Desvirgamos a nuestra prima
En el cementerio del pueblo, mi primo y yo desvirgamos a nuestra prima lesbiana
Desvirgamos a nuestra prima.
No me puedo creer que al final lo hiciéramos. ¡Fue una locura! Si alguien me hubiese dicho mucho antes que iba a pasar, no me lo hubiera creído y, mucho menos, si me llega a decir que iba a ser con mi prima Sandra, que está loca y es lesbiana. ¿Cómo pudo pasar algo así? Es algo que escapa a mí, no lo logro comprender.
Todo el mundo en el pueblo sabe que Sandra está loca, lo saben porque prácticamente casi todos la han visto hacer alguna tontería como enseñar las tetas a los conductores que pasan por la carretera que lleva a la ciudad. Sin embargo, lo de que es lesbiana no creo que lo sepan muchos. Si yo me enteré, fue porque habíamos pasado juntos todo el verano trabajando en la tienda de mis tíos y, en un arrebato de confianza, me lo contó. Por eso mismo, me resulta tan increíble entender lo que pasó.
Ocurrió hace tres semanas, un domingo al atardecer. Miguel, que es primo de los dos, y yo nos encontramos a Sandra por la calle. Nos paramos a hablar como siempre que nos veíamos y a ella se le terminó ocurriendo una de sus locuras.
-¿Por qué no nos colamos en el antiguo cementerio?
Y Miguel, que pasa por cuerdo pero al que, en realidad, le faltan algunos tornillos, le dijo que vale. Yo no quería ir pero tampoco quería volverme a casa tan pronto. No me quedó otro remedio que acompañarles. Así que, en poco menos de cinco minutos, estábamos caminando por el estrecho camino de piedras que lleva hasta el cementerio abandonado a perder el tiempo allí de cualquier forma.
El cementerio no es muy grande porque, desde que construyeron el nuevo, a los muertos no les entierran en éste. Aun así, los que tienen familiares aquí continúan trayendo flores a sus familiares. Por lo demás, el cementerio es bastante normal. Está rodeado por un muro que está cubierto por cipreses y dentro está lleno de tumbas excavadas en el suelo.
Subimos a la pequeña colina en la que se encontraba y saltamos el muro de piedra ya que la puerta estaba cerrada. No había nadie además de nosotros y me daba algo de miedo. Pensar que dentro de esas tumbas estaban los cadáveres de gente muerta y que sus espíritus podrían pulular por ahí esperando a tener una segunda oportunidad como en tantas películas ocurría me provocaba escalofríos. Pero no dije nada para que no pensasen que soy un cobarde.
No tengas miedo, aquí no ay nadie- me dijo mi prima con el tono de alguien que dice algo obvio.
No tengo miedo- mentí asombrado de que se hubiera dado cuenta de mi espanto.
Recorrimos el cementerio, paseando entre las tumbas, mientras ella se dedicaba a inventar historias absurdas sobre cómo habían muerto sus ocupantes.
- Ésta de aquí murió de sífilis- señaló una en la que había la foto de una anciana que parecía muy devota- después de haberse tirado medio pueblo.
Mi prima era una descarada y no sentía el menor respeto por nada ni nadie. Por comportarse de esa manera, había convencido a todo el pueblo de que estaba loca. Si ella quería, podía ser una chica bastante agradable pero prefería dedicarse a hacer cosas como aquella. Prefería reírse de todo lo que la gente consideraba importante y hacer las cosas más extravagantes que se le pudiesen ocurrir como enseñar las tetas o llamar puta a una anciana. Aunque, pensándolo bien, yo tampoco sentiría mucho respeto hacia nada si hubiese estado en su piel y tuviese que soportar las cosas que ella aguanta.
- ¿Por qué no os hacéis una paja sobre esa tumba de ahí?- preguntó a bocajarro.
-¿Qué?- me escandalicé- ¿Estás loca?
-Venga hombre, si nadie os va a ver.
- ¿Y qué más da eso? ¿Cómo quieres que hagamos algo así?
-No te hagas el tonto, no voy a explicarte como se hace, ya debes saberlo a tu edad.
Me quedé sin respuesta para una loca como ella. Había perdido el seso por completo y yo no iba a seguirle el juego en aquello. Una cosa era colarse en el cementerio y otra muy distinta masturbarse dentro de él. El problema vino cuando el muy cabrón de Miguel, que se había estado riendo todo el rato con la ocurrencia de Sandra dijo:
-Por mí vale.
