Desvirtualizándote -Parte I-

¿Qué pasa cuando decides dar el paso y conocer a alguien con el que solo has hablado por chat? Por suerte para nuestro protagonista, encuentra más de lo que buscaba.

Empezaba a impacientarse; en el fondo creía que le habían tomado el pelo y que se había dejado timar como un primerizo, no dejaba de repetirse que esta sería la última vez que hacía algo así. Volvió a mirar el reloj.

En realidad era normal que no viniese, porque, seamos sinceros, ¿cuántas chicas de esos sitios son lo que dicen ser? La había conocido en uno de esos chats para adultos, uno de esos sitios dónde puedes personalizar un muñeco y llevarlo a través de un mundo en 3D para poder hacer cosas perversas. Todo había empezado como empiezan estas cosas, con una frase chorra en medio de una conversación con unos amigos.

Después de aquello habían hablado, de nada importante, simplemente mensajes subidos de tono y algún que otro tema fuera del sexo, pero nada reseñable. No podía decirse que fueran amigos, tan solo un par de extraños a los que les gustaban las mismas cosas, y además, había sido ella la que lo había invitado a tomar unas cervezas y tener algo parecido a una cita.

Claro que la había visto, al menos había visto lo que ella decía que era, que en este extraño mundo ya es mucho. Según ella era mestiza, medio japonesa medio española que además adoraba comer una buena polla. Ése era un tema que habían discutido ampliamente en esas noches de tonteo. Pero todos sabemos como funciona eso, ella dice o enseña X y todo termina siendo Y, o incluso Z, y el que no quisiese poner la cam no jugaba a su favor para nada.

Pero allí estaba, en el lugar en el que habían quedado y, para colmo, había llegado con tiempo de sobra. Volvió a mirar el reloj. Si resultaba ser diferente de lo que había dicho se cabrearía mucho, no porque fuese diferente en si, sino porque lo habría engañado y él no soportaba el engaño.

En ese momento unas manos le taparon los ojos, unas manos menudas y suaves; sintió unos labios rozando su lóbulo izquierdo, susurrando una disculpa por llegar tarde. Ella había venido y, de momento, su polla ya había hecho una señal de protesta cuando había sentido su aliento. Que miedo tenía de girarse. Notó como ella se pegaba a él, sin destaparle los ojos. Sus pechos se apoyaron contra su espalda y, podría jurar que sus pezones se clavaban en él con fuerza.

Le sujetó las manos con firmeza y le hizo saber que no pasaba nada, pero aún no encontraba el valor para girarse, por lo que estuvieron así un tiempo indeterminado; ella apoyada en su espalda, y él sujetándole las manos. Sabía que aquello era una estupidez, había pasado por eso muchas veces pero, suponía que si ella no era quien clamaba ser, podría llevarse una decepción demasiado grande, ya que no habían sido pocas las veces que se había imaginado sus labios alrededor de su polla, ni las que se había corrido pensando en su coño húmedo y caliente.

Cansada de esperar, decidió tomar la iniciativa y se zafó de su agarre para poder bajar las manos por sus brazos, suerte que no hacía frío y había acudido a la cita, ¿podía llamarlo cita? sin chaqueta, así pudo acariciar sus antebrazos y repasar su tatuaje con la yema de los dedos. Seamos claros, ella no era una cualquiera pero disfrutaba del sexo, y había que admitir que él estaba hecho para ello. Solo había que ver la polla suave y perfecta que tenía. Dejó las manos apoyadas en su cintura y, tras soltar una carcajada, prometió que no se lo iba a comer si se giraba.

Aquello lo sacó de su indecisión y sin pensarlo más se giró, lentamente para que no diera la impresión equivocada y para que ella no le soltara. Lo que se encontró era exactamente lo que ella había prometido. Una joven de rasgos asiáticos no demasiado pronunciados, suponía él que por parte de la madre, con largos cabellos negros y ojos marrones, que le estaba sonriendo y que sabía perfectamente que él acababa de quitarse un peso de encima.

  • Ya pensaba que me tendrías pegada a la espalda todo el día – dijo ella sonriendo

  • Quería mantener la intriga, y te notaba muy entusiasmada con mi tatuaje, no quería interrumpirte.

  • La verdad es que me moría por verlo en persona – dijo riendo- y tengo que decir que no defrauda.

