Destino manifiesto (7)
Jason mantiene una tensa conversación con su madre, en la que muchos secretos ocultos salen a la luz, incluyendo la despiadada forma en que Stacey consiguió distanciar a Dave y Linda.
Mi madre encendió nerviosamente un cigarrillo. Pese a su fingida naturalidad y al aplomo impasible con que se manejaba en sus prestigiosas (en algunos sectores) consultas astrológicas, muy bien remuneradas, por cierto, no podía negarse que un aura invisible de vulnerabilidad parecía rodear su figura. Y yo empezaba a sospechar que el motivo de sus dudas existenciales, de su misterioso silencio biográfico, podía provenir de aquella época, de los turbulentos años 70.
He estado hablando con Jordan y Linda White le comuniqué de golpe, sin miedo, y sin darle tiempo a reaccionar.
Ella fingió desconocimiento, pero su manera nerviosa de llevarse el cigarro a la boca la delataba por momentos.
¿Qué has hecho qué, Jay?
No te hagas la tonta, mamá. Me has oído perfectamente. ¿Quieres que te lo repita?
Ella se levantó de la butaca, y se puso a pasear arriba y abajo, por el espacio que dejaban libres las mesitas auxiliares atestadas de libros y tratados de astrología.
Las volutas de humo salían de su boca como ectoplasmas histéricos. Parecía una fábrica de humo.
Sí, te he oído. Pero no estaba preparada para escuchar esos nombres de repente.
Se giró para mirarme, desafiante.
¿Porqué lo has hecho?
¿Qué porqué he ido a verles? Son los padres de Evan, mi mejor amigo en estos momentos.
Debí suponerlo. Quieren hundirnos a través de ti.
Yo no daba crédito a lo que estaba oyendo.
¡Ese chico no es tu amigo, Jason!. Son sus padres quienes están detrás, manejando los hilos. Quieren algo. Sonsacarte información, tal vez.
¡No seas paranoica, mamá! Me parece que estás viendo demasiados culebrones últimamente. No estarán reponiendo capítulos antiguos de "Santa Bárbara" en algún canal de pago, ¿verdad?.
A mi madre no le pareció divertida la chanza. Rumiaba su estupor, y repetía alguna frase en voz inaudible, como para sus adentros.
- Esa víbora nunca va a perdonarme, lo sé. Pero ella tampoco es trigo limpio ¿sabes?
Ella tenía pensado dejar a tu padre por Jordan, pero no tenía los ovarios suficientes para hacerlo, la muy estúpida.
Yo nunca había visto a mi madre en ese estado de nervios, ni siquiera cuando mi hermano Zach se golpeó accidentalmente en la cabeza jugando al jockey sin casco protector y sufrió una conmoción cerebral, sin mayores consecuencias, por fortuna.
- Pero, mamá, ¿se puede saber que te pasa? Mírate estás temblando como un flan, ¿Me vas a explicar de una vez que es lo que ocurrió para que os distanciarais tu y tu amiga Linda Matthews?
Ahora su voz se elevó de tono. Apagó el cigarrillo sobre un montón de folios en blanco dispuestos sobre la mesa auxiliar, y se dirigió a mí con el fuego escrito en los ojos.
¿Amigas? ¿Linda y yo? ¿Eso te ha contado la muy ? - se contuvo un instante para no perder del todo la compostura, se apoyó con ambos brazos en la mesa, y tomó aire antes de retomar el hilo de la conversación Linda y yo nunca fuimos de verdad amigas. Esa amistad de la que ella presume era imposible.
¿Pero porqué? Ella parece una mujer muy agradable. No creo que sea capaz de hacer daño a nadie deliberadamente.
Ahora un atisbo de lágrima se asomaba en sus enormes ojos verdes.
Muy fácil, hijo. Porque yo estaba enamorada de su novio. Esa es la verdad.
¿Quieres decir que tú ya estabas enamorada de papá cuando él salía con Linda?
