Destrucción de una familia 15 y final

LLega el desenlace, todo se aclara y hay golpes de escena inesperados.

Capítulo 15 – FINAL

El licaón salió de la espesura acercandose peligrosamente al campamento. Husmeaba insistentemente en medio de la oscuridad. Había tomado por costumbre, todas las noches, cuando la quietud se hacía presente en el campamento, internarse sigilosamente en busca de sobras y desechos de los humanos para alimentarse. Aunque este perro salvaje africano era famoso por cazar en manadas enormes, no desperdiciaban la oportunidad de carroñar.

Orejas erguidas tratando de captar cualquier ruidito sospechoso y la nariz olfateando el aire para identificar algo comestible.

Al acercarse a una carpa en los lindes del campamento, un ligero susurro y roces le llamaron la atención inmovilizándolo alerta. Cuando, segundos después se escuchó un apagado gemido femenino proveniente de la tienda, no lo dudó y emprendió rauda huída.

En la carpa, Eleanor completamente desnuda y en cuatro patas recibía pausadamente la verga de un hombre de color en su sexo. Haciéndola sudar y gemir quedamente.

El hombre fue acelerando las embestidas paulativamente sintiendo como se acercaba el orgasmo, lo mismo que ella, que respiraba cada vez más agitada mientras las embestidas hacían bambolear sus grandes pechos operados.

Al fin con un estertor placentero, el hombre la tomó más fuerte de las caderas y la atrajo hacia sí, penetrándola lo más profundo que podía con su largo pene caoba. A Eleanor se le escapó un gemido más audible al sentir como su matriz era inundada de semen y sus centros erógenos la proyectaban a un orgasmo placentero y al unísono con su amante. Después de unos segundos se dejaron caer sobre las mantas, él aún con su miembro dentro, respirando rápida y agitadamente.

-Ahhh Billy… fue hermosoooo… -susurró Eleanor mientras el muchacho sonreía y la besaba en el cuello tumbado sobre la espalda de ella.

-A mi también me gustó. –respondió él. –Ahora debemos dormir un poco, pues apenas amanezca debemos emprender el viaje.

La conversación se hacía con susurros y en completa oscuridad, dentro de la carpa que Billy compartía con Eleanor en el campamento rebelde.

De a poco se fueron apagando y el cansancio los dominó quedándo por fín dormidos. Agotados del sexo, pero por sobretodo el riguroso entrenamiento al que fueron sometidos los últimos días.

Recordarán que Eleanor había sido llamada a la tienda del líder, unas noches antes, y cuando ella creía que debía entregar una vez más su cuerpo en contra de su voluntad para congratularse con el sujeto, resultó que todo era una prueba del inteligente negro para comprobar hasta que punto se encontraba la mujer blanca comprometida con la causa.

En definitiva le había propuesto ser su embajadora en los países de habla hispana, acompañada de un séquito, en el que figuraba Billy, a pedido de ella, tendría que viajar a América a contactarse con líderes de esos lares. Así como tratar de reclutar gente a la causa, conseguir armas, explosivos, sustancias y un sinfín de encomendaciones.

Como la tarea requería tratar con gente no del todo pacífica ni civilizada, es que en las dos últimas semanas habían intensificado el entrenamiento de combate, defensa, sigilo y armamento.

Al recibir la noticia, Eleanor, no dudó en aceptar. Poder volver a su continente al menos era un gran avance hacia la libertad absoluta.

Así es como la mujer aprendió a defenderse y atacar, además de manejar armas y resistir privaciones y dolor durante los últimos días. Quedando agotada por las noches, lo que no le impedía continuar recibiendo las atenciones de Billy que había pasado de ser su salvador y protector, a ser su amante. Después de tanto tiempo volvía a sentir placer, volvía a hacer el amor, con un maravilloso muchacho, que, aunque veinte años menor la adoraba y la hacía gozar como nunca, con ese desparpajo propio de la juventud.


Mientras tanto, en su ciudad, todo era felicidad. Por un hecho fortuito, habían podido encontrar y rescatar a las niñas de las garras de la prostitución.

Antonio pasó a ser una especie de héroe al enfrentar los delincuentes que las retenían, incluso haciendo uso de armas.

Lo que poco sabían era que todo estaba orquestado, estudiado y cronometrado. Al milímetro se estudió el plan de supuesto rescate. Y todo salió a las mil maravillas, incluso teniendo a Miranda y su hijo de testigo. Obviamente, el arma estaba cargada con salvas, todo fue muy bien pensado para llegar a mejor puerto y ahora disfrutaba las mieles del éxito.

Las chicas rescatadas luego de revisiones médicas, declaraciones, papeleos burocráticos, etcs varios, trataron de reiniciar sus vidas. Ambas se quedaron momentaneamente a vivir en casa de Antonio y Miranda, pues necesitaban una presencia femenina que las cobije, figura que encontraron en su tía, Miranda. Jorge, su padrastro les ofreció volver a la casa, pero las escenas de terror vividas en dicha residencia no las podían quitar de sus mentes, esto sumado a la falta de su madre, las llevó a rehusar el ofrecimiento. Acto que Jorge entendió perfectamente.

El padre de ambas siguió practicamente ausente, así que tomaron la opción más viable.

La casa era cómoda, así que si vivían tres, bien podrían vivir cinco. Y por otro lado, las niñas se sentían más unidas que nunca a sus tíos, siendo ellos sus rescatadores y también compañeros de padecimientos en su momento, la idea caía redonda. Sobretodo para Antonio que las miraba con lascibia, un poco más a Maite que se había convertido en una espectacular joven mujer, luego de dos años de padecimientos.

