Destrucción de una familia 4

Nuevos sádicos vienen y el calvario de las mujeres no acaba.

Capítulo 4 – Un domingo eterno

-Parece que ya todos nos hemos echado un polvo al menos, y tu cuñadito ahí atado, solo, abandonado, solo recibió un par de mamadas de tus hijitas. –prosiguió explicando el odioso sujeto. – Andá y hacele unos cariños… seguro que te tiene ganas… jajaja. O vos a él, porque bien putita me parece que sos… jajajaaj.

-No no… otra… vez… no por favor… - sollozó desconsolada Eleanor.

-Andá carajo!!!! –gritó él dando un golpe a la mesa. –Andá a hacer lo que te digo sino querés que clave a tu hijita a la mesa de las manos y le rompa bien roto el culo como hice con tu hermana!!!!!

Allá fue la señora hipando y sollozando a desempeñar su ingrata tarea para salvar el culo de su hija.

No más la vio acercarse desnuda y llorando, a Antonio le volvió a crecer la pija que ya estaba en reposo. Con su cabeza hacia un gesto negativo pero sus ojos le brillaban de emoción por lo que iba a pasar. El admiraba a su cuñada y trataba de espiarla cuando podía, cada vez que iban a la playa o a la piscina después se tenía que hacer unas pajas monumentales. Le hubiera gustado poder cogérsela en algún momento y el destino se la sirvió en bandeja cuando menos lo esperaba. Poco le importaba que su propia esposa estuviera en el lugar y con el culo roto y violada más de una vez, todo delante de él, todo eso se borró de su mente cuando escuchó al jefe dar la orden y ver acercarse a su temblorosa cuñada.

A todo esto los malviviente seguían comiendo y bebiendo, llenándose la sangre de alcohol, sumado a la coca que ya tenían dentro no auguraban un futuro muy feliz para las pobres mujeres.

Karina y Maite se encontraban en el sofá a un par de metros solamente de donde su madre ya estaba atendiendo a su tío con una monumental paja. Miranda estaba en la mesa, al lado de jefe, pues este no le tenía confianza aún, y aunque apenas podía caminar por el daño en su ano, desconfiaba de esa gata salvaje. Y ella si bien estaba como ida, en otra dimensión, por dentro maquinaba como salvase y salvar su familia.

Eleanor ahora se metía los 16 centímetros de Antonio en la boca, le practicaba profundas mamadas aunque no muy elaboradas, a desgano. Suficiente era para Antonio que se hallaba en una nube de placer.

El jefe se levantó y tomando a Miranda de la nuca la arrastró hasta la silla de Jorge que miraba con lágrimas a su esposa con Antonio.

La arrojó sobre él explicando que sería justo que las dos cuñadas atiendan a sus respectivos riendo satánicamente. Y en el colmo de la degradación también obligó a Maite a hacer lo mismo, o sea atender a su cuñado, Esteban, el cual se hallaba abatido y derrumbado.

Mientras los tipos terminaban de comer y excitaban las tres féminas aplicaban sendas mamadas a sus familiares, y Karina era manoseada por el jefe en el sofá, todos mirando el espectáculo.

Al fin los pobres hombres empezaron a eyacular por turno, primero fue Antonio que hacía esfuerzos sobrehumanos para aguantar pero la imagen de su cuñada comiéndole la verga lo superó y se derramó completamente, algo en la boca y algo en las manos de ella.

Luego siguió Jorge, que si bien le gustaba la mamada sin ganas de Miranda, estaba totalmente a desgano y no quería acabar con ella, si bien había notado una erección tremenda mientras ella era sodomizada brutalmente por el jefe, solo era una reacción inconsciente. Se negó y se negó, pero la boquita de Miranda logró extraer todo el cargamento pues Miranda lo trató bien siendo su pariente, distinto hubiera sido si fuera uno de estos sucios, pensaba, por lo que se tragó orgullo y vergüenza y sin mirarlo le hizo un pete completo.

La nena tenía problemas con Esteban. Inexperta, solo contaba con las enseñanzas de su hermana hacía unos minutos con el tío Antonio. Esteban se quejaba cuando la niña pasaba sus dientes por el glande, y era más sufrimiento que gozo para el muchacho a pesar de querer excitarse para que Maite no sufriera más y terminar todo, la presión, el miedo y la impericia de la jovencita lo hacían imposible.

