Destino manifiesto (8)

Jason continua su carrera ascendente hacia el éxito de masas. Su padre le intenta hacer ver que es un artista con un carisma especial. Pero Jason quiere saber además como conoció Dave a su madre.

Los meses posteriores fueron de una incesante actividad profesional. Yo lo prefería así, y lo elegí conscientemente para evitar volverme loco. La increíble historia que había escuchado de labios de mi madre estaba haciendo mella en mi interior, con efectos retardados. Aquella insólita confesión materna había desbaratado por completo mi existencia, había conseguido poner patas arriba mis principios y prioridades. Todo aquello en lo que antes creía, ahora parecía carecer de importancia. Si mi adorada madre, la reputada astróloga, la esposa y madre entregada hasta la extenuación, había resultado ser en realidad una víbora manipuladora y perversa, entonces ¿que podía esperar de los demás?. Nada, me dije a mí mismo.

Empecé a tener extrañas pesadillas en las que dos mujeres, dos verdaderas arpías vestidas con harapos, se peleaban hasta hacerse sangrar, se tiraban de los pelos y se revolcaban por los suelos como animales salvajes, por el amor de un hombre que yacía acostado en una inmensa cama de matrimonio, tal vez inconsciente, cual Bello Durmiente del bosque, ajeno a todo, mientras aquellas pécoras se dejaban la piel por conseguir sus favores. Otras veces era mi propia madre la que se me aparecía en sueños, desnuda, rodeada de falos que iba succionando con avidez, al tiempo que reía con cara lasciva, y repetía sin cesar: ¡Felación! ¡Quiero hacer una felación!. Yo, testigo indeseado de su degradación, intentaba impedírselo, pero un viento huracanado que soplaba en dirección contraria a mi avance me impedía acceder al lugar donde ella disfrutaba de sus lúbricas relaciones. La situación empeoró cuando partimos de gira por el país, y el derroche de energía necesario para mantenerme en pie sobre el escenario por espacio de dos horas y media cada noche me impedía conciliar el sueño. Necesitado de descanso, pero temeroso de aquellas pesadillas recurrentes, usé mi influencia y las artimañas más taimadas para conseguir que me recetaran anfetaminas y ansiolíticos. "Digno hijo de mi madre –pensé entonces- manipuladora y mentirosa ella, manipulador y mentiroso yo. No tengo nada que echarle en cara".

Los desfases horarios y el "jet lag" por los continuos vuelos de costa a costa y de punta a punta de Estados Unidos terminaron por afectarnos a los cuatro miembros de Naughty Dollars, pero, en mi caso, al ser el líder de la banda, era todavía más preocupante. Las peleas por cualquier motivo estaban a la orden del día. Nuestro pobre mánager ya no sabía que hacer para poner paz entre nosotros, y un poco de orden en nuestras descontroladas vidas.

Nada de eso pareció afectar a la popularidad de la banda, que parecía crecer como la espuma. A comienzos de 2006, gracias a la irreprochable maquinaria publicitaria de la Universal, y a los méritos propios de la canción (y su excitante clip), "Fallen angel" alcanzaba el Top 5 en las listas americanas, y el nº 3 en las británicas. Aquel había de ser nuestro despegue definitivo en tierras europeas, y debíamos aprovecharlo a toda costa. La compañía empezó a planificar un primer viaje a Londres para sondear el terreno y preparar una mini-gira de conciertos en primavera, si las circunstancias lo aconsejaban.

