Desvirgado

Un joven regresa a casa de noche y sorpresivamente es asaltado.

DESVIRGADO

Era la noche víspera del día de la Independencia. Mucha gente caminaba en las calles y una gran muchedumbre esperaba en la Plaza Central los actos tradicionales: La lectura del Acta, el repique de campanas y, por supuesto, el show de fuegos artificiales.

Yo había conseguido que mi madre me diera permiso de asistir, prometiéndole regresar a casa en cuanto terminaran los fuegos artificiales. Las celebraciones concluyeron y me disponía a buscar un taxi, cuando vi uno de esos vehículos estacionado en una esquina y me acerqué a él, solicitando el servicio.

Me hizo una seña y me alegré de encontrar transporte tan rápido. Me subí al asiento delantero, a la par del chofer y le indiqué a dónde debía dirigirse. Encendió el motor y emprendmos el recorrido. Debido a que las calles de mi colonia eran muy estrechas, el taxi no me podía llevar hasta la puerta de mi casa y hube de descender a unas cuadras de distancia y terminar la ruta a pie.

Las calles estaban solitarias a aquella hora. De pronto, sentí algo frío en el cuello. La hoja de un chuchillo lastimaba mi piel. ¡Alguien me estaba asaltando!

  • ¿Qué sucede? -le pregunté.

  • ¡Cierra la boca, mierda! -me dijo.

  • ¿Pero qué...?

  • ¡Calla si no quieres que te mate!

Hice silencio y me condujo debajo de un enorme y muy frondoso arbol. Enseguida él presionó el filo del arma contra mi cuello, me tomó de un brazo e hizo que me arrodillara, al tiempo que me decía:

  • Ahora, ¡chúpamela!

Me quedé de una pieza. Nunca creí que algo así me sucediera: ¡Iban a violarme!

Intenté razonar con él, pero todo fue inútil. Se sacó su verga erecta y me hizo señas de ponerla en mi boca. Quise resistirme, pero el brillo amenazador del puñal, me persuadió. Me acerqué a él y tomé su herramienta con mi mano. Me puso el puñal frente a la cara, al tiempo que ordenaba:

  • ¡Chupa!

Su pene despedía olor a macho en celo y, sin decir más me lo introdujo en la boca y comenzó follarme, provocando que me dieran arcadas. Se percató de ello y empezó a hacerlo más lentamente. Su verga era bastante grande y medianamente gruesa. Tras un par de minutos, aceleró el ritmo, jadeando fuertemente, lo que me indico que estaba a punto de acabar. Casi enseguida, lanzó su primera descarga entre mi boca, sacó su verga y los demás espasmos lanzaron su semen sobre mi pelo y mi cara.

El se retiro de mí y se apoyó en el árbol. Yo me puse de pie y al notarlo, me amenazó nuevamente con el arma.

Me miró y blandiendo el puñal, me obligó a bajarme los pantalones. Contempló mi pene semi erecto y, con una sonrisa malévola, me ordenó ponerme en cuatro patas sobre el césped bajo el árbol.

Enseguida se bajó los pantalones y el calzoncillo y se acercó a mí, por detrás, mientras con su mano libre se masturbaba enérgicamente. Estando ya junto a mí, intentó introducirme un dedo en el culo, lo que me hizo dar un respingo. La situación me tenía alterado de los nervios, pero debo confesar que también me excitaba.

Me echó un salivazo en la abertura del ano y, sin nada que decir, comenzó a metérmelo poco a poco. Al comienzo fue difícil por el grosor de su pene y la virginidad de mi culo. Mi esfinter le oponía resitencia, pero él empujó con fuerza y la cabeza penetró.

Sentí algo de dolor y una sensación de llenura nunca antes experimentada. Echó más saliva y poco a poco, fue metiendo más su verga, y mi culo fue aceptándolo, al tiempo que el dolor que en un comienzo sentí, se fue transformando en placer, tanto, que yo mismo me movía hacia adelante y hacia atrás, logrando que su pene entrara y saliera de manera consecutiva.

Era increíble lo que me estaba sucediendo. Nunca antes me habían poseído y ahora aquel hermoso ejemplar de verga me estaba cabalgando y, lo más sorprendente, me estaba proporcionando placer.

Continuó en su mete-saca por unos diez minutos más y, cuando sintió que se venía, dio un suspiro enorme y me clavó el pene en el culo y tiró todo su semen, en fuertes chorros, hasta el interior de mi intestino.

Para entonces, yo estaba ya sumamente excitado, con mi verga en total erección. Al verlo, él me hizo tenderme boca arriba y comenzó a masturbarme con su mano. Tras unos momentos, engulló mi pene erecto y caliente con su boca y lo lamió con enorme placer de mi parte. No pude soportar más y, en poco tiempo, eyaculé.

Me lamió unos segundos y luego desapareció. Cuando me incorporé, ya no estaba. Sólo pude escuchar, en la oscuridad de la noche, el ruido de sus pisadas que se alejaban velozmente.

Me vestí, miré hacia todos lados y me alejé de allí. Mientras caminaba hacia mi casa, recordaba lo sucedido y ello me provocaba otra erección.

Confieso que yo había tenido relaciones homosexuales anteriormente, pero ésta era la primera vez que me poseían a mí. Sintiendo en el ano algo de molestia, seguí rumbo a casa, pensando en la excusa que le daría a mi madre, por llegar más tarde de lo prometido.

Autor: Amadeo

amadeo727@hotmail.com