Destrucción de una familia 13
La banda ataca al rector, último eslabón de la venganza de Antonio. Relato fuerte, impresionables abstenerse.
Capítulo 13 – El rector del colegio
Antonio cavilaba en el trabajo, poco concentrado en la tarea diaria, más bien pensaba en sus sobrinas, a las que había violado muchas veces y había sacado un buen rédito económico prostituyéndolas.
Pensaba que ya no lo satisfacía ir cada tanto a la quinta a culiarlas oculto tras una máscara. Necesitaba que las chicas, o al menos una de ellas se entregaran por propia voluntad.
Lo veía muy difícil, no imposible, pero complicadísimo.
Tuvo algunas ideas que rechazó, otras que aprobó a medias, pero en todas encontraba un escollo.
-Y bueno! –exclamó. – Por lo pronto ya me las cogí a las dos por todos lados, si se da, se da y a otra cosa.
Lo sacó de su ensueño el teléfono. Fabián lo estaba llamando.
-Novedades caso rector. –dijo a modo de saludo su amigo. –El vasco puso una guardia de vigilancia y el viejo vive con su mujer, una vieja chota como él… pero, acá lo bueno, su hija menor recién divorciada y su adolescente hija están viviendo desde hace muy poco ahí. Seguramente es temporario, pero no deberíamos dejar pasar la oportunidad ya que te confieso que la vieja no me atrae para nada.
-Bueno Fabián, hacé tu juego, que vayan… pero fílmalo todo eh! – contestó Antonio.
-De acuerdo, y es más, creo que voy a ir en persona a degustar las femeninas.
-Como te parezca… manteneme informado.
Luego de cortar, Antonio pensó que al fin se cerraría el círculo de venganzas y se sonrió macabramente.
Esa noche en su casa se sintió sumamente excitado, y aunque el niño estaba durmiendo en su cuarto; dominó a Miranda y se descargó sodomizándola otra vez más, siempre sin que ella se entere de la realidad.
Habrían pasado tres o cuatro días cuando una tarde, casi noche, cuando ya pensaba en volver a su casa puesto que estaba en el trabajo recibió otra llamada de Fabián.
-Antonio! Tenés que venir! No te vas a arrepentir.
-A dónde querés que vaya a esta hora? Estoy cansadísimo, quiero ir a casa a rascarme los huevos. – preguntó Antonio sorprendido.
-Vení a la dirección que te mando por whatsapp, es la casa del viejo, estamos desde hace media hora, ya los redujimos, al viejo, la vieja, la hija y la nieta… no sabés lo que está la pendeja!!!! Vení boludo que la vamos a pasar en grande… ponete la máscara, no seas pavo…
Un rato siguió Fabián insistiendo hasta que lo convenció. Llamó a su casa para mentirle a su mujer que debía quedarse trabajando hasta tarde. Se clavó una línea blanca para energizarse y partió rumbo a la dirección señalada.
La vivienda estaba ubicada en un barrio bastante lujoso. Antonio pasó por el frente de la casa con el auto y estacionó en una manzana a dos cuadras. El trayecto lo hizo a pie, suerte que la calle estaba prácticamente vacía.
En la casa Fabián lo esperaba e hizo que entrara rápidamente colocándose ambos los antifaces. Avanzaron hacia la sala donde se presentó un panorama cinematográfico.
Un viejo, al que reconoció, a pesar de estar amordazado y atado como un matambre; era el director del colegio donde trabajaba su mujer. Aquel sujeto senil y repugnante que había visto en videos mientras Miranda le chupaba la verga, llenándose la cara de escasa leche de viejo, asquerosa… Tuvo un impulso de abalanzarse sobre él y molerlo a golpes, pero se contuvo un poco ayudado por su amigo que adivinando sus intensiones lo sujetó y calmó enérgicamente hablándole al oído.
Ya más calmado se dedicó a estudiar los ocupantes del lugar, víctimas y victimarios.
Las cuatro víctimas estaban atadas y amordazadas, sentadas en sillas separadas custodiadas por los sádicos de siempre.
