Desvirgada

Hazme el amor Papá.

DESVIRGADA

-Hazme el amor Papá.

-Eli ¿¿pero que dices??.

-Que me hagas el amor. Quiero que me ames y te metas dentro de mí.

-Por dios hija. ¡¡No digas locuras!!. Olvida eso de inmediato.

-No Papá. Ya hace mucho que me he convertido en una jovencita. Además, soy virgen y no he querido hacerlo con ningún chico porqué esperaba que tú fueras el primero. Venga, hagámoslo.

-¡¡No!!. Pero dios santo, ¿qué barbaridades dices?. Que yo soy tu padre y eso es un delito. Ahora me voy a mi despacho a trabajar y no quiero hablar más de esto.

Se fue entre sorprendido y enfadado, pero ella no iba a darse por vencida. Llevaba ya mucho tiempo anhelando ese deseado momento de su primera vez. No hacía ni media hora que su madre había marchado a su reunión de amigas de todos los martes y aun le quedaban cinco horas por delante para convencerlo. Su corazón palpitaba con fuerza mientras su deseo crecía sin parar. Rauda salió del salón comedor al despacho, que estaba junto a la habitación de sus padres, para estar junto a él.

-¿Estás enfadado conmigo Papá?.

-Un poco cariño. Tienes que entender que eso es inmoral. Somos padre e hija y no podemos hacerlo. Es…es un crimen-dijo, intentando convencerla-.

-¿Pero que tiene de malo Papá?. Tú eres un hombre, yo casi una mujer, y nos queremos mucho, ¿por qué tú me quieres, verdad?.

-Sí Eli, te quiero muchísimo, pero no voy a violarte.

-No vas a violarme Papá, porqué yo te consiento que lo hagas. Solo haremos el amor como si fuésemos novios, o como un matrimonio en su primera noche de bodas.

-¡¡¡Que no!!!. Eres una menor y eres mi hija. No pienso hacer…eso-dijo, en un estado de confusión que le impedía decir claramente lo que su hija quería de él-.

Ella no supo que responder. Se quedó meditando en silencio, sentada enfrente de él, que intentaba torpemente escribir un documento en su ordenador. Eli se fijó en el tembleque de manos de él, y comenzó a pensar que una parte de él también lo deseaba. Aquello hizo que pensara rápidamente en algo para insistir.

-Papá….

-Dime.

-¿Puedo preguntarte algo?.

-Sí, ¿qué pasa?.

-¿Mamá y tú disfrutáis mucho cuando lo hacéis?.

Él quedó desconcertado por la naturalidad y soltura de la pregunta. Su mente tardó un poco recomponerse a la situación.

-No te enfades Papá-se excusó-, es solo curiosidad. Dime, ¿disfrutáis mucho?.

-Pues sí Eli, porqué a sus 37 años tu madre es una mujer que está más buena que una chica de 25 y tiene un cuerpo muy apetecible. Me hace gozar mucho cuando tenemos relaciones y yo la hago gozar a ella, pero deja ya el tema por favor

-¿Y no crees que yo, a mis 18 años, podría hacerte gozar con mi cuerpo de yogurina mucho más que Mamá?. Ningún chico jamás ha recorrido estas curvas de infarto ni probado estos labios de fresa. Aún no me he besado con nadie.

Ricardo se giró al oír aquello. Se quedó mirando a su hija y luego se fue, encerrándose en el cuarto de invitados para no verla. A lo largo de hora y media ella siguió insistiendo, siguiéndole por toda la casa, él hasta acabar en el salón comedor, frente a frente.

-Eli por lo que más quieras, ¡¡basta!!. ¿Sabes cuanto tardaré en olvidar esto?. No quiero hacer nada de eso contigo, ¿pero es que no ves que eso está mal?...

-Papá llevas repitiendo eso toda la tarde. ¿Por qué está tan mal, a ver?. Dímelo Papá, ¿por qué tiene que estar tan mal?.

