Destinados. Especial: Secretos del pasado
-Sé que no es sencillo pero ¿crees que para mí fue fácil hacerme a la idea de que me gustan los chicos? ¡No! Al contrario, sufrí mucho, pero no dejé que mis prejuicios tomaran control de mí, le di el control a mi corazón- se acercó hasta mi- Y eso es lo que te estoy pidiendo- colocó su mano en mi mejilla- que dejes de lado todos tus dilemas y disfrutes de la oportunidad que nos está dando la vida de disfrutar del otro-.
Hola a todos, bueno como lo prometí, aquí les traigo este capítulo. Les confieso que este relato no estaba planeado desde un inicio, sin embargo, por sugerencia de varios de ustedes mis lectores, me decidí a redactar este capítulo fuera de numeración. En el conoceremos la vida de uno de los personajes secundarios de la historia, Esteban, que aunque no ha tenido mucho protagonismo en los próximos capítulos jugara un papel importante. Por lo que creí importante conocerlo para entender los acontecimientos que vendrán. Espero sea de su agrado…
Con respecto a las preguntas sobre Fabián, pues les digo que no desesperen, volveremos a saber de él. Pronto el hablara de cómo se siente y como la está pasando. Pues, anqué los hechos puedan hacer pensar lo que pasara, nada es seguro en la historia…
Ya sin más que decir me despido, dándole gracias por sus comentarios y correos, en verdad los agradezco, si me retraso en responder mil disculpas, la universidad consume gran parte de mi tiempo. No obstante les prometo hacer todo lo posible para no hacerlos esperar mucho. Pronto subiré el capítulo 22, ya está casi listo.
No se les olvide valorar y comentar el relato…
Saludos,
Derek W. Johnson
Destinados. Especial: Secretos del pasado
ESTEBAN
Una vez más contemplaba aquella foto, llevaba varios meses sin hacerlo. Creo que había olvidado que la conservaba. Señal clara que lo había superado. Que ya no sufría más cada vez que su recuerdo venía a mi mente y por lo menos esa herida había sanado un poco. Aunque no sé si en verdad algún día sanaría por completo, pues, el primer amor jamás se olvida.
Todavía recuerdo el primer día que lo vi. Solo faltaba un mes para mi cumpleaños número 14, era una tarde lluviosa de finales de enero y lo vi bajarse del auto de sus padres en frente de nuestra casa, era de estatura mediana más o menos 1.70, de piel canela y algo musculado. Según sabia por comentarios de terceros practicaba natación. También había escuchado de algunas conversaciones de mi madre con sus vecinas que sus padres decidieron mudarse a la capital para darle un mejor futuro dentro del deporte. ¡Y que deportista…! No es por nada pero, ese chico estaba hecho un bombón. Y si sumamos a toda esa ecuación sus ojos grises, déjenme decirles que cautivaba a cualquiera, hasta a mí.
No sabría decir el momento exacto en el que me enamore de él, solo sé que desde un primer instante tenía claro que sentía algo por ese chico. Quizás al principio fue atracción pero con el pasar de los meses esa atracción fue creciendo y paso a ser un enamoramiento fuerte luego de que lo conocí a fondo. Solo un par de días después me presente ante él. Se llamaba Adrián Teixeira, tenía la misma edad que yo, su padre era corredor de seguros y su madre ama de casa. Su pasión era la natación. Llevaba desde los cinco metido en una piscina. Era ocurrente, divertido y carismático, para todo siempre tenía una respuesta graciosa, pero lo que más me atraía de él era su perspicacia y picardía.
Él sabía perfectamente como conquistar a alguien. Lo comprobé en nuestras contadas salidas al ver su manera de tratar a las mujeres. Todo eso definitivamente me descoló. Nunca me había gustado un chico así, jamás me había sentido atraído tan intensamente por alguien. Si era consiente de mis preferencias, pero aun no me había pasado algo que me dejara en claro si en verdad me gustan los chicos. Sabía que no era gay porque aún me seguían gustando las chicas, pero tenía claro que tampoco era cien por ciento heterosexual, yo me ubicaba en algo más intermedio pero aun no me definía bien. Posiblemente era bisexual, pero eso el tiempo me lo diría.
Con el pasar del tiempo me hice su mejor amigo. Al punto que nos contábamos todo. Mientras jugábamos videojuegos siempre platicábamos de algo, que si “como nos fue en el colegio”, “que tal fue de entrenamiento”, “que tienes pensado para este fin” o alguna otra cosa, nada fuera de lo común.
Fue así como poco a poco nos volvimos inseparables.
-¿Sabes de lo que me di cuenta hoy en el entrenamiento?- me preguntó Adrián un tanto concentrado en sus apuntes. Estábamos en su habitación como cualquier tarde. Aunque la mayoría de las veces lo que hacíamos era jugar algún videojuego o estar metidos por horas en la computadora, había ocasiones en que la responsabilidad tomaba posesión de nosotros y elaborábamos nuestras tareas juntos- Creo que le gusto a uno de mis compañeros-.
Escucharlo entablar un tema de esos con tanta naturalidad, era extraño para mí. Sabía que éramos amigos y existía confianza, pero escucharlo hablar de otros chicos siempre me ponía nervioso. Ya en reiteradas ocasiones había hechos comentarios, como de “viste como se me quedó mirando ese” o “creo que se chico es gay” o algún tipo de comentario que podría ser considerado normal entre amigos, pero para mí podrían ser un tanto incomodos. Pues dentro de mí existía una lucha interna con respecto a mi atracción hacia él.
-¿Cómo lo sabes?- pregunté intentando parecer lo más natural posible.
-Se me queda mirando mucho. Él no se da cuenta pero siempre noto sus miradas-.
-¿Y te incomoda?-.
- No, creo que me siento un poco alagado, pero igual sigue siendo extraño saber que le gustas a un chico-.
-Si, concuerdo contigo-.
Hubo un breve silencio antes de que alguno dijera algo.
-¿Y tú…?
-¿Mmm?- me hice el desentendido.
-¿Has tenido experiencias parecidas? ¿Le has gustado a un chico?-.
Me mantuve callado por varios segundos, su pregunta me descolocó y más en el tono en que la hacía. No sé porque pero sentía que cada vez que tocaba ese tipo de temas utilizaba un tono de voz un tanto insinuante, como buscando darle doble sentido a sus palabras, y esa tarde lo volvía hacer.
-Hasta el momento ninguna. Creo que soy demasiado despistado como para darme cuenta de detalles como esos-.
-¡Por Dios Esteban! No hay que tener dos dedos de frente como para darse cuenta de ese tipo de cosas. Por lo menos algo debes haber percibido-.
-Lo sé pero a veces no presto mucha atención. Pero te confieso que en varias ocasiones he tenido mis dudas con algunas situaciones. Sin embargo no les doy mucha importancia-.
-¿Pero te has sentido incomodo con esas situaciones?-.
-No, solo se me hace extraño al igual que tu- no sé por qué, pero sentía que ya nuestra conversación se encontraba dentro del terreno de las indirectas.
-Pues te confieso que a veces siento curiosidad – mi mirada se clavó en él – No me mires así… Es lo más normal del mundo, no estoy diciendo que me gusten los chicos…-
- La curiosidad no es mala, es solo que escuchar ese tipo de comentarios de tu parte, conociendo como eres-.
-¿Por qué lo dices? ¿Cómo crees que soy?-
-No lo sé, tan…- no sabía cómo decirlo sin sonar raro – tan masculino-.
Soltó una leve risa por mi comentario, lo que hizo que me ruborizara un poco – Fabián… como se nota que aun te falta por conocer muchas cosas de mí. Mira, una cosa es la manera en cómo me comporto y otra muy distinta mi visión de la vida ¿No lo crees?-.
-Sí, es solo que chicos como tú ven la vida de una manera-.
-¿De qué manera?-.
-Odian a los homosexuales-.
Esta vez él no contestó, solo mantuvo su vista en mis ojos, se levantó un poco de su cama y se movió hasta el extremo donde yo estaba.
-¿Y tienes algún problema con que odie a los homosexuales?- esta vez su voz sonaba un tanto insinuante. Eso encendió mi nerviosismo.
-¿Si te dijera que sí… que pensarías?- le respondí con otra pregunta. Sabía que si quería decirle la verdad era en ese momento.
-Depende-.
-¿De qué?-.
-De tu razón para defender a los homosexuales-.
-¿Y cuáles piensas que podrían ser mis razones?- intentaba explorar el terreno y conseguir alguna pista que me diera la luz verde.
-No lo sé, a lo mejor no te gustan las injusticias, te gusta ayudar a los demás o…- pausó- eres homosexual-.
¡Lo sabía! Oírlo confirmó mis sospechas. Él tenía que saber o intuir algo en mis acciones para hacer un comentario como esos. Todas esas insinuaciones continuas eran por algo. Sin embargo, preferí no lanzarme directamente sino seguir con el juego.
