Destinados. Capítulo 32: El desenlace
Capitulo final
Hola a todos, primero que nada, quiero disculparme por demorar todo este tiempo en publicar el capítulo final, me merezco todo sus sermones, las cosas se me complicaron un poco, no esperaba tardar tanto en escribir el capítulo final, pero aquí esta.
Gracias a todos los que se preocuparon en todo estos meses y llegaron hasta aquí. Esta historia comenzó como un pasatiempo personal, en ningún momento pensé en publicarla, pero al darme cuenta que podría ser interesante me arriesgué y se las presente. Sé que no es la mejor de todas pero les aseguro que la escribí con el mayor de los esfuerzos. Destinados fue mi conejillo de indias, me dio muchas lecciones y aprendizajes como escritor. Y aunque no quiero adelantarles mucho, más pronto de lo que piensan tendrán noticias de mí.
Sin más que acotar disfruten el relato y nos vemos pronto.
Derek W. Johnson
Destinados. Capítulo 32: El desenlace
DIEGO
El sonido del primer disparo me alertó. Estaba claro que no arreglaríamos esto por las buenas. Pero el segundo me asustó. Apuré el paso con el corazón en mi garganta. Mientras más rápido llegara al interior de la casa la oportunidad de acabar con todo esto sería mayor. Ahora, lo único que nos quedaba era evitar que un baño de sangre se produjera. Ver esto era el detonante que me quitaba la venda de los ojos de todos estos años. Saber que a Armando no le importaba usar a cualquiera para lograr lo que quería me presentaba la realidad que nunca quise aceptar, Armando nunca me amaría, para él solo era una marioneta la cual podía ensuciarse y hacer el trabajo sucio, nada más. Para él solo era uno más del montón, con la excepción que estaba enamorado de él. Esa era la verdad.
Con los latidos de mi corazón retumbando en mis oídos apreté el paso hacia la puerta principal. Como lo esperaba, no tenía el cerrojo pasado. Ingresé lo más silenciosamente posible, sin hacer ruido al cerrar la puerta. Di un vistazo con mis ojos a mí alrededor, no había nadie. Era de esperarse, para hacer toda esta locura lo último que necesitaba era testigos.
A penas di los primeros pasos los gritos del jardín llegaron a mis oídos, de llanto y desespero. Era David. Me partía el corazón oír aquello. No podía soportar escucharlo rogar. Por un momento pensé en correr a auxiliarlo pero con mucha dificultad desistí. La única manera de ayudar era terminando con el responsable de todo esto.
Sin perder más tiempo caminé hasta el interior de la casa. Mi sentido común me decía que el único lugar de que tenía vista directa hasta el jardín era la habitación de Armando. Debía ir hasta allí. Subí por las escaleras y a medida que iba llegando a los últimos escalones reducía el paso, intentando escuchar algo pero nada extraño lograba percatar. Solo los ruidos del jardín.
Nunca en mi vida me había sentido tan nervioso. Sabía que esto era de vida o muerte. Si las cosas no salían bien, todos moriríamos. Eso ya lo tenía claro. Sin perder más tiempo en mis pensamiento, continúe hasta llegar al largo pasillo que daba hasta las habitaciones giré hacia la izquierda y avancé hasta la puerta de la habitación de Armando.
Respiré hondo y sin más preámbulos abrí la puerta. Di un par de pasos y, en efecto, allí estaba. Con una pistola en sus manos apuntaba hacia el jardín desde el balcón. Estaba tan concentrado que ni siquiera se dio cuenta que había entrado. Pero ahora ¿Qué hacía? ¿Me lanzaba sobre él? ¿Le quitaba el arma? ¿Intentaba calmarlo? No sabía. Mi intuición me decía que debía ser inteligente y no confiarme ante nada.
Terminé de entrar en la habitación y tratando de controlar la respiración y el miedo comencé acercarme al balcón. A unos cuantos pasos de llegar Armando se dio vuelta. En un comienzo no supo cómo reaccionar, solo levanto el arma dedicándome una mirada retadora y tras unos cuantos segundos se atrevió hablar.
-¿Qué haces aquí?- dijo en tono casi inexpresivo.
-Parando toda esta locura- contesté levantando mi mano en dirección a él, como si intentara protegerme de un futuro disparo.
-Lárgate- dijo secamente.
-No me voy a ir hasta que pares todo esto-.
- Tú y cuantos más- impregnó sus palabras con un tono de burla- hazle un favor a tus amiguitos y vete. No quiero matarte-.
-No me voy a ir- dije seguro.
-Diego déjate de juegos y déjame en paz. De todos ellos eres a quien menos lastima le tengo-.
No sabía si debía alagarme o enojarme con sus palabras.
-¿Por qué lo haces?-.
- No te incumbe- contestó desviando un segundo su mirada hacia el jardín.
-Te regocija escuchar el llanto de los demás ¿Cierto?-.
-Me regocijo viendo como caen quienes se atrevieron a desafiarme- me miró a los ojos.
-¿Pero de que hablas? ¿No me dirás que estás haciendo esto por lo que ocurrió hace casi tres años? ¿Por esa estupidez?-.
-¡No es una estupidez! Por la culpa de ese maricon mi vida se arruino…-
-¿Y que querías que pasara después de golpearlo hasta casi matarlo? ¿Qué te lo agradeciera?- Me había relajado un poco, no mantenía mis manos frente a mí pero igual debía estar alerta.
-¿No me digas que esos imbéciles ya te lavaron el cerebro?-
-No Armando, nadie me lavo el cerebro. Recapacité-.
-Bien, veremos cómo te va recapacitando en el mas allá- el sonido de una detonación me desoriento seguido por un fuerte dolor en el pecho el cual me tumbo en el suelo.
DAVID
-Fabián, Fabián… mi amor…- lo llamaba pero no reaccionaba. Mis manos bañadas en sangre buscaban desesperadamente hacerle reaccionar pero no servían- mi amor…- pegué mi frente contra las suyas. Mis lágrimas corrían por mis mejillas a borbotes-… por favor no me dejes… por favor no te vayas- le suplicaba mientras me abrazaba a su cuerpo moribundo.
No podía dejarme, no se podía ir, era mi mundo, era mi todo. No podía soportar no tenerlo, sin él era nadie, sin él ya no tenía razón seguir viviendo. No, no y no. ¡Por favor Dios no te lo lleves, no te lo lleves…! No me lo puedes quitar ahora, después de superar tanto, no ahora por favor...
ESTEBAN
-¡¿A dónde vas?!- preguntó Rebeca.
- A detener esto- le respondí mientras corría hasta la puerta de la entrada principal.
Estaba muy asustado. Me aterraba pensar que alguno de nosotros muriera. Ver desplomarse a Santiago y escuchar el llanto y suplicas de David, me dificultaban mantener la compostura.
Con el corazón en la garganta abrí la puerta. Mi sentido común me guió y sin pensarlo subí por las escaleras hacia el segundo nivel, hasta llegar a un largo pasillo. Una de las puertas se encontraba abierta, supuse que era de dónde venían los disparos. Tragué saliva y comencé a caminar hasta allí. No se oía nada, un silencio sepulcral invadía toda la casa, el cual solo era roto por los ecos de un llanto que cada vez se hacía más débil.
Todo era tan irreal, que parecía estar en un sueño. Una película de ciencia ficción, donde todo estaba de cabeza. Nunca pensé que una estúpida rivalidad acabara con así. Con la posibilidad de que alguno de nosotros muriera, o probablemente todos. Definitivamente Armando estaba mal de la cabeza.
Un nuevo disparo, me sobresalto estando a un par de pasos de la puerta. La duda de si entrar o no, me carcomía. ¿Y si me mataba? ¿Y si ya Diego está muerto? Al diablo con todo, alguien debía hacer algo…
REBECA
No sería una espectadora. Si alguien se iba salvar, eran todos. No sería la cobarde que aguardo en las penumbras mientras todos sus amigos eran masacrados. Con audacia trepé por el muro hasta llegar a la punta. A lo lejos la escena que vieron mis ojos me partió el corazón.
Sin preocuparme por la altura, me lancé hacia el césped. La caída dolió, pero apenas de di importancia, estaba concentrada en llegar para ayudar alguno.
Me arrodille a penas llegué hasta donde reposaba el cuerpo de Santiago. Yacía boca abajo contra el césped encima de un charco de sangre a unos cuantos metros del muro. Mis ojos se humedecieron de inmediato. Era demasiado fuerte verlo así. Mis manos buscaron rápidamente sus muñecas mientras lo volteaba, necesitaba saber que estaba vivo, y en efecto lo estaba, pero no por mucho, su pulso era demasiado débil.
Intentando calmar mis nervios. Busqué mi celular y marqué a emergencias. A penas me contestó la operadora las palabras salieron a borbotones de mi boca. Si no es por lo paciente que fue la mujer no hubiese logrado decir nada.
Lo primero que hice fue darle la dirección. Le conté que habían varios heridos no sabía cuantos, solo que a dos de mis amigos les habían disparado. Que todo había ocurrido por intentar efectuar un rescate. De inmediato me pido calma y me aconsejó que no me moviera hasta que los paramédicos y los policías llegaran. Segundos después me transfirió hasta otro operador, que me daría indicaciones de cómo ayudar Santiago para tratar de mantenerlo vivo mientras los paramédicos llegaban.
ESTEBAN
-Si das un paso más te mato- decía mientras me apuntaba a la cabeza. No me moví a penas lo vi.