Atribulado por mis problemas personales y la imparable rueda de la promoción del disco, ignoré por completo las continuas llamadas de Evan desde Europa. No es que ya no le amara, pero empecé a pensar que nuestra relación era imposible. Viajando yo de una punta a otra del país, en tensión constante, mientras él hacía lo mismo, pero en otro continente, me pareció una utopía mantener una relación medianamente satisfactoria. Debía ser pragmático. Yo había elegido concientemente esta vida de estrella de rock, tal vez muy influenciado por mis padres, es cierto, pero mi carácter y mis ambiciones coincidían totalmente con las de ellos, no era algo forzado o impostado. No, yo era realmente así, como me mostraba a los fans en el escenario. Tal vez no saliera a la calle con los ojos maquillados y vestido completamente de negro, con sombrero de copa y levita gótica, pero por lo demás mi personalidad escénica no se contradecía con el Jason real. Yo era y ejercía de artista las 24 horas. No podía evitarlo, me habían parido así, o, como solía decir mi madre en alguno de sus arranques místicos, "las estrellas habían decidido mi futuro por mí", lo que pretendía ser un cumplido pero a mí me resultaba grotesco y siniestro, como si fuera una marioneta movida por hilos cósmicos incontrolables por la voluntad.

Fue en aquellos meses frenéticos, posiblemente la mañana anterior a nuestra primera gran actuación en Nueva York, cuando mi padre, que se encontraba de viaje de negocios en la ciudad, y venía también a visitar a mi hermano Zach a la Universidad de Harvard, se pasó unas horas por mi apartamento de Park Avenue (la única casa que tenía realmente en propiedad, hasta que adquirí poco después una preciosa mansión frente al mar en la playa de Malibú, en Los Angeles). Mi padre apareció con su sempiterna carpeta de recortes, pero en esta ocasión no eran estadísticas frías y cotizaciones musicales, sino artículos de prensa, fotos mías sacadas de todo tipo de publicaciones, desde la revista "People" hasta la versión americana de "GQ". Todo material contaba, y todo era valioso para mi mitómano progenitor. Su entusiasmo, aquella mañana de primavera, era contagioso. No cabía en sí de orgullo.

¿Ves lo que te digo? Estás en todas partes, hijo. En el "TV Guide" hablan del episodio de la serie "Punk’d" en el que apareciste y se batieron todos los récords de audiencia del programa

Hombre, no es que me moleste, pero preferiría ser famoso por algo más importante que una tomadura de pelo bien montada, en un programa de bromas pesadas. Por muy Ashton Kutcher que lo presente

A mi padre no parecía importarle en absoluto. El caso era que se hablara de mí, esa era su teoría mágica. Que hablen de uno, lo que sea, pero que hablen.

  • ¡Pero que dices, Jason!¡ Estuviste genial!. Te metiste al público en el bolsillo cuando te echaste a reír a carcajadas en el aeropuerto, y te abrazaste al bueno de Kutcher, aunque cualquier otro le hubiera partido la crisma por la putada que te hizo. Todo eso, esa simpatía natural que transmites sin esfuerzo, la gente la valora mucho. Algún día te darás cuenta de tu poder sobre el público.

  • Bueno, de eso ya me doy cuenta en los conciertos. Sin embargo, debo confesar que empiezo a creer que lo que dices no está falto de sentido. El otro día tuvimos una reunión de objetivos con el staff de Universal Music, y todos los indicadores mostraban que soy de los pocos artistas de mi edad que poseo lo que denominaron "atractivo universal". Parece ser que, si bien el grueso de mi público, lo que se llama mi "publico natural" son chavales, y, sobre todo, chavalas de entre 15 y 25 años, hay un segmento importante de seguidores, exclusivamente míos, no del grupo, entre las mujeres de 35 y 55 años, algo menor entre los hombres de esa misma edad, y soy uno de los artistas noveles mejor valorados…¡por la gente mayor de 65 años!.

Mi padre sonrió pletórico. Me tomó del hombro, señal de que quería recalcar algo importante.

-Pues claro, hijo, eso es lo que llaman un "artista transversal"

  • ¿¡Transexual!? – no entendí bien la última palabra.

Mi padre se echó a reir abiertamente con la confusión.

