Desvirgado por la fuerza. (Mejorado)
Un soldado es engañado y follado por dos hombres. Cambiando con ello el curso de la vida de aquel muchacho.
Aquel polvo sobre la alfombra del salón había sido estupendo, no era la primera vez que mi amigo y yo follábamos en su casa mientras su mujer estaba en el trabajo.
Ahora, sentados frente a la chimenea contemplábamos el fuego saboreando una copa de ron.
—Me gustaría contarte algo. —Dijo mi amigo. —¿Nunca te has preguntado cuando fue la primera vez que follé con otro hombre?
—Pues es verdad que siento curiosidad, yo ya te conté como fue mi primera vez, no sé si lo recordaras, fue una experiencia muy fuerte.
—Sí, lo recuerdo, pero te puedo asegurar que lo mío fue aún más fuerte, nunca se lo he contado a nadie.
Y, sin embargo, al igual que tú, he quedado enganchado a ello.
—Estoy ansioso por oír tu historia.
Todo ocurrió estando yo en la mili cuando el servicio militar era obligatorio, estaba destinado en un cuartel de Valladolid, y allí volvía después de un permiso.
Para no gastar el poco dinero que tenía decidí volver haciendo autoestop.
Un camión me había dejado en una gasolinera a solo unos cincuenta kilómetros de mi destino.
Como tenía mucho tiempo por delante hasta la hora de volver al cuartel decidí entrar al bar a tomar algo.
Me senté en la barra, pedí una cerveza y un bocadillo, un momento después entraron dos hombres, se sentaron a mi lado y pidieron unos cafés y unas copas de coñac.
Me pareció oírles hablar en voz baja, luego el que estaba sentado más cerca de mí me dirigió la palabra.
—Hola soldado.
—Hola.
— ¿Vas a algún sitio?
—Voy a Valladolid.
—Vaya, nosotros también, si quieres te podemos llevar.
—Muchas gracias, pensaba seguir haciendo autoestop, pero si ustedes me llevan me hacen un gran favor.
Terminé con mi bocadillo y pedí la cuenta, pero no me permitieron pagar.
—Sabemos lo mal que se pasa en la mili, es mejor que guardes tu dinero lo necesitaras.
—Gracias, muchas gracias por todo, son ustedes muy amables.
Aquellos dos hombres eran altos, morenos, e iban perfectamente vestidos con sendos trajes y corbata, aparentaban tener el doble de mi edad, unos 40 años aproximadamente.
Tenían aspecto de ser ejecutivos de alguna empresa.
Cuando salimos a la calle y vi el coche me quedé boquiabierto, era un Mercedes enorme, aunque no recuerdo el modelo, era impresionante.
Me invitaron a sentarme en la parte trasera y emprendimos la ruta hacia Valladolid.
Durante el camino me hicieron alguna pregunta para romper el hielo.
— ¿De dónde eres? —Me pregunto el conductor.
—Soy de valencia.
— ¿Cómo te llamas?
—Me llamo Juan.
—Yo soy Iván y él es David, vivimos en Valladolid.
— ¿Tienes novia? —Esta vez fue el copiloto quien lanzo la pregunta.
—Si.
— ¿Y has ido a verla?
—Si.
—Supongo que se folla poco en la mili.
—A no ser con putas, está la cosa difícil.
Entre preguntas y respuestas de ese tipo llegamos a la ciudad.
Eran ya las doce de la noche.
— ¿Quieres que te dejemos en el cuartel?
—No, gracias, prefiero entrar mañana temprano, he pensado pasar la noche en una pensión.
—Tengo una idea, —dijo el conductor, —vamos a mi casa, allí podemos tomar algo y asearnos un poco, después podemos salir de copas un rato.
—La idea me gusta, pero no quiero ser una molestia. —Dije.
—No es molestia alguna, no te preocupes. —Añadió el otro.
Llegamos a un bloque de apartamentos, allí metieron el coche en el sótano y luego el ascensor nos llevó al tercer piso.
Entramos directamente a la cocina, allí uno de ellos saco unas cervezas, las bebimos sin mediar palabra.
Fue Iván quien rompió aquel silencio.
—Vamos a darnos una ducha, —me dijo, —si quieres puedes hacerlo tú después.