-Precisamente porqué soy tu padre. Es insano Eli. Es incesto. Y eso es un delito.

-No lo es Papá. Solo es una regla estúpida. Esto lleva existiendo casi desde el principio del mundo, lo comprobé, y no tiene nada de raro. Yo te quiero, y quiero hacer el amor contigo.

-Una vez más no, tesoro mío. Ya verás como pronto conocerás a un chico y querrás hacerlo con él en lugar de conmigo y todo esto será un mal recuerdo.

Él se fue a la ventana a intentar olvidar, mientras ella, no lejos del umbral de la puerta, le observaba de lejos. Le deseaba tanto que su mente ardía en deseos de verse desgarrada a mordiscos, de que sus varoniles manos recorrieran su cuerpo. Sus ojos casi estaban a punto de llorar de la necesidad que sentía por él. Desesperada, recurrió al último recurso, y comenzó a quitarse la ropa allí mismo.

-Papá.

-Qué

Al girarse, vio que ella estaba desnuda frente a él. Para ella era la situación más erótica de toda su vida: desnuda frente al hombre que más quería. Su corazón palpitaba con tanta fuerza que parecía salírsele del pecho, su respiración iba a toda velocidad y su pecho se movía rápidamente al respirar, mientras un enorme tembleque de nervios y excitación la recorría de parte de parte. Él quedó mudo, mientras ella le devolvía la mirada desafiante, y comenzó a hablar al tiempo que intentaba mantener la mirada fija en él para ver la reacción de su padre. Era la última idea que le quedaba por hacer.

-Mírame Papá. Puede que Mamá esté muy buena, ¿pero a que ella no tiene un sedoso y largo pelo rojizo que vuelve locos a los chicos con solo olerlo?, ¿a que no tiene unos ojos verde esmeralda que brillan como gemas de verdad?. Y Mamá tampoco tiene unos pechos duros como cabeza de misil siempre firmes que son la envidia de todas mis amigas y vecinas del barrio, ni unos pezones sonrosados y dulces como un pirulí de fresa, sin mencionar mi vientre liso y bien torneado que cuando lo enseño los sábados por la noche los chicos se lanzan para acariciarlo, ni tampoco mis piernas tersas y firmes que con una buena falda rompo todas las cremalleras en clase. Y mira Papá-dijo, poniéndose de perfil-….¿crees que Mamá tienes un culo como éste, tan respingón que en la discoteca siempre me lo están sobando porqué es como un imán que atrae las manos ajenas, ó unos labios como éstos que son pura lujuria y que hacen unas felaciones que son capaces de dejar a un hombre casi en coma?. Por no mencionar mis delicadas manos que pueden masturbar a una persona y hacerla llorar de placer(tanto hombre como mujer), mis pies que al caminar parece que ando entre nubes, y sobre todo, ¿tiene Mamá un coñito como el mío, aún por desvirgar, sonrosado y tierno, que se humedece con solo tocarlo un poco y con esta pequeña mata de pelo que invita al pecado?. Tampoco me olvido de que yo tengo 18 años, 20 menos que Mamá, y que todo mi cuerpo es suave y firme(más aún que el de ella), sin una sola arruga ó lunar, y destila olor a sensualidad por todas partes pidiendo ser satisfecho como nunca lo ha sido.

Mientras Eli hablaba elogios de su cuerpo lo recorría con sus manos y se contoneaba casi diabólicamente. Él estaba inmerso en una lucha interna, atrapado entre la ética de que era su propia hija, y el deseo de ver a una mujer ofreciéndose de pleno a él. Una tormenta caótica de sentimientos y pasiones se desataban mientras ella se acariciaba para provocarle y que cediera a sus más bajos instintos.

-¿Qué-tragó saliva debido a sus nervios-…qué has dicho sobre felaciones?.

-Sí Papá. Puede que nunca me haya besado con un chico, pero soy una maestra en el arte de mamar la verga, una verdadera cerdita chupapollas. Y me encanta tragarme todo el semen. Y con mis amigas, a algunas de ellas las hacía llorar de gusto cuando gozaban de mi boca entre sus piernas. Lo hice para ganar experiencia, para saber como hacerlo, para hacértelo a ti Papá.

