Destino manifiesto (11)
Jason sigue hundido en las drogas y la depresión, pero su dolor le lleva a componer una canción en estado de gracia, que terminará por llegar al nº 1 en las listas de éxitos.
La angustia y la ansiedad regirían mi vida desde entonces. Introduje cambios aún más radicales en mi vida. Vestir de negro se convirtió en el santo y seña de mi estilo, aún más que en el pasado. Mis actuaciones en público se hicieron famosas por su intensidad dramática, y, muy pronto, se convirtieron en verdaderos acontecimientos populares. Mi adicción a todo tipo de sustancias y al alcohol, siempre por separado, era lo único que me mantenía aferrado a la vida. Comencé a adelgazar ostensiblemente, dejando atrás mi etapa de chico sexy y cachitas para consumo de quinceañeras con las hormonas disparadas.
Sentía un halo trágico a mi alrededor, y perdí casi por completo el contacto con mi padre putativo, y con mi hermano Zach. Los mandamases de Universal se asustaron en principio, pero cuando vieron que seguía cumpliendo fielmente con mis compromisos, y que mi popularidad aumentaba entre el sector de la juventud que compra discos y se descarga canciones, lo dejaron pasar. Mis compañeros de banda, antes amigos del alma, ahora eran simples profesionales a mi servicio. Porque yo era el líder absoluto de esa banda, su cantante y el compositor de todos sus temas, algunos en colaboración con otros autores con quienes me ponía en contacto la discográfica.
Mi vida privada seguía siendo un desastre absoluto. Incapaz de amar y ser amado por un semejante, vegetaba en soledad y pasaba mis días y noches libres componiendo o saliendo de farra con amigotes tan grotescos como yo, para alegría de la prensa sensacionalista, que no se privaba de sacar en primera plana mis excesos etílicos y mis continuos desplantes a los fotógrafos. Me obsesioné con mi padre biológico, y rastreé por Internet hasta encontrar en Wikipedia y otros sitios abundante información de aquel famoso cantante pop de los 80, recordado por una ristra de éxitos que hoy suenan a clásicos, y mucho más populares en nuestros días que los de mi otro padre, el verdadero y único para mí, David Mills. Me enteré de que había nacido en 1956 en Nueva York, era de origen italiano, y su verdadero nombre, Joseph Gandolfi. Frené en seco, intentando imaginar como sonaría mi nombre real, y como se vería en una marquesina, en luces de neón: Jason Gandolfi. Ese soy yo, pensé, mi verdadero yo, el yo oculto por la telaraña del oscurantismo y de la ignorancia, (que hubiera dicho mi madre, en uno de sus frecuentes arranques místicos). En las fotos de aquella página, que le mostraban joven y confiado, no podía negar su aire latino. Como el mío. No es que fuéramos dos gotas de agua, pero había allí un aire de familia. Yo siempre había creído, y así lo manifestaba mi madre para marear la perdiz y despistar a su marido, que yo era idéntico a su fallecido abuelo materno, una apreciación imposible de probar pero que casaba bien con sus fines. Ahora comprobaba, incrédulo aún, que mi pelo negro y mis rasgos clásicos, nada anglosajones, y muy llamativos, eran producto de mis ancestros itálicos (y también judíos, por supuesto). Pero ni una sola gota de los irlandeses y británicos Mills. Los "molinos" no contaban nada en mi vida, Little Italy, en Manhattan, ahora sí.
Cuando recuperé un poco la cordura, y las ganas de sexo atravesaban mi cuerpo, castigado por la droga y la crisis de identidad, me dedicaba a navegar por Internet, en la soledad de mi cuarto, con Jasper revoloteando alrededor. Me dedicaba a mendigar alguna noticia, alguna foto, cualquier cosa relacionada con Evan que pudiera aliviar mi libido, y mis irrefrenables deseos de poseerle en el acto, desnudarle, encadenarle a la cama y devorar su miembro hasta que me inundara la boca y la cara de su crema caliente y espesa. Y lo que encontraba en cambio eran fotos de desfiles en Europa donde aparecía radiante y arrebatador, ("si pudiera ver el lamentable estado en que me encuentro ahora, me repudiaría para siempre", pensé de inmediato), una instantánea en el backstage de la Semana de la Moda de Milán en la que aparece junto a un sonriente Giorgio Armani, otra, aún más hiriente, cogido del hombro como hermanos con el cantante James Blunt ("al menos con éste no se habrá liado, pues es un notorio heterosexual", me consolé), y otra aún, no menos impactante, tomada en el descanso de un desfile de París, en la que aparece junto al bellísimo compañero de profesión y fatigas, el británico David Gandy. Había en aquellas páginas muchas más fotos en fiestas, cócteles, estrenos de películas en Londres o Nueva York, y toda clase de posados sacados de publicidades para vehículos, perfumes de Carolina Herrera, bolsos de Luois Vuitton (él como acompañante de la modelo que portaba el costoso bolso), rebuscadas composiciones de tipo pictórico para Dolce & Gabbana, Sisley, etc. Todo muy sofisticado y glamouroso, como él mismo. Cuando por fin eyaculaba frente a la pantalla del ordenador, el nombre de Evan era lo único que se escuchaba en la penumbra de mi habitación.