—Gracias, me vendrá bien una ducha después del viaje, además llevo ropa limpia en el macuto.
Pasamos al salón principal de la casa, se disculparon, y me dejaron solo.
Llegué rápidamente a la conclusión de que aquellos dos hombres vivían juntos.
Pronto salió Iván del baño, iba ataviado con un albornoz y zapatillas, y a continuación apareció David vestido de forma similar.
Ahora me tocaba a mí, me duché y decidí ponerme la ropa de paisano que llevaba en el macuto.
Era más discreta para salir de copas que la ropa militar.
Cuando volví al salón ambos seguían sentados viendo la televisión, para mi sorpresa aún no se habían cambiado de ropa.
Por lo que decidí sentarme yo también y esperar a que se decidiesen.
Estaban fumando, me ofrecieron un cigarrillo que acepté.
David tomo la palabra.
—Hemos decidido que no vamos a salir esta noche.
—No pasa nada, —dije, —me iré solo, no hay ningún problema, otro día será, si nos volvemos a ver.
—Tu tampoco te vas. —Dijo Iván con voz pausada.
— ¿Por qué, que pasa? —Pregunté sorprendido.
—Porque te vamos a follar. —Respondió con la misma calma.
— ¿Es una broma verdad? —Pregunté riendo, mientras me dirigía hacia la puerta para comprobar que no podía abrirla, estaba cerrada con llave.
A la vez que caí en la cuenta de que no podía irme sin mi ropa militar, la cual estaba en el cuarto de baño.
—Sera mejor que te sientes y escuches. —dijo ahora Iván.
Intentando controlar mis nervios me volví a sentar frente a ellos.
David trajo unos vasos con hielo y una botella de wiski.
—Toma, bebe un poco te vendrá bien. —Me dijo acercándome el vaso.
Bebí un trago, mi mano temblaba, lo necesitaba.
—Pues bien, —continuó, —hemos decidido follarte, en realidad lo decidimos cuando te vimos en aquel bar esta tarde, nos gustaste, eres joven y tienes un cuerpo muy deseable, sobre todo tu culo.
Tienes dos opciones, puedes colaborar y todo saldrá bien, o bien resistirte y serás follado igualmente, pero con más sufrimiento.
Los militares sois presas fáciles, no eres el primero que traemos aquí, y te puedo asegurar que todos han caído. Y algunos han vuelto de forma voluntaria para repetir.
—Creo que os equivocáis, —acerté a decir, —yo no tengo ninguna experiencia en esto, tampoco me gustan los hombres, no vais a disfrutar conmigo, además me da mucho miedo.
—No te preocupes por eso, nosotros sabemos muy bien lo que tenemos que hacer contigo, y recuerda que tú decides si quieres hacerlo más o menos difícil.
En ese momento David se levantó de su asiento, se dirigió hacia una de las puertas que había en el salón y la abrió.
—Ven aquí soldado, entra en la habitación y desnúdate.
Me quedé parado frente a la puerta, aquella habitación estaba en penumbras.
— ¿De verdad es necesario? —Acerté a preguntar con la voz quebrada.
Solo recibí por respuesta un fuerte empujón y caí sobre un colchón que había en el suelo.
Era evidente que aquellos hombres eran muy fuertes, no me convenía llevarles la contraria.
—No se te olvide desnudarte, en un momento estamos contigo. —Y cerró la puerta dejándome a solas con mi terror.
Con desgana me empecé a desnudar mientras mi vista se iba acostumbrando a la luz rojiza que iluminaba la habitación.
Aquel cuarto no era muy grande, tenía solo unos cuatro por tres metros, las paredes parecían estar acolchadas, tal vez para insonorizar aquella estancia.
El único mobiliario que allí había era un colchón con funda de polipiel en el suelo, dos sillas y un pequeño armario. Dejé mi ropa sobre una de las sillas y me senté en la otra.
Me sentía ridículo, allí sentado, desnudo, en el más absoluto silencio.
Me preguntaba cuanto duraría aquello.
¿Soportaría el dolor? ¿Y después, me dejarían ir sin más? ¿Y luego como vivir con aquel recuerdo?
En el fondo estaba deseando que entrasen por aquella puerta y terminar con todo cuanto antes, pero a la vez tenía mucho miedo.