Giré un poco mi vista y unos pasos más cerca de él yacía Diego. No pude evitar tragar saliva al verlo. Le había plantado un disparo en el pecho y otro en la cabeza. Lo había matado.
-Si no quieres acabar como él. Quédate donde estas y no hables-.
-Pero qu…-
-¡QUE NO HABLES!- soltó un disparo cerca de mí. De inmediato me quedé paralizado. Sabía que no estaba jugando sino tuvo piedad con su propio amigo, menos la tendría conmigo. Eso me daba pena. A pesar de lo cabron que pudo haber sido Diego no se merecía morir en manos de un desquiciado como Armando. Nadie lo merecía.
Por un momento desvió su mirada hacia el balcón y dio un paso hasta allí para dar un vistazo. No tenía idea que seguía, si me dispararía o si terminaría de matar a David y así acabar con su macabro juego. Ya en ese punto todo era posible. Pero entendía que la posibilidad de que saliéramos vivos de esto estaba en mis manos. Necesitaba pensar rápido.
ARMANDO
Que sencillo había sido todo. En solo unos minutos había resuelto todos mis problemas. La verdad es que debí considerar esta opción con bastante antelación y no hasta ahora. Me hubiese ahorrado tiempo y frustraciones. La verdad es que si quieres que algo salga bien tienes que hacer las cosas tú mismo. Lo tomaré más en cuenta para la próxima.
Tantas tácticas que le había enseñado a Diego, tantos consejos que le di y nada. No, no, no, definitivamente el amor ciega a las personas, las vuelve estúpidas. Diego era inteligente, era lo mejorcito entre el montón de basura que había en este mundo, pero su amor fue lo que lo mató, bueno lo maté yo, no me voy a quitar el mérito, sin embargo, fue su obsesión por mi lo que lo llevo a la perdición. Claro pensé que sería capaz de más, pero al final sus escrúpulos pudieron más. Que decepción.
¡Ay! Diego al final me saliste cobarde. ¿Qué te costaba hacerte de la vista gorda y dejar hacer las cosas a mi manera? Probablemente si no te hubieses interpuesto, celebraba esto contigo y nos íbamos de luna de miel o lo que fuese, por unos meses, porque esto merecía una celebración, pero no, te pusiste en mi contra, mala decisión de tu parte.
Giré mi vista hacia Esteban quien aún se mantenía inmóvil en la puerta. Él no tenía nada que hacer aquí, era un entrometido, así que lo lamento por él.
-¿Tienes algo que decir antes de morir?- pregunté mientras lo apuntaba directo a la cabeza.
-¿Por qué estás haciendo todo esto?-.
-¿Tú también con esa preguntica?- ya me estaba hartando, acaso no pueden ver, soy lo bastante evidente, o acaso se los tengo que explicar con manzanitas- Mira, todo esto lo hago para darle su merecido a David. Por su culpa mis padres me mandaron por tres años a un internado en España, donde me trataron como un presidiario y se desentendieron de mí. Me arruinó la vida-.
-¿Te la arruino?- el sarcasmo en sus palabras se oía a kilómetros.
-Ahora te parezco gracioso-.
-Para nada, es solo que le hechas la culpa a David por algo que tú mismo sabes que es mentira-.
-Mentira o no, me arruino la vida-.
-¿Y no pensaste que si a lo mejor no lo hubieses atacado las cosas seguirían iguales?-.
-Probablemente pero, mira, en esta vida hay dos tipos de personas los fuertes y los débiles, y cada quien debe saber ubicarse en que grupo pertenece. Todo eso de que todos somos iguales es pura palabrería y la vida te lo dice a cada segundo, hacemos personas que nacemos para mandar al resto. Lo que dices a lo mejor es cierto, quizás tuve que ser un poco más cuidadoso si quería divertirme aquella noche, sin embargo lo que no acepto es que enclenques como él - señale hacia el balcón- se quieran hacer los valientes y se interpongan en mi vida, a mí nadie me reta sin pagar las consecuencias-.
-Y porque eres homofóbico-.
-¿Tú crees?- hice una mueca un extrañado- porque yo no me considero así. A ver, está claro que no aguanto a los amanerados, pero creo que cada quien hace con su vida lo que quiera. No hay que enfrascarse en un solo grupo cuando puedes tener una variedad de posibilidades. Y bueno, ya que nos estamos sincerando, te confieso que para mí el sexo con un hombre es más excitante que con una mujer-.
-No te entiendo…- me miraba como si estuviese loco.
-Ni yo- me reí levemente- es un tema complicado. Para resumir, me gustan los hombres también- entornó sus ojos sorprendido- pero no me enrollo con nada de toda esa estupidez del amor. Lo que odio de los gays, en especial de los amanerados es que nos ponen en vergüenza, por su culpa personas como nosotros tienen apodos-.
No dijo nada.
-Creo que ya fue suficiente charla, llego la hora- dirigí mi dedo hacia el gatillo- es una lástima que tenga que matarte, eres muy guapo- iba a disparar cuando oí a lo lejos unas sirenas. ¡Mierda!
De inmediato corrí hasta el balcón para ver si lograba ver algo desde allí. Y en efecto a unas cuantas cuadras venían dos patrullas y una ambulancia. Mierda, mierda, mierda. Debía irme. Fui de inmediato hasta el closet y saqué el bolso que había preparado para huir. Hice todo sin quitarle los ojos de encima a Esteban.
-Veo que tus amiguitos no pierden el tiempo, pero lástima que sea demasiado tarde- metí las ultimas cosas en el bolso y lo colgué en mi hombro- nada de lo que hagan servirá, y sinceramente no me interesa, con que Fabián y Santiago estén muertos me doy por servido, así que suerte con los funerales- era una pérdida de tiempo matarlo. Salí corriendo de la habitación en dirección a la puerta. No tenía mucho tiempo. Iba a abrir la puerta principal cuando un fuerte golpe en la cabeza me dejo en penumbras.
CUATRO AÑOS DESPUÉS<<<
DAVID
Fije mi vista a través de la ventana y la luz del sol me dio los buenos días. Sería un día soleado. Eso me tranquilizaba. Era un día espacial, bueno por decirlo de algún modo. Se cumplían cuatro años de su muerte. Vaya, el tiempo pasa volando. Todavía parece como si hubiese sido ayer que nos estábamos graduando del bachillerato, y ahora ya voy en el cuarto año de ingeniería civil. La verdad es que viéndolo objetivamente en estos años no me ha ido para nada mal, claro a mí solo me importa una cosa.
Inmediatamente luego de mi graduación ingresé en la Universidad Estatal, mis notas me ayudaron en el ingreso, de algo valió ser él come-libros del salón. La verdad es que hasta que me tocó ingresar a la universidad no tenía muy definido lo que quería estudiar, me gustaban muchas cosas, la psicología, la medicina y la ingeniería, así que estaba algo confundido porque sabía que en cualquiera de ella me podría ir bien, pero al final me incliné por la ingeniería más por una corazonada que por otra cosa. El primer año en la universidad me fue bien, muy bien diría yo. No hay nada como estudiar lo que te apasiona porque le pones todo el corazón, y eso me pasaba a mí. Me encantaba tanto lo que estudiaba que no sentía que en realidad iba a clases cada mañana que iba a la universidad.
Terminé de estirarme y fui hasta el baño, necesitaba una ducha relajadora, hoy sería un día agotador, debía ir a la misa de aniversario de las muertes de aquella noche, así que debía aprovechar el tiempo libre que tenía durante la mañana para organizar unas cosas que tenía pendiente, con… bueno ya se los contaré después.
Me duché rápido y cuando estuve listo, baje a desayunar. Esos días para mi eran la gloria, creo que el estar tanto tiempo fuera de casa te da ciertas ventajas, una de ellas que te consientan cuando estas de vuelta. Mi madre no escatimaba en mimos. Verán, si bien mi universidad no se encuentra al otro lado del país, si está bastante retirada de donde vivo, entonces procurando una solución en cuanto al engorroso traslado a diario decidí mudarme a un pequeño apartamento cerca de la universidad. También contribuyó a la decisión el hecho de que quería comenzar a dar los primeros pasos para independizarme. No somos pobres, pero eso no significaba que toda la vida sería mantenido por mis padres. Creo que era un abuso de mi parte dejarles todo el gasto de mis estudios a ellos. La mensualidad que me pasaban me alcanzaba para lo básico y uno que otro capricho. Por lo que busqué un trabajo de bar tender por las noches para desahogar un poco a mis padres de mis gastos y no estar tan ajustado económicamente cada mes. Lo que me ha dejado sin mucho tiempo libre. Estudiar y trabajar no es sencillo.
-¿Has hablado con Rebeca?- me preguntó mi madre.
-Desde el domingo no sé nada de ella. La verdad no creo que vaya a la iglesia. El año pasado no fue, así que no creo este vaya. No le gusta revivir esos momentos-.
-Sí, fue horrible todo lo que paso. Eran tan jóvenes-.
-… -no dije nada. Todavía el tema me seguía afectando. Aunque habían pasado cuatro años, aun me despertaba con pesadillas.
CUATRO AÑOS ANTES<<<
Durante todo el camino no me separé ni un segundo de él. Sostenía su mano, mientras le suplica entre susurros cuanto le amaba. Ingenuamente esperaba que mi voz lo motivara o le diera fuerzas para saber que tenía que luchar por quedarse.
-No me puedes dejar, mi vida, tienes que ser fuerte, por mí- le susurraba mientras reposaba mi mente en la suya.
