¡Desvirgadme, por favor!

¡Eh, oye! ¿Qué es eso de que te desvirguen?

¡Desvirgadme, por favor!

Aunque aún tenía en mi cabeza las extrañas experiencias vividas en la aldea del molino, me confesó Daniel que desde que volví de mi escapada parecía que no me había pasado nada. Almorzamos los dos en la cocina riéndonos y gastándonos bromas de todos los colores. Tomaba Daniel un bocado de carne y me lo daba a comer como un pajarito alimenta a otro. Lo mismo hice yo. De esta forma, acabé comiéndome su filete y él comiéndose el mío.

Aún estábamos riéndonos cuando me pareció oír el móvil.

Dany, cariño – dije - ¿te importa ir a ver quién llama a estas horas? ¡Joder! ¿Es que la gente no duerme la siesta?

Al poco, apareció Daniel haciéndome gestos y diciendo cosas muy raras por teléfono.

¡Toma! – me dijo tapando el micrófono -, es para ti. Fernando. Me parece que está mal.

Tomé el teléfono y le pregunté como si no supiese nada.

¿Qué pasa, mi niño? – le dije - ¿Cómo te va?

Me has abandonado – dijo casi llorando -, te he estado llamando muchos días y no has cogido el teléfono.

¡Ay, mi vida! – le dije -, tienes razón. Debería haberte llamado, pero hemos estado en un sitio perdido en los montes y sin cobertura.

¿De verdad? – continuó - ¿Y por qué no me has llamado desde un fijo?

Mira, bonito – le dije consolándole -, vamos a ir mañana a verte a tu pueblo ¿sabes? Todo está planeado; Daniel y yo. Hoy estamos de descanso porque hemos pasado unos días malísimos. Ya te contaremos. Puedo asegurarte que ha sido una pesadilla. En lo que te doy la razón es en que debería haberte llamado hoy después de la hora de clase.

Estoy de exámenes – me dijo -, pero mañana por la mañana tengo el último. Ya el curso se acaba.

¡Joder, qué bien! – exclamé -, y si tienes buenas notas a descansar.

Sí – dijo en voz más baja -, por eso quería hablar contigo. Tengo unos días de permiso de mis padres y podríamos vernos. Donde tú quieras. Ahí.

No quería hablar de aquello delante de Daniel y le dije:

Mira, Fernando, me parece una buena idea. Yo también necesito un descanso, pero te llamaré a la tarde. Todavía me queda una cosa que hacer y esta semana la tenemos libre.

Pareció ponerse muy contento, pero estaba inseguro: «¿Eso es verdad?».

Pude convencerle de que aún necesitaba cobrar la última gala y de que me tendría a su lado unos días. Incluso me pidió perdón por haber dudado de mí.

¡Vaya! – dijo Daniel guiñándome un ojo - ¿Tendremos movimiento estos días?

Nos pusimos a pelearnos en broma y acabamos follando en la cama.

¡Joder, tío! – me susurró Daniel - ¡Cuánto te he echado de menos estos días y qué susto me has dado! Hagamos un 69, lo necesito.

Y detrás del placer de disfrutar de mi pareja, nos quedamos los dos abrazados y dormidos; y tapados, porque tuvimos que poner el aire acondicionado.

Se iba la luz del día y desperté porque sonaba el timbre de la puerta. Daniel dormía, así que me levanté, me puse mi bata y fui a abrir: «¡Ya voy, ya voy!».

Al abrir me encontré a la vecina casi histérica, hablaba sin parar. Su padre había sufrido un infarto y no tenía a nadie que pudiese quedarse con él en el hospital.

Dígame, señora – le dije - ¿Hay algo que podamos hacer por usted?

