Desvirgando a Carla

El día de la mayoría de edad de Carla por fin sabe lo que es tener una polla dentro.

Os recomiendo que leais “Fotografiando a una preciosidad” para poder comprender mejor esta historia que es la continuación.

Desde la sesión de fotos Carla pasaba cada día por la tienda deseosa de continuar donde los habíamos dejado y yo siempre le decía que esperara al día de su cumpleaños. Yo era el primero que me moría por follarme a esa preciosidad, pero era consciente, que aunque fuera consentido, tenía las de perder si todavía era menor de edad. Por fin llegó el día, el domingo 25 de junio Carla se convirtió en una mujer a los ojos de la ley. El sábado por la noche pasó por la tienda para enseñarme su peinado y el vestido que se pondría en la celebración del día siguiente. Asistiría toda su família, sus padres, su hermano, sus tíos y primos, pero estaba triste porque yo no estaría. Llevaba su rubia melena al aire y se había ondulado su cabello de una manera sutil. Sobre la cabeza se había puesto una diadema azul con estrellitas amarillas. El vestido era para ponerse cardíaco. Era de tirantes, amarillo con flores pequeñas azules, cortito a medio muslo, entallado a la cintura y con un escote que acentuaba sus tetas y hacía visible su sujetador blanco. Se giró ante mí y el vuelo de la falda permitió que le viera las braguitas a juego. Para completar llevaba unos zapatos azules de tacón que le hacían levantar el culito. Cuando vió mi cara babeante se rió y me susurró al oído que cuando acabara la fiesta en su casa pasaría para que se lo quitara. Me dió un beso en los labios y salió contorneándose. Cuando cerré la puerta del negocio tuve que salir directo al lavabo. Cogí el álbum con las fotos que le había hecho a la chiquilla y me hice la mejor paja de mi vida. Toda la noche estuve mirando las fotos pensando en todo lo que haríamos al día siguiente. Me dormí de cansancio a las cinco de la mañana hasta que oí al teléfono y me sobresalté. Miré el reloj, eran las diez del día D. En la pantalla del móvil leí “Carla”. Me desperté de golpe, yo y mi polla. Descolgué el teléfono y tras un ”si preciosa” pude oir agua cayendo y a Carla decirme:

  • Hola cariño, me estoy duchando y no he podido dejar de pensar en ti. Me he visto desnuda y con ganas de tenerte a mi lado. Hoy es el día más feliz de mi vida y esta noche espero alcanzar mi objetivo, convertirme en mujer, gozar y hacerte gozar y que nuestros cuerpos se fundan en uno de solo. Ya sé que todo esto es muy novelesco pero lo he leído en un libro que me dejastes. Tengo el manos libres y como comprenderás mis dos manos están explorando mi cuerpo desnudo. ¿Qué quieres que haga ahora?

Me quedé unos segundos en silencio intentando asimilar todo lo que había oído y mi polla me dió la respuesta.

  • Carla, me he desnudado yo también y tengo la polla en la mano. Tócate las tetas, con calma, suavemente, mientras me masajeo los huevos y pongo mi polla en situación. Después baja ambas manos por tu vientre y cuando lleguen a la cintura bordéala y magréate el culito. Pásate los dedos de una mano entre los cachetes y busca el ano. Que la otra mano busque tu coñito. Pásala por encima resiguiendo la rajita de arriba a abajo y poco a poco ves metíendolo cada vez más dentro. Yo sigo masturbándome y tengo la polla dura. Me salen babas por la punto...

  • Si estuviera allí te las lamería y metería tu polla en mi boca – me contestó Carla gimiendo – Recuerdo como si fuera ayer cuando la tenía palpitando en mi boca y como me la llenastes con tu leche. Esta noche quiero repetir, pero también quiero sentirla en mi coño y como lo inundas.

  • Preciosa, no sabes como lo deseo también yo. Ahora humedécete un dedito con tu saliva y métetelo en el coñito. No tengras prisa, palpa el reborde de tu vagina y busca el clítoris. Rózalo unicamente. Métete dos y explora la cavidad. Pálpate el clítoris. ¿A que lo tienes duro y sensible? Ahora métete tres dedos. Cuando llegues al cuarto sabrás lo grande que es mi polla que desea follarte. Siéntate en el plato de ducha y empieza a masturbarte como tú sabes. Date gusto en el clítoris. Chúpate los dedos y masajea tu clítoris. No tengo que decir nada que ya sabes.

  • Oh cielo, si esto es la mitad de bueno de lo que me espera esta noche... – Carla gemía y se retorcía de placer mientras yo me corría.

  • Preciosa, no aguanto más, me corro ahhh ahhh. Tengo toda mi leche en la palma de la mano para ti.

  • No la tires – dijo Carla – quiero saborearla esta noche.

  • No te preocupes, tonta, tengo más y toda para ti.