-¿Te molestaría si fuese homosexual?-.
-Mmm, en absoluto, creo que es una preferencia sexual y ya. Como cuando te gusta un sabor de helado u otro-.
-¿Y si te dijera que me gustas, que dirías?-.
No entendía que hacía pero no daría marcha atrás, sabía que era en ese momento o nunca.
-Te diría que… - se acercó más a mí acercando su rostro al mío, al punto de poder sentir su respiración en mi cara- tú también me gustas-.
No le pude responder porque enseguida pegó sus labios a los míos. El contacto era nuevo, extraño pero placentero. Era mi primer beso, así que no tenía idea de cómo actuar. Fue el quien tomó la iniciativa y posó sus manos a ambos lados de mi cuello.
Poco a poco nuestros labios se fueron moviendo, primero en un rose suave para pasar a un juego salvaje donde ambos buscábamos dominar.
Nuestras lenguas no tardaron en salir al combate, saludando muy placenteramente a su compañera. Uniéndose a ese juego tan excitante de nuestras bocas.
Poco a poco el ambiente se fue calentando. Nuestras manos recorrían el cuerpo de otro intentando reconocer cada detalle que solamente pudo ser contemplado por nuestros ojos. Parecíamos dos condenado a muertes que aprovechan a los máximos sus últimos segundos de vida. Temiendo que cada caricia o muestra de afecto no se repitiese. En esos minutos nuestras barreras fueron derribadas por completo, siendo nuestros más profundos deseos los que tomaron control de la situación. En aquel transe coloqué mis manos a ambos lados de su cintura, acercando su cuerpo a el mío, alcanzando a sentir la calidez que emanaba de él… Pero el sonido de la voz de su madre que se acercaba cada vez más nos sacó de aquel pequeño paraíso. Nos separamos de inmediato.
-Disculpen que los interrumpa chicos…- dijo la mujer irrumpiendo en la habitación-… pero tu madre te está buscando al parecer necesita que la ayudes con unas compras del super...-.
De inmediato me levanté y salí de la habitación en dirección a la salida sin pronunciar palabra. Al salir pude ver el auto de mi madre estacionado fuera de nuestra casa con una de las puertas abiertas, de donde ella bajaba una considerable cantidad de bolsas como de costumbre. No sé porque pero siempre que iba al supermercado compraba en exceso, como si necesitase comida para un batallón o algo parecido. La gente no pensaría todo lo que compraba era solo para tres personas. Pero que se le iba hacer así era ella, testaruda. No entendía porque no mandaba a Ana; nuestra sirvienta.
-Hola amor- me saludó con un beso- disculpa por interrumpir tus horas de estudio pero es que necesito ayuda con estas bolsas-.
-¿Y Ana?-.
-Le di el día libre, al parecer necesitaba visitar a su madre en el hospital-.
-¿Otro ataque de diabetes?-.
-Sí, ya me estoy preocupando por esa señora. Pero no perdamos tiempo con este tipo de pláticas y vamos a darnos prisa que necesitas seguir estudiando-.
-Tranquila, mamá, no es necesario que regrese, por hoy ya terminé-.
-¿Si? Pero Lorraine me dijo que estaban muy concentrado y les faltaba mucho-.
- Si pero- pensé en algo que sonara creíble- decidimos el resto para mañana en la tarde, estábamos muy cansados-.
-De a acuerdo como tú digas amor-.
Sabía que no era correcto escaparme de la situación pero no tenía el valor de verle la cara de nuevo a Adrián luego de ese beso, no ese día. Necesitaba organizar mis sentimientos y pensar muy bien en lo que había pasado. En lo que hice, o mejor dicho en lo que hicimos, pues el acto fue correspondido. Fue el quien tomó la iniciativa y me beso.
*<<<
Eran alrededor de las diez de la noche, me preparaba para dormir cuando oí sonar mi celular, era un mensaje de Adrián:
“ Entiendo porque te fuiste esta tarde, imagino lo que debes estar pensado, yo estoy igual. Si necesitas tomarte tu tiempo te lo daré, solo quiero que sepas que yo no me arrepiento de lo que pasó…
Buenas Noches.”
Leer aquello revolvió algo dentro de mí. Definitivamente me alegró la noche. Saber que no se arrepentía aligeraba un poco mi sentimiento de culpa, me dejaba más tranquilo. Sin embargo aún los pensamientos confusos inundaban mi mente a cada rato. No sabía qué hacer. No sabía cómo actuar ante lo que había pasado. Ni siquiera sabía lo que sentía. Todo era demasiado ambiguo.
Por un lado sabía que ese beso me había gustado y definitivamente quería repetirlo, ya fuese con él u otro chico. Pero por otro me sentía aterrado por haber descubierto ese lado de mí que no era normal; corrijo, no era visto como normal. El solo hecho de plantearme la posibilidad de que mis padres y mis amigos se enterasen de que me gustaba un chico me asustaba.
No sabía cómo podrían reaccionar ¿Y si mis padres me rechazaban? ¿O me odiaban? ¿Y si me echaban de la casa? Ese tipo de preguntas y dudas rondaban por mi cabeza. Disyuntivas que fueron acentuándose con el pasar de los días. Pues, no sabía qué hacer con esos sentimientos.
En un inicio tenía claro que Adrián me gustaba, pero una cosa era una atracción física y otra muy distinta era intentar algo con él. Ese era mi problema, derribar todos mis prejuicios y olvidarme de los demás para comenzar a pensar en mis sentimientos. Pero no era fácil. Solo tenía catorce años, no tenía la madurez necesaria como para enfrentar una situación como esas, por lo que actué como el más grande de los inmaduros al pretender; durante los días subyacentes, que nada había ocurrido y no entablar algún tipo conversación con Adrián. Nuestras pláticas durante esos días solo se limitaban a un frio “hola” y “adiós” o a asuntos del colegio, que aunque no estuviésemos en el mismo curso buscábamos la manera de pasarnos los apuntes y nutrirnos de información.
En los primeros días Adrián me dio mi espacio como lo había prometido y no se acercó. Al igual que yo solo me saludaba y evitaba estar a solas conmigo en espacios cerrados. Pero luego de varios días, notaba como la impaciencia lo agobiaba. Sus miradas se hacían más insistentes y en las escazas conversaciones que teníamos para platicar se quedaba mirándome por varios segundos luego de terminada la conversación como esperando una respuesta de mi parte.
Así paso un mes, él esperando respuesta y yo esquivando sus intentos por enfrentar la situación. Pero una tarde luego de mi clase de deporte me quedé un poco más de lo usual en los vestidores, últimamente andaba muy pensativo. Me estaba terminando de vestir cuando sentí una presencia detrás de mí, era él.
-Creo que te será difícil escapar esta vez- comentó mirándome con una expresión de seriedad en su rostro.
-No sabes lo que dices- contesté intentando salir rápidamente de allí, pero él me tomo del brazo.
-Claro que lo sé ¿crees que no he notado como en estos últimos días me ignoras de la manera más descarada?-.
No respondí…
-Esteban- volvió a hablar- sé que lo que pasó te tiene aturdido pero creo que ya es hora de hablar de eso ¿no crees?-.
-Adrián- suspiré- entiende por favor que para mí es difícil hablar de eso-.
-¿Te arrepientes? Porque yo no…-
-No me arrepiento- le contesté- pero todavía no sé si soy homosexual, estoy muy confundido-.
-¿Te gusto?-.
-¿Qué? ¿A qué viene la pregunta?-.
-Solo contéstame ¿Yo te gusto?-.
-Sí, me gustas-.
-¿Entonces cuál es el problema? Ambos nos gustamos-.
-El problema no es si me gustas o no, mi problema es que me aterra la idea de que alguien se pueda enterar de esto, porque yo no soy gay-.
-¡Ah! Ahora no eres gay-.
-Pues no, o más o menos, o mejor dicho creo que soy bisexual, ¡No lo sé!- estaba hecho un lio.
-Esteban ¿Por qué no dejas de lado las etiquetas y disfrutas del momento? Has como yo, préstale atención a tus sentimientos-.
- No es tan sencillo como lo dices-.
-Sé que no es sencillo pero ¿crees que para mí fue fácil hacerme a la idea de que me gustan los chicos? ¡No! Al contrario, sufrí mucho, pero no dejé que mis prejuicios tomaran control de mí, le di el control a mi corazón- se acercó hasta mi- Y eso es lo que te estoy pidiendo- colocó su mano en mi mejilla- que dejes de lado todos tus dilemas y disfrutes de la oportunidad que nos está dando la vida de disfrutar del otro-.
-¿Y si no funciona?-.
-Por lo menos lo intentaste- respondió.