Imaginé el final…
En el mejor de los casos, me veía desnudo sobre aquel colchón, en posición fetal, tal vez sollozando y temblando, con mi cuerpo sucio y dolorido, y ahora abandonado como un juguete roto.
Mientras ellos dos, en pie, me miraban riendo, contemplado su obra.
El ruido del picaporte de la puerta me sobresalto, ya están aquí pensé temblando de miedo.
La puerta se abrió y la luz del salón inundó la habitación, miré hacia la puerta y vi la silueta de aquellos dos hombres, iban desnudos, estaban entrando.
Cerraron la puerta y se quedaron frente a mí sonriendo, de nuevo la estancia quedo iluminada con aquella luz roja, a pesar de ello podía ver perfectamente sus cuerpos.
Ambos eran de similar estura, un metro con ochenta aproximadamente, de complexión fuerte, aunque no estaban gordos. A pesar de las circunstancias tuve que admitir que tampoco eran feos.
No pude evitar que mi vista se posase ahora sobre sus pollas que estaban en reposo, la de Iván se veía de un tamaño similar al mío, pero la de David me dejo helado, le colgaba casi a la altura de medio muslo, y su grosor era descomunal.
—Ponte en pie. —Me dijo Iván.
Obedecí, las piernas me temblaban.
Se acercó a mí y me abrazo por detrás, agarrando con su mano derecha mi polla y mis huevos.
Sentí su aliento en mi nuca.
— ¿Te gusta que te toque la polla?
No dije nada, pero notaba como su polla, apoyada en mi culo, se iba endureciendo por momentos.
—Terminara por gustarte, no lo dudes. —Dijo a la vez que se separaba de mí.
Ahora fue David quien se me acerco y me abrazo por delante.
Sentí como su enorme polla se rozaba con la mía.
Acerco su boca a la mía, pero yo apreté los labios para resistirme al beso.
La palmada de su mano sobre mi nalga sonó como un latigazo, fue mi primer grito de dolor, pero no sería el último de la noche.
—Te dijimos que no te resistieses.
Y su boca volvió a buscar la mía, esta vez la abrí y sentí como su lengua entraba, mientras sus labios oprimían los míos, y el duro vello de su cara me quemaba.
Entre mis muslos sentía como su polla se iba enderezando por momentos hasta tocar mis huevos.
Lo dejé hacer, y aunque no respondí de forma activa al beso no pareció importarle.
Así fue mi primer beso con otro hombre.
Cuando se separó de mí pude ver su enorme polla en erección, no podía creer que pensara meterme aquello por el culo, era imposible, sentí pánico.
Esta vez fue Iván quien me abrazo para besarme, sabía que era inútil resistirme, cuando su lengua entro en mi boca, absorto aun en mis pensamientos, respondí de forma inconsciente a su beso.
—Veo que te vas relajando. —Me dijo al oído al separar su boca. —Déjate llevar, no tengas miedo, y todo irá bien.
Dicho esto, se puso de rodillas ante mí y agarro mi polla con su mano.
—Te la voy a chupar un poco para que te relajes aún más y te vayas calentando.
Aquel hombre era todo un maestro, por un momento olvidé la realidad y sentí como mi polla iba creciendo dentro de su boca, para mi asombro estaba disfrutando con aquello.
Cuando lo consideró oportuno se volvió a poner en pie.
En ese momento me sentí ridículo y confundido.
¿Cómo podía yo estar allí, con la polla dura, frente a unos hombres que me retenían por la fuerza para violarme?
Pero la realidad era que ya no sentía tanto miedo como al principio, tampoco sentía ya ningún asco al contacto de la piel de otro hombre con la mía.
Creo que de alguna manera había aceptado lo inevitable de la situación, tal vez sea eso lo que llaman síndrome de Estocolmo.
Ahora fue el quien me pidió que me pusiese de rodillas, obedecí, pero cuando sentí su glande húmedo rozando mis labios, no pude evitar cerrarlos aún más.
La rudeza de una mano apretando mi mandíbula, me obligo a separarlos, a la vez que con su otra mano guiaba su polla hacia el interior de mi boca, hasta tocar mi garganta.
Por un momento sentí nauseas, luego aflojo la presión y pude sentir el sabor salado de su liquido preseminal sobre mi lengua.
Era la primera vez que tenía una polla en mi boca, me quedé quieto sin saber bien que hacer.
