Destinados. Especial: El origen del odio

Sabía que lo más que podía obtener de él eran solo noches de pasión y sexo, así que con eso me conformaba. Con tal de tenerlo en mi cama cada noche era capaz de hacer lo que sea.

Hola a todos. Bien como les había dicho anteriormente les traigo otro especial. Esta vez quien rompe el silencio es Diego, un chico que quizás muchos no recuerden pero que será de importancia en los próximos capítulos. Ya el capítulo 25 ya está bastante adelantado, así que en los próximos días lo estaré publicando.

Espero sus comentarios y valoraciones,

Derek W. Johnson

Destinados. Capítulo Especial: El origen del odio

DIEGO

-¿No te parece demasiado exagerado? ¿Sabes lo que significa?- quería ver si podía hacerlo entrar en razón, me asustaba lo que me pedía.

  • Mi querido Diego, yo no exagero en nada- contestó con el mismo tono frio de su voz- ¿O es que crees que hago las cosas porque me da la gana y ya? No, más bien al contrario, siempre tengo razones para hacer todo. Cuando actuó siempre es motivado por algo… y déjame decirte que lo que te estoy pidiendo tiene motivos y de sobra. Nadie más que nosotros lo sabemos. Además, tú también te verás beneficiado y podrás vengarte.

-Tienes razón- musité con rabia.

  • Lo sé, por eso he planeado todo tan minuciosamente… quiero hacerlo pagar. Por su culpa he pasado los últimos dos años de mi vida encerrado en este internado-.

-¿Entonces cuando es el primer acto de la función?-dije con un tono de voz un tanto contaminado de maldad.

-Cuando vallas de regreso en estas vacaciones de semana santa. Esa será nuestra oportunidad de atacar… claro, tu irás primero. Preparas el terreno, luego yo terminaré el trabajo...-

-¿Y qué piensas hacer cuando estés allá?-

-Esa sorpresa quiero reservármela para el final- pude ver un sadismo en sus ojos que me dio escalofríos. Pero intenté no preocuparme, no creo que fuese tan grave lo que planeaba. Además, ese imbécil se lo merece. Por su culpa mi padre me saco del país. Y me envió aquí… a este infierno donde nos roban la juventud. Bueno, sé que no me comporté de la mejor manera, acepto mi culpa, pero considero una exageración la reacción de nuestros padres. ¿Enserio? ¿Fue lo único que se les ocurrió?... De mis padres no me sorprende, están tan ocupados de sus negocios que tener que afrontar la crianza de un hijo rebelde no se les ha hecho fácil, sin embargo me dolió que eligieran la opción más fácil, deshacerse de mí. Eso sí que me dolió. Más de lo que me esperaba. Sabía que mis padres no eran las personas más cercanas, pero tampoco creí que fueran tan desarraigados con el ser que salió de sus entrañas. Pensé que por lo menos me aconsejarían o simplemente me sermonearía… pero no, nunca se preocuparon por corregirme. Prefirieron montarme en un avión y mandarme al otro lado del mundo para así no saber más de mí. Eso de verdad me partió el corazón y me dejo ver que en verdad mis padres no me querían, que solo era una carga para ellos.

Pero ninguno de esos intentos por deshacerse de mí, quebrantaron la dureza de mi corazón, al contrario me hicieron más fuerte aun, terminando de matar cualquier sentimiento benigno que pudiese tener hacia ellos.

Muchos tal vez me consideren un mal hijo, por llegar a odiar a mis padres, por preferir alejarme de ellos antes de seguir aguantándolos. Pero tengo mis razones... ¿Cuáles? 18 años de completo abandono. No un abandono físico, sino, un abandono emocional. Desde que tengo memoria mis padres nunca han mostrado el mínimo interés en mí más allá de una cifra en la cual invierten mes a mes. Para ellos solo soy un gasto, o mejor dicho una inversión que dará sus frutos dentro de unos cuantos años. Si me preguntasen lo que creo, diría que la única razón por la cual mis padres se preocupan por devolverme a camino “correcto”, es porque necesitan que les retribuya todo lo que han gastado en mí.