-Es que…-
-Solo déjate llevar ¿Qué puedes perder?- se encogió de hombros- así podrás aclarar tus dudas de una vez por todas-.
Se acercó aún más y me dio un tierno beso en los labios.
-Está bien. Acepto tu propuesta. Pero vamos despacio- le dije- no me presiones-.
Desde ese día seguí su consejo y me deje llevar por mis sentimientos. Callé todos los prejuicios que rondaban en mi cabeza para dedicarme a disfrutar de esa oportunidad.
Debo aceptar que al principio se me hizo un poco difícil. Jamás estuve con un chico, así que no sabía cómo actuar. No podía pedirle consejos a alguien, no tenía ejemplos de los cuales guiarme, no conocía a nadie que estuviese pasando por lo mismo que yo… así que fue difícil acostúmbrame a estar con otro chico, pero por suerte Adrián entendió mi situación. No me presionó y me dio mi tiempo. Fue paciente en cada momento en el que me notaba tenso o incómodo y siempre tenía las palabras correctas para todo, eso era lo que más me gustaba de él, su madurez al hablar.
Hablar con Adrián era hablar como con una versión mayor de mí, pues, eran tantas cosas en común que poseíamos que era difícil mantenernos callados cuando estábamos juntos.
Con el pasar de los meses nuestra conexión se fue haciendo cada vez más profunda. Cada vez más sentíamos que no podíamos vivir sin el otro, o por lo menos eso sentía. Por primera vez debía decir que me había enamorado. Esa era la verdad. Estaba completamente flechado por Adrián Mejía.
Me costó bastante aceptar ese hecho. Fueron muchas noches intentando organizar mis pensamientos y largos análisis de los pros y contras. Y aun así a sabiendas que el amar a un chico podría acarrear consecuencias adversas para ambos, le propuse que fuese mi novio. Una total locura. Y él aceptó, que fue lo mejor de todo.
Ser su novio era lo más maravilloso del mundo. Sentía como si estuviese en las nubes, nadando en una especie de paraíso no terrenal que casi se asemejaba a lo divino. No tengo palabras para explicar esa sensación pero lo más cerca que puedo decir de lo que sentí era que amar y ser amado es el mejor regalo que puede tener un ser humano, no hay nada que se le compare. Ser correspondido a un amor tan intenso como el que sentía, valía más que la fortuna de mi familia, lo valía todo.
Recuerdo que mi madre notó el cambio en mi conducta, no me dijo nada, pero creo que intuía la razón de la misma. Quería contarle lo que en ese momento me pasaba, pero mis temores a ser rechazado pudieron más que ese sentimiento tan grande. Ahora dos años después no me arrepiento de esa decisión. No me imagino que hubiese pasado si les hubiera confesado la verdad, para que todo se fuese a la basura tan solo unos días más tarde. Como dicen, todo pasa por algo y esta vez le agradezco al universo por cómo se dieron las circunstancias. Fue un alivio que nadie se enterase de lo nuestro.
Aún tengo grabados en mi memoria los recuerdos de aquella tarde que cambió mi vida por completo. No se han ido, siguen allí vivos, aun impregnados de todas esas emociones tan intensas. No fue difícil superarlos.
Recuerdo que era un sábado de verano. Adrián tenía una competencia en una ciudad vecina y me había invitado. Era muy importante para él que asistiera, pues, esa prueba era su pase de clasificación directa a la competencia nacional. Así que no dude en asistir. Le pedí a mis padres que me llevaran y así hacerlos participes de esa experiencia. No me importaba que no supiesen que quien competía era su yerno, me conformaba con su presencia, era más que suficiente. Al final solo mi madre fue quien pudo acompañarme, ya que, mi padre tuvo compromisos de trabajo y era imposible que saliera ese día.
*<<<
Ese día era un tanto caluroso, por eso agradecí que la piscina donde se desarrollaría la competencia fuese techada. Pero el clima no me quitaría el buen humor y lo emocionado que estaba, no por la competencia, sino porque me había decidido a dar el siguiente pasó. Le contaría a mi madre de lo nuestro. Esa misma tarde lo presentaría como mi novio. Necesitaba de una vez por todas compartirlo con alguien y quien mejor que mi madre que era mi confidente y me conocía más que nadie.
Muchos se preguntaran como cambié de opinión tan drásticamente, pues no sé, todo fue producto del amor que no quería seguir callando y por el cual necesitaba luchar. Jugaría mi carta con sumo cuidado, y el primer paso era hacerse lo saber primero a mi madre. Luego buscaría la manera más adecuada de confesarle a mi padre la verdad. Él era más estricto y conservador que mi madre, a él era a quien más miedo le tenía. No sabía cómo podría reaccionar cuando supiese la verdad, pero me arriesgaría.
A penas puse un pie en las gradas, comencé a buscar con la mirada a Adrián, preguntándome si ya estaba listo. Pero no vi indicios de él, al parecer aún estaba en los vestidores. No me quedó más remedio que esperar allí contemplando el agua cristalina de la piscina.
Trascurrieron alrededor de veinte minutos desde que llegué hasta que los nadadores comenzaron a salir de los vestidores y hacer acto de presencia. Calentaron por alrededor de cinco minutos dentro del agua y cuando el árbitro creyó que era suficiente les hizo la seña para que salieran y se preparan para comenzar.
Debo confesar que muy pocas veces había tenido la oportunidad de ver a Adrián sin ropa y menos aún casi desnudo solo con un bañador diminuto, así que se pueden imaginar el banquete que me estaba dando con aquel cuerpo tan atlético que mis ojos contemplaban, que no estaba hecho una montaña de músculos, pero estaba lo suficientemente definido y con unas proporciones adecuadas como para atrapar miradas. Definitivamente Adrián físicamente era mucho mayor que su edad real. Nadie tiene un cuerpo así a los catorce años.
Cuando los ocho competidores estaban posicionados y preparados para la ardua batalla por llegar primero, el árbitro dio la señal de salida. Todos salieron lo más raudamente que su cuerpo les permitió. Esa salida no beneficio mucho Adrián, ya que, fue uno de los que se quedó atrás, mientras los demás aprovechaban su impulso para tomar la delantera. Eso no era bueno, pues, Adrián debía llegar de primero para pasar esa fase eliminatoria y llegar a los últimos ocho, con tan solo llegar de segundo ya estaba perdido. Esos pensamientos despertaron los nervios en mí. Sabía todo lo que se esforzó Adrián y que no alcanzará su objetivo era muy injusto. Sin embargo el chico no desistió, a pesar de que estaba un poco atrasado intento recuperarse. Con fuerza aumento la velocidad de sus frazadas buscando un desplazamiento más rápido que lo llevase a la cabeza. Al momento de tocar la pared opuesta del otro extremo de la piscina, había conseguido reponerse, ahora solo tenía 50 metros para dar lo mejor de él y tomar la delantera.
Cualquiera en su lugar desistiría con tan solo pensar en aquella situación, pero eso no estaba en sus planes. De una manera impresionante logró pasar a tres nadadores y así alcanzar la delantera tan solo una décimas de segundo antes de finalizar la competencia.
Mi reacción fue de completa euforia, no lo podía creer. Al unísono del árbitro levanté ambos brazos en señal de victoria, gritando de emoción. Dios, este chico era un verdadero huracán dentro del agua. Razones de peso tuvo su familia para apostarlo todo por el futuro deportivo de su hijo. Tenía mucho talento.
En medio de aquella euforia pude ver como fijo su vista en mí y me lanzó un beso. Eso me dejó sin palabras.
-¿A quién le manda besos?- preguntó mi madre a mi lado.
-No lo sé, creo que al público- me encogí de hombros -… ya vengo-
¿A dónde vas?-.
A felicitar a Adrián, ya regreso espérame aquí - le respondí para salir corriendo de allí en dirección a los vestuarios. No me importaba si tenía problemas en pasar, yo quería ver a mi novio.
Casi sin aliento llegué a la zona de los vestidores, buscando por todos lados a un moreno de ojos hermosos pero no lo conseguí. Miraba a todas partes y no había señales de él. Solo estaban otros chicos, algunos que se preparaban para competir y otros que acababan de salir del agua.
-¿Muchacho que haces tú aquí?- escuché a mis espaldas- está prohibida la entrada al público a los vestidores ¿no lo sabias?-.
Me giré un tanto intimidado por aquella gruesa voz y con algo de temor respondí- Lo sé, pero necesito hablar urgentemente con Adrián Mejía, ¿lo conoce?-.
-Claro, él es mi alumno- contestó el señor manteniendo su expresión de pocos amigos.
-¿Usted es su entrenador?-.
-Si… per...-
-¿Sabe dónde está?-.
-Si por allá- señaló en dirección a una puerta ubicada a en un rincón. No dudé en correr hasta donde estaba.