No sé qué cara le puse pero no debió ser bonita.
- Vamos, será divertido. Además, ya están muertos, no creo que les importe.
Aquello era demasiado. Que mi prima estaba loca, lo sabía todo el mundo pero, que mi primo lo estaba tanto como ella, era toda una sorpresa.
- Pero hay una condición le dijo a Sandra tú también tendrás que hacerlo.
Las palabras "tú también tendrás que hacerlo" resonaron en mi cabeza como si hubiese eco. Nunca había visto a una chica masturbarse fuera de una película porno y mi prima, aunque fuese bollera, estaba bastante buena. Un conflicto moral nació en mí. Por un lado me parecía que hacer aquello en aquel lugar estaba mal pero, por el otro, me imaginaba a mi prima tocándose y me moría de ganas por verla. La batalla duró unos pocos segundos y, aunque me avergüenzo mucho de ello, mi polla pudo con mi moral y terminé aceptando hacer esa guarrada.
-Ya verás lo bien que te lo vas a pasar, primo- dijo dándome un beso en la mejilla como una niña pequeña a la que se concede un capricho.
Nos acercamos a la tumba y ninguno de los tres hizo nada. Me daba bastante vergüenza sacarme la polla y ponerme a meneármela allí mismo. Sin embargo, parecía que a Miguel no porque se abrió la bragueta del pantalón y se los bajó junto con los calzoncillos hasta los tobillos. La camiseta que llevaba cubrió sus vergüenzas por completo. Sólo se veían los pelillos de sus huevos y la punta de su prepucio.
-Os toca.- dijo
La siguiente en desnudarse de cintura para abajo fue mi prima, que se quitó los pantalones y las bragas y los tiró sobre la lápida que tenía más cerca. Llevaba puesto un top así que nada tapó lo que me moría por ver. La piel de todo su cuerpo era tostada, incluso en esa parte que tapa el bañador, y el vello de su pubis era castaño. En el momento en que se giró para dejar la ropa pude ver su moreno y redondo culo. Sus nalgas eran preciosas y debían tener una buena consistencia.
-Yo ya estoy.
Ahora me tocaba a mí pero me daba vergüenza, mi polla se había levantado con el espectáculo. Mi prima estaba buena y no lo pude evitar. Al menos, no fui el único al que le pasó porque por el rabillo del ojo pude ver la tienda de campaña que se formaba en la camiseta de Miguel.
- Venga, te estamos esperando. avisó Sandra.
Me armé de valor, abrí mi bragueta, posé mis pulgares por mi cintura, agarré los pantalones y los calzoncillos a la vez y, tal y como habían hecho ellos, me desnudé. Mi polla quedó libre pero, en lugar de quedar tapada por la camiseta, quedó por fuera y los dos pudieron admirar mi miembro. No es que la tenga muy grande pero es mi polla y me parece bonita. Los dos se quedaron embobados mirándola y yo empecé a sentirme algo más incómodo.
- ¿Quién de los dos la tiene más grande?- preguntó mi prima.
Ninguno contestó y Miguel continuó manteniendo su polla tapada. Sandra, que estaba a mi izquierda, hizo un mohín de fastidio ante nuestro silencio y se lanzó a por Miguel que estaba unos pasos más allá, a mi derecha. En su camino, rozó con su costado la punta de mi pene y me produjo una contracción de placer. Mi cuerpo se tensó durante un segundo y mi pene se llenó aun más de sangre. Mi prima agarró a Miguel, le levantó la camiseta para dejar su polla a la vista y le instó a ponerse a mi lado.
-Juntaos un poco más- pidió.
Nuestros brazos se tocaron y nuestras pollas quedaron al lado la una de la otra pero conservando las distancias.
-La de Diego es la más grande
Tras unos segundos en que los tres estuvimos comparando tamaños, esa fue la sentencia a la que llegó Sandra. Y, a mí, me hinchó de orgullo. Miguel era unos meses más pequeño que yo pero, a nuestra edad, ya no tenía el consuelo de pensar que aun podía dar el estirón. Así que yo me quedaba con el trofeo al que tiene la polla más grande.
-No te preocupes, la tuya es bonita.
Intentó consolar mi prima a Miguel ante su mirada triste.
-Bueno, dejémonos de charlas y empezad- pidió ella
-No- protestó Miguel- enséñanos las tetas. Si tu comparas, nosotros también.
La idea me gustó y me pareció justa
-Sí, enséñanoslas- le apoyé
-¿Cómo vais a comparar si aquí no hay más chicas?