La niña ya era más alta que su hermana y más formida también, aunque las formas del cuerpo de Karina eran más estilizadas. Ambas, bellas de cara, con distintos estilos, pero hermosas, siendo la carita de Maite un retrato de inocencia, pureza y dulzura, a pesar de haber pasado tantos sufrimientos.

Mientras se adaptaban a la vida en conjunto, a Antonio le empezó a rondar en la cabeza el tema Eleanor. Ella era la única que podía descubrirlo en su macabro juego y aunque confiaba en que la retengan donde estuviera indefinidamente, había algo que lo conectaba con ella aún; la banda del vasco.

Estas dudas se las trasladó a su amigo, obviamente, compañero y cómplice en todo su accionar.

Tanto fue taladrándole la mente al frio de Fabián que terminó contagiándole los temores.

Y Fabián poco inescrupuloso como era comenzó a idear un plan para desacerse de la banda. Las ideas eran de lo más retorcidas y sombrías. Ninguna terminaba aún de cerrarles, pero sí tenían claro que no podían permitirse que alguno escapara, ni siquiera que fuera detenido, porque peligraría sus propias integridades.

-Del senegalés no tenemos que preocuparnos más, lo encerraron en un loquero, ya me parecía que no era completo el negro… jajaja. Y como no habla, calculo que es un problema menos. –explicó Fabián. – Ahora los demás si que son un problema…

-Hasta que no desaparezcan no vamos a estar en paz, eso pasa por mezclarnos con delincuentes. –dijo Antonio.

-Es tu culpa… vos me pediste ayuda… pero tenés razón que hay que cubrirnos las espaldas.

-La puta madre! Justo ahora que tengo las pendejas viviendo en casa, me tengo que preocupar por estos hijos de puta!!!

-Mmmm… esto me da una idea… -exclamó Fabián con una sonrisa. -¿Estás dispuesto a una última visita de los energúmenos en tu casa?

-¡Quééé?! ¿Otra vez???

-Si… sería la última y nos libramos de ellos… de paso disfrutarías una vez más como someten a las mujeres…

-Eso me gusta, siii… pero no a Maite, a la nena no quiero que la toquen más. Las otras no hay problema, es más! – el rostro de Antonio se iluminó. –Dentro de unos días viene Yamila con su familia de visita… uhhh cuantas fantasías tengo ahoraaaaa…. Hay que coordinar, y ver como sacar del medio a los pendejos, aunque sea los más chicos, son muy chicos.

-Dejame arreglarlo, ¿cuándo vienen?

-El fin de semana, quieren ver a las pibas, después de tanto tiempo… jajaja… seguro que cenaremos en casa.

Ok… me entrevisto con el vasco y después te digo.

El sábado a noche, en casa de Antonio, la cena en familia fue muy emotiva. Después de tanto sufrimiento por fin recuperaban a las hermanitas. Yamila y su marido Mariano, más sus tres hijos, Jorge, Miranda, Antonio y su hijo, los abuelos, padres de Yamila y Miranda y por supuesto Karina Y Maite. Solo faltaba Eleanor para que la dicha fuera completa, aunque nuevas esperanzas anidaban en todos, revitalizadas por el hallazgo de las nenas, como les seguían llamando, aunque ya eran unas mujeres completas.

Antonio con astucia, solo deslizando opiniones como al pasar, había logrado que Maite, su hijo y el más pequeño de Yamila, niños de 12 años, fueran a dormir esa noche a casa de los abuelos. Para tal propósito fue de mucha ayuda la visita de la familia de Yamila, a los cuales dieron alojamiento. Y, a pesar de ser una amplia casa, no contaban con comodidades para todos, por lo que hizo que su hijo ceda su pieza a sus primos mayores, mientras que en la pieza de Maite, dormirían sus padres. La única que no fue deslojada fue Karina, y sus buenas intensiones tuvo el desalmado para que esto fuese así.

Cuando ya todos dormían, era cuando entraron en acción la banda completa. Deslizandose en las sombras sin emitir ni el más leve susurro, se dispersaron por la casa, cada uno con un objetivo prefijado. La entrada sigilosa fue proporcionada en forma de llave por Antonio, aunque antes de marcharse debían romper la cerradura para evitar sospechas.

Mientras la Yeny se instalaba cómodamente en el amplio sofá del gran living; el jefe y el rasta se encaminaron al dormitorio de Antonio y Miranda; el negro y el petiso al de los hijos de Yamila; el ruso a donde dormía Karina y el vasco y el turco sorprendieron a Yamila y su marido.

Todos armados, despertaron con sobresalto a los durmientes, a los que maniataron con presintos y amordazaron. No sin cierta resistencia por parte de algunos como el marido de Yamila que se ligó un par de culatazos para tranquilizarlo.

Cuando el jefe y el rasta irrumpieron en la pieza de Antonio, fue todo uno prender la luz y apoyar el caño en la cabeza del matrimonio. La actuación de Antonio al hacerse el sorprendido, dejó mucho que desear, pero Miranda se llevó tal espanto que no noto nada raro en su marido. El jefe le apuntó el revólver, mientras el rasta ataba a antonio, diciendo:

-Hola tigresa… nos volvemos a ver jejeje…

Miranda abría sus grandes ojos que parecía que se le saltaban y respiraba agitadamente mientras el sujeto la inmovilizó bajo las sábanas. El rasta terminó de atar a Antonio y salió con él empujándolo. Entonces el jefe al quedar solo con la mujer le expuso:

-¿Te acordás de mí? Porque yo si me acuerdo de vos aún… mmm que apretadito tenías el culo… una delicia, como me costó forzarlo, y como gritabas jajaja. Desflorar ese tremendo orto fue una de las cosas más placenteras que he hecho…

-HIJO DE PUTAAAAA!!! OTRA VEZ VOS BASURAAAA!!!! – gritó Miranda.