-Apurate piba que solo faltás vos… -la apremió el jefe. –si no podés con la boca hacelo con la concha pendeja!.

A lo que su madre angustiada replicó:

-No no nooo!!!! Dejenlá!!!! Es una niñaaaa!!!! … lo hago yo si quieren, pero déjenla en paz…

-Vos te callás puta vieja! ¿No te alcanzó con lo que tragaste? Jajaja. Y no me jodas más porque te va a pasar como esta otra. –Objetó el jefe señalando a Miranda.  –Si todavía estás caliente vamos a arreglar algo jejeje…

-Despejen la mesa muchachos! –Les ordenó a sus secuaces que en 1 minuto limpiaron la mesa.

-Súbanse ahí. –ordenó ahora a Eleanor y Miranda.

Ambas temblando sin imaginar a que aberración las someterían se sentaron en la mesa sintiendo el frio en sus glúteos desnudos, aunque a Miranda le ardían aún después de la golpiza.

-Acaríciense, bésense, franeléense, chúpense…  -Ordenó el maléfico sujeto, y agregó: -COJANSE!

-Es mi hermana! Hijo de puta roñoso! – exclamó Miranda. –No pienso hacer eso negro sucio! – volvió a desafiarlos ante la cara de terror de su hermana.

-¿Ah no? ¿no lo van a hacer? – preguntó irónicamente levantando a Karina del sofá de los pelos. –Cada vez que desobedezcan va a pasar esto.

Sin más asestó una tremenda cachetada a la joven mientras la sostenía del cabello, y después una de revés que le arrancó un alarido a la pobre Karina que empapó su carita de lágrimas.

-¿Y? –volvió a interrogar sin soltar a Karina.

Dudaron un segundo las mujeres mirándose a la cara y el despreciable le volvió a pegar a Karina y luego atrapando un pezón de la muchacha entre sus dedos lo retorció hasta que enrojeció, lo que provocó un tremendo llanto de la modelo, mientras su madre afirmó entre sollozos e hipos:

-Está bien, sniff…  maldito!... No le pegues máááásssss….

Con un nudo en el estómago ambas hermanas comenzaron a acariciarse, primero la cara una a la otra y luego fueron bajando por indicación del jefe para rozar sus tetas, apretándolas y chupando pezones delicadamente como jamás habían hecho en la vida, salvo cuando eran unas bebés lactantes.

El malviviente las fue llevando con órdenes precisas que las pobres mujeres debieron obedecer con el rostro descompuesto y abundante lágrimas. Hizo que las hermanas mantuvieran una completa relación lésbica, a la vez que ordenaba a Maite que se empale en la verga de su cuñado, cosa que la niña hizo muy lentamente inundada de lágrimas, quejándose y gimiendo de indignación.

Sobre la mesa las hermanas lamían una a la otra la vagina en un perfecto y morboso 69, luego de haber introducido dedos ahora eran las lenguas la que hacían el trabajo. Por la cabeza de las dos pasaban pensamientos increíbles, ninguna de las dos se imaginó jamás que le chuparía la concha a otra mujer, y mucho menos a su propia hermana, pero el destino cruel y sanguinario las había colocado en esta situación de la que trataban de salir lo más dignamente posible ante la atenta mirada de esos violadores y los pasmados parientes.

Miranda acostada de espaldas en la mesa y Eleanor sobre ella se comían sin ganas y con asco sus vaginas, mientras Maite subía y bajaba lentamente sobre la verga de Esteban de espaldas a él, llevó a que los despreciables sujetos se volvieran e excitar ante el dantesco espectáculo. Entonces el negro y el turco se posicionaron cada uno apuntando sus erguidas pijas a las cavidades de las hermanas, a las que penetraron lentamente disfrutando al máximo la situación mientras ellas seguían lamiendo sin cesar, ahora concha de hermana y pene de violador casi a la vez.