-Pues con las que hemos visto antes.- replicó Miguel
-Vale, como quieras.
Y como quien cumple el deseo estúpido de un niño pequeño, se quitó la poca ropa que le quedaba. Sus enormes pechos con pequeños pezones quedaron a la vista de todos. ¡Menudas tetas! Eran grandes y turgentes, de esos que sólo con verlos ya dan ganas de cogerlos y estrujarlos.
-Ya que estamos, quitaos las camisetas vosotros también.
Nuestras vergüenzas ya estaban al aire así que ¿qué más daba quitarse un poco más? Cumplimos con su petición y nos desnudamos del todo nosotros también.
Fue Miguel el que empezó a sacudírsela. Frente a la tumba, fingía mirar al horizonte mientras movía su mano a lo largo de su pene pero, de vez en cuando, sus ojos se iban al cuerpo de nuestra prima. Por su parte, ella se puso a uno de los lados de la sepultura, en diagonal a nosotros, ofreciéndonos unas vistas de lo más estimulantes. Sin ningún tipo de vergüenza, porque estaba loca y no tenía de eso, llevó su mano a su entrepierna y la deslizó suavemente por allí adentro. Los ojos de Miguel y los míos se salieron de nuestras orbitas. Ver aquello nos ponía cachondísimos.
Mi prima súbitamente paró y se fijó en mí.
-¿Vas a dejar de mirarnos y a empezar ya o tengo que hacértelo yo?
Su reprimenda me acobardó y ni presté atención a su oferta. Balbuceé que ya lo hacía y agaché la mirada justo antes de comenzar a acariciar mi pene. Oía la respiración de los tres y el chapoteo que producían nuestras manos al acariciar nuestros sexos. El de mi prima era el que mas sonaba y no podía dejar de mirar como sus dedos se introducían y salían de su abertura.
-¿Te gusta lo que ves, primo?- me preguntó con voz socarrona.
Aparté mi mirada de la vergüenza que me dio que me pillara mirándola otra vez
-Si quieres, te dejo hacerlo a ti.
Esta vez sí que oí su oferta pero fui incapaz de decir nada.
-Venga, verás como te gusta.
Y, sin decir más, se acercó hasta mí, agarró la mano que me quedaba libre y la llevó hasta su vulva.
-Tócame Diego- pidió con voz seductora.
Lo hice tímidamente, sin mirarla todavía a la cara. Me daba mucha vergüenza aquello pero no quería dejarlo pasar. Deslicé un dedo en su interior y pude notar que estaba muy húmeda y muy caliente.
-¿Te gusta?
-Sí dijo casi sin voz -¿Quieres probar Miguel?
Mi primo, que estaba mirándonos con cara de sorpresa y envidia, no contestó y se acercó hasta ella. Sin dejar de masturbarse, llevó su otra mano hasta la entrepierna de Sandra donde yo aparté la mía a un lado para que él pudiese tocar también. Miguel por un lado y yo por el otro, tocábamos a nuestra prima a nuestro antojo.
-Metedme un dedo dentro- suspiró Sandra- pero con cuidado.
Los dos hicimos caso de su petición y deslizamos un dedo de cada uno dentro de la vagina con cuidado. El chapoteo de la polla de Miguel y el de la mía aumentó por lo cachondos que nos ponía aquello. Era muy excitante toquetear allí dentro.
-¿Me dejas chupártelo?- pidió miguel
Su petición me sorprendió pero a mi prima pareció darle igual.
-Vale.
Acto seguido, Miguel se agachó entre sus piernas y apartó con suavidad mi mano, que le molestaba. Miré atento lo que ocurría y vi como acercaba su cara a la entrepierna de Sandra hasta tocarla con sus labios. Su lengua asomó un momento y se metió dentro de ella empapándose con sus fluidos. Me morí de envidia, yo también quería hacer aquello.
- Si quieres, te puedo dejar a ti hacerme lo mismo luego.
Mi prima volvió a adivinar lo que pasaba por mi cabeza y, aunque me dio algo de corte que lo supiese, me alegré bastante de poder hacer lo que hacía Miguel. Ya me imaginaba arrodillado entre las piernas de Sandra y saboreando con ansia su carne cuando sentí como algo tocaba mis huevos.
-Son suaves- dijo mi prima como quien descubre algo por primera vez.
Siguió tocándome. Primero lo hacía delicadamente, familiarizándose con lo que eran unos testículos, y, más tarde, intentaba adivinar con sus dedos como eran cada una de mis bolas con más decisión.