Al momento de llegar al hospital, tuvieron que obligarme a soltarlo. Tenía miedo de no volverlo a ver. De que esa fuese la última oportunidad de tenerlo junto a mí.
-David, tienen que llevárselo- me decía Rebeca sosteniendo mi brazo, mientras bajaban la camilla.
Yo no le respondía solo lloraba. Tras varios pedidos me tranquilicé un poco. Ambos bajamos de la ambulancia e ingresamos al hospital llegando hasta la sala de espera. A lo lejos divise a mi madre quien en seguida vino hasta donde estaba.
-¡David!- exclamó mientras me abrazaba con todas su fuerzas e intentaba calmar sus sollozos- ¡¿Te encuentras bien?! ¿No te hicieron nada?-.
-Tranquila mamá, estoy…- las lágrimas no me dejaban hablar.
-No sabes lo preocupada que estaba. Cuando Rebeca me llamó pensé lo peor ¿Pero qué ocurrió?-.
-Armando…. Mamá, Armando le disparo a Fabián- no podía dejar de llorar- mamá si le pasa algo, me muero… lo amo demasiado como para soportar que se valla-.
-¡No digas eso!- se separó de mi posando sus manos en mis mejillas- Fabián es fuerte y ya verás que se pondrá bien-.
-¿Y si no? ¿Y si se va?-.
-No lo hará…- contestó muy segura.
No le respondí, solo me hundí en su hombro para seguir llorando.
REBECA
Todo pasaba demasiado rápido. Estaba inmersa en una especie de transe que no me permitía asimilar lo que a mi alrededor estaba ocurriendo. Veía a todos ir de un lado, abrazarse, algunos venían a preguntarme como estaba a lo que yo respondía con un escueto “bien”. Todo me parecía demasiado irreal. Diego y Armando estaban muertos, eso era lo único certero en esos momentos. El resto, no sabíamos si lograrían sobrevivir. Eso me aterraba. No quería perderlos, no quería que por el capricho de un imbécil las personas más importantes de mi vida perdieran su vida.
Giré mi vista y vi a David abrazado a su madre. Pobre, sabía que si Fabián moría David era capaz de quitarse la vida. De solo pensarlo se me pone la piel de gallina. Pero era la verdad. Por más optimista que fuésemos teníamos que estar preparados eso. Fabián era el que más grave estaba, el disparo que recibió había perforado uno de sus pulmones y roto una arteria vital, al momento en que llegamos al hospital había perdido mucha sangre, su estado era bastante delicado.
Por otra parte Santiago no se quedaba atrás, llego consciente al hospital pero la bala había perforado una arteria importante y su pronóstico también era reservado. Y ni hablar de Esteban. Dios si no hubiese sido por él, probablemente Armando hubiese huido, pero si analizo mejor las cosas el precio que pago el rubio fue muy alto, el de la culpa. ¡Ufff! Todo es una porquería. No entendía que pecado estábamos pagando para que la vida se ensañara con nosotros así. Lo único que queríamos es ser felices y ya, pero el destino caprichoso nos la negaba.
-¿Cómo estás?- me preguntó Eduardo sentándose a mi lado.
-Aterrada- musité- tengo miedo de perderlos a todos-.
-No te tortures con eso. No hay que perder las esperanzas-.
-¿Cómo no voy a perder las esperanzas cuando el médico nos dice que estemos preparados para lo peor?-.
-Lo sé, pero no logras nada anticipándote a los hechos-.
-Es difícil – dije – ¿Sabes? Jamás pensé que toda esta rivalidad llegara tan lejos. Siempre la vi como un capricho de Armando. Nunca se pasó por mi cabeza algo tan demente como esto. Me da escalofríos de solo pensar retorcida que era su mente-.
-No cabe duda que le faltaba un tornillo-.
-Tu conocías a Diego ¿cierto?-.
-Si. Y lamento como acabo, pero sé que él se lo buscó. Su enamoramiento por Armando lo cegó. Al final quizás se arrepintió y quiso hacer las cosas bien pero ya era demasiada tarde-.
-Es triste- iba a continuar hablando pero en ese momento vi entrar a mi madre a la sala de esperas, con Eric a sus espaldas. Ambos vinieron hasta donde estábamos. Mi madre era la que se veía alterada.
-¡Oh por Dios Rebeca! No sabes lo preocupada que estaba- decía mientras me abraza- ¿Estas bien? ¿No estas herida?- me veía de arriba abajo para comprobar que estaba ilesa.
-Estoy bien mamá- dije tranquilamente- Quienes están mal son Fabián y Santiago-.
-¿Están muy heridos?-.
-Sí, pero presiento que alguno de los dos no sobrevivirá-.
-¡Que desgracia!- exclamó mientras me abrazaba de nuevo.
EDUARDO
La tensión en el ambiente era palpable, todos estaban demasiado nerviosos. Pero el que peor estaba era David. No paraba de llorar entre los brazos de su madre. Pocos minutos había llegado su padre y se unió a ellos, para apoyar a su hijo. Me alegraba que sus padres entendieran cuán importante era Fabián en su vida. Lástima que tuvieron que acontecer este tipo de cosas para que abrieran los ojos.
Rebeca no estaba mejor, pero creo que lograba controlar mejor sus emociones. Claro, su cara mostraba todo el miedo y la tristeza que la carcomía, pero mantenía la compostura. Intenté animarla, sabía que era poco lo que podía hacer. No había palabras que tranquilizaran o borraran todo lo que presencio. Por suerte llegaron su madre y Eric. Ellos si sabrían como animarla y darle apoyo.
Tras un largo rato de plática con su madre, Eric paso a conversar con ella unos minutos, la abrazo, le dijo cuanto la quería y que si era necesario se quedaba toda la noche con ella, Rebeca se negó le dijo que se fuera a descasar porque necesitaba estar tranquilo y relajado para la operación.
-¿Cómo crees que te voy a dejar sola?- Le dijo Eric.
-No me vas a dejar sola, mamá se va a quedar, además, tienes bastante tiempo esperando esto, no voy a permitir que suspendas la operación por esto. Por favor no dejes que el imbécil de Armando te estropees los planes a ti también-.
-Pero…-.
-Eric, voy a estar bien- le tomó de la mano.
-Está bien- acabo cediendo.
Si hubiese sido por Rebeca, se plantaba allí día y noche para esperar noticias, pero su madre no la dejo, ella necesitaba descansar y despejar su mente. Su madre estuvo un rato convenciéndola hasta que por fin cedió. Eran alrededor de las doce cuando Rebeca se fue con su madre.
-Deberías ir a descasar- le dije a Eric quien se había colocado a mi lado.
-No quiero dejar solo a David, necesita apoyo-.
-Si. Se lo que está sintiendo en estos momentos. Es horrible sentir que la persona que amas se muere. Lo viví contigo- le tomé de la mano- y es la peor sensación que experimente-.
-Te quiero Eduardo, gracias por estar a mi lado, gracias por amarme-.
-No tienes que dármelas, eres lo mejor que me ha pasado, llegaste a mi vida para darle sentido-.
Nos acercamos y nos fundimos en un suave beso.
PRESENTE<<<
DAVID
Se me hacía extraño venir, cada año venían menos personas que conocía, bueno tampoco es que conociera a muchas, solo los del colegio, que iban como cortesía a hacer acto de presencia. Muchos me preguntaban porque me torturaba yendo, que debía cerrar la página y continuar, pero no les hacía caso, para mí era un compromiso. Él no tenía la culpa de que todo terminara así.
A paso lento ingresé a la iglesia y me senté en un banco alejado del altar. Tenía mucho tiempo que no entraba a una iglesia. Desde que había ingresado a la universidad casi no hablaba con Dios. Desde niño siempre tuve el hábito de orar todas las noches antes de dormir, pero cuando crecí me olvidé por completo de ello. Aunque mi familia seguía siendo bastante religiosa. A pesar de que su mentalidad se había abierto un poco, sus creencias cristianas no habían desaparecido en lo más mínimo. Solo que confiaban en que Dios no odiaba a las personas que se amaban.
-Sabía que te encontraría aquí- escuché a mis espaldas.
-¡¿Esteban?!- exclamé mientras me volteaba- ¡¿Pero qué haces aquí?!- de inmediato me levanté y caminé para abrazarlo- ¡Cuánto tiempo sin verte!-.
-Mucho, dos años para ser exactos- respondió mientras nos separábamos- ¿Cómo has estado? Me enteré que te está yendo muy bien en la carrera-.
-Mmm bueno, no me quejo, ya me falta un año para graduarme. Del resto todo va bien-.
-Si un pajarito me contó por allí- comentó.
-Imagino quien es ese pajarito. Pero… ¿Por qué viniste? Nunca lo haces-.
-No lo sé. En una fecha como esta sentí la necesidad de estar aquí. Aunque vengo más por él que por nadie más-.
-Si yo también lo hago- confesé.
-En verdad admiro que a pesar de todo no guardes rencor de todo lo que paso esa noche-.
-Es lo más sano que puedo hacer. No quiero amargarme toda la vida, llevando ese peso a todos lados-.
-Eso es cierto- concordó conmigo mientras se sentaba junto a mí en uno de los bancos.
ESTEBAN
Me alegraba verlo de nuevo, repuesto y feliz, eso era lo importante. Este año había decidido regresar y reencontrarme con mis viejos amigos, porque a pesar de todo lo que pudo haber pasado seguían siendo mis amigos. Los extrañaba muchísimo. Pero no me arrepiento de haberme marchado, sigo pensando que fue lo mejor.