Cuando la noche caía y mi pena aumentaba hasta límites insospechados, me sentaba a componer temas para nuestro nuevo álbum de estudio, que debía salir a finales de 2007 a lo más tardar. Fue así como nació, una noche de enero, en el silencio de mi loft neoyorkino, con la ciudad colapsada por el frío y la nieve, la canción que habría de marcar mi vida, mi carrera y mi evolución como artista. La compuse de corrido, en tan solo cuatro horas, si bien es verdad que los arreglos son cuestión aparte y más trabajosa. Pero el armazón básico estaba ahí. La toqué al piano, con Evan en mente, sintiendo en mi interior como me quemaba al salir de la boca cada palabra que pronunciaba, y convencido de que cada nota y cada sílaba de este tema nacía de las entrañas, y no de un simple destello de inspiración momentáneo. Noté al terminar, con lágrimas en los ojos, que aquella canción, que deseaba dedicar a mi madre, aunque había nacido como consecuencia de mi amor (ahora reconocido y admitido) a Evan White, escondía un fulgor mágico en su interior. Le puse el título definitivo: "Chains around my heart", porque así me sentía yo en aquel momento, encadenado a su amor de por vida, por mucho que me autoengañase haciéndome creer que no me importaba, y encadenado también a los turbios orígenes de mi existencia, que yo nunca podría asumir.
En los estudios de grabación se frotaron las manos con la nueva pieza ofrecida, y se pegaron por producirla y lanzarla como primer sencillo. Yo no deseaba que eso ocurriera, la consideraba mi composición más íntima, aquella en la que desnudaba mi alma y la volvía transparente a fuerza de destapar y sacar a la luz del día mis demonios sepultados en lo profundo del alma. Ahora sí que podía presumir de ser un artista torturado, como siempre había deseado. Sin embargo, el precio, emocional y vital, me pareció tan alto, que no justificaba el rédito creativo que pudiera obtener a cambio.
Grabamos hasta cuatro versiones diferentes del "Chains", con diferentes ritmos y a diferentes tiempos, hasta que se encontró el tono definitivo que buscaba la canción. En julio viajamos a Finlandia, aprovechando el verano ártico, para rodar el clip correspondiente en sus bosques, junto a lagos inmensos.
Pasamos después por Londres, actuamos en la BBC junto a MGMT, un prometedor grupo local, y la prensa especializada celebró nuestra actuación comparándonos nada menos que con Placebo, y a mí en particular con su cantante, Brian Molko. Aquello era todo un halago, teniendo en cuenta que en mi país, solían compararnos con grupos muy jóvenes con miles de fans enloquecidas, como My Chemical Romance, o, lo que era aún peor, Panic at the disco!. Por esos mismos días, en una actuación benéfica coincidimos con los Take That, grupo que desconocía por completo, y pude comprobar, en vivo y en directo, la realidad de las teorías "transversales" de mi padre. Aunque hacía diez años que se habían retirado del mundo artístico, a su regreso a los escenarios la histeria y el cariño de sus fans seguían acompañándoles como el primer día. Percibí que allí había algo de la magia de la que hablaba mi padre, y noté hacia ellos un cariño más fuerte que la simple admiración hacia otros artistas presentes en el festival. Más tarde me enteré de que habían sido un auténtico fenómeno musical y social en las Islas Británicas durante los años 90, y el grupo más querido de su generación. Y no sólo parecían estar en muy buena forma física, sino que sus fans de antaño no les habían olvidado ¡y hasta estaban consiguiendo nuevos seguidores!. Me parecieron muy simpáticos y encantadores, como si no pertenecieran a este planeta musical, repleto de grandes egos. Tal vez fuera ese el secreto de su éxito entre la gente común, aparte de su maestría en el escenario, claro está. El hecho de tener estilos musicales diametralmente opuestos no significa que no sea capaz de reconocer el trabajo bien hecho. Y ellos eran muy buenos en lo suyo.