Volvió a mirar el reloj. Ahora que podía mirarla con más detenimiento mientras iban al pub, dónde ella decía que hacían las mejores hamburguesas de la ciudad, pensó que había valido la pena esperar.  Llevaba una minifalda vaquera con una camisola negra de tirantes que dejaba a la vista bastante piel, estaba claro que hacía top-less en la playa, y unas sandalias de tacón. Por un momento estuvo tentado de tocarle los muslos, si sus piernas eran tan suaves como sus manos estaba perdido, de eso estaba seguro.

Casi soltó un grito cuando se encontró empotrado contra una pared, mirando a su alrededor, sin saber cómo, habían llegado allí sin darse cuenta. Mordiéndose el labio, de una manera que le encendía la sangre, ella le cogió sus manos y las apoyó en sus muslos en una clara invitación. No estaban completamente resguardados de las miradas, pero no dudó ni un segundo en cerrar sus dedos alrededor de sus piernas, acariciándolas lentamente hacía arriba. Al no encontrar resistencia y habiendo comprobado que realmente su piel era muy suave, sujetó su culo con ganas apoyándola contra su cada vez más dura entrepierna, soltando un suspiro al notar el roce.

De manera juguetona, ella se inclinó empezando a besar su cuello, no sabía por qué pero dudaba que llegaran al lugar elegido para su primer encuentro. Los besos pronto se convirtieron en lametones y mordiscos en lugares estratégicos, él no podía más que acariciar su culo y meter las manos bajo la tela del culotte. Por un momento miró a su izquierda y vio a una pareja que los miraba algo escandalizados, bastó una mala cara para que siguieran su camino.

Notó las manos menudas colarse por su camiseta y rozar su piel con las uñas, estaba claro que la pequeña tenía ganas de guerra en aquel callejón, y no iba a ser él el que le dijera que no podía ser. Movió sus dedos lentamente hacía su coñito, y sonrió para si al comprobar que debía llevarlo completamente rasurado, tendría que verlo de cerca en otra ocasión.  Metió los dedos en su raja, acariciándola con ganas, fue recompensado con un gemido ahogado.

No creía que aquello pudiera mejorar hasta que no la vio ponerse de rodillas delante suyo, sin dejar de sonreírle. Apoyó su rostro contra su paquete y se restregó, antes de bajarle la bragueta y meter las manos en su vaquero. Creía que su polla iba a estallar nada más salir de su encierro, pero logró refrenarse. La sujetó con firmeza y, sin dejar de mirarle ni un solo momento, empezó a lamerla como si se tratara del helado más delicioso del mundo.

Se sujetó como pudo a la pared mientras ella ensalivaba bien su verga, estaba claro que tampoco le había mentido cuando le dijo que le encantaba comer polla. La sujetó por el pelo con fuerza, arrancándole un gemido de placer, y la obligó a metérsela en la boca hasta que notó su capullo apoyado en su garganta.

  • Te gusta tener mi polla ahí, ¿verdad zorra? – dijo gimiendo

Cuando vio que ella empezaba a masturbarse, no dudó en follarle la boca sin parar tan siquiera cuando se atragantaba. Su boca estaba realmente caliente y húmeda, y su pequeña lengua no dejaba de darle juego, sobretodo en el punto en el que su capullo se convertía en el tronco, aquel día descubrió que ese lugar era especialmente sensible. Tuvo que taparse la boca cuando empezó a correrse, ya que oía gente no muy lejos de ahí, y por nada del mundo quería que los interrumpiesen.

Se quedó allí de rodillas y, sin dejar de mirarlo ni un momento, se tragó toda su leche y le limpió la polla sin desperdiciar ni una sola gota.  Su polla volvió a protestar, estaba seguro de que en menos de dos minutos la volvería a tener dura. Cuando se incorporó le sonrío de una manera muy sensual y se alejó unos pasos dándole la espalda, iba a preguntarle qué hacía, pero ella metió las manos bajo la falda y, sin flexionar las piernas, empezó a bajarse lentamente el culotte de encaje negro, dejando a la vista un culazo al que tendría que follarse solo por esas vistas. Una vez hubo terminado, se dio la vuelta y volvió a pegarse a él metiendo el pequeño trofeo en el bolsillo de su pantalón.

Su polla volvía a estar preparada, poco le importaba la gente que los pudiese pillar, lo único que quería era clavarla en el coño de esa chica que estaba jugando con él.  La tenía delante y decidió que tenía que llegar al final, cogiéndola por las muñecas la puso cara a la pared y volvió a pegarse a ella colocando su verga entre sus cachetes, pajeándose con ellos mientras sus manos  se deleitaban con sus tetas, pellizcando sus pezones y retorciéndolos. Recordaba que le había comentado que se las había operado, tenían razón cuando decían que no se notaba demasiado la diferencia.