  • Transexual no, aunque viéndote a veces sobre el escenario no pondría la mano en el fuego.¡Vaya pintas llevas!. He dicho trans-ver-sal. Ha habido algunos artistas y famosos con ese don que tú posees. No sois muchos, pero contáis con una ventaja añadida frente a los demás. Los otros, desde Madonna a los Rolling Stones, tienen que luchar por conseguir primero, y luego mantener y aumentar si es posible, un público propio. Pueden ser muy carismáticos, eso no lo duda nadie…Pero son ADMIRADOS , no QUERIDOS . Hay una diferencia fundamental que algún día descubrirás, cuando realmente lo necesites. El público estará dispuesto a perdonarte cualquier exceso o cualquier extravagancia que cometas, algo que no hará con otros artistas más polémicos.

  • ¿Entonces para qué coño me sirve esta imagen de malote en el escenario?- mi gesto de fingida desolación pareció enternecer a mi padre- ¡Yo quería resultar oscuro y misterioso como Robert Smith o David Gahan, y, en lugar de eso, resulta que mi público comprende desde yogurinas impúberes hasta abuelas con Parkinson!.

¡Nadie puede tomar en serio a un artista que guste a todo el mundo!.

En eso te equivocas. Elvis poseía esa misma cualidad, y ya ves donde llegó. No creo que nadie le tome menos en serio por el hecho de haber atraido de ese modo en que lo hizo la atención del público americano. Hasta mi padre, que era un auténtico cardo, se sintió conmovido al verle llorar en televisión a la muerte de su madre, cuando Elvis estaba haciendo el servicio militar.

¿Y a que te refieres con que el público me perdonaría cualquier cosa?

Muy fácil. Asuntos de mujeres, de drogas, que Dios no lo permita, ese tipo de cosas…la última vez que tratamos este asunto te sentó muy mal que te comparara con dos grandes artistas transversales del pasado, Judy Garland y Debbie Reynolds.

Sinceramente, papá, no creo que ni mi carrera artística ni mi personalidad pública tengan nada que ver con la de estas respetables damas.

Puede ser. Los tiempos cambian. Pero fíjate que a la gran Judy el público la perdonó todas sus conductas anómalas, su evidente trastorno mental, que se fue agudizando con los años y las diversas adicciones que arrastraba. Pero la gente la disculpaba, echaban la culpa a la Metro, a su infancia de niña prodigio hiper controlada, a todos, menos a ella misma. ¡Y cuanto más rota tenía la voz, mejor cantaba, según su público!

¡Pero el caso de Judy Garland es excepcional, papá!. Ella era realmente única, una fuera de serie, que cantaba, bailaba y actuaba, y todo lo hacía bien. Es natural que el público la quisiera. Si hubiera sido mediocre en lo suyo, otro gallo la hubiera cantado quizás.

Ahí no estoy tan de acuerdo. No creo que nadie en su sano juicio pueda comparar las habilidades artísticas de Debbie Reynolds con las de la mítica Judy. Y, sin embargo…Debbie tenía esa magia que tú también posees, y de la que yo, por desgracia, carecía. ¡Pero si esa mujer construyó toda su carrera a base de caer simpática a la gente! Empezó siendo la novia de América, la vecinita de al lado, para entendernos, y pasó a ser luego la esposa y la madre de todos los americanos decentes. El ejemplo más evidente de lo que te digo es que cuando su primer marido, Eddie Fisher, la dejó para casarse con su mejor amiga, la guapísima Elizabeth Taylor, el público norteamericano montó en cólera contra la pareja de adúlteros y colocó a Debbie en un pedestal, del que ya no la bajarían nunca. Poco importaba que el matrimonio de Eddie y Debbie tuviera problemas graves anteriormente a su separación, lo importante es lo que la gente percibía en aquella situación. ¿Y sabes lo que vieron allí?

No lo sé, pero estoy seguro de que me lo vas a contar tú.

