Destino manifiesto (12)
Jason, completamente drogado, tiene un encontronazo con Evan en una fiesta, que le recrimina su desfase vital. Poco despues, Jason sufre una crisis cardiaca que le conduce al hospital.
La fiesta de fin de año tuvo lugar en uno de los clubs más exclusivos de Manhattan. Universal tiró la casa por la ventana para celebrar nuestro primer nº1. Por allí se pudo ver a muchos famosos, lo que hizo la delicias de los "paparazzi" de todo el mundo. Sin embargo, enfundado en mi esmoquin de diseño, con una copa en la mano y saludando a los invitados, un temor creciente me asaltaba. No vendría a la fiesta. Tampoco lo había prometido. Simplemente dijo que intentaría ir.
El día de Navidad recibí un mensaje por SMS de Evan. Hacía más de dos años que no sabíamos nada el uno del otro. Sin embargo, por alguna razón, al volver a Estados Unidos a pasar las Navidades con los suyos, y enterarse de que "Chains around my heart" ocupaba el nº 1 de todas las listas de éxitos, decidió felicitarme. Tal vez escuchó la entrevista radiofónica que concedí al popular Ryan Seacrest para su show "American Top 40", en la que reconocía que la letra de la canción era autobiográfica. O tal vez no. Daba igual. No hacía falta que Evan fuera un premio Nobel para darse cuenta de que "Chains" estaba dedicada a él, en cuanto escuchara la estrofa que decía "no puedo olvidar esas noches compartidas en la cabaña junto al lago". Estaba claro. Pero aún así, me sorprendió la brevedad y el tono del mensaje. Simplemente ponía: "Felicidades por el nº 1 USA. Te lo mereces. La canción es preciosa. Feliz Navidad. Cuídate".
Me dio un vuelco el corazón. Había conservado el mismo número de móvil durante estos dos años y medio con la esperanza incierta de que algún día, por gracia divina, se le ocurriera llamar. Pero sabía que era muy difícil, casi imposible, que algo así ocurriera. Y yo tampoco le llamaba por temor al rechazo. Un hombre tan guapo y bien plantado como él debía tener pretendientes de ambos sexos por doquier ¿Cómo iba a acordarse de un chiquillo de 20 años que jugaba a ser estrella del rock, pero que en realidad ni siquiera sabía por entonces quien era su verdadero padre?. Le contesté con otro mensaje invitándole a la fiesta de fin de año, si no tenía otro compromiso previo. Y el respondió con aquel escueto mensaje que releí durante horas, y que simplemente advertía: "Gracias por invitarme. Intentaré ir". Por si acaso, di instrucciones a mi manager y al departamento de relaciones públicas en Universal Music de que le incluyeran en el listado de personalidades VIP invitadas al evento.
Hacía tiempo que en Times Square se habían descorchado las botellas de champagne y el año nuevo daba sus primeros y titubeantes pasos cuando unas manos me taparon los ojos, y, para mi mayor decepción, una insinuante voz femenina me preguntó:
¿Quién soy?.
No hacía falta pensarse demasiado la respuesta.
Solo puede tratarse de una persona en el mundo respondí en tono cómico -.La malvada Claire Dawson ataca de nuevo.
Me refería al personaje que llevaba interpretando desde hacía algunos meses en un conocida "soap opera" televisiva. No podía ser otra que Sarah McMullen.
¿Cómo lo has sabido? refunfuñó colocándose frente a mi. Llevaba la melena teñida de pelirrojo, por obligación contractual. Estaba interpretando su primer papel protagonista en una película de alto presupuesto.
Bueno, no hay muchas chicas que lleven una boa de plumas alrededor del cuello, y al acercarte por detrás he sentido su contacto en mi cuerpo.
Siempre has sido un tío inteligente. No como el idiota de Ralph
No me digas que ya no salís juntos.
Ella hizo un mohín de desagrado, como quien habla de una piltrafa.
Pues no. El muy cerdo se largó con una "stripper". Además, dicen por ahí que ahora le da a todo. No sé si me entiendes
Perfectamente. Pero de eso tienes tú la culpa, por incitarle. Y yo, por la parte que me toca. Ya sabes lo que dicen: el que lo prueba, repite. No debiste jugar con fuego.
Sarah se rió con ganas. Por zorra que fuera, había algo entrañable en aquella paisana de Memphis.
Allí está mi nuevo novio, Steve..- señaló a un cachalote que sobresalía dos cabezas por encima de la multitud- ¡Es jugador de rugby! Y de los buenos, ¿eh?, no un pringao y un muerto de hambre como el otro. ¿A que es una monada?