-Veo que me recordás… ¿sabés qué? La otra vez no pude comprabar que tan apretada tenés la conchita… así queeee…

-No no no no no nooooo… no no noooo. –se agitaba la mujer mientras gruesos lagrimones nublaban su vista.

El jefe le había juntado las manos sobre su cabeza y con un presinto se las había inmovilizado en el respaldo de la cama, su propia cama. Ella comenzó a hiperventilar, cada vez más asustada sentía que el corazón se le salía del pecho y un sudor helado la empapaba.

El violador descorrió toda la sábana, apreciando a la mujer con un corto camisón y unas bragas blancas, más oscuras en la entrepierna, producto de que se había orinado de miedo.

Luego tomando el camisón por el cuello lo rasgó de arriba abajo dejando todo el frente de Miranda a la vista. Tomó la bombacha y se la sacó a tirones, dejándola enredada en una sola pierna de ella.

-Dios no… Dios no… otra vez no… por favor no, por favor no… por favooooorrrr snifffff… -suplicaba la señora.

-Eyyy!!! –exclamó el jefe aprisionándole toda la vagina. – Te iba a mojar el chochito con la lengua… pero veo que ya te lubricaste sola jeje…

Y llevándose la mano a la nariz inhaló y volvió a exclamar:

-Te measte puta asquerosa! Bueno, mejor para vos… al trabajo…

Liberó su miembro que estaba en completa erección, palpitando y goteando, todo surcado de venas azules. Separó sus piernas a pesar de la fuerza que hacía ella por no dejarlo y tumbándose encima y agarrándosela con una mano la fregó de arriba abajo entre los labios vaginales.

-Mmmmm que calentita estássssss!!! No aguanto más. Acá te va todo esto que estaba reservando para vos, putita míaaaa jajajajaaja…

Le metió la cabeza y siguió presionando tranquilamente y sin apuro, notando como la concha se abría y lo recibía.

-No no no no noooo buahhhh aaaayyyy… ayyy noooo… por favorrr!!!! – jadeaba Miranda desesperada.

-Ya falta poco, tigresa… aguantá un poco más… - agitado le decía el jefe al oído sin dejar de penetrarla lentamente. –Ahhhh siiii!!! Ya está! –exclamó cuando los huevos tocaron el perineo de ella.

-AHHHH! Bastaaaa!!! Basta por favor aggghhhhh… ah ah ah ahhhhh. –gritó ella al sentirse llena y comenzar él con un bombeo sistemático.

Se la metía toda hasta el fondo haciendo fuerza a más no poder, excitado al ver la carita de sufrimiento de ella, mientras que los grititos que emitía lo encendían más aún.

Poco a poco fue acelerando. Más y más velocidad le imprimía al ariete que pistoneaba sus entrañas, y se deleitaba cuando al embestirla a fondo y tocar la cérvix, ella emitía un quejido.

Miranda poco a poco fue perdiendo contacto con la realidad, hasta que ladeando la cabeza quedó con la mirada perdida. Ahora ya el sujeto la serruchaba con fuerza y vértigo, pero todo era igual para ella, no daba muestras de dolor ni sentir alguno, era como si su mente hubiese abandonado el cuerpo.

No mucho rato más el jefe la bombeó de esa manera antes de correrse depositando toda la carga lactal en lo más profundo, quedando un largo rato así, ensartado, descansando, mientras su pene se relajaba. Luego se la sacó y quedó mirando esa vagina colorada y dilatada mientras unas gotas blancas asomaban entre sus labios mayores. La desató, ya sin que ella protestara ni opusiera resistencia y la condujo al salón donde estaban los demás.

Cuando el jefe llegó al living con Miranda, todos pudieron apreciar como la mujer venía casi desnuda, solo cubierta por algunos jirones de camisón y con una amplia viscosidad que chorreaba por la parte interna de sus muslos. Caminaba dócil delante del tipo con la mirada perdida.

Allí, el resto de los habitantes de la casa ya estaban atados y amordazados. Los cuatro masculinos en calzoncillos y camisetas, sentados a un lado sujetos cada uno a su silla, resaltando un río de sangre que salía de la cabeza de Mariano, aunque estaba despierto y echaba furiosas miradas.

Karina y su tía estaban unos metros más allá custodiadas por varios tipos de mirada lujuriosa y macabra… destilando babas por las comisuras. Karina vestía un corto pijama veraniego que dejaba ver toda la extensión de sus largas piernas, así como las turgentes tetitas sin corpiño que abultaban la remera. Yamila, más corpulenta y maciza, a su lado aún se debatía sujetada por dos delincuentes. Vestía ella solo una musculosa apretada en la que se remarcaban sus grandes tetas y dejaba el ombligo al aire y una bombacha común, a la que con el forcejeo, su gran culo se la había devorado, semejando una tanga por detrás.

A Miranda la dejaron sin atar y la sentaron en un sillón. Entonces el vasco habló rascándose los huevos impúdicamente:

-¿Te divertiste? Jajaja… viene chorreando leche la señora… Es un nuevo récord en eyaculación precoz jajaja…

Todos rieron incluido el jefe, aunque no le agradó ni pizca el comentario. Todos voltearon a ver a Miranda, pero ella seguía en su mundo sin percatarse lo degradada que estaba.