Ahora mi madre me ofreció una sonrisa torcida, plena de amargura y desencanto.
Ya que me has preguntado tienes derecho a saber toda la verdad. Nunca te lo hubiera contado por iniciativa propia. No es algo de lo que me sienta especialmente orgullosa.
Mi madre permanecía en pie delante de mí, mientras yo, hundido en la silla, no podía dar crédito a sus palabras. Sospechaba que lo más duro estaba por llegar.
En la época en que conocí a tu padre yo trabajaba en el departamento de A&R de Capitol Records en Nueva York. La vida me sonreía. Hija única de un matrimonio bien avenido y en buena posición económica, era una niña mimada y consentida, acostumbrada a conseguir todo lo que mi calenturienta mente se proponía. Por aquel entonces, yo tenía un novio periodista del "New Yorker", pero nada más ver entrar por la puerta del estudio a tu padre, acompañado de su grupo, me di cuenta de que tenía que ser él o ningún otro.
¿Pero papá ya salía con Linda?
No estoy segura. En cualquier caso, él no pareció reparar en mi presencia. Me saludó con sus suaves modales sureños, y después me ignoró por completo. Pero yo no pensaba rendirme tan fácilmente.
No te imaginaba tan decidida, mamá- la interrumpí- Das la impresión de ser una persona muy frágil.
Tal vez lo sea para todo lo demás, pero no en el amor. Y yo estaba enamorada hasta los huesos de aquel prometedor cantante de Tennessee. Maquiné un plan para poder estar juntos, confiando en que así repararía en mis encantos, y no paré hasta que conseguí que me nombraran asistente personal del grupo, la persona encargada de la organización logística, del día a día por decirlo así.
No me cuentes lo que tuviste que hacer para conseguir el puesto, por favor- ironicé desde mi asiento.
Ella me devolvió una mirada encendida.
Hice lo que creí conveniente en ese momento de mi vida. Seguramente ahora, con todo lo que sé - y señaló la pila de libros de astrología que la rodeaba - no hubiera actuado de esa forma tan impulsiva, pero por aquel entonces yo sentía que tenía que estar con él, fundirme en sus brazos. Como fuera.
Y entonces apareció Linda.
Cuando contemplé por primera vez a aquella preciosa muñeca del Sur, con su cutis de porcelana y sus modales encantadores, supe que mi apuesta estaba perdida de antemano. No me rendí, pero pospuse mi objetivo hasta que esa flor de verano desapareciera de su vida. Nunca pensé que aquello pudiera durar.
Pero de hecho duró.
¡Cinco largos y terribles años! Terribles para mí, que debía ser testigo privilegiado de aquel amor impetuoso, pasional, ardiente como pocos amores que yo haya conocido las lágrimas en sus ojos la impedían continuar. Buscó un pañuelo en un cajón con que enjugárselas. Luego prosiguió su relato- Yo me hubiera conformado con que Dave me hubiera querido la mitad de lo que quería a Linda. Me di cuenta de que me había metido yo solita en la boca del lobo. Ahora me tocaba soportar los caprichos de divo de los endiosados compañeros de tu padre, sus orgías, que las hubo, sus excesos con la bebida y con las drogas, y, además, contemplar el amor puro, delicado, de aquella pareja de enamorados, que convertían en papel mojado todas mis ilusiones románticas.
Su sinceridad me había tocado por dentro. Yo mismo tenía un nudo en la garganta al escuchar una historia como aquella de amor secreto e imposible.
Debiste sufrir mucho en aquella época.
No sabes cuanto, Jason. Piensa que yo había dejado a mi novio, y un cómodo trabajo en un despacho de Nueva York para seguir por todo el país a cuatro locos trotamundos, y con la responsabilidad añadida de que todo saliera a la perfección, cosa difícil cuando cuatro poderosos egos entran en colisión a la mínima oportunidad. Aquellos años resultaron muy duros para mí.