El turco que penetraba a Miranda había subido las piernas de la mujer a sus hombros y le daba fuertes estocadas recibiendo la lengua de Eleanor en su verga cuando la sacaba, para volver a incrustarla profundamente acompañado de un quejido de la víctima. Del otro lado el negro movía su herramienta dentro de la vagina de Eleanor en el colmo del éxtasis apartando los cabellos de Miranda con una mano y clavando los dedos de la otra en las nalgas de la empresaria.

A su vez el petiso obligaba a Karina a realizarle una mamada de rodillas sin perder detalle de los cuatro enfrascados en morbosa orgía violatoria.

El jefe amenazó con golpear a Maite sino apuraba su ritmo para que su cuñado acabe dentro de ella, cosa que al final ocurrió copiosamente ya que el muchacho, aunque  en contra de su voluntad, era mucho el estímulo que recibía, no solo en su pene sino visualmente al observar ese portentoso culazo que cargaba la niña y fregaba contra su abdomen en un interminable sube y baja. Con apagados gruñidos y quejidos ensordecidos por la mordaza se descargó por segunda vez a la fuerza aunque esta vez dentro de su cuñadita.

Llorando a mares la pobrecita Maite se retiro de encima de él desclavándose la pija y chorreando semen cayó al suelo con espasmos, temblando angustiada por el maltrato y la vergüenza.

El turco y el negro bombeaban vertiginosamente a las hermanas sobre la mesa arrancándoles quejas y cortos gritos de dolor cuando eran penetradas a fondo, y hubieran acabado en segundos sino fuera por la interrupción de un nuevo vehículo que llegó.

Las desclavaron al unísono y tomando sus armas les apuntaron a ambas impidiéndoles moverse. El jefe y el ruso fueron a espiar quien venía aunque ya lo imaginaban, y el petiso apartó a Karina también tomando su arma ordenó silencio. Karina se arrastró los dos metros que la separaban de su hermanita y se abrazaron conteniéndose una a la otra con el terror dibujado en sus rostros.

Una combi blanca había estacionado en el patio y al descender sus ocupantes el jefe salió a recibirlos volviendo con ellos a entrar al cabo de un minuto.

Eran tres los nuevos. Dos hombres y una mujer. Uno de ellos, el que apodaban el vasco era un tipo de edad, rostro duro y no muy corpulento, se notaba que estaba acostumbrado a ser obedecido por su proceder duro y sin piedad. Entró a la casa acompañado de la mujer que aparentemente era su pareja. Era esta de ojos achinados, piel morena al igual que los pelos y con una sonrisa que no completaba todas las piezas dentales. Se notaba que tenía sus años también, aunque no tantos como el tipo.

Detrás de ellos entro un sujeto de color, oscuro como el ébano y cuadrado como un ropero. Parecía un gorila más que un humano aunque su rostro era sereno y bondadoso coronado con una casi permanente sonrisa no emitía sonido. Este negro era el apodado el senegalés aunque vaya a saber alguien si de verdad era de ahí.

-Que tenemos acá???!!!! -exclamó el viejo. –Todo un espectáculo eh!!!! Pero continúen por favor, no queremos arruinarles la fiesta jajaja!!!

-Así que estás son las putitas? –preguntó la mujer llamada Jeny. –No creí que fueran una carne tan de primera!!!!

El jefe indicó a los recién llegados quien era quien, explicando que justo en ese momento las hermanas mayores estaban brindando un show lésbico sobre la mesa para distraerlos.

-Sigan sigan che! – dijo el vasco que se adueño de la situación. –Nosotros vamos a comer algo que no morfamos desde anoche.

Fueron a la cocina y volvieron con unas viandas y unas botellas y se pusieron a comer los tres mientras el jefe obligaba a Eleanor y Miranda continuar su show, lo que haciendo tripas corazón las pobres mujeres debieron hacer.

Comenzaron con una tijereta atroz donde la concha de una se rozaba contra la de otra intercambiando flujos y saliva haciendo que las vaginas se irriten más aún y se les hinchen los labios y el clítoris. Sus ojos hinchados dejaban aún escapar alguna que otra lágrima pero una sensación de calor las invadía. Muy a su pesar el frotamiento concha contra concha hacía efecto lentamente en las mujeres que comenzaron a emitir sordos gemidos, cerrando los ojos y transpirando cada vez más.