¡Mi hijo Ramón! – siguió hablando -. No puedo llevármelo al hospital toda la noche y no quiero que se quede solo en casa. El matrimonio de ahí enfrente no contesta y tengo que irme. ¿Les importaría cuidar de mi hijo? Sé que abuso de su hospitalidad

¿Qué abusa? – le dije -. No señora. No puedo ofrecerme a acompañarla al hospital porque tengo cosas que hacer mañana, pero dígale a Ramón que aquí puede quedarse. Tenemos sitio para él. Yo le daré la cena y el desayuno. No se preocupe y vaya con su padre.

Le he dicho a mi hijo – siguió hablando – que se traiga el saco de dormir y ropas y toallas

¡Mire, señora! – intenté tranquilizarla -, no necesita nada de eso. Hay un sofá cama y toallas de sobra. Que se traiga, si quiere, algo de ropa suya.

Corrí al dormitorio y llamé a Daniel y le conté lo que pasaba.

¡Joder, Tony! – me dijo medio dormido -, que mañana hemos quedado en vernos con Fernando.

Es esta noche – le dije -; sólo esta noche. No podemos hacerle esto a esta señora.

Me miró resignado y me besó.

¡Claro que sí, mi vida! ¡Claro que sí!

Una media hora después, volvieron a llamar a la puerta y salí a abrir. Ramón venía con una bolsa de deporte con algo de ropa y miraba con timidez al suelo.

¡Eh, chaval! – le dije -, que aquí lo vas a pasar muy bien. Entra. Ahora te diremos dónde están las cosas. Mira, ven, esta es la cocina; parecida a la de tu casa, supongo. Aquí está el salón con un sofá que es muy cómodo para dormir. Ven, sígueme. Aquí tienes el cuarto de baño; estas son tus toallas. Entra cuando quieras. Este – empujé la puerta – es el dormitorio nuestro.

¡Joder! – dijo en voz baja - ¡Vaya cama! ¿Ahí dormís los dos?

Sí, pero no te preocupes; el sofá es como una cama y es muy cómoda.

Poco después estábamos cenando. Ramón era muy tímido y le costó trabajo tomar confianza con nosotros. También se le notaba que estaba triste por lo que le había pasado a su abuelo, pero intentamos quitarle importancia y le gastamos algunas bromas.

Le preparé su cama, se desnudó ante mí y comencé a sentirme extraño:

Bueno, chico – le dije -, te dejo. Descansa tranquilo y si necesitas algo ahí estamos.

Me fui al dormitorio un poco asustado y me metí en la cama y abracé a Daniel con todo mi cariño.

O sea – me dijo en voz baja -, que has estado follando con un niño de doce años en un sitio perdido y luego has descubierto que ese niño estaba muerto y ahora tenemos que cuidar de un jovencito de catorce años porque su abuelo está enfermo

Mira, Daniel – le dije preocupado -, no sé qué ha pasado. Ahora sé que ya ha pasado. Dejémoslo ahí. Pero ese chaval que está ahí afuera tiene toda la pinta de que le va el rollo. Ya sabes que no me equivoco.

Pues debe tener unos catorce – dijo -, seguro; como Fernando, supongo.

Mira, no lo sé – le contesté asustado -, pero se ha desnudado delante mía y he tenido que venirme para acá. ¡Está buenísimo! Creo que se quedará dormido muy pronto y yo lo que quiero es follar contigo. Olvídate de historias de niños muertos.

Hmmm – exclamó en voz baja -, te metía la polla hasta más adentro si la tuviese más larga.

Fóllame, Dany, fóllame.

Comenzamos un juego erótico que iba a más. La sábana nos tapaba aún porque el aire acondicionado nos daba de lleno. Puse la luz un poco más tenue y comencé a sentir que el roce de la piel de mi moreno me ponía a mil. Empezaba a sentir la necesidad de darme la vuelta y de que me la clavara incluso haciéndome daño. Lo necesitaba más que nunca, pero, de pronto, en la semioscuridad, oímos una voz:

Oye, perdonadme – era Ramón -, siento interrumpir vuestro descanso, pero la tele no está apagada del todo y hace ruido.