Luego el vasco continuó, dirigiéndose a los habitantes de la casa:

-Venimos a recuperar un par de palomitas que no encontraron el camino de regreso al nido… jejeje… Veo a una acá, ¿DÓNDE MIERDA ESTÁ LA OTRA?!!!! – La modalidad poética se evaporó.

-¿Me vas a contestar putita? ¿Dónde está tu hermanita?  - preguntó ahora el vasco dirigiéndose a Karina, bajándole la mordaza. – Tenía ganas de ver de nuevo a esa pendejita… ahhhh como me apretaba la pija con el orrrrtoooo!!!!...

Pero Karina no contestó nada, tenía los ojos inundados de llanto y dilatados de terror. A su lado, su tía Yamila se debatía sujetada por el negro y el ruso. Ya estaba toda transpirada por lo que se le transparentaban los pezones y sacudía las tetotas haciendo fuerza para liberarse. El vasco la miró:

-¿Y esta culona quién es? – Y estirando una mano le apretó un pezón, haciendo que la mujer prácticamente se volviera loca. – Buenas tetas tenés culona!!! Jaja…

Le apretó con fuerza el pezón haciendo que Yamila empezara a tirar patadas para todos lados. Entonces le cruzó la cara de un revés que sonó como un disparo y le sacudió la cabeza. Sus cabellos largos, castaños y lacios volaron con el sacudón, pero lejos de amilanarse ella fijó la mirada en el viejito acuchillándolo con una mirada furibunda.

-Pero estas yeguas tienen los genes alterados! – exclamó el vasco. – Esta puta parece más salvaje que aquella jaja… -señaló a Miranda. – Y mirá que calmadita está ahora… jefe, vos tenés experiencia domando fieras, encargate de la culona… Yo me voy a ocupar de esta nena, ¿verdad Yeny? A nosotros nos gustan tiernitas jajaja… Los demás tienen a la loca, pero péguenle un baño antes que está toda enchastrada jaja…

-Ok vasco, dejámela a mí. Vamos a ver qué tan resistente es la culona esta… a propósito, es hermana de aquella. –informó el jefe al vasco. - ¿Entendés los genes ahora? Jajaja, pero si domé una, puedo domar a la otra, además es una tarea gratificante.

El vasco y la Yeny apartaron a Karina hacia una pieza, a ellos les gustaba la intimidad. La condujeron casi sin resistencia por parte de ella, estaba demasiado asustada con la aparición de antiguos fantasmas. Demasiado maltrato había sufrido en estos dos últimos años como para cometer el error de resistirse ante gente sin escrúpulos. Caminaba delante de los vejestorios arrastrando las piernas mientras el vasco le decía:

-Ahora la vamos a pasar bonito, nena… y me vas a contar donde está tu hermanita eh…

El rasta y el turco fueron a por Miranda. Y en el mismo sillón donde estaba le arrancaron los jirones que había sido su camisón y comenzaron a sobarla y morderla. Ella ni se inmutó. A las claras su delicada cordura se había resentido, y la razón la abandonó. No protestó ni se defendió cuando el rasta literalmente le mordió sus tetitas y el turco le hurgó con varios dedos sus agujeros entre las piernas.

Los otros cuatro quedaron con Yamila, convertida en una auténtica fiera, agatas era sujetada por el ruso y el negro. Lazaba patadas para todos lados y rugía detrás de la mordaza. El jefe se relamía en silencio, sin dudas maquinando alguna aberración para domar esa fiera.

Se acercó a ella con cuidado, evitando sus coces, y cuando tuvo la oportunidad  le pegó un tremendo manotazo en las tetas, lo cual hizo que salieran lágrimas de la mujer, en parte rabia, en parte dolor. Y al aquietarse un poco sus ímpetus a causa del dolor, le dio otro manotazo en los pechos, y otro y otro… Una sucesión de cachetazos sobre las suculentas mamas de Yamila que le hicieron aflojar las piernas.

El marido de Yamila, su cuñado y sus hijos observaban todo desde su posición, así como también como violaban a Miranda en el sillón. Salvo Antonio, los otros tenían lágrimas de impotencia en los ojos, bufaban y forcejeaban haciéndose daño con las ataduras.

El jefe no dejó que Yamila se reponga y le asestó un par de cachetazos en la cara, a mano abierta y de ida y vuelta, medio atontándola. Y rápido le jaló la bombacha desde el frente, estirándola hasta romperla, causándole un gran dolor entre las nalgas.

La mujer volvió a reaccionar con violencia, dominada por la rabia quería golpear a ese sádico, arañarlo, morderlo, cualquier cosa que le hiciera daño.

-Patea como una mula esta forra! – exclamó el jefe, y ordenó. –A la mesa!

Entre los cuatro y no sin gran esfuerzo, arrimaron a la señora a la mesa, dejándola de pie reclinaron su cuerpo sobre la misma haciendo que sus tetotas se aplasten sobre la tabla. Primero una y luego la otra le ataron los tobillos a las patas.

Todo el carnoso culo quedó para arriba y ya sin peligro de patadas se lo azotaron y pellizcaron hasta que quedó rojo.

Su cara estaba bañada en llanto. La impotencia amenazaba con derrumbarla, pero agitada seguía luchando como podía.

El jefe la manoseó todo lo que pudo, escupiéndose la mano le sobaba la vagina con toda la palma y ella se desesperaba de indignación y vergüenza.