¡Me conoces bien! Pues lo que vieron es que a su querido icono, a la dulce y maravillosa Debbie, la habían hecho daño, y la gente sintió que estaban hiriendo y humillando a su propia hermana, hija o esposa. No pensaron en términos de:" a mí me da igual lo que le pase a esta guarra promiscua", como hubieran hecho con otras actrices de la época. No, ellos personalizaron, subjetivizaron la situación. El escándalo fue enorme, la reputación de Eddie Fisher cayó por los suelos y su carrera artística nunca volvió a remontar. Liz Taylor tuvo mejor suerte, pero quedó marcada con la etiqueta de "poco fiable", "caprichosa", y "robamaridos". Y, por supuesto, dejando de lado las heridas emocionales propias de un divorcio tan mediático como el suyo, la gran vencedora de esta historia fue Debbie. Su carrera se revitalizó, y, durante al menos diez años, vivió de las rentas de su condición de "víctima inocente" y "esposa abandonada injustamente"; dicho sea sin ánimo de menoscabar su posible talento artístico, que doy por hecho en una carrera tan longeva como la suya.

Muy ilustrativo, papá. ¿Más ejemplos de ese carisma tan especial?

No te creas que ha habido muchos, pero me vienen a la mente gente como Tony Curtis, Dean Martin, el gran Joe di Maggio, porque en el deporte proliferan mucho estos especimenes, el presentador Jay Leno, y, por supuesto, la campeona del carisma transversal, la inefable Oprah Winfrey. Seguramente hay más

¿Rick Dees?

Por ejemplo, en el mundo de la radio ha cosechado una simpatía universal. Un caso único. Lo importante, hijo, es que te des cuenta de que tú eres uno de ellos, y que te aproveches para bien de ello. No te digo que abuses de tu suerte, pero sí que no sientas miedo por el futuro de tu carrera artística. De un modo u otro, los artistas bendecidos como tú siempre salen a flote. No debes tener miedo.

Fue entonces, en ese preciso instante, al mencionar la palabra "miedo", cuando recordé algunas cosas que me estaban torturando psicológicamente desde hacía semanas. Mi rostro, habitualmente alegre, se ensombreció de repente.

Papá, antes de que te vayas, quería preguntarte algo relacionado con mamá.

¿Con tu madre?.

Tragué saliva antes de continuar. Sabía que estaba a punto de iniciar una conversación muy difícil y emocionalmente peligrosa, pero necesitaba saber, tenía que conocer aquel dato que me rondaba la cabeza continuamente.

Sí, con mamá y contigo. Quería saber como fue que os volvisteis a encontrar años después y os casasteis.

Ahora era mi padre el que miró al suelo con expresión preocupada. Se sentó en un sillón de diseño ultramoderno, en aquel loft de espacios abiertos y luminosidad absoluta. Yo hice lo mismo.

Bueno, verás, hijo, no creo que quieras saberlo en realidad.

Si quiero saberlo. Exijo saberlo. Ya tengo 21 años, soy mayorcito para enterarme de cómo y porqué decidieron casarse mis padres.

Está bien, seré totalmente sincero contigo. En realidad, aquel verano del 84 yo no tenía ninguna relación estable, ni se me pasaba por la imaginación tenerla. La relación tan intensa habida con Linda me dejó muy marcado, muy tocado en lo más íntimo, y no deseaba repetir la experiencia por el momento. Entraba y salía con chicas, pero sin compromiso, un poco como hacéis ahora los jóvenes. Pero yo lo hacía porque la herida no se había cerrado aún.

Lo tuyo por Linda realmente es muy fuerte, un amor casi de película.

Por mi parte sí fue así, por la suya ya se vio que no. Pero volviendo al tema por el que me preguntabas, aquel verano había acudido a Los Angeles para presenciar en vivo los Juegos Olímpicos de aquel año. Llevaba tres años sin vacaciones, trabajando duro para montar y organizar mi empresa de importación de elctrodomésticos, y decidí tomarme unas vacaciones en California. Estando una noche en un club nocturno, coincidí con un grupo de moda por aquel entonces, los Allstar Convention.

Sí, los conozco. ¿No son los que cantaban "Sunshine in my heart"?