Tras algunos minutos así las hermanas entraron en estado de trance y con un orgasmo cercano comenzaron a aislarse cada vez más sin importarles quien miraba.

El turco y el ruso que fueron cortados por los recién llegados mientras copulaban a estas calientes hermanas sentían que la verga les palpitaba mientras un hormigueo se posicionaba de ellos, pero no se atrevían a pedir permiso para continuar violándolas debido el respeto y temor que inspiraba ese viejito descangallado del vasco.

Todos se mantenían en silencio observando el espectáculo y hasta los que habían descargado los huevos hace poco sentían que renacían sus ganas.

Y es que Miranda lo que tenía de loca y agresiva lo tenía de caliente, una vez que entraba en ebullición perdía el control de su cuerpo y esto llevó a que Eleanor también se soltara y aislara su mente para entregarse completamente al roce vaginal con su hermana menor. Que decir de los maridos de ambas… tenían los ojos abiertos de par en par mientras revoluciones y estallidos hacían su aparición en sus mentes.

Ya un gemido constante por parte de las dos hembras hizo erupción en tremendo orgasmo compartido, entrando en temblores y espasmos, con sus hermosos cuerpos bañados en sudor brillando bajo la lámpara sobre la mesa, jadeando y agotadas se dejaron caer sobre la tabla, cuando, 10 segundos después al aclararse las mentes estallar en un llanto de remordimiento desbastador.  Perdieron la razón completamente al experimentar el orgasmo y ahora la vergüenza y la humillación se hacían presentes nuevamente para destruirlas anímicamente. El ya frágil estado de ánimo que acarreaban recibió su golpe de gracia al envolverlas nuevamente la cruda realidad.

A todo esto los nuevos habían terminado de comer y ya sentían sus hormonas alteradas, esto sumado al alcohol digerido más un par de líneas que inhalaron los hicieron entrar en excitación. Sobre todo Jeny babeaba de calentura. El gorila negro, mudo y sin emociones no bebió ni se drogó, estaba calmo y apacible observando la escena devorando las viandas. Y el vasco, si bien prestaba atención a las hermanas mayores y su show, no sacaba ojo de encima de las hermanas jóvenes que seguían abrazadas en el piso muy cerca de los hombres de la familia. Sobre todo miraba a Maite que acurrucada en los brazos de Karina sollozaba ocultando el rostro. Pero el viejo pederasta ya había hecho un paneo general de la niña, lo que le hizo generar saliva e inyectó los ojos en sangre. Esto no auguraba nada bueno para la pobre nena arrancada violentamente de su niñez. El vasco sentía que su verga daba saltos cuando observaba a Maite sollozar, y en cada sollozo sus pechitos temblaban como flancitos contra los de Karina.

-Vasquitoooo!!!! Ya estoy muy caliente papi!!!! – dijo melosa Jeny. -¿Qué te parece si vamos a la pieza a jugar????.

La mujer hablaba pasándose la mano por la abultada concha que dejaba imaginar la calza que tenía puesta.

El vasco siguió mirando a Maite pensativo. Tras unos segundos ordenó señalando a la niña:

-Bueno viejita…  subí al cuarto con la piba, yo ahora voy. Alguno de ustedes que me traiga el maletín azul de la combi.

Mientras el turco iba a buscarlo, el vasco siguió ordenando:

-Senegalés… elegí la que más te guste… y muchachos… -dirigiéndose al resto. –les quedan dos, lo siento pero ustedes las tienen desde ayer jejeje.

-Está bien vasco, no te preocupes. –contestó el jefe. –nos arreglamos.

Subió el anciano la escalera detrás de Jeny que arrastraba a Maite a la cual tuvo que arrancar a la fuerza de los brazos de Karina, provocando un nuevo ataque de llanto de la niña. Su madre y su tía, despatarradas sobre la mesa ni se enteraron. Mientras subía apreciaba las nalgas de Maite, hermosas, amplias y tersas.

El senegalés observó a las tres mujeres que quedaban, las dos sobre la mesa no intentaban ocultar su desnudez, jadeaban transpiradas después de sus orgasmos. También miró a Karina que seguía acurrucada en el piso con sus brazos rodeando sus piernas.