Bueno, no es precisamente la palabra que me viene a la mente para definirle, pero supongo que sí, que es muy guapo.
Se acercó a mi oído de forma zalamera y me susurró, mirando de reojo hacia su chico:
Y lo mejor de todo es su interior y no me refiero a su corazón, sino a lo que hay dentro de los calzoncillos. y me tocó el paquete discretamente durante un par de segundos.
Debí imaginarlo en tu caso
¡Es una máquina sexual!.
Animado por esa confesión tan íntima, me acerqué a su oido y le pregunté sin cortarme un pelo:
¿Y tú crees que éste se dejará aplicar el mismo tratamiento que Ralph?¡Porque si es así, aquí tienes un voluntario!.
¡Uy! No lo sé, no he tanteado el terreno todavía. Estamos todavía en boxes, en período de pruebas. y se echó a reir de su ocurrencia. Además, no todos los tíos son tan salidorros como Ralph. ¡Que se le va a hacer!. Pero es un cielo ¿Quieres que te lo presente?.
Deduje de su respuesta dos hechos claros: el atlético Steve debía ser un acérrimo heterosexual, nada partidario de experimentos poco claros, y, segundo, que la promiscua Sarah había perdido la cabeza por un hombre. Sí, se había enamorado hasta las cachas, o eso me pareció a mí aquella noche.
Me disponía a responderle, cuando, de pronto, al girar la cabeza me pareció ver claramente el rostro de Evan mirándome fijamente. Parecía desolado.
Perdona, Sarah, luego me lo presentas. Me ha parecido ver a un viejo conocido.
Di que sí, guapetón. Pero prométeme que te tomarás una copa con nosotros más tarde.
¡Prometido!
Cuando me di la vuelta, Evan había desaparecido. Me puse a buscarle como un alma en pena por todos los corrillos, pero, inevitablemente, la gente me paraba para saludarme. Empecé a ponerme nervioso. Por más que alzaba el cuello intentando otear el horizonte en su búsqueda, no conseguía localizarle. ¿Y si se hubiera marchado? ¿Pero por que razón se habría ido sin saludarme?
Media hora después seguía dando vueltas por la sala en su caza y captura, sin éxito. Pregunté a varios conocidos. Todos decían haberle visto, pero hacía al menos 20 minutos de eso. A esas alturas podía estar en cualquier parte, incluso en New Jersey.
Decidí mirar en los servicios, pero nada. Mi compañero Howie se estaba cepillando a una modelo sobre un inodoro. Aparte de eso, lo de siempre. Vicio y corrupción. Lo extraño es que alguien estuviera utilizando los urinarios para mear. Entré en todos los reservados, y tampoco estaba. En uno de ellos, un famosillo de medio pelo, conocido mío de las noches de farra en Los Angeles, estaba esnifando coca. Se ofreció a compartir, y yo, enganchado como estaba, aunque no quisiera verlo, no pude negarme.
Me metí un generoso tirito, que, unido al alcohol que llevaba encima y a otras sustancias de las que tampoco podía prescindir desde hace tiempo, tuvo un efecto brutal en mi ánimo. Acelerado como estaba, tropecé con una especie de muro. Cuando el muro se movió, y resultó ser la espalda tamaño king size de Evan, casi me caigo redondo.
Joder, perdona, Evan es que llevaba un poco de prisa intenté serenarme, pero el corazón me latía muy deprisa.
Sí, ya veo que últimamente te conduces muy de prisa por la vida- fue su caústico comentario. Estaba guapísimo, como un gladiador moderno con cara de niño.
Oye, tío ¿porqué no has venido a saludarme? ¿es que ya no te acuerdas de los viejos amigos? mi tono de voz delataba mi colocón, inocultable a esas alturas.
Evan puso cara de desagrado. Cuando se mostraba poco amistoso podía asustar al más pintado.
En realidad sí lo he hecho. Pero he desistido al ver que estabas de cuchicheos con tu novia ¡o tu amiguita!- esto último lo dijo con cierto retintín.
Yo no conseguía recordar a quien se refería, tan mal estaba. Al final, caí.
¡Ah! Tú te refieres a la buena de Sarah. Pero si es Sarah McMullen, la actriz de culebrones. ¡Es solo una conocida!
Evan sonrió con desprecio, como si pensara que le estaba vacilando.
