Destino manifiesto (1)
David Mills, empresario de Memphis, tuvo una única obsesión en su juventud: triunfar en el mundo de la música. A pesar de haberlo conseguido, él nunca se sintió satisfecho de sus logros.
NOTA DEL AUTOR: La historia que sigue puede considerarse como un relato erótico-dramático por entregas, y como un pequeño homenaje al popular género televisivo de las "soap-operas" americanas, los culebrones norteamericanos, muy abundantes en los años 80. El lector que busque sexo rápido e historias breves deberá buscar entre otros autores, pues DESTINO MANIFIESTO está pensado como un mini-serial de 14 capítulos, en algunos de los cuales no hay sexo en absoluto. El sexo está limitado a momentos clave de la historia, pero, eso sí, cuando toca, es descrito con todo detalle, como corresponde a este género tan libre y liberal conocido como "literatura erótica".
DESTINO MANIFIESTO
Me llamo Jason Mills, y tengo 23 años. Mis amigos me llaman por mi diminutivo Jay, y en mi casa me conocen también por el apelativo "Lucky star" (estrella de la suerte); no me preguntéis la razón, es algo que viene desde niño. Cosas de mi madre, seguramente. Nací el 6 de Mayo de 1985, en Memphis, estado de Tennessee, por la mañana, no recuerdo la hora exacta. Mi signo del zodíaco es Tauro, con ascendente Cáncer. No creo mucho en esas cosas, pero mi madre, que es astróloga de profesión, me confeccionó la carta astral nada más nacer. En ese mismo momento, vaticinó un brillante futuro profesional para mí
PROLOGO (LA HISTORIA DE DAVID MILLS)
¡Está muy claro, Dave! Venus en casa 9 conjunta al Medio Cielo, que a su vez recibe sendos sextiles de Marte y del Gran Benéfico, Júpiter, un trígono exacto de la Luna, y otro, algo más abierto, del planeta Urano. ¡Y el austero Saturno realiza un oportuno trígono al Ascendente en Cáncer! ¿No es maravilloso, cariño?.
Sin duda debía serlo. Dave sonrió a su mujer por cortesía, aunque en el fondo de su corazón opinaba que todo aquello de las estrellas y los astros no eran más que paparruchas. El era un hombre del Sur Profundo, nada menos que del estado del country y del primer rocknroll, Tennessee, y le bastaba, por el momento, con su fuerte determinación y con la fe religiosa en el Dios Todopoderoso de sus antepasados para enfrentarse a la vida sin mayores complejos. En su opinión, no hacía falta ningún estudio astral que determinara el futuro carácter de su primogénito, puesto que él mismo se encargaría desde bien pequeño en encarrilarle por el único sendero posible para su hijo: el camino de baldosas amarillas que conduce al éxito de masas. Lo que no consiguió en su totalidad el padre, lo haría el hijo. Sonrió por educación a su mujer, cerró el periódico que estaba leyendo, y, fingiendo interés en las extrañas teorías de su esposa, preguntó algo enrabietado:
Todo eso está muy bien, Stacey ¿pero me puedes explicar que coño significan todos esos jodidos trígonos de los que hablas, y en qué van a influir en el carácter de nuestro hijo?.
Stacey, sin perder la calma, soltando un trozo de papel en el que se percibía sólo un círculo en el medio y muchos símbolos y flechas alrededor, sonrió con cierto aire de suficiencia.
Te lo resumiré en pocas palabras, Dave ¡Nuestro hijo se va a convertir en una gran estrella!
Este punto de vista pareció interesar más a su marido, que se giró desde el sofá donde se encontraba leyendo para escucharla mejor. Ahora su atención estaba puesta en ella y en lo que decía, algo que halagó a su insegura mujer.