  • Te voy a follar aquí mismo – gimió en su oído -  y vas a disfrutar como la perra que eres.

Ella se estremeció con sus palabras, y respondió separando las piernas esperando ser follada como él bien le había dicho.

  • Ábrete bien para mí – ordenó sin reparos.

Las manos de ella abandonaron la pared y bajaron hasta su coño, separando sus labios para él, para que pudiera penetrarla con facilidad. Sonriendo para si, deslizó su caliente polla hasta ese coñito húmedo y la ensartó sin esfuerzo, disfrutando de cada centímetro que entraba en ella.  Se quedaron así, saboreando el momento.

  • ¿Quieres que te folle, zorra? – preguntó antes de hacer nada.

  • S.. sí – contestó ella tratando de sonar firme.

  • Pues empieza a follarme, bien despacio – dijo con una sonrisa en los labios.

Tras tomar una bocanada de aire movió algo las caderas, probando si aquella orden podía realizarse con éxito. El gemido que le arrancó le demostró que podría con ello y, más decidida, empezó a moverse lentamente, aunque hubiera preferido no llevar los tacones para poder moverse mejor. Era increíble sentir como se deslizaba dentro de ella, estaba realmente duro y caliente, y que estuviera ella follándoselo le daba una sensación de victoria sobre toda aquella situación, ya que, cuando lo empujó hacia el callejón no las tenía todas con ella.

Decidió probar algo nuevo tras unos instantes, deslizó su polla muy despacio dejándola casi fuera por completo salvo una mínima parte de su capullo, y esperó. Cuando lo escuchó quejarse se clavó en él con fuerza arrancándole a ambos un gemido que, seguramente, pudieron oír todas las personas que pasaban por la zona. Pero valió la pena, ya que él no pudo aguantarse más.

  • ¿Quieres jugar zorra? Pues juguemos – dijo con una nota de humor en su voz.

  • A ver de que eres capaz – le retó ella con voz temblorosa.

Sacó su polla del calor de su coño y apretó la punta contra la entrada de su culo, sonriendo victorioso cuando notó que ella se ponía rígida. Nadie jugaba así con él, ni le llevaba la contraria sin pagar las consecuencias. Colocó una de sus manos en su cadera,  y cubrió su boca con la otra para asegurarse de que, hiciese lo que hiciese a continuación, sus gritos o gemidos no atrajeran compañía, y con un empujón rápido y certero penetró su ano con fuerza.

Las lágrimas comenzaron a surcar sus mejillas a medida que él se movía con violencia y sin reparo alguno, follándola como había prometido, haciéndola disfrutar pese al dolor que le atravesó cuando entró por la fuerza. La agarró por el cuello para que girase un poco la cabeza, lamía sus lágrimas sin dejar de penetrarla, cuando se dio por satisfecho bajó la mano y la colocó entre sus piernas, pellizcando su clítoris con fuerza provocándole un gran orgasmo que ahogó metiéndole la lengua en la boca para besarla salvajemente.

Sabía que estaba apunto de llenarla de su leche, así que continuó besándola pese a saber que, seguramente, le estaba haciendo daño. La besó violentamente mordiendo y succionando sus labios mientras descargaba varias oleadas dentro de su culo; cuando hubo terminado se quedó pegado a ella recuperando el aliento y dejando que su compañera hiciera lo propio con su, estaba seguro en aquel momento, dolorido cuerpo.

Al cabo de unos instantes sacó su flácido miembro de ella y se quedó apoyado en la pared intentando que su respiración se tranquilizara. Acababa de follar con una desconocida en un callejón cerca de docenas de personas, no había sido para nada una mala cita, sonrió de medio lado mirándola de reojo para ver como intentaba asearse y colocarse la ropa disimuladamente.

  • No ha estado mal, veo que te tomaste muy en serio nuestras conversaciones – dijo él rompiendo el silencio.

  • No quería defraudarte – contestó sonriendo.

  • Sabes que te tocará ir de comando, ¿verdad? – preguntó con picardía.

  • Ésa era la idea, así podrás disfrutar de las vistas vayamos donde vayamos.

  • Interesante – dijo cogiéndole la mano - ¿dónde vamos ahora?

  • Creo que se nos ha hecho tarde para las cervezas – comentó tras mirar el reloj – Tendremos que ir directamente al cine.

El resto de la tarde prometía emociones mayores de las que habían tenido en ese callejón del centro. Seguro que el cine sería muy interesante, aunque estaba convencido de que saldría de allí sin tener idea de qué iba la película.

Continuará...