Detective 666 (3)
El paisano Basil.
EL PAISANO BASIL.
Al día siguiente, se organiza un revuelo en el seno de la brigada de Antivicio. Los de Homicidios han confirmado que Arnold Dassuan, hijo mayor del mafioso local Basil Dassuan, ha sido hallado muerto en su coche, asesinado de tres disparos. Me parece lógico que hayan movido su cadáver. No iban a dejarlo en aquel bunker para que la policía fisgoneara, ¿no? Los inspectores que llevan el caso se han dado cuenta de inmediato que el homicidio no se ha cometido en el interior del coche y que el cadáver fue dejado en su interior pero no puedo ir a decirles que inspeccionen el burdel. La Sig-Sauer con la que lo maté no está registrada, así que, por eso lado, estoy tranquilo. No estoy seguro si hay cámaras camufladas en el salón del burdel pero para lo que servirán… Desde que entré allí, mantuve vibrando mi cuerpo para no ser captado por objetivo alguno.
Tanto para los investigadores de Homicidios como para mis compañeros de la brigada, tiene todo el aspecto de un ajuste de cuentas por parte de una de las bandas locales. La familia Dassuan controla todo el tráfico de cualquier clase que se mueve en la ciudad; la mayoría de las bandas o pequeños distribuidores deben pagarles un canon. Sin embargo, el mal carácter de Arnold propiciaba inquinas y malos rollos con muchos de ellos. El temor del departamento ahora es que esto pueda derivar en una guerra en las calles.
¿Qué que pienso yo? Me la suda. Hay demasiados humanos sobre este planeta…
Escondiendo la sonrisa que amenaza con aparecer en mi rostro, me siento con Saikano a repasar informes de las patrullas del río. No ha encontrado nada en los listados de amarres de los distintos puertos y ahora está probando con un posible avistamiento de la draga por parte de la policía. Es casi un tiro a ciegas pero mira por dónde acierta…
Un informe de la lancha patrullera 04Rage señala una draga en Ama, dos semanas atrás. Es un pueblecito de la orilla oeste, adscrito a la parroquia de St. Charles, a pocos kilómetros de Nueva Orleans. El informe precisa que ha sido avistada una draga trabajando en la boca de un ramal de riego cercano a la planta elevadora de ADM/Growmark. Quien sea que haya hecho ese informe es meticuloso, ya que incluye el nombre de la draga así como su número de licencia. Es el Drôit de force. ¡Bingo!
Cotejando esa situación, Saikano retrocede en los informes policiales, mes a mes, hasta encontrar otra coincidencia: tres meses antes, mismo lugar. Cinco meses antes, la draga está otra vez allí.
--- ¡Ese debe de ser el sitio donde recupera lo que sea que recupere! –sonríe Saikano, mirándome por encima de su pantalla.
---Ahora sólo nos queda averiguar qué material es y quién lo deja allí –le digo para borrarle la sonrisa.
---Está bien, está bien…Nada de prisa, todo paso a paso –masculla, imitando la cantinela que suele soltar el comisario.
---Oye, tengo un colega en Inteligencia Militar –y era cierto. Era un buen amigo de la juventud de Jack. –Puedo llamarle y pedirle un favor…
--- ¿De qué tipo? –Saikano no sabía a dónde quería ir a parar.
--- ¡Satélites, viejo! –exclamo, abriendo los brazos exageradamente. –Hacer lo mismo que has hecho tú con los informes policiales pero con fotos.
--- ¡La madre que me…! ¡Tienes razón! Podríamos ver quién es el que entrega la mercancía… --dijo, poniéndose en pie súbitamente.
---Confecciona una relación temporal de los informes, ya sabes… fecha, hora, longitud y latitud. Después le llamo –le digo, levantándome y cogiendo las llaves del coche de alquiler.
--- ¿Dónde vas? –me pregunta, mirándome con suspicacia.
---Tengo algo pendiente. Cuestión de una hora. Cúbreme –le apunto con el dedo.
---Sólo si llamas a tu colega militar.
---Tenemos un trato.
Dejo la oficina y me dirijo a Bywater, al taller del viejo Tom. Tengo que confiar en alguien como apoyo e intuyo que él es el adecuado. Creo que se alegrará que su sobrino haya muerto aunque, por el momento, no pienso confesarle que he sido yo.
Aparco un poco antes de llegar y abro el maletero. En el interior está el maletín lleno de dinero. Me doy un paseo hasta la nave industrial. El anciano está supervisando el desmantelamiento de los brazos neumáticos de la draga, la cual está ya en dique seco. Un par de obreros están carenando el casco para determinar su fiabilidad.
---Hombre, detective, ¿de nuevo por aquí? –me saluda al verme caminar hacia él.
---Ya ve, me gusta el olor a río –contesto con una mueca.
Me alarga la mano con total confianza y yo se la estrecho.
--- ¿Conoce la noticia?
---Por supuesto. ¡Ha sido un buen despertar, cojones! –no sonríe pero sus ojos chispean, divertido.
--- ¿Podemos hablar en privado?
---Jipper está en el despacho, ¿prefieres algo más privado?
---No, está bien. Si usted confía en ella, yo también –contesto, siguiéndole al interior del taller.
--- ¡Eh, Jipper, mira quién tenemos aquí! –eleva la voz al entrar en la penumbra de la nave.
Dos segundos más tarde, la agradable silueta femenina de su nieta se recorta a la puerta del despacho. Viste una blusa oscura de punto que se pega como una segunda piel a su cuerpo, cincelando su busto. La larga falda de tendencia hippie se transparenta algo con la luz que penetra a su espalda y me llevo una buena impresión de sus torneadas piernas.
---Vaya, detective DuFôret, parece que echas de menos estar por aquí –se burla al acercarme más a ella, sus pupilas parecen miel líquida al sonreír.
No contesto pero me dirijo hacia el escritorio y deposito el maletín sobre su superficie. Suelto los cerrojos y lo abro, mostrándoles lo que contiene. El viejo Tom suelta un silbido y su nieta se lleva la mano a la boca, sorprendida.
---No puedo tener esto en mi apartamento. Viven demasiados tíos en él. Si no me fío de llevar una chica allí, menos voy a dejar toda esa pasta al alcance de cualquiera –bromeo pero hay una pizca de verdad en ello. –He pensado que usted puede guardarlo.
Ahora sí que he sorprendido al viejo, que me mira como si se me hubiera ido la pinza.
--- ¿Yo?
---Sí, usted, pero no crea que se lo voy a dar así como así…
--- ¿De dónde ha salido ese dinero? –pregunta Jipper, con los ojos clavados en el interior del maletín.
---Digamos que es una herencia –la miro fijamente y ella cierra la boca.
--- ¿Qué quieres hacer con él? –me pregunta Tom, reclamando mi atención.
---Estoy harto de compartir apartamento. He pensado que podría encontrarme una buena gabarra y convertirla en mi nueva casa. ¿Habrá suficiente?
--- ¿Cuánto hay aquí?
---Unos trescientos de los grandes pero tiene que quedar algo para comprar muebles y decoración –preciso, volviendo a mirar a Jipper.
---Con eso puedo ofrecerte una obra de arte, muchacho –se ríe el anciano. –No te preocupes, aún sobrará algo…
--- ¿Puedo diseñarla yo, porfi? –casi suplica Jipper con voz de niña.
---Será un placer para mí, jovencita –contesto, inclinándome en un remedo de reverencia.
--- ¡Bien! Ya verás, no te vas a arrepentir… ¡Tengo un montón de ideas que mi abuelo nunca me ha dejado llevar a la práctica! ¡Joder, mi primera casa barco! –se entusiasma, casi haciendo palmas.
Miro a su abuelo y los dos nos echamos a reír. Me siento bien con ellos, como si fuesen mi familia.