Bueno, no quiero resultar pesada, pero cualquier astrólogo te diría lo mismo que yo, utilizando diferentes términos. La clave de esta carta está en el Medio Cielo, que rige la vida social y, en cierto modo, profesional del nativo, y, que, en el caso de Jay está muy bien aspectado. Nada menos que por Venus, Urano, Júpiter, Marte y la Luna. Esta última forma un trígono exacto. El éxito social y en su profesión están garantizados. Pero es que, además, Marte le otorgará fuerza y carisma en el escenario, y Venus belleza y éxito social. Por si fuera poco, la Luna, que es el regente de su ascendente, está en Sagitario, un signo especialmente afortunado, y le promete éxito absoluto con el público, (y, en especial, con las mujeres, de hecho nuestro pequeño podría llegar a ser un ídolo de fans en su juventud ¿te imaginas?), y, finalmente, Urano nos dice que llevará su carrera y su vida de forma original y novedosa, no será un artista del montón, tendrá sus propias ideas. Luna y Venus en magnífico aspecto ya nos indican que será un hombre de buen carácter y muy querido por los demás. Su Sol en Tauro en casa 11 y su ascendente en Cáncer me hacen pensar que será un joven muy cabezota y se aferrará mucho a sus afectos, valorará por encima de todo la amistad y podría llegar a interesarse por causas sociales o políticas. Hay algunos flecos que no me gustan tanto, como esa cuadratura Venus Neptuno, que indica que podría sufrir en cuestión de amores, al idealizar demasiado al ser amado, pero ¿quién no ha pasado por ello alguna vez en la vida?. Stacey miró hacia el suelo un momento, recordando quizá tiempos pasados. Tomó aire y continuó con su detallado análisis - Por último, pero no menos importante, Saturno en buen aspecto al Ascendente nos cuenta que su imagen exterior será sobria, austera, pero gustará a la gente; seguramente vestirá con colores clásicos, gris, negro, azul marino, y tendrá una imagen exterior seria, nada frívola. No será un Liberace o una Zsa Zsa Gabor, precisamente
¡Ni falta que hace! Ya me encargaré yo de enseñarle disciplina para que eso no ocurra. En fin, me alegro de que tus astros estén de acuerdo con el sentido común, y con lo que va a ocurrir en realidad, si Dios nos asiste en ello, por supuesto.
Empezó a hojear una revista que yacía olvidada en el centro de la mesa baja del salón. Por supuesto, se trataba del ejemplar semanal de la revista musical Billboard, a la que llevaba suscrito muchos años. Buscó con agilidad la página deseada, y buscó con la mirada el dato que le interesaba. Siempre el mismo. El famoso Hot 100. Y, en su interior, lo más importante de todo: el número 1 de aquella semana. El nº 1 en América, como decía el locutor de aquel programa de radio que una vez le había hecho llorar, y no precisamente de emoción, sino de rabia incontenible, al pronunciar esas palabras. Diez años ya. Como pasa el tiempo, se dijo a si mismo. Sus ojos no le traicionaron, estaba muy claro.
Nº 1: "Dont you (forget about me)" (¿No me has olvidado?), de Simple Minds. Su mente divagó por un momento. También diez años atrás. No, no la había olvidado. Imposible hacerlo. Inmediatamente detrás, luchando por encaramarse al nº 1, lo que finalmente conseguiría poco después, la mujer que estaba revolucionando el panorama musical norteamericano en los últimos meses, Madonna, con una balada romántica, "Crazy for you" (Loca por ti). Dave no podía apartar sus ojos de aquel revelador título. Sí, no se engañaba al respecto. El seguía loco por Linda. Su amor era imposible, pero él seguía fiel a su recuerdo. Bajó la vista, y, en puestos inferiores, encontró la razón última de tanta nostalgia innecesaria. El título de la canción lo decía bien claro. "Cant fight this feeling" (No puedo luchar contra este sentimiento), de los REO Speedwagon, un tema que le gustaba realmente y le recordaba a la música que él mismo realizaba para consumo masivo en los años 70.