Un escalofrío le corrió la espalda al oír semejante confesión. Sus manos estaban pegadas a sus piernas, indecisas entre lanzarse a por ella y quedarse inmóviles. Eli se sentía plena, confesando sus intimidades, esperando una señal, algo, que le dijera si lo iba a convencer o no. Esperó allí, hasta que vio como él se relamía los labios. Aquello fue como una visión divina, y su confirmación: él lo deseaba, la deseaba, la amaba.

-Vamos Papá. No pasa nada. Ven por mí....Hazme el amor Papá…Desnúdate

Más por acto reflejo que por voluntad propia, Ricardo comenzó a desnudarse ante ella hasta dejar toda la ropa en el suelo. Ella quedó en éxtasis admirando el cuerpo desnudo de su padre: de 1’77 de alto(igual que ella), con ese pelo castaño claro ladeado que le apasionaba, sus ojos castaños fijos en ella, su boca entreabierta de deseo, su pecho fornido y con un pelaje más que decente, su estómago bien duro y firme, y al ver su miembro…¡¡¡que tranca asomó tras quitarse sus shorts!!!. Debía tener 24 centímetros de largo por unos cinco de ancho, totalmente erguida desafiando la gravedad y señalándola directamente. Según la vio a ella le pareció que ya la tenía en la boca, en sus manos, en sus entrañas, en todo su cuerpo. Poco a poco caminó hasta él y le abrazó. Sentir aquel cipote duro entre sus piernas la hizo exhalar un gemido de placer.

-Te quiero Papá.

-¿Dónde quieres que lo hagamos Eli?, ¿en el sofá o en la cama?.

-Donde tú quieras Papá.

-Entonces vamos a tu cama. Ven que te lleve.

La cargó en sus brazos mientras ella se dejaba hacer, sintiéndose la mujer más feliz de la tierra. Al llegar a su cuarto, le echó con delicadeza sobre la cama y luego descorrió la colcha. Se echó a su lado, acarició su cara, y sus labios se tocaron. Húmedo, intenso, libertino, prohibido y abrasador, ese primer beso fue una liberación para ella, la consumación de su deseo por su padre. Sus lenguas jugaban a pelearse dentro de sus bocas en una pugna deliciosa. Sus manos iban locas explorándose mutuamente, y envidioso de lo que ella había contado, se lanzó a saborear los pechos de su hija. Comenzó a mamar de ellos como un bebé de su madre, y no exageraba: eran dulces y jugosos, y su color sonrosado los hacía apetecibles como dulces de gelatina de fresa. Él mamaba, chupaba, lamía, iba de un pezón a otro, los estrujaba, sentía su suavidad al tiempo que los acogía perfectamente en sus manos. Cada jadeo o gemido de su hija le incentivaba a seguir. "Dios que cuerpo, y yo me lo he estado perdiendo", pensó, "que estúpido he sido por no disfrutarlo antes". Ella no podía estar más mimosa y contenta, dejándose hacer por él. Su cuerpo entero se rendía a sus caprichos.

-Mmmmm mmmmmm mmmmmmmmm…Eli que tetas tienes…no alardeabas cuando hablabas de ellas…¿y nunca nadie te las tocó ni probó?.

-Mmmmmm aaahhhhh aaahh….no Papá…solo las pudieron ver…pero no tocar…no quise que lo hicieran…debían ser para ti…solo para ti…aaaaah mmmmm

-Que pezones más ricos…mmmm mmmmmmm…me vuelven loco…que rico que saben…que guapa eres Eli…te quiero…te quiero muchísimo

-Yo también a ti Papá…te amo…no te pares…mmmmmm que bien

Las manos de Eli iban buscando esa enorme tranca que tanto deseaba. Al sentirla le cogió con fuerza y se excitó aún más. Ardía entre sus dedos de pura pasión como una barra al rojo vivo recién salida de un horno. Ricardo gemía y jadeaba dejándose llevar por las caricias que su pequeña le prodigaba. Nunca la había visto tan radiante y hermosa, allí desnuda a sus pies dejándose mimar.