Su voz me saco de dudas.
—Pero haz algo, cabrón, recuerda cómo te lo he hecho yo.
Temiendo nuevas represarías, decidí hacerlo lo mejor posible, sabía muy bien como lo hacían las mujeres, entre ellas mi novia, solo tenía que hacer lo mismo.
Así que se la chupé lo mejor que pude, no era una cosa difícil, me la tragué varias veces, hasta el fondo de mi boca, a la vez que mi lengua no dejaba de jugar con su glande.
—Ahora lo estás haciendo bien, sigue así. Qué bueno, eres toda una puta.
Sus palabras y la tensión de su cuerpo no dejaban lugar a dudas, le estaba gustado.
—Vale, es suficiente. —Dijo empujando mi cabeza hacia atrás de forma violenta. —No quiero correrme aún.
Entre tanto, David había estado a nuestro lado, abrazando y besando a Iván mientras esperaba su turno.
Estaba claro que los me pedían las mismas cosas, uno tras otro.
Tal y como esperaba, tan pronto como salió la primera polla de mi boca, tuve la segunda rozando mis labios.
Pero esta era mucho más grande que la primera.
Esta vez abrí mi boca sin hacerme de rogar, y su enorme glande rojo y húmedo llenó mi boca, tuve que agarrar su polla con mi mano para evitar ahogarme.
Intenté repetir lo mismo que le había hecho a Iván, pero su verga llenaba toda mi cavidad bucal, y no me quedaba espacio para mover bien la lengua.
Opté por sacármela y lamer su glande, para luego volverla a meter en mi boca, bombeando varias veces hasta volverla a sacar.
Cada vez que lamia su capullo toda su polla latía dentro de mi mano, y mi lengua se cubría del líquido viscoso y salado que iba saliendo de él.
Una vez más me sorprendí a mí mismo, aquello me estaba gustando, sentí como mi polla se ponía dura mientras yo me tragaba aquel enorme pene.
—Que bien la chupas cabrón, pero déjalo ya, estoy demasiado caliente, quiero reservarme para lo mejor.
La tensión había secado mi garganta, y tenía mucha sed.
—Por favor necesito beber agua.
—Ve a la cocina, pero vuelve enseguida, no des lugar a que vayamos a buscarte, además no tienes por donde escapar. —Dijo uno de ellos.
—Ya lo sé, vuelvo enseguida.
—No cierres la puerta.
Salí, dejando la puerta entreabierta, en el frigorífico habían botellines de cerveza, por lo que decidí beberme uno.
Al volver oí voces que provenían del interior de la habitación, estaban hablado en voz baja, me acerqué en silencio prestando atención a lo que decían.
—Es cierto, el chaval se está portando muy bien.
—Hemos tenido buen ojo al elegirlo, este es tan maricón como nosotros, pero lo está descubriendo esta noche.
—No soy partidario de hacerlo sufrir en exceso.
— ¿Renuncias a follártelo?
—No he dicho eso, pero habremos de tener algo más de tacto que otras veces, este chico me gusta para repetir con él.
—Sabes que me gusta oírles gritar y suplicar, y no lo hemos traído aquí para hacerle cosquillas en la barriguita.
—El dolor forma parte del morbo, y a mí también me gusta, no lo puedo negar, pero quiero le coja el gusto a tener el culo lleno de polla, y quede enganchado.
—Lo tendré en cuenta, así que será mejor que me lo folle yo primero, de ese modo lo preparo para esta polla de caballo que tienes.
Empujé la puerta y se callaron, estaban acariciándose mutuamente, mientras sus bocas ahora se besaban.
-- Quieren oírme gritar y suplicar, pues les daré ese gusto, si eso me puede facilitar las cosas ,
--pensé.
—Vamos, ponte a cuatro patas sobre el colchón. —Me dijo Iván mientras abría el armario para coger un envase de plástico.
Obedecí.
—Te voy a poner un poco de aceite, eso ayudara a que entre mejor.
Aquel frasco tenía una cánula, me la introdujo por el culo y presionó, sentí el líquido fresco entrando dentro de mí.
A continuación, me metió un dedo y lo estuvo moviendo hacia dentro y hacia fuera, supongo que para lubricar la entrada.