Cuando estaba a unos cuantos pasos de llegar, noté que la puerta estaba entreabierta y unos gritos podían percibirse cada vez más fuertes. Agudicé un poco más mi oído y reconocí de inmediato su voz. Al parecer discutía con su padre. No quise interrumpir nada, prefería darme la vuelta y esperarlo afuera pero al escuchar mi nombre en la conversación de inmediato reaccione acercándome aún más para escuchar más de cerca.
-Por favor papá, no sigas con esto, ya estoy harto de esta mentira-.
-No me interesa si estas harto o no- decía aquel hombre esta vez bajando un poco la voz- entiende que ese chico es nuestra salvación, o crees que mi sueldo alcanzara para costear tu futuro en la natación -.
-Pero…-
-Pero nada Adrián. Tú ya eres su novio ahora tienes que seguir ganándose su confianza. Mientras más confié en ti más dispuesto a estará a soltar dinero. Solo te bastara con hacerle un comentario de que estamos en un apuro económico, para que él se ofrezca a ayudarte-.
-Pero papá…-
-No quiero más quejas Adrián. Tú accediste desde el principio a esto, ahora no me digas que estas arrepentido ¿o acaso te en verdad te enamoraste de ese imbécil?-.
No pude seguir escuchando más de aquella conversación, era demasiado. Oír la manera tan descarada que planeaban burlarse partía cruelmente mi corazón. Sentía como todo se me derrumba, mis sueños, ilusiones y anhelos. Todo había sido una cruel mentira. Sus palabras de cariño eran mentira, sus caricias fingidas y sus besos falsos. Nada era verdad, él no me amaba ni me apreciaba, el no creía que era todo para él. Solo me veía como una chequera andante, esperando cualquier oportunidad para cubrir su primera cuota.
Quería alejarme de allí, deseaba correr y olvidar todo. Escapar de ese lugar y pensar que todo había sido una cruel pesadilla y que nada de lo había escuchado era cierto. Necesitaba creer que su amor era cierto, que el aún me quería, que había sido la única persona que me había querido a mí y no a mi dinero. Necesitaba por todos los medios olvidarme de aquella verdad.
-¡Esteban, Esteban!- escuchaba como gritaba a mis espaldas pero no me detuve- por favor espera- sentí como me tomó del brazo.
-Suéltame- respondí con amargura.
-Esteban ¿Qué escuchaste? Por qué no es lo que parec…-
-Escuché lo suficiente como para darme cuenta la clase de porquería que son tú y tu padre- decir aquello me dolía muchísimo, pero lo que me hacían no tenía perdón.
-Pero Esteban yo en verdad te amo- me dijo casi en un susurro cuidando que alguien nos oyera.
-Puedes tragarte todas tus falsas palabras de amor, porque ya no te las creo. A partir de ahora olvídate que alguna vez me consiste, olvídate que existo y sobre todo olvídate de mi dinero- le dije con la mayor de las rabias, para terminar de salir de allí. Esta vez no me siguió.
Creo que si en ese momento él me hubiese perseguido e insistido en que todo era un mal entendido, que en verdad me quería y que todo era una mentira yo le hubiese creído y sin miramiento alguno lo perdonaba, pero no lo hizo. Solo se quedó parado en medio de aquel vestidor, aceptando su derrota. Eso me confirmó que en verdad ese chico no valía la pena.
Al llegar de nuevo a las gradas aun contenía las lágrimas, no me gustaba que me viesen llorando. Además no estaba de humor para explicaciones. Nadie sabría lo que me había pasado. Olvidaría ese episodio en mi vida y haría como si Adrián nunca hubiese existido.
-Vámonos – le dije a mi madre apenas llegué a su asiento.
-¿Cómo?- me preguntó con un gesto de desconcierto en su rostro.
-Mama vámonos de aquí-.
-¿Pero por qué? ¿Qué pasó?-.
-En el camino te explicó solo vámonos por favor- intentaba no mirarla a los ojos. Porque de lo contrario se daría cuenta que algo muy grave había pasado y me sacaría la verdad, ella me conocía como a la palma de su mano.
En menos cinco minutos ya estábamos fuera del recinto. Mientras íbamos en el auto le invente a mi madre la historia de que había discutido con Adrián y por eso le había pedido que nos fuéramos, intentó saber el motivo, pero le dije que era algo sin importancia, que después vería como lo resolvía. Eso fue suficiente para calmarla y evitar que entablara un interrogatorio. Ya después buscaría que me inventaba para explicarle que Adrián ya no era mi amigo.
Cuando llegamos a casa, de inmediato subí a encerrarme en mi habitación. Me lancé en la cama y cuando me encontraba entre aquellas sabanas descargue todo mi dolor, llorando como nunca lo había hecho. Las lágrimas brotaban a mares de mis ojos, destilando toda la decepción que sentía mi corazón. Lloré y lloré por horas sin pausa alguna, ahogando mis gritos con las almohadas, revolviendo y pataleando la cama como un desquiciado y maldiciendo mil veces el nombre de Adrián. Esa noche fue la más dolorosa de mi vida. No recuerdo haber sufrido tanto desde ese día.
Los días que le siguieron a aquella amarga tarde fueron aun peor de lo que pensaba. Me encontraba completamente destruido. No tenía ánimos de nada, estaba totalmente deprimido. Mi madre notó ese cambio tan drástico en mí personalidad e intentó averiguar que me pasaba, pero no obtuvo respuesta de mi parte. Lo único que le dije fue que no había logrado hacer las paces con Adrián por lo que ya no éramos amigos, ella quiso saber la razón pero me negué completamente a hablar del tema. Ella no insistió. Seguramente pesaba que cuando estuviese más calmado le contaría todo, pero eso nunca ocurrió.
Los meses pasaron y yo seguía igual. Inmerso en una profunda depresión. Hubiese seguido así de no ser por una de mis primas, Vanessa. Una tarde de sábado, cuando pasó de visita por nuestra casa, se dio cuenta de mi estado y la fuerza me obligó a ir con ella a una discoteca. Decía que para los males de amores no había mejor amigo que una buena fiesta con chicas guapas.
No sé cómo hizo pero logró hacer que nos dejaran entrar en la discoteca a donde me había llevado. Al parecer su hermano era amigo del vigilante, por lo que no tuvimos problemas en entrar a pesar de que ella tenía 16 y yo 14. Esa noche me divertí como nunca y por primera vez me olvidé por unas horas de mis penas. El baile y el alcohol eran mi sedante perfecto ante tanto dolor.
Esa salida se repitió al fin de semana siguiente y el que le siguió. Sin pensarlo acabe metido todos mis fines de semana en alguna fiesta, ya fuese en una discoteca o en alguna casa de un amigo. Fue de esa manera como logré convivir mucho más con Santiago y Fabián, que a pasar de que los conocía y siempre me la pasaba con ellos no había logrado establecer una conexión como de una amistad verdadera. Pero eso cambio con nuestras constantes salidas. Creo que esas salidas fueron nuestra oportunidad para congeniar, conocernos y crear lazos de verdadera amistad y camaradería. Poco a poco me fui integrando a su grupo y sin darme cuenta ya era uno más de su clan.
Estar con ellos era como ser famoso, todos cocinan quien era Fabián Cascante o Santiago Granados, no había alguien en nuestro colegio que no estuviese al pendiente de la vida de ellos y de todas las personas que los rodeaban, eran como un exclusivo grupo al cual pocos tenía acceso, y esa atención me gustó. No es que antes fuese un apartado social, pero debo admitir que juntarme con ellos hizo que mi popularidad creciera y todos supiesen mi nombre.
Con el pasar de los meses me uní al equipo de futbol del colegio, lo que nos hizo más inseparables. Comencé a asistir al gimnasio con ellos, lo que dio como resultado un físico envidiable. Empecé a preocuparme más por mi apariencia y ser un tanto vanidoso. El resultado, un adonis a que todos admiraban. Eso me gusto aún más. Saber que muchas chicas babeaban por mí aumento tremendamente mi seguridad y me abrió las puertas a experimentar por primera vez con las chicas.
Al principio fui un poco tímido, pero a medida iba tomando experiencia me soltaba más, hasta el punto de llegar al nivel de Fabián. Ser tildado como mujeriego no era el apelativo que quería para mí, pero no me importaba, pues, era admirado y respetado por muchos, así que nadie se volvería a burlar de mí.
Todas esas nuevas experiencias con las chicas no me disgustaron, al contrario me encantaron. Sirvieron para confirmar que era bisexual, pero había tomado la decisión de solo fijarme en chicas. Mi mala experiencia con Adrián me había dejado muy mal sabor de boca, matando toda posibilidad de volver a estar con un chico. Prefería mil veces entablar una relación con una mujer donde era yo quien tenía el control, eso me hacía sentir cómodo y seguro.