-Vamos dulzura mía, demuéstrame si es verdad que eres tan buena. Quiero que esta boquita tan dulce se trague toda mi herramienta y que tu lengua la saboreé como si fuera tu golosina favorita.

Se acercó un poco a la cabecera de la cama para apoyar las manos en la pared y así quedar más cerca de su preciosa hija. Ella vio como aquel ariete visigodo se acercaba a su cara y con su mano palmeó el pesado instrumento: aunque ya había visto muchas en su vida, aquella la excitaba de un modo terrible. Sus ojos no podían apartarse de ella. Abrió la boca y exhaló su cálido aliento sobre la polla de su padre, haciendo que éste cerrara los ojos y sintiera ese calor por todo su cuerpo. Se la meneó un poco para ponerlo totalmente a tono y que perdiera la noción de la realidad, y en ese momento en que le miró y vio el deseo de él, se la metió de un golpe en la boca, hasta la campanilla. Se quedó un momento así, probando su sabor, para luego comenzar a menear la cabeza adelante y atrás. Su corazón volvía a latir con fuerza de la excitación y su mente ardía en imágenes depravadas. Comenzó a mamarla tan fuerte que él pensó que le iba a quitar la vida. Apretó los dientes y cerró los ojos intentando aguantar, pero con cada chupetón parecía que le quitaba todas las fuerzas de su cuerpo. Nunca en toda su vida se la habían mamado de ese modo, ni tan siquiera su mujer. Llevó una mano a la nuca de su hija para ayudarla y se agachó un poco para acercársela más.

-¡¡OOOOOHHH-gimió muy ronco apretando los dientes-!! ¡¡OOOOOOHH!! ¡¡OOHHHH!! ¡¡OOOOOOOHHHH!! ¡¡OOOOOOOOHHHHH!!...Dios mío no tan fuerte…Eli que me matas, me mataaaaaaaaas…¡¡UUAAAAAAAARRRRGGGGHH!! ¡¡OOOOOOHH!!...no pares…sigue mamando sigue mamando…QUE BIEN LA MAMAS HIJA MÍA…QUE BUENA ERES….

-Ya te lo dije Papá-dijo, haciendo un descanso-…Soy una limpiasables como no hay…soy una guarra, una puta barata…emputéceme Papá…envíciame

-Pues sigue mamando…no nos enfriemos

Dicho y hecho Eli se puso a la labor y siguió mamando y mamando la tranca con la que tantas veces había soñado. Durante un tiempo que a ambos se les hizo eterno ella disfrutó de la mejor mamada que había dado nunca hasta que Ricardo la instó a detenerse. Eli frenó en seco, se acomodó en la cama a su orden y abrió cuanto pudo sus piernas hasta quedar en un ángulo de casi 180 grados para que él se la disfrutara. Su padre puso su cara justo delante de la vulva de ella y la observó detenidamente, con una obsesiva fascinación: unos labios delicadamente perfilados y rosados, bien cerrados todavía y coronados por una rojiza mata y un clítoris que si bien no se desmarcaba ya se encargaría él de hacerlo. Al oler el coñito de su hija perdió el sentido y comenzó a lamerla con glotonería. De arriba abajo y de abajo arriba, probaba los jugos que ella misma quería darle. No tardó mucho en humedecerse mientras sus esfuerzos iban consiguiendo que ella fuera abriéndose poco a poco. Sintió dos manos en su nuca y miró a la cara de Eli, la viva expresión del placer. Siguió mimándola con total devoción al tiempo que oía los gemidos y murmullos guturales que salían de su hijita: "Mmmmm mmmmm mmmmmmm…así Papá…lámeme bien…mmmmmmm que bueno eres Papi…sigue lamiendo…mmmmmmmm como me gustaaaaa…". Ese y otros comentarios hacían que él no pudiera detenerse. Su lengua comenzó a hacer círculos alrededor de sus labios vaginales y probó una pequeña incursión dentro de ella. El resultado fue inmediato: un gran gemido de placer inundó el dormitorio. La fue penetrando con la lengua hasta tenerla casi chorreando de placer. En ese punto, él la miró fijamente se preparó para penetrarla. Con su mano guió su polla hasta la entrada, y justo cuando iba a entrar ella le detuvo y le quedó mirando, con los ojos brillando, abiertos como platos.