Finalmente eligió a Miranda, una por tener el culo más grande y redondo y otra porque se había excitado ya previamente cuando la vió tijeretear con Eleanor, la cara de vicio que puso más esos cabellos largos y lacios que se adherían a su piel empapada. La tomó de los brazos y se la cargó en los hombros como si fuera una pluma, y eso que la mujer no era ninguna escuálida. Miranda salió de su sopor cuando el negro ese la agarró y recuperó algo de su antiguo espíritu rebelde ya que comenzó a insultarlo y golpearlo con las manos en la espalda.

El efecto que esto causaba en el senegalés era como si una mosca golpeara un gorila. Con una mano rodeándole la cintura y la otra apoyada en el culo, el gigante oscuro comenzó a subir las escaleras con su característica tranquilidad.

Solo quedaron dos hembras para saciar las calenturas del turco y el negro sobre todo que vieron interrumpidas sus cogidas. El jefe, el petiso y el ruso aunque más tranquilos sentían renacer fuerzas luego del impacto visual de ver esas mujeres darse placer sabiendo que eran hermanas.

El negro fue por Eleanor que era la que se estaba favoreciendo, mientras el turco después de alcanzarle el maletín al vasco, optó por tomar a Karina.

Arriba en el primer piso, el vasco y Jeny junto a Maite se habían instalado en la habitación principal. La nena era acariciada por la veterana que trataba de tranquilizarla puesto que lloraba asustada sin consuelo. No era para menos, pobre, ya había sido violada por tres personas, ella que unas horas antes no conocía un pene más que por alguna foto de internet. Lo único que no la habían sodomizado más, eso la contenía en parte, después de la experiencia horrible del primer día cuando el petiso estrenó su agujerito trasero.

El vasco abrió el maletín y sacó unas cuerdas. Ayudado por Jeny comenzó a atar a Maite. Se notaba que no era la primera vez que hacían esto, en pocos minutos la niña quedó inmóvil sin poder mover siquiera la cabeza. Tenía los bracitos atados a la espalda donde le habían juntado sus codos y con envoltorio de soga dejaron sus brazos como uno solo. Otro atado de cuerdas tenía en cada rodilla, cuyos extremos iban hasta su cabecita a la que habían colocado un arnés de esos que poseen un aro que mantiene la boca abierta. Este poseía argollas en los laterales por donde fueron pasando y tensando las sogas de las piernas y los brazos hasta que la niña quedó inmóvil, con las piernas muy abiertas y algo flexionadas y los brazos atrás.

Así la depositaron en la cama colocando antes un gran cilindro hecho con frazadas bajo su abdomen. Claro, así quedaba completamente con sus dos agujeros a merced, expuesta y abierta sin posibilidad de huir. Luego ambos repulsivos viejos la examinaron milímetro a milímetro, sobre todo su vaginita con escaso pelitos y su anito pequeño aún, con signos de haber sido profanado pero en buenas condiciones aún.

El vasco la levantó un poco para tocarle las tetas, se las acarició y apretó un poco notando que los pequeños pezones rosados reaccionaban. Le pidió algo a Jeny, y cuando se lo alcanzó se lo mostró a Maite. Eran unas pequeñas pinzas unidas por una cadenita. Puso cada una de ellas en un pezón de la nena que sintió ardientes punzadas de dolor al apretar sus delicadas carnes.

En otra habitación el senegalés tenía a Miranda atada en la cama con las manos juntas sobre su cabeza, al respaldar. No le gustaba atar a las mujeres que violaba, salvo que sean muy salvajes y rebeldes como Miranda. Se debatió y gritó tanto, hasta lo rasguñó en dos o tres lados antes que el grandote optara por amarrarla para conservar los ojos sanos.

Tampoco era violento, jamás golpeaba a ninguna mujer, no hacía falta, con tremendo tamaño y fuerza las aplastaba con el peso, y los golpes de ellas pasaban desapercibidos para la mole de ébano.

Con su santa paciencia y parsimonia se sentó sobre las piernas de ella para que no lanzara más patadas y estirando sus brazos se apropió de las tetas de Miranda, pequeñas pero erguidas, blancas como la leche pero con trazos rojos de la golpiza recibida. Las agarró cada una en una mano y comenzó un monótono masaje mamario que consiguió hacer erguir esos pezones rosa oscuro.  Se los chupó y chupó golosamente mientras la pobre derramaba lágrimas de rabia e impotencia.