Encendí la luz por instinto y tuvo que vernos abrazados, pero no fue eso lo peor, sino que me destapé y me levanté para apagársela. Estaba completamente en pelotas y empalmado. El chico me miró sin expresión.

¡Oh, lo siento! – le dije -, es que hace mucho calor.

Tomé una toalla de la silla y me tapé, pero al salir al salón, cuando desenchufaba la tele, se acercó el chico a mi oído y me dijo susurrando:

Sois pareja ¿verdad?

No sabía qué decirle, pero era bastante evidente.

Sí, chico – le dije -, pero no te preocupes. Tú tienes tu sitio y tu cama. ¿Te hace sentirte mal esto?

Me miró fijamente y me sonrió.

Nooooo – me dijo -, a mí me gusta pero soy muy tímido.

Pues si quieres – le dije -, nosotros te diremos lo que tienes que hacer para encontrar a un chico de tu edad que piense como tú.

Y… ¿No puedo dormir con vosotros?

Ammmm. Espera, espera – le dije asustado -. Ese chaval que está ahí es mi pareja. No sé qué hacer, la verdad. Si quieres, puedo preguntarle.

Después de tanto tiempo sin estar a solas, pensé que a Daniel no le iba a gustar mucho la idea, pero me asomé a la puerta, dejé caer al suelo la toalla que me cubría y se asomó conmigo Ramón en calzoncillos muy ajustados.

Ehhh, verás, Daniel – hice una pausa -. Ya he apagado la tele, pero Ramón dice que no quiere dormir solo (puse cara de disgusto).

Y ante mi sorpresa, se volvió y se incorporó dejando a la vista casi todo su cuerpo y diciendo:

¿Y vas a dejar al chico ahí afuera solo? ¡Vamos, pasa! Súbete a nuestra cama. Lo que queremos es que estés lo más a gusto posible.

Y con un hilo de voz. Le dijo Ramón a Daniel:

Sé que sois pareja. No quiero interrumpir, pero a mí no me asusta esto. Yo pienso como vosotros. ¡Ojalá tuviese yo pareja!

¡Vamos, vamos! – insistió Daniel - ¿A qué esperas? Si te va el rollo vas a dormir con gente que piensa como tú. Ven aquí. Ponte en medio. Te enseñaremos algunas cosas y ya verás como tu timidez se acaba.

Nos metimos los tres en la cama y nos pusimos de broma a quitarle los calzoncillos al chico. Reía sin parar: «¡Ayyyy, que me violan!»

¡Eh, oye! – dijo de pronto - ¿Qué es eso de que te desvirguen?

Contuvimos la risa por respeto al chico, pero le dijo Daniel muy claramente:

¡Mira, tío!, si no te la han metido nunca, estás virgen. Desvirgarte sería que te la metiera alguien por primera vez ¿comprendes?

Lo miró con interés, pero me dio la sensación de que no se había enterado muy bien, así que tiré con dulzura de su cara hacia mí y le dije:

En otras palabras. Si piensas como nosotros supongo que te gustaría que algún día alguien metiera su… churra en tu culo ¿no? Pues esa primera vez sería desvirgarte.

¿Y quién puede desvirgarme? – preguntó con ingenuidad -, no conozco a otro tío al que le guste esto.

¿Ah, no? – le dijo Daniel muy seguro - ¿Y nosotros qué? ¿Es que no contamos?

¡Joder! – sonrió el chaval mirándonos alternativamente - ¿Vosotros podríais hacerlo aunque no fueseis mi pareja?

Mira, Ramón, cariño – le dijo Daniel cogiéndole la polla -; si tu bonita polla se mete en mi culo me darás un placer único. Pero yo ya estoy desvirgado; ya me la han metido ¿comprendes? Si no te importa que alguno de nosotros te la meta… pues ya estarás desvirgado.