El viejo era flaco y parecía que alto, medio calvo y canoso, arrugado como de unos 70 años. Un poco más allá estaba la que debía ser su esposa, una vieja de la misma edad, aparente, más bien petisa y rechoncha. Su pelo teñido de castaño claro, no muy largo, lo llevaba atado con un moño por detrás. Su rostro, a pesar de la mordaza, se lo veía jovial para su edad, aunque con evidentes signos de terror en sus ojos, ante la situación que vivía.
Una mujer madura, a todas luces la hija de ambos, un calco de su madre pero con 30 años menos, se encontraba sentada sobre una silla en un rincón.
Como ya sabían, esta mujer era la hija menor del matrimonio, tenía dos hermanos y dos hermanas mayores, se había divorciado hacía muy poco y estaba viviendo en casa de sus padres temporariamente junto con sus hijos, de los cuales solo su hija mayor estaba presente puesto que sus dos pequeños varoncitos se encontraban con su padre.
Esta mujer de unos 40 años era atractiva de rostro, cabello por los hombros castaños casi rubios.
Y la última víctima, ahora sí, la joya de la familia, una preciosura rubia de grandes ojos verdes y cabello algo ondulado. Guapísima, con rostro de niña aunque le faltaría poco para cumplir los 18 años. Delgada y estilizada pero de curvas pronunciadas, con unas tetas que resaltaban bajo la presión de la soga que la ataba a la silla.
Los asaltantes eran los conocidos de siempre, la banda casi completa con el jefe a la cabeza; acompañado de su esbirro más sádico, el ruso. También estaba el negro, el petiso, el turco, el rasta y en un rincón silencioso como siempre se destacaba una mole oscura, el senegalés, un antiguo conocido que le había causado mucha impresión a Antonio aquel fin de semana en casa de su cuñada.
Solo faltaban el vasco y Yeny para estar completos, pero sumados Antonio y Fabián encapuchados, conformaban un grupo terrorífico para los residentes de la casa.
El jefe ya había estado aterrorizándolos con sus sarcasmos y hasta le había propinado un par de cachetazos al anciano director cuando hizo un mero intento de resistirse.
Les explicó que estaban huyendo de la policía y necesitaban guarecerse unas horas en su casa. O sea el mismo cuento de siempre, ocultando la verdadera intensión de los depravados sujetos.
La nena los atraía como moscas y la rondaban continuamente mientras ella los miraba con ojos húmedos y aterrorizados. Los tipos se movían de aquí para allá revolviendo todo, escrutando, robando. Cada vez que pasaban cerca de ella le acariciaban la cabeza y su larga y ondulada cabellera, acrecentando el terror de la pobrecita.
El jefe no hacía nada. En silencio observaba las reducidas víctimas. De pronto fijó su miró al rector y su mujer y exclamó:
-¿Saben que nunca vi en mi vida? Y eso que he visto cosas eh… Nunca vi en vivo a dos gerontes fornicar jajaja…
Si la mirada de la anciana transmitía pavor, al escuchar esto se le agregó a su expresión, desesperación. Lagrimeando e hiperventilando, la pobre vieja se puso blanca sintiendo un escalofrío que le recorría la espalda.
-Suéltenlos. –ordenó a sus esbirros. – Quiero verlos coger en ese sofá.
La maldad que transmitía este sujeto se podía palpar, tenía cuerpo y era agobiante.
El ruso soltó al viejo y el negro a su esposa, la que no podía caminar del miedo.
-Oigan señores… - rogó el director mientras era conducido al sofá. – Llévense lo que quieran, pueden comer, les puedo dar dinero, pero no lastimen a mi familia por favor…
-No los lastimaremos. – informó el jefe. – Eso depende solamente de ustedes, si se portan bien y hacen lo que decimos, no les haremos daño. Ahora, si no te ponés a coger con tu mujer ahora como dije… esa nenita tan bonita va a pagar las consecuencias.
-Pero por favor… no podemos hacer eso delante de mi hija y nieta!!!! Es indecente y vergonzoso. ¿Podemos arreglar de otra forma? Además nosotros somos grandes, no es un acto agradable para ver… nosotros… ya no… hace años que no… sea razonable, hombre… - trató el viejo de hacer entrar en razón al jefe usando diplomacia.