Mientras Stacey acunaba al recién nacido, Dave se retiró a su estudio. Cerró la puerta con llave, buscó, de entre su amplia colección de discos, un viejo vinilo setentero de los Boston, y pinchó su canción favorita de ellos desde siempre, el clásico "More than a feeling", para ponerse a tono con la situación. Abrió el armario y sacó del más recóndito escondite una caja de latón. Tras cerciorarse de que su mujer seguía inmersa en sus quehaceres domésticos, volvió a su refugio y abrió la caja. Hacía tanto que no miraba aquellas fotos allí estaban los cuatro, Pete, Howie, Jordan y él. ¡El maldito Jordan! Ahí estaban los cuatro, sonrientes ante la cámara, como buenos amigos. ¿Qué habría sido de ellos? Aparte de Jordan, que había continuado con su carrera musical como productor, con relativo éxito, no había vuelto a saber nada de los otros dos. Ni falta que hacía. Y, al fin, rebuscando entre cientos de fotos promocionales, instantáneas tomadas en sus inolvidables conciertos y en las giras internacionales, apareció la foto de Linda. Su foto favorita. Sintió un escalofrío al volver a mirarla. Ella aparecía tan hermosa, con su corona de falsos brillantes que la reconocía como la nueva Miss Tennessee en la cabeza. Sonreía como si la hubieran proclamado Miss Universo, que es el título que realmente merecía para él, con su melena rubia impoluta y brillante y sus ojos claros y nobles mirando frontalmente a la cámara. Su foto favorita de ella, sin lugar a dudas.
Una lágrima furtiva cruzó el rostro de Dave Mills. ¡Ese cabrón de Jordan me la robó mientras yo ! pensó en aquel momento. Pero eso ya era historia. El no quería acordarse de todo aquello, y, sin embargo, mientras se dejaba caer en aquel sofá le vino a la mente la imagen nítida de aquellos años de gloria, cuando su grupo, los Deep South Miners, copaba las portadas de todas las revistas, y se les consideraba unas celebridades nacionales. Y digo bien, nacionales, porque su música nunca llegó a cuajar en la lejana Europa, por más que su casa de discos les organizara alguna gira europea en el momento álgido de su popularidad. Momento que estuvo a punto de no llegar nunca, puesto que su señor padre, el reverendo Douglas Mills, de la Iglesia de Cristo, no veía en principio con buenos ojos el sendero profesional elegido por su rebelde hijo. Hasta que un día, cansado de que aquel gamberro melenudo se gastara el dinero de la paga en comprarse una guitarra eléctrica ("¡No es una guitarra cualquiera, papá, es una Fender, como la de Eric Clapton!" le había dicho en esa ocasión con un entusiasmo indescriptible), Douglas le llevó a su despacho, le hizo sentar en su presencia y le retó sin aspavientos al mayor desafío de su vida.
¡Está bien, dedícate a esa tontería de la música si es lo que de verdad te gusta!. Mi opinión sobre ese ruido degenerado la conoces muy bien...¡pero ni se te ocurra dejar el nombre de los Mills de Tennessee por los suelos o no volverás a pisar esta casa ¡¿me entiendes?! el tono de la voz de su padre, enérgico y cortante, y la forma en que le miraba desde detrás de sus gafas de pasta negra, no dejaban lugar a dudas sobre la seriedad de esa conversación, tan trascendental en su existencia posterior- Si vas a vivir de "
eso
" y pronunció ese "eso" con un deje despectivo, como si estuviera hablando de la prostitución o el juego ilegal- tienes que ser el nº 1, recuérdalo. ¡Como Elvis! Yo no apruebo su música, pero él es un hijo de este estado que ha hecho mucho bien por todos nosotros. ¡Y continúa viviendo aquí! No se ha marchado, como hacen otros, a esa ciudad depravada que llaman Hollywood. Y lo más importante de todo: él fue y es un auténtico nº 1. Un triunfador desde el principio. ¡Y que decir de la manera en que cuidaba y protegía a sus mayores! Reconozco que cuando apareció llorando en la televisión a la muerte de su querida madre, me emocionó, como hijo, y como padre de familia que soy. ¡El sí que es grande!