Aquello no me dolió, más bien me recordó mi infancia, cuando me ponían un supositorio.
—Ahora relájate.
Me dijo a la vez que se ponía de rodillas tras de mí.
Inmediatamente sentí la punta de su polla, dura como la piedra, hurgando para abrirse camino entre mis glúteos, buscando la entrada.
Noté como empujaba con fuerza para vencer la resistencia de mi esfínter, y de pronto sentí un dolor tremendo, no tuve que fingir para soltar un alarido y echarme hacia delante para liberarme.
—No por favor no lo soporto, duele mucho, dejad que me vaya, por favor.
Mis palabras y las lágrimas que se me habían escapado eran sinceras, no estaba fingiendo para deleitar sus oídos.
—Ayúdame, sujétalo para que no se vuelva a escapar.
Entonces David se puso de rodillas ante mí, inmovilizando con sus muslos mi cabeza, mientras sus manos sujetaban mi espalda.
—Ahora te la voy a meter muy despacio, veras como dentro de unos momentos no te duele ya casi nada.
De nuevo aquel dolor y de nuevo volví a gritar, pero esta vez no podía escapar.
Seguía gritando y pidiendo clemencia, cuando oí de nuevo su voz.
—Ya la tienes toda dentro, ya has dejado de ser virgen, ahora me voy a estar quieto un momento para que tu culo se relaje. ¿Te duele Mucho?
—Si mucho, mucho.
La verdad es que ya no me dolía tanto como al principio, pero recordé que ellos querían oírme gritar y suplicar.
Ahora se arrancó a bombear dentro de mí, y David me libero del peso sus huevos sobre mi cabeza, poniéndose en pie, de nuevo esperando su turno.
Apoyé los codos sobre el colchón y sujeté mi cabeza con mis manos.
Sus empujones eran tan fuertes que podía sentir los golpes de sus caderas contra mi culo cada vez que me la metía a fondo.
Me volví a sorprender al darme cuenta de que a pesar del dolor que sentía, aquello me estaba gustando, no lo terminaba de comprender.
--¿ Soy maricón y no lo sabía?
--me pregunté.
A pesar de ello seguí quejándome entre dientes mientras Iván gemía de placer, y sus pollazos en mi culo eran cada vez más rápidos y fuertes.
—Que gusto da follarte, eres muy puta, y tienes un culito perfecto… —Estas son solo algunas de las palabras que salían de su boca entre jadeos y gemidos.
—Déjamelo bien a punto. —La voz de David delataba ansiedad por follarme a su vez.
—Te lo estoy dejando perfecto, ya ni le oigo quejarse.
Es verdad le estaba cogiendo el gusto a tener una polla en el culo, y me había olvidado de seguir fingiendo dolor.
— ¡Ya está, ya me voy a correr, yaaaaa! —Sus palabras fueron seguidas de verdaderos alaridos de placer.
Sus últimos empujones dentro de mi fueron de lo más brutal, parando y tensando su cuerpo cada vez que su glande escupía un chorro de semen, que yo sentía quemando dentro de mí.
Tras el último empujón, noté como sus manos, que me habían estado apretando las caderas casi todo el tiempo, se relajaban, y pasaban a acariciar mi espalda.
—Chico, te has portado muy bien.
Ahora me estaban limpiando el culo con papel, pero solo de los restos de leche que había entre mis nalgas la parte más grande quedaba dentro de mí.
Pero no me dejaron que fuese al baño a vaciarme y lavarme, al contrario, me ordenaron que no me moviese.
No dije nada, seguí en la misma postura, con la cabeza llena de pensamientos y de confusión.
Unos golpes sobre mis glúteos me volvieron a la realidad, era David quien estaba sacudiendo su polla para endurecerla.
Sentí un escalofrió al recordar su tamaño, y lo recordaba muy bien de cuando la tuve en mi boca.
—Espero que esta vez no tengamos que sujetarte.
Dijo esto a la vez que sentí como su polla separaba el canal de mi culo buscando mi ano.
—Te lo he dejado bien lubricado y dilatado, no vas a tener problemas para metérsela, además lo está deseando. —Los dos rieron tras aquella afirmación de Iván.
Me sentí mal al oírles hablar de mi en ese tono, pero seguí callado, en ese momento toda mi atención estaba puesta en el momento en que la verga de David empezase a abrirse paso dentro de mi culo.