-¿Me dolerá, Papi?.

Aquella inocencia, tan dulce, tan infantil, y aquella pregunta, hecha con aquella vocecita tan tierna, cruzó y quemó la mente de Ricardo. Jamás la había visto así y nunca olvidaría ese momento, pasara lo que pasara.

-Sí amor mío, dolerá-y besó su frente-, pero solo al principio, cuando entre, y luego ya nunca más dolerá.

Ella le miró dulcemente, asintiendo. Por instinto se tensó mientras él comenzaba a penetrarla. Los primeros centímetros se abrieron paso en aquella cavidad y se detuvieron al sentir el himen: esa tela, débil e intacta, que aún hacía de ella una niña. Ricardo paró un segundo, y luego invadió violentamente el resto de su vulva. Con rapidez besó a Eli para evitar que gritara. Ella quería apartarlo, sacárselo de encima del dolor que sentía, acompañado con un pequeño burbujeo debido al sangrado natural de haber perdido la virginidad. Ambos se retorcían en todas direcciones mientras Ricardo sentía el calor de ella al tiempo que sus lenguas luchaban sin control, en un forcejeo que duró unos instantes eternos para ella debido al dolor. Para él era increíble: jamás hubo entrado en un coño tan apretado, que estrujaba su polla milímetro a milímetro de una manera terriblemente excitante. Aún temiendo que ella pudiera morderle, la seguía besando para evitar unos gritos que alertarían a sus vecinos de abajo(suerte tenían de vivir en un último piso, así no tenían vecinos por encima de ellos). En un último y fortísimo espasmo, Eli arqueó su espalda tanto como pudo, doblando todo el espinazo, y se derrumbó en la cama, exhausta de luchar. Dejaron de besarse para tomar algo de aire, y con el miembro ya introducido y adaptada su vulva al tamaño de aquel intruso, empezó el suave y delicioso mete y saca dentro de ella, que se agarraba con fuerza comenzando a gozar de la experiencia. Con cada embatida salían de su boca varios gemidos de placer que confirmaban lo que él esperaba: Eli ya lo estaba disfrutando. Satisfecho de sí mismo siguió trabajándosela en un bombeo incesante y continuo de pura lujuria desatada en la que su pequeña ya participaba con fuertes besos y las uñas clavadas en su espalda para tenerle muy aferrado. La pija de su padre la perforaba con un amor incomparable, indescriptible. Los gemidos de ambos resonaban por toda la habitación encendiendo más las bajas pasiones. Como una oleada, varias oleadas, ambos sintieron la llegada del ansiado orgasmo que les iba a transportar al séptimo cielo. Acompasando las acometidas con un impulso y alocado frenesí ambos gozaron de su amor para acabar derrumbados, abrazados el uno al otro, sin siquiera hablar. Se dejaban arrastrar por el momento, jugando a entrelazar sus dedos como enamorados, en un silencio tierno y precioso, que sólo se rompió casi diez minutos después.

-Te amo Papá. Te amo con todo mi corazón.

-Yo también mi amor. Te quiero muchísimo.

-Gracias por hacerme callar para que no gritara. Me dolió pero ya ha pasado.

-Me alegro vida mía. Ahora deja que vaya a comer algo a la cocina.

-¡¡NOOO!!. No te salgas de mí Papá. No te vayas-dijo agarrándole con fuerza-.

