Destino (VI)

-De pie por favor. ¿Han venido aquí a contraer matrimonio por su libre y plena voluntad sin que nada, ni nadie los presione?- -Sí, Padre, venimos libremente.-

Sexta entrega. Saludos a todos, disfrutenlo.

Gracias por sus comentarios y valoraciones :)


Había al menos unas 500 personas en la iglesia y todas sus miradas se dirigían a mí, mantenía mi calma externa, debía lucir feliz y radiante, así que lucí la mejor sonrisa que pude. Vi a Mauricio vestido a medida de Ottavio Nuccio, pantalones a rayas grises, chaleco gris cruzado, camisa blanca con una corbata alta en negro a rayas grises haciendo juego con el pañuelo de su chaqueta negra, muy elegante como el evento lo requería.

Me sentía muy nerviosa y escuchaba las murmuraciones de la gente a mi paso, sobre lo hermosa y feliz que lucía. La mayoría de los invitados eran  amigos de ambas familias, algunos conocidos de la Universidad, gente de negocios, los típicos socialités, políticos, uno que otro famoso del momento y algunos familiares del tipo lejanos. Conforme iba acercándome a Mauricio, mayor se hacia mi ansiedad, cuando de pronto entre los invitados vi a Don Chuy (el antiguo Ingeniero, por si no recuerdan) y de su brazo estaba la Ing. Cohen.

Fue una breve momento, quizá una fracción de segundo que nuestras miradas se cruzaron, la mía nerviosa y la de ella totalmente fría y de desprecio. Sentía como si algo estuviera apretando mi corazón, ha sido una de las peores sensaciones de mi vida, me latía aceleradamente y temía que en algún momento se me saliera del pecho. Comenzaba a faltar el aire e intentaba desesperadamente seguir sonriendo sin llorar. Papá me abrazó y no recuerdo que es lo que me dijo. Lo siguiente que vi, fui a Mauricio al retirarme el velo. Mis ojos estaban completamente cristalinos, él tomó mi mano y me dio un beso en la mejilla, no podía decirle nada, tenía un nudo en la garganta y un hueco en  el corazón.

-Hermanos sean bienvenidos, nos encontramos aquí para celebrar la unión de estas dos personas que sea aman, María Fernanda Salvatierra y Mauricio Bauer, pueden sentarse.- dijo el obispo.

Tomamos asiento y Mauricio tomó mi mano, intentaba por todos mis medios controlar mis lágrimas; quizá sea normal que una novia lloré durante su boda, pero no para mí, pues para los Salvatierra, lágrimas estaba asociado a tristeza, debilidad y falta de carácter. Hacía a lo que podía.

-Luces preciosa Fernanda.- Murmuró Mauricio, sólo pude mirarle y sonreírle. Estaba incapacitada para hacer algo más.

Vino la primera Lectura de la dama de honor, que en mi caso era Lorena. Vino el Salmo. La segunda lectura a cargo del Padrino de Mauricio. Los rezos necesarios y demás alabanzas de las cuales no entendía nada. Sentía todo mi alrededor distorsionado. Estaba ahí en cuerpo, pero mi mente estaba muy lejos, regresando al momento en que cedí a mis deseos de estar con Alexandra Cohen, lo que me llevaba a cuestionarme ¿Qué hacía ella con Don Chuy? Es decir, entiendo que él la entrevistó y como ese encuentro resultó bien, la mandó a la entrevista final conmigo en la finca. Doy Chuy era viudo hace mucho y mi mente viajó tanto que me pregunté si entre ellos existía algo, bastante desagradable me resultó pensar en eso.

El obispo estaba frente a nosotros y lo escuché.

- El hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el otro. En efecto, la Palabra de Dios nos dice que, “no es bueno que el hombre este solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”.  Ninguno de los animales es “ayuda adecuada” La mujer, que Dios “forma” de la costilla del hombre y presenta a este, despierta en él un grito de admiración, una exclamación de amor y de comunión: “Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne” El hombre descubre en la mujer como un otro “yo”, de la misma humanidad.  El hombre y la mujer están hechos “el uno para el otro”: no que Dios los haya hecho “a medias” e “incompletos”; complementarios en cuanto masculino y femenino. En el matrimonio, Dios los une de manera que, formando “una sola carne”, puedan transmitir la vida humana: “Sean fecundos y multiplíquense y llenen la tierra”. Al transmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador.-** Era una persona creyente, porque así me lo inculcaron, pero no iba a misa regularmente y la verdad es que pocas veces rezaba. Escuchaba atenta al padre, como si en una junta de negocios estuviera, pues todo lo que me decía se alejaba de lo que yo deseaba para mi vida.

