Desvirgando a Nuria

La primera vez de Nuria a sus 22 años.

En la oficina represento el tipo maduro, de amplia experiencia a los que todos y todas respetan como referente. Soy hombre casado, predecible y confiable, si alguien requiere ayuda viene a mí a pedir consejo.

En un amplio colectivo de personas, la mayoría jóvenes hay personas de toda clase y condición. Son muchos y muchas las que hacen broma sobre la situación de Nuria. A la pobrecita, en una ocasión se le escapó, en medio de la conversación su condición de virgen. Desde entonces sufre con resignación las bromas malintencionadas de muchos colegas.

A nadie escapa que su situación es muy poco frecuente, a sus veintidós años nadie…nadie actualmente mantiene la virginidad. Nuria no es muy agraciada físicamente, es algo feúcha y tiene unas líneas poco femeninas que han mantenido apartados a los chicos, aunque lo mas probable es que su carácter tímido y reservado hayan tenido mucho que ver también.

Me he acercado a ella con discreción y he descubierto una chica estupenda. Ha encontrado un buen amigo y un claro apoyo en defensa de tanto impertinente suelto que mejor harían en cuidarse de sus cosas. De forma natural ha surgido en mi la idea de liberarla de la pesadez de la situación que la molesta y condiciona. Nuria confía en mí y ha aceptado encantada que yo sea el primero.

Nos citamos en la cafetería de unas galerías comerciales. En un día laborable, a primera hora de la mañana nadie sospechara de nosotros. Nuria llega muy arreglada y desprendiendo un fuerte olor a un perfume muy dulzón. La próxima vez le diré que limite o evite el exceso de perfume pues es un indicio muy fácil de detectar por mi pareja. Yo estoy casado, ella lo sabe, y está de acuerdo en que sea yo quien la desvirgue. Confía en mi experiencia y también en mi discreción.

Esta bastante nerviosa y por una parte se la ve decidida a cumplir con lo decidido, pero en el fondo la inquietud la tiene aterrada. Después de unos minutos de charla nos encaminamos al hotel contiguo que he elegido para que se consume su primera vez.

Yo he venido un poco más antes y no he tenido ninguna dificultad en reservar una habitación para los dos, y hacia allá nos encaminamos. En el maletín me he traído unas pastas y una botella de cava para romper el hielo.

Dejamos la habitación a oscuras y tras hacer sendas visitas al aseo nos encontramos sobre la cama. Para vencer su extremada timidez, apago todas las luces y poco a poco nos desnudamos mientras nos entregamos dándonos besos. No parece que le cueste recorrer esta fase, Nuria sabe besar con apasionamiento y esta parte la domina bien.

En pocos minutos logra encenderme y estoy deseando de participar en su desvirgado definitivo. Para facilitar al máximo este paso tan importante para ella, me entretengo con las caricias, tenemos toda la mañana y no me importa ir con mucha lentitud.

La he desnudado por completo, le hago participar haciendo que me toque todo el cuerpo para tomar confianza. Su chochito todavía está seco y apenas está estimulado. Me gustaría favorecer su excitación dándole unas buenas lamidas, pero creo que esto la violentaría un poco dado alto grado de pudor.

Tras un ratito de juegos, me encamino a acariciar su coñito, la encuentro muy tensa y a la defensiva, tanto que al tratar de introducirle un dedo entre los labios gime dolorida.

Debo tener paciencia y colmarla de caricias hasta que se relaje y encuentre placenteros todos mis tocamientos. Lo mejor será que use algo que la relaje y la distraiga. Sin dar importancia a lo sucedido, me disculpo, me visto y le ruego que me espere unos minutos, pues voy a buscar algo y enseguida regreso.

En menos de diez minutos estoy de vuelta, rápidamente me vuelvo a desnudar y me preparo para seguir. Busco en el armario hasta encontrar una manta, que enrollo haciendo una especie de tronco, lo pongo sobre la cama y lo cubro con los cojines.

Luego le pido a Nuria que se eche encima colocando la montañita justo debajo de su bajo vientre. Queda así boca abajo, con su culito levantado, apoyando su pecho sobre la cama y las piernas relajadas y separadas.

Tiene las caderas estrechas y un culito pequeño. Vista en esta postura tiene unas bonitas las curvas, su vulva es pequeña, bonita y bien rasurada.

Me siento a su costado, extiendo generosos chorros de aceite llenando su piel desde la cadera hasta las rodillas. Sus muslos son largos y bien torneados… de una mujer muy elegante. Con mucha tranquilidad y cuidado, voy repartiendo el ungüento, dibujando sus suaves curvas primero y masajeando sus carnes después.