-Parece que querés sentenciar a la nena a que le rompamos el culo!!! Y no sabés la matraca que carga el negro aquél. –dijo el jefe señalando al senegalés. –Si no te funciona más el equipo, acá tengo unas pastillas milagrosas… jajajaja. Y ahora… HAGAN LO QUE LES DIGO, CARAJO! O LA PARTO AL MEDIO A LA PENDEJA!!!!
Desnúdense viejos de mierda! Y tragate estas dos pastillas vos!
Con el alma por el piso, la pareja se sacó lentamente la ropa. La mujer lloraba a lágrima viva mientras trataba de cubrir sus enormes tetas caídas con un brazo y su vagina con el otro.
El rostro era agradable, reflejo de belleza en su juventud, aún era en cierta medida bella. Su cuerpo no tanto. Los años no pasan en vano y aparte de los kilos de más, su culo y piernas estaban salpicados de celulitis y várices. Las tetas casi le llegaban al ombligo, el que estaba rodeado por flotadores de tejido adiposo.
El viejo presentaba menos estragos por la edad, siendo flaco y alto mostraba cierta gallardés aún. Cubierto de pelos grises y blancos, aún en su entrepierna. Cierto es que las carnes ya estaban fofas y sueltas al igual que sus largos huevos, con una picha finita y aguangada.
Cagándose de risa de la pija del viejo, pusieron a la compungida y llorosa esposa a mamársela. Se arrodilló ella, se sentó él y se puso a chupársela como hacía 30 años no hacía… nunca fue una gran mamadora, por lo que el viejo sintió lo mismo que antes… nada.
Encima con la boca seca y solo lubricando con las lágrimas que caían se la engullía agarrándola con una mano que temblaba como si tuviera fiebre. Y hasta raspándola con los dientes cada que tenía un sollozo, cosa que pasaba seguido.
Algunos minutos tuvo paciencia el jefe observando esto. Entre que las pastillas no hacían efecto, y la vieja se esmeraba poco, la verga del viejo seguía muerta.
Entonces fue que ordenó traer a la nieta. A lo que la abuela reaccionó desesperada negando, gimiendo y suplicando que dejen a su nieta en paz.
Nada hacía cambiar la idea del jefe y en segundos la nena estaba arrodillada ante la arrugada verga de su abuelo.
-Nena, chupásela vos a ver si reacciona este viejo impotente! Hacelo bien si no querés que el senegalés te haga un hijo. –ordenó el jefe.
La muchacha, derrumbada, llorando a lágrima viva, suplicaba y suplicaba que daba pena.
Nada conmovía al despreciable jefe, con lo que se resignó destruida anímicamente y se arrodilló ante su abuelito quedando a escasos centímetros de la deplorable verga del viejo.
Su madre, aún atada y amordazada se agitó como loca emitiendo gruñidos de indignación. Pero no habiendo salida decorosa y después de echar un vistazo al negro que se encontraba apacible, con manita temblorosa tomó el pene del vejete.
Lo pajeó un poco suavemente y soltando un desgarrador llanto acercó su carita. Separó sus tiernos labios y se metió el glande en la boca.
Le empezó a dar chupetones desganados sintiendo la blandura del miembro en su cavidad bucal.
Los minutos se fueron acumulando y la herramienta sexual del abu comenzó a reaccionar.
Aún con la situación tan forzada e indecorosa, el viejo al fin y al cabo era hombre y la sangre comenzó a correr con mayor velocidad por sus venas empinándole la pija al observar a su bellísima nieta chupándosela. Con una suavidad que nunca esperó y sus neuronas revolucionadas de morbo, el pito despertó.
Cuando se erguió completamente, el jefe hizo levantar a la afligida muchacha y la apartó lanzándola hacia los dos encapuchados, Fabián y Antonio que la atraparon contra sí.
-Ahora sí, viejo de mierda, queremos ver cómo te cogés a tu mujer. Y en posición perrito, jajaja! – se divertía un hilarante jefe.
El director tomó suavemente a su mujer que estaba desparramada en el sofá llorando y la colocó en la posición mandada dejando a la vista de todos el fofo culo de la anciana, en donde se percibía entre los muslos un matorral de pendejos nunca podado.
Luego se la clavó aprovechando el momento de dureza, a lo que la esposa rezongó con un amargo lamento al ser invadida.
-Tranquila, soy yo, relájate. – le decía el viejo para tranquilizarla.