Hago cola en la fila de la camioneta de Barry “los mejores bocadillos del río” Kopoulos. Es la segunda vez que salgo de comisaría para picar algo en la mañana. Me digo que debo encontrar pronto un pecador a punto de partir hacia Hotel Hades; la canina que me está dando es de aúpa. Mientras hago tiempo, repaso mentalmente la documentación que me ha enviado el colega de Jack. Ha habido suerte, hay un satélite que pasa por esa zona dos veces al día, lo que nos deja varias fotografías de la zona sospechosa. Las embarcaciones que se detienen en ese punto son escasas y todas coinciden con cinco o seis días de anticipación sobre las paradas del Drôit de force.
Dos + dos = cuatro, ¿no dicen eso?
No disponemos de los datos concretos pero hay tres clases de barco que se han detenido en aquella zona: una gabarra de deshechos, un pequeño mariscador y un remolcador. Eso delimita bastante el trabajo de investigación pero mantenerme en la comisaría junto a Saikano y sus rígidas motivaciones, bueno… aumenta mi hambre. Una vez que tengamos la identificación de esas naves, podremos vincular a Dynamics Impulses con… Esa es otra cosa que tenemos que averiguar: ¿Con qué están traficando? Drogas es lo más evidente pero tenemos que reunir más evidencias. Saikano tiene muchas ganar de atrapar a los Dassuan pero le hago ver que no será tan fácil. Quizás podamos evidenciar el tráfico de sustancias o el contrabando que sea pero tan sólo implicaremos a la desaparecida tripulación de la draga, ni siquiera la empresa caerá, alegando desconocimiento de causa. Para que los altos peldaños de la organización se desmoronen, habrá que implicarlos de alguna forma. Poner al gerente de Dynamics, Hanwesh, al descubierto porque él si que podría acusar a los Dassuan… pero, ¿cómo conseguir esa parte? Ahí es el momento en que me rindo. Me desboco cuando no puedo llegar a ninguna parte. Me gustan estos juegos y ardides, ponen mi recién descubierta capacidad mental a prueba. Sin embargo, cuando no encuentro una solución, mi ser demoníaco sólo quiere despedazar a todo el mundo.
Dejo de pensar en todo ello porque de repente me encuentro ante la ventanilla del bueno de Barry, quien me sonríe porque me he convertido en uno de sus mejores clientes.
---Ponme un perrito con extra de cebolla y mostaza y me envuelves un bocadillo de pastrami con pepinillos –le pido. Le pido un par de latas de cerveza mientras pasa la comanda.
Mi móvil suena justo cuando me pasan el pedido. Sujeto el perrito, que pienso comerme en un par de bocados, con la mano izquierda y cuelgo la bolsa de plástico con el resto de la comida en el anular y meñique de la misma mano. Con la otra, activo el teléfono mientras me dirijo de regreso a la comisaría.
---Aquí DuFôret…
---Jack… soy Jipper… --su voz acaricia mi oreja.
---Dime, preciosa, ¿qué pasa?
---A lo mejor es una tontería pero llevo un buen rato sin saber nada de mi abuelo. Aún no ha aparecido por el taller y siempre es el primero…
--- ¿Has llamado a su casa?
---Por supuesto. No responde y empiezo a preocuparme. Yo misma me daría una vuelta pero esta mañana la cosa está liada aquí porque estoy esperando al posible vendedor de tu futura casa –me susurra.
--- ¡No me digas! ¿Tan rápido? –haciendo equilibrio me llevo el perrito a la boca, dándole un buen mordisco. Succiono parte de la mostaza que amenaza con caer.
---Bueno, la verdad es que mi abuelo ya le tenía echado el ojo a una gabarra de primera para otro pedido pero ayer llamó al tipo para adjudicártela.
---Se agradece… entonces, dime qué quieres que haga –pregunto con la boca llena.
--- ¿Podrías pasarte por su casa o enviar a alguien…? Pensé en llamar a Emergencias pero me sentí tonta.
---Tranquila, preciosa. Yo me encargo. Ya te llamo.
Le doy otro bocado al perrito y giro en la esquina. Los que curramos en la comisaría no solemos entrar por la puerta principal, aunque sí salir, bueno, dependiendo de en qué parte del edificio nos encontremos. Habitualmente, usamos la puerta lateral que se encuentra en una calle menos transitada y cerrada al tráfico. Termino el perrito y aprovecho al pasar por el lado de los contenedores que se encuentran a la mitad de la calle para arrojar la servilleta manchada en uno de ellos. Debo de estar aún pensando en lo que me ha dicho la preciosa Jipper porque no veo al tipo oculto tras las grandes carcasas de metal hasta que es demasiado tarde. Se echa encima de mí y va armado, el muy cabrón. Le empujo como puedo con una mano y no sé muy bien por qué no suelto la bolsa con las latas y el bocadillo que llevo en la otra. Seguramente, debe de ser el hambre.
El tipo golpea malamente contra los contenedores y me giro hacia él para patearle el pecho en el suelo cuando algo se clava en mi cuello y noto el líquido entrar en mi corriente sanguínea. Inmediatamente me fallan las rodillas y, antes de caerme, dos tipos me cogen de los brazos y me arrastran hasta la acera de enfrente, donde puedo observar, con los ojos casi cerrados, una puerta que se abre para darnos entrada. Lo último de lo que soy consciente es que sigo aferrando la bolsa con el bocadillo de pastrami.
Sé que estoy en un coche en movimiento antes de abrir los ojos pero no sé cuánto tiempo he pasado inconsciente. Tengo la boca pastosa y algo de opresión en las sienes, sin duda por lo que contenía el chute. Parpadeo y miro a los lados. Estoy flanqueado por dos hombres que se ven sorprendidos por mi despertar.
--- ¿Cómo es posible que ya esté despierto? –pregunta uno de ellos, el de mi izquierda.
---El jefe ya dijo que podía ser duro –contesta el que va conduciendo.
El tipo de mi derecha me acaricia el costado con el cañón de su arma. No necesita decirme nada para que me esté quieto.
--- ¿Dónde vamos? –pregunto tras carraspear para aclarar mi garganta.
---Ya lo veras, poli –me dice el que está sentado en el asiento del copiloto.
Bueno, al menos estoy seguro que esto no es fruto de una equivocación. Saben que soy policía y no parece importarles una mierda. El jefe… ¿quién coño es ese jefe? ¿Dassuan?
No hay tiempo para más preguntas. El coche se introduce en un camino privado que está bien asfaltado y bordeado de sauces de acariciantes hojas y cipreses de pantano, lo que me hace saber que hay mucha agua cerca. El camino desemboca ante una mansión de fachada blanca y bajos pétreos. Tiene dos plantas rematadas de varios tejados con diferentes planos. Una gran fuente hace de rotonda ante la entrada principal. Cada vez estoy más seguro que el viejo Basil me está esperando.
Me ayudan a subir los cuatro amplios escalones de la entrada porque exagero la debilidad que siento en las rodillas, en previsión de alguna posibilidad. El vestíbulo está lleno de trofeos de caza. Ya saben lo que dicen, eso de que el dinero no garantiza el buen gusto.
--- ¡Traed al viejo! –ordena uno de mis acompañantes. Intuyo que se refieren a Tom. Por eso no ha ido a trabajar, está retenido aquí.
El tipo de mi brazo derecho tira de él, en dirección a unas pomposas escaleras de elegante curvatura con torneada baranda de madera que arrancan hacia el piso superior en un extremo del vestíbulo. Al poco, Tom es empujado detrás mía.
--- ¿Cómo estás, viejo? –le pregunto, ladeando el cuello todo lo que puedo para verle.
---Hombre, hubiera preferido que me hubieran invitado a una caña y unos cangrejos pero no me puedo quejar –me responde con humor.
--- ¡Cerrad el pico!
Bueno, nada de diversión, me digo. Nos conducen a través de un largo pasillo hasta una de las puertas del final y nos introducen en una amplia habitación toda forrada en oscura madera de cedro, creo. En medio de la sala, cuelgan unas cortinas que cortan el paso de pared a pared. Las cortinas son de un tono beige tostado y unos murmullos provienen del otro lado. Uno de los matones trae dos sillas y las planta a un par de metros de las cortinas. Nos hacen sentarnos allí, como si fuéramos los espectadores de un espectáculo que debería surgir desde detrás del telón en cualquier momento. Un par de guardianes se plantan detrás de nuestras nucas, estoicos como postes inanimados, con las manos unidas sobre la pelvis. El tercero tipo desaparece detrás de las cortinas.