En planta baja el negro estaba penetrando a Eleanor sobre la mesa, esa mesa que se había vuelto el colchón más usado para fornicar a la empresaria. De patas abierta y en los hombros de su violador, Eleanor se mantenía pasiva, entregada a lo inevitable, mientras varios centímetros de carne entraban y salían de su vagina y un ruido a aplausos indicaba cuando los huevos del negro chocaban contra el perineo de la MILF. Las manos de él iban de sus tetas, a las que amasaban,  pellizcaban y hasta daban algún cachetazo, a las caderas donde se prendían como sopapas para hacer más vertiginosa la penetración.

La dio vuelta, escupió su ano y la clavó por ahí, entrando relativamente fácil. Clavaba ahora los dedos en las dos nalgas de la pobre víctima hasta dejarlas enrojecidas.

Karina también era sodomizada unos metros más allá, en el sofá, por el turco. La había recostado boca abajo en el respaldar y le daba golpes ni muy fuertes ni muy rápidos, pero si continuos y largos, haciendo que la chica expresara su dolor con quejidos entrecortados cada vez que alojaba en su culo la negra pija del turco.

-Ah… ah… ah… ah…. –era lo único que salía de la boca de ella.

-Mirá que te culeamos veces eh… y todavía me apretás la chota como si tuvieras el culo virgen jajajaj!!! –se reía el turco.

Volviendo al dormitorio principal, Maite era vejada por la pareja de viejos degenerados. El vasco se había tragado dos pastillas azules y mientras hacían efecto ubicó su arrugada anotomía bajo la carita de la nena. Una pierna a cada lado de la cabecita y la arrugada pija enfrente a la boca abierta de la horrorizada Maite. Se dedicó a fregar esa verga flácida por toda la carita de la niña mientras acariciaba su pelo y jugaba con las lágrimas que desprendían esos aterrorizados ojitos. Jeny, se había dedicado a las zonas pudorosas de Maite. Observó que de la conchita salía un poco de semen, el cual pertenecía a Esteban, recordarán. La vieja fea se dedicó a limpiar con su lengua esa vaginita ultrajada y lengüetazo a lengüetazo extrajo todo resto seminal de ahí. Con dos dedos pinzaba un labio de la chiquilla y jugueteaba suavemente con el estirándolo. Pinzaba con dos dedos de la otra mano otro labio y seguía con sus movimientos haciendo que la rajita quedara muy muy abierta. Pasaba la lengua por ahí, incluso humedeciendo el ano, después acariciaba su clítoris y así seguía continuamente con esos movimientos lujuriosos. También penetraba con un dedo huesudo ambos agujeros, no profundamente, sino superficial y delicadamente.

Maite lubricaba, a pesar de su dolor en los pezones, segregaba más y más jugos ante el tratamiento indecoroso que soportaba. Y claro, que sabían las glándulas secretoras de flujo que la nena estaba siendo violada, fisiológicamente ante el estímulo la vagina se encharcaba. También acariciaba la mujer las nalgas, las abría con ambas manos todo lo que podía y otra vez la lengua recorría el lugar.

Luego tomó un pequeño vibrador y accionándolo lo fue introduciendo suavemente en la cuevita enrojecida de la víctima haciendo que las terminales nerviosas se dispararan.

Muchos minutos continuó con ese tratamiento, mientras al vasco se le empezaba a despertar la hombría por efecto de las pastillas, con lo que introducía su órgano en crecimiento en la boca abierta de Maite para comenzar con el vaivén característico y posterior ahogamiento de Maite.

Jeny cambió de lugar el vibrador al culito, un culito empapado de líquidos desparramados por la repulsiva vieja. Perforando ahora profundamente el recto volvía a lengüetear la concha.

Después de aburrirse cambió el vibra por un falo de goma, que metió en el ano y en la vagina usó un vibrador más grande y agresivo, así estimulada en ambos hoyos la nena se retorcía de estímulos placenteros y lloraba a mares mientras hacía arcadas con la verga del viejo enterrada en su garganta.