En efecto. Tuvieron un gran éxito con esa canción por aquella época. No puedo resistirme a contarte que fueron nº 1 durante cinco semanas, una pasada, vamos. El cantante de la banda, Larry Kovacs, me reconoció, y, dándome un sentido abrazo, me dijo que, cuando él era un adolescente en Colorado, mi grupo era uno de sus favoritos, y yo al parecer su máximo ídolo. Que le había influido mucho en su forma de cantar, en el fraseo, en fin, ese tipo de cosas que se dicen cuando un artista en apogeo coincide con una vieja gloria retirada como era yo. Y adivina quien ejercía las labores de asistente personal de la banda, y se encontraba con ellos en aquel club, junto a Cyndi Lauper y otras celebridades de la época

¡Mamá! Debí suponer algo así. ¡Joder!¡Que casualidad!...¿y que pasó después? Mamá me ha contado que tú anteriormente no la hacías caso, que no te gustaba.

Tampoco es eso, lo que ocurre es que, aún siendo una mujer indudablemente atractiva, no era realmente mi tipo. Y también influyó la relación tan larga y profunda que mantuve con Linda. Mientras fue nuestra asistente personal nunca la presté atención, consideraba que debíamos mantener una relación estrictamente profesional. A los chicos también les advertí en ese sentido, que era mejor que ni la tocaran, o habría problemas seguro.

¿Y ahora que ya no pertenecías a ese mundo cambiaste de opinión sobre ella?.

Mi padre se quedó pensativo. No parecía conocer la repuesta, o tal vez hacía esfuerzos sobrehumanos por recordar lo ocurrido entonces.

Si te soy sincero, no me acuerdo de nada. Creo que aquella noche me dejé llevar por la nostalgia, y por la magia de la situación. Que un artista famoso me reconociera y me abordara en público entre muestras de admiración me elevó el ego a extremos insospechados. Bebimos más de la cuenta, de eso estoy seguro. Yo había dejado la bebida totalmente en el 79, y a poco que tomara me tuvo que hacer un efecto inmediato. De hecho, lo siguiente que recuerdo es despertar resacoso y mareado en la habitación de mi hotel, y encontrarme a tu futura madre desnuda a mi lado, dormida y abrazándome como a un osito de peluche.

¿Hiciste el amor con ella sin ser consciente de ello?.

Mi padre se encogió de hombros en el sillón.

Así debió ser, pero yo no lo recuerdo. Estaba demasiado mamado. Por supuesto, eso entonces no significaba nada para mí, y parecía que tampoco había sido un momento culminante en su vida para Stacey. Nos despedimos como amigos, con un beso, y ella se marchó a su trabajo. Yo regresé a Memphis poco después.

La sombra de una duda atravesó veloz mi cerebro. Allí había algo que no cuadraba, no sabía todavía el qué, pero alguien estaba mintiendo en todo este embrollo.

Eso no puede ser, papá, si mamá llevaba enamorada de ti desde diez años antes, por lo menos, no entiendo que ahora te dejara marchar, que todo quedara en un polvo ocasional

¿Tu madre te ha dicho eso? – mi padre pareció sorprendido. Estaba claro que mi madre nunca le había comentado nada de sus históricos desvelos por él- Que raro, no sabía nada. Ella era siempre tan fría, tan profesional…¡quien lo iba a decir!. Pero tampoco es cierto que me dejara marchar. No he terminado con la historia

Ya decía yo. Continúa, anda.

Lo que pasó es que dos meses después, cuando yo había archivado en mi memoria aquel encuentro, de pronto apareció Stacey en mi oficina de Memphis diciendo que quería hablar conmigo en privado. Me temí lo peor.

¡Estaba embarazada de ti!

Así es. Me dijo que no quería abortar ni tener un hijo ella sola, que no deseaba ser madre soltera. Que el hijo era mío con toda seguridad, porque ella era una mujer poco aficionada al sexo, ya me entiendes…que no solía intimar con hombres. Y la tuve que creer, porque en todos los años que trabajó como asistente personal de los Deep South Miners nunca vimos que se relacionara con ningún tío. En nuestro entorno se rumoreaba que tal vez fuera lesbiana, sin pruebas a favor o en contra.