Eli se negaba a dejar marchar aquella barra de carne de sus entrañas. Era visceral y hermoso a la vez, porqué se sentía completa, realizada. Sin vacilar preguntó "¿Repetimos?", y la respuesta llegó sin palabras, volviendo él a montarla, ésta vez sobre su regazo para ensartarla hasta lo más profundo de su vulva. La cogió de las nalgas y la meneó en su bamboleo amatorio hasta volver a estallar en un segundo orgasmo más intenso que el anterior. Agotados y anegados en sudor, Ricardo se echó boca arriba con ella sobre su pecho. Eli solo gozaba y gozaba sin límites. Respiraban con fuerza, dando fuertes jadeos, recuperando poco a poco las fuerzas que habían perdido. Ella giró la cabeza y aún con ella sobre el pecho de su padre le miró fijamente.

-Papá

-Que.

-¿Estás muy cansado?.

-Bastante, ¿por qué?.

-Quería que me desvirgaras.

-Pero si ya lo he hecho.

-Sí, pero yo decía por atrás.

Él la miró y abrió los ojos de la sorpresa. Enseguida supo lo que quería decir, pero no conseguía saber porqué.

-¿Quieres que te desvirgue tu ano?. Te dolerá mucho más que tu conejito.

-Pero disfrutaré mucho más, ¿verdad?. Venga Papá, dame por el culo.

Con torpeza, ella se puso sobre la cama a cuatro patas, bien sujeta a la cabecera de la cama. En pocos segundos su padre se incorporó y se puso detrás de ella listo para ensartarla en su pequeño ano. Parecía imposible que algo tan grande entrara en algo tan pequeño. "En cuanto pueda la meteré de golpe nenita" le dijo a ella, que asintió mientras temblaba por todo su cuerpecito. La verga, por tamaño, costaba de meter en tan estrecho orificio, pero constantes esfuerzos hicieron que pudiera entrar la cabeza, y tal como dijo, una vez entró lo primero, la penetró de golpe del todo. Un ronco grito emergió de Eli hasta dejarla casi afónica. Como la otra vez, quedaron quietos para que su culito se acomodara a su amante taladro. Una vez adaptado, con mucho más cuidado y mimo, comenzó a desvirgarla analmente, descubriéndose nuevos placeres que ninguno había experimentado jamás. Eli sentía la magna tranca de Ricardo rozando las paredes de su culito mientras él se deleitaba de aquella cavidad que lo acogía sin reservas. Acariciando y agarrando los perfectos pechos de su hija, comenzó a cepillársela con rapidez y lujuria sin que hubiera quejas: Eli quería que fuera así, y mientras la culeaba jugaba con sus tetas y sus pezones ya erectos de placer, acariciándolos, moviéndolos, tocándolos para escuchar como su niña jadeaba enloquecida de gusto. Nuevamente y en estertores potentes y bruscos ambos gozaron a la vez, gritando al unísono en el momento en que él descargo su leche dentro de su culito desvirgado. Dolorida, sudorosa, pero feliz, Eli cayó a la cama en un estado de total cansancio. Él la siguió casi a la vez, y por espacio de una hora no se movieron, incapaces incluso de caminar. Cuando recuperaron algo las fuerzas, vieron el reloj y supieron que les quedaba poco tiempo para que la tercera inquilina de la casa volviera. No hubo tiempo que perder: cogieron las ensangrentadas sábanas y las pusieron a lavar mientras que ponían las nuevas, para luego ir a ducharse, quitarse el sudor y eliminar las huellas de lo sucedido aunque para Eli fue una tortura debido a dolor de todo su cuerpo. A los veinte minutos de normalidad, la puerta se abrió y Ricardo esperaba en el pasillo.

-Hola mi amor.

-Hola maridito mío-se saludaron para besarse luego-. ¿Qué tal por aquí?.

-Bien. Eli y yo hemos jugado un poco al Trivial, al Scrabble, luego nos duchamos uno detrás de otro porqué sudábamos mucho, y ella se ha dormido. Aún está reposando. ¿Tú estás bien?.