Ahora dos años después puedo decir que soy otro, que he evolucionado como persona pero mejor aún, he encontrado el amor de mi vida. Rebeca ha sido esa luz al final del túnel, esa persona que tanto esperé y por la que he cambiado tanto. Es por ella por la que intento ser una mejor persona cada día.
Hola a todos, bueno como lo prometí, aquí les traigo este capítulo. Les confieso que este relato no estaba planeado desde un inicio, sin embargo, por sugerencia de varios de ustedes mis lectores, me decidí a redactar este capítulo fuera de numeración. En el conoceremos la vida de uno de los personajes secundarios de la historia, Esteban, que aunque no ha tenido mucho protagonismo en los próximos capítulos jugara un papel importante. Por lo que creí importante conocerlo para entender los acontecimientos que vendrán. Espero sea de su agrado…
Con respecto a las preguntas sobre Fabián, pues les digo que no desesperen, volveremos a saber de él. Pronto el hablara de cómo se siente y como la está pasando. Pues, anqué los hechos puedan hacer pensar lo que pasara, nada es seguro en la historia…
Ya sin más que decir me despido, dándole gracias por sus comentarios y correos, en verdad los agradezco, si me retraso en responder mil disculpas, la universidad consume gran parte de mi tiempo. No obstante les prometo hacer todo lo posible para no hacerlos esperar mucho. Pronto subiré el capítulo 22, ya está casi listo.
No se les olvide valorar y comentar el relato…
Saludos,
Derek W. Johnson
Destinados. Especial: Secretos del pasado
ESTEBAN
Una vez más contemplaba aquella foto, llevaba varios meses sin hacerlo. Creo que había olvidado que la conservaba. Señal clara que lo había superado. Que ya no sufría más cada vez que su recuerdo venía a mi mente y por lo menos esa herida había sanado un poco. Aunque no sé si en verdad algún día sanaría por completo, pues, el primer amor jamás se olvida.
Todavía recuerdo el primer día que lo vi. Solo faltaba un mes para mi cumpleaños número 14, era una tarde lluviosa de finales de enero y lo vi bajarse del auto de sus padres en frente de nuestra casa, era de estatura mediana más o menos 1.70, de piel canela y algo musculado. Según sabia por comentarios de terceros practicaba natación. También había escuchado de algunas conversaciones de mi madre con sus vecinas que sus padres decidieron mudarse a la capital para darle un mejor futuro dentro del deporte. ¡Y que deportista…! No es por nada pero, ese chico estaba hecho un bombón. Y si sumamos a toda esa ecuación sus ojos grises, déjenme decirles que cautivaba a cualquiera, hasta a mí.
No sabría decir el momento exacto en el que me enamore de él, solo sé que desde un primer instante tenía claro que sentía algo por ese chico. Quizás al principio fue atracción pero con el pasar de los meses esa atracción fue creciendo y paso a ser un enamoramiento fuerte luego de que lo conocí a fondo. Solo un par de días después me presente ante él. Se llamaba Adrián Teixeira, tenía la misma edad que yo, su padre era corredor de seguros y su madre ama de casa. Su pasión era la natación. Llevaba desde los cinco metido en una piscina. Era ocurrente, divertido y carismático, para todo siempre tenía una respuesta graciosa, pero lo que más me atraía de él era su perspicacia y picardía.
Él sabía perfectamente como conquistar a alguien. Lo comprobé en nuestras contadas salidas al ver su manera de tratar a las mujeres. Todo eso definitivamente me descoló. Nunca me había gustado un chico así, jamás me había sentido atraído tan intensamente por alguien. Si era consiente de mis preferencias, pero aun no me había pasado algo que me dejara en claro si en verdad me gustan los chicos. Sabía que no era gay porque aún me seguían gustando las chicas, pero tenía claro que tampoco era cien por ciento heterosexual, yo me ubicaba en algo más intermedio pero aun no me definía bien. Posiblemente era bisexual, pero eso el tiempo me lo diría.
Con el pasar del tiempo me hice su mejor amigo. Al punto que nos contábamos todo. Mientras jugábamos videojuegos siempre platicábamos de algo, que si “como nos fue en el colegio”, “que tal fue de entrenamiento”, “que tienes pensado para este fin” o alguna otra cosa, nada fuera de lo común.
Fue así como poco a poco nos volvimos inseparables.
-¿Sabes de lo que me di cuenta hoy en el entrenamiento?- me preguntó Adrián un tanto concentrado en sus apuntes. Estábamos en su habitación como cualquier tarde. Aunque la mayoría de las veces lo que hacíamos era jugar algún videojuego o estar metidos por horas en la computadora, había ocasiones en que la responsabilidad tomaba posesión de nosotros y elaborábamos nuestras tareas juntos- Creo que le gusto a uno de mis compañeros-.
Escucharlo entablar un tema de esos con tanta naturalidad, era extraño para mí. Sabía que éramos amigos y existía confianza, pero escucharlo hablar de otros chicos siempre me ponía nervioso. Ya en reiteradas ocasiones había hechos comentarios, como de “viste como se me quedó mirando ese” o “creo que se chico es gay” o algún tipo de comentario que podría ser considerado normal entre amigos, pero para mí podrían ser un tanto incomodos. Pues dentro de mí existía una lucha interna con respecto a mi atracción hacia él.
-¿Cómo lo sabes?- pregunté intentando parecer lo más natural posible.
-Se me queda mirando mucho. Él no se da cuenta pero siempre noto sus miradas-.
-¿Y te incomoda?-.
- No, creo que me siento un poco alagado, pero igual sigue siendo extraño saber que le gustas a un chico-.
-Si, concuerdo contigo-.
Hubo un breve silencio antes de que alguno dijera algo.
-¿Y tú…?
-¿Mmm?- me hice el desentendido.
-¿Has tenido experiencias parecidas? ¿Le has gustado a un chico?-.
Me mantuve callado por varios segundos, su pregunta me descolocó y más en el tono en que la hacía. No sé porque pero sentía que cada vez que tocaba ese tipo de temas utilizaba un tono de voz un tanto insinuante, como buscando darle doble sentido a sus palabras, y esa tarde lo volvía hacer.
-Hasta el momento ninguna. Creo que soy demasiado despistado como para darme cuenta de detalles como esos-.
-¡Por Dios Esteban! No hay que tener dos dedos de frente como para darse cuenta de ese tipo de cosas. Por lo menos algo debes haber percibido-.
-Lo sé pero a veces no presto mucha atención. Pero te confieso que en varias ocasiones he tenido mis dudas con algunas situaciones. Sin embargo no les doy mucha importancia-.
-¿Pero te has sentido incomodo con esas situaciones?-.
-No, solo se me hace extraño al igual que tu- no sé por qué, pero sentía que ya nuestra conversación se encontraba dentro del terreno de las indirectas.
-Pues te confieso que a veces siento curiosidad – mi mirada se clavó en él – No me mires así… Es lo más normal del mundo, no estoy diciendo que me gusten los chicos…-
- La curiosidad no es mala, es solo que escuchar ese tipo de comentarios de tu parte, conociendo como eres-.
-¿Por qué lo dices? ¿Cómo crees que soy?-
-No lo sé, tan…- no sabía cómo decirlo sin sonar raro – tan masculino-.
Soltó una leve risa por mi comentario, lo que hizo que me ruborizara un poco – Fabián… como se nota que aun te falta por conocer muchas cosas de mí. Mira, una cosa es la manera en cómo me comporto y otra muy distinta mi visión de la vida ¿No lo crees?-.
-Sí, es solo que chicos como tú ven la vida de una manera-.
-¿De qué manera?-.
-Odian a los homosexuales-.
Esta vez él no contestó, solo mantuvo su vista en mis ojos, se levantó un poco de su cama y se movió hasta el extremo donde yo estaba.
-¿Y tienes algún problema con que odie a los homosexuales?- esta vez su voz sonaba un tanto insinuante. Eso encendió mi nerviosismo.
-¿Si te dijera que sí… que pensarías?- le respondí con otra pregunta. Sabía que si quería decirle la verdad era en ese momento.
-Depende-.
-¿De qué?-.
-De tu razón para defender a los homosexuales-.
-¿Y cuáles piensas que podrían ser mis razones?- intentaba explorar el terreno y conseguir alguna pista que me diera la luz verde.
-No lo sé, a lo mejor no te gustan las injusticias, te gusta ayudar a los demás o…- pausó- eres homosexual-.
¡Lo sabía! Oírlo confirmó mis sospechas. Él tenía que saber o intuir algo en mis acciones para hacer un comentario como esos. Todas esas insinuaciones continuas eran por algo. Sin embargo, preferí no lanzarme directamente sino seguir con el juego.
-¿Te molestaría si fuese homosexual?-.
-Mmm, en absoluto, creo que es una preferencia sexual y ya. Como cuando te gusta un sabor de helado u otro-.