Tom se sobresalta cuando el cortinaje comienza a retraerse con un débil ruido de raíles. La función va a empezar, niños…
Basil Dassuan está acostado en una gran cama, recostado sobre unos mullidos almohadones que lo medio incorporan. No me he equivocado. Es el gran hombre en persona. Nos mira ceñudo y me doy cuenta de lo desmejorado que está. Ha perdido mucho peso, su nariz parece hacerse afilado haciéndose un tanto más curva. Los pómulos sobresalen como si fuesen dos pequeñas rótulas en su rostro, tensando la piel manchada. Los ojos, hundidos y rodeados de bolsas oscuras, brillan como fuegos fatuos. Una boca crispada, de labios tan delgados y finos que no parecen existir, muestra los amarillentos dientes en casi su totalidad. Su hombre, inclinado sobre la cama, le arregla los cojines de la espalda para después quedarse quieto, en la misma postura que sus compañeros, justo al lado de la mesita.
---Hace mucho tiempo que no nos vemos, Tom –a pesar de su aspecto, la voz del patriarca Dassuan es vibrante, llena de autoridad.
---Sí, creo que fue el día del entierro de tu hermana… el día en que te eché de mi casa –responde su cuñado, sin alterarse.
---Fue un día desafortunado para ambos –asiente el anciano de la cama. Entonces me mira. –Así que usted es el detective DuFôret.
Aquellos ojos quieren traspasarme y hundirse en mi cerebro. Al menos, esa es la impresión que dejan en mí. Si no fuera un demonio, me estaría cagando vivo.
---Así es –me obligo a responder. –Sabe que esto es secuestro, ¿no?
---Una simple definición para un concepto de tal poder, ¿no cree?
---Puede. Bien, seguro que no nos ha traído aquí para hablar sobre el léxico. ¿Qué desea de nosotros?
---Directo al grano –contesta, mirándome. –Tal y como me gustan los negocios. Veréis… en el mismo momento en que mi hijo moría me asaltó un extraño sueño… podríamos llamarlo una visión. Te ví a ti, detective, empuñando la pistola humeante –sin saber a qué es debido, se me arruga el escroto al escuchar la frase. ¿Cómo infiernos ha podido saber…? –Envié mis hombres al burdel pero todo había ya sucedido, tal y como lo había soñado. Después, comprobamos que las grabaciones de vigilancia no mostraban más que un borrón pero no me hizo falta nada más para saber lo que habías hecho. Así que mi primer impulso fue ordenar que os trajeran aquí para mataros. Sí, a ti también, mi odioso cuñado. No podrás amenazarme de nuevo con revelar lo que sabes de mí porque te lo vas a llevar todo a la tumba.
--- ¡Tengo pruebas que irán al fiscal si a mí me pasa algo y…! –exclama Tom intentando levantarse pero la mano de su vigilante se posa pesadamente sobre su hombro, obligándole a permanecer sentado.
---Si de verdad tienes algo de eso, intenta pensar en la mejor forma de detenerlo porque entonces también morirá tu monísima nieta… ¿cómo se llama?
---Jipper –contesta el matón que está al lado de la cama.
---Eso, Jipper. Si algo sale a la luz, la dulce Jipper va a encontrar un final horrible –hay un tono triunfal en las palabras de Basil y Tom se queda con la boca abierta, derrotado por la amenaza de su cuñado.
En ese momento, una madura enfermera de cuerpo rollizo y mejillas rubicundas entra en el vasto dormitorio. Lleva una pequeña bandeja con una jeringa y un vasito de plástico, el cual sin duda contiene la medicación del anciano. Se acerca a Dassuan y se dedica a medirle la presión mientras el enfermo anciano sigue hablando de sus planes, sin importarle que ella o sus matones estén delante.
---Sin embargo, después de mirarte a los ojos… he cambiado de idea –la declaración de Basil aumenta aún más mi sorpresa. Me apunta con su índice sarmentoso. –Sí, he cambiado de opinión porque no sabía que hubiera otro malatchim en Nueva Orleans.
El bombazo es total. Me quedo con la boca abierta y los ojos desorbitados. Basil ha utilizado un término que solamente se usa en el infierno. Malatchim es la designación para los mensajeros de los Príncipes Demonios, aquellos que son enviados a poseer almas humanas. ¿Cómo coño conoce Basil esa palabra?
---Ah… veo que esta historia ha dado un giro que no esperabas –la sonrisa que curva los labios del patriarca criminal desfigura aún más su boca.
Aparta a la enfermera cuando esta le quita el medidor del brazo y se echa hacia delante, las manos aferradas a la ropa de la cama. Una ráfaga de viento candente, cargado de olor a sulfuro y azufre, recorre toda la sala, agitando las cortinas y haciéndome pensar en el hogar. Huele como si el infierno hubiera abierto sus puertas. Pero es lo de menos porque no puedo quitar mis ojos de la cama, dónde el viejo Basil se ha puesto en pie de una manera absolutamente demencial, sin doblar las piernas ni apoyar las manos. Ha sido como uno de esos trucos que usan los hipnotizadores de salón cuando dejan a la chica de turno apoyada sobre dos escobas, tan rígida como una estaca y luego quitan una de las escobas, quedándose la voluntaria levitando. Pues lo mismo, pero de estar tumbado pasa a estar de pie, con los brazos abiertos como un crucificado. Cuando la sábana cae de sus pies, compruebo que estos no se apoyan en la cama. Él también está levitando.
Noto perfectamente los ojos de Basil Dassuan fijos en mí, con tal intensidad que creo que podría herirme con solo mirarme. Durante unos largos segundos, se queda flotando sobre su cama, sólo mirándome. El holgado pijama de seda que viste se agita con otra ráfaga del extraño viento que no surge de ninguna parte.
---Tú también eres malatchim –balbuceo, impresionado.
---El viejo Basil es un buen amigo. Llevamos muchos años juntos –la nueva voz del anciano es cavernosa, chirriante y, al menos, bitonal, aunque yo diría que son muchas voces unidas. -- ¿Quién eres? ¿Qué haces en el mundo humano?
Las dos preguntas parecen disparos de cañón. Giro la cabeza y miro al viejo Tom. Si le hubieran pegado un tiro en mitad del pecho tendría mejor cara, seguro. Sus ojos son platos soperos y su barbilla tiembla, la boca entreabierta, mirando al ser que él creía su cuñado.
---Me llamo Nefraídes, soy un Excavador del Cuarto Estamento –me veo obligado a contestar y me lamo los labios que se han quedado resecos.
--- ¡Eso no es posible! –la entidad infernal se posa, no, mejor dicho cae sobre la cama, como si hubiera perdido, por un momento, el control de su levitación.
--- ¿Por qué no? ¿Y tú, quién eres? –pregunto, sabiendo que no puedo sacarle su nombre de la forma que me ha obligado a decir el mío.
--- ¡No puedes ser Nefraídes! –me acusa de repente.
--- ¡Joder! Ahora, de repente, soy tan famoso que la gente me cuestiona la identidad –bromeo nervioso, y miro otra vez a Tom, que parece más perdido que San Pedro dando la vuelta al paraíso.
--- ¡Nefraídes quedó convertido en una estatua de sal en el Pilar! ¡Así lo declaró el propio Belcebú! ¡Nadie más puede acercarse a esa parte del averno ahora porque toda la zona irradia jodida esperanza! –me grita el ente, salpicando saliva.
--- ¿Una estatua de sal? –balbuceo apabullado. – P-pero yo me desperté aquí… en el mundo humano, metido en este cuerpo.
--- ¡Jodido gusano! Entonces… ¿dices la verdad? –el inquilino de Basil se baja de la cama y se acerca a mí.