Luego del atentado de Armando, caí en cuenta que tuve bastante suerte de haber salido con vida. Eso me sirvió para entender que la vida se hizo para ser feliz y no complicarnos tanto con las situaciones que se nos presentan, la clave es buscarle la solución a todo, porque al final todo tiene salida.
Ya completamente repuesto de todo aquello, decidí que lo más sano era marcharme e irme a estudiar a una ciudad vecina. No estaba huyendo de los problemas, sino más bien buscaba un ambiente distinto que me ayudara a organizar mis ideas y me diera algo de paz. En un comienzo la soledad me pegó muchísimo, extrañaba a mis padres y a quienes había dejado atrás, pero con el pasar de los meses el ambiente universitario y un nuevo estilo de vida, contribuyeron a que me fuese acostumbrando a vivir solo y luego de ya un año de haber salido de mi casa sentía que estaba completamente adaptado a mi nueva vida.
Todo ese tiempo me sirvió para aclarar muchas cosas en mi cabeza, como mi repentino enamoramiento por David (una de las razones por las que me marché) era solo una ilusión que había florecido en medio de mi despecho por mi rompimiento con Rebeca, a quien sigo queriendo y me mantengo en contacto, ahora somos buenos amigos. Nunca olvidare nuestra relación, para mí fue la mejor de todas. Claro, todo tiene su razón de ser y hoy entiendo porque todo pasó como paso. Era necesario para entender que esos demonios que intentaba acallar en realidad eran mi verdadero yo, el cual me negaba a aceptar, ya luego les contaré el porqué.
Ahora cuatro años después puedo decir con orgullo que soy un licenciado en administración de empresas en formación. Carrera que en verdad me gusta mucho y donde me preparo para llevar de la mejor manera posible los negocios familiares. Mi proyecto de vida es poder relevar a mi padre en la empresa familiar y contribuir un poco en el imperio que él ha creado.
Mis padres, unas de las personas más importantes en mi vida. No sabría que hacer sin ellos. Solo cuando estas a punto de perder algo, te das cuenta cuán importante es. Verán, yo nunca les había dicho a mis padres que me atraían los chicos, y no planeaba hacerlo jamás. Pero luego de lo que paso con David, caí en cuenta que no podía seguir ocultando más mis sentimientos, no lo que era, no podía seguir reprimiéndome por una mala experiencia del pasado. Adrián, no podía joderme la vida para siempre. Después de tantos años no podía permitir que su recuerdo me siguiera atormentando, si, él se quiso aprovechar de mí, sin embargo ya era hora de dejar todo en el pasado. Drenar todo el dolor y resentimiento y permitir que el miedo no siguiera alojándose en mi corazón.
Luego de varios días de meditación, tomé una decisión. Les contaría a mis padres que era bisexual. La verdad, no podía predecir cuál sería la reacción de ellos, sé que me amaban, pero siempre cuando un hijo habla de su sexualidad todo el panorama cambia. Es como si fuera el tema de discordia entre padres e hijos.
Siendo un manojo de nervios, la noche de un sábado les pedí hablar luego de cenar.
-Ahora dinos Esteban, cual qué es eso tan importante que nos tienes que decir- intervino mi padre mirándome fijamente.
-Papá, mamá…- tragué grueso- desde hace mucho he intentado discernir sobre lo que siento y no fue hasta hace poco que acepté lo que era…-.
-Esteban- me interrumpió mi madre- creo que esta conversación está de más. Hijo, somos tus padres y te conocemos más de lo que crees-.
-¿Cómo? ¿Saben que soy bisexual?-.
-¿Bisexual?- inquirió mi padre.
-Sí, bisexual, eso es lo que intento decirles-.
-Bueno- habló mi madre- eso si es una sorpresa, nosotros pensábamos que nos ibas a decir que eras gay-.
-¿Gay? ¿Pero cómo…?-.
-Lo intuíamos desde que conociste a Adrián, no fue hasta unos meses después de convivencia con él que nos dimos cuenta que estaban enamorados. En un principio no nos atrevimos a decirte nada, esperando que dieras tu ese primer paso, pero luego no sé qué paso entre ustedes que se distanciaron, él se fue y todo cambio y tú también. Eso se lo atribuimos a una etapa de negación, que quizás no estabas a gusto con ser gay. Hubo un momento en donde decidí acercarme a ti para ayudarte, era tu madre y debía hacer algo, pero trajiste a Rebeca y el panorama cambio-.
-Pero no entiendo… ¿entonces como sabían que iba hablarles de esto?-.
-Porque estos últimos días te hemos visto con cierto personaje- respondió mi padre.
Y bueno acá es donde quiero contarles lo que cambio mi vida e hizo aceptarme como era. Verán, luego de la graduación quede bastante desanimado. El regreso de Fabián fue una bofetada de guante blanco, por esos días mis sentimientos hacia el castaño eran muy fuertes y verlos tan felices me amargaba la existencia. Lo mismo pasó con Santiago, claro en su caso fue mucho más grave porque David era el amor de su vida, era todo para él y que todo se acabara definitivamente entre ellos, era mucho que digerir para mi amigo. Recuerdo que la madrugada luego de la fiesta de graduación tuve que ir por Santiago a un bar, el pobre estaba fatal y lo entendía, pero si mi objetivo era ayudarlo, no sé si lo cumplí al final, lo que recuerdo es que los dos acabamos borrachos y a duras penas llegamos hasta su casa. Nada fuera de lo común… o bueno si, por la mañana hubo algo que me aterró, algo que me hizo sentir muy confundido. Ya tenía bastantes preocupaciones encima como para agregar otra, así que ignoré lo que pude haber sentido, no sería nada importante… o eso creía.
No fue hasta que ocurrió el atentado de Armando que entendí mis sentimientos. No podía negar que había un sentimiento especial, que no entendía en que momento había florecido pero que lo había descubierto. Pero no me podía atrever a nada, no en esos momentos. Aún tengo pesadillas con todo lo que pasó. Para ser sincero no me siento nada cómodo con lo que tuve que hacer para acabar con todo aquello. Me repito una y mil veces que era la única salida pero la culpa sigue intacta.
CUATRO AÑOS ANTES<<<
En el momento en que vi salir a Armando por la puerta de la habitación, corrí hasta el cuerpo moribundo de Diego. Y si, estaba muerto, no tenía pulso. Las lágrimas se aglutinaron en mi cabeza y la ira caló en mi cuerpo. A pesar de que él tenía cierta culpa en todo esto no merecía morir, nadie lo merecía, bueno… solo una persona lo merecía.
Sin razonar, salí corriendo de la habitación y sin titubear tomé un jarrón de bronce que reposaba en una mesita del pasillo, dirigiéndome hacia las escaleras. En menos de dos segundos ya estaba en la parte baja y al estar a dos pasos de Armando levante el jarrón y lo golpee con todas mis fuerzas sobre su cabeza, un sonido de crujido retumbo en mis oídos, seguido del desplome de su cuerpo. En los primeros segundos no sabía muy bien lo que había ocurrido, no fue hasta que la sangre que brotaba de su cabeza produjo un inmenso charco que entendí que lo había matado.
Me quedé en shock por unos segundos, sin saber muy bien que hacer ¿Eso era todo? ¿Ya se había acabado? Estaba demasiado desorientado. En seguida un sentimiento de culpa invadió mi corazón. ¡Dios! ¿Qué había hecho? ¡Lo había matado! ¡Había matado a una persona! Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, eran lágrimas de tristeza, de impotencia, de culpa. ¿Cómo todo había llegado hasta ese punto? ¿Acaso no había otra solución? Probablemente no pero no me gustaba nada que yo fuese el responsable de la muerte de un ser humano, me hacía sentir sucio, yo no era Dios para decidir quien vivía. Si, Armando era la persona más despreciable que conocía pero jamás me hubiese imaginado que quitarle la vida solucionaría nuestro problemas.
Cuando los policías entraron apenas me inmute, mi mente no estaba allí. Mis sentidos se habían apagado. Era como si todo a mí alrededor pasara como una película de ciencia ficción, que en cualquier momento acabaría, con la típica escena de que me había quedado dormido, eso era lo que más quería, que todo fuera mentira, que nadie hubiese muerto.
Los paramédicos corrieron de inmediato hasta el cuerpo de Armando y tras vario segundos confirmaron su muerte. No pude evitar llorar, me sentía terrible, creo que esta es una pena que nunca superaría. En medio de aquel drama uno de los policías se me acercó y me pidió salir para hacerme unas preguntas, yo a duras penas logré explicarle mi versión o eso intenté, entre los nervios y la desorientación no me ubicaba muy bien en que ocurrió en realidad, pero parecieron comprender, pues habían recibido la denuncia de Rebeca y de algunos vecinos que oyeron disparos. Luego de unos minutos me pidieron que; una vez los médicos confirmaran que estaba bien, los acompañara a la estación de policías, pues necesitaban mi declaración para levantar el reporte oficial. Accedí sin objeciones.
En esos instantes no sabía nada de mis amigos, ya la ambulancia se los había llevado pero rogaba porque mis temores no se materializaran.
PRESENTE<<<
Vivir todo eso, literalmente cambio mi vida. Necesite ir al psicólogo durante mucho tiempo para poder superar y aún sigo asistiendo. Pero, lo que en realidad le dio un giro de ciento ochenta grados a mi vida fue lo que ocurrió luego. Tras el incidente, Santiago y yo nos volvimos más unidos. Nos dábamos apoyo en los días que siguieron. No fue fácil reponerse. Era una montaña rusa de sentimientos, todos mezclados y sin anestesia.