Al mismo tiempo le voy relatando mis sensaciones, lo rico que se ve su trasero y las ganas que siento de poseerla. Con el culo colocado en pompa y sus escasas carnes dejan al descubierto su vulva.

Tiene unos labios largos y finos, que todavía permanecen cerrados. Le doy unos suaves toquecitos, pero reservo la zona para más tarde.

—   Me gusta que me hables. Tienes una voz muy…Ay! ¿qué me haces? — dice al sentir como mis dedos hacen diabluras entre sus glúteos.

—   Sigue. Me gusta mucho. Me relaja tannnnnto…— añade

Después de amasar sus glúteos y de deslizar mis manos por el interior de sus muslos provocando su estremecimiento, me voy acercando a sus puntos más sensibles. El ano esta tan bien lubrificado y tan relajado que admite sin dolor el juego de la yema de mi dedo.

Nuria aprieta el culo a modo de juego y luego se acomoda, emite un hondo suspiro y se relaja dejándome que me recree a mi antojo con su culito o lo que mejor me plazca.

Estoy seguro que su chochito es tan virgen como su culo, y parece que las caricias sobre éste son muy bien recibidas. Quizás lo que ocurre es que ella siente placer y no sabe muy bien de donde parten las sensaciones.

Después de conseguir poner una piel extremadamente suave, sensibilizada y la relajación total de Nuria con mis masajes, me dispongo a cumplir la misión de desposeerla de su aburrida virginidad. Pongo los dedos bien humedecidos sobre su conchita y hago que uno de ellos se cuele entre los labios. Nuria se estremece y gime dolorida.

En cuando siente que uno de mis dedos trata de colarse dentro, se pone a la defensiva, aprieta los músculos y aparece la tensión. Lo intento un par de veces con idéntico resultado. En cambio, cuando paso el dedo por encima del ano siento una clara invitación a penetrarlo según son sus movimientos acompasados con mis caricias.

Le pongo una pizca más de aceite y la restriego en círculo sobre su culete. Luego aprieto un poco y para mi sorpresa, el dedo se cuela hasta la primera falange sin dificultad. Siento la presión de su esfínter, ella me siente con gusto dentro. Poco a poco voy metiendo y sacando el dedo, introduciendo más y más aceite, hasta que el camino está totalmente suave.

Poco a poco, voy alcanzando más profundidad y llego a meter todo el dedo. Mi querida Nuria gime y se retuerce de gusto dejándose follar el culo, creo sin ser consciente de me está entregando la virginidad de su culo.

Las paredes de su culo están tan bien lubrificadas que el dedo entra y sale con mucha alegría, y ella suspira contenta, disfrutando como nunca. Saco el dedo y le doy unas palmaditas en las nalgas, luego le vuelvo a meter el dedo en medio de unos profundos suspiros.

A través del ano estoy incidiendo sobre la parte interior de su clítoris. Esta sensación es tan nueva y placentera, que adivino a Nuria babeando sobre la almohada.

Estimulándola desde dentro he conseguido una erección de su botoncito como no lo conocía. Esto le ha hecho humedecer, sus labios se han dilatado y su conchita se está abriendo para mí por primera vez.

Coloco con mucho cuidado el dedo pulgar dentro de su culo, al tiempo que los dedos medio e índice acarician su vulva. Después, el dedo medio se dobla un poco y busca la entrada de la vagina. Tras un primer intento fallido, se cuela hasta perderse en el interior sin encontrar ningún obstáculo.

Mi querida Nuria ya no es formalmente virgen, aunque en la práctica todavía no ha tenido relaciones con un hombre.

Los dos dedos dentro, rellenándola y frotando lugares insospechadamente sensibles, la llevan a un orgasmo mejor que cinco pajas seguidas. Muevo los dedos muy despacio, dulcemente, mientras oleadas de placer la sacuden una y otra vez.

Su respiración entrecortada y sus profundos jadeos, sin complejos ni vergüenzas, me confirman que su orgasmo ha sido completo. Aunque solo han participado mis dedos, vamos por buen camino.

Después de esta experiencia tan placentera, Nuria ha quedado completamente agotada; le doy un empujón sobre el trasero y la hago rodar sobre la cama.

Se queda boca arriba expectante, siente un poco de vergüenza y trata de ocultarse a mi mirada. Después de unos instantes de titubeo intercambiamos sonrisas de complicidad. La veo contenta y feliz. Parece que por hoy se da por satisfecha, aunque no imagina que todavía nos quedan varias horas por delante.