Escuché un grito entrecortado, Carla se había corrido y jadeaba mientras me decía lo mucho que me quería y lo mucho que me deseaba.

  • Esta noche quiero ser tuya y hacer todo lo que quieras conmigo – y colgó.

Me di una ducha fría, me vestí y salí a pasear. A las dos me metí en un bar y pedí algo para comer. A esa hora la família de Carla se reunía para el gran día, para la celebración de su mayoría de edad.

De vuelta a casa me metí en internet para ver como tenía que actuar con una chica vírgen. Yo solo había follado con chicas y mujeres que ya lo habían hecho antes y había oído de las malas experiencias que la gran mayoría habían tenido la primera vez. Yo quería que Carla se lo pasara bien. En internet se lee de todo, pero al final encontré lo que buscaba. “Para la primera vez, lo mejor es tener presente que cuanto mejor sea la experiencia para ella, más amor te será devuelto, por lo que el hombre ha de ser considerado, amable, sensible, cariñoso, delicado, y empático, y no tomar el encuentro como un desafío o un meta que hay que lograr, sino como algo que si sucede, estupendo, pero si no, no importa, ya que para ellas, y sobre todo al principio, lo más importante es el cariño y el romanticismo del encuentro, no la penetración. Seguro que lo harás bien; no te olvides de esperar a que ella esté convenientemente lubricada, y su vagina dilatada y preparada para la penetración antes de efectuar esta; utiliza la lengua y los dedos con ternura y delicadeza, y ten paciencia, todo saldrá bien.”

Lo leí y releí varias veces, pero en lugar de tranquilizarme, me ponía cada vez más nervioso.

Busqué otra opinión, esta vez de una chica. “Te recomiendo que seas muy dulce, lo más posible, que le preguntes como esta, que no se sienta forzada; yo te cuento, mi primera vez también fue con mi novio, nos llevamos 12 años (el tiene 32), si empezáis y no le duele, podéis continuar, es normal que al principio le duela un poco (aunque también es cierto que no nos ocurre a todas), guíate por ella, por su cara, sus gestos, sus palabras, si ves que le duele o que no esta segura, no la fuerces, parar, calmaros y comenzar de nuevo con las caricias y poco a poco penetrar, fíjate en que ella este bien lubricada (mojadita, para que note menos molestia), si vieras que es necesario, podrías hacerle sexo oral ya que con eso es posible que dilate más (para que entre mejor).

Intenta por todos los medios que ella se sienta a gusto y tranquila, que sea algo de mutuo acuerdo y que surja, lo ideal seria que fuese ella quien se lanzase a dar el paso, pero si eres tu quien lo da, y ella continua tu juego, deberías preguntarle claramente si eso es realmente lo que quiere.

Mímala mucho y no te duermas después, aguanta un poquito, charlar, comentar, mimaros y quereros mucho. No tengáis prisa.”

Eran las cinco de la tarde y le mandé un mensaje: “Felicidades preciosa, deseo que todos tus sueños se cumplan”. Al cabo de menos de un minuto tenía la respuesta: “Mi único deseo eres tú”

Si antes estaba nervioso, ahora lo estaba el doble.

Me tomé un whiskey, quería relajarme y la única forma que encontré de hacerlo fue esa. Me quedé en el sofá y me dormí. Me despertó el teléfono. Lo cogí, leí “tres llamadas perdidas”, ostras es ella. Lo descolgué.

  • Perdona preciosa, me he dormido.

Ella entre sollozos me respodió – Pensaba que no querías nada de mí, lo he pasado muy mal, estoy muy nerviosa, pensaba que ya no querías verme.

  • Perdona, perdona, me he tomado un whiskey, me he sentado en el sofá y me he quedado frito. – al decir esto parecía como si la hubiera calmado del todo.

  • Vale nos vemos en media hora en la plaza. – me dijo ella.

Me di una ducha rápida, me puse el perfume que más me gusta, me vestí y salí pitando. Cuando llegué a la plaza la vi sentada en un banco. Le mandé un mensaje: “ven hacia la tienda, te espero en el portal de al lado”.

La tienda tiene una puerta que da al portal adyacente. Abrí la puerta de la calle y la esperé dentro. Cuando la vi abrí la puerta y pasó. La puerta interior da directamente a la tienda. Cuando entramos encendí la luz y cerré la puerta. Nadie nos había visto entrar. Desde la calle no se puede ver la trastienda.

Cuando entramos nos abrazamos y nos besamos. Un largo y cálido beso de bienvenida. Le puse las manos sobre el culo y se lo magreé. Noté que no llevaba bragas. Y tras un vistazo rápido me di cuenta de que tampoco llevaba sujetador. Mientras nos abrazábamos me dijo que le había dicho a sus padres que salía con unas amigas y que llegaría tarde. Teníamos muchas horas por delante.