Al notarla totalmente seca se escupió en la mano y lubricó como pudo la gorda vagina de su mujer. Para comenzar a follarla lentamente, desde atrás, insertando todo el largo de su pito al que hacía años no sentía tan erguido.
La mujer madura que todavía estaba atada no daba crédito a lo que vía. Sus ancianos padres desnudos cogiendo a lo perrito. Muy fuerte para la pobre con expresión de asco observaba.
Hasta que dejó de preocuparse por sus padres al ver a su hijita en manos de dos encapuchados que la magreaban a cuatro manos y un frío le recorrió la medula al comprender el peligro que corría.
La jovencita se debatía entre los desalmados que le manoseaban sus encantos por sobre las calzas que tenía puestas y la blusa de algodón. Mientras uno le agarraba los brazos, el otro le apretaba las tetas hasta que gritaba, después hacían lo mismo con el tremendo culo que cargaba, al que chirleaban y pellizcaban con saña. Hasta le frotaron entre las piernas llevándole sensación de invasión a su conchita protegida por ahora con unas delgadas telas.
La madre se desesperaba en su silla al mirar como trataban a su pequeña y para evitar que se hiciera daño con las sogas el jefe la hizo desatar.
Mientras el negro y el rasta la sujetaban de los brazos el jefe la encaró:
-Estás muy nerviosa, putita… se ve que andás necesitada, jajajaja… algo para descargar tanta tensión…
-HIJOS DE PUTA MAL NACIDOS!!!! –gritó ella al quitarle la mordaza. - ¿Por qué nos hacen esto?!!! Dejen a mi hija tranquila! MALDITOS!!!
El revés que le metió el jefe le hizo saltar más lágrimas si cabía pero la hizo callar.
-Nada de gritos, puta histérica… tranqui que a la nena le podemos perdonar la ensartada si nos atendés vos…
-N no… no no no… déjennos en paz por favor! – suplicaba ahora sin subir la voz.
-Mirá los viejos. Se sacrificaron por la niña y ¿su propia madre no?... SIGAN EN LO SUYO USTEDES MIERDA! –se dirigió ahora a los abuelos que se habían detenido por el revuelo.
El veterano tuvo que reanudar las embestidas contra su propia mujer.
El jefe le habló a la mujer otra vez:
-Te prometo que si nos hacés pasar un buen rato a tu hija no la tocamos. Mirá que tenemos para un rato aún acá… ¿o preferís que nos atienda ella?
La pobre no decía nada, solo lloraba con la cabeza baja negando quedamente.
Al pasar un rato sin respuesta el jefe ordenó:
-Muchachos! La nena está servida… no sean muy violentos…
Como una jauría atropellaron a la joven que se sintió aferrada por varios pares de manos que empezaron a jalar sus ropas.
-MAMAAAA!! NOOOO!!! Déjenme putos de mierda!!! Ayudame mamááá!!!! – se escandalizó la criatura.
-Bastaaaa! Bastaaaa!!!! Déjenla en paz, déjenla… - desesperada su madre reaccionó. - Está bien! Está bien! Pero déjenla tranquila a ella.
-Es tarde ya! Ramera! Tendrías que haberte decidido antes. Ahora no solo te vamos a romper el culo a vos, sino a la nena también… métanle muchachos… se pueden coger a la pendeja, pero déjenle el culito intacto que es para mí después que se lo rompa a la mamá!!!!
-NOOO POR FAVOR NOOOO!!!! – gritó desesperada la pobre madre arrojándose a los pies del jefe, le abrazó las piernas y le apoyó la cara en el bulto.
Abundantes lágrimas nublaban sus ojos, así que los mantuvo cerrados. Roja como un tomate de vergüenza y humillación frotó su mejilla por sobre el pubis del jefe.
Él con un gesto detuvo a sus hombres y a los encapuchados.
-Bueno golfilla… última oportunidad, me conmoviste, por eso te doy una última oportunidad. Liberame la nutria y haceme la mejor mamada de tu vida… y rapidito porque estos coyotes están hambrientos de carnes púberes… jajaja.
La mujer no miró a nadie, ni a su hija retenida por los malditos, ni a sus padres que fornicaban en el sofá. Desprendió el cinturón, botón y cierre del pantalón del jefe y se lo bajó hasta las rodillas. El despreciable no usaba calzoncillos, por lo que la verga ya semi erecta se descolgó y quedó balanceándose ante la carita empapada de ella.