Él, al igual que yo, decidió irse, no podía seguir viviendo con los fantasmas de su pasado a su alrededor. Se fue a estudiar a la misma ciudad a donde fui yo, por lo que no dudamos en mudarnos juntos y… ¿Cómo les digo? Bueno, mejor comencemos por los primeros días. Santiago es un chico bastante responsable y no tengo queja de él, así que con la convivencia no hubo problemas, al contrario, descubrimos que éramos muy parecidos en muchas cosas, ayudando a que nuestra amistad se fortaleciera más.
No sé en qué momento ocurrió, o bueno si lo sabía, el punto es que sin pensarlo ni planearlo todos esos sentimientos extraños que comencé a sentir por mi amigo que intenté ignorar, se volvieron cada vez más fuertes. Y sé que les va a parecer una locura, pero me enamoré de Santiago, esta vez sí era amor, no como mi ilusión por David. En las primeras semanas procuré no darle importancia, se lo atribuía a la inevitable atracción física que provocaba Santiago, no estaba ciego, mi amigo era un hombre guapísimo, cualquiera caería rendido a sus pies. Sin embargo lejos de apaciguar mis diluvios mentales, el tiempo empeoró las cosas porque todas esas sensaciones se exponenciaban progresivamente llegando a ser insoportables.
Pónganse en mis zapatos, Santiago estaba pasando por una situación depresiva, el chico que amaba y posiblemente lo seguiría amando por el resto de su vida, le había dejado. ¿Qué pintaba yo en ese panorama? El pañuelo de consuelo, tal vez, pero sabía que eso al final traería problemas y ambos saldríamos lastimados fragmentando así nuestra amistad. Por lo que resignado decidí continuar con mi cotidianidad, con mi amor imposible aun latente. Ya estaba acostumbrado a esas situaciones y esta, no sería problema.
Ahora lo que yo pensé que era un secreto que nunca revelaría, no logró pasar desapercibido. Durante los primeros días de diciembre de nuestro segundo año de universidad, comencé a ver cambios en Santiago, eran detalles que quizá podrían ser irrelevantes pero estaban encendiendo mis alarmas. Lo primero que me vino a la cabeza era que había descubierto todo lo que sentía, por lo que intentaba marcar su distancia. Intenté ignorar algunas situaciones, pero cuando la situación se tornó más tensa, el mar humor se apodero de mí. Lo que hizo que la situación explotara fue el hecho de que Santiago me evitara cuando se iba a bañar o vestir, últimamente siempre andaba bastante cubierto o si iba entrar su habitación me pedía que espera a que se vistiera ¿Pero que le pasaba? ¿Acaso temía que lo violara o qué? Necesitaba dejar las cosas claras.
Una noche a pocos días de navidad, decidí enfrentarlo mientras veíamos una película.
-Santiago – le llamé, apenas se inmuto eso hizo que hervir mi sangre - ¿podemos hablar?- intentaba mantener un tono amable pero me era difícil no entendía que le había hecho para que se comportara así.
Respiró hondo y me miró con la mirada tensa- ¿Qué ocurre?- Ese gesto rebosó mi paciencia.
-Eso ocurre, tu actitud conmigo ¿se puede saber que te hice para que te comportes así?- no podía más, había explotado.
-No sé de qué me hablas- intentó hacerse el desentendido. Eso me enfureció más.
-¿Qué no sabes de que te hablo? Por Dios Santiago, desde hace varias semanas andas evitándome, te has alejado, me tratas diferente- No me respondió, solo desvió su mirada a la televisión, igualmente proseguí- me podrías explicar que te hice ¿acaso te ofendí en algo que no me haya dado cuenta?-.
-Esteban, no es nada de eso- se atrevió a decir.
-¿Entonces?-pregunté esperando por una respuesta.
- Es complicado-.
-¿Complicado? Desde cuando nuestra convivencia se ha vuelto complicada-.
-No es por nada de nuestra convivencia-.
-Ahora te entiendo menos- dije un tanto hartado de no saber a qué se refería, si estaba incomodo con estuviese enamorado de él que me lo dijera de frente y no se anduviera con rodeos- Santiago, lo mejor es que me digas las cosas de frente, si estas incomodo con algo dímelo, aunque ya me imagino que es-.
-¿Te lo imaginas?- se tensó de un momento a otro.
-Si- asentí con la cabeza- Y a mí también me incomoda-.
-¿Te incomoda?- Su mirada se ensombreció- te entiendo, no todos tenemos suerte con que le gustemos al chico que nos gusta. Discúlpame ¿sí?-.
-¿Disculparte? Pero el que tiene que pedir perdón soy yo, por enarmonarme de ti-.
-Espera ¿Estás enamorado de mí?-.
-Si ¿acaso eso no es de lo que estamos hablando?- me había perdido en la conversación.
-No, pensé que era porque te incomodaba el hecho de que tú me gustaras-.
-¡¿Yo te gusto?!- en ese momento mi corazón se aceleró descontroladamente.
-Sí, desde hace varias semanas. Esteban ¿Por qué crees que he intentado alejarme?-.
-Dios, la verdad no me lo creo…- una sonrisa de oreja a oreja invadió mi rostro. En seguida mis ojos se posaron fijamente en los suyos.
-Que tonto somos- expresó abalanzándose sobre mí para abrazarme fuertemente. Poco a poco ese abrazo se llenó de caricias y sin darnos cuanta ya nos estábamos besando. El contacto de sus labios era cálido, agradable, pero todo reconfortante, sin ánimos de comparar, me sentía como cuando estaba con Rebeca, en paz, en tranquilidad en un estado de felicidad que desea que se prolongara por la eternidad.
El beso fue subiendo en intensidad, sus manos perdieron todo pudor y esculcaron cada centímetro de mi cuerpo, palpando y haciendo presión sobre mis músculos, al mismo tiempo que yo intenta guardar en mi memoria el tacto de su piel, su olor tan característico, todo de él.
Esa noche hicimos el amor como nunca, no hubo nada de violencia, al contrario todo fue tan romántico, lento, suave, intentando darle placer al otro sin medida. Fue la mejor de las veces de mi vida. Ya lo dicen, el sexo entre dos personas que se aman está a otro nivel, no tiene comparación con nada. Es una entrega mutua que va más allá de lo físico.
FABIAN
Aún estaba indeciso. Nunca había ido ¿Por qué tendría que ir esta vez? Sabía que tenía que perdonar, pero no sé si estaba listo aun. La noche anterior le había cancelado a David. Desde hace varias semanas teníamos en nuestros planes asistir a la ceremonia pero al final me arrepentí. Creía sentirme preparado para de una vez por todas cerrar esa página y soltar todos esos recuerdos pero no. Aun el resentimiento seguía latente.
-¿Qué piensas hacer?- me preguntó mi tía sentándose de nuevo en la mesa. Acabamos desayunar.
-No tengo idea-.
-Fabián, sé que no es fácil, pero si no sueltas todos esos sentimientos que te atosigan no lograras nunca estar en paz-.
-Lo sé, pero es complicado- respondí.
-Descomplícalo entonces- me dedicó una leve sonrisa.
CUATRO AÑOS ANTES<<<
Recuerdo haber despertado en una habitación en penumbras con un gran dolor en mi pecho. Estaba intubado y me dolía cuando respiraba. Era claro que estaba en un hospital. Intenté hacer memoria pero mi desorientación aun no me permitía coordinar pensamientos, no fue hasta unos minutos que todos los recuerdos en mi cabeza comenzaron a tomar orden.
Recordaba haber saltado aquel muro e ingresado al cobertizo, pero cuando intentábamos huir, nada, no recordaba nada, solo el estruendo de un disparo haciendo eco en mi mente.
Durante esos segundos una enfermera entró y al percatarse que estaba consiente de inmediato fue a buscar al médico. Momentos después este apareció. Examinó mis ojos con una linterna que sacó de su bolsillo y me hizo algunas preguntas a las que respondí con parpadeos. Hecho un vistazo a la herida de bala que tenía en mi pecho y le dio unas indicaciones a la enfermera de que medicamentos debía darme. Segundos después salió diciéndome debía tener paciencia y que a partir de allí el tiempo de recuperación dependía de mi disposición.
Esa noche no permitieron que nadie entrara a verme, me encontraba en cuidados intensivos y mi estado aún era reservado, querían dejarme descasar. Lo único que podía hacer en esos instantes era dormir y recuperar fuerzas.
Por la mañana recuerdo que la primera persona que entró a verme fue mi tía. Tenía los ojos rojos, supongo que no era fácil para ella sentir que me perdía. Era como su hijo.
-¿Cómo estás? – musitó colocando su mano sobre la mía, mientras hacia una mueca para sonreír. Yo solo parpadee para hacerle entender que bien.
-Fue una noche larga - confesó- no sabes cuánto le pedí a Dios porque te salvaras. No soy muy religiosa pero el solo pensar que podías morir me desbarato por completo. Te juro que si podría, cambiar las cosas, no dudaría en ponerme en tu lugar- le apreté la mano para calmarla.
Hubo unos segundos de silencio. No incomodo, solo esos silencios que a veces son necesarios.
-Él quiere verte- dijo de repente- pero el medico no lo ha dejado pasar. No quiere exponerte a emociones fuertes-.
¿Qué? ¿Cómo que emociones fuertes? Era mi novio, fue por el que me aferre a la vida, fue por el que estaba en esa cama y no me arrepentía. Era a quien más quería ver. A la mierda con los médicos.