Y llego el momento, sentí como su mano guiaba su polla hacia la entrada, como empujaba para vencer la poca resistencia que ahora ofrecía mi dilatado esfínter.
El dolor no era tan fuerte como la primera vez, pero tenía la sensación de que me iba a abrir en canal, sentía que algo muy grande estaba separando mis nalgas, tuve realmente miedo a que me hiciese un daño irreparable.
—Me estás haciendo mucho daño, por favor, me vas a desgarrar el culo. —Dije gritando.
Retiro su polla y abrió mi culo con sus manos para inspeccionarlo.
—Tu culo está perfectamente y muy bien dilatado, no te preocupes y disfruta del polvo, tengo experiencia en esto.
Y de nuevo volvió a meterme todo su falo, esta vez hasta el fondo, lo podía sentir llenando mi vientre.
Empezó a moverse, pero lo hacía despacio como para no lastimarme, su polla parecía tocar las paredes de mi barriga cuando lo hacía.
Poco a poco fue creciendo el ritmo de su bombeo al igual que sus jadeos y las palabras casi ininteligibles que salían de su boca.
Perdido el miedo inicial, ahora aquello me estaba gustando, y mi polla se estaba endureciendo por momentos.
Iván que estaba de rodillas a mi lado acariciando mi espalda se percató de ello.
—Vaya, a nuestra putita le está gustando que la follen, se le ha puesto dura.
— ¿Te está gustando? ¿Verdad? ¿Te gusta cómo te follo? —Pregunto David sin dejar de mover todo mi cuerpo con cada uno de sus empujones.
Era inútil seguir fingiendo, el placer y el morbo superaban al dolor, por lo que mis quejidos eran ahora una mezcla de todo ello.
—Sí, ahora parece que me gusta, pero me habéis hecho mucho daño. —Dije entre dientes.
Aquella noche un hombre se había corrido dentro de mí, y el otro estaba ahora disfrutando como un loco con su enorme polla barrenando mis entrañas.
El saberme deseado, me hacía sentirme como una puta, una Lolita, eso me empezaba a gustar.
—Sigue así, sigue, me gusta cómo me follas, nunca lo hubiese imaginado.
Aquellas palabras fueron el detonante para que la polla David estallara, al igual que con Iván, sus últimos pollazos fueron salvajes e incontrolados.
Sentía los latidos de su polla con cada chorro de semen que vertía dentro de mí.
Hasta que su cuerpo se tensó al máximo, para luego relajarse de golpe.
Cuando David retiro su polla, Iván se quedó mirando mi culo.
—Se lo has dejado como una boca de metro, menudo agujero.
Me pusieron una generosa cantidad de papel entre las nalgas y me mandaron al baño.
En el bidet me vacié de toda la leche que quedaba dentro de mí.
Al lavarme comprobé asombrado como podía meter varios dedos en mi culo sin ningún problema, tal era aún la dilatación.
Cuando terminé volví al cuarto para vestirme.
Pero ellos seguían allí, desnudos sobre el colchón, acariciándose.
— ¿Dónde vas?
—Voy a ponerme mi ropa, ya habéis terminado conmigo. ¿No?
—Espera un momento, acércate. —Me pidió David.
—¿Qué quieres?
—Túmbate boca arriba, recuerda que yo no te la he chupado esta noche, te debo una.
Recordé que ellos se habían corrido y yo no, así que, porque iba a negarme a la oferta, ya no tenía nada que perder.
Me habían follado por partida doble y además tenía que admitir que había terminado gustándome.
¿Qué más me podía pasar aquella noche?
Así que me tumbé sobre el colchón, pero ahora ya no sentía ningún miedo, ahora quería gozar y sentir.
David se inclinó sobre mí y sus labios fueron besando mis muslos hasta llegar a mis huevos.
Con su lengua los estuvo lamiendo, para luego seguir con mi polla, la cual estaba aún flácida.
Así que se la metió toda entera en la boca y la fue succionando a la vez que con sus labios tiraba de ella hacia arriba.
Cada vez que se la volvía a meter en la boca, yo sentía como mi verga iba creciendo, al igual que el placer que me trasmitía mi glande.
—Sigue, sigue, me gusta…
Mi voz era calenturienta e iba acompañada de soplidos y gemidos.
