que con una sola mirada comprenden cuando un asunto no es de su incumbencia.

Una bombilla iluminaba a Rubby aunque dejaba mucho del pequeño almacén tras la negrura. Era como una "vedette" bajo el foco de la pista central. Estaba sentada sobre una caja de White Label, con las piernas cruzadas, y vestía con un poco más de tela y estilo que cualquier fulana callejera. Me miró mordiéndose el labio inferior.

  • ¿Vienes a follarme?

  • ¿Qué se puede hacer más con una puta como tú?

  • Otros me han ofrecido convertirme en una estrella de Hollywood, ponerme una mansión y regalarme joyas… abrigos de visón.

  • Otros no tienen esto - y bajándome la bragueta me saque la polla. Ella sonrió y vino gateando hasta mí como una pantera; lentamente. Se acercó a Biggype para restregársela por los carrillos. Lo había conseguido, la tenía apoyada en su cara por lo que ya sólo me faltaba abrirle el culo.

  • Fóllame entonces, cómo la última vez.

Abría la boca para chupármela cuando la agarré por los pelos y tiré para arriba. Ella gimió mirando al techo… aún con la boca abierta.

  • Hoy es tu día nena y yo tengo prisa - estando de pie frente a ella la levanté el vestido y una pierna, que quedó apoyada sobre mi hombro, y comprobé que aquella noche, efectivamente, había olvidado sus bragas en casa. El coño de Ruby estaba preparado para la fiesta; carnoso, depilado, palpitante, aunque no quise obsesionarme con él antes de agarrarla por las caderas y ensartarla como a un cochino gritón. Prefería algo con poco trámite.

  • ¡Ay, ay! - se quejó - ¡Qué grande por dios!

Se la metí hasta el fondo, hasta golpearle las entrañas y la di tan duro como pude. Ardía por dentro y comprendí que sólo había una manera de extinguir aquel fuego. Rubby resopló maldiciendo, sus ojos titilaban volviéndose blancos mientras me babeaba la camisa.

  • ¡Fóllame, así, no pares, así, fóllame...! ¡buuuuf… me corro! - y le tembló la pierna con la que se sostenía. Evité su caída asiéndola de cualquier manera y la arrastré a las cajas de whisky para empotrarla contra ellas, a cuatro patas, mientras le temblaba el culo. La agarré de nuevo por la melena rizada y seguí castigándola para que supiera lo hermosa que era la vida. No negaré que a mí las mujeres siempre se me habían dado bien, sí, mi vieja maldición; sin embargo, Ruby añadía a esto una singular disposición multiorgásmica, por lo que, al poco, comenzó a oírse un acusado chapoteo entre los gemidos. Quise terminar con aquello propinándole un buen cachetazo en el culo, pero ella respingó y me miró.

  • ¡Vamos… ahhhh… hijo de puta… vamos, ¿no puedes más? ¿te da miedo mí culo?! - consiguió decir entre bufidos.

¿Qué podía hacer? La volví a abofetear las nalgas para su disfrute y salí de ella para escupir en su agujero más oscuro. Posé la punta de la polla en él y, apretando los dientes, me fui hundiendo en su cuerpo.

  • ¡Ayyyyyy… Ayyyy… Ahhhhh! - terminó gimiendo al verse ensartada. Sus carnes ardían y temblaban cada vez que se la metía y un reguero de viscoso liquido le manaba del coño, discurría por la pierna y formaba un pequeño charco en el suelo… puras feromonas.

  • ¡Fóllame cabrón, vamos así… Fóllame cabrón!

Estuve un rato a toda máquina hasta de dejó de clavar las uñas en la madera de la caja, parecía haber perdido el sentido de tanto orgasmear. Entonces se la saqué y me corrí en su melena rizada, por la nuca. Iba a tener que volver a hacerse la permanente. Me subí la bragueta y me senté sobre el Whisky, para recuperar el resuello. Ruby intentaba lo mismo tendida sobre la caja; en ese rato todo lo que vi de ella era su culo abierto mirándome en pompa.

  • ¿Me llamarás? - me preguntó intentando incorporarse.

  • ¿Qué hay del tipo de la foto?

  • Está bien, te diré lo que sé: Le llamaban Monty y era un buen putero y borracho ¿sabes? Se encaprichó de Lily y siempre que aparecía por aquí preguntaba por ella; eso sí, con la pasta por delante. Lily tiene que saber mucho de él, pasaron muchas noches juntos.

  • Lily… ¿Dónde trabaja ahora?

  • ¿Si te lo digo te la follarás?

  • ¿Qué más te da? No hay nada entre nosotros.

  • ¿Para ti esto no ha sido nada?

  • Un día duro de trabajo…

  • Eres un hijo de puta Sencler, ojalá te maten - y me cruzó la cara antes de salir de la trastienda.