Destrozando a Carolina.

Primera parte del relato; recomiendo leer la descripción de Carolina, antes de empezar con esta primera parte.

Este es el primer capítulo de la historia de Carolina, una estudiante de Medicina de 18 años, con una familia, muy especial.

Nota del autor: Recomiendo, leer primero, la descripción de Carolina, para que os podáis hacer una idea, de cómo es ella físicamente, y, de la vida tan especial, que ha llevado, por sus orígenes.

Carolina narra su historia

En un bar, zona de Castellana, en Madrid. Lunes por la mañana.

Era lunes, pero, no había clase en la universidad, por lo que decidí tomarme la mañana libre, para hacer algunas compras de ropa, de la que me había encaprichado.

Al acabar, pasé por un bar, cerca de donde había estado de compras, y, como eran las 11:30, decidí entrar a tomarme un pincho de tortilla, y, un refresco.

Estaba en la barra, disfrutando de mi pincho de tortilla, cuando, vi entrar en el bar a dos personas.

  • La mujer, era pelirroja, llena de pecas, iba vestida entera de cuero, y, lo que más me sorprendió, llevaba unas gafas de sol, enormes, y, un bastón blanco, parecía que era ciega, o, al menos, no podía ver nada.
  • El hombre, de unos 30 años, iba todo trajeado y elegante, me gustó, desde la primera vez que le vi.

Ambos, se pusieron a mi lado, en la barra, el hombre, pidió el desayuno para los dos, yo, intentaba estar atenta, por si la mujer, al no poder ver, necesitaba mi ayuda para algo.

Cuando sus desayunos, estaban ya preparados, el de la chica, estuvo a punto de caerse, por suerte, al estar atenta, lo evité, la mujer, me dio las gracias, y, así fue, como comenzó todo.

El hombre, apenas estuvo 5 minutos en el bar, una vez que desayunó, a toda prisa, le dijo a la mujer, que se iba, y que, se las apañase, para volver a la oficina.

Ya, a solas con la mujer, le dije que, si quería mi ayuda, yo no tenía nada que hacer, esa mañana, por lo que le podía hacer de lazarillo, si lo necesitaba.

Celia, que así se llamaba la chica, me dijo que sí, porque, justamente, venía del médico, de ver a Natalia, de que (Natalia) le tapara, fuertemente, los ojos, y, se estaba adaptando aún, a no poder ver nada.

Fuimos a una mesa, a propuesta de Celia, y, con mi ayuda, las dos, nos pudimos sentar.

Carolina (Yo): Disculpa que sea curiosa, pero ¿Qué te ha pasado en los ojos, por qué los llevas tan vendados?

Celia: “No pasa nada, tranquila, es normal que tengas curiosidad, verás, este hombre que venía conmigo, Alfonso, es mi jefe, le va el BDSM, es Amo, yo soy sumisa, y, muy masoquista, la semana pasada, hice algo que no le gustó, y, como castigo, tengo que estar, toda la semana, a ciegas”

Yo: “Vaya, de todas formas, no me sorprende, mi madre es muy parecida, en eso, a ti, también le va el dolor, le encanta sufrir, es muy puta, de hecho, es

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Celia: “Y tú, Carolina, ¿No has pensado en ser como ella? ¿No te va el dolor?

Yo: “Pues, en realidad, sí, pero, me da un poco de miedo, sé que me gusta, porque, cuando mi padre, lo ha probado conmigo, más que enfadarme, me excitaba, pero, tendría que encontrar a alguien, que me enseñara, que me tratara con mano dura, que me pusiera límites, que me educara y que me destruyera, que me destrozara totalmente, lo más extremo posible”

Celia: “Suena muy excitante, si quieres, le puedo hablar a Alfonso, de ti, a ver si te quiere como sumisa, aunque, no será tarea fácil, Él, es muy exigente y muy duro con las sumisas, mírame a mí...”

Yo: “Sí, ya veo, pero, he de confesarte, que, verte sufrir, me está poniendo cachonda, me encantaría que me contaras más sobre Alfonso, en especial, lo que deba saber sobre Él, para poderme preparar. ¿Te parece si quedamos a cenar, esta noche, y, hablamos con calma? Además, como seguirás sin ver, pues, te ayudaré en lo que necesites

Celia: “Vale, me parece buena idea, te voy a dar mi número, y, hablamos”

Celia, me dio su número, en esos momentos, usaba un móvil especial, para ciegos, con voz.

Al acabar el desayuno, acompañé a Celia, a la oficina de Alfonso, y, la dejé, sentada, en su lugar de trabajo, y, me fui a mi casa, porque, tenía cosas que hacer.

Ese mismo día, por la tarde, en La Moraleja

Me fui a casa, a La Moraleja, mi madre, estaba allí cuando llegué, como de costumbre, se notaba que iba toda puesta de cocaína, así que,

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tener conflictos, me subí a mi habitación, a estudiar.

Pasé el resto de la mañana, y, casi toda la tarde, estudiando, paré solo para comer, y, para escuchar a mi madre, que fue a mi habitación, a decirme que le había salido un servicio, de

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, por si quería acompañarla, yo, como casi siempre, estaba tentada, pero, le dije que no, que tenía plan para ese día.

En torno a las 19:00, recibí una llamada de Celia, la secretaria.

Celia: ¿Te parece si quedamos en un bar de tapas, que hay, cerca de la oficina, a las 21:30?

Yo: “Sí, aunque, casi mejor, me apetece más, verte en la oficina, recogerte, y, ayudarte a ir al bar, porque, supongo, ¿sigues sin poder ver nada?

Celia: “Vale, como prefieras, no me vendrá mal, algo de ayuda, y, más si es tuya, además, tengo algo que contarte, que te va a gustar”

Yo: “Ok, pues, a las 21:00, nos vemos en tu oficina, paso a recogerte, y, cenamos”

Me empecé a preparar, pues, no quería hacer esperar a Celia, la noche, prometía mucho, estaba nerviosa, pues no sabía

cuál

iba a ser la noticia que tenía Celia para mí.

Tras una breve ducha, me vestí, me puse un vestido negro, escotado, pues, por orden de mi padre, tenía que lucir siempre mis tetas, por eso me las puso XL...

Me puse, también, unas botas al muslo, con bastante tacón, y, una chaqueta de cuero, como abrigo.

En Madrid, lunes por la noche

Para ir a Madrid, agarré una VTC, pues, no me gusta llevar el coche, además, el carnet, lo tengo casi, recién sacado.

Llegué a la oficina de Celia, justo a tiempo, faltaban 5 minutos, para las 21:00, entré a la oficina, Celia, estaba en su lugar, donde yo la había dejado por la mañana, hablando con otra mujer, supuse que, alguna clienta del despacho, del bufete de Alfonso, me reconoció por la voz, me pidió que la esperase unos minutos, que recogía, y, ya podríamos ir a cenar.

La mujer con la que estaba hablando, en realidad, era amiga de Alfonso y de Celia, su nombre es, Clara, había ido, a ver a Celia, al enterarse del castigo que, Alfonso, le había impuesto, porque, literalmente, le gustaba ver sufrir a Celia, y, de paso, se adobó a la cena conmigo.

Así es que, al acabar el horario laboral de Celia, tanto ella, como Clara y yo, las 3, nos fuimos de cena, a disfrutar de la noche.

Lo que pasó en esa cena, y, más cosas, os las iré contando, en el siguiente capítulo de esta historia.