Mira mi desnudez y con cierta incredulidad me dice:

—   La tienes muy grande. Me hará daño ¿verdad? —

—   No tienes por qué preocuparte. Es normal, ni grande ni chica—

—   Te prometo que no te dolerá. Tu misma serás la que lleve el ritmo y tú me pedirás más y más, a tu ritmo, cuando tú quieras. Una vez que empecemos ya verás que gustito.

—   Te arrepentirás del tiempo que has perdido hasta hoy—

Nuria sigue mirando hacia mi miembro, bastante hinchado, pero todavía en horas bajas. Después de un jugueteo amigable sobre la cama, la vuelvo a poner en posición. Esta vez la coloco apoyada sobre las rodillas y los antebrazos, justo al borde de la cama para poder colocarme detrás de pie.

Le cojo por la cintura y la atraigo hacia mi apretando mi pubis con su trasero. Me separo lo suficiente para poder ver su rajita ligeramente abierta sobre la que froto con el glande. Como esta de espaldas no puede ver como preparo su siguiente sorpresa.

Al pasar por la sección de higiene personal en busca del aceite que antes utilicé, vi. en la estantería unos cepillos de dientes de vistosos colores, envasados en unos largos cilindros de plástico duro con la punta redondeada. Miden unos 25 cm. y 2 cm. de diámetro.

Con discreción lo embuto dentro de un preservativo y sobre éste echo un buen chorro de aceite. Lo extiendo y queda listo para colocarse dentro de la prieta vagina de Nuria a modo de consolador. Primero le meto un dedo, y así se va acomodando.

Suspira profundamente y se relaja para recibirlo amorosamente. Dado que el cilindro es de poco diámetro y está muy bien lubricado, entra y sale con relativa facilidad. Nuria esta sorprendida de lo bien que lo asimila y del suave gustito que le proporciona, convencida eso sí, que es mi pene el que la penetra cada vez.

Manteniendo la posición de su culito bien pegado a mi pubis y con el cilindro metido en buena medida en su coñito, me prodigo en caricias sobre su clítoris pasando la mano por delante o alrededor de su ano por detrás.

Al sentirse llena, su excitación crece y crece. Suspira, jadea y se ondula para que me pueda acomodar cada vez más profundamente. Hago mover el artilugio a un lado y a otro agrandando el hueco. Luego lo meto y saco repetidamente, hasta que empieza a chillar como enloquecida de placer y a destilar un líquido espeso que corre a lo largo de sus larguísimos muslos.

¡Es el momento!, saco el cilindro y coloco la punta de mi pene totalmente erecto a la entrada de su conchita palpitante. Antes que se le pase el efecto de su orgasmo le doy un fuerte empujón hasta meterle la cabezota.

—   Ay! Ay!, me duele, me duele... pero me gusta, sigue, sigue. Me vas a romper pero me encanta...ahhggg, dameeee, dame masssss— dice Nuria entre suspiros, gemidos y temblores.

Siento una opresión horrible alrededor de mi pene. Parece como si le hubiese puesto un anillo elástico alrededor y cada vez se fuese cerrando más. Tomo una buena bocanada de aire, me aferro fuerte a sus caderas y empujo.

Siento dolor, mi sensible capullo se estrella con las paredes de su coñito y si avanza, lo hace rozando de forma dolorosa ante tanta estrechez.

Nuria gimotea dolorida también pero no deja de mover el culo buscando la postura mejor para poder recibirme.  Me anima diciendo:

—   Si, siiii metemela toda...aunque me duela quiero sentirla bien adentro, uffff que gustooo! —

Con parsimonia voy haciéndome camino y se la voy colocando bien adentro. No paro hasta que mis testículos tropiezan con sus nalgas. Es el momento de tomar un respiro. Con la polla clavada hasta el fondo le acaricio la espalda, las caderas pasando las manos suavemente o arañando con las yemas de los dedos. Siento el cálido abrazo de su coñito, como éste se va dilatando y humedeciendo más y mas.

—   Uy qué gusto me vieneee… uuffff  sigue ahiiiiii— dice desesperada.

En ese momento la tomo por las caderas iniciando un rápido y fuerte vaivén adelante y atrás, pero sin sacarla ni un centímetro.

Tras esta cabalgada viene un nuevo orgasmo para Nuria y yo me corro en medio de fuertes temblores y tambaleos, haciéndole sentir las fuertes contracciones que expulsan mi semen .

Nos echamos boca arriba sobre la cama y Nuria se acurruca a mi lado dando besitos cariñosos sobre mi pecho.

—   Por fin he dejado de ser virgen… y que bien me siento— dice eufórica.

Deverano.