Es así como durante toda mi vida crecí, intentando sustituir el cariño con montones y montones de juguetes, la empatía, con un sinfín de videojuegos y el amor con sexo, sexo y más sexo. Cuando tienes dinero, puedes hacer que tus turbaciones mentales sean anestesiadas. Tal vez el dinero no lo compra todo pero… !Como te ayuda a olvidar tus problemas!

Al momento de llegar a la adolescencia, no era más que el producto del descuido de las personas que debieron haberme criado. Arrogante, caprichoso y sin una gota de compasión, me hice respetar entre mis amigos y me convertí en un líder, pero no fue hasta que conocí a Armando que comenzó nuestra dinastía como ídolos del colegio. De inmediato nos caímos excelentemente bien, ambos compartíamos los mismos gustos, teníamos personalidades similares y sobre todo compartíamos las mismas corrupciones, siendo ese deseo desenfrenado por doblegar a los demás, el que no unió como nunca.

En un inicio fue divertido, ver como temblaban nuestros compañeros cuando nos acercábamos. Me enfundaba de seguridad, y saciaba mi incesante sed de poder. Pero con el pasar del tiempo la diversión fue desapareciendo. Una cosa eran bromas de adolescentes, pero otra muy distinta eran golpizas incontrolables que rozaban el borde del sadismo.

Ver como Armando disfrutaba de una manera delirantemente diabólica, de las torturas a las que sometía a los menos fuertes, me dejó en claro que la corrupción de su corazón era profunda. Quise alejarme y continuar con mi vida, lejos de las perversiones de Armando, pero no pude. ¿Por qué razón? El amor… Sin pensarlo ni esperarlo me había enamorado de Armando. Algo que era muy fácil, pues, era todo un adonis. Con piel blanca como el mármol, ojos color miel que brillaban como dos lumbreras en una noche de completa oscuridad, un rostro con rasgos apolíneos y un cuerpo del más digno de los atletas, era el mejor banquete que cualquier chico o chica pudiese tener. Más de uno daría su vida por pasar tan solo cinco minutos bajo las sus sabanas y yo era uno de ellos. Estaba tan embobado por él, que era capaz de hacer cualquier estupidez con tal de complacerlo, creo que esa fue mi mayor debilidad, y la sigue siendo.

No tardé mucho en descubrir que Armando sabía sobre mi atracción hacia él y la usaba hábilmente para manipularme y obtener lo que quería de mí. Lo peor de todo era que sabiéndolo, me dejaba manipular. No me interesaba lo más mínimo mi dignidad, lo único importante para mí era complacerlo. Creo que no era yo el quien dominaba mis actos, sino el zombi que me había convertido el más dañino de los afectos.

Siempre pesé que mi sentimiento por Armando era tan fuerte que perduraría por el resto de mi vida siéndome imposible olvidarlo. Pero para mi suerte, la sensatez llegó a mí, como un antídoto salvador, para sacar todo el veneno que corría por mis venas como si se tratase de la toxina de una serpiente. Fue durante unas vacaciones de semana santa que me tomé el tiempo para analizar las emociones  de mi corazón y llegar a la conclusión que ese amor por mi mejor amigo, no me ayudaba en nada y al final me terminaría dañando, dejándome tirado en el más profundo de los abismos, revolcándome con mi dolor, fue durante esos días que a mi cabeza llego la lucidez y tomé la decisión de alejarme de ese amor que nunca seria correspondido.

Hoy, ya un considerable tiempo después, pienso que si durante esos días hubiese logrado mi objetivo, mi destino tal vez sería distinto y a lo mejor hoy sería una mejor persona, pero lamentablemente la vida no es tan sencilla. Con su audaz inteligencia, Armando logró darse cuenta de mi alejamiento. Y conociéndolo no permitiría que yo, que era su mejor amigo lo abandonara sin él hacer nada.

Más de una vez me interrogó, preguntándome la razón de mi distanciamiento, pero nunca le respondí. ¿Qué le iba decir? “Armando me alejo porque ya no aguanto seguir torturándome al estar cerca de ti” o “Necesito olvidarme de este amor que nunca vas a corresponder”… pues no, no lo podía hacer. Lo conocía, sabia lo altamente homofóbico que era y temía que me diera una golpiza si escuchaba esas palabras de mi boca. Sin embargo me equivoqué o creí haberme equivocado.