Pero unos labios sellaron por unos momentos mi boca, era Iván, inclinado sobre mi cara, me estaba besando con verdadero ardor, respondí a su beso, y nuestras lenguas lucharon por invadir cada una la boca del otro.
Cuando Iván separo sus labios de los míos, David separo su boca de mi polla.
— ¿Qué haces? ¿Por qué paras ahora? ¿Me vas a dejar así? —Pregunté a David.
—No te preocupes, es que no quiero que te corras todavía. ¿No te apetece más follar con uno nosotros?
— ¿Qué te la meta por el culo? ¿Te refieres a eso?
—A mí o a Iván, puedes elegir.
El calentón que yo tenía en ese momento no me permitía pensar con mucha claridad.
Pero la oferta era interesante, nunca antes se la había metido a nadie por el culo, ni siquiera a mi novia, era mi oportunidad de probar algo nuevo, y ver que tenía aquello que tanto gustaba a tantos hombres.
—Me gustaría probar, ¿Pero a quien de los dos elijo?
—A mí mismo, ya estoy preparado.
Era Iván, y ya estaba a cuatro patas sobre el colchón, me acerqué y me puse de rodillas tras él.
—Ya me he puesto yo mismo un poco de lubricante, mi culo es todo tuyo, solo tienes que metérmela.
Agarré mi polla y apoyé mi glande en su ano.
—Vamos empuja sin miedo, no temas hacerme daño, ya estoy acostumbrado y me gusta.
Empujé y mi pene fue entrando sin dificultad, hasta que no quedo nada de polla fuera.
Su boca solo emitió algún quejido ahogado.
Sentir en mi glande el calor de sus entrañas, y como su ano se ajustaba a la base de mi polla, era una sensación muy agradable.
—Ahora dale sin miedo, quiero sentir tu polla, fóllame sin compasión.
Obedecí, me puse a bombear con fuerza dentro de aquel culo caliente, mi primer culo, el del hombre que me había desflorado haciéndome llorar.
Empujando sus hombros le pedí que se inclinarse hacia delante, entonces elevé mis rodillas metiéndole mi falo desde arriba, mi postura era más incómoda, pero de ese modo mi polla parecía entrar aún más, y aquello me daba una gran sensación de dominio sobre aquel hombre.
Inevitablemente, llegó mi momento de correrme, hasta cinco veces mi cuerpo se tensó y sentí como mi polla escupía semen dentro de Iván.
—Así me gusta, vacíate hasta la última gota, quiero sentir todo el calor de tu leche.
Y las cinco veces empujé con violencia, quería que mi leche le llegase lo más adentro posible.
—Ya está, ha sido fantástico. —Dije, faltándome el aliento.
Ahora, se tendió lentamente sobre el colchón, mientras mi polla permanecía dentro de él.
Relajado, seguí tendido sobre el por unos instantes.
Ahora sabia lo bueno que es follarse un culo, y empecé a comprender muchas cosas.
— ¿Te ha gustado? —Me pregunto estando aun debajo de mí.
Dejé rodar mi cuerpo, quedando boca arriba junto a él.
Mi polla cayó muerta sobre mi barriga.
—Sí, ahora sé lo que se siente al follarse otro hombre, pero también sé lo que se siente cuando te follan por la fuerza.
—Si no te hubiésemos obligado, nunca hubieses accedido a dejarte follar, sabemos que es algo ruin por nuestra parte. ¿Nos perdonas? —Dijo David.
—Me resulta difícil pensar con claridad, tengo en mi una mezcla de sensaciones que tengo que analizar, no os odio, pero si siento algo de rencor.
A la vez que tengo que admitir que en general me ha gustado, excepto al principio, cuando lo he pasado tan mal.
Necesitaré unos días para poner en orden mis ideas.
Me levanté y me encaminé hacia el baño para lavarme, los dos me siguieron, y nos lavamos por turnos en el bidet.
—Bueno, voy a vestirme. —Y me dispuse a coger mi ropa militar que estaba colgada allí mismo, en el cuarto de baño.
— ¿Dónde vas a ir a estas horas? Son más de las tres de la mañana. —Me preguntaron.
— ¿A qué hora tienes que estar en el cuartel?