Mi tía pareció notar mi intranquilidad y trató de calmarme.
-Sé que quieres verlo pero debes prometerme que estarás tranquilo. Esa es la condición que me dio el doctor- Asentí mientras intentaba calmar mi respiración. Acto seguido mi tía salió un par de minutos para traer tras ella a David.
Sería muy difícil describir todo lo que sentí en ese instante. Literalmente él era mi razón para vivir, era mi todo. Verlo me alegraba el día, tenerlo cerca era mi mejor consuelo, él era mi antídoto para cualquier enfermedad.
Sin pensarlo dos veces se sentó al lado de la cama y poso su frente con sumo cuidado sobre la mía. Mientras tomaba una de mis manos. Puede sentir sus lágrimas empapando mi rostro. Con algo de dificultad me deshice de su contacto y lleve como pude mi mano a su rostro para levantarle la cara. Cuando tuve el contacto de sus ojos, le dije todo con una mirada. Le dije que lo amaba, que nunca lo dejaría, que también había contado los segundos por verlo y que pronto estaríamos juntos. >>>PRESENTE<<<
Vivir una experiencia tan traumática inevitablemente te deja secuelas. Por más que quieras seguir adelante y desprenderte de todos esos fantasma es muy complicado hacerlo por completo. Por eso sentía que aún no había perdonado por completo, creía que lo había hecho, pero al final me di cuenta que era solo una mentira que me decía para no pensar en el tema y seguir falsamente con mi paz.
Si hubiese perdonado no me siguiese atormentando cada vez que mencionaban el nombre de Armando o al momento que recordaba aquella noche.
Los psicólogos dicen que a las fobias y a los miedos hay que hacerles frente, porque mientras más les huyas más se acrecentaran, y eso debía hacer, hacerle frente a mis temores y esos fantasmas que después de cuatro años me seguían atormentando para poder cerrar de una vez por todas esa puerta, que inconscientemente mantenía abierta.
ERIC
-¿Qué tan difícil es escoger una camisa Eduardo?- le increpaba fastidiado. Llevábamos toda la tarde de tienda en tienda sin comprar absolutamente.
-Tienes que entenderme - me gritaba desde el vestidor- quiero que todo sea perfecto – no pude evitar poner los ojos en blanco.
Eduardo había culminado su postgrado y la semana siguiente seria su graduación, todo eso lo tenía bastante estresado y yo era quien pagaba los platos rotos, aunque me hacía gracia verlo así. Eran las pocas veces donde yo tenía que calmarlo a él y decirle que llevara las cosas con calma.
En medio de aquello recibí un mensaje de mi jefe, resoplé por lo bajo, debía cubrir una noticia.
Desde mi graduación como periodista obtuve la oportunidad de trabajar en el canal local de noticias, tras mis pasantías allí, donde entable buenas relaciones con los directivos. Era uno de los periodistas principales así que mi trabajo no tenía horarios debía estar disponible las veinticuatro horas del día.
-Amor- llamé a Eduardo.
-¿Qué sucede?- se asomó por entre las telas del vestidor con el torso descubierto. No pude evitar morderme el labio. Aun lo seguía amando con locura.
-Debo irme-.
-¿Otra pauta?- asentí - ¿pero si te tuviste que parar a las cuatro de la mañana para cubrir lo del accidente de tránsito?-.
-Ya sabes cómo esto- le dije mientras me acercaba para besarle – y escoge cualquiera que igual te verás guapísimo- le di un beso en los labios y camine hasta la salida.
Estos últimos cuatro años habían sido geniales. Tras mi operación y rehabilitación las cosas fueron mejorando. El tema con mi madre siempre fue un tema complicado y aun hoy lo sigue siendo pero creo que al verme lo feliz que soy con Eduardo lo ha ido aceptado con el pasar del tiempo.
Eduardo y yo decidimos alquilar un apartamento pequeño, en el centro de la ciudad, el cual pagábamos entre los dos. Una de las cosas que le he dejado en claro a Eduardo es que no quería que me regalara nada o que me pagara todo, quería también aportar, cosa que el aceptó. Nuestra convivencia no pudo ser mejor, los primeros meses teníamos sexo como locos, parecíamos conejos, aunque todavía lo parecemos, del resto todo es mejor de lo que pudiese haber imaginado, a Eduardo le va de maravilla en el banco y bueno, yo hago lo que me encanta, nada podría ser mejor.
DAVID
Los cantos eclesiásticos dieron el inicio a la celebración eucarística. Este año había menos personas, cada vez éramos menos. Había reconocido a unos cuantos excompañeros del colegio y algunos otros que suponía que eran familiares de Diego y Armando, de Diego más que todo, pues casi nadie de la familia de Armando asistía. No sé si por vergüenza o porque no les interesaba nada de eso.
Por parte de mis amigos, los únicos que estábamos presentes éramos Esteban y yo. Rebeca nunca quiso venir, decía que ir hasta allí era un acto de hipocresía de su parte, la respetaba por eso. Por otro lado hubiese querido que Fabián me acompañara, yo era uno de los que le aconsejaba que si quería cerrar la página debía enfrentar de una vez por todos sus temores, pero no tampoco podía presionarlo demasiado. Lo que vivimos no era cualquier cosa. Debía entenderlo.
Los cantos habían culminado y el cura tomó la palabra cuando sentí que tomaban mi mano. Al voltear era él, Fabián. Le sonreí levemente.
-Me alegra que te hayas decidido- le susurré.
-Tú tenías razón, no puedo seguir evitando todo esto-.
Al parecer los años te han convertido en más antipático de lo que eras Fabián Cascante ¿no saludas?- le increpó Esteban a mi lado. Me encontraba en medio de ambos.
Perdóname pero no cualquiera se merece mi saludo- intento emular un gesto de chulería, que le quedo como anillo al dedo mientras pasaba frente a mí para darle un caluro abrazo entre risas.
-Veo que los años te tienen mejor que nunca- le dijo Esteban mientras Fabián se colocaba en medio de los dos.
-Bueno el amor mi querido amigo. Tengo que mantenerme en forma o este me deja- me señaló.
Yo solo puse mis ojos en blanco.
-Mira quien habla. Acaso soy yo quien tiene a todas sus compañeras de clase detrás de él- le inmuté.
-Tal vez, pero por lo menos no cargo a medio barrio queriendo llevarme a la cama- solté un resoplido cansado. Mientras los acompañaba en su risa. Al final nos tuvimos que callar porque ya teníamos varias miradas molestas encimas.
La ceremonia duro alrededor de una hora el párroco dio algunas palabras sobre la juventud de hoy en día y los mencionó, mientras oraba por ellos. Honestamente la muerte de Diego me dolió, porque en algún punto llegué a ponerme en sus zapatos, el solo quería algo de amor, pero se topó con la persona equivocada.
Cuando la misa terminó Esteban, Fabián y yo, caminamos en dirección a la salida mientras íbamos poniéndonos al día con nuestras vidas. Pues Esteban había decidido irse y sabíamos muy poco de él. Ahora saliéndome un poco del tema debo mencionar algo, aunque no debería y es el tema de Santiago. Luego de que lo nuestro terminara también se fue de la ciudad y durante mucho tiempo no supe más de él y lo entendía. Él tenía derecho a reprocharme cualquier cosa y hasta odiarme. Se había arriesgado por mí, lo había dado todo y… bueno, ya conocen la historia, pero pese a ello, no podía evitar extrañarlo. Santiago había sido alguien muy importante en mi vida y siempre lo será, por eso en el momento en que partió su presencia me hizo falta, porque también lo quería. El hecho de que lo nuestro no pudo ser, no significaba que tenía que alejarse de mi ¿o sí? No lo tenía muy claro, a veces me costaba ponerme en sus zapatos.
Ahora, una de las cosas que me dejó completamente descolocado y debo reconocer que me produjo algo de celos (los cuales sabía que no tenía derecho a sentir) fue el enterarme que era novio de Esteban. La noticia me dejo sin habla. Nunca, ni en mis más remotas maquinaciones lo hubiese imaginado. En ningún momento pensé que la cercanía y la amistad que ambos se tenían podrían llegar a más, pero entendía que estaba en todo su derecho de ser feliz, aunque eso no implicaba que el tema me era indiferente. Aun me incomodaba. Por eso cuando salimos de la iglesia, un remolino de emociones vino a mi cuando lo vi allí parado, pero no se confundan, esas fueron emociones de amistad, complicidad y de hermandad.
SANTIAGO
Todo el tema de David aun me seguía afectando, aun lo seguía queriendo, pero no como antes. Ahora ese sentimiento había evolucionado y se había convertido en un amor de hermanos, para mi había pasado a ser ese hermano que nunca tuve.
Mi relación con Esteban, me ayudó a sanar y enseñó a amar de nuevo. Creo que no recordaba haber sido tan feliz. Fue así como el tiempo se convirtió el mejor consejero y ayudo a que mi corazón se reconstruyera y alcanzara la paz de nuevo. Aunque, en ese momento nada de eso parecía ser cierto. Saber que lo iba a ver de nuevo me ponía los pelos de punta. Llevaba dos años sin hablar con él. Sé que siempre preguntaba cómo me iba a través de Esteban. Pero nunca me atrevía a llamarlo o escribirle tan siquiera un mensaje, no lo sé, quizás no me sentía preparado. Quería que mi pecho dejara de doler, quería que esa tristeza en mi corazón se esfumara, quería recuperarme por completo. Lo necesitaba.