Le incrustó un dedo en cada hoyo, escupiéndolos previamente y los taladró violentamente mientras reía macabro. Esto provocó ya un llanto desesperado en la víctima, invadida y vejada delante de su familia. Le profanó un rato los agujeros mientras de tanto en tanto le daba una fuerte nalgada que hacía temblar las carnes.

-Ahora que tenés flexible los agujeritos, no vas a tener inconveniente en que te coja bien cogida putita ¿Verdad? Pedilo, puta, pedí que te coja con ganas… Pedilo! - Un sacado jefe la interrogaba mientras le quitaba la mordaza.

No bien sintió la boca libre, Yamila, se destacó con unos verdaderos alaridos que retumbaron en los tímpanos de todos. Bien era sabido por su familia, lo propensa a gritar que era. Mucho más en esta situación extrema. Pero prontamente la acallaron con la mano mientras el jefe ahora si furioso de verdad le decía:

-¿Así que te gusta gritar?!!! Ahora vas a tener motivos hija de PUTAAA!!!

Se sacó el cinturón y tomándolo por ambos extremos le empezó a dar cinturonasos en el culo y las piernas. Fue cruel el castigo, impiadoso. Tras una decena de golpes, las nalgas presentaban una tonalidad carmín en los sitios donde había impactado el cinto. Yamila temblaba como afiebrada, totalmente empapada de sudor y con cada uno de los músculos del cuerpo en tensión. Lloraba desconsolada pidiendo que se detengan.

El se detuvo, le preguntó si quería más y ante la efusiva negativa de la madura, le recomendó no gritar más sino quería que la acariciara otra vez con el cinturón.

-Ahora si culona… pedime que te la meta, pedime que te rellene la concha de carne para tener un orgasmo explosivo jajaja…

Pero ella se negó a hablar. Antes muerta que pedir que la violen, mucho menos delante de su familia. No gritó, pero tampoco contestó.

-Bueno… parece que te quedaste muda jajaja, pero sino querés que te la meta… a verrrr… bueno, se la metemos a los pendejos. Traigan al pibe acá!

El ruso se apresuró a traer al hijo mayor de Yamila. Un muchacho de cabello claro y bastante flaco, alto, con los ojos dilatados de terror. Al pibe le faltaba poco para ser mayor y seguramente era virgen en todo sentido.

Estaba maniatado en la espalda y amordazado como todos. Le sacó el slip y lo recostó en la misma posición que estaba su madre sobre la mesa, enfrente de ella, para que lo viera.

-Hacele el orto, rusito… y vos puta vieja mirá como se culean a tu nene jajaja… ya vas a aprender modales… -ordenó el jefe.

El ruso se bajó los lienzos y su pene flaco y largo salió como un resorte. Se había empalmado hacía rato ya, durante la tortura de Yamila y se lo veía dispuesto a ensartar al muchacho cuando Yamila gritó:

-NO NO NOOO NO HAGAN ESO!!!! Dejen a mi hijo… déjenlo, malditos!!!!

-¿Las palabras mágicas son? –el jefe la interrogó deteniendo al ruso con un gesto.

-¿Qué mierda quieren hijos de putaaaaa? SNIFFF… -Yamila soltó el llanto.

-Cogerte, culona… ya te lo dije… meterte la verga y cogerte como no te cogieron nunca jajaja… pero tenés que pedirlo…

-¿Por qué nos hacen estoooo? Déjennos en paz… no les hicimos nadaaaaa…

-No no… no entendés nada culo gordo… ruso, procedé con el pendejo.

-Está biennnn.. Está biennnn… buahhh!... C-co-cogeme… a mí buahhh!!! Desgraciado! Sniff sniff…

-Petiso! –exclamó el jefe. –La mesa está servida jajaja!!!

El petiso peló la pija, como dice la leyenda de los petisos, bastante respetable herramienta, alrededor de los 20 centímetros, gorda y curvada hacia arriba, con una cabeza imponente y morada.

No tardó nada en posicionarse entre las piernas de Yamila que lloraba a mares ya, totalmente entregada para salvar el culito de su hijo. Temblaba e hipaba mientras el petiso se preparaba detrás de ella.

La verdad es que Yamila no era ninguna estrecha. Poseedora de una vagina amplia de labios gruesos y largos. Rodeada de unos pelitos muy bien recortados. No obstante al incrustar el petiso el glande entre sus labios y estar seca sintió una molestia, acrecentada mil veces por la situación, por lo que redobló sus llantos que se fueron convirtiendo en desgarradores a medida que el violador avanzaba.

Al notar la sequedad, el repulsivo petiso, se la sacó y escupió un par de veces en plena concha, mientras mantenía esos potentes glúteos lo más abiertos que podía.

Luego la inoculó nuevamente. Al sentir que resbalaba, no cejó de hacer fuerza hasta que la empaló completa. A lo que la pobre mujer respondió con todo tipo de lamentos. Llantos, quejidos, súplicas, toses y ahogamiento. Estaba demolida anímicamente. Violada delante de su familia con su hijo a un metro mirándola.

El petiso comenzó un bombeo firme y ella más escandalosa se puso, por lo que el jefe tomó cartas en el asunto:

-Mucho ruido hacés culona, se van a avivar los vecinos y ahí se va a armar un despelote que no te va a gustar… ocupá la boca en algo así dejás de escandalizar. Ruso! Traé al pendejo, que la mami le chupe la pija así se entretiene…

Yamila no lo podía creer. Cuando ya creía que no podía sentirse más humillada, aparecían con esto. Chuparle el pene a su propio hijo mientras un degenerado le taladraba por detrás y delante de su marido, cuñado y su otro hijo. Se quería morir. Hubiese preferido mil veces que la fulmine un rayo en ese momento antes que entregarse a las retorcidas ideas de esos delincuentes.