Haré lo que pueda, papá fue su parca, y al parecer, errónea respuesta.
Su padre estaba ahora fuera de sí.
¡Harás más que eso, David! Dios bendice a los que arriesgan y maldice a los perdedores. ¡No quiero mediocres en esta familia! Mira tu hermano Scott, camino de convertirse en un arquitecto de fama nacional. Y mira a tu hermana Rosemary, premiada con un Pulitzer por sus fotos de Vietnam ahora su rostro tornó realmente colérico y su voz cambió de acre a tonante- ¡¿y TU qué?! ¡haciendo el payaso por ahí con esos cantamañanas de tus amigos, tocando en fiestas de instituto por los pueblos, haciendo el ridículo y dejando el nombre de nuestra familia por los suelos!.
Necesitamos un poco de rodaje, papá. Tocar en esos sitios nos permite sobrevivir sin vuestra ayuda económica, y nos hace crecer como músicos, encontrar nuestro estilo.
¿Vuestro estilo? repitió su padre con sorna desde el sillón de orejas de escay de su despacho- ¡Me dais pena!. ¡Los cuatro, y tú el que más! Al fin y al cabo, los padres de tus amigos carecen de los valores morales de esta familia. Los Robson están divorciados, ¡cómo no!, es el signo de los tiempos. Y los padres de ese pirado de Jordan son incluso demócratas. ¡Que vergüenza!. En fin, hijo, creo que he sido diáfano. No hay más que hablar entre tú y yo por el momento. Quiero que te vayas de una vez de esta casa y no regreses hasta haber triunfado en el mundo que has elegido.- Dave se quedó mirándole estupefacto, él sólo tenía 18 años entonces y no había atravesado nunca hasta aquel momento las fronteras del estado. Su padre no se compadeció de su manifiesta bisoñez, y repitió cortante- ¿quieres que te le repita, David Stewart Mills? ¡NO VUELVASHASTA ENTONCES!.
Era 1971, y la guerra de Vietnam se encontraba en su apogeo. Con los pocos ahorros de que disponían, los cuatro amigos se trasladaron a Los Angeles. Los comienzos fueron difíciles, como para todo el mundo. Trabajos temporales de camareros, lavacoches, repartidores, hasta de chófer les tocó hacer en alguna ocasión. Pero el objetivo de triunfar en la música no les abandonaba. Y eso que el panorama musical no resultaba particularmente halagüeño para unos paletos de Tennessee perdidos en la gran ciudad. Por aquel entonces, las listas de éxito estaban copadas por guaperas adolescentes como Donny Osmond, que compartía el éxito con su numerosa y abigarrada familia biológica, o el guaperas David Cassidy, que se lo debía igualmente a otro clan familiar, en este caso imaginario, los famosos Partridge, de la serie homónima de televisión. Pero también estaban los Jackson 5, Sly & the Family Stone, Three Dog Night, y los más grandes de todos, Sus Majestades los Rolling Stones. Su razón última y genuina para hacerse músicos. Algo que llevaban fantaseando desde el día en que los Monkees hicieron su primera aparición en la pequeña pantalla, siendo ellos todavía unos mocosos.
Si este hatajo de aficionados pueden hacerlo, y, además, gustan a la gente, nosotros también podemos se dijeron aquel día los cuatro inseparables amigos del Instituto Harry S. Truman, de Memphis.