Jeny fue alternando los movimientos copulatorios de ambos artefactos observando cómo se hinchaban los labios y el clítoris de la niña.

A Miranda el senegalés también le limpió con la lengua la concha impregnada de flujos de ella misma y de su hermana. La lamió solo lo suficiente para excitarse a full, y una vez logrado separó todo lo que pudo esas torneadas piernas macizas para penetrarla lentamente pero firme.

Miranda nunca vio el tamaño  de la pija del oscuro gorila, sino hubiera tenido un ataque de pánico. Pero si la fue sintiendo dentro suyo lentamente e imaginando que no acababa nunca de entrar carne en su vagina. De una dimensión  espeluznante, algo cercano a los 25 centímetros y muy gruesa, esa verga hacía honor al mito de los negros. Cuando todo el instrumento quedó encajado en la concha de la dama, ella estaba ya completamente empapada de sudor. Doloroso y largo fue el proceso de dilatación de la cavidad de Miranda y el negro que la tenía agarrada de los tobillos separando sus piernas podía ver como los labios vaginales se estiraban a más no poder para alojar su garrote.

Ella gritaba, no era para menos, gritaba y gritaba y derramaba lágrimas. Punzaba su concha es delicados estertores de dolor y sus paredes internas se ponían en carne viva.

En el piso de abajo todo seguía igual, madre e hija mayor seguían siendo culeadas por los mismos delincuentes, mientras se escuchaban muy claros los gritos de agonía y dolor de Miranda.

-Parece que el senegalés ya se la metió a la tigresa. –exclamó jocoso el jefe coreado por la risa de todos. –No podés comparar esa pijita con la matraca del negro. –dijo ahora dirigiéndose a Antonio, que aún tenía la verga afuera después de la cogida que le pegó su cuñada. Lo peor fue que al oír gritar a su esposa se le empezó a parar de nuevo.

Maite era la que la pasaba más vergonzosamente. Si bien no era forzada  con violencia, esos dos adefesios de viejos le hacían todo tipo de achurías degradantes. El vasco le daba vertiginosamente por la boca y profanaba su garganta con violentos embates, la vieja Jeny se había puesto un arnés con dos falos, uno iba dentro de su aguangado coño, mientras el otro apuntaba erguido hacia adelante. Y fue con este que penetró a la nena sin sacar el vibrador de su culito. Así la repulsiva veterana se daba placer a la vez que violaba a la pacífica criatura.

Le empezó a dar más duros embates al igual que el vasco en la boca y cuando notó que la vagina de la niña se dilataba y encharcaba, tomando una picana a baterías le aplicó una descarga en la cola. Esto hizo que Maite contraiga los músculos, incluidos ano y vagina y dando un sordo quejido se convulsionara. El vasco también sintió la descarga en la verga, insultó a Jeny en todos los idiomas y luego se la volvió a meter a la nena bombeando con más violencia hasta conseguir una eyaculación abundante que dejó escurrir dentro de la garganta de Maite, cuyas lágrimas ya bañaban enteramente su carita y su sudor hacía que resbalaran las manos de Jeny que la sujetaba de las ancas mientras la violaba.

Al sacar la pija el vasco, la vieja le aplicó otra descarga, y esta vez sí un grito inarticulado salió de la boca abierta de Maite.

El vasco con la verga aún durísima a pesar del orgasmo, producto del empastillaje apartó a la vieja de un empujón para tomar posición entre las amarradas piernas de la nena. Antes de penetrarla le pidió la picana a Jeny y le descargó dos o tres golpes de corriente, lo que hizo que ella gritara más, su anito apretara con fuerza al vibrador y su conchita apretara y soltara con cada descarga hasta que evacuó la vejiga mojando todo.

-Cerda!!! Puerca cerdita!!!! –gritaba el viejo fuera de sí aplicando nuevas descargas de electricidad.

Luego la penetró, fuerte y firme, y por efecto de las descargas su vaginita se había contraído con lo que el viejo se sentía genial. La bombeó largo y tendido y cada tanto la sacaba toda y nuevamente una descarga. Ahora apoyaba la picana sobre la vagina de Maite con lo que el dolor era mucho mayor, después se la clavaba de nuevo.