Nos miró muy feliz y comenzó a cogernos las pollas de forma muy rara; no estaba experimentado, claro.

¡Tú decides, guapo! – le dije -. Nadie te obliga a nada. Haz lo que te apetezca.

¡Desvirgarme, por favor! – exclamó -. Quiero estar preparado para esto.

¡Eh, Eh, espera! – le dijo Daniel -; lo más normal es que empecemos por los besos. Eso te pondrá la polla tan linda que tienes mucho más dura. Es que… verás. Hay una cosa que a lo mejor no sabes, porque la primera vez que entra una… churra dentro de ti… duele. Pero luego el placer es… ¡Joder!

¡Besadme, enseñadme, desvirgadme! Quiero saber todo esto. El dolor no me importa.

Sí, sí, chico – le dijo Daniel -, pero me temo que los dos no podemos desvirgarte. Tendrás que elegir quién será el primero en metértela, aunque los dos te ayudemos.

¿Es cuestión de gustos? – preguntó - ¿Puedo elegir? Es que me gustáis los dos.

Mira, Ramón – le dije acercando mi boca a la suya -, aquí nadie se va a molestar porque elijas. Elije con sinceridad.

Pues… - dudaba - ¡Es que me gustaría que lo hicierais los dos!

Siempre hay un «primero» - le dije -; si quieres que lo hagamos entre los dos, podíamos sortear quién será de verdad el primero.

Nos echamos los tres a reír.

¡Verás! – le dijo Daniel entonces -, aquí tengo una baraja de cartas. Tomaremos una al azar para Tony y otra para mí. El que saque el número más alto será el afortunado.

Me gusta eso – dijo Ramón -, pero quiero probar la diferencia.

Eso no es problema, bonito – le acaricié el cuello -, uno te desvirgará y luego podrás probar al otro ¡Cuantas veces quieras!

Barajó Daniel las cartas y sacamos una cada uno. ¡Me tocó! Estaba a punto de desvirgar a un vecino.

Lo pusimos de espaldas a mí y tomó Daniel el tubo de vaselina, se untó los dedos y le dijo:

Esto es para que entre con más suavidad. Te dolerá menos, pero debes saber que tienes que tener el culo relajado como cuando vas a, ya sabes, a cagar. Si aprietas el culo será difícil y te dolerá. Antes de que entre la polla de Tony en tu culo, te voy a hacer un masaje para relajarte. Para eso es la crema.

No dijo nada, sino que sonrió y asintió. Daniel comenzó a darle un masaje con un dedo y ya comenzó a soplar de gusto.

Me di cuenta de que le iba haciendo un masaje circular y de que su dedo comenzaba a entrar un poco.

Esto no duele – dijo Ramón -, sino que da mucho gusto.

Vamos despacio – insistió Daniel -; relájate, relájate

Me pareció que el dedo ya había entrado y que estaba dándole el masaje para relajarle el esfínter, así que aproveché para cogerlo por el pecho y le fui mordisqueando el cuello. Volvió su cabeza hacia mí y comenzamos a besarnos. No lo hacía nada mal. De pronto, reprimió un quejido.

Ramón, bonito – le dijo Daniel -, tienes que relajarte. Déjate llevar. Después te alegrarás.

Me di cuenta de que había comenzado a meter un segundo dedo. Parecía que entraba y el chico lo aguantaba bien. Nosotros seguimos besándonos y Daniel continuó su tarea de relajarlo durante un buen rato.

Mira, Ramón – le dijo -, ahora vamos a empezar lo bueno. Te va a encantar aunque tengas que aguantar un poco, pero agárrate a mi mano y, si te duele demasiado, me la aprietas.

Yo tenía ya la polla dura como la piedra, hasta dolerme, cuando busqué su agujero y puse allí la punta. Daniel lo sujetaba por un lado y yo por detrás.

Levanta la pierna – le dije -, así se abrirá solo un poco más.