¿Ahora se llama así? Porque lo que yo ví que ella te estaba haciendo no lo hacen los conocidos, al menos los míos.
Mi ofuscación mental iba en aumento. La vista se me estaba nublando por momentos, y no conseguía pensar con claridad. Al hablar, las palabras se atropellaban unas a otras en la boca, sin orden ni concierto.
No..no te no te entiendo. ¿Que..que ..que ..quieres decir?
Evan miró a ambos lados con expresión fiera. Que estaba cabreado no cabía ninguna duda. Nunca le había visto así, y me acojonó un poco. Se acercó a mí con la mirada incendiada, y se pegó a mi cuerpo como una lapa.
¡Me refiero a esto! y me sobó el paquete, apretándome los huevos hasta hacerme daño. Después me soltó, y volvió al lugar que ocupaba antes, sin dejar de mirarme, pero ahora su mirada había cambiado. La ira había dado paso a la indignación y al desprecio.
¡Mirate, Jason! Estás hecho una piltrafa, has perdido al menos 10 kilos. ¿Qué coño te está pasando? Me has dado de lado para juntarte con lo peor de cada casa.- calló un momento para tomar aire - Dime sólo una cosa, Jay: ¿Esta vida te hace feliz? Porque si es así no tenemos mucho de que hablar.
No supe como reaccionar. Creí estar soñando. Todo me daba vueltas, y no sabía que responder. Interiormente le daba la razón, pero ¿como explicarle en aquel momento todo el drama íntimo que me había conducido a esta desagradable situación actual?
¿Cómo decirle que mi padre no era en realidad mi padre, que mi madre había sido una víbora cruel y calculadora con un pensamiento único como guía de su vida, y, por encima de todo, como confesarle que le amaba, que siempre le había amado, y que me había equivocado por completo al expulsarle de mi vida?.
Le dije lo primero que salió de mí como reacción defensiva. Mirándole de soslayo, con los ojos vidriosos, incapaz de soportar la luz de los focos, le desafié.
Esto escucha TU - y le señalé con el dedo a la cara- ¡ TU no eres nadie..¿me entiendes? ¡nadie! para decirme para decirme..lo que YO tengo que hacer con mi vida!.
Evan soltó un resoplido, mirándome burlón. Sonreía sin ganas, por no llorar.
Mira, en eso estamos de acuerdo. Y, si me disculpas, creo que voy a ir a saludar a otros invitados. Por suerte para mí, todavía queda gente sobria en esta fiesta. Y no me gusta perder el tiempo con colgados como tú.
Se dio media vuelta y me dejó allí tirado como una colilla. Mareado como estaba, y con ganas de llorar y gritar, tuve que apoyarme en una columna para no desmayarme. El cuello de la camisa me apretaba demasiado, y opté por desabrocharme. Tenía frío y calor a la vez, y las pulsaciones y latidos del corazón exageradamente acelerados. Intenté incorporarme, pero apenas conseguía ver nada, era como si de pronto se hubieran apagado las luces de la sala y estuviéramos jugando al escondite. No recuerdo mucho más, solo que intenté dar un par de pasos, tropecé y caí sobre un camarero que pasaba en ese momento con una bandeja hasta arriba de vasos. El ruido de cristales rotos, y los gritos de un grupo de invitadas que recibieron parte de las bebidas vertidas sobre sus costosos vestidos de noche fue lo último de lo que tengo constancia cierta. Lo demás, mis convulsiones incontroladas, el masaje cardiaco de urgencia que me aplicó un médico presente en la fiesta, y mi salida precipitada hacia el hospital en brazos de un invitado, al ver que se retrasaba la ambulancia, son relatos de segunda mano que no puedo asegurar, porque perdí el conocimiento casi de inmediato.
Horas después, cuando desperté en la UVI del hospital, tras los primeros cuidados médicos, fui trasladado a la UCI. Allí me esperaban mi padre y mi hermano, que se sentaron a ambos lados de la cama. Yo no entendía nada de lo que me estaba pasando. Aquello parecía un mal sueño. No sabía que pintaba yo allí; según me enteré después los médicos se habían sorprendido de que hubiera superado la crisis cardiaca, y más aún de que no hubiera entrado en coma por mezclar una sobredosis de coca, con tranquilizantes y alcohol. Un cóctel literalmente mortal.
¿Qué ha pasado? fue lo primero que se me ocurrió preguntar, pues no recordaba nada de lo sucedido.
Mi padre se echó a llorar, pero esta vez de alegría.
-¡Vaya susto nos has dado!¡No lo vuelvas a hacer nunca más!