Pero nada la salvó. La diosa fortuna no estaba de su lado esa noche. La arrastraron todo lo que permitían las ataduras de los pies hacia el borde de la mesa y poniéndole delante la flácida pijita de su hijo, al que el ruso sujetaba.

Ella se negó a abrir la boca, negando con la cabeza y cerrando los ojos. Pero una amenaza de enculamiento por parte del petiso la hizo cambiar de idea a la fuerza.

Una situación de extrema violencia psíquica, vivieron madre e hijo. Jamás se les cruzó por la cabeza tener que vivir una situación incestuosa. Mucho menos forzada. No entraba en los planes de ninguno, pero ahí estaban, obligados, a recibir y dar placer oral.

Aunque mucho no se esmeraba en la mamada, la naturaleza es sabia, el cuerpo responde a los estímulos. La verga del pibe se empezó a endurecer dentro de la boca de su madre iniciando un tenue vaivén de caderas, aunque la razón repudiara el acto.

Tan deteriorada y espantada estaba Yamila practicándole sexo oral a su hijo que no sentía nada más. Detrás de ella, el petiso, la serruchaba con ganas ahora. Le pegaba unas potentes embestidas que hacían que las nalgas temblaran. Y la machacó vertiginoso unos segundos antes de inundarle la matriz de su semilla repugnante.

Cuando el petiso salió, un hilito blancuzco comenzó a salir de la concha. El jefe aferró al hijo y se lo arrebató de la mamada y llevándolo tras ella le dijo:

-¿Alguna vez viste como sale leche de la concha de tu madre recién cogida? Negro, abrile el culo… Mirá pendejo… ¿te gustaría pasarle la lengua? Jajajaja

El pie se echó para atrás todo lo que pudo, pero estaba bien sujeto.

-Es justo nene… ella te chupó, vos le chupás…

Y le incrustó la cara entre las nalgotas de su madre.

En el sillón, El rasta y el turco, se habían cogido a Miranda en todas las posiciones que pudieron antes de bañarla en leche, sin que ella emitiera la más mínima queja, ni tampoco colaborara, solo estaba. Luego fueron reemplazados por el ruso y el negro que continuaron violándola por cada agujero que se les ocurría. Incluso la clavaron al unísono, haciéndole un sanguchito demoledor. Y ni cuando la sodomizó el ruso ella reaccionó, con lo que los malditos estaban a sus anchas.

A Yamila la seguían atormentando sobre la mesa. Ahora colaboraban con el jefe el rasta y el turco descargados. El hijo mayor tuvo que seguir chupándole la zorra hasta que creía vomitar, y habían traído al otro hijo también para que la mamá lo mamara. Todo se salía de control, todo era una aberración para Yamila, quien estaba desecha psíquicamente. Se dejaba vejar como les parecía a los sádicos ensayando solo de vez en cuando una tímida negativa. Pero nada detenía las perversiones de esos desalmados violadores.

En un dormitorio, el vasco y la Yeny abusaban de Karina. Fiel a su estilo. La ataron y le aplicaron pequeños instrumentos de tortura que hacían que la joven se retorciera. La penetraban ambos, aunque la herramienta del vasco no era gran cosa, contaban con vibradores y consoladores de variados diseños.

No era la primera vez que Karina sufría este tipo de tortura, en dos años de cautiverio ejerciendo la prostitución, más de una vez tuvo que enfrentar mentes depravadas que le hacían padecer muchos tipos de abusos. Por lo que se dejaba hacer, rogando que terminara todo de una vez.

En la sala, Yamila seguía atada a la mesa culo para arriba. Sus hijos le habían lamido la vagina hasta que dejó de salir esperma, incluso fueron obligados a lametearle bien el ano, mientras uno de los sujetos le mantenía las cachas abiertas.

Una nueva ocurrencia diabólica brotó en el jefe. Fue donde estaba el vasco y pidió prestado un consolador bola. No obstante se quedó un rato mirando como tenían atada a Karina como un matambre, sin que pudiera mover un pelo. La Yeny le había metido una tira como de diez bolas chinas por el culo, al que mantenía abierto como un libro. Y justo en ese momento se las estaba sacando lentamente en medio de temblores por parte de la víctima. La imagen de ese culo abierto y ensartado por las bolas hizo que se le empezara a despertar la lívido nuevamente.

Cuando volvió a la sala ya tenía una erección completa, pero continuó con su plan. Con el consolador bola lubricado se posicionó detrás de Yamila.

Este instrumento era como de 30 centímetros, formado por una empuñadura y a continuación una sucesión de bolas pegadas entre sí  de mayor a menor tamaño. Siendo la de la punta de solo un centímetro de diámetro. Aunque la que quedaba pegada a la empuñadura no medía menos de 5 o 6 centímetros de diámetro.

Se le había ocurrido torturar a la mujer con ese aparato por el ano a la vez que se lo dilataba.

Manos a la obra le metió la puntita. Tres o cuatro bolitas de las chicas se metieron sin problema, pero desde ahí hubo más resistencia. No obstante con paciencia, metiendo y sacando, forzando sin extrema violencia, fue incrustando el consolador en el ano de Yamila, La que redobló sus llantos, lamentos y quejidos.

