Destinados. Capítulo 31: En contra del reloj

Sin preguntar le tomé de la mano y seguí sus pasos. Pero apenas se asomó por la puerta, el sonido de un disparo se escuchó y todo su cuerpo se desvaneció como un árbol recién talado.

¡Hola…! Por favor no me maten por hacerlos esperar tanto, pero me han pasado muchas cosas, el inicio de la universidad, algunos bajones de ánimos, falta de inspiración y un montón de cosas… sin embargo mi compromiso de llevar esta historia a su término continua, y bueno… hemos llegado al penúltimo capítulo. Espero les guste y saber sus opiniones.

Saludos,

Derek W. Johnson

Destinados. Capítulo 31: En contra del reloj

DAVID

Estaba nervioso, y como no estarlo en una situación como esa. No sé si era una estupidez lo que hacía pero sentía que era necesario. Después de todo creo que él se merecía una explicación de mi parte. Como mínimo debía darle mis razones. Ya bastantes problemas tenían encima por siempre evadir las situaciones. Lo más correcto era dar la cara. Si quería regresar de nuevo con Fabián esta vez debía hacer las cosas bien. Era necesario dejar las cosas claras para poder cerrar ese capítulo en mi vida. Sé que suena muy fácil pero es un tanto complicado. Nunca quise hacerle daño a Santiago, lo quería mucho ¿Pero que podía hacer? Ya mi corazón respondió la pregunta que formulé por semanas en mi cabeza. Tenía claro que a los dos los quería muchísimo, pero a quien en realidad amaba profundamente era a Fabián, no sé cómo, pero de una manera muy extraña, al verlo de nuevo, me hizo reaccionar y darme cuenta que él siempre fue el verdadero amor de mi vida. A Santiago lo quería mucho, pero lamentablemente confundí ese cariño; y ese afecto que se alojó dentro de mí a lo largo de los años, con el amor que le profesaba a Fabián. Quizás en algún punto llegué amar profundamente a Santiago, pero ahora eso cambió. Creo que eso era lo más cruel de todo esto, haber ilusionado a Santiago. Pero ya esto se me escapaba de las manos, si quería ser feliz necesitaba empezar a velar por mí y no por lo demás. Por más duro que pareciera si en realidad buscaba la felicidad era necesario que le diera importancia a lo que en realidad quería. Una de las razones por las que había sufrido tanto era por no defender lo que quería, eso a partir de ahora debía cambiar.

Haciendo un paneo a mi alrededor busqué señales de él pero una vez mas no percibí su presencia. Aún era temprano, así que no valía la pena preocuparse. Sé que, lo que intentaba hacer fuese una de las cosas más estúpidas del mundo pero moralmente sentía la necesidad de hacerlo. Era necesario que hablara con Santiago y termináramos esto de una manera pacífica y civilizada. No sabía que le diría pero necesitaba por lo menos verlo a los ojos y decirle la verdad. Era lo mínimo que se merecía. Claro si él no quería escucharme estaba en todo su derecho, pero por lo menos lo estaba intentando.

En un segundo giré mi vista hacia la derecha y mis ojos percibieron su presencia. Venia caminando a paso lento pero decidido. Su mirada era inescrutable, no reflejaba emoción alguna. Intenté esculcar un poco más en ella y percibí unas leves ojeras. Tragué saliva de inmediato. La idea de yo fuese el causante de sus desvelos y lágrimas, me invadía de mucha culpa. Me partía el corazón ser el causante de su dolor. Él menos que nadie se merecía quedar así. Había luchado por mí y se desvivió por demostrarme el inmenso amor que me profesaba pero ¿Qué hacía? ¿Cómo mandaba a mi corazón?

Respiré profundo intentando mantener la compostura. Debía ser fuerte, no podía derrumbarme ahora, sabía lo que quería y debía hacer esto. Era necesario cerrar esa página, dejar las cosas claras.

Cuando estuvo frente me miró con la misma mirada inexpresiva de hacía unos segundos atrás y se dispuso a sentarse junto a mí en aquel banco en medio del parque. Un silencio sepulcral se instaló de inmediato. La tensión en el ambiente se podía cortar con una tijera. Era evidente que ambos estábamos incomodos. Era sorprendente como las cosas habían tomado un rumbo tan distinto. Solo hacía tres meses atrás, estaba feliz sus brazos y ahora me encuentro a su lado para ponerle fin a lo nuestro. Era bastante irreal.

-Bien- dijo con un resoplido- aquí me tienes- desvió su mirada desde un punto lejano y me miró fijamente a los ojos. No pude evitar tragar saliva. Estaba demasiado nervioso. No sabía si al final tendría el valor para decirle lo que planeaba.