- El sacramento del matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia.Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna. En consecuencia es necesario tener orden en el amor: 1) Primero Dios: amarlo sobre todas las cosas; 2) Amarse el uno al otro como a sí mismo: dicho en otras palabras, amar al prójimo como a sí mismo, no a los padres, o hermanos que se dejan. 3) Con esta unión de los dos en Dios y en sí, amen a los hijos con la misma responsabilidad, asuman la educación y acompañamiento de los hijos en un solo corazón. Sólo así podrá darse la unión de los dos, para fundar la familia, de vida y amor, que Dios quiere y que el mundo necesita.-** Asumí que debía tener hijos para tener a quién heredar, porque así me habían vendido la historia desde que recuerdo, Mauricio sería un excelente padre y no porque me lo escribiera en una carta, simplemente tenía un encanto y atención especial con los niños… amarse el uno al otro como así mismos, era mi problema porque si bien me acostumbre a la amabilidad entre nosotros, lo quería, estaba acostumbrada a él, pero ahora ni siquiera tenía claro que sentía.

-Los padres educan fundamentalmente con su conducta. Lo que los hijos y las hijas buscan en su padre o en su madre no son sólo unos conocimientos más amplios que los suyos o unos consejos más o menos acertados, sino algo de mayor categoría: un testimonio del valor y del sentido de la vida encarnado en una existencia concreta. En una palabra, respetar su libertad, ya que no hay verdadera educación sin responsabilidad personal, ni responsabilidad sin libertad.- Jamás me he quejado de mis padres, ni de la vida que tengo, ellos decidieron y eligieron por mí y no es su culpa que yo esté ahí sin saber qué hacer, es mi culpa por mi apatía, por mi comodidad y por mi afán y terquedad de llenar las expectativas de los que me rodean, menos las mías.

-Sólo quien se olvida de sí, y se entrega a Dios y a los demás, también en el matrimonio, puede ser dichoso en la tierra, con una felicidad que es preparación y anticipo del cielo.- ¿Por qué habría de condenarme, si siempre he sido yo la que antepone a los demás antes que así misma? Pero esto no me ayudaba a sentirme mejor; algo oprimía mi pecho y sentía respirar con dificultad.

-Hoy vinimos al encuentro con Dios para celebrar la eucaristía en la que unirán su vida para siempre; hoy ustedes vienen a decirse, lo que sin duda se han dicho muchas veces, te amo; pero hoy lo harán ante Dios y la Iglesia, y añadirán el solo a ti y para siempre. El matrimonio es un sacramento que santifica la unión del hombre y la mujer; es una alianza, que en Dios, la harán del uno al otro y para siempre. El matrimonio no es una simple ocasión social, ni mucho menos un remedio para las debilidades humanas: es una auténtica llamada a vivir en la santidad. El matrimonio es un sacramento grande en Cristo y en la Iglesia, nos ha dicho San Pablo; y, a la vez es un inseparable contrato que un hombre y una mujer hacen para siempre-conozcamos o no, queramos o no- el matrimonio instituido por Cristo es indisoluble.- Estás palabras, hicieron eco en mi cabeza, pues realmente creía en el matrimonio. Tenía el ejemplo de mis padres con casi 25 años, se habían encontrado y complementado. Es sólo que nunca me dijeron cómo se sentía, o cómo te das cuenta de estar con la persona indicada.

-De pie por favor. ¿Han venido aquí a contraer matrimonio por su libre y plena voluntad sin que nada, ni nadie los presione?-

-Sí, Padre, venimos libremente.- Contestó únicamente Mauricio. El obispo me miró expectante a mi respuesta.

-Sí Padre, venimos libremente.- Respondí, apenas audible.

-¿Están dispuestos a amarse y honrarse mutuamente en su matrimonio durante toda la vida?-

-Sí, Padre, estamos dispuestos.- Nuevamente sólo habló Mauricio. El obispo volvió a mirarme.

-Sí, Padre, estamos dispuestos.- Mientras mis lágrimas reprimidas resbalaban por mis ojos. Luchaba con todas mi fuerzas para que solo fuera ese par.

-¿Están dispuestos a recibir responsablemente y con amor los hijos que Dios les dé y a educarlos según la ley de Cristo y de la Iglesia?-

-Sí, Padre, estamos dispuestos.- dijo Mauricio, él y el Obispo me miraron.

-Sí, Padre, estamos dispuestos.- Ahora eran unas lagrimas más y mi voz que finalmente se quebró.