La tomó con manita temblorosa y angustiada a extremo la acercó a su boca abriendo esta para engullir el glande. Lo apretó entre sus labios extrayéndolo y volviéndolo a meter un par de veces antes de comenzar a trabajarlo con la lengua. Lamió íntegro todo el tronco del pene que ya estaba completamente endurecido siempre tomándolo con una mano. Luego se metió todo lo que pudo, menos de la mitad y tuvo una arcada. El asco que sentía la superó y tuvo que sacarse toda la verga de la boca para toser y tener varias arcadas encadenadas.
El jefe la obligó a metérsela de nuevo y ella haciendo tripas corazón lo hizo, aunque los sollozos la agitaban continuamente le practicó una mamada correcta, nada deslumbrante para el tipo pero muy invasiva para ella.
Después de un rato el jefe la puso de pié. Con esa mamada a desgano no iba a lograr eyacular, así que la hizo parar y desabrochó su camisa sin que ella opusiera resistencia, solo lloraba.
Unas grandes tetas estaban atrapadas por un corpiño color carne. El jefe levantó las copas por sobre el pecho dejando a la vista y en libertad los melones de la mujer, grandes, blandos, vencidos por la gravedad pero excitantes, con pezones rosado oscuro y areolas grandes del mismo color. Las masajeó viendo como sus dedos penetraban profundamente en esas montañas lácteas.
Un poco de barriga se notaba, al fin y al cabo era una rellenita hembra, aunque de muy buen tipo. Desabrochó el jean elastizado que le hacía un culo redondo y bastante amplio y se lo bajó arrastrando la bombacha tipo vedetina .
La observó de un lado y del otro apreciando una vagina de labios largos y con el vello prolijamente recortado. Su cola como parecía vestida era amplia, pero bastante firme y sin estrías, con un poco de celulitis, si, nada fuera de lo normal en una mujer de 40 años. Piernas fuertes y macizas. En sí una petisa culona muy cogible, pensó el sujeto.
-Sacate todo. – le dijo el jefe en un susurro.
Ella lentamente lo hizo, luchando con los temblores que le provocaba la situación. Cuando quedó totalmente desnuda, el jefe la empujó suavemente hasta la mesa y la subió a ella haciendo que coloque las manos debajo de la cabeza. Abrió sus piernas aunque la pobre hizo un poco de resistencia que divirtió al sujeto.
Luego, con toda la palma le recorrió la vagina de arriba abajo y viceversa notando al órgano totalmente seco. Sin que la mujer se diera cuenta, puesto que sollozaba con los ojos cerrados con la cabeza de lado, el jefe llamó al negro y le susurró en el oído:
- Decile a los que pagan, que tomen a la pendeja, en otro lugar y en silencio… que la madre no se dé cuenta…
Siguió luego sobándole la concha ante la angustia de la mujer que no se enteró nunca del peligro que corría su hija, su adolescente y bien formada hija.
Como no lubricó nunca, el jefe se decidió a chuparle un poco, igual lo iba a hacer seguramente, le encantaba lamer vaginas de sometidas. El decía que el flujo extraído en contra de la voluntad de la hembra tiene un sabor diferente, embriagador. Así que separándole aún más las rellenitas piernas le empezó a pasar la lengua por toda la extensión, desde el clítoris que agatas se veía, hasta el cerrado ano, lo que le producía un temblor a la dama cuando el órgano bucal se enredaba entre los pliegues del esfínter.
Mientras tanto, el negro les transmitió a Fabián y Antonio que tenían carta libre con la nena, siempre que fueran silenciosos. Y ellos pusieron manos a la obra, ayudados por el negro y el rasta, le taparon fuertemente la boca y aprovechando la sorpresa de la chica la arrastraron hasta un dormitorio.
Cuando descubrieron la pieza principal, ente los cuatro la introdujeron dentro y cerraron la puerta.
El negro rápidamente le colocó una mordaza con una bola y la nena quedó silenciada y aunque se debatía tirando patadas y retorciéndose, no podía competir contra cuatro hombres adultos que la inmovilizaron y prontamente le fueron retirando las prendas de vestir.