El resto del tiempo en Londres lo pasamos frecuentando varias discotecas de moda, haciendo turismo por la ciudad y, de este modo, conseguimos retomar la armonía perdida como banda, pero ni rastro de Evan y su cuerpo escultural. Si estaba en Londres en aquellas fechas, una de dos: o bien no reparó en mi presencia, cosa difícil de creer dado el amplio seguimiento que hicieron los tabloides británicos de nuestra visita (en busca, sin duda, de algún traspiés a destiempo, o de un escándalo razonablemente publicable), o, más probable, que a esas alturas me hubiera olvidado por completo, pasara de mi vida y aún más de mi carrera, y siguiera triunfando con su cuerpo y su inteligencia innatas, ajeno a mí.
Para cuando se publicó el esperado nuevo álbum "Disturbed", en septiembre, las expectativas del single habían crecido como la espuma. Todos en Universal daban como seguro que llegaría al nº 1 de singles, tanto en el mercado británico (que lo encontraba factible), como en el americano (opinable). Lo cierto es que el Hot 100 está dominado en la actualidad por otro tipo de música más machacona y comercialoide, casi todo r&b, es decir, lo que se conoce popularmente como música negra. Colar una canción en el top 10 ya es una proeza, pero alcanzar el nº 1 si no te llamas Rihanna, Beyoncé o Chris Brown es una auténtica utopía musical.
Y, sin embargo, ocurrió. No tan rápido como hubieran deseado en mi compañía, pero despacito, a pequeñas zancadas, dejándose comer el terreno por peces en apariencia más grandes, se fue acercando a su objetivo. El álbum había debutado en el nº 2, nuestra mejor posición hasta la fecha, pero poco significativa, pues hoy en día apenas se vendían Cds. El single se benefició de un video apropiadamente oscuro, que supervisé de principio a fin, en el que se resalta la intensidad dramática de la canción y se dejan de lado los trucos innecesarios y los anecdóticos detalles sexys de anteriores clips. En noviembre, mientras actuábamos por vez primera en Berlín, dentro de nuestra primera gira europea de larga duración, Universal nos envió un telefax comunicando que "Chains" había entrado en el Top 10, y que las expectativas eran buenas. Un mes después, cuando regresamos a casa, completamente exhaustos, para pasar la Navidad en familia, nos movíamos ya en el entorno del Top 3, "la antesala del triunfo", en palabras de mi padre. Todo el mundo coincidía, críticos incluidos, que aquella canción, difícil de retener en una primera escucha, contenía, no obstante, un elemento hipnótico que la hacía única. La tildaban de "clásico instantáneo" y la comparaban con éxitos del pasado que habían sorprendido por la originalidad de su temática, sus producción y arreglos, o todo a la vez, como el "Missing" de Everything but the Girl, o el "Kiss from a rose" de Seal.
Y por fin llegó el gran día. Lo que no pudo ser treinta años antes, mi padre lo experimentaba ahora (en estado de levitación), por medio de su hijo. Porque yo tenía claro que era, fue y sería siempre mi padre, por encima de lo que indicara la información escrita en mi código genético. Sentados alrededor de la radio, que había sustituido por una vez a la sempiterna tele como centro de atención preferente, mi padre, mi hermano Zach y yo, escuchábamos nerviosos la cuenta atrás del "Weekly top 40" de Rick Dees, un tarde de sábado. Yo sabía de antemano, por medio de mi casa discográfica (que nos ofrecería días después una cena de celebración por la hazaña y como despedida del año) que copábamos el nº 1 en todas las listas, algo que hizo llorar de emoción a mi padre. Con el nº 1 del Hot 100 rodeado por un círculo fluorescente, para resaltar mi presunta heroicidad, mi padre me mostró un ejemplar de la revista como si se tratara de las joyas de la corona británica. Nos fundimos en un prolongado abrazo, más grande que la vida. Ni que decir tiene que mi padre, amante como era de estos honores sin parangón, recortó, y expuso en un marco especialmente diseñado para la ocasión, la página del Hot 100 correspondiente a la semana en que nuestro grupo, los Naughty Dollars, pasó a la pequeña historia de la música popular.