¿Y que pasó entonces para que todo estallara por los aires?
La culpa fue toda de tu abuelo. Paterno por supuesto. Linda convenció a Dave para que se reconciliara con él y fueran a trinchar el pavo a casa de sus padres por Acción de Gracias. Puede que la intención fuera buena, pero el resultado fue un desastre. Tu abuelo ninguneó y humilló a tu padre en presencia de su novia, y Dave no pudo superar aquella afrenta a su dignidad. Al poco tiempo, empezó a cambiar de hábitos. Se dio a la bebida y a las drogas, de repente y sin medida, sin control alguno. Su carácter se agrió, se volvió desagradable y machista. Linda no estaba preparada interiormente para superar este desafío. Yo, en cambio, sí.
¿Eras amiga de Linda en esos momentos?
Más que amiga, confidente. No alternábamos juntas, pero ella estaba desesperada con lo que estaba pasando, y se sinceró conmigo. Decía que no soportaba el humor variable de Dave, sus ataques de ansiedad, o de pánico en los ascensores y en los aeropuertos. Ella le quería con locura, no me cabe duda, pero estaba agotada. Ten en cuenta que, aparte de soportar y cuidar de David, ella tenía que atender sus compromisos profesionales como modelo. Era la época de aquellas rubias lánguidas como Cheryl Tiegs, Lauren Hutton o ella misma.
No me digas que tú aprovechaste la situación para intentar alejarla de papá.
¡No era tan mala como para eso! ¡Tampoco soy Alexis Carrington! Sólo era una mujer enamorada que esperaba su oportunidad. No quería herir a Linda. Pero intuía que, tarde o temprano, ella abandonaría a tu padre, que se quedaría sin fuerzas para luchar contra aquel perdedor, aquel drogadicto indolente y vicioso en que se había convertido tu padre.
Y al final ocurrió. Ella le abandonó.
Mi madre parecía ahora aún más agitada que hace un instante. Buscó otro cigarrillo en la pitillera, fue a encenderlo, se arrepintió y volvió a guardarlo intacto.
.- No fue así como sucedieron las cosas. No por ese orden exactamente.
No te entiendo. ¿Qué quieres decir?.
Lo que quiero decir es que Linda rompió con tu padre por mi culpa.
Aquella confesión me dejó atado al asiento. Mi madre me miró victoriosa, con sus ojos enormes a punto de encontrarse de nuevo con el llanto.
Yo sabía desde el verano anterior que Linda quería dejar a tu padre porque ella mismo me lo contó en confianza. Pero nunca terminaba de decidirse. Y yo siempre había sabido que Jordan, el único realmente sensato de los cuatro, bebía los vientos por ella desde el primer día. Era evidente para todos, e incluso se reflejaba en las canciones que componía a medias con tu padre. La letra de "Never forget this moment", por ejemplo, es de Jordan, aunque la canción supuestamente hablaba de la primera vez que tu padre y Linda hicieron el amor. Había una ambigüedad tremenda en la relación de esos dos, de Jordan y Linda. Yo notaba que se gustaban, se llevaban bien, y que habrían hecho una magnífica pareja de haberse conocido en otras circunstancias.
¡Pero Linda estaba enamorada de papá!
¡Aquella era una relación sin futuro! Linda no tenía las agallas para coger el toro por los cuernos, y obligar a tu padre a desintoxicarse. Y a mí tu padre no me hacía ningún caso. Si se le obligaba a acudir a una clínica especializada, se escapaba a los pocos días, y recaía de inmediato en su adicción.
Aquello afectaría sin duda a su carrera artística.
¡Y de que manera! Para colmo de males, tuvieron la desgracia de publicar su último álbum de estudio al mismo tiempo que salía a la venta la banda sonora de "Fiebre del Sábado Noche". Y las expectativas se hundieron. No sé si sabrás que los Bee Gees acapararon, de una u otra forma, el nº 1 de la lista de singles por espacio de seis meses. Y cuando temporalmente no copaban la lista, era su hermano menor Andy quien lo hacía. La música disco vivió un último destello de esplendor gracias a ellos, mientras que el sonido de los Miners se veía ahora rancio y desfasado, cuando tan solo dos años antes habían triunfado a lo grande.