¡Y tú te casaste con ella sin estar enamorado! ¡Por una obligación moral! – mi asombro no conocía límites según iba desenrollando la madeja de aquel culebrón de altos vuelos y bajos vientres.

No lo decidí de inmediato. Para mi eterna vergüenza, a pesar de mis convicciones religiosas, me pasé un rato intentando convencerla de que abortara. Pero ella se negó en rotundo. Se echó a llorar, en mi propio despacho, diciendo que ahora se vería obligada a criar a su hijo ella sola, con el enorme sacrificio personal y profesional que representaría para ella. Estaba al borde de un ataque de nervios, y me acusó de machista, insensible y no sé cuantas cosas más. Me pidió que al menos reconociera al niño, a lo que no pude negarme, como comprenderás. Y, entonces, algo cambió. No sé que pasó, fue un "clic" en mi interior que me hizo pensar por primera vez en términos como "mi hijo". Sí, lo que llevaba en su vientre aquella hermosa mujer era mi hijo, mi primogénito. Sus lágrimas, y el miedo a que mis empleados escucharan sus lamentos histéricos, me ablandó sin remedio, y le dije que me lo pensaría, y que tal vez deberíamos conocernos mejor antes de decidir nada. Porque era curioso que, a pesar de haber trabajado juntos cinco años, no habíamos compartido en la práctica nada íntimo, éramos como dos extraños mirándose a los ojos por primera vez.

¿Y lo que viste en esos ojos te gustó?

Mi padre parecía ahora más relajado. Su tono de voz también se hizo más tenue y más cálido.

¡Ya sabes que tu madre es una mujer muy convincente!. Su inteligencia, su sentido del humor, su atractivo físico, en el que yo no había reparado antes, todo lo que representa en mi vida en la actualidad, lo descubrí aquel día. Salimos a tomar café a la esquina…¡y hasta hoy!. Y espero que por muchos años…- ahora su rostro se contrajo en una mueca de preocupación- aunque ahora que lo menciono, en las últimas semanas me tiene un poco preocupado.

¿Porqué? ¿la ocurre algo?

No lo sé en realidad, pero hace tiempo que se queja de unas insistentes migrañas. Ya sabes que siempre ha sufrido de jaquecas, y que la menopausia no ha sido muy clemente con ella, pero esto es diferente. A veces se pasa hasta dos días sin salir de la cama. No quiero alarmarte, pero es evidente que no está bien. La he intentado convencer de que acuda al médico, pero es muy cabezota, dice que no es nada grave, trastornos propios del climaterio y esas cosas. Y no deja de pasar consulta, tanto en su oficina del centro, como en casa, a sus clientes más asiduos; porque ya sabes como es, dice que la astrología es como un sacerdocio para ella, y sigue insistiendo en esas tonterías de que la carta astral es el código genético del alma, y que su misión en la Tierra es hacer que la gente conozca sus potencialidades ocultas y su verdadero yo interno.

Joder, papá, me dejas preocupado.

No te preocupes, en cuanto Zach vuelva al final del trimestre, la convenceremos de que vaya al menos a hacerse unas pruebas. Digo yo que hará caso a un futuro médico en potencia, sobre todo si es su propio hijo.

Bueno, ya me contarás en que queda todo. Luego hablaré yo con ella por teléfono y la leeré la cartilla. Ahora tengo que irme al ensayo general. Es un poco tarde y no me gusta hacer esperar a los músicos.

Así se habla, hijo. El espectáculo por encima de todo. Eso es lo que distingue a un verdadero artista.

Gracias, papá.

Nos dimos un afectuoso abrazo en la puerta del edificio de apartamentos, situado frente a Central Park. Mi padre cogió un taxi, camino de alguna reunión de negocios. Mi limusina me esperaba con el motor en marcha para trasladarme al estudio de inmediato. Durante el trayecto, mi cabeza echaba humo con todos los secretos, celosamente guardados hasta ahora, que mis padres me iban revelando últimamente, uno detrás de otro. ¿Quedarían más sorpresas por conocer aún? Mi intuición me decía que, probablemente, sí.