Y bien, allí estaba en las afueras de la iglesia, en un principio quería entrar, pero en el último minuto me arrepentí. No quería revivir tantas emociones, ya era suficiente con el hecho estar a unos cuantos metros de David. Tampoco me iba a torturar.
Escuché a lo lejos la bendición del padre y supuse que la ceremonia había terminado, mi corazón se aceleró un poco y mis manos comenzaron a sudar. Trate de mantener la compostura. Lo último que quería era que Esteban viera cosas donde no las había. Yo lo amaba a él, David… era cosa del pasado o bueno, había pasado a ser algo muy bonito un sentimiento distinto, eso lo tenía clarísimo y no quería darle falsas señales a mi novio.
Y estando allí parado lo entendí, al verlo, al hacer contacto con sus ojos, lo supe. Ya mi pecho no dolía, ya las lágrimas no amenazaban con salir, lo había superado.
Mientras venían Fabián dio un cabeceo en mi dirección para saludar mientras se acortaban las distancias. Venia de la mano con David -Es bueno verte por acá ¿Cómo estás?- me dijo, cuando estuvo frente a mí.
-Bastante bien- dije con honestidad.
-Bueno- miro al castaño- creo que los dejare solos para que hablen- se marchó hasta donde se encontraba Esteban y comenzó hablar con él.
-Te vez bien- dijo el castaño.
-El tiempo ha servido de mucho y…-.
-Esteban, lo sé y me alegro por ustedes-.
-Si nos va bastante bien. ¿Y ustedes? ¿Cómo van tú y el moreno?-.
-No tengo nada de que quejarme. Mi familia lo ha aceptado bastante bien, eso para mí es un logro gigantesco-.
-Ni que lo digas- ambos reímos.
-Cualquiera se sorprendería al ver a mi padre ser tan íntimo amigo de Fabián. A veces tengo que dejarlos solos porque entablan unas conversaciones larguísimas de futbol que no hay quien los pare. El pasado mundial, ninguno de los dos se levantó del sofá durante dos meses, vivian, comían y respiraban futbol-.
-Fabián siempre amo el futbol- dijo entre risas.
-¿Y cómo llevan la convivencia tú y Esteban?-.
-No me quejo, somos como un joven matrimonio. Hemos sabido adaptarnos al otro-.
Estar así con el me agradaba, en ese momento éramos como dos camaradas que se estaban poniendo al corriente de sus vidas. Eso me agradaba. Por un buen rato estuvimos contándonos todo los que nos había pasado en los años que no tuvimos contacto. Me conto como ha tenido que espantarle los pretendientes a Fabián. Mientras que yo hacía esfuerzos por no reírme mientras contaba las locuras que vivía con Esteban.
Tras bastante plática, David nos invitó a su casa. Durante el camino note a Esteban un tanto inquieto y me imaginaba porque, vería a Rebeca.
ESTEBAN
Aunque las cosas habían quedado claras entre nosotros, aun me sentía algo culpable cada vez que la veía y ahora más que estaba con Santiago. No quería restregarle mi felicidad en la cara. Aunque los nervios no era tan grandes como me los imaginé.
Santiago y yo íbamos en mi auto, mientras que Fabián iba con David en su auto. Tardamos alrededor de quince minutos en llegar. Una vez adentro sus padres nos recibieron muy cordialmente y nos instalamos en la sala de estar. Comenzamos a hablar de cosas banales o anécdotas de nuestras vidas. Se creó un ambiente bastante ameno. Rebeca me saludo con una sonrisa que sentí sincera y eso me tranquilizo. En verdad me había perdonado.
-Y cuéntame rubiales. ¿Que ha sido de tu vida?- comenzó a hablarme sentándose a mi lado.
-Nada que ya no sepas-.
-Bueno, es que todo lo que me he enterado me lo han contado los demás pero me gustaría escucharlo de tu boca. Eso hacen los amigos ¿o no?-.
-Eso creo- le hice una mueca de sonrisa.
-¿Y cómo vas con ese?- señalo a Santiago.
-Mejor que nunca- me sentía orgulloso de presumirlo. Y no sé porque pero sentía que mis palabras no la lastimaba- creo que la convivencia ha sido ese enganche que nos dijo que éramos el uno para el otro-.
-Te lo mereces. Lo digo de corazón- me sonrió.
-Gracias-.
-Sabes que a pesar de todo. Te quiero mucho. Además ya pasaron cuatro años. Yo ya pase la página, ahora necesito que tú la pases y que me vengas a visitar más seguido-.
-No me des tanta cuerda porque me agarro la bola de estambre completa- dije entre risas- ¿Y tú? ¿Has conocido a alguien?- dije ya un poco más tranquilo.
-Mmm, digamos que estoy en eso. Uno de estos días me tropecé con un chico en el café que está a unas cuadras de la universidad y que crees, es mi oftalmólogo-.
-¿En serio?-.
-Sí, me ha invitado salir y bueno, tuve que aceptar. Aunque debo decirte que esta como quiere- emuló un gesto pícaro que le quedo como anillo al dedo- y ahora estoy saliendo con él. Las cosas van bien, pero no estamos dando nuestro tiempo. No queremos apresurar nada. El lleva una vida ocupada, yo estudio, así que no tenemos mucho tiempo. Sin embargo creo que las cosas con el funcionaran-.
-Te deseo todo el éxito-.
-Gracias- conteste estrechándole la mano.
DAVID
Aquella reunión improvisada en la sala de estar de mi casa, fue mejor que si la hubiésemos planeado Fabián y yo. Llevábamos varios años sin estar los cinco juntos. Allí pudimos ponernos al día, charlar un rato y contar que teníamos planeado. Eso me agradaba. Una sensación de melancolía vino a mí. Los extrañaba, pero así era la vida. Cada quien debía seguir su camino.
Iba a buscar unas bebidas a la cocina cuando de la nada Fabián se levantó y se planta en medio del espacio. Fruncí un poco el ceño pero no le preste atención. Pero el moreno no me dejo ni siquiera mover un solo pie.
-David, podrías venir un momento-.
Me volteo, mirándolo con extrañeza ¿Ahora que te traes entre manos Fabián? Si era alguna broma, ya me la desquitaría luego. Era mejor seguirle el juego y ver qué pasaba. Caminé sin objetar nada hasta donde estaba.
-Bien. Antes seguir quiero decirles que lo que voy hacer ahora, me animó hacerlo, la resolución de hace un par de semanas de la Corte Nacional ahora - sí que estaba perdido. ¿Qué coño estás haciendo Fabián?- aunque no creo que sea necesario para demostrarte cuanto te quiero- se dirigió a mí, y ahí caí en cuenta. ¡Oh por Dios! Esto no podía estar pasando.
Fabián saco un anillo de uno de sus bolsillos y se arrodillo frente a mí.
-David, mi amor ¿Te casarías conmigo?- sus ojos me miraban fijamente.
Me quedé completamente pasmado. Me había dejado sin palabras. Pero en medio de aquel shock alcance a agitar la cabeza y a pronunciar un claro “si”. Para que él se levantara y me estrechara entre sus manos.
-De aquí hasta viejitos- me susurró al oído.
-De aquí hasta viejitos- le reafirmé yo mientras me separaba para extenderle mi mano y colocara el anillo.
EDUARDO
Si me viera en esos momentos diría que me convertí en Eric, testarudo e intranquilo. Eso era producto del estrés y los nervios. Tanteé por última vez el nudo de mi corbata y miré mi reloj. Quería verlo antes de entrar eso me tranquilizaría. La verdad estos cuatro años nuestra relación no pudo haber ido mejor. Luego de la muerte de Diego, las cosas se complicaron un poco. Mi estado de ánimo pasó a estar por los suelos. Conocía a Diego desde pequeños, sabia cuán importante para él era sentirse amado y al final la única causa de toda esa locura que tramó con Armando era la necesidad de que alguien lo quisiera, era triste, pero verdad.
Eric me comprendió y me dio mi tiempo, no me forzó. Con el pasar de los meses, los recuerdos fueron dejando de doler y nuestra relación comenzó a ir viento en popa.
Uno de los hechos más importantes fue cuando Eduardo me llevo a su casa y me presentó como su novio. Sabía lo difícil que era para el hacer aquello, su madre no era muy comprensiva que digamos, pero era el primer paso. Recuerdo aquella cena, silencios incomodos, miradas de reojo y tensión en el ambiente. No fue lo que esperaba, pero tendría paciencia. Unas semanas después, asistí al cumpleaños de su madre y bueno, las cosas seguían casi igual, pero se notaba el esfuerzo de la señora Lorena para aceptarme como parte de su familia. Los meses que le siguieron, la cosa fue mejorando, iba con más frecuencia y entable una relación cordial con ella. Poco a poco nos fuimos acercando hasta hoy, se ha convertido en parte importante de mi vida, tanto así que es a quien recurro cuando necesito de algún consejo. La verdad no puedo pedir más.
En cuanto mi trabajo me ascendieron a gerente de mi departamento. Desde que cambie de empleo he logrado tomar las oportunidades de crecimiento que nos da la empresa. Sin embargo, no creo que me quede allí por mucho. No tengo nada que reprochar, pero tengo otros planes. Eric y yo tenemos la meta de montar un negocio propio, algo que tenga que ver con la venta de telas o lo textil. Tengo algunos conocidos de papá y mamá que más de una vez me ofrecieron tenderme la mano y creo que tomaré su ayuda. Que mejor manera de honrar a mis padres que sacar a flote de nuevo el negocio que tanto nos dio.