Las tres últimas bolas no hubo forma que entraran, al menos sin correr el riesgo de ruptura anal. Así que se lo dejó ensartado todo lo que pudo mientras liberando su falo, procedió a satisfacerse y liberar la excitación que le produjo ver a Karina.

Cuando la penetró, recordó algo e inmediatamente ordenó que traigan a Antonio diciéndole a Yamila:

-Me había olvidado de tu cuñado je… a lo mejor también tiene ganas de jugar un rato jajajaja.

Y la pusieron a mamarle el pito a su cuñado, pito que ya estaba a tope cuando fue liberado, y a la boca de Yamila fue a parar. Aunque Antonio tenía ganas de mandárselo hasta la garganta, se tuvo que controlar, con esfuerzo y dejar que su cuñada le practicar un insípido pete. Pero, por más que ella no ponía interés,  no lo maltrataba, y para Antonio ver desaparecer parte de su verga entre los gruesos labios de su cuñada lo estaba elevando al punto sin retorno.

El jefe la violó un largo rato, sentía delicioso y compacto ahí dentro. El consolador bola que ella tenía metido en el recto comprimía espacios, haciendo de la follada muy placentera para él y muy dolorosa para ella.

Cuando ya sentía que la leche estaba por aparecer, tomó el consolador y acompañó su bombeo vergal con movimientos del aparato, lo que estremeció a la dama amenazando con morder la pija de Antonio, al que retiraron prontamente de ahí.

Casi en el clímax la bombeó potente por los dos lados y un segundo antes de acabar desalojó ambos orificios de un tirón haciendo que ella se agitara y lanzara un grito. Corrió hacia la cara de ella y le empezó a disparar escupitajos de lefa en el rostro, mientras le fregaba el glande por toda la cara, boca, ojos, nariz, pómulos. Y también le empezó a fregar el consolador que tanto rato le había dejado insertado en el culo, embadurnándola con todo tipo de desechos. Una acción por demás asquerosa.

Llegaba la parte del plan que había exigido previamente Antonio. Lo tenían que obligar a que le rompa el culo a su cuñada. Bueno, mucho no lo iba a romper porque le había quedado bastante dilatado con el artefacto de bolas. Pero estaban en eso, ayudándolo a que la meta por ahí, pues tenía las manos atadas a la espalda, haciéndose el que no quería, pero por dentro deseándolo con toda su fuerza. La cabeza de su pene destilaba jugo pre seminal y los huevos le dolían de excitación.

Uno de los tipos le agarró la verga y se la posicionó en el dilatado ano de su cuñada. Moría de ansiedad y el momento no llegaba nunca. Y justo cuando su glande rozó el ano de ella…

-Nos vamos! Nos vamos yaaa!!!! Apúrense carajo hay que rajar!!!! –apareció el vasco como loco, dando órdenes de huída.

Tardaron un segundo los malvivientes en reaccionar antes de preguntar qué pasaba.

-Alguien nos batió… la puta madre!!! Nos traicionaron!!! Me acaban de avisar que viene en camino el grupo Halcón!!! Vamos, vamos en retiradaaaa!!!!! – informó el vasco.

En una huída precipitada, los ocho delincuentes violadores atropellaron la puerta, emprendiendo rauda carrera una vez en la calle.

Pero el destino estaba sellado, o más bien planeado. Fabián, quien había llamado al vasco para informar que se acercaba un grupo especial para capturarlos, los había engañado, puesto que los Halcón estaban apostados en los dos cruces de calle. Al aparecer la banda corriendo se les dio la voz de alto a la que contestaron a los tiros, puesto que casi todos estaban armados.

Pero se encontraban al descubierto, con armas cortas, mientras el grupo policial estaba atrincherado y poseían armas largas. La mayoría subfusiles Taurus y hasta algunos con fusiles de asalto  Heckler.

Fue una carnicería. Los Halcón contestaron el fuego con fuego, pero más poderoso. Prácticamente fueron acribillados, fusilados casi a quemarropa por un grupo especial entrenado para tratar con gente peligrosa. Los cuerpos de los integrantes de la banda del vasco recibieron decenas de impactos de balas de alto calibre. Sesgando sus vidas. Terminando con sus fechorías para siempre.

Seis meses después…

Antonio estaba por acabar. Estaba en su propia cama, metido entre las piernas de Maite que recibía gustosa sus embestidas. Entre los dos se interponía la barriga abultada de ella, era el cuarto mes de embarazo de la joven.

Antonio la penetraba con frenesí, pero poniendo cuidado en no golpear la pancita de ella, ya que albergaba su propio hijo dentro.

Los jadeos acallados de la jovencita se intensificaron a la par de la embestida de él, para desbordarse en un orgasmo mutuo que los convirtió en uno.

Ya culminado el acto, descansaba recostado Antonio con Maite apoyando su cabeza en su hombro, él con su brazo le rodeaba.

-Mañana voy a ir a visitar a la tía. –dijo Maite. – Aunque no me reconozca, ni me hable, tengo la necesidad de visitarla. Será que me siento culpable…

-¿Culpable? ¿De que estés conmigo? – preguntó Antonio. –Nosotros no tenemos la culpa, somos tan víctimas como ella y esto que nació entre nosotros no lo buscamos… solo surgió.

-Ya lo sé… pero igual necesito verla. No pierdo la esperanza de que se recupere, aunque eso significaría el final de esto.

-Nuestro matrimonio ya estaba roto antes de todo esto. Ojalá se recupere, pero entre nosotros se acabó el amor… solo nos une nuestro hijo.

La charla continuó con Maite acurrucada entre los brazos de su antiguo tío, hoy, ¿amante? ¿Pareja?