Se queda plantado delante de mí, los hombros encogidos, frotándose las manos mientras me mira. Su escuálida figura saca de la memoria perteneciente a Jack la comparación del anciano con el clásico fotograma de la vieja película “Nosferatu”. Si no estuviera tan cagado, me reiría.
--- ¡Claro que digo la verdad, compadre!
Ya quisiera yo que fuera mi compadre. Los malatchim son demonios de tercer Estamento, son servidores directos de los grandes Príncipes y disponen de toda su confianza. Un Excavador, comparado con ellos, es como un soldado raso enfrentado a un coronel o algo así. Es muy superior a mí.
---Sí, no mientes… lo veo en tu aura. Por lo que he sabido, todo el averno se iluminó y el trueno que siguió fue tan demencial que sobresaltó los Nueve Círculos por igual. Entonces, empezó a llover… --susurra el poseído con una voz que hace llorar como un niño al viejo Tom.
--- ¿Llover? ¿En el infierno? ¿Estás de coña? –al parecer, las sorpresas no han terminado.
---Sí… una lluvia densa, parecida al aceite… Nunca ha llovido en el infierno... ¡Nunca jamás desde que fue creado por…! –eleva el tono Basil, mirando al techo. –Dicen que estuvo lloviendo largo tiempo, tanto como tres días y tres noches de la Tierra. Muchos fuegos se extinguieron y muchas almas de condenados fueron lavadas y purificadas de alguna forma, por lo que fueron perdonadas y ascendieron…
---Pero… pero eso es imposible… --fue mi turno de estremecerme.
---Para imposible fue localizar el epicentro de toda aquella desgracia y Belcebú lo acabó encontrando en uno de los Pilares Prohibidos, concretamente el mismo al que fuiste enviado. Y, allí, entre toda la destrucción que ha quedado, estaba tu cuerpo convertido en un caparazón de sal endurecida, si es que es tu cuerpo, claro. Ningún demonio ha podido comprobarlo porque es imposible mantenerse cuerdo en aquel lugar…
--- ¿Y qué se supone que significa eso, oh malatchim ? –no, no me estaba cachondeando de él, sino demostrándole mi respeto.
---No lo sé pero piénsalo bien. No hay otro poder capaz de hacer eso más que el que proviene de… Él –señala con el pulgar de nuevo al techo. –No hay otra explicación para la lluvia, para la estatua de sal y, ahora que lo veo, para haber extraído tu ser del infierno y haberte implantado en un cuerpo mortal… porque es así, ¿verdad? Tú no posees ese cuerpo como yo hago con el viejo Basil… --el demonio es astuto, ya lo creo.
---No, soy humano y tengo muchos recuerdos de la mente de Jack DuFôret pero ni su alma ni su mente están conmigo. Sin embargo, creo que, de alguna forma, mi esencia demoníaca se ha mezclado fisiológicamente con el ADN humano. No puedo explicarlo de otra forma. Soy un mortal con alma de demonio.
--- ¡Ahí está la palabra! –el guiñapo humano vuelve a despegar sus pies descalzos del suelo, girando en el aire como una peonza y arrancando un gemido de Tom, quien está a punto de santiguarse. El matón que tiene detrás se lo impide de otro manotazo.
--- ¿Qué palabra?
---Alma… has dicho alma demoníaca. Los demonios no tenemos alma por eso envidiamos las de los humanos –sus manos se convierten en garras resecas a centímetros de mi rostro.
---Es cierto –digo pensándolo bien. –Pero aunque suene demencial es lo que siento. He experimentado emociones que jamás tuve en el averno, que no me importaron nunca… Soy capaz de sentir compasión y amistad, incluso algo parecido al a… amor.
--- ¡Inaudito! –rugieron una docena de registros que surgieron de las enfermas entrañas de Basil.
--- ¿Por qué ha decidido El Padre Celestial hacer eso conmigo? ¿Qué busca con ello? –grito, acallándole.
El ente demoníaco sisea como un reptil y se encoge al escucharme nombrar a nuestro creador con tanta facilidad. Por un momento, creo que espera que me fulmine un rayo o que un terrible fuego me carcoma enteramente desde el interior. Sin embargo, al no ocurrir nada de eso, me mira con suspicacia, entrecerrando uno de sus ojos legañosos.
--- ¿Puedes decir la Palabra? –me pregunta suavemente, con un tono conspirador. La Palabra. Con ello se refiere a los nombres del Creador.
---Sí, he descubierto que no me duele nada ni ocurre nada malo. Al principio, me acojonaba pero era por la costumbre.
--- ¿Y recuerdas todo lo que has vivido y aprendido en el inframundo?
---Sí, tengo todas las experiencias de un Excavador y mis recuerdos más personales. Una vez, conocí a Belcebú…
--- ¡Suficiente! –me ataja el demonio, agitando su mano y girándose para volver a la cama.
Sé lo que le ocurre si lleva tantos años como dice en el cuerpo de Basil Dassuan. Los imbéciles de la Iglesia creen que la posesión es una juerga para la entidad diabólica que se apodera del cuerpo humano pero no es así, ni mucho menos. Al igual que el humano siente dolor, confusión y rabia, a su poseedor le ocurre lo mismo. Es una lucha constante entre el alma y el espíritu; debe de doler mucho para ambos. Sin embargo, hay otra pega: es prácticamente una cárcel. El humano se ve cada vez más limitado, a medida que el demonio va tomando más y más capas de su personalidad, de su mente; de la misma forma, la entidad diabólica se ve cada vez más constreñida en el cuerpo humano. Un demonio es prácticamente indestructible en su cuerpo original, con unos sentidos muy desarrollados y unos apetitos insaciables. Quedar inmerso en un frágil ser humano, sin disponer más que unos momentos muy puntuales en que puede recuperar esos sentidos y esos apetitos, es un calvario indecible. Eso demuestra cuanto desean un alma los entes inmortales…
---Como comprenderás, mi joven Excavador –me dice el demonio de más rango mientras la enfermera arropa su cuerpo con la ropa de cama –, las cosas han cambiado. Basil, que aún sigue aquí dentro, suplica venganza por la muerte de su hijo pero… no estoy ya tan seguro de querer matarte. Puede que existan otros planes para ti y no quiero interrumpirlos…
En otras palabras, no se quería arriesgar a matarme y atraer la ira del Que Tira los Relámpagos. Era un demonio viejo y sabio, seguro.
---Así que puedes irte y…
---Nos iremos –rectifico, categórico.
El viejo Basil mira a su aterrorizado cuñado, como sopesando la cuestión y, finalmente, suspira y agita una mano.
---Os iréis. Mis hombres os llevaran a dónde le digáis –cede con la misma esencia de un emperador romano. –No sé qué te depara el destino, Excavador, pero escucha atentamente. Hubo otra cosa en mi visión, en ese sueño que me habló de ti… Cuídate de los Susurros de la Noche y despierta a la Hija del Gran Manitú; ella te será de gran ayuda…
Hay un silencio tras esas palabras. Yo me quedo con la misma cara de pasmado, sin entender la críptica advertencia. Entonces, suspira fuertemente y le hace una seña a la enfermera que, al igual que los hombres guardianes, no se ha sorprendido de cuanto ha ocurrido en el dormitorio, como si le hubiesen visto hacerlo cientos de veces y supiesen perfectamente quién es su patrón, para que inicie el tratamiento con su cuerpo decrépito. Ha dado por terminada la reunión.
Ayudo a Tom a levantarse de la silla y, sosteniéndole por el codo, salimos del dormitorio. Detrás de nosotros los guardianes nos siguen. El viejo diseñador de casas flotantes intenta hablar, sin duda para preguntarme algo, pero le susurro que ahora no es el momento. Hablaremos cuando estemos a salvo, en su casa o en la mía. Asiente en silencio, comprendiendo de la que nos hemos librado.