-¿Y si te dijera que me gustas, que dirías?-.
No entendía que hacía pero no daría marcha atrás, sabía que era en ese momento o nunca.
-Te diría que… - se acercó más a mí acercando su rostro al mío, al punto de poder sentir su respiración en mi cara- tú también me gustas-.
No le pude responder porque enseguida pegó sus labios a los míos. El contacto era nuevo, extraño pero placentero. Era mi primer beso, así que no tenía idea de cómo actuar. Fue el quien tomó la iniciativa y posó sus manos a ambos lados de mi cuello.
Poco a poco nuestros labios se fueron moviendo, primero en un rose suave para pasar a un juego salvaje donde ambos buscábamos dominar.
Nuestras lenguas no tardaron en salir al combate, saludando muy placenteramente a su compañera. Uniéndose a ese juego tan excitante de nuestras bocas.
Poco a poco el ambiente se fue calentando. Nuestras manos recorrían el cuerpo de otro intentando reconocer cada detalle que solamente pudo ser contemplado por nuestros ojos. Parecíamos dos condenado a muertes que aprovechan a los máximos sus últimos segundos de vida. Temiendo que cada caricia o muestra de afecto no se repitiese. En esos minutos nuestras barreras fueron derribadas por completo, siendo nuestros más profundos deseos los que tomaron control de la situación. En aquel transe coloqué mis manos a ambos lados de su cintura, acercando su cuerpo a el mío, alcanzando a sentir la calidez que emanaba de él… Pero el sonido de la voz de su madre que se acercaba cada vez más nos sacó de aquel pequeño paraíso. Nos separamos de inmediato.
-Disculpen que los interrumpa chicos…- dijo la mujer irrumpiendo en la habitación-… pero tu madre te está buscando al parecer necesita que la ayudes con unas compras del super...-.
De inmediato me levanté y salí de la habitación en dirección a la salida sin pronunciar palabra. Al salir pude ver el auto de mi madre estacionado fuera de nuestra casa con una de las puertas abiertas, de donde ella bajaba una considerable cantidad de bolsas como de costumbre. No sé porque pero siempre que iba al supermercado compraba en exceso, como si necesitase comida para un batallón o algo parecido. La gente no pensaría todo lo que compraba era solo para tres personas. Pero que se le iba hacer así era ella, testaruda. No entendía porque no mandaba a Ana; nuestra sirvienta.
-Hola amor- me saludó con un beso- disculpa por interrumpir tus horas de estudio pero es que necesito ayuda con estas bolsas-.
-¿Y Ana?-.
-Le di el día libre, al parecer necesitaba visitar a su madre en el hospital-.
-¿Otro ataque de diabetes?-.
-Sí, ya me estoy preocupando por esa señora. Pero no perdamos tiempo con este tipo de pláticas y vamos a darnos prisa que necesitas seguir estudiando-.
-Tranquila, mamá, no es necesario que regrese, por hoy ya terminé-.
-¿Si? Pero Lorraine me dijo que estaban muy concentrado y les faltaba mucho-.
- Si pero- pensé en algo que sonara creíble- decidimos el resto para mañana en la tarde, estábamos muy cansados-.
-De a acuerdo como tú digas amor-.
Sabía que no era correcto escaparme de la situación pero no tenía el valor de verle la cara de nuevo a Adrián luego de ese beso, no ese día. Necesitaba organizar mis sentimientos y pensar muy bien en lo que había pasado. En lo que hice, o mejor dicho en lo que hicimos, pues el acto fue correspondido. Fue el quien tomó la iniciativa y me beso.
*<<<
Eran alrededor de las diez de la noche, me preparaba para dormir cuando oí sonar mi celular, era un mensaje de Adrián:
“ Entiendo porque te fuiste esta tarde, imagino lo que debes estar pensado, yo estoy igual. Si necesitas tomarte tu tiempo te lo daré, solo quiero que sepas que yo no me arrepiento de lo que pasó…
Buenas Noches.”
Leer aquello revolvió algo dentro de mí. Definitivamente me alegró la noche. Saber que no se arrepentía aligeraba un poco mi sentimiento de culpa, me dejaba más tranquilo. Sin embargo aún los pensamientos confusos inundaban mi mente a cada rato. No sabía qué hacer. No sabía cómo actuar ante lo que había pasado. Ni siquiera sabía lo que sentía. Todo era demasiado ambiguo.
Por un lado sabía que ese beso me había gustado y definitivamente quería repetirlo, ya fuese con él u otro chico. Pero por otro me sentía aterrado por haber descubierto ese lado de mí que no era normal; corrijo, no era visto como normal. El solo hecho de plantearme la posibilidad de que mis padres y mis amigos se enterasen de que me gustaba un chico me asustaba.
No sabía cómo podrían reaccionar ¿Y si mis padres me rechazaban? ¿O me odiaban? ¿Y si me echaban de la casa? Ese tipo de preguntas y dudas rondaban por mi cabeza. Disyuntivas que fueron acentuándose con el pasar de los días. Pues, no sabía qué hacer con esos sentimientos.
En un inicio tenía claro que Adrián me gustaba, pero una cosa era una atracción física y otra muy distinta era intentar algo con él. Ese era mi problema, derribar todos mis prejuicios y olvidarme de los demás para comenzar a pensar en mis sentimientos. Pero no era fácil. Solo tenía catorce años, no tenía la madurez necesaria como para enfrentar una situación como esas, por lo que actué como el más grande de los inmaduros al pretender; durante los días subyacentes, que nada había ocurrido y no entablar algún tipo conversación con Adrián. Nuestras pláticas durante esos días solo se limitaban a un frio “hola” y “adiós” o a asuntos del colegio, que aunque no estuviésemos en el mismo curso buscábamos la manera de pasarnos los apuntes y nutrirnos de información.
En los primeros días Adrián me dio mi espacio como lo había prometido y no se acercó. Al igual que yo solo me saludaba y evitaba estar a solas conmigo en espacios cerrados. Pero luego de varios días, notaba como la impaciencia lo agobiaba. Sus miradas se hacían más insistentes y en las escazas conversaciones que teníamos para platicar se quedaba mirándome por varios segundos luego de terminada la conversación como esperando una respuesta de mi parte.
Así paso un mes, él esperando respuesta y yo esquivando sus intentos por enfrentar la situación. Pero una tarde luego de mi clase de deporte me quedé un poco más de lo usual en los vestidores, últimamente andaba muy pensativo. Me estaba terminando de vestir cuando sentí una presencia detrás de mí, era él.
-Creo que te será difícil escapar esta vez- comentó mirándome con una expresión de seriedad en su rostro.
-No sabes lo que dices- contesté intentando salir rápidamente de allí, pero él me tomo del brazo.
-Claro que lo sé ¿crees que no he notado como en estos últimos días me ignoras de la manera más descarada?-.
No respondí…
-Esteban- volvió a hablar- sé que lo que pasó te tiene aturdido pero creo que ya es hora de hablar de eso ¿no crees?-.
-Adrián- suspiré- entiende por favor que para mí es difícil hablar de eso-.
-¿Te arrepientes? Porque yo no…-
-No me arrepiento- le contesté- pero todavía no sé si soy homosexual, estoy muy confundido-.
-¿Te gusto?-.
-¿Qué? ¿A qué viene la pregunta?-.
-Solo contéstame ¿Yo te gusto?-.
-Sí, me gustas-.
-¿Entonces cuál es el problema? Ambos nos gustamos-.
-El problema no es si me gustas o no, mi problema es que me aterra la idea de que alguien se pueda enterar de esto, porque yo no soy gay-.
-¡Ah! Ahora no eres gay-.
-Pues no, o más o menos, o mejor dicho creo que soy bisexual, ¡No lo sé!- estaba hecho un lio.
-Esteban ¿Por qué no dejas de lado las etiquetas y disfrutas del momento? Has como yo, préstale atención a tus sentimientos-.
- No es tan sencillo como lo dices-.
-Sé que no es sencillo pero ¿crees que para mí fue fácil hacerme a la idea de que me gustan los chicos? ¡No! Al contrario, sufrí mucho, pero no dejé que mis prejuicios tomaran control de mí, le di el control a mi corazón- se acercó hasta mi- Y eso es lo que te estoy pidiendo- colocó su mano en mi mejilla- que dejes de lado todos tus dilemas y disfrutes de la oportunidad que nos está dando la vida de disfrutar del otro-.
-¿Y si no funciona?-.
-Por lo menos lo intentaste- respondió.
-Es que…-
-Solo déjate llevar ¿Qué puedes perder?- se encogió de hombros- así podrás aclarar tus dudas de una vez por todas-.
Se acercó aún más y me dio un tierno beso en los labios.
-Está bien. Acepto tu propuesta. Pero vamos despacio- le dije- no me presiones-.