La rubita púber era una delicia, vestida alteraba las hormonas, desnuda hacía perder la cordura.
Una figura perfecta, con la piel ligeramente bronceada, tetitas desarrolladas en plenitud, no tan grandes como su madre pero opulentas, firmes y erguidas, coronadas con pezones diminutos y rosados de pequeñas areolas. Espalda, brazos, abdomen y cintura perfectos y en armonía. Una mezcla de deportista y modelo, ni escuálida ni gorda, simplemente perfecta.
Su cola era arrolladora, una invitación a morder suculentos glúteos carnosos y con forma de cereza. Sus piernas macizas, denotaban sus músculos cuando la chica hacía fuerza para liberarse. Y para terminar su descripción, su vagina casi lampiña, con una finísima línea de vellos transparentes sobre el tajo de unos cinco centímetros, poseía labios finos que ocultaban los menores dentro y su botoncito encima apenas perceptible.
Jadeaba y gruñía tras la mordaza con el rostro rojo, mitad furia y mitad indignación con gruesos hilos de lágrimas que se derramaban por los cachetes color carmín.
La inmovilizaron sobre la cama doble atando sus manos a ambos extremos, pero dejando sus piernas libres de sogas pero tomadas firmemente por el rasta y el negro.
- ¿Será virgen la nena esta? – Preguntó Fabián tras la máscara y le metió dos dedos en la conchita.
Los dedos entraron en su totalidad a pesar de lo seco de la zona, comprobando que esa vagina se había comida ya alguna verga.
- Dejámela chupar un poco. -le pidió Antonio.
Metió su cabeza entre las piernas de la sometida nena y alzando un poco su máscara le aplicó lengua. Pobre chica, se veía que sufría a más no poder, la invasión a su privada vagina le desencadenó un llanto desconsolado. Pero nadie se preocupó por su sufrir, la lengua de Antonio la siguió lamiendo en cada rincón de su anatomía, hasta que toda la conchita brilló empapada de babas.
Después pasó a las tetas, y Fabián que sentía los huevos doloridos y el pene por explotar la poseyó. Con poca delicadeza alojó su pito en tan pequeña vagina hasta que los huevos chocaron contra el perineo. De no haber estado amordazada, el alarido que pegó se hubiera escuchado en todo el barrio, pero la bola lo ahogó completamente escuchándose solamente un gruñido desgarrador de fiera herida, con temblores y endureciendo cada músculo de su cuerpo hubo de soportar las embestidas de su violador y los mordiscones y chupones de otro en sus pechos.
En la sala, el jefe había dejado de lamer la concha de la madre y le apuntaba con su inhiesta herramienta para profanarla. Cosa que hizo lentamente ante la cara de asco que ponía la mujer. No emitió más que un gemido con la garganta cuando el falo se rodeó de su intimidad. No quiso exteriorizar su sufrir para no preocupar a sus padres e hija.
Lo que ella no sabía era que en la recámara, su hija recibía el mismo tratamiento. Ambas a la vez fueron violadas casi sin violencia, es paradójico expresar eso, pero solo fueron invadidas, no les pegaron ni torturaron, incluso las lamieron bien en la zona.
Madre e hija fueron inseminadas por los desalmados, uno detrás de otros. Después de Fabián, a la nena se la cogió Antonio, luego el negro y terminó el rasta. Mientras uno bombeaba a la pobrecita que lloraba a mares, los otros magreaban sus carnes. Le chupaban los pezones que prontamente pasaron a estar morados. Alguno después de vaciarse fregaba toda la húmeda verga por el rostro de la niña y se limpiaba en sus cabellos. La chica los encendía, era un monumento de mujer, con sus carnes firmes y moldeadas. Su estrecha cavidad vaginal los llevaba al delirio.
A la mamá después que el jefe descargara en su interior toda la simiente acumulada, se la folló en sucesión el turco, el petiso y el sádico ruso, al que el jefe hubo de llamarle la atención cuando abocado a sus rudas formas, cogía a la pobre violentamente haciendo que se le zamarrearan las ubres y emitiera pequeños gritos de dolor.
Al terminar todos, la pobre madre quedó desmadejada sobre la mesa e inundada de lágrimas en su cara y leche en su entrepierna, un pegote blanquecino que se extendía por sus gorditos muslos.