La cogí por el culo, la levanté y ella pasó sus piernas por mi cintura. Así cogidos me la llevé al salón y nos sentamos en el sofá. Nos besamos apasionadamente. Después le besé la mejilla, el cuello y fui bajando mientras le bajaba los tirantes del vestido y dejé al descubierto sus bonitas tetas. Se las amasé, después besé y lamí. Ella jadeaba mientras se restregaba en mi cuerpo. Tenía ganas de lamerle los pezones. La poca ropa que llevábamos nos molestaba y mientras ella se quitaba el vestido por la cabeza yo me quité la camisa. Carla me desabrochó el cinturón y el pantalón y casi sin darme cuenta me quedé en calzoncillos. Mi polla estaba a punto de reventar. Solo le quedaba el impedimento de los calzoncillos que rápidamente desaparecieron. La chica me cogió la polla y empezó a masajeármela. Yo seguí lamiendo sus tetas y sus pezones que me volvían loco. La cogí en brazos y me la llevé a la habitación. Ella seguía aferrada a mi polla para no caerse. Por el camino seguimos besándonos. La tumbé sobre la cama y la besé. Mi lengua fue bajando, mejilla, cuello, tetas, pecho, ombligo, barriga, dejando un reguero de saliva. Pasé de largo de su sexo llegando al interior de los muslos. Carla protestó. Cuando llegué a las rodillas di media vuelta, poco a poco, lamiendo y besando hasta llegar a la ingle. La chica suspiraba, se estremecía, jadeaba seguí hacia arriba y cuando se volvió a quejar de que olvidaba de su sexo me lo zampé. Se lo morreé como si fuera su boca. Mi lengua entró hasta el fondo y empecé a tragar jugos. Sus espamos fueron en aumento y de repente se corrió por primera vez. Una corrida violenta, estruendosa, salvaje. Se le puso la piel de gallina. Tenía la vagina inundada en fluidos.

  • Carla, hazme una mamadita porfa, que me ha bajado la erección por lo pendiente que estaba en darte placer. – le dije.

Ella me miró, todavía con los efectos del orgasmo en su cara y me sonrió. Me tumbé a su lado y después de darme un besito en los labios me cogió la polla y empezó a lamérmela con parsimonia. Sin utilizar las manos se la metió un poquito en la boca y me masajeó el glande con la lengua. Se fue girando hasta dejarme el culito a la vista mientras seguía con la labor de mamármela. Le metí un par de dedos en el coño. Su humedad era palpable. Los saqué empapados. Me dispuse a masajear su clítoris y al cabo de unos minutos dejó de chupar y lanzó un alarido de gusto, le había llegado el segundo orgasmo. Estaba claro que estaba gozando. Ahora había llegado el momento decisivo. Yo tenía la polla lista para el ataque definitivo. La cogí de la cintura y la giré sobre la cama. Me puse encima, separé sus rodillas y puse la punta de la polla sobre su rajita

  • Ha llegado el momento – le dije – si tienes molestias, dímelo

Ella, mirándome con esos ojos azules tan alegres me sonrió y me dijo que siguiera.

La besé y dando un poco de fuerza introduje un centímetro mi polla en su vagina. Volví a sacarla y vuelta a empezar. En cada envestida entraba un poco más hasta que yo mismo noté el tope. La oí quejarse.

  • Me duele, me escuece, pero si hay que hacerlo hazlo de golpe – me dijo.

Se la saqué unos centímetros y con todas mis fuerzas le di una buena enculada. Oí un grito, humedad alrededor de mi polla y que la presión había disminuido. Clara sollozaba, pero me pidió que no parara de follar. Lo peor ya había pasado. Notaba brasas, pero el dolor intenso ya había pasado. Ahora estaba pendiente de gozar. Mis envestidas continuaron con más brio cuando vi que por su coño salía sangre que facilitaba una penetración más placentera para ambos. Volví as lamerle los pezones y ella puso sus manos en mi culo para aferrarse a él. No le costó mucho alzancar un nuevo orgasmo. Unos minutos más tarde noté los estertores de mi orgasmo y antes de correrme se la saqué y me corrí en su vientre. Mi semen se mezclaba con su sangre y fluidos. La cogí en brazos y me la llevé al cuarto de baño. Nos metimos en la bañera y nos lavamos. Durante unos minutos continuó saliendo sangre de su vagina, pero después paró. Nos besamos y acariciamos. Salimos de la bañera y después de secarnos cambié las sábanas de la cama y nos tumbamos muy juntos y nos dormimos unos minutos.

Al despertar estábamos hambrientos como lobos. Mientras ella seguía tumbada fui a la cocina a prepar la cena. Después de cenar nos sentamos en el sofá y me dijo.

  • Estoy reventada, pero ha sido fantástico. Al principio pensaba que me rompías por dentro, pero luego el dolor se convirtió en molestía y después pasó desapercibido, estaba más pendiente de alcanzar un nuevo orgasmo. Pero ahora no estoy para otra envestida. Tendremos que esperar unos días, pero si quieres mi boca está dispuesta...