Lo que más me emocionó de todo, empero, fue el inesperado homenaje que el admirado Rick Dees dedicó a mi padre al presentar el nº 1 de aquella semana.
Mientras sonaba de fondo el pegadizo estribillo del mayor éxito de mi padre, "Never forget this moment", que decía "nunca olvidaré este momento, el momento en que estamos ahora, tú y yo abrazados, compartiendo la eternidad en un segundo", el bueno de Rick anunciaba el mayor éxito de la semana de la siguiente (y emotiva) forma:
"Hace 32 años esta misma semana, esta canción de los Deep South Miners, liderados por el cantante de Tennessee David Mills rozaba el nº1 de las listas de éxitos con este tema, "Never forget this moment". Una gran balada, que alcanzó el nº 2 en Estados Unidos. Estamos seguros de que desde Memphis, donde reside David habitualmente, tampoco podrá olvidar este otro momento en que su propio hijo, Jason Mills, de 23 años, ha conseguido por sus propios méritos lo que él estuvo a punto de conseguir entonces, porque..(silencio sepulcral, seguido de inmediato por los primeros acordes de nuestra canción, con la voz de Rick en tono más elevado sobrevolando por encima) ELNUEVO Nº 1 EN ESTADOS UNIDOS ESTA SEMANA ES "CHAINS AROUND MY HEART", DE LOS NAUGHTY DOLLARS.
Yo estaba preocupado por mi padre desde hacía tiempo. Se le veía deprimido, hundido en su pena como no le había visto antes. "Chains around my heart", una canción de tono triste y deprimente, que habla de la pérdida del amor soñado, se convirtió en su tema de cabecera, como en otros tiempos lo habían sido "More than a feeling" de Boston o "Seasons change", del trío femenino Exposé, canciones que, sin duda, le recordaban a Linda Matthews, ahora Linda White, y que escuchaba machaconamente, compulsivamente, hasta que no sólo él, sino todos en casa, nos las aprendíamos de memoria. Pero algo había cambiado. Ahora no lloraba un amor lejano, inalcanzable, de cuento de hadas. Lo hacía por un amor real, el del día a día, el de su compañera de camino. Cada día visitaba su tumba en el cercano cementerio judío, y rezaba ante su lápida, que simplemente decía:
STACEY HANNAH GOLDBERG
(1952 2006)
ASTROLOGA, MADRE DE FAMILIA
TU FAMILIA Y TUS AMIGOS
TE RECUERDAN
Y siempre, todos los días, lloviera o hiciera un sol de justicia, acudía a su cita diaria con su dama blanca, y depositaba una rosa roja, su favorita, a los pies de su lápida. Aquella entrañable escena me recordaba la letra de la canción "Kiss from a rose", de Seal, hasta que descubrí, sin sorprenderme en absoluto, que formaba parte también de la banda sonora de su duelo particular.
Una noche, antes de volver a California, entré a hurtadillas en su estudio, donde solía refugiarse cada vez con más asiduidad, para aislarse del mundo exterior. La habitación estaba completamente a oscuras, a excepción de un par de velas, que le daban al conjunto un aire romántico y siniestro a la vez.
En el equipo de música sonaba una canción que me era familiar. La cálida voz de Jeannette Jurado, la solista de Exposé, desgranaba la triste melodía que salía de los amplificadores.
"Seasons change, "Las estaciones cambian,
People change, la gente cambia,
Ill sacrifice tomorrow Sacrificaré el mañana
Just to have you here today" sólo por tenerte hoy aquí"
Mi padre sorbía lentamente una copa de brandy. Antes no bebía casi nada, pues era consciente de que sus múltiples adicciones del pasado podían resurgir en cualquier momento, por mucho que le diesen por curado. Estos días había vuelto a su vieja afición, de forma moderada, pero preocupante.
Un ruido imperceptible al pisar con mis botas Converse la tarima flotante me delató. Me invitó a sentarme a su lado. Decía que ya nunca teníamos tiempo para hablar como antes, y eso le disgustaba.
¿Sabes, Jay? Esta canción ochentera siempre me recordaba a Linda, todo me devolvía a aquellos tiempos, la letra y la melodía envolvente de esta obra maestra
Y nº 1 además
Sí, efectivamente, fue el único nº 1 de estas preciosas mujeres de Miami. Tuvieron muchos éxitos con temas más movidos, pero pasaron a la historia de la música con esta balada estremecedora. ¡Quien se lo iba a decir a estas campeonas de la pista de baile!. Pero, dejando de lado los hechos puramente estadísticos, lo cierto es que hay canciones que, por alguna razón en concreto, nos ponen los pelos de punta.