Desde ese día seguí su consejo y me deje llevar por mis sentimientos. Callé todos los prejuicios que rondaban en mi cabeza para dedicarme a disfrutar de esa oportunidad.
Debo aceptar que al principio se me hizo un poco difícil. Jamás estuve con un chico, así que no sabía cómo actuar. No podía pedirle consejos a alguien, no tenía ejemplos de los cuales guiarme, no conocía a nadie que estuviese pasando por lo mismo que yo… así que fue difícil acostúmbrame a estar con otro chico, pero por suerte Adrián entendió mi situación. No me presionó y me dio mi tiempo. Fue paciente en cada momento en el que me notaba tenso o incómodo y siempre tenía las palabras correctas para todo, eso era lo que más me gustaba de él, su madurez al hablar.
Hablar con Adrián era hablar como con una versión mayor de mí, pues, eran tantas cosas en común que poseíamos que era difícil mantenernos callados cuando estábamos juntos.
Con el pasar de los meses nuestra conexión se fue haciendo cada vez más profunda. Cada vez más sentíamos que no podíamos vivir sin el otro, o por lo menos eso sentía. Por primera vez debía decir que me había enamorado. Esa era la verdad. Estaba completamente flechado por Adrián Mejía.
Me costó bastante aceptar ese hecho. Fueron muchas noches intentando organizar mis pensamientos y largos análisis de los pros y contras. Y aun así a sabiendas que el amar a un chico podría acarrear consecuencias adversas para ambos, le propuse que fuese mi novio. Una total locura. Y él aceptó, que fue lo mejor de todo.
Ser su novio era lo más maravilloso del mundo. Sentía como si estuviese en las nubes, nadando en una especie de paraíso no terrenal que casi se asemejaba a lo divino. No tengo palabras para explicar esa sensación pero lo más cerca que puedo decir de lo que sentí era que amar y ser amado es el mejor regalo que puede tener un ser humano, no hay nada que se le compare. Ser correspondido a un amor tan intenso como el que sentía, valía más que la fortuna de mi familia, lo valía todo.
Recuerdo que mi madre notó el cambio en mi conducta, no me dijo nada, pero creo que intuía la razón de la misma. Quería contarle lo que en ese momento me pasaba, pero mis temores a ser rechazado pudieron más que ese sentimiento tan grande. Ahora dos años después no me arrepiento de esa decisión. No me imagino que hubiese pasado si les hubiera confesado la verdad, para que todo se fuese a la basura tan solo unos días más tarde. Como dicen, todo pasa por algo y esta vez le agradezco al universo por cómo se dieron las circunstancias. Fue un alivio que nadie se enterase de lo nuestro.
Aún tengo grabados en mi memoria los recuerdos de aquella tarde que cambió mi vida por completo. No se han ido, siguen allí vivos, aun impregnados de todas esas emociones tan intensas. No fue difícil superarlos.
Recuerdo que era un sábado de verano. Adrián tenía una competencia en una ciudad vecina y me había invitado. Era muy importante para él que asistiera, pues, esa prueba era su pase de clasificación directa a la competencia nacional. Así que no dude en asistir. Le pedí a mis padres que me llevaran y así hacerlos participes de esa experiencia. No me importaba que no supiesen que quien competía era su yerno, me conformaba con su presencia, era más que suficiente. Al final solo mi madre fue quien pudo acompañarme, ya que, mi padre tuvo compromisos de trabajo y era imposible que saliera ese día.
*<<<
Ese día era un tanto caluroso, por eso agradecí que la piscina donde se desarrollaría la competencia fuese techada. Pero el clima no me quitaría el buen humor y lo emocionado que estaba, no por la competencia, sino porque me había decidido a dar el siguiente pasó. Le contaría a mi madre de lo nuestro. Esa misma tarde lo presentaría como mi novio. Necesitaba de una vez por todas compartirlo con alguien y quien mejor que mi madre que era mi confidente y me conocía más que nadie.
Muchos se preguntaran como cambié de opinión tan drásticamente, pues no sé, todo fue producto del amor que no quería seguir callando y por el cual necesitaba luchar. Jugaría mi carta con sumo cuidado, y el primer paso era hacerse lo saber primero a mi madre. Luego buscaría la manera más adecuada de confesarle a mi padre la verdad. Él era más estricto y conservador que mi madre, a él era a quien más miedo le tenía. No sabía cómo podría reaccionar cuando supiese la verdad, pero me arriesgaría.
A penas puse un pie en las gradas, comencé a buscar con la mirada a Adrián, preguntándome si ya estaba listo. Pero no vi indicios de él, al parecer aún estaba en los vestidores. No me quedó más remedio que esperar allí contemplando el agua cristalina de la piscina.
Trascurrieron alrededor de veinte minutos desde que llegué hasta que los nadadores comenzaron a salir de los vestidores y hacer acto de presencia. Calentaron por alrededor de cinco minutos dentro del agua y cuando el árbitro creyó que era suficiente les hizo la seña para que salieran y se preparan para comenzar.
Debo confesar que muy pocas veces había tenido la oportunidad de ver a Adrián sin ropa y menos aún casi desnudo solo con un bañador diminuto, así que se pueden imaginar el banquete que me estaba dando con aquel cuerpo tan atlético que mis ojos contemplaban, que no estaba hecho una montaña de músculos, pero estaba lo suficientemente definido y con unas proporciones adecuadas como para atrapar miradas. Definitivamente Adrián físicamente era mucho mayor que su edad real. Nadie tiene un cuerpo así a los catorce años.
Cuando los ocho competidores estaban posicionados y preparados para la ardua batalla por llegar primero, el árbitro dio la señal de salida. Todos salieron lo más raudamente que su cuerpo les permitió. Esa salida no beneficio mucho Adrián, ya que, fue uno de los que se quedó atrás, mientras los demás aprovechaban su impulso para tomar la delantera. Eso no era bueno, pues, Adrián debía llegar de primero para pasar esa fase eliminatoria y llegar a los últimos ocho, con tan solo llegar de segundo ya estaba perdido. Esos pensamientos despertaron los nervios en mí. Sabía todo lo que se esforzó Adrián y que no alcanzará su objetivo era muy injusto. Sin embargo el chico no desistió, a pesar de que estaba un poco atrasado intento recuperarse. Con fuerza aumento la velocidad de sus frazadas buscando un desplazamiento más rápido que lo llevase a la cabeza. Al momento de tocar la pared opuesta del otro extremo de la piscina, había conseguido reponerse, ahora solo tenía 50 metros para dar lo mejor de él y tomar la delantera.
Cualquiera en su lugar desistiría con tan solo pensar en aquella situación, pero eso no estaba en sus planes. De una manera impresionante logró pasar a tres nadadores y así alcanzar la delantera tan solo una décimas de segundo antes de finalizar la competencia.
Mi reacción fue de completa euforia, no lo podía creer. Al unísono del árbitro levanté ambos brazos en señal de victoria, gritando de emoción. Dios, este chico era un verdadero huracán dentro del agua. Razones de peso tuvo su familia para apostarlo todo por el futuro deportivo de su hijo. Tenía mucho talento.
En medio de aquella euforia pude ver como fijo su vista en mí y me lanzó un beso. Eso me dejó sin palabras.
-¿A quién le manda besos?- preguntó mi madre a mi lado.
-No lo sé, creo que al público- me encogí de hombros -… ya vengo-
¿A dónde vas?-.
A felicitar a Adrián, ya regreso espérame aquí - le respondí para salir corriendo de allí en dirección a los vestuarios. No me importaba si tenía problemas en pasar, yo quería ver a mi novio.
Casi sin aliento llegué a la zona de los vestidores, buscando por todos lados a un moreno de ojos hermosos pero no lo conseguí. Miraba a todas partes y no había señales de él. Solo estaban otros chicos, algunos que se preparaban para competir y otros que acababan de salir del agua.
-¿Muchacho que haces tú aquí?- escuché a mis espaldas- está prohibida la entrada al público a los vestidores ¿no lo sabias?-.
Me giré un tanto intimidado por aquella gruesa voz y con algo de temor respondí- Lo sé, pero necesito hablar urgentemente con Adrián Mejía, ¿lo conoce?-.
-Claro, él es mi alumno- contestó el señor manteniendo su expresión de pocos amigos.
-¿Usted es su entrenador?-.
-Si… per...-
-¿Sabe dónde está?-.
-Si por allá- señaló en dirección a una puerta ubicada a en un rincón. No dudé en correr hasta donde estaba.
Cuando estaba a unos cuantos pasos de llegar, noté que la puerta estaba entreabierta y unos gritos podían percibirse cada vez más fuertes. Agudicé un poco más mi oído y reconocí de inmediato su voz. Al parecer discutía con su padre. No quise interrumpir nada, prefería darme la vuelta y esperarlo afuera pero al escuchar mi nombre en la conversación de inmediato reaccione acercándome aún más para escuchar más de cerca.