¡Aunque nunca consiguieran el maldito nº 1!
Tu padre estaba obsesionado con ese tema. Era una paranoia inoculada como un veneno por sus propio padre, un predicador muy estricto, de moral calvinista e ideas anticuadas, para quien la única vara de medir era la perfección absoluta. Y Dave quería realmente demostrar a su padre que había triunfado de verdad. Nunca consiguió convencerle de ello, ni tampoco que le dedicara una palabra de ánimo o de reconocimiento.
Estábamos en el año 78, con Linda decidida a dejar a papá y tú aconsejándola que lo hiciera, supongo.
Se miró las manos un momento y alzó la vista compungida, dando la primera muestra de lamentación por todo aquel feo asunto.
Hice algo peor, Jason.
¿Peor que eso?
Mucho peor. La convencí para que pusiera sus ojos sobre Jordan. A decir verdad, él debería estarme eternamente agradecido por este motivo. Ella era realmente incapaz de engañar a tu padre. Creo que nunca lo hubiera hecho, por mucho que yo hubiera insistido, mientras siguiera siendo su novio. Pero yo la empujé para que se dejara acompañar más a menudo por Jordan, que se ofrecía gustoso a consolarla cuando Dave sufría una de sus crisis periódicas y se ponía a gritarla. Ella no se merecía ese trato. En aquel momento pensé que la estaba haciendo un favor.
O te lo estabas haciendo a ti misma.
Yo seguía ciega de amor por tu padre. Quería rescatarle, salvarle de sí mismo. Pero antes de que eso ocurriera, necesitaba que Linda desapareciese de su vida. Y aquella noche encontré la manera de hacerlo.
¿La noche de fin de año en que supuestamente rompieron?
Veo que estás bien informado. Pero lo que no te habrá contado esa cursi es que ella le hubiera dejado de todos modos. Era solo cuestión de tiempo que Jordan y ella llegaran a plantearse la necesidad de salir juntos, de conocerse mejor. Yo simplemente aceleré el proceso. Y no me arrepiento de ello, sólo de los métodos empleados.
Pero ocurrió algo imprevisto.
Imprevisto incluso para mí. Yo sabía que tu padre estaba cada vez más celoso de la cercanía que percibía entre Jordan y Linda. Yo diría que no eran todavía amantes, pero sí más que amigos. Digamos que la chispa había saltado por fin, y se estaban planteando seriamente la posibilidad de conocerse mejor. Pero había un obstáculo: la dependencia tan grande que existía entre Linda y Dave. Una dependencia obsesiva y mutua. Por eso, decidí apostar fuerte. Inventé un infundio para distanciar a tu padre de Linda, tarea nada fácil, y la jugada me salió perfecta. En fin aquella noche, tu padre había bebido mucho. En un momento dado, empezó a insultar a Jordan y a decirle que le estaba traicionando en todos los aspectos. Era la época inmediatamente previa a la disolución del grupo. Todo estaba a punto de saltar por los aires.
Y se pelearon en público.
Estuvieron a punto de llegar a las manos, pero conseguimos separarlos a tiempo. Linda se refugió llorando en brazos de Jordan, como dando la razón a Dave. Tu padre la llamó de todo, y dijo que sabía que pensaba fugarse con Jordan al día siguiente. Ellos lo negaron, y le acusaron de paranoico, pero él insistió, dijo que tenía pruebas. En ese momento, tropezó y cayó de bruces al suelo. Me tocó rescatarle, como siempre, y, entre un empleado del hotel y yo le llevamos a la habitación, que compartía todavía con Linda. Yo solía dejarle que durmiera la mona en su habitación, y, en esta ocasión, pensé que iba a ser igual. Cuando el empleado le dejó inconsciente sobre la cama, me dispuse a acostarle, vestido y todo. Solo le quité los zapatos.