A mí me sucede con "Missing", de Everything but the girl. Parece una canción muy simple, pero la historia que cuenta es tristisima. Sobre todo la parte que dice: "Me bajo del tren, bajo por tu calle otra vez paso por tu puerta, pero tú ya no vives ahí", o esa patética estrofa en que se pregunta: "¿Puedo confesar que he estado rondando por tu antigua dirección?". Siempre que escucho esa estrofa me entra un escalofrío, y la música refuerza esa sensación de nostalgia obsesiva que rodea toda la composición.
Mi padre dejó sobre la mesa la copa de brandy. Me miró a los ojos. Se notaba que había llorado, pero ahora estaban secos de nuevo.
Antes, estas canciones me recordaban a Linda, como te decía, pero ahora es diferente. Esos mismos temas me devuelven la imagen vitalista y decidida de tu madre.
Es natural. Era tu mujer, y hace poco que se ha ido.
No, hijo, lo natural hubiera sido que yo la hubiera amado como ella me amaba a mí. Pero no fue así, yo estaba hechizado por el recuerdo de otra mujer, de un amor imposible.
¿No crees que hubieras sido feliz con Linda entonces?
Mi padre dudó un momento antes de contestar.
Creo que no. Eramos demasiado distintos. Una vez pasada la pasión de los primeros años, posiblemente el matrimonio hubiera sido un desastre. Y no por su culpa, precisamente. Yo soy demasiado complicado, y necesito la mano firme de una mujer con mucho temple al frente del timón. Linda era encantadora, pero vulnerable. A ella la hubiera herido sin remedio, como lo hice aquella última noche.
¿La noche que te abandonó?
Sí Yo estaba muy colocado. Y me estaban llegando rumores de que Jordan y ella estaban liados. Stacey, sin querer, sin darse cuenta, me puso en guardia. Estando en mi habitación para tratar temas profesionales, minutos antes de la cena de fin de año, sacó una carpeta con dossieres de la compañía, y, por descuido, se le cayeron dos reservas de avión para el día siguiente. Las fui a recoger del suelo y comprobé que pertenecían a Linda y Jordan, que partían hacia Los Angeles el día de Año Nuevo. ¡Aquello me enfureció!
No podía creer que mi madre hubiera hecho algo así. Bueno, en realidad sí podía. Después de leer la carta había quedado claro que no se detendría ante nada con tal de conseguir a mi padre. Pero falsificar dos reservas de avión me pareció muy fuerte. Sin duda, ella intuía que mi padre se enfrentaría a Jordan esa noche, y que Linda debería decidirse por uno de los dos inevitablemente. Así que ese era el famoso infundio al que se refería mi madre en su misiva.
Y montaste un número aquella noche.
No quiero recordarlo. Les llamé de todo. A Linda la puse de puta para arriba. Con Jordan llegué incluso a las manos, pero yo estaba demasiado mamado y me caí al suelo redondo. Y ya no recuerdo más. Sé que Linda estuvo en mi habitación haciendo las maletas, y que se marchó poco después. Si yo hubiera estado despierto, se lo hubiera impedido. Gracias a Dios que no me enteré de nada. Si no, ahora a lo mejor estaba en la cárcel por doble asesinato. Jesucristo fue clemente conmigo esa noche. A veces no es tan malo estar drogado, ya ves.
Nos echamos a reír los dos. Mi padre rectificó de inmediato.
¡Eh, eh, que esto que he dicho es una broma!. A ver si me vas a tomar la palabra y ¡ni se te ocurra!
Ya lo sé, papá. Te conozco desde hace muchos años
Por cierto, Jay ¡estás muy delgado! ¿No estarás consumiendo ?- no terminó la frase por prudencia.
¡Papá!¿Como puedes pensar eso de mí? Ya sabes que odio las drogas mentí- Además te prometí en su día que no repetiría tus errores, y creo que lo voy consiguiendo.
La música cesó por un instante, tras escucharse en forma débil una voz femenina diciendo "Change of season".Y la estación estaba cambiando también en Nueva York con la entrada del invierno, cuando llegué poco después para participar en la fiesta que ofrecía la discográfica como celebración de nuestro flamante nº 1. Eramos la sensación del momento, y yo tenía muy claro que estaba dispuesto a disfrutarlo.
(Continuará)