Desconsolada lloraba sin intentar taparse ni bajarse de la mesa, ya estaba vencida.
En la pieza, Fabián iba por la segunda vuelta con la pendeja, mientras los otros volvían a la sala donde fueron testigos de la última violación, por ahora, de la madre por parte del ruso.
Y el viejo y la vieja se hallaban agotados en el sillón. El anciano le había dado y parejo a su mujer como hacía años no hacía. Ninguno había acabado, las fuerzas los abandonaron antes. La mujer estaba en un estado calamitoso, en posición fetal lloraba sin desconsuelo y su marido tomaba aire como una tromba tratando de serenar el pulso, aunque su verga aún estaba erguida, lleno su torrente sanguíneo de estimulantes.
Cuando ya se hallaba bastante repuesto, fue llevado a la fuerza ante su hija, que aún estaba despatarrada sobre la mesa y le obligaron a limpiarle con la lengua toda la vagina inundada de semen. El rector se negó, hizo enérgicos intentos de zafarse, pero se convenció de obedecer cuando el jefe apoyó una sevillana en el cuello de su violada hija.
El también derramó lágrimas de indignación, mientras sorbía leche ajena en la concha de su propia hija que estaba totalmente ida. Tuvo que chupar y chupar hasta que toda la entrepierna quedó brillante de saliva pero sin rastros de esperma. Luego se lo llevaron.
El jefe tomó a la mujer y la dio vuelta dejando sus suculentas nalgas para arriba, la arrastró un poco hasta que las piernas quedaron colgando. Entonces intentó portearle el culo. Ahí la mujer reaccionó y quiso huir dando gritos y maldiciendo, pero con ayuda de sus secuaces, el jefe pudo inmovilizarla e intentar sodomizarla a gusto. Estrechísimo ano el de la víctima, sin dudas jamás profanado. No fue fácil entrar en él, luchó y luchó contra un esfínter rebelde que se negaba a entregarse. La mujer sudaba a mares y le temblaban los cachetes del culo ante los intentos fallidos.
Por fin agotado, desistió y dio autorización al ruso para que continúe. Sin duda la peor elección para ella, el ruso no tenía piedad y embestía como toro sobre el enrojecido culito. Escupió varias veces untándola y presionando. Tras largos minutos de trabajo forzado el glande del ruso pasó la barrera y despareció. La mujer gritaba como loca, aunque ahora amordazada de nuevo y sujetada por otros, nada podía hacer.
Toda la impiadosa verga del ruso fue entrando, rasgando ese orificio jamás perforado. Unos hilillos de sangre aparecieron, bastante pocos, pero suficientes para que lubricaran otro poco y empezara el vaivén del terror.
La culeada que le pegó a la mujer fue atroz, la terminó de hundir es su desdicha. Pero el ruso siguió y siguió violándola con ganas sin parar. Su madre, la vieja que estaba en el sofá, percibió algo raro y saliendo de su bloqueo. Al ver el sufrimiento de su hija, intentó ayudarla atacando a sus atacantes.
La verdad que no logró mucho, antes de lanzar siquiera un golpe una mano enorme la sujetó de un brazo. El senegalés había entrado en acción. Sujetó a la gordita anciana por los dos brazos y la llevó al otro extremo de la mesa antes las exclamaciones de jolgorio del resto de la banda. La puso en la misma posición que a su hija, pero enfrente, ambas mujeres quedaron cara a cara y dando el culo a sus atacantes.
Mientras el ruso seguía sodomizando a la mujer agarrándole y tirándole el pelo hacia él. El senegalés sacó la anaconda de ébano y la empezó a colar en la vagina de la vieja, vagina aguangada con los años pero de ninguna manera capaz de albergar semejante monstruo. El negro no emitió sonido cosa que sí hizo la pobre vieja cuando la concha se le empezó a llenar de tanta carne. Y así las sometieron cara a cara.
El viejo observó todo, sujetado por el petiso se debatió para socorrer a su hija y mujer de tamaña salvajada, pero se lo llevaron de ahí a la pieza donde Fabián estaba terminando de violar por segunda vez a su hermosísima nieta.