- Así pues ya que quieren establecer ente ustedes la alianza santa del matrimonio, unan sus manos y expresen su consentimiento delante de Dios y de su Iglesia.- Mauricio, tomo mis manos.

-Yo, Alberto Mauricio Bauer Sámano, te pido a ti María Fernanda Salvatierra de la Parra, que seas mi esposa porque te amo y prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, amarte y respetarte todos y cada uno de los días de mi vida, hasta que la muerte nos separe.- Era mi turno.

- Yo…- Guardé silencio, mi voz estaba quebrada, no podía seguir mirándolo y no romper a llorar. Hice un esfuerzo más, respiré hondo. Iba a terminar de una vez con todo esto y darlo por concluído. Levanté la mirada y sus manos me apretaron fuertemente. –María Fernanda Salvatierra de la Parra, te tomo a ti Alberto Mauricio Bauer Sámano como mi esposo, para…- Me quebré, brotaron mis lagrimas sin poder deternerlas por más que lo intentaba. Lo miré y tomé su cara. –Perdóname Mauricio, no puedo hacerlo. Te quiero de verdad te quiero y quizá no lo entiendas, pero no te amo más.- Y con la poca dignidad que sentí que me quedaba y casi caerme por el vestido, emprendí lo más rápido que pude mi salida de aquel lugar.

Escuche a mi paso todo tipo de murmuraciones, los flashes de la camará me deslumbraban y recuerdo que cuando crucé la puerta divisoria, entre en pánico, no sabía a dónde ir o por principio como salir de ahí. Me estaba ahogándo y no veía cómo salir de la situación. De pronto cuando estaba por derrumbarme Lorena apareció para evitarlo.

-No peguntes nada y sígueme.- Me guío por un camino que se me hizo eterno y más cuando escuche cerca las voces de mis padres, había una camioneta negra  esperandonos , subimos y partimos de la iglesia. Una cuadras después Lorena me hizo descender y abordar otro camioneta más discreta.

-Vamonos y por favor dese prisa. Indicó al chofer. Me miró. -Vieron en qué carro nos fuímos, es sólo para despistar y ganar tiempo, tranquila nena, no te preocupes por nada, aquí estoy para tí- Ma aferré a Lorena y seguí desahogandome, me temblaban las manos y cada vez me sentía peor. Cuando Lorena me pidió bajar de la camioneta, ví que estabamos en un hangar y una avioneta, estaba esperándonos para abordar.

- No puedo salir del país, envié mi equipaje al hotel donde…- Ví como el chofer traía nuestras maletas y Lorena sacaba de su bolso mis documentos. –Te dije que no te preocuparas por nada.- Guiñándome el ojo. Y no esperé nada que dijera nada más cuando yo misma corrí para abordar.

Enseguida que estuve ahí, intenté quitarme el vestido, pero parecía que el karma hacia de las suyas y lo había adherido a mi, sentía que me axfixiaba y que pronto perdería el conocimiento.

- Quitámelo ya, date prisa por favor,me va a matar.- Decía yo histericamente.

- Fernanda, tenemos que irnos ya. Sientate y cuando hallamos despegado, te lo quitaré y no lo volverás a ver, pero necesitamos despegar ahora, ¿me entiendes?.-

Me levantó y me colocó en un asiento. Puso mi cinturón y dio instrucciones. Despegamos y cuando estuvo todo en calma, cumplió su palabra y me quito el vestido, incluso me retiro las medias y mi ropa intima. Con toda la calma del mundo me vistió, desmaquilló, soltó mi cabello y lo trenzó, volvió a sentarme en mi asiento, me cobijo y me dio un whisky seco. Lo bebí de un trago y pedí otro.  Pasé varias horas dándole vuelta a lo que había pasado y no lograba dar crédito a lo que había hecho; el cansancio del estrés y del día en general. Desperté y no tenía noción del tiempo, pero estabamos por aterrizar, al bajar noté que estabamos en Londres. Realmente no me importaba, estaba lejos de casa. Un carro nos estaba esperando y nos trasladó a Southhampton.

-Tuve suerte en conseguir este crucero, estaremos recorriendo por 15 días...-

-No me importa, no me digas a dónde vamos, no quiero saber.- la interrumpí. – Perdona mi brusquedad.- dije apenada.

-Tranquila amor, deja de disculparte, para eso estoy.-

-Avisa a mis padres por favor, seguramente a estas alturas ya saben que salí del país. Tranquilizalos, ellos confían en ti. Dejales claro que necesito tiempo y en mi momento explicaciones. No quiero saber de nada, ni de nadie.-