-De maravilla. He pasado una tarde genial. He estado con las amigas y me dio tiempo a ir al cine. Solo quiero ducharme y recostarme en el sofá para ver la TV.

Después de aquello, la noche fue de lo normal: cenar y luego algo de TV antes de dormir, pero Eli no podía. El recuerdo de aquello ardía en su memoria, en su cuerpo, en todo su ser. No paraba de recordarlo una y otra vez, y no para de moverse de lado a lado de la cama. Intentando conciliar el sueño, vio que su madre se levantó y cruzaba por delante de su habitación rumbo a ver la TV. No era raro pues su madre solía hacerlo alguna que otra noche, y sabiendo que se pasaba una hora o más viéndola, rápidamente volvió con su padre, se metió en la cama y le despertó de un fuerte beso en los labios.

-Mamá se ha ido a ver la TV. Tenemos una hora.

-Entonces no perdamos tiempo. Quítate eso que quiero verte desnuda.

Ricardo se sentó sobre la cama y Eli se sentó sobre él. En un abrir y cerrar de ojos ya estaban desnudos y él mamaba de sus pechos como poseído, excitándola para volver a penetrarla en cuanto fuera posible.

-Así que es cierto.

Ricardo se paralizó al oírlo: desde el umbral de la puerta vio a Eva, a su mujer, con la mano apoyada en el marco de la puerta, sabiendo que les había descubierto. Él se sentía morir, pero Eli le miró y le dio un beso. Luego alargó la mano para invitar a su madre a que fuera con ellos. Al hacerlo besó a su marido y luego a Eli, un beso en los labios con lengua incluida que dejo a Ricardo con la boca abierta.

-Hace ya dos años que nuestra hija andaba como loca de deseos por ti Ricardo. Sé que debí enfadarme y hacerla cambiar de idea pero no pude, y con el tiempo sentí mucha compasión por ella, de modo que la acariciaba y consolaba, sin llegar nunca a desvirgarla, a fin de aplacar sus ansias, pero últimamente era casi a diario y ambas acordamos que yo me iría esta tarde y ella te seduciría. No te enfades amor mío. No pasa nada-y le besó-. Ahora todo está bien.

-Te amo Papá. No te enfades por el engaño, era necesario para poder tenerte.

-Sois un par de tramposas-dijo con risa irónica-. Por poco me provocas un infarto cuando te vi aparecer en la puerta. Nunca se me hubiera ocurrido que lo tuvierais planeado par de golfas, que sois unas golfas. No puedo creerme que haya caído en esto.

-Sí, pero al final caíste-dijo Eva-, y nos alegramos por ello.

-¿Cómo sabías que ella y yo nos habíamos acostado?.

-Ay maridito, que fácil fue-dijo airada-. Al decir lo de la ducha me diste una pista, pero fue el ir al baño a por mi crema para las manos lo que me dio la clave: Eli y yo habíamos acordado que me dejaría las sábanas manchadas de sangre un poco a la vista para que yo las encontrara. Era su forma de decirme si al final había pasado.

-Y ha pasado Mamá-dijo Eli radiante de felicidad-. Os quiero muchísimo.

Los tres, como una unidad perfecta, en paz, armonía y amor, se fundieron en un abrazo, sintiéndose plenos. Ahora la familia estaba más feliz que nunca.

-¿Puedo dormir con vosotros Papá?.

-Ahora siempre dormirás con nosotros tesoro. Siempre-respondió él-.

-Sí mi reina-añadió su madre-. Y dormirás entre nosotros para que te amemos. Ya verás que bien lo pasaremos los tres: padre, madre…e hija.

-Pues pasémoslo bien ahora, ¿vale-preguntó Eli-?.

-Vale amor mío-dijo Ricardo-.

-Vale-añadió Eva-.

-Entonces házmelo

-¿Hacerte qué-volvió a preguntar él-?.

-Hazme el amor Papá