Pero el sueño parecía no llegar nunca. Dave se mantenía en contacto con su familia a través de su hermana Rose, que solía visitarles a menudo desde Nueva York y les ayudaba con sus contactos profesionales para procurarles un contrato discográfico, o, al menos, una actuación relevante en algún programa de televisión de un canal modesto. Jordan y Dave seguían componiendo temas, muy al estilo hippie de los 70, pequeños himnos generacionales con un aire psicodélico muy a la moda. "Everyday people" de los Sly & The Family Stone era por entonces su sonido de referencia, su Santo Grial compositivo. Pero no sería hasta enero de 1973, casi dos años después de salir de Tennessee, mientras Carly Simon acariciaba los primeros puestos del Hot 100 con su inolvidable "Youre so vain" ("si pudiéramos componer, al menos,una canción tan sublime como ésta una sola vez en la vida, la fama nos llegaría sin esfuerzo" había repetido Dave a los desmoralizados muchachos poco antes) y los Walton amenizaban aquellas lejanas noches televisivas con su moralina atemporal, cuando por fin consiguieron hacerlo a lo grande. Tras varios intentos fracasados con otras compañías menores, de repente, la maqueta que enviaron meses atrás con seis de sus temas, tocados en el estudio improvisado que un amigo de Howie tenía en el garaje de su casa, había gustado a los jefazos de aquella multinacional. Y no precisamente una cualquiera. Nada menos que Capitol Records. Sí, sí, la misma que grabó en su día a Frank Sinatra o a Judy Garland. ¡Les habían gustado de verdad y querían una audición en Nueva York dentro de siete días!
El primer álbum, publicado en noviembre de ese año, contenía algunos originales del grupo, como "Fate in our hands" o "Just another game of love", temas alegres y con un punto de rock progresivo, muy al gusto de los tiempos. El éxito no se hizo esperar. Los primeros contratos, las primeras giras, todavía tímidas, y el primer éxito de los Deep South Miners sonando por las radios americanas. "Fate in our hands" acabaría en el nº 18 del Hot 100. Dave nunca olvidaría la fiesta que les ofreció la sucursal en Los Angeles de su casa de discos, a comienzos de 1974, para celebrar el éxito (relativo) del álbum, y el aún más relativo tirón del primer sencillo. Pero, en aquella época, entrar en el Top 20 con un single de debut se consideraba un magnífico presagio, casi como un seguro de triunfo asegurado. Sí, el público les aceptaba. Su imagen moderna, sus pelos largos (sin pasarse), y la mejor técnica al tocar en directo, muy alejada de los discordantes acordes improvisados de antaño, que tanto disgustaban a los suyos en Memphis, ahora les había catapultado al éxito con el que tanto soñaron en su primera juventud.
Y los hechos parecieron darles la razón de inmediato. Invitaciones a fiestas, apariciones en televisión, en canales de ámbito nacional, entrevistas radiofónicas con los popes de la radio Dick Clark y Casey Kasem, y hasta actuación exclusiva en el show de Johnny Carson. Todo lo cual hizo subir su reputación como la espuma. Para el segundo álbum, que se iba a titular "Savage garden", como el título de uno de los temas compuestos a medias(como siempre) por Jordan y Dave, Capitol quería contar con la colaboración de Carole King, James Taylor y hasta del mismísimo Paul McCartney. Querían un lanzamiento mundial, a lo grande. Estaban convencidos del enorme potencial de los Miners. Era el verano de 1975 cuando el álbum, grabado a lo largo de los seis meses anteriores en diversos estudios de grabación, siguiendo el ritmo de los desplazamientos del grupo por el país, apareció en los anaqueles de las tiendas dispuesto a comerse el mundo. Su sonido había evolucionado levemente hacia el rock sinfónico, y ahora grupos como Fleetwood Mac o Pink Floyd podían considerarse sus mayores influencias generacionales.