- ¡Déjale, papá! exclamó Zach emocionado- ¿No has oido decir al médico que no convenía excitarle?.
Mi padre parecía haber perdido la razón.
¡Ha sido tu madre! y miró hacia arriba- ¡Ha sido ella! Ella, desde el cielo, te ha traido de vuelta con nosotros. Estoy seguro. Gracias, Dios mío. Gracias, Stacey.
¿Qué me ha pasado? ¿Cómo he llegado hasta aquí?
Zach parecía sorprendido.
¿No te acuerdas de nada?
Me temo que no. No tengo recuerdos recientes ahora mismo.
Anoche, en la fiesta de celebración por el éxito del single explicó mi hermano a los pies de la cama perdiste el conocimiento de repente.
Ah ¿si?
Sufriste un amago de infarto.
Bueno intervino mi padre- los médicos dicen que abusaste de algunas sustancias prohibidas en la fiesta, y que eso te condujo a esa crisis cardiaca. Has tenido mucha suerte de poder contarlo.
Debí imaginarlo.
Pero la mayor suerte que tuviste es que hubiera un médico en la fiesta que te auxiliara. Y luego que un particular te trasladara al hospital en su propio coche en un tiempo record.
¿Y quien era? ¿Alguien de Universal? me encontraba muy cansado, y sólo me salían frases cortas.
Mi padre y mi hermano se encogieron de hombros.
No lo sé, nosotros no estábamos allí para verlo. Tampoco dejó su nombre continuó mi hermano - para que pudiéramos agradecérselo como corresponde - me imaginé que se refería a una gratificación en metálico- Pero las recepcionistas del hospital nos han dicho que era un top model muy conocido, pero no me acuerdo del nombre. Podría ser Evan, o Ivor tal vez.
¿Evan? pregunté extrañado, como si no le conociera de nada. No me atreví a delatarle delante de ellos. Así me ahorraría muchas explicaciones; no me encontraba con fuerzas de contarles nada en esos momentos.
Algo así. Desde luego era un invitado de la fiesta, que, al ver que la ambulancia se retrasaba, decidió acercarte por su cuenta.
Dos grandes personas que te han salvado la vida declaró mi padre convencido- Para que luego digan que la gente va a lo suyo y que ya no quedan héroes anónimos.
Unos gritos histéricos resonaron desde el exterior cuando mi padre se acercó a mirar por la ventana.
¿Y ese griterío que es? pregunté extrañado.
Mi padre se alejó del ventanal, visiblemente emocionado.
¿Ves lo que te dije en su día, hijo? Lo de que eras un artista muy querido y que el público te perdonaría todos tus excesos
¡Como olvidarlo! De ese tipo de cosas me acuerdo muy bien.
Pues ahí tienes la prueba. Son cientos, varios miles de personas haciendo guardia día y noche fuera del hospital, y rezando por tu recuperación.
Aquella entrega de mis fans me conmovió. Hice ademán de levantarme, pero ellos me lo impidieron, con delicadeza. Tampoco hubiera podido, con todos esos tubos conectados por todas partes, especialmente el pecho y los brazos.
Todavía estás bajo observación y no puedes levantarte. Ten un poco de paciencia- me recomendó mi hermano.
Tengo todo el tiempo del mundo- suspiré consternado- La verdad es que no me duele nada, pero me siento muy cansado.
Ahora debes descansar. Y nosotros dejar que lo hagas ¿verdad, Zach? mi padre guiñó un ojo a mi hermano y salieron de la habitación en silencio.
Me quedé alucinado. No recordaba nada de lo que había pasado en la dichosa fiesta, pero me había impactado saber que Evan había acudido a ella y me había acercado al hospital. Tal vez incluso habíamos hablado y volvíamos a ser amigos. Intenté recordar, pero no lo conseguí. El shock había sido demasiado grande, y la memoria selectiva daba muestras patentes de su existencia.
Estés donde estés, Evan, gracias. Te quiero pensé para mis adentros.
La enfermera y el médico entraron en la habitación para evaluar mi estado actual. Yo sentía que pronto estaría curado y como un roble. Evan y mis fans me darían fuerzas para superar mi postración momentánea y salir de nuevo a comerme el mundo. Me prometí a mi mismo que si superaba esta prueba del destino no volvería a consumir ningún tipo de estupefacientes. Mis drogas ahora serían el escenario, para empezar, y Evan, para culminar la jugada. Si se dejaba, claro.
(Continuará)