-Por favor papá, no sigas con esto, ya estoy harto de esta mentira-.
-No me interesa si estas harto o no- decía aquel hombre esta vez bajando un poco la voz- entiende que ese chico es nuestra salvación, o crees que mi sueldo alcanzara para costear tu futuro en la natación -.
-Pero…-
-Pero nada Adrián. Tú ya eres su novio ahora tienes que seguir ganándose su confianza. Mientras más confié en ti más dispuesto a estará a soltar dinero. Solo te bastara con hacerle un comentario de que estamos en un apuro económico, para que él se ofrezca a ayudarte-.
-Pero papá…-
-No quiero más quejas Adrián. Tú accediste desde el principio a esto, ahora no me digas que estas arrepentido ¿o acaso te en verdad te enamoraste de ese imbécil?-.
No pude seguir escuchando más de aquella conversación, era demasiado. Oír la manera tan descarada que planeaban burlarse partía cruelmente mi corazón. Sentía como todo se me derrumba, mis sueños, ilusiones y anhelos. Todo había sido una cruel mentira. Sus palabras de cariño eran mentira, sus caricias fingidas y sus besos falsos. Nada era verdad, él no me amaba ni me apreciaba, el no creía que era todo para él. Solo me veía como una chequera andante, esperando cualquier oportunidad para cubrir su primera cuota.
Quería alejarme de allí, deseaba correr y olvidar todo. Escapar de ese lugar y pensar que todo había sido una cruel pesadilla y que nada de lo había escuchado era cierto. Necesitaba creer que su amor era cierto, que el aún me quería, que había sido la única persona que me había querido a mí y no a mi dinero. Necesitaba por todos los medios olvidarme de aquella verdad.
-¡Esteban, Esteban!- escuchaba como gritaba a mis espaldas pero no me detuve- por favor espera- sentí como me tomó del brazo.
-Suéltame- respondí con amargura.
-Esteban ¿Qué escuchaste? Por qué no es lo que parec…-
-Escuché lo suficiente como para darme cuenta la clase de porquería que son tú y tu padre- decir aquello me dolía muchísimo, pero lo que me hacían no tenía perdón.
-Pero Esteban yo en verdad te amo- me dijo casi en un susurro cuidando que alguien nos oyera.
-Puedes tragarte todas tus falsas palabras de amor, porque ya no te las creo. A partir de ahora olvídate que alguna vez me consiste, olvídate que existo y sobre todo olvídate de mi dinero- le dije con la mayor de las rabias, para terminar de salir de allí. Esta vez no me siguió.
Creo que si en ese momento él me hubiese perseguido e insistido en que todo era un mal entendido, que en verdad me quería y que todo era una mentira yo le hubiese creído y sin miramiento alguno lo perdonaba, pero no lo hizo. Solo se quedó parado en medio de aquel vestidor, aceptando su derrota. Eso me confirmó que en verdad ese chico no valía la pena.
Al llegar de nuevo a las gradas aun contenía las lágrimas, no me gustaba que me viesen llorando. Además no estaba de humor para explicaciones. Nadie sabría lo que me había pasado. Olvidaría ese episodio en mi vida y haría como si Adrián nunca hubiese existido.
-Vámonos – le dije a mi madre apenas llegué a su asiento.
-¿Cómo?- me preguntó con un gesto de desconcierto en su rostro.
-Mama vámonos de aquí-.
-¿Pero por qué? ¿Qué pasó?-.
-En el camino te explicó solo vámonos por favor- intentaba no mirarla a los ojos. Porque de lo contrario se daría cuenta que algo muy grave había pasado y me sacaría la verdad, ella me conocía como a la palma de su mano.
En menos cinco minutos ya estábamos fuera del recinto. Mientras íbamos en el auto le invente a mi madre la historia de que había discutido con Adrián y por eso le había pedido que nos fuéramos, intentó saber el motivo, pero le dije que era algo sin importancia, que después vería como lo resolvía. Eso fue suficiente para calmarla y evitar que entablara un interrogatorio. Ya después buscaría que me inventaba para explicarle que Adrián ya no era mi amigo.
Cuando llegamos a casa, de inmediato subí a encerrarme en mi habitación. Me lancé en la cama y cuando me encontraba entre aquellas sabanas descargue todo mi dolor, llorando como nunca lo había hecho. Las lágrimas brotaban a mares de mis ojos, destilando toda la decepción que sentía mi corazón. Lloré y lloré por horas sin pausa alguna, ahogando mis gritos con las almohadas, revolviendo y pataleando la cama como un desquiciado y maldiciendo mil veces el nombre de Adrián. Esa noche fue la más dolorosa de mi vida. No recuerdo haber sufrido tanto desde ese día.
Los días que le siguieron a aquella amarga tarde fueron aun peor de lo que pensaba. Me encontraba completamente destruido. No tenía ánimos de nada, estaba totalmente deprimido. Mi madre notó ese cambio tan drástico en mí personalidad e intentó averiguar que me pasaba, pero no obtuvo respuesta de mi parte. Lo único que le dije fue que no había logrado hacer las paces con Adrián por lo que ya no éramos amigos, ella quiso saber la razón pero me negué completamente a hablar del tema. Ella no insistió. Seguramente pesaba que cuando estuviese más calmado le contaría todo, pero eso nunca ocurrió.
Los meses pasaron y yo seguía igual. Inmerso en una profunda depresión. Hubiese seguido así de no ser por una de mis primas, Vanessa. Una tarde de sábado, cuando pasó de visita por nuestra casa, se dio cuenta de mi estado y la fuerza me obligó a ir con ella a una discoteca. Decía que para los males de amores no había mejor amigo que una buena fiesta con chicas guapas.
No sé cómo hizo pero logró hacer que nos dejaran entrar en la discoteca a donde me había llevado. Al parecer su hermano era amigo del vigilante, por lo que no tuvimos problemas en entrar a pesar de que ella tenía 16 y yo 14. Esa noche me divertí como nunca y por primera vez me olvidé por unas horas de mis penas. El baile y el alcohol eran mi sedante perfecto ante tanto dolor.
Esa salida se repitió al fin de semana siguiente y el que le siguió. Sin pensarlo acabe metido todos mis fines de semana en alguna fiesta, ya fuese en una discoteca o en alguna casa de un amigo. Fue de esa manera como logré convivir mucho más con Santiago y Fabián, que a pasar de que los conocía y siempre me la pasaba con ellos no había logrado establecer una conexión como de una amistad verdadera. Pero eso cambio con nuestras constantes salidas. Creo que esas salidas fueron nuestra oportunidad para congeniar, conocernos y crear lazos de verdadera amistad y camaradería. Poco a poco me fui integrando a su grupo y sin darme cuenta ya era uno más de su clan.
Estar con ellos era como ser famoso, todos cocinan quien era Fabián Cascante o Santiago Granados, no había alguien en nuestro colegio que no estuviese al pendiente de la vida de ellos y de todas las personas que los rodeaban, eran como un exclusivo grupo al cual pocos tenía acceso, y esa atención me gustó. No es que antes fuese un apartado social, pero debo admitir que juntarme con ellos hizo que mi popularidad creciera y todos supiesen mi nombre.
Con el pasar de los meses me uní al equipo de futbol del colegio, lo que nos hizo más inseparables. Comencé a asistir al gimnasio con ellos, lo que dio como resultado un físico envidiable. Empecé a preocuparme más por mi apariencia y ser un tanto vanidoso. El resultado, un adonis a que todos admiraban. Eso me gusto aún más. Saber que muchas chicas babeaban por mí aumento tremendamente mi seguridad y me abrió las puertas a experimentar por primera vez con las chicas.
Al principio fui un poco tímido, pero a medida iba tomando experiencia me soltaba más, hasta el punto de llegar al nivel de Fabián. Ser tildado como mujeriego no era el apelativo que quería para mí, pero no me importaba, pues, era admirado y respetado por muchos, así que nadie se volvería a burlar de mí.
Todas esas nuevas experiencias con las chicas no me disgustaron, al contrario me encantaron. Sirvieron para confirmar que era bisexual, pero había tomado la decisión de solo fijarme en chicas. Mi mala experiencia con Adrián me había dejado muy mal sabor de boca, matando toda posibilidad de volver a estar con un chico. Prefería mil veces entablar una relación con una mujer donde era yo quien tenía el control, eso me hacía sentir cómodo y seguro.
Ahora dos años después puedo decir que soy otro, que he evolucionado como persona pero mejor aún, he encontrado el amor de mi vida. Rebeca ha sido esa luz al final del túnel, esa persona que tanto esperé y por la que he cambiado tanto. Es por ella por la que intento ser una mejor persona cada día.