Levantó la pierna y comencé a entrar en él. Al poco tiempo, hacía gestos de reprimir algo de dolor, pero no apretaba la mano de Daniel. Yo la sacaba un poco y volvía a empujar con lentitud. Así, fue entrando una buena parte. Lo noté nervioso, tenso, y volví a decirle que se relajara, pero poco después noté que ya había pasado lo malo. Respiraba rápidamente y sudaba, pero sonreía: «¡Duele, pero me encanta!». La moví muy despacio durante un rato hasta que noté que estaba relajado de verdad, entonces, le hice una señal a Daniel y lo agarramos bien en un abrazo doble y nos besamos los tres al mismo tiempo. Era el momento de meter y sacar un poco; sin prisas. Estaba disfrutando; no podía disimularlo.

¡Dame más, dame más! – me decía entre dientes - ¿Ya estoy desvirgado? Dame más.

Ya estás desvirgado, guapo – le dije -, ahora falta tu primer polvo.

También quiero probar a Daniel – decía - ¿Puede ser?

Sí, sí, hombre – le decía Daniel -, primero uno y luego otro.

El climax fue subiendo vertiginosamente. Él mismo abría las piernas más y empujaba hacia mí. Yo ya no podía aguantar más y me corrí.

¡Lo he sentido, lo he notado! – dijo -; ¡te has corrido!

Si, precioso – le dije mientras lo besaba -; ya ha pasado lo peor. Vamos a sacarla ¿Vale?

Sí, sí – dijo -, vosotros sabéis cómo hay que hacerlo.

Fui tirando lentamente de mi polla y él se encogía.

¿Te duele? – le dijo Daniel -. Avisa.

No, no – dijo tembloroso -, no es dolor sino una sensación nueva.

Por fin, salió mi polla entera y suspiró con un quejido suave y besándonos a los dos descontrolado.

Fui al baño a lavarme un poco y, cuando volví, estaba vuelto hacia el otro lado y Daniel le preparaba para follárselo él.

Quiero sentiros a los dos – me dijo -, quiero saber si es distinto.

¡Hombre, Ramón! – le dije -, siempre varía un poco, pero desde ahora te será cada vez más fácil. Relájate, que vienen curvas.

Comenzaba Daniel a penetrarlo y me fui hacia los pies de la cama. Ramón había levantado la pierna y tiraba de la nalga de Daniel. Cogí su preciosa polla y comencé a hacerle una mamada. Puso sus manos inmediatamente sobre mi cabeza.

¡Ay, ay – exclamó -, no sé si voy a poder aguantar tanto gusto…!

Disfruta, bonito – le susurraba Daniel -, la mía ya la tienes dentro y voy a darte un masaje. Tony te lo dará al mismo tiempo por fuera.

¡Esto no es una paja! – dijo -, os voy a necesitar.

Nosotros nos tenemos y nos amamos – le dijo Daniel -, pero no te vamos a hacer ascos. Estás muy bueno. Ven cuando quieras y estemos aquí ¿Vale?

¡Ajjj, no aguanto nada! – dijo apurado -, voy a correrme demasiado pronto.

Te equivocas - me tiraba de los cabellos -, córrete, no aguantes. Es mejor. Hay más, esto no se acaba.

No podía reprimir sus quejidos de placer hasta que noté sus cálidos golpes de chorros de leche en mi boca y se fue relajando a poco. Daniel la sacó despacio.

¡Ea, Ramoncito! – le dije -, ya estás desvirgado. ¿Te ha gustado?

Ufffff. Qué gustazo – exclamó – y yo matándome a pajas en mi casa.

Pues esperaremos un poco – le dije -, que te falta probarlo tú. Te diremos cómo tienes que hacerlo.

Pero estábamos tan cansados que nos quedamos dormidos y abrazados. De pronto, me desperté y noté que la cama se movía. Me volví despacio a ver qué pasaba. Ramón se estaba follando a Daniel.