¿Y que pasó?.
Mi madre se dio la vuelta, terriblemente avergonzada. Estaba hecha un manojo de nervios. Miró a la ventana que daba al jardín posterior antes de dejarme helado para siempre.
Había un bulto
¿Un bulto?
Había un bulto en su pantalón. Ya sabes lo que quiero decir. Era enorme. Yo hacía mucho tiempo que no mantenía relaciones sexuales y no pude reprimirme. El estaba completamente inconsciente. No se daría cuenta de nada. Nunca había intentado aprovecharme de él en ese sentido, era muy pudorosa, pero aquella noche yo también había bebido algo más de la cuenta.
¡No sigas por ese camino, mamá!. ¡No quiero conocer los detalles!. me levanté de la mesa y me acerqué a la puerta. Ella no pareció darse cuenta. Elevó aún más el tono de voz y continuó con aquella descarga de adrenalina, esa catarsis impensable solo unas horas antes.
Fui incapaz de contenerme!. No sé que pasó por mi mente. Le desabroché el cinturón y le hice lo que en lenguaje técnico se llama una felación. Estaba fuera de mí. Ni siquiera me di cuenta de que Linda había entrado en la habitación para interesarse por el estado de Dave. Ella era así de compasiva. No había insulto, por fuerte que fuera, que la alejase de él. Siempre le disculpaba, aunque por dentro estuviera muy quemada. Era una mujer tan silenciosa que parecía andar de puntillas. Ni la sentí. La puerta estaba entreabierta, y lo vio todo- ahora mi madre se echó a llorar abiertamente. Empapada en lágrimas, se dejó caer en cuclillas hasta que yo la levanté y la estreché en mis brazos. La ofrecí un kleenex. Pareció calmarse lo suficiente para terminar su alegato- Linda quedó horrorizada. Me dijo que lo que estaba haciendo era monstruoso. Que ya nunca podría confiar en mí. Esa misma noche hizo las maletas, y regresó a Los Angeles en el primer vuelo de la mañana. En el asiento de al lado del avión iba sentado Jordan White. Por un giro del destino, la bien urdida mentira que me inventé días antes para que tu padre, Linda y Jordan se distanciaran, se había convertido en realidad. Ahora tenía el campo libre, pero Dave no parecía percatarse de mi presencia. ¡Toda su obsesión era que Linda regresara a su lado!. Pero yo sabía que, después de presenciar aquella escena, Linda debía odiarme a muerte, y que por nada del mundo regresaría con tu padre. El pobre Dave no sabía nada de esto; se engañaba a sí mismo, pensaba que, si se rehabilitaba, ella volvería. ¡Que iluso!.
¡Ya déjalo, mamá, no te tortures! Eso pasó hace muchos años. Linda ya lo ha superado por completo. Olvídalo. Ella es feliz en su nueva vida y tú en la tuya.
Estuvimos abrazados en silencio durante un tiempo indeterminado. Esa noche mi madre comunicó al servicio que tenía una jaqueca terrible y se iba a dormir sin cenar. En el silencio de mi habitación, un escalofrío súbito me recorrió la espina dorsal al recordar la palabra clave que mi aparentemente asexuada madre había pronunciado horas antes. Felación. No dijo mamada, ni yo hubiera soportado escuchar algo así de sus trémulos labios. No, ella utilizó el más preciso término de origen latino felación. Ella le había practicado aquello a mi padre mientras él permanecía inconsciente. Y delante de su novia. Aquello era suficiente para mí. Demasiadas emociones fuertes en tan poco tiempo. Al día siguiente, muy temprano, antes de que se despertaran mis padres, sin previo aviso, hice las maletas y me dirigí al aeropuerto. Destino: Los Angeles.
(Continuará)
-