Eric está bastante emocionado con la idea. Ha contactado a varios colegas para entablar relaciones en cuanto a la promoción y publicidad de la compañía en las cadenas de televisión, locales y nacionales, por lo menos en donde tiene conocidos. Y no solo eso sino que, se ha tomado la tarea de encuestar y estudiar nuestros potenciales clientes de la ciudad y cuáles serían las áreas en donde existen deficiencias y podríamos concentrarnos. Ciertamente su actitud me enamora.
Y allí estaba en la puerta del auditorio esperándolo, quería verlo antes de entrar, que me dijera que me quería y me abrazara, eso sería suficiente para tranquilizarme. Con cada día que pasaba a su lado entendía que era el con quien quería pasar el resto de mis días. Agradecía a Dios por ponerlo en mi camino, me había hecho evolucionar como persona, era mi sostén, mi apoyo, un pilar fundamental en mi vida.
En un momento que fije mi vista hacia la entrada lo vi, llevaba un esmoquin azul marino que se le ceñía con el que se veía guapísimo, no pude evitar morderme el labio. Enseguida le sonreí alegre. ¡Dios! Como seguía alegrándome cada vez que lo veía, era siempre como la primera vez.
-¿Listo?- me preguntó mientras acomodaba mi toga.
-Listo- afirmé mientras le daba un beso en los labios y lo abrazaba, para acto seguido entrar al auditorio.
MESES DESPUÉS<<<
DAVID
Había llegado el día. ¡Quien lo hubiese imaginado! No le podía pedir más a la vida. La verdad nunca soñé con el día de mi boda. No era algo que me quitara el sueño, para mí el compromiso de la persona que amaba valía más que la firma en un papel. Pero allí estaba frente aquel espejo, alistándome para caminar al altar. Sonaba tan irreal. Era una locura.
-Estas guapísimo- dijo mi madre a mis espaldas. Yo solo le devolví una sonrisa, mientras parpadeaba para contener las lágrimas.
-Concuerdo con ella- musitó Rebeca.
Di un último vistazo a mi peinado y listo. Todo estaba perfecto.
-Bueno, llegó la hora- les dije dándome vuelta- creo que nunca había estado más listo-.
Es indescriptible la complejidad de emociones que me invadían, nostalgia, alegría, nervios, pero sobre todo, amor. El amor era había sido el responsable de mi fortaleza, había sido mi refugio cuando estuve por los suelos, fue quien me dio ánimos y esperanzas para continuar, fue el centro de mi vida. Creo que ni yo mismo sabia con qué tanta profundidad amaba a Fabián. Era una fuerza que no podíamos contabilizar, que nos estaba uniendo para siempre.
FABIAN
Era extraño verme así. Creo que mi amor por David me había hecho hacer cosas que nunca en mi sano juicio hubiese hecho, como pedir matrimonio por ejemplo. Definitivamente tener alguien a quien amar y por quien vivir, te vuelve mejor persona, te hace dar todo por ese alguien por la simple satisfacción de hacerlo feliz.
Los últimos meses habían sido de mucho aprendizaje emocional. Se despertó una faceta dentro de mí, que no creía existiese. Nunca creí ser romántico, o siquiera ser capaz de decir te amo a alguien. Si, lo había dicho de pequeño, pero… ustedes me entienden.
Sinceramente no creí encontrar a alguien que me hiciera ver el mundo desde otra perspectiva, que me hiciese apreciar los detalles más simples, que me ayudara entender que la vida yace en el disfrute de los buenos momentos con los seres que más amas y eso, incluía a mi padre.
Ese amor me ayudo a sanar el resentimiento que aun, después de tantos años, se alojaba en lo más profundo en mi corazón, siendo la última piedra que me impedía avanzar hacia un futuro de paz. Tenerlo presente en ese día tan especial, era el inicio de una nueva etapa. Un nuevo periodo donde él junto a mi hermano eran una parte fundamente en mi vida. Pues ¿Quiénes más? Ellos eran mis familiares más cercanos, junto con mi tía Alicia, nadie más. En nosotros recaía velar por el otro. De nada valían ya los reproches y reclamos, era tiempo de olvidar y sanar.
Recuerdo aquella tarde de domingo hace unas semanas cuando recibí la llamada de mi padre, me extraño, un fuerte nudo se instaló en mi garganta, esperaba un tono ofensivo de su parte, pero para mi sorpresa, fue todo lo contrario. Se mostró afable y receptivo, hasta me pidió perdón. Se le oía bastante arrepentido de todas sus actitudes. En un primer momento solo me digne a escucharlo. No fue hasta una semana después que lo llamé para hablar de nuevo y de una manera muy sutil, por no decir indirecta, acepté sus disculpas y lo invité a mi boda. Al principio se mostró reacio a asistir con la excusa de tener mucho trabajo, pero luego pareció entender la importancia del momento y lo que significaba para mí y nuestra relación su presencia y terminó por aceptar. Cuando le conté a David, se alegró muchísimo. Él más que nadie sabía que significaba eso para mí.
Hoy aquí estoy a punto de dar el sí en el altar con los testigos más importantes de mi vida, mi familia. Ese era el mejor regalo de la vida.
REBECA
Era un día muy emotivo, de sentimientos encontrados, recuerdos, pero sobre todo felicidad por ver a dos seres que lo habían dado por mantenerse juntos, prometerse amor eterno.
-¿Estas llorando?- me preguntó Charlie a mi lado. En uno de las hileras de sillas frente al altar.
-Para nada grandulón- fue una mosca que me entro en el ojo.
-Si no te conociera te creería como niño pequeño, pero tú no me engañas, eres una romántica de primera- me dijo dándome un beso en la mejilla mientras tomaba mi mano.
Tenía suerte de haberlo encontrado. Desde mi ruptura con Esteban, estuve al margen del amor por mucho tiempo. Sentía las heridas muy profundas y quería sanarlas. No me sentía preparada para sumergirme en una relación cuando, sabía que debía olvidar al rubio y como consejo sabio, el tiempo hizo efecto en mí y ahora todos esos golpes habían sanado en su totalidad. Charlie constituyó parte importante de ese proceso. Lo conocí cuando cursaba el último año de leyes y sin planearlo me enamoré perdidamente de él, ahora no podía concebir mi existencia sin el a mi lado.
-A ti no te puedo mentir- dije entre risas.
DAVID
Cuando lo vi, no pude evitar que se me humedecieran los ojos. Allí se encontraba, posando su vista en mí como si fuese la única persona presente en aquel jardín. Sus ojos me lo decían todo, me gritaban que él me amaba con locura y a la vez me transmitían una serenidad y tranquilidad inigualables. Siempre lo he dicho, Fabián tiene un efecto sedante en mi como ningún otra persona. Su mirada me da tranquilidad y sosiego, me da protección, me transmite seguridad. Al mismo tiempo me desarma, logra ver en mi interior y sin palabras puede comunicarse con mi yo interno de una manera tan fascinante que raya en la locura.
Con el pasar de los años aprendí a comunicarme con el moreno en un idioma casi telepático, solo con miradas. Ambos podíamos saber el estado de ánimo del otro solo viéndolo. Lográbamos descifrar en que momento alguno estaba enojado, celoso o muy feliz. Era un código personal que logró crear un vínculo casi indestructible entre nosotros.
Al mismo tiempo aprendimos a leer nuestro lenguaje corporal. Con Fabián no es muy complicado, la posición de sus manos, la tensión en su mandíbula y la manera de respirar, me dan a entender cuando es mejor no dirigirle la palabra o cuando necesita un abrazo. En mi caso creo que es un poco más difícil, a decir verdad, soy el más complicado de los dos y el más celoso, bueno… ambos somos celosos, pero mi caso es un tanto particular porque soy de los que se guardan todo el pleito hasta el momento de llegar a casa y… soy algo orgulloso, bueno, bueno… soy muy orgulloso. Cuando me enojo Fabián tiene que esforzarse mucho en contentarme, la última vez pasaron tres días antes de volver a dirigirle la palabra, a veces lo hago sufrir como diversión personal, pero siempre al final nos perdonamos. A ese punto de conocer nuestras expresiones, también llegamos a conocer nuestros sentimientos y pensamientos. Aprendimos que nos enfurecía, entristecía o nos hacía feliz. Que expresiones nos hacía explotar o que actitudes nos molestaban del otro. También logramos identificar que cuales eran los detalles que nos enamoraban más y esos fueron los que explotamos al máximo y aún siguen presentes en nuestra relación como el primer día. Esa era una de las cosas que amaba de mi Fabián, que cada día me enamoraba más.
Es así como a penas hacer contacto visual ya nos habíamos prometido amor eterno sin necesidad de palabras.
FABIAN
No escuchaba al notario solo me dedicaba a mirar sus ojos, a perderme en ellos y comprobar que me amaban con locura e intensidad. Regresé a la realidad el momento en donde aquel hombre, hacia las preguntas:
-¿Fabián Cascante, acepta como esposo a David Garcia?-.
-Acepto- dije mirando a los ojos a David. Vi cómo se le humedecían.
-¿David García, acepta a Fabián Cascante como su esposo?
-Acepto- respondió. Para sellar nuestro juramento con un beso, suave, sin prisas. Un beso de promesa eterna.
-Siempre estuvimos destinados- dije entre sus labios- estábamos destinados a estar juntos por siempre-.
-Por siempre- musitó besándome de nuevo.
FIN