La relación había comenzado pocas semanas después de aquella fatídica noche. Cuando los delincuentes fueron abatidos, se terminó la conexión de Antonio y Fabián con las violaciones y secuestros. Lo que nunca dejó Antonio de reprocharle a su amigo, fue haber actuado muy de prisa. Justo que se estaba por culear a su cuñada. Sólo 10 minutos, si sólo hubieras esperado 10 minutos más. Era la queja constante. Pero bueno, el resto del plan había salido bien.

Yamila y familia habían vuelto a su ciudad. Seguramente aún estarían en tratamiento psicológico.

Karina hacía poco que se había marchado a continuar sus estudios. Y Miranda, Miranda no se recuperó más. Actualmente se encontraba internada en un centro psiquiátrico. Perdió completamente la razón. No tiene voluntad. Solo vive porque respira y le dan de comer.

De ella hablaba Maite de ir a visitarla.

Ahora, ¿por qué estaba Maite con Antonio?

Recordarán que ella estaba viviendo en esa casa, pero justo esa noche había ido a dormir con los abuelos para poder alojar a Yamila y familia. Luego de todo el despelote, ella volvió a la casa, junto con su primito, el hijo de Antonio.

El niño había perdido a su madre y la compañía de Maite lo ayudaba a sobrellevarlo. Además Maite siempre había sido la sobrina preferida de Antonio, ambos se llevaban muy bien, esto acrecentado por haber sido justamente él quien la libero junto a su hermana de las garras de la prostitución.

Sin buscarla abiertamente, pero deseándola, Antonio fue metiéndose en el corazón sufrido de la joven. Hasta que con idas y vueltas, juegos y charlas, sinceramientos, toqueteos y miradas terminaron en la cama.

Resistiéndose al principio él, en actuación magistral, aduciendo edades, parentescos, etcéteras… la fue llevando a un estado deseoso que terminó por sucumbir como siempre. Sexo.

Sin querer, la joven quedó embarazada y a partir de allí comenzaron a hacer vida de matrimonio, aunque a vistas de los demás la cosa no les parecía del todo sensata. Nadie en la familia estuvo de acuerdo con esa relación, pero tampoco nadie expresó nada. Habían sufrido tanto todos, un dejo de compasión hizo que más o menos fueran aceptados. El hijo de Antonio no. Se había vuelto muy rebelde, y todo lo bien que se llevaba con Maite desapareció, pero le daban tiempo, al menos esperaban que el tiempo cierre heridas.

-Vos deberías ir a verla también. – insistió Maite con el tema.

-No puedo amor. No puedo verla así, es más fuerte que yo, me destroza el corazón verla así.

-EL CORAZÓN TE LO VOY A DESTROZAR YO HIJO DE PUTA! – una figura vestida de negro irrumpió en la habitación empuñando una Itaca 12/70.

Sorpresa primero, grito estridente de Maite, Antonio que se repone e intenta alcanzar su pistola de la mesa de luz y en ese instante el recién llegado le dispara a quemarropa con un arma capaz  de perforar un chaleco antibalas.

Antonio recibió todo el impacto en su pecho y la fuerza lo catapultó y estampilló contra la pared que tenía detrás. Antes de caer al suelo, ya estaba muerto.

Maite gritaba histérica mirando el amasijo de carne sanguinolenta en que se había convertido su amante, antes tío. El intruso dejó caer la escopeta y encendió la luz.

-MAMÁ!!!! – gritó la joven embarazada al reconocer a su madre y estalló en un llanto incontenible.

EPILOGO

Eleanor después de meses viajando por países americanos por la causa, había convencido a Billy de viajar a Argentina. Quería venganza, quería ver a sus hijas una vez más y le juraba que luego iría con él adonde le indicara.

En completo secreto habían entrado al país. Usando contactos y habilidades conseguidas con rudo entrenamiento lograron infiltrarse en la ciudad.

Así fue como entró al dormitorio de Antonio sin imaginar que su hija estaba ahí. La furia de venganza la dominaba. Enceguecida irrumpió y lo mató para descubrir luego que su hija compartía cama con ese despreciable sujeto y además estaba embarazada de él.

Terminó derrumbándose anímicamente, pero mantuvo la calma lo suficiente como para contener a su hijita que desesperada no sabía si abrazarla o golpearla.

Como pudo le explicó a grandes rasgos el plan macabro del que fueron víctimas todas ellas.

Billy se vio obligado a huir prontamente del país, convencido por ella misma. Ya que ya no tenía fuerzas para acompañarlo. Ver a su hija embarazada la nubló y solo pudo quedarse a esperar lo que el destino le deparara. Ella misma llamó a la policía. Y con sus últimas fuerzas hizo una declaración donde contó todo lo que sabía, lo que había padecido, ella, sus hijas y sus hermanas.

Delató a Fabián como cómplice, el que fue sorprendido esa misma noche y encerrado, cabiendo esperar que por mucho mucho tiempo.

Por supuesto que ella también quedó detenida. Había asesinado, pero aceptó todo eso cuando decidió quedarse.


En su cuarto Miranda estaba sentada en una silla mirando el vacío. Alguien entra con una bandeja, la comida, viste de enfermero, es corpulento y no pronuncia ni una palabra. Deja la bandeja en la mesa, se dirige a la enferma y con una mano la toma delicadamente de la barbilla alzándole la cabeza. Ella perezosa se deja guiar. Tarda un rato en recorrer toda la estatura del enfermero.

Cuando llega a su cara, sus ojos se dilatan y exclama:

-NO…

FIN