Detective Privado Sencler (2): Mujer corrupta.

La oficinista Mindy Rogares echo el ojo a ese detective que solía pasarse por la comisaría. En cuanto necesitó un favor, quiso cobrárselo.

Abrí las cuerdas y me bajé de ring, sudaba como un cerdo.

  • ¡Buen combate! - me dijo Mike lanzándome la toalla para que me secara - ¿Has pensado en intentarlo profesionalmente?

  • No.

  • ¿Por qué no? Mira como has tumbado a Pete... eres rápido, no bajas la guardia y contragolpeas como un martillo.

  • Tengo miedo escénico.

  • Vete a tomar por culo Sencler, estoy enseñándote todo lo que sé porque veo madera de campeón en ti ¿No me digas que es para nada?

  • Te pago ¿no?

  • No lo suficiente.

  • Todo el mundo cree que no le pagan suficiente por lo que hace.

  • Compite profesionalmente; veras llover la pasta.

  • Me voy a la ducha Mike, y cierra pronto hoy no tienes buena cara.

Salí del gimnasio cagando hostias, llegaba tarde al despacho y era importante. Al llegar Shawna me estaba esperando. Mientras me hablaba en ese tono suyo, yo me llené una taza con aquel terrible café que preparaba.

  • Te ha llamado un tal Richey Preston, me ha dicho que cambia la cita al martes...

  • ¿El martes? no puedo ir, jodido Richey, llámale, dile que el martes imposible.

  • ¿Qué tienes que hacer el martes y… quién es ese Richey?

Sonreí y mi secretaria se dio cuenta.

  • Shawna, por favor, ayúdame, no me lo pongas más difícil.

  • Difícil lo tengo yo, tengo cincuenta pavos para pasar el mes y el casero no hace más que acosarme para que le pague los atrasos.

  • Tengo un plan vale, no te preocupes, mañana te doy la pasta para que te pongas al día con tu casero.

  • ¿Y lo de este mes?

  • Ayúdame con el caso del tipo asesinado y tendremos para un año entero.

  • Está bien Tempey, lo siento, estoy un poco agobiada con las deudas.

  • Saldremos adelante, ¿te he fallado alguna vez? - suspiró al escucharme, justo antes de que llamaran al timbre.

  • Será la señorita Rogers, tienes cita con ella a las siete.

  • ¿Por qué pones esa cara? - sabía lo que estaba pensando -. Cierra la puerta y ponte los tapones de los oídos. Ya comprenderás que todas las cosas cuestan algo en este mundo.

  • No parece que a ti esas cosas te cuesten mucho - me respondió mientras abría la puerta.

Efectivamente era Mindy y llegaba puntual; mi contacto en la policía. Era una rubia treintañera impresionante. Vestía muy profesional ella: americana, blusa y falda de tubo gris que terminaba en las rodillas de unas kilométricas piernas. Resultaban incluso más atractivas enfundadas en aquellas brillantes y oscuras medias. Se quedó apoyada en el quicio de la puerta y me miró por encima de las gafas… en el brazo sostenía el informe.

  • Señorita Rogers, pase a mi despacho, la estaba esperando - Shawna cerró la puerta a su paso, tal y como le había pedido.

  • Buenas tardes Señor Sencler, bonito despacho.

  • ¿Un cigarrillo?

  • Sí por favor.

Cogió uno de mis Lucky Strike, manchó su extremo con el carmín de los labios y aspiró mientas le daba fuego… lentamente. Yo me encendí otro y le ofrecí la silla frente a mi mesa. Mindy se sentó en ella cruzando y cruzó las piernas.

  • Bonito peinado.

  • Gracias, vengo directa de la peluquería.

  • Y bien... ¿Qué me ha traido?

  • ¿Usted que cree?

  • ¿Unos crucigramas?

Sonrió.

  • Eso es lo que más me gusta de usted Señor Sencler.

  • ¿Mi afición por los crucigramas?

Volvió a sonreír.

  • Pare, me hará reír. Además de guapo con sentido del humor.

  • Me halaga, no es para tanto.

  • Conseguí hacer una copia del informe policial del caso Montgomery Nicols, de lo que hay hasta la fecha - pero no lo soltaba de la mano.

  • ¿Me lo deja ver?

  • Es confidencial, podrían echarme por esto.

  • Lo sé, supongo que nuestra amistad no es suficiente para correr semejante riesgo.

  • Apenas le conozco Señor Sencler.

  • No hay mucho, me gustan los bailes de salón, la poesía y hacer puzles los fines de semana, ya sabe; un buen chico.

  • ¿Y esa ceja hinchada?