-¿Duele mucho si os dan una patada?
-Si
¿Y si te los estrujo?
-Si lo haces muy fuerte, también- contesté muy excitado
Dio un leve apretón a mis huevos con la intención de no hacerme daño. A continuación, apartó la mano con la que yo masturbaba mi pene y se puso a tocarlo ella.
-Es mono, me gusta más que el de Miguel.
Sus palabras inflaron mi orgullo y, que lo dijese delante de mi primo, todavía más. A él, sin embargo, pareció no importarle y siguió con lo suyo en la entrepierna de Sandra.
-¿Cómo se hace una paja?
-¿Quieres que te enseñe?- pregunté totalmente ido.
-Si- contestó segura.
Posé mi mano sobre la de ella y le indiqué cómo pajearme. ¡Menuda delicia! Su piel era muy suave y daba gusto que me acariciara. Retiré mi mano y dejé que ella siguiese sola. Masturbó mi polla un rato, provocándome intensas oleadas de placer, hasta que pareció cansarse. Soltó mi pene y se apartó de Miguel.
-Bueno, te toca a ti
Mi cara se iluminó. Había dejado de sentir la suave piel de su mano pero qué más daba si iba a poder lamerle el coño. Miguel se levanto con fastidio y se quedó mirando como yo ocupaba su sitio. Lo último que vi de él antes de hundirme en las profundidades de mi prima fue como acariciaba su propio pene. En cambio, lo primero que sentí fue el olor de la entrepierna de Sandra. Olía a mujer.
Acerqué mi cara hasta su vulva y, sin ningún pudor, metí mi lengua dentro saboreando sus fluidos y saboreando los restos de saliva de Miguel. ¡Menuda delicia! Daba gusto lamer aquello y a ella parecía gustarle algo más que cuando se lo hacía Miguel porque empezó a resoplar mucho más que con él.
-Miguel, acércate.
Con esas palabras emitidas entre suspiros invitó a mi primo a acercase y le hizo lo mismo que antes me había hecho a mí, agarró su polla y le masturbó.
Lo haces muy bien- la apremió Miguel
Pues es mi segunda vez- rió ella.
Seguimos cada uno a lo nuestro durante un rato. Miguel miraba, Sandra se la meneaba y yo chupaba. Mi polla babeaba por la situación, pero más lo hizo cuando ella habló.
-¿Y si probáis a metérmela?
Sus palabras me dejaron estupefacto, paré de chupar de la impresión. Nunca me imaginé penetrando a mi prima. Aunque bueno, tampoco me imaginé chupándole el chocho. Miguel, por su parte, pareció quedarse igual que yo porque tampoco decía nada y miraba a mi prima con ojos de sorpresa.
-Creo que primero debería ser Miguel y luego tú, Diego- Siguió diciendo casi como si hablase sola- como la tienes más grande es mejor dejarla para el final.
-Vale- contestamos los dos saliendo de nuestro estupor.
Fue ella la que dio el primer paso y se acercó a Miguel. No le dejó hacer nada ya que ella se hizo cargo de controlarlo todo. Pegó su cuerpo al de él, agarró su pene con la misma mano de antes, lo llevó hasta su agujero y, muy despacio, se lo fue metiendo.
Miguel puso cara de gusto, parecía borracho de placer. Sin embargo, Sandra hizo muecas de dolor. Fue entonces cuando me pregunté si sería virgen. Me había confesado que era lesbiana y, por lo que había ocurrido hacía un momento, parecía no haber tocado una polla en su vida. Salí de dudas cuando ambos comenzaron a moverse descompasadamente y pude ver como el pene de Miguel salía ligeramente manchado de sangre. ¡Mi prima era virgen!
Saber aquello me excitó aun más, me ponía cachondísimo la idea de ver como una tía era desvirgada. Me excitaba la idea de pensar que éramos nosotros los que le enseñábamos los placeres del sexo Pero también me daba envidia no ser yo el que lo hacía y, por primera vez, me fastidiaba no tener el pene un poco más pequeño. En aquel momento, me consolé pensando que ya tendría mi oportunidad de hacer algo así en el futuro.
Después de un rato de movimientos pélvicos, la cara de Sandra mejoró y no parecía sentir dolor. La de Miguel, en cambio, parecía cada vez más la de un demente cachondo. Yo, por mi parte, me masturbé mirándoles. Era algo que estaba bien, como ver una película porno en directo, pero me moría de ganas de que mi primo terminase ya y me tocara a mí. Por suerte, no tuve que esperar mucho porque mi prima le cortó el rollo.