Mirar a tamaña adolescente sometida en la cama le movió las hormonas, ya alteradas con los fármacos, pero era su nieta, no se permitió pensar con lujuria, más bien arremetió contra sus victimarios insultándolos en todos los tonos. Insultos que eran recibidos con carcajadas.
A cachetazos lo calmaron y sujetaron mientras Fabián terminaba su aberrante labor, y cuando dejó su semilla en el útero de la niña, entre el negro y el turco la desataron un momento solo para darla vuelta dejándola con el culo en pompa.
La visión de esas rotundas nalgas enloqueció a los violadores y comenzaron a sentir cosquillas nuevamente. Tremenda esta la chica, con ese culo carnoso y redondo, firme como una roca donde entre medio se podía atisbar su encharcada vagina y un pequeño asterisco.
Utilizando el mismo método que el jefe antes, pusieron al viejo entre las piernas suculentas y abiertas de su nieta, obligándolo a penetrarla. Para esto afirmaron un cuchillo sobre el lateral del cuello de la chica, bajo promesa de que si no obedecía la degollaban. El viejo no tuvo opciones y pidiéndole perdón a media voz a su nieta se la mandó a guardar.
Obviamente obnubilado con las carnes de la nena y la falopa de su sangre, fue placentero para el viejo, al menos físicamente, porque emocionalmente se sentía morir de indignación.
Fueron unos pocos bombazos y los malditos le ordenaron que ahora se la metiera en el culo.
La nena lloraba desconsolada mientras su abuelito la sodomizaba, ya había tenido algunas experiencias anales por lo que su esfínter no estaba super cerrado, no obstante algo de trabajo le costó al viejo entrar y cuando lo logró se abandonó al instinto animal.
Parecía haber recuperado energías y rejuvenecido pues embestía a la chica con velocidad y precisión. Ya no le importaba que era su pequeña nieta, solo veía un culo divino unido a un cuerpo de adolescente igual de divino, estrecha cavidad anal que lo transportaba a una dimensión paralela.
En el otro lado la vieja y su hija seguían siendo vejadas, por el senegalés, que con paciencia y calmadamente enterraba toda su gigante arma en la vieja, y la hija por el petiso que reemplazó al ruso en el ano de la misma.
Después volvió el jefe a intentar con la mujer y ahora si pudo enterrar su verga en las profundidades anales.
El senegalés seguía con parsimonia violando a la vieja, que se miraba cara a cara con su hija, mirándose sin mirar, empañadas de llanto, casi no gritaban, solo algún gemido doloroso en una embestida un poco más profunda.
Y ahí fue donde se desmadró todo, el senegalés decidió cambiar de agujero y metérsela por el culo a la vieja. La vieja gritó como poseída, tanto que el ruso le tuvo que tapar la boca con la mano.
La verga del negro era muy grande para un ano que jamás recibió nada. Fue entrando si, poco a poco entraba, pero la anciana se encabritó como un potro que le clavan las espuelas por primera vez. Tuvo unos temblores que daban miedo y echaba espuma entre los dedos del ruso que apretaba fuerte su boca.
Aún faltaba bastante de pija negra para entrar y la vieja seguía debatiéndose y agitándose cuando de repente tuvo un estertor mucho mayor que los otros y quedó inmóvil.
El jefe que se reponía con toda su pija insertada aún, aunque ya había acabado le gritó al negro:
-Pará! Negro pelotudo!!!! Pará que la reventaste!!!!
Se armó el revuelo, todos sacaron los miembros de donde los tenían insertados, incluido el senegalés que ni chistó. Rodearon a la vieja comprobando que no respiraba.
Se miraron unos a otros, sobretodo Antonio y Fabián estaban sorprendidos y medio aterrorizados.
El jefe, más baqueano, los organizó, con rápidas órdenes que sonaron como pistoletazos hizo hacer desaparecer las huellas y hacer una urgente retirada.
Las dos mujeres sobre la mesa, una muerta y su hija atada desesperada quedaron solas en segundos. Antes de irse les avisaron al negro y el rasta que estaban en la pieza mirando como el viejo culeaba a su nieta y en bandada salieron disparando como ratas abandonando el barco que se hunde.
El único que pareció no enterarse fue el rector, ahora en soledad, siguió violando por el culo a su nieta.
Continuará...