Mientras una ambiciosa gira nacional les llevaba por más de 50 ciudades de todo Estados Unidos, las ventas del álbum se dispararon, llegando a alcanzar el nº 3 en septiembre, para luego estabilizarse en el Top 10 durante muchas semanas más. Pero lo que de verdad obsesionaba a David Mills desde el principio era el resultado en la lista de singles de sus composiciones, algo que a los demás miembros de la banda les parecía traer al pairo, y que consideraban una de sus excentricidades más morbosas. Pero Dave no lo veía así. Sus compañeros, entregados de pronto al placer que proporcionaba la fama fácil, el amor de las mujeres hermosas, los lujos caros y la vida regalada, eran incapaces de ver que, en un país que idolatra a los triunfadores, como Estados Unidos, y bendice a las estadísticas como al oráculo que todo lo sabe, su preeminencia en lo alto de aquel absurdo listado de las 100 canciones más populares del país era el único seguro de permanencia en ese mundo de diversiones sin fin en el que habían entrado sin darse apenas cuenta. Esa, y no otra, era la razón por la que Dave decidió suscribirse a la revista Billboard (la "biblia" del mundillo musical), y a revisar con aprensión cada semana los avances y retrocesos de los DSM en el mercado de valores de las emisoras de radio y las tiendas de discos, que se daban a conocer en aquel listado tan serio y a la vez tan influyente: el temido Hot 100 de Billboard.
Le emocionó saber que el primer sencillo extraído, "Too blind to see you", una poderosa descarga de rock electrónico con una base instrumental más clásica, había entrado en el anhelado territorio sagrado del Top 10. Allí permaneció cuatro semanas en octubre, alcanzando el nº 7, para después caer rápidamente fuera del club de los elegidos. Pero eso no importaba. Por fin lo habían conseguido. ¡Su primer Top 10! No había sensación comparable a aquella. Capitol estaba encantada con el prometedor cuarteto, y ya planeaba la jugueda maestra de inmediato. El siguiente single, la sentida balada "Never forget this moment", con la promoción adecuada, debería llegar finalmente al nº 1 en torno a las Navidades. Era ahora o nunca. De eso estaban seguros. Una intuición interior le decía a Dave que por fin podria volver a Memphis, y sostener con orgullo la mirada a su padre mientras desplegaba un ejemplar de la revista, y le ofrecía la prueba palpable de su indiscutible éxito. ¡Un nº 1 en Billboard! Aquella suave balada con un toque de rock sinfónico, adobado todo ello con una pizca de miel y melaza, la estrictamente necesaria para conseguir derretir los corazones del público americano, sería su pasaporte a la inmortalidad ¡Haría por ellos lo que "Heartbreak hotel" hizo por Elvis en 1956 o "I want to hold your hand" por los Beatles en el 64, comparaciones aparte! Situarles en el mapamundi de las grandes bandas. Serían los más grandes de la década. Sí, esto último lo tenía él muy claro por entonces. Eran grandes, la forma de cantar de Dave la más celebrada por la crítica, con ese chorro de voz educado en el coro de la iglesia de su estricto padre, y sus colegas unos músicos que habían pasado de aficionados a maestros, a fuerza de tocar durante años y de perfeccionar su depurada técnica en miles de horas de ensayos; algo que el público no podía imaginar, pero que se reflejaba en aquel sonido diáfano, cristalino y potente que era marca de la casa. Y además Dave tenía ahora a Linda, su musa particular y quien había inspirado todas sus canciones, desde que se conocieran en una fiesta salvaje un año atrás. Ella también era oriunda de Tennesse, lo que son las cosas, de la musical Nashville en concreto, y también triunfaba en California, a su manera, como modelo de pasarela y publicidad de creciente fama.
En mitad de la gira nacional, el día anterior a la actuación en Detroit, aquel fin de semana irrepetible, ocurrió el acontecimiento que iba a marcar la vida futura de David Mills de manera indeleble. O mejor dicho, no ocurrió. Y ese fue el principio del fin para él, para su banda, y, lo peor de todo, para el profundo amor que compartía con su amada Linda.
(Continuará)