  • No sabe lo mucho que se pueden complicar algunos puzles.

  • ¿Considera que lo que tiene frente a usted es un puzle complicado? - me preguntó cambiando el cruce de piernas.

  • Es posible que tenga más piezas de las que esperaba.

  • Seguro que no esperaba que este puzle conociera a Linda James.

  • ¿Linda James? Ah sí, una chica muy aplicada… ¿Se conocen todos en la policía?

  • Ella me habló de usted - me confesó exhalando el humo del cigarrillo parsimoniosamente.

  • No crea todo lo que se cuenta por ahí sobre mí, se tiende a exagerar.

  • Me dio una cifra exacta... objetiva - comentó abriéndose un botón de la blusa - ¿No hace mucho calor aquí? -. Jugueteaba con uno de sus zapatos de tacón, lo tenía medio fuera y lo balanceaba.

  • Veinticuatro grados diría yo como cifra objetiva.

  • Seguro que es algo más.

  • No todos los días son iguales.

  • ¿Y qué clase día es hoy Señor Sencler?

  • Uno de mucho calor.

Se desabrochó otro botón de la blusa y pude ver una gota de sudor resbalar por ese impresionante canalillo, hasta desaparecer por el rojo encaje del sujetador ocultaba bajo la blusa. Disfrutó al ver cómo, hipnotizado, le miraba el pecho y se pasó sutilmente la lengua por los dientes... Y con ellos se mordió el labio inferior, clavándome la mirada tras esas gafotas de oficinista.

  • ¿Otro cigarrillo?

  • Por favor.

Pero, al levantarme, ella dejó caer su zapato y, por debajo de la mesa, me buscó el paquete con su pie derecho. Le daba fuego cuando comenzó a ponérmela gorda frotándome por encima del pantalón. Me echó el humo a la cara, después de una primera intensa calada, y cuando volví a sentarme, ella ya se había arrodillado y gateaba por debajo de la mesa para alcanzarme la bragueta. Fue entonces cuando vi a Shawna mirar por el ventanal que separaba el despacho de la recepción, abría con los dedos el store de lamas. Le hice gestos para que dejara de mirar, y ella, sorprendida, lo soltó y desapareció tras él.

  • ¡Madre mía! - dijo la oficinista al bajarme la cremallera.

  • Aún no ha visto nada, créame.

Sentí el calor de su boca... de su lengua, de sus dedos frotármela mientras me la lamía con esmero. Su pelo olía a laca de flores y se lo agarré por la nuca, con fuerza, para destrozarle ese peinado y metérsela con más fuerza... hasta la garganta. Sin apenas poder respirar se revolvió y me miró con las babas colgándole por la barbilla.

  • ¡Bufff! - tomó aire -. Impresionante, ¿me follarás con esto? - se desabrochaba la blusa mientras me hablaba.

  • No sabría parar una cosa así - admití. Ella, ansiosa como la veía, por debajo de la unión de las copas de su sujetador rojo de encaje, me introdujo la polla y se escupió en las tetas para que resbalara entre ellas.

  • ¿Me follaras?

  • No veo por qué no.

  • ¿Me follaras cabrón? - volvió a preguntarme apretándose el pecho por las axilas y sometiéndome a un sube y baja de lo más enérgico. A cada empellón mi glande asomaba para acariciarle la garganta.

  • Claro, como la zorra que eres - ella sonrió resoplando, con las gafas empañadas.

  • Me va a doler, sé que me dolerá.

  • ¿Eres virgen?

  • No, pero nunca había visto una tan gorda.

  • Pórtate bien y no será la última nena.

La oficinista se levantó de debajo de la mesa y se puso a bailar frente a mí, por el despacho, como una furcia de striptease. Se quitó la americana y la lanzó al perchero... falló. Luego, despacio y sugerentemente se desabrocho ese rojo sujetador, dándome la espalda y, como un tirachinas, me lo lanzó a la cara. Al quitármelo la vi menear esas dos buenas tetas. He de reconocer que la chica lo hacía con mucho encanto. Disfrutaba con el baile cuando, otra vez, Shawna mirando... y de nuevo gesticulé para que se fuera de la ventana. Mi secretaría era muy joven, novata, virgen... de una familia religiosa y no quería se pervirtiera trabajando para mí, que lo hiciera luego, más adelante en su vida.

  • ¿Pasa algo?

  • Nada nena, quítate esa falda.