La vieja se pajeaba con un consolador bastante grande y cada tanto lo metía en la boca de la niña y vuelta a su concha.

Maite se sentía destruida, deseo su muerte y rogaba a Dios que la librara de su padecer, pero no tuvo suerte, es más, empeoró todo cuando el vasco arrancó el vibra de su culo y alojó allí su verga a punto de estallar nuevamente. Fue muy cruel y violento el maldito viejo y solo gracias a la dilatación que había logrado con el vibrador fue posible que entrara de una la pija asquerosa de ese viejo sin romperle el anito. No duró mucho, unos pocos minutos y se vino ahí, dejando no mucha leche en el anito colorado de la pendeja, para después desclavarla y caer sobre el colchón, había agotado todas sus energías, y ni con un kilo de viagra iba a poder reanimar su viejo pene. Mientras la nena lloraba a mares y brillando de sudor rogaba por que acabe todo.

En el piso de abajo tanto el violador de Eleanor como el de Karina ya habían depocitado su carga seminal en los ojetes de las mujeres y descansaban tomándose unos tragos de vino mientras madre e hija se abrazaban llorando y maldiciendo su destino sintiendo sus profanados culos al rojo vivo.

Solo quedaba el senegalés violando a Miranda en una pieza arriba. Ella ya no gritaba al quedar ronca y sin vos mientras todos los interminables centímetros de anaconda negra seguían taladrando su vagina. Cuando el oscuro malhechor se aburrió la dio vuelta para volver a penetrarla por la concha mientras con ambas manos separaba a más no poder los glúteos de la mujer. Ahí fue donde observó ese ano marrón, con muestras de haber sido ultrajado violentamente y no aguantando la visión le desclavó la concha y arrastrando un poco de jugos con la verga hacía el ano la empezó a sodomizar, dos, tres, cuatro estocadas feroces y el culo cedió. Nada de lo que había sufrido anteriormente Miranda se comparó con la exquisita agonía de ese enculamiento. Nada la podría haber preparado para esa segunda sodomización con una verga mucho más grande que la del jefe. Su agónico padecer se expresó en desgarradores gritos mientras ese artefacto de de dolor que cargaba el senegalés le destrozó literalmente el ano. Sus abundantes y poderosas nalgas temblaban en el estertor de la agonía, bañadas de sudor. Y el gorila no tuvo piedad, en la cumbre del éxtasis la violó feroz y despiadadamente. La fortuna hizo que la pobre mujer antes rebelde perdiera el conocimiento minutos después de ser penetrada, por lo que el oscuro gigante acabó su obra con ella desmayada e inmóvil, lo que no impidió que le descargara en el recto una considerable cantidad de semen que empezó a chorrear fuera mezclado con sangre no bien retiró la pija flácida.

Luego el maldito gorila la desató y trasladándola en su hombro como una bolsa de papa la bajó a la planta baja, así desnuda, chorreando y destrozada, arrojándola al sofá.

El vasco y Jeny bajaron poco después con Maite vestida con lo primero que encontraron, la niña casi no podía caminar y se apoyaba en la vieja que la conducía.

-Es hora de irse. –exclamó el vasco.

-A cuál llevamos de rehén? –preguntó el jefe.

El vasco dando un vistazo a las mujeres y viendo el deplorable estado en que se encontraba Miranda ordenó:

-Dejemos a esta, que este negro sanguinario la dejó medio muerta! Llevemos a las otras tres.

-NO NO NOOO por favor!!!!! Dejenmosssss!!!! Ya hicieron lo que querían con nosotras, dejennossss!!!! –exclamó una angustiada Eleanor apoyada por Karina.

-Callate vos puta! No me digas que tengo que hacer. Vistanlás a estas dos y vamos… -se impuso el vasco.

Y así fue, vistiéndolas con unas faldas y unas blusas se llevaron a la madre y sus hijas entre lloros y ruegos de terror por parte de las tres.

-Rueguen que esta putita no se muera antes de desatarlos. –exclamó el vasco retirándose.

Juntaron lo que pudieron y arrastrando a las féminas se fueron dejando a los tres hombres atados y amordazados y a Miranda toda rota desmayada en el sofá.

CONTINUARA...