—Tengo hasta las 10 de la mañana para volver.
—Sera mejor que te quedes aquí, hay habitaciones libres, y te vayas por la mañana. No te preocupes no te va a pasar nada.
Acepté, era mejor quedarme allí y al menos dormir un poco.
Me dormí enseguida, estaba muy cansado.
Aún tenía mucho sueño cuando una voz me despertó.
—Juan, son ya las ocho y media, levántate, estamos en la cocina.
Tras asearme y vestirme con la ropa militar, me reuní con ellos, sentados a la mesa, estaban desayunando.
—Buenos días.
—Buenos días. —Respondieron casi a la misma vez.
— ¿Quieres café solo o con leche? —Me pregunto uno de ellos.
—Solo, no quiero más leche de momento.
Fue un pensamiento que se me escapo en voz baja, pero los dos rieron al oírme.
— ¿Cómo te encuentras, te duele algo? —Pregunto David.
—Si te refieres a mi culo, sí, me duele mucho, y el dolor se extiende también por mis nalgas.
—Se te pasara pronto, en unos pocos días. —Dijo el otro.
— ¿Volverás a visitarnos?
—Aún no lo sé, como os dije anoche, tengo que reflexionar sobre lo ocurrido y sobre lo que he sentido, y sobre lo que soy o no soy, aunque tengo algo de miedo a estar a solas conmigo mismo.
—Todos hemos pasado por ahí, —apunto Iván, —todos hemos tenido muchas dudas después de la primera vez, yo mismo sentí asco de mí mismo al darme cuenta de que aquello me gustaba.
Pero al final casi todos repetimos y al final no lo vemos como algo tan malo como dicen los hipócritas que no se atreven a hacerlo.
A todo esto, saco de su cartera unos billetes y alargó la mano para dármelos.
— ¿Qué haces, piensas que soy una puta?
—Es solo para compensar un poco el daño que te hemos hecho, y porque te puede hacer falta.
Eran unas diez mil pesetas, las cogí, no me harían ningún daño.
Tras aquellas palabras llego el momento de la despedida, nos dimos unos besos en las mejillas, y cogí el ascensor.
Salí a la calle de forma sigilosa, mirando hacia los lados para ver si algún conocido me veía salir de allí.
Tenía la impresión de que todas las personas que se cruzaban conmigo sabían de donde venía y lo que había pasado.
Me los imaginaba pensando.
--Vaya otro soldado que ha caído en sus garras, otro al que le han dado porculo, seguro que también le han pagado.
Me veía llegando al cuartel, todos los soldados mirándome, riéndose y cuchicheando entre sí.
Y alguno preguntándome con tono irónico. -- ¿Dónde has pasado la noche? Parece que has dormido poco. ¿Qué te pasa que andas de una forma rara, apretando el culo?
Afortunadamente, al cabo de unos días, la razón volvió a mi cabeza, al igual que dejé de culparme por lo sucedido.
Pronto comprendí que no era un bicho raro, era solo un hombre al que le gustaba el sexo en casi todas sus variantes. Y tenía la ventaja de poder hacer el amor y sentir placer indistintamente con una mujer o con un hombre.
Pasaron a penas quince días, y ya estaba tocando el timbre de aquel apartamento, y volvimos a tener sexo los tres.
Volví varias veces en lo que duró mi servicio militar, y ellos me siguieron ayudando económicamente. Me habían convertido en su putita a domicilio. Y ahora eso me agradaba en lugar de ofenderme.
Y te puedo asegurar que no me arrepiento de nada.
Tras escuchar en silencio la historia de mi amigo mi excitación estaba por las nubes, me había ido creando imagines mentales de su relato, y ahora mi polla estaba a reventar.
— ¿Qué opinas de mi historia? Eres la primera persona en oírla.
—Te demostraré lo que opino.
Me incliné sobre el buscando su boca, y lo besé mientras mi mano acariciaba su polla.
Estábamos de nuevo sobre la alfombra los dos.
Se puso boca arriba separando sus piernas al máximo, entonces le introduje mi polla sin pensarlo por más tiempo.
—Creo que queda claro lo que pienso de tu primera vez. —Dije con voz ardiente.
—No digas más, tu cuerpo habla por sí mismo. —Dijo, a la vez que se acomodaba para que mi polla le entrase más aún.