Para bajarse la cremallera del lateral de la falda de tubo me dio la espalda y lo hizo inclinándose y mostrándome en primer plano ese culazo que tan femeninamente lucía; la prenda cayó a sus pies. Siempre me había parecido que no existía nada más erótico que un liguero, y siendo del mismo rojo que la demás ropa interior aún más. Continuó, sentándose en la silla, alzó las piernas y, tras desabrocharse el liguero, se bajó las medias enrollándoselas por los muslos, disfrutando de mi expresión mientras lo hacía. También ella estaba acalorada, sabía lo que la esperaba. Yo aún miraba cuando, sin más, vino hasta mi sitio y se detuvo delante para que la contemplara. No pude permanecer quieto ni un instante, me lancé a por aquellas bragas rojas, quería descubrir su tesorito oculto sin más demora. Las peluquerías esas a las que iban las mujeres, además, eran centros de belleza integrales, y también habían hecho un buen trabajo en el monte de venus de Mindy, dejando una pequeña matita de pelo vertical cómo marcando el camino. También me quedó claro que era rubia natural. Metí la cara entre sus piernas y la empujé hasta la mesa, en donde se recostó de un golpe.

  • ¡Ahhh, ahhhhhhhh! así, así - hundía mi lengua en ella y jugueteaba con el botón de sus terminaciones nerviosas. Sabía a hembra y me la comí con ganas.

  • ¡Sigue, sigue, no pares!

Me recosté en la mesa junto a ella y la besé suciamente, después de haberle comido el coño, aplicando lengua sin control. Ella me respondió igual de ansiosa, momento que aproveché para echarle mano a su rubio tesorito, para meneárselo y frotar, con la yema de los dedos, su centro mismo.

  • ¡Ayyyy, ayyyyy, buffff! - anular y corazón adentro, efectivamente lo tenía muy apretado, y así se lo agité revolviendo con los dedos por su interior, procurando, rozarle el clítoris con la palma de la mano. Esto nunca me había fallado, era parte de mi maldición con las mujeres, una innata habilidad para hacerlas gozar. No llevaba mucho haciéndole esto cuando me agarró la mano con fuerza y se revolvió, justo antes de eyectar dos o tres chorros de flujos en todas las direcciones.

  • ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! – gritó. Joder, incluso aunque Shawna llevara los tapones de los oídos puestos debió haberla escuchado. ¿Y los vecinos? vi claras las quejas al casero, "nada de mujeres" solía decir. Juntando esto a las deudas comprendí que era hombre desahuciado si no actuaba. Debía cambiar de sitio para estos asuntos, aunque eso ya sería en otra ocasión.

Recogí sus bragas del suelo y se las metí en la boca, seguía tirando de trucos amatorios que nunca fallaban, y mientras temblaba, comencé a meterle la polla para adentro. La oficinista cerró los puños y apretó los dientes contra sus propias bragas, yo mantenía la mano en su boca con fuerza para evitar sobresaltos. Sus piernas espasmeaban y ella gruñía y se agitaba, hasta que la hube penetrado entera, no sin cierta sensación de desgarro. A partir de ahí pareció empezar a disfrutar. La di fuerte y constante, como siempre, intentando que la mesa no hiciera mucho ruido contra el suelo, agarrándola por las caderas y sobándole las tetas a ratos, se meneaban tanto que me llamaban la atención. Estaba muy caliente y mojada y resoplaba temblando con furia a cada orgasmo. Cuando creí que ya me había ganado ese maldito informe, se la saqué de un tirón y asiéndola para que se arrodillara me corrí por su cara, sobre esas gafotas de pasta que evitaron que se le pegaran los ojos.

Descubrí entonces la sangre. La tenía en la polla, en la mano. Había gotas en el suelo y a ella le resbalaba un pequeño hilo por el interior del muslo.

  • Has sangrado, ¿Estas bien?

  • Sí, no es mucho, ahora me limpio... supongo que no estaba tan bien desvirgada como creía.

Debía pasar por la recepción si quería ir al baño a coger algo para limpiar a Mindy. Shawna estaba muy seria y me miró inquisitivamente. Al volver con la fregona y papel higiénico no pudo evitar decirme:

  • Eres un animal.

  • Luego hablamos - y me metí al despacho de nuevo.

Mindy Rogers se limpió la cara, las gafas… la entrepierna. Parecía que le había roto la nariz a alguien ahí dentro. Ella continuó vistiéndose y se atusó el pelo... claramente debería volver a la peluquería.

  • Ha sido un auténtico placer - me dijo.

  • El placer ha sido mío.

  • Aquí tiene su informe Señor Sencler.

  • Gracias.

Una vez se hubo ido abrí el informe a toda prisa. Al poco, mi joven secretaria asomó por la puerta, para curiosear.

  • Shawna, creo que tengo algo.