Un sábado por la noche en medio de nuestras acostumbradas salidas a discotecas, se atrevió a confesarme la verdad, que él sabía sobre mis preferencias sexuales. Yo me quedé completamente inmóvil y mudo, sin saber que hacer o que decir. No sabía que esperar, si un golpe o algún insulto denígrate, no obstante, para mi sorpresa y asombro eso nunca ocurrió.

-Sé que te gusto- me dijo en medio de la pista de baile mientras movía su cuerpo al compás de música.

-No, te equivocas… yo…- comencé a tartamudear a causa del miedo que me consumía.

-No me mientas, te conozco Diego, logro percibir el deseo en tu mirada ¿o acaso crees que no me doy cuenta la manera en que me vez en los vestidores?- esto último me lo dijo en el oído, con su cuerpo a solo centímetro del mío, embriagándome con el fuerte olor de su colonia.

-Armando yo…-

-Shhh- me calló- no digas nada- continuaba musitando en mi oreja mientras comenzaba a besar mi cuello.

-¿Qué haces?- pregunté invadido por los nervios.

-¿No te gusta?- me contestó con otra pregunta- ¿Quieres que pare?- volvió a preguntar esta vez con sus labios a milímetros de los míos.

No pude formular palabra, mi corazón latía tan fuerte que y mi respiración estaba tan descontrolada que había deshabilitado mi capacidad del habla. Lo único que alcancé hacer fue negar con mi cabeza, para luego recibir esos labios que había deseado por meses. Es primer contacto fue salvaje, excitante, impregnado en su totalidad por el deseo.

-¿Sabes? Creo que eres el pelirrojo más sexy que conozco- dijo apartándose brevemente de mi boca.

Escuchar aquello término de encenderme por completo derribando toda barrera de autocontrol que pudiese tener. Dejando de lado el hecho que medio local nos estaba viendo, aunque era lo que menos nos preocupaba pues era una discoteca ubicada a las afuera de la ciudad así que allí nadie nos conocía.

No tengo la más mínima idea de cómo llegamos a mi casa, pero lo único que recuerdo con total claridad es que en menos de media hora nos encontrábamos en mi habitación desvistiéndonos como dos animales a los que nos sobraban las prendas, desgarrando cada todo de tela que cubría la piel ajena. Cuando no hubo obstáculo alguno entre mi boca y su pene no dude en lanzarme sobre aquel mástil de 21 centímetros que se alababa reclamando su protagonismo en aquel acto. No titubeé en meterlo hasta fondo de mi garganta, no me importaba si desgarraba mis cuerdas vocales o me provocaba una hemorragia en la garganta, lo único que deseaba con todas mis fuerzas, era tener ese pedazo de carne dentro de mí y eso logré. Como todo un profesional en el arte alcancé a tragarme cada centímetro de aquel glorioso instrumento, bajando y subiendo con mayor rapidez a medida que pasaban los segundos intentando provocar el más delirante de los placeres a mi amado.

Los gemidos de Armando no se hicieron esperar, solo bastaba con subir mi mirada para ver cómo se retorcía del placer. Esa era mi más grande recompensa, darle el más grande de los placeres.

Hubo unos segundos en donde percibí que la intensidad de sus gemidos aumentaban provocando que sus retorcijones fuesen cada vez mayores, fue allí cuando me tomó del cuello y con un giño de ojo paro el vaivén de mi cabeza, alzándola hasta llevarla a la altura de su rosto.

-Eres todo un maestro- me dijo con una mirada lujuriosa- pero no quiero terminar todavía, quiero probar este culito – llevó una de sus manos hasta mis nalgas- se ve prometedor-.

-Es todo tuyo…- contesté mientras me giraba- hazme el amor como si no hubiese mañana…- dije entre jadeos-…quiero que me rompas el culo-.

Mis palabras fueron órdenes para sus oídos porque sin esperar más fue rápidamente hasta donde estaba tirado su pantalón y buscó un sobre de lubricante y otro con un preservativo, iba abrir primero el sobre del preservativo pero le detuve.

-No, quiero que lo hagas sin nada de por medio, quiero sentirte sin ningún intruso de por medio-.

-Como tú digas- contestó obedeciendo una vez más.