-Para, Miguel- le ordenó Sandra al mismo tiempo que se quedaba quieta
-¿Qué pasa?- preguntó contrariado por haber tenido que dejar de hacer algo tan divertido.
-Quiero probar a Diego.
Y dicho esto, se separó de Miguel y se acercó hasta mí. Yo flipaba emocionado por lo que iba a pasar y no pude evitar mirar a Miguel, que tenía cara de disgusto, con una expresión que venía a decir algo así como fastídiate.
Esta vez quise ser yo el que llevara la iniciativa, por lo que me pegué todo lo que pude a ella y apunté mi polla a su agujero. Ella se agarró a mis hombros y yo se la fui metiendo poco a poco. ¡Qué placer! Estaba penetrando a mi prima, una tía con unas tetas y un culo enormes ¿Qué más podía pedir? Sin que ella me lo pidiera, le robé un beso. Pegué mis labios a los suyos y con mi lengua empujé para que los abriese. Pero me giró la cara.
-Eso mejor no- dijo
Aparté la cabeza con mi orgullo algo dolido pero comprendiéndola, aquello ya era mucho para una lesbiana. Después, todo siguió igual. Movíamos nuestros cuerpos al unísono y yo aprovechaba para magrearle sus voluminosas nalgas.
-¿Es verdad que pueden meterse dos penes a la vez?
Su pregunta me desconcertó, no sabía a qué venía en un momento como ese.
-Si respondí
Pasó un rato en el que seguimos con lo mismo, moviendo nuestras caderas para que mi pene se deslizara dentro de ella, hasta que volvió a hablar.
-¿Y si probamos a hacerlo?
-¿El qué?- pregunté algo tonto.
- Pues a meterme las dos a la vez.
-Vale- respondió rápidamente Miguel muy ilusionado.
Yo por mi parte no dije nada, me quedé callado intentado comprender lo que significaban sus palabras. ¿Había oído bien? ¿Había propuesto que se la metiéramos los dos a la vez? ¡Aquello era el colmo! Mi prima a la que hasta ese momento consideraba lesbiana, quería que tanto Miguel como yo le metiésemos las pollas al mismo tiempo. ¡Una lesbiana quería hacer un trío con dos hombres! ¡Y uno de ellos iba a ser yo! Alucinaba de excitación ante lo que se avecinaba.
-¿Cómo hay que hacerlo?- preguntó Sandra.
- Vosotros os quedáis como estáis, yo me pongo detrás y te la meto- respondió Miguel como todo un profesional.
-Vale, pero hazlo con cuidado que como me duela os quedáis los dos sin sexo.
Miguel no necesitó más para acercarse a ella y pegarse a sus espaldas.
-¿Estás lista?
-Sí.
Agarró su pene y lo acercó al agujero de la vagina de Sandra. Como estaba ocupado por mí, fue a chocar contra el mío. Era la primera vez que tocaba una polla que no fuera mía y no fue una experiencia traumática. Era suave, estaba algo húmeda y se notaba caliente. Supongo que en otra situación me hubiese dado algo de asco, pero no me lo dio en ese momento, mi pene ya estaba lo bastante pringoso como para que un poco más no se notase. Hizo presión donde mi falo se unía a ella y, poco a poco, metió la punta.
-¿Te duele?- preguntó
-No
-¿Sigo?
-Sí.
Miguel continuó empujando y su pene fue deslizándose. Notaba como su polla entraba en contacto con la mía cada vez más. Al cabo de poco tiempo, consiguió meterla del todo.
-Espera un poco- pidió Sandra.
Mi primo y yo nos miramos. Menuda suerte teníamos. Entre los dos nos estábamos follando a una misma chica por el mismo agujero, yo agarrándola por las caderas y él por la cintura. A su vez, ella me tenía cogido a mí por los hombros. Y todo ello, delante de la tumba de una monja en un cementerio ruinoso ¡Qué gozada!
-Ya está- dijo ella- podéis moveros.
Con su señal, Miguel y yo comenzamos a sacarla, despacio y al unísono. Resultaba algo difícil hacer aquello y no queríamos que nuestras pollas se saliesen del todo. Por suerte, pronto le pillamos el truco y pudimos movernos con relativa facilidad.
-¿Te gusta?- pregunté a Sandra
-Sí ¿A ti?