-Santiago…- no sabía por dónde empezar, sentía que nada de lo que dijera sería adecuado. A decir verdad ninguna de mis palabras lo harían sentirse mejor y eso me dolía-… yo te quiero, más de lo que piensas. Fuiste el primer hombre en el que me fijé y siempre has tenido un lugar especial en mi corazón. En estos últimos meses descubrí que eres una persona maravillosa y que te mereces todo lo mejor del mundo...- sentía un nudo en la garganta-… me demostraste con cada una de tus acciones cuán grande es tu amor por mí, no sabes cuánto lo aprecio- le dije posando una de mis manos en la suya. Mis ojos se encontraban húmedos, eran demasiadas emociones las venían a mí en ese momento- no sabes cuánto desearía poder hacerte feliz y cumplir tus sueños… pero…-

-Pero quieres a Fabián- se atrevió a decir con un gesto serio en su rostro, vi como una lágrima corría por su mejilla.

  • A ti también te quiero, mucho para ser sincero- respondí con honestidad.

-Pero no tanto como a Fabián- dijo con amargura.

-…- no fui capaz de responder.

-¿Te puedo  hacer una pregunta?- asentí como respuesta- ¿Alguna vez me amaste como a Fabián?-.

-Eso imposible comparar- contesté- lo único que te puedo decir es que te amé con todas mis fuerzas, pero luego de tantas cosas que pasaron ese sentimiento cambió, no se fue, pero si cambio-.

-Supongo que el destino no te quería para mí- expresó con tristeza.

-No te tortures- llevé una de mis manos a su espalda.

-No es torturarme sino decir la verdad- respondió con un semblante de tristeza que me partía el alma- la vida puso demasiados obstáculos entre nosotros y fueron esos obstáculos los que mataron tu amor hacia mí-.

-No lo mataron…- le corregí.

-Pero si lo cambiaron- contestó- ¿Sabes? No le guardo rencor a Fabián, el hizo lo que yo no me atreví hacer, luchar por tu amor cuando tuvo la oportunidad. Es el mejor chico que alguna vez he conocido y tú lo cambiaste para bien. No imagino a alguien mejor para ti- veía en sus ojos que me hablaba con el corazón.

-Tú también eres especial, un tesoro…-dije- y tienes un lugar muy especial en mi corazón. Siempre te voy a querer- llevé mi mano hasta su mejilla para limpiar sus lágrimas.

-Yo también-dijo en un suspiro.

En ese momento nuestras miradas se quedaron fijas en la del otro. Desnudándonos completamente nuestro sentimientos. Viendo la tristeza y el dolor reflejadas en nuestros ojos. Estuvimos así durante unos segundos, contemplándonos fijamente, quizás sería la última vez que tuviésemos oportunidad de hacer eso y la debíamos aprovechar.

Allí al verlo a los ojos entendía que también amaba a Santiago, que mi cariño por él era inmenso, pero no me malinterpreten, amaba más a Fabián. No obstante, esos dos sentimientos eran tan fuertes que aun en momentos como ese me costaba diferenciar en cual era más intenso.

-Te puedo pedir un favor- rompió el silencio.

-¿Cuál?-.

-¿Me puedes besar por última vez?-.

Sin decir una sola palabra moví mi cabeza y junté mi frente con la suya. Sintiendo su aliento a solo centímetros de mis labios. Despacio me fui acercando hasta que nuestros labios se rozaron. El primer contacto fue un roce, casi una caricia. Poco a poco el beso se fue tornando más profundo, donde las lenguas se iban abriendo paso en la cavidad bucal del otro; cada vez con más maestría, intentando grabar en su memoria la sensación de ese contacto.

De un momento a otro sentí las manos de Santiago en mi cuello que me aprisionaban sin darme oportunidad de apartarme, aunque no lo hubiese hecho de todas formas. Aquel contacto era reconfortante, único, maravilloso. No me equivocaba cuando decía que amaba también a Santiago. Sus labios se movían magistralmente contra los míos haciendo presión en los puntos exactos para hacer aquel beso lo más placentero posible.

Luego de un considerable tiempo, Santiago se separó para tomar una bocanada de aire manteniendo el roce de nuestras bocas.

-Te amo David- junto sus labios de nuevo- te amo…- decía entre mis labios-… y por eso te dejare ir- me dio un último beso- porque te quiero, dejare que seas feliz- reposo su frente de nuevo junto a la mía mirándome a los ojos- porque te amo te dejare ir una vez más-.

FABIAN

Estaba nervioso. Sabía que lo que David hacia era necesario para él. Si queríamos empezar bien esta vez, necesitábamos dejar las cuentas claras desde un principio. Eso me repetía una y otra vez para calmarme, pero lo único que lograba era torturarme más. No entendía porque me sentía así, si sabía que David me amaba ¿Qué me pasaba? Tal vez era el miedo a perderlo. Tenía claro que si había alguien en ese mundo que David quería casi o tanto como a mí era Santiago, por lo que el miedo a que la felicidad se me escapara como el agua entre los dedos se