Lanzó el sobre del preservativo hacia un rincón y abrió el sobre con el lubricante, lo esparció por todo su pene y en la entrada de mi culo. Cuando creyó que estaba listo, tomo mi cintura con firmeza y sin reparo alguno introdujo su pene sin miramientos hasta el fondo, llegando tan profundo que creí que vomitaría mis entrañas. El dolor fue indescriptible, sentía como su una cierra me estuviese partiendo en dos, pero extrañamente eso me excitaba y al parecer a él también porque mis quejidos no fueron impedimento para que sacara su pene bruscamente y lo volviese a introducir con más violencia. Esta segunda arremetida fue igual de dolorosa, pero en ella no grite tan fuerte. A esa le siguió una tercera embestida más violenta que las primeras donde se comenzaba a hacer presente el placer y así con el pasar de los minutos las embestidas eran impregnadas con  más violencia, haciéndome gritar descontroladamente pasando del dolor más insoportable al placer más celestial. Unos momentos antes de llegar al clímax podía sentir los músculos de su pecho contrayéndose en mi espalda completamente bañados en sudor, a sus labios hundidos en mis espalda, dejando un rastro de besos a su paso, mientras que sus brazos rodeaban mi cintura con tanta fuerza que casi me hacía daño. Y así, sin poderlo evitar ambos nos corrimos con una fuerza descomunal. Él llenado con su semen mis entrañas y yo bañando por competo las sabanas de mi cama.

Esa noche fue la mejor noche de mi vida. Poder hacer el amor con la persona que amaba me causó una alegría y un bienestar sin precedentes, creo que había sido la única vez que me había sentido amando. Hacer el amor con Armando me sirvió para darme cuenta que sería imposible alejarme de él, que por más que lo intentara nunca tendría la fuerza suficiente para apartarme de amor de mi vida. Así que sin pensarlo, deseché todo pensamiento en donde no estuviese incluido Armando y continúe con mi vida cotidiana.

Muchos quizás esperarían a que luego de una noche tan especial, ambos diéramos el siguiente paso, convirtiéndonos en novios, pero ese no era nuestro estilo, mejor dicho, no era el estilo de Armando. Sabía que lo más que podía obtener de él eran solo noches de pasión y sexo, así que con eso me conformaba. Con tal de tenerlo en mi cama cada noche era capaz de hacer lo que sea. Si el no tener escrúpulos y apoyarlo en cualquier estupidez que se le ocurriese, me garantizaba una noche a su lado, me motivaba a seguirlo.

Sin embargo a pesar de quererlo al punto que rallaba en la idolatría, había algo en el que no encajaba en él, que logré percibir desde el principio. Su opinión con respecto a la homosexualidad. Era un tema demasiado extraño en su personalidad, pues, mientras que yo la aceptaba y vivía feliz con ella, él la negaba, escudándose bajo la excusa de que solo se es homosexual cuando te comportas como uno y el hecho de que te acostaras con un hombre no te volvía homosexual sino que era solo una manera de llevar a la realidad experiencias sexuales que no podías llevar a cabo con una mujer, y un montón de palabrerías que me dejaba cada vez más en claro que era su manera de negar lo que en realidad era. Fue bajo esos preceptos que aun acostándose conmigo seguía molestando a los gays del colegio, humillándolos y menospreciándolos como persona, todo con mi ayuda.

Nunca entendí y aún sigo sin hacerlo la razón del odio tan profundo de Armando hacia David. Era tan intenso que a veces rayaba en lo enfermizo, siempre que alguien mencionaba su nombre, el gesto en su rostro cambiaba al de un rotundo desprecio haciendo que toda su sangre hirviera.

Recuerdo claramente la noche de la golpiza de David, era un día como cualquier otro, sin nada en especial, salvo la especial excursión con la profesora Gloria. Creí que esos días serían los más aburridos de la temporada, nada más alejado de la realidad. En mi mente aún se mantienen grabados los sollozos del castaño, sus gritos con cada golpe recibido y las suplicas de piedad que ignoramos de la manera más cruel. Creo que esa ha sido la única vez que en verdad el arrepentimiento calo en mí. Sin embargo, los acontecimientos sucedidos luego despertaron un odio que antes no existía en mi corazón, pues, fue gracias a David que mi vida se volvió un completo infierno. Siendo ese odio, el sentimiento que hoy me motiva mi regreso en busca de venganza.