Está anocheciendo y, a pesar del bochorno que hace, me siento tiritar. Han sido muchas cosas las que he aprendido hoy, más de lo que hubiera querido. Por mucho que clamara por respuestas, era feliz siendo ignorante. Nos encontramos en casa de Tom. Los hombres de Basil lo secuestraron de allí esta mañana, así que ya la conocían. “No hay necesidad de mostrarles dónde vives tú”, me dijo con un guiño.
El anciano está atareado en el fogón, haciendo en una sartén unos espárragos y unas berenjenas salteadas con champiñones. Algo para quitar el gusanillo, sólo que en mí, más que gusano es un tiburón. Yo me siento a la mesa de la cocina, llenándome el vaso de la botella de Bourbon que el viejo ha sacado de uno de los armarios.
--- ¿De verdad eres… un demonio? –me pregunta suavemente, dándole una última vuelta a los vegetales.
---A medias –ya no tiene sentido callarme, no después de lo que ha visto. –Mi cuerpo es humano pero la esencia que le mantiene con vida procede de mí, del infierno. Como ya has escuchado, algo me sacó que allí y me metió aquí…
Me señalo a mí mismo y aprovecho para vaciar el vaso de fuerte licor. Tom vuelca el contenido de la sartén en los platos que ya están preparados sobre la mesa.
---No bebas con el estómago vacío –me dice, haciéndome reír.
Nos empleamos en las verduras. Están buenas, sazonadas al estilo del río, con una buena pizca de especias cajun. Ninguno de los dos hablamos mientras masticamos y consigo calmar mi hambre un ratito.
--- ¿C-cómo es el infierno? –duda en hacerme esa pregunta.
---Bueno, es difícil describirte mi hogar. Lo que para mí es seguro, cómodo o saludable, para ti es eso… un infierno. Pero, sin duda, lo que más destaca en él es el olor. Huele a leña, a carne quemada, a fósforo ardiendo, a azufre y cal viva, a sangre hirviendo y sudor destilado, a emanaciones sulfurosas que brotan de los géiseres que pululan por todas partes y, finalmente, el olor a lava incandescente llena todos los círculos.
---Me moriría si respirara eso una sola vez.
---No lo dudes. Después está el color. Es todo rojo, por el calor, los fuegos y la sangre pero hay pinceladas de ocres y amarillos, de oscuros índigos en las simas que separan los Círculos…
---Los Círculos… los has nombrado varias veces. ¿Qué son?
---Aquí, en Estados Unidos, tenéis cincuenta estados, ¿verdad?
---Si.
---Pues, para nosotros, hay Nueve Círculos, uno por cada Príncipe de Poder, uno por cada pecado capital… Son territorios en los que se han seleccionado a las almas pertinentes. No hay una frontera física entre ellos, no hay carreteras que lleve de uno a otro, ni puentes que los crucen. Para pasar de un Círculo a otro, tienes que matar o morir.
--- ¿A otros demonios?
---Sí. Si matas, avanzas; si mueres, retrocedes –me encojo de hombros ante la cruel simpleza.
--- Así que… si morís en el infierno, volvéis de nuevo a la vida –creo que lo acaba de deducir, pues en su rostro se pinta una expresión de asombro.
---Nadie muere en el infierno, ni demonio ni almas humanas. Todo es imperecedero, eterno, para continuar con el dolor, la tortura y la humillación.
---Bendito sea el Poder de Dios –masculla, haciendo un intento de persignarse pero se lo piensa mejor y no termina el gesto. --- ¿Cómo debo llamarte? ¿Jack o Nefraídes?
---Lo dejaremos en Jack –sonrío.
--- Eso del estamento… ¿es como un grado? –se está revelando como un humano muy curioso, me digo.
---Una titulación de poder. Vamos cambiando de Estamento a medida que crecemos y nuestros dones aumentan y se multiplican. Los demonios del Primer Estamento son los generales de las Hordas o bien grandes magos diabólicos. Son la nobleza de nuestra estirpe. Por encima de ellos sólo están los Príncipes Demonios: Lucifer, Belcebú, Saitán, Luzbel, Belfegor, Anasiel, Satanás, Mammón y Asmodeo.
--- ¡Brrrr! ¡Qué repelús me ha dado al pensar que existen de verdad! –me confiesa, estremeciéndose.
---Los del Segundo Estamento son invocadores de ideas, propagadores de enfermedades, de plagas y de locura. Son muy dañinos y arrogantes también. Los de Tercer Estamento son mensajeros de las palabras y deseos de los Príncipes. Son los que poseen humanos y los que forman los cultos oscuros.
---Mi cuñado es…
---Sí. Basil está en poder de un demonio de Tercer Estamento y lleva bastantes años siendo un poseso, así que no debe de quedar mucho de su alma. Los demonios como esos van devorando el alma humana poco a poco.
---Tú dijiste que era de Cuarto Estamento, ¿no es así? –dijo el anciano, mirando como enciendo mi cigarro.
---Sí. En mi Estamento hay varios… llamémosles oficios: Incursores, Metaleros, Verdugos, Arrasadores… Yo pertenecía a los Excavadores. Exploraba los límites del infierno y ampliaba los márgenes. Cuando me pasó… lo que me pasara, estaba intentando incorporar al infierno uno de los pilares del Paraíso.
--- ¿Un pilar? –no creo que la mente humana tenga la capacidad para abarcar esa idea pero intento explicárselo.
---El Paraíso está edificado –es la palabra humana que más se aproxima a la idea –sobre el infierno, como una forma de contenerlo. Nunca podremos expandirnos más allá de lo que abarca el mundo de los ángeles. El peso del mundo celestial está soportado por unos inmensos pilares de tierra sagrada que relumbra a medida que penetra en el averno. Es terreno prohibido para todos nosotros, en el cual podemos enloquecer por las emociones “benignas” que emanan de él.
--- ¿Y por qué estabas tú allí?
---Seguía órdenes de mi Príncipe, una delicada misión para la cual me preparó durante mucho tiempo en el nódulo de incubación. A lo largo de lo que podrían ser años para los humanos, estuve recibiendo diferentes tipos de emisiones del Pilar, buscando una cierta inmunidad. Por eso mismo, debía estar encerrado, apartado…
---Puede que eso tenga algo que ver con lo que pasó, ¿no?
---Puede ser pero nadie lo sabe con seguridad.
--- ¿Hay un Quinto Estamento?
---Sí, lo forman los mestizos y los adoptados –la mueca de incomprensión de su rostro me hace reír. –Los mestizos son mitad humanos y mitad demonios, híbridos. Son hijos de los incubos y súcubos, aquellos demonios que seducen a los humanos en la intimidad, adoptando el aspecto de sus amantes, maridos y esposas, de hermanos y hermanas… de seres queridos en suma. Tanto si es una súcubo la que se queda embarazada como si el incubo preña a la humana, esos niños están destinados a acabar en el infierno, tarde o temprano.
--- ¡Pero algunos serían inocentes! –protesta el anciano.
---No importa, poseen la semilla infernal y nunca ascenderían.
---Vaya mierda de política…
---Bueno, la cosa es así desde hace miles y miles de años. Y nos quedan los adoptados… no, no son niños esta vez. Son humanos que han entregado voluntariamente sus almas, sus cuerpos, sus vidas… al infierno. Carne de culto satánico, locos adoradores de sus Majestades, asesinos de masas y psicópatas, herejes, violadores empedernidos… Todos ellos tienen un Círculo del que disfrutar y un Estamento al cual pertenecer. Tanto los mestizos como los adoptados poseen las cualidades humanas que les hacen valiosos. Son ideales para regentar diferentes puestos en trabajos “públicos”, como pueden ser burdeles, casinos, tabernas, comedores... La mayoría de los habitantes del infierno se han habituado a muchas de las comodidades y perversidades que motivan a los humanos, así que necesitan que le sigan siendo suministrados. Un demonio no necesita alimentarse pero le encanta entregarse a la gula y a todo tipo de excesos que hay que obtener de una forma u otra. Muchas de las almas humanas son condenadas a servir, sobre todo aquellas que fueron orgullosas y tiránicas en vida; otras son destinadas a trabajar en los hornos procesadores…
---Explícate, coño –rezonga Tom, mirándome con fijeza.