-También
Aquello me hinchó de orgullo. Aunque fuera con la ayuda de Miguel, estaba haciéndola disfrutar. Siempre había soñado con ser un semental por el que todas las tías suspirasen y eso era un primer paso para acercarme a mi objetivo.
-Creo que voy a correrme ya- avisó Miguel algo preocupado.
-Pues no lo hagas aun- le advirtió Sandra.
-No lo puedo evitar.
Sandra no dijo nada, hizo algo mucho peor. Movió uno de sus brazos hasta colocarlo a su espalda y buscó los testículos del primo. Con mucho cuidado cogió entre sus dedos un trozo de la piel que cubre sus huevos y le dio un pellizco. Menudo gritó dio Miguel.
-¿Ya puedes aguantar?
-Sí- respondió Miguel quejumbroso- pero la próxima vez busca otra manera de hacerlo.
-No se me ocurre ninguna mejor.
Las palabras de Sandra y su gesto me sirvieron de advertencia. A mi tampoco me faltaba mucho y no quería llevarme un pellizco. Me concentré un rato en leer tumbas, no servia de mucho pero al menos alejaba mis ojos de sus tetas.
-Moveos más rápido- pidió al poco rato.
Lo hicimos y ella empezó a respirar más profundamente. Le estaba gustando, se le notaba en la cara. Seguimos moviéndonos los dos, extasiados porque sabíamos que la estábamos haciendo disfrutar. Su vagina estaba lubricando un montón y la fuerza con que se agarraba a mi hombro creció. Cerró los ojos y su respiración se volvió irregular unos segundos. Había llegado al orgasmo.
-Ya os podéis correr si queréis.
Nada más decirlo, un suspiro de alivio escapó de la boca de Miguel y noté como su semen lo llenaba todo, el tío debía de estar sufriendo por poder descargar. A pesar de ello, no la sacó de inmediato sino que esperó a que se le pusiera flácida y se le saliese sola.
En todo ese tiempo yo había llegado a mi límite. Di una sacudida y mis ojos se cerraron, di otra y mi cuerpo se tensó y, a la tercera con un fuerte resoplido, me corrí llenando el interior de Sandra con mi esperma.
-Ha sido fabuloso- dije cuando saqué mi pene.
-Sí- dijo Miguel - creo que nunca me había corrido tanto.
Reímos los dos y nos vestimos los tres antes de abandonar la tumba de la monja y salir del cementerio. Había sido una experiencia increíble que nunca íbamos a olvidar. Y, si el espíritu de la monja pululaba por allí vigilando su tumba, seguro que tampoco lo haría.
A la mañana siguiente, cuando fuimos ella y yo solos a la ciudad a por una píldora del día después, aproveché para hablar con ella de lo que había pasado.
-¿Sigues siendo lesbiana?
-Sí, claro- rió- ¿Por qué iba a dejar de serlo?
-¿No te gustó lo de ayer?
-Sí, fue divertido
-Entonces, como también te gustan los chicos, no eres lesbiana, eres bisexual - respondí en tono pedagógico.
Mi comentario debió hacerle mucha gracia porque estuvo un buen rato riéndose.
-Mira primo, soy lesbiana y seguiré siéndolo porque para conseguir sentir lo que siento con una tía necesito a dos de los tuyos.
Mi orgullo de semental capaz de convertir a una lesbiana se vino abajo. Ella, en cambio, parecía pasárselo pipa. Mi ingenuidad la estaba haciendo reír mucho. Esperé a que se calmase un poco y volví a preguntarle.
-¿Por qué hiciste lo del cementerio si no quieres nada con tíos?
-Quería comprobar si eso que dicen de que sólo valéis para el sexo es verdad- y se volvió a reír.
- Supongo que la conclusión es que no.
Dejó de reírse o, mejor dicho, aguantó la risa, puso su mano sobre mi hombro y me dijo en tono confidente.
-Supones bien.
Y nada más decirme eso, la risa que se estaba aguantando se le escapó en una audible carcajada. Si esa conversación hubiera sido al revés, a mí me habrían puesto la etiqueta de machista. No era justo
-¿Supongo que no querrás repetirlo?- pregunté después de un rato con algo de interés.
-No- volvió a reír- pero, si te portas bien, en tu próximo cumpleaños te dejo tocarme una teta.
Unos meses después, cuando llego mi cumpleaños, cumplió su promesa. Me llevó al baño, agarró mi mano, la metió debajo de su sujetador y pude tocarle la teta. Al cabo de unos pocos segundos, la sacó y no volvimos a tener ningún tipo de contacto sexual nunca más.