Desvirgando un heterocurioso... (2)

Raúl accede a profundizar un poco más en su sumisión.

Recomiendo leer la primera parte para entender de donde venimos y como empieza a ser mi sumiso.

“Quiero ir a tu casa”, me dijo Raul por mensaje de whatsapp después de la experiencia en la playa. Aquel dia estaba nublado y todo tentaba a estar junto al calor humano para sobrellevar el frío.

---¿Estás seguro? Si entras a mi casa no hay marcha atrás -le advertí.

Raúl cruzó la puerta convencido y le dí un refresco mientras se ponía cómodo en el sofá. Me gustaba jugar con él y ponerlo nervioso. Así que decidí coger armario de mi habitación un consolador, un cinturón de castidad que no era un cinturón realmente sino una pequeña jaula coronada con un candado también pequeño y un pañuelo oscuro. Lo dejé en la mesa, frente a él. Noté sus nervios, su vergüenza y su manera de esquivar la mirada. Se me estaba poniendo dura.

---¿Qué vamos a hacer? -me preguntó.

---Vamos a divertirnos. A no ser que no quieras, en ese caso, jugaré con otro chico.

---No, no, yo quiero.

Le acaricié la cara.

---Así me gusta, zorrita -y le di un beso en los labios.

Me levanté decidido a por el pañuelo.

---Quitaté la camiseta -ordené.

Le vendé los ojos y sonreí.

---No veo nada -me informó.

---Como debe ser.

Acto seguido lo desnudé de cintura para abajo y le aprisioné la polla con la jaula. Cerré el candado y dejé la llave. Lo volví a besar. Le empujé para que se tumbara en el sofá panza arriba y cogí el consolador con firmeza. No era enorme, pero era más grueso que una polla media. Se lo puse en la boca e inmediatamente entendió que debía chuparlo. Se lo metía en la boca y el lo lamía y tragaba intentando hacerlo lo mejor que podía. Entonces empugé y se lo metí hasta la campanilla. Lo metí brevemente y noté que se atragantaba, entonces lo saqué y lo contemplé lleno de bebas.

---Me ahogo -me dijo recompiendose.

Un bofetón no muy fuerte le cruzó la cara, no quería dejarle marca solo dejar claro quien mandaba.

---No te he dado permiso para quejarte.

Entonces le puse la mano en el consolador y se la lleve a la entrada de su culo. Echó el cuerpo un poco hacia delante y empezó a jugar con su ano. Entonces metió un poco el juguete pero fue poco a poco. Notaba sus gestos en la cara ante la incomodidad del primer momento, cuando su culo se está adaptando a la primera penetración.

Otro bofetón le sorprendió.

---Ah -gimió.

---Esto es sumamente aburrido, fóllate -le encomendé.

Ahora sí, Raul espaviló y empezó a follarse con el dildo, no hasta el fondo ciertamente pero el ritmo que llevaba le hacía gemir entre el dolor y el placer y eso me ponía a mil. Ver como ese chaval, con su polla aprisionada, se estaba penetrando para mi goce me hizo sentirme muy unido a él.

Entonces me coloqué de pie a su altura y se la metí en la boca mientras él seguía con su juguete. Empecé a follarle la boca y a cerrar los ojos por el extasis.

Cuando finalmente estuve listo, lo puse a cuatro patas, aparté el consolador y contemplé su ojete enrojecido y deseoso de que me lo follara. Él seguía sin ver nada pero ahora parecía completamente entragado. Empecé el vaivén mientras lo azotaba y lo cogía del pelo. Sus gemidos me animaban a ir a más.

Cuando me cansé le quité la venda de los ojos y me senté en el sofá, obligándole a sentarse en mi polla y hacer él todo el trabecula. No costó mucho que volviera a entrarle mi rabo, a pesar de que tiene una grosor considerable. Me encantaban sus gemidos y su cara de placer. Y me encantaba que me sirviese tan bien.

---¡Ponte de rodillas, corre! -me iba a correr.

Y mientras me masturbaba y él me lamía la punta de la polla, empecé a temblar y disparé varias chorros dandole en la boca, dentro y fuera, y parte de la cara y un poco el ojo. Suerte que los había cerrado.

Cuando se quitó la jaula, se vistió y nos dimos un beso, antes de irse, me preguntó:

---¿Quedamos otra vez?

Sonréi con cariño.

---Solo si te portas bien.