---Los llamamos hornos por el tremendo calor que desprenden pero no sé qué son exactamente. Todo lo que necesita o desea del mundo humano un demonio se obtiene de los hornos. En el averno no existen campos que sembrar y recolectar, para obtener cosas como el azúcar, patatas, trigo… También se desea carne que engullir y los animales vivos no sobreviven a nuestra atmósfera. Los hornos nos dan todo eso. No conozco su funcionamiento ni qué queman como combustible o como materia prima pero siempre han estado ahí, concediendo alimentos de todo tipo, bebidas y herramientas de castigo. La sociedad infernal no necesita mucho más. No usamos ropajes, ni casas donde refugiarnos, ni muebles, tampoco vehículos. No hay dinero, las recompensas se cuentan en almas…Ese es, básicamente, mi hogar…
---Pues muy bonito no es, que quieres que te diga –refunfuña.
---Cuestión de opinión. Tampoco es que haya experimentado demasiado en él. Soy un demonio relativamente joven. En términos humanos, rondaría entre los veinte y los treinta años. Apenas he vivido en el Círculo pues he pasado mucho tiempo en el nódulo de incubación, entrenando y preparándome.
---Eso del nódulo… ¿qué es eso?
---Es un criadero, una guardería para infantes demoníacos. Allí crecemos y aprendemos a comportarnos, a seguir las órdenes. También nos clasifican a medida que vamos demostrando nuestro Estamento.
--- ¿Y tenéis padres y madres?
---Sí, hay demonios de muchos sexos. Mi madre, por ejemplo, era lo que llamamos un demonio mixto. Era, mejor dicho, es una diablesa con ambos sexos, pene y vagina. Pero no existen las relaciones familiares en el infierno, Tom, salvo para mantener alguna clase de incesto. Mi madre pronto se hartó de mí, de tener que cuidar y llevarme con ella, así que me dejó en el nódulo de incubación. Ese es el destino final de todos los infantes demoníacos, antes o después. No fue hasta que empecé a vivir como un humano que comprendí el sentido de las palabras “amor maternal”.
El anciano me mira intensamente y casi puedo adivinar su siguiente pregunta.
---Por tus palabras parece que no echas de menos el infierno. ¿Quieres regresar? ¿Quieres volver a ser un demonio?
---Esa es la pregunta del millón. Quiero y no quiero. Echo de menos mi ser demoníaco, mis capacidades, mis diversiones… pero no quiero volver y ser un mandado más. La Tierra me gusta y empiezo a sentirme a gusto aquí.
No es cuestión de contarle mis secretos, claro. No pienso hablarle del hambre y de las mariposas pecado ni de los poderes que me conceden. Faltaría más… Escancio un par de vasos de Bourbon y le entrego uno.
---Te lo has tomado mejor de lo que esperaba, Tom. Nunca creí que hablara de esto con un humano.
--- ¡Qué remedio me queda! He visto a mi puto cuñado flotar en el aire y hablar como en una película de terror… es fácil creer tu historia después de eso.
---Espero que esto quede entre nosotros, Tom. Ni siquiera Jipper debe saberlo –le digo.
---Me tomaría por un demente si le hablara de esto –agita la cabeza, como si alejara ese pensamiento.
---Bien, entonces… por nuestro secreto, amigo mío –brindo.
--- ¡Por el infierno! –dice a su vez, sonriéndome.
El comisario nos ha cargado con otros casos ya que el posible caso contra los Dassuan no acaba de dar fruto. Saikano se desespera buscando los barcos implicados y empieza a convencerse que no encontraremos suficientes pruebas para implicar a los cabecillas en el asunto. Así que mantenemos la investigación en segundo orden, para cuando disponemos de un rato libre, o a la espera de nueva información.
Me he acostumbrado a pasarme por las tardes por el taller de Tom para ver cómo lleva Jipper los trabajos de mi futura casa flotante. Ha pasado más de un mes desde nuestra cita con mi “paisano” Basil y la amistad nacida entre el viejo decorador y yo se ha solidificado bastante. Jipper no es tonta y sabe que hay cierto secreto entre nosotros pero cree que es algún tema de hombres del que ella debe quedar excluida por tradición.
La gabarra que Tom escogió para ser mi casa resultó ser una buena ganga. Su anterior dueño la había cuidado con mucho mimo y la había modificado hábilmente, instalándole un buen motor y varios tornos. Los trabajadores de Tom ya han carenado el casco y lo han separado en tres secciones para montar la casa en sí sobre la plana cubierta.
Cuando entro en el taller, me encuentro con una de esas secciones, la central, colocada sobre los caballetes en el centro de la nave industrial. Han cortado el casco limpiamente y según me ha dicho Tom, Jipper piensa dedicar cada parte para una actividad diferente. La madera utilizada para construir la vivienda es toda de primera, con un tratamiento de sales cúpricas que la protege de insectos y de la intemperie. El armazón, por el momento, sólo destaca las traviesas estructurales y el rectángulo de vigas que hará de tejado.
El diseño que Jipper ha hecho para la gabarra es atrevido y moderno. Yo la dejo a su rollo pues todo lo que me muestra es genial. ¿Qué sé yo de habitáculos cuando he vivido toda mi vida en un cercado de roca volcánica?
---Ah, Jack… qué bien que hayas venido… tienes que decidirte por el material del tejado –me dice Jipper, levantándose del sillón del escritorio de su abuelo y avanzando hacia mí para darme dos besos en las rasposas mejillas. Afeitarme no es lo mío y sólo lo hago una vez por semana.
--- ¿No ibas a utilizar fibra de vidrio para eso?
---Para la zona central, sí. Me refería al tejado de la cabina de pilotaje y del porche de popa –me señala los lugares en el colorido boceto de lo que será mi casa.
--- ¿Qué aconsejas?
---Como es poca superficie, me decantaría por finas lajas de pizarra. Aguanta mucho más que los linóleos de imitación pétrea y protege más del sol y la lluvia –me responde con conocimiento de causa.
---Pues no se hable más del asunto –le digo, arrancándole una sonrisa. -- ¿Y el viejo, dónde anda?
---Ha ido a ver su colega Conrad.
--- ¿Conrad? ¿Ese es el que está revisando el motor de la gabarra?
---El mismo. Ha ido a discutir una idea nueva con él. Hemos pensado colocar el doble motor bajo la proa en vez de a la popa. Producirá menos vibración cuando se pongan en marcha y como ya no se va a cargar de peso la embarcación, no necesitas que esté tan atrás para ayudar al timón. De esa forma, conseguiremos espacio para una bodega bajo el cuerpo central de la vivienda que podemos anexionar perfectamente.
--- ¡Por el oscuro culo de…! ¡Qué coquito eres, Jipper! –la alabo abriendo los brazos, movimiento que ella aprovecha para abrazarme descaradamente y apretar su cimbreante cuerpo contra el mío.
Llevamos semanas jugando a ese juego. Ella se insinúa y yo me hago el loco. En otras ocasiones, como la de ahora mismo, la abrazo o ella a mí y tallamos el cuerpo del otro con las manos, con avidez, entre bromas y risas pero con toda intención. Jipper está loca por que le meta mano pero le he estado dando rodeos por miedo a herir los sentimientos del viejo. Sin embargo, no dejo de repetirme qué me importan a mí sus sentimientos, tan sólo hay un chochito que me tiene ganas y hay que aprovecharlo. Pero parece que mi amoralidad ha cambiado junto con mi cuerpo. Respeto la amistad de Tom y la de Jipper y no sé qué pasará al llevar más allá la relación.
---Jipper… Jipper… nena, déjalo ya –susurro, despegando su mejilla de mi camisa y mirándola a los ojos. Siento sus dos manos aferradas a mis nalgas, magreándome por encima del tejano. –No podemos caer en esa tentación. ¿Qué diría tu abuelo o tu madre?
--- ¡Que le vayan dando a los dos! –exclama la joven rubia. -- ¡Es mi vida!
Se niega a soltar mi trasero y levanta la barbilla para mirarme a los ojos.
---No te equivoques, Jack… no quiero un novio, ¿vale? Sé que te has separado hace poco, que amas todavía a tu ex… No, no quiero una relación amorosa, nene, sólo quiero meterte en un rincón y… ¡Dios, cómo me pones! –estalla, sin poder acabar la frase.
Pienso en la atracción que sintieron las otras chicas hacia mí. ¿Tendrá que ver con mi ascendencia infernal o es que emito feromonas de algún tipo? No tengo ni idea pero es algo evidente que ocurre y que influye en las féminas de mi entorno. Así que… ¿por qué no aprovecharlo?
---Tú también me atraes, Jipper –musito, inclinando la cabeza y mordisqueando su labio inferior.
No tarda en echarme los brazos al cuello, colgándose literalmente para besarme. Su lengua espera a la mía para intercambiar salivas. Podría jurar que se escapa un ronroneo de su garganta. Mis manos terminan dónde se suponía que no debería tocar, sobre esas nalgas firmes y empinadas que luce bajo el ajustado jeans. Nos separamos, jadeantes, mirándonos con pasión contenida.
---Esto va rápido, nena –le digo. -- ¿Hay algún sitio en que podamos… esto… meternos?
---Ah… cuánto he esperado esas palabras –suspira ella para después soltar una risita. –Ven…
Me tiende su mano para atrapar la mía y la sigo rápidamente. Me lleva canal arriba, hacia un bote de pesca mediano, de no más de ocho metros de eslora, que se mece lánguidamente en las tranquilas aguas. Subimos a bordo y ella desciende con pericia bajo cubierta y enciende un proyector en una esquina. La luz del foco revela que el interior del habitáculo está todo alterado. Las puertas de los armarios quitadas, las cajoneras han desaparecido, la cocinilla ha sido retirada, al igual que el frigorífico. Al parecer, están rehabilitando ese espacio. Sin embargo, de pie contra una pared y envuelto en plástico, hay un colchón. Sin duda, pertenece a la litera que han arrancado. Jipper lo tira al suelo, sin quitarle el plástico, y se gira hacia mí. Sin dudarlo, se saca la camiseta por encima de su cabeza y desabrocha su jeans para que se deslice piernas abajo. Pero la prenda es demasiado ajustada por lo que se queda atrancado a medio muslo, poniendo de relevancia las redondeadas nalgas que un tanga negro deja al descubierto.
---Te ayudaré –me susurra, desabotonando mi camisa y quitándomela con habilidad. No es la primera vez que desnuda a un hombre, me digo.
Desciende su mano hasta mi cintura, desabrochando la funda de mi arma y dejándola a un lado, en el interior de un hueco sin puerta. Sus dedos se atarean sobre los botones de mi bragueta con ansiedad, hasta poder retirar el pantalón.
Su piel dorada brilla a la luz del foco y el sonido de su respiración contenida me enerva. Jipper parece tener una fijación con introducir su mano en el interior de mi pantalón y cuando lo consigue, gime bajito al aferrar mi miembro.
---Quiero verlo… por favor… déjame verlo –musita, sus labios pegados a los míos. Solamente puedo asentir.
Se arrodilla sobre el colchón y sus manos abaten mi pantalón hasta los tobillos. El slip se queda a medio muslo y mi pene aparece, algo más que morcillón. No puedo ver el rostro de Jipper pero me parece que está sonriendo, sus ojos clavados en mi hermosa polla.
---Es mayor de lo que me imaginaba –la oigo murmurar mientras sus manos se atarean en sobarme bien el cipote y los huevos.
Antes de que se ponga más duro, se lo mete en la boca con cuidado de no rozarlo con los dientes. Su lengua titila sobre el glande con sapiencia; la calidez y la apremiante sensación de vacío que otorga su succión, me la ponen totalmente tiesa y gorda. “Joder, qué buena es”, pienso al llevar mi mano a su nuca. Tomo un buen manojo de cabello rubio para usarlo como una rienda pero no hace falta, ella sabe cómo usar la boca y la garganta perfectamente. Mi capullo nota claramente el roce contra la úvula al ser tragado con esfuerzo. Jipper tiene una arcada pero insiste en tragarse totalmente mi manubrio, con valentía.
Cuando ya no puede más, se saca la polla de la boca, de la que cuelgan babas e hilachos de saliva que recoge con la lengua, repasando desde abajo hacia arriba, desde mis cojones hacia el extremo de mi largo miembro. Pataleo mi pantalón hasta quitármelo, entonces, me dejo caer sobre el colchón, abrazando a Jipper, quien se ríe con claro nerviosismo, pues sabe que ha llegado la hora de abrirse de piernas.
Sin embargo, yo no tengo tanta prisa. La desnudo entre besos y caricias, entre pequeños mordiscos en sus agudos pezones y suaves pellizcos en su entrepierna que la hacen abrirse totalmente de muslos. Intenta agarrarme del pelo para impulsar mi cabeza hacia su pubis pero estoy casi rapado al cero. Así que me empuja como puede y alza su pelvis ansiosamente. No me queda otra que contentarla y degustar el especial regusto de una hembra dispuesta.
Me aplico en largas pasadas, engrosando cuanto puedo mi lengua para que abarque toda la vulva hasta detenerme sobre el capuchón del clítoris que no tardo en retirar con la lengua. Jipper se retuerce y ondula la pelvis como una contorsionista, soltando pequeños gruñidos que suenan muy sensuales a mis oídos. Posiciono uno de mis dedos en la entrada de la vagina y lo introduzco lentamente. Mis dedos son largos y gruesos, con lo que ella levanta las piernas para mejorar su posición, como si pidiera un dedo más sin usar palabras.
En unos segundos, me la estoy follando literalmente con dos dedos mientras le repaso el clítoris con labios y lengua. Pasa sus brazos alrededor de mi cabeza, abrazándose fuertemente e impidiendo que siga devorando su granito sensible, cuando mis dedos encuentran el punto más profundo y sensible del interior de su coño. Se está corriendo de una forma gloriosa, al menos para mi gusto.
---Dame un… segundo, Jack… un puto segundo –jadea contra mi mejilla cuando alzo mi cabeza para besarla en la boca. Aún se estremece a consecuencia de los últimos coletazos del orgasmo.
---Vamos, preciosa… estoy loco por follarte, por clavarte esta gorda polla y escucharte lamentarte de gusto –le susurro.
---Joder, Jack, sigo tan burra como si no me hubiera corrido hace un segundo… me pones frenética, cabrón…
No la dejo hablar más. Me sitúo sobre ella con un perfecto misionero, solo me falta el misal sobre sus tetas. Siento sus piernas rodear mis caderas, sus talones sobre mis glúteos. Su lengua está ocupada lamiendo mis labios y sus uñas amagan con clavarse en sobre mis omoplatos. Con un gruñido me deslizo en su interior, al principio fácilmente, pero a la mitad de mi pene empieza a costarle.
--- ¡Jesús bendito! ¡Noto cómo me parte! ¡Tu polla me está abriendo en dos! –me chilla cuando empujo más fuerte.
--- ¡No me cortes el rollo, coño! –exclamo a la vez que empujo hasta metérsela del todo. – ¡No me hables del puñetero nazareno ahora, jodida guarra!
Jipper no contesta debido al impresionante pollazo que le he metido. Mejor. Hay momentos en que una mujer debe quedarse callada, sin palabras, ¿no estáis de acuerdo?
¿No?
Pues que os den a vosotros también, yo estoy atareado ahora mismo.
Jipper parece recuperarse con el traqueteo. A medida que aumento el ritmo de mi vaivén, se engancha más a mí con pies y manos. Su coño es pura dulzura, húmedo, caliente y tan estrecho que me cuesta sacar el pene para hundirlo de nuevo. Me pongo a jugar con sus senos, sobándolos a placer, hundiendo los tiesos pezones hacia dentro para dejarlos brotar como resortes. Jipper agita la cabeza, los ojos entrecerrados; la punta de su lengua recorre el reseco labio superior como si estuviera buscando algo vital.
Produce un gemido constante, muy suave, que se entrecorta con mis embestidas. Ella, a su vez, mueve sus riñones de manera que incrementa la presión de mi polla en su interior. Vuelvo a decirme que esta niña sabe follar a pesar de su juventud. Abandono uno de los senos y desciendo mi mano hasta apoderarme de una nalga con fuerza. Aprieto la carne con saña, lo que hace que eleve el gemido una octava al menos. Jipper responde aumentando sus golpes de riñón; yo, por mi parte, me dejo llevar por mi naturaleza y me convierto en un poderoso pistón que está dispuesto a reventarla.
Mi dedo índice se apalanca contra el cerrado esfínter y, sin más, lo empujo con fuerza hacia dentro, consiguiendo que el músculo ceda y deje paso, sin lubricación alguna, sin dilatarlo antes. Jipper parece encogerse al mismo tiempo que deja escapar un fuerte hipido. Sus pies patalean al sentir el dedo intruso moverse en círculos, los talones me golpean con fuerza sobre los riñones, pero sigo metiendo ese dedo mientras la follo a toda máquina.
---Cabrón… sácame eso… del culo… ¡Jack! –exclama junto a mi oreja pero no le hago caso alguno.
Apalanca los pies sobre el colchón y, sin dejar de abrazarme, consigue rodar y quedar encima. Mi dedo se sale de su recto y respira con alivio. Entonces, con cuidado de no mover mi pene de su encaje, se coloca de rodillas, cabalgándome con un ritmo tan infernal como el que llevaba yo antes.
--- ¡Te estoy follando, Jack! –exclama con orgullo, mirándome desde arriba.
--- Sí, preciosa… ¿Cómo es que no soportas un dedo en el culo con lo bien que follas? –la pregunta la toma de sorpresa.
---Ahora no… capullo… estoy a punto de corr… erme… --susurra haciendo grandes giros con sus caderas para rozarse mejor con mi pene.
Su rostro gozoso se convierte en una espléndida imagen que colocar en el diccionario al lado de la palabra orgasmo. Cae de plano sobre mi pecho y su boca me regala suaves besitos en la barbilla y en el cuello.
---Ya veo que disfrutamos, ¿eh? –le digo junto con una risita.
--- ¡Ffffiiuuu! –silba. -- ¡Bestial!
---Bien, no hay prisa pero te recuerdo que yo aún no he acabado.
---Tranquilo campeón, enseguida estoy contigo –responde, deslizando una mano sobre el mojado miembro.
--- ¡Y ahora, puedes explicarme lo de tu culo? –insisto.
---No me gusta hablar sobre ello, Jack. Tuve una mala experiencia y, ahora, no soporto que me metan nada por ahí, ni siquiera un supositorio –me explica someramente sin dejar de pajearme lentamente. Sus ojos parecen estar pidiéndome perdón por no extenderse más.
---Es bueno saberlo. Procuraré controlarme… --digo antes de besarla en los labios. – ¡Maldita sea! Es que tienes un pedazo de culo que…
Jipper se ríe. La alzó como si fuese una muñeca de trapo, girándola y dejándola de bruces sobre el colchón, mirando en la dirección contraria. Me arrodillo detrás de ella, palpando y cacheteando sus temblorosas nalgas. Es todo un placer, lo aseguro. Entonces, le alzo las caderas para posicionar su coño a una altura cómoda y la penetro de nuevo. Ella suspira, cerrando los ojos y apoyando la mejilla sobre su mano. A medida que embisto en largos y lentos movimientos, mis manos palmean suavemente las nalgas ofrecidas, enrojeciéndolas deliciosamente.
Sin embargo, mis ojos no se apartan del estrellado esfínter que ahora tengo a la vista, ya que mis manos entreabren los glúteos y los cierran al ritmo de la penetración. Dejo caer sobre él una larga hebra de saliva que arranca un nuevo suspiro de ella. Si tuviera mi cuerpo de demonio podría alcanzar ese agujerito del culo con mi larguísima lengua pero con la humana es imposible. Así que acerco mi dedo meñique y, esta vez, no soy tan bestia como antes. Me dedico a acariciar, a generar cosquillas por toda la hendidura anal, a pellizcar levemente el clítoris… hasta que Jipper rebulle con cada caricia y cada embiste. Es el momento de intentarlo de nuevo.
Humedezco de nuevo la zona con otro salivazo y me ocupo del músculo rectal con el meñique; no pienso usar otro dedo. Una de las manos de la chica sube hasta sus nalgas, buscando apartar la mía, pero la desecho suavemente con mi otra mano. Jipper no abre los ojos para nada. Tiene la boca entreabierta, jadeando débilmente. Deja la mano que ha levantado sobre su nalga, como presta para intervenir si la cosa no va bien, pero a mí me parece que la está usando para abrir aún más sus nalgas. El caso es que vuelvo a jugar con mi dedo más pequeño y consigo dilatar el músculo de una forma gentil. La mano de Jipper ha hecho amago de moverse pero, al final, se queda sobre la misma nalga. Sonrío y aumento el ritmo de la follada.
La rubia se estremece cada vez que hundo mi dedo en su culo pero no estoy seguro de lo que significa. No sé si es placer o asco lo que siente. Por mi parte, me estoy acercando al punto en que mis cojones se endurecen, preparándose para la descarga apoteósica. ¡Preparen los confetis!
Es el momento de cambiar de dedo y averiguar algo más. Mi dedo índice se desliza como si se colara en el interior de un pastelito relleno de crema. Jipper gime profundamente pero no abre los ojos. Se está mordiendo el labio. A la segunda intentona, la mano que tiene aún sobre su nalga aprieta con fuerza, los dedos marcándose sobre la piel. Al tercer envite, rota las caderas ampliamente y el quejido es perfectamente audible. Entonces, ya no me preocupo más y acelero tanto el movimiento del dedo como los golpes de pelvis, buscando mi propio placer.
---Oooohh… puto cabestro… cabrón sin... modales… --gime Jipper, mordisqueando su propia mano pero continuando con los ojos cerrados. -- ¡Vas a hacer que me cague! Se va… a derr…amar… y me la tendré que… ooooohhh… no quiero… comérmela… por favor…
Parece estar delirando, al borde del orgasmo, pero no puedo hacerle más caso; estoy alcanzando el mío. Me corro en el interior de la chica, como una mala bestia. Parece que eyaculo litros de grumoso semen aunque sé que no es posible. No he dejado de mover el dedo en el culo de Jipper y cuando recupero la claridad, me doy cuenta que ella ha pasado una mano bajo su cuerpo y se ha apoderado de su propio clítoris, masajeándolo desesperadamente hasta seguirme en el estallido eufórico. Cae de plano sobre el colchón, sin importarle que parte del semen que aún queda en mi miembro le caiga sobre las expuestas nalgas, las cuales se estremecen deliciosamente con el placer que su mano consigue extraer de su sexo.
Me dejo caer sobre ella, jadeando y feliz. Pongo el dedo que ha estado en su trasero bajo su nariz. Ella respinga con el olor y abre los ojos finalmente.
--- ¿Qué es eso de no querer comerla? –le susurro.
---Nada, no es nada –contesta, intentando apartarse del dedo.
---Sé que no me lo vas a contar hoy pero acabaras haciéndolo, estoy seguro… tanto que ahora vas a chupar este dedo por voluntad propia, querida…
---No, por favor… Jack… no quiero hacerlo –solloza como una niña.
---Sí quieres, lo noto, pero le tienes miedo a otra cosa… quizás a que te guste… ¿Sí? ¿Vas a hacerlo, Jipper?
No contesta pero acaba abriendo la boca y atrapando el dedo. Su lengua lo lame y los labios succionan, usando su saliva para limpiarlo a fondo. Ha cerrado de nuevo los ojos y parece más tranquila, casi en éxtasis, atareada durante largos minutos en esa acción.
Creo que yo tengo razón… tenía miedo a que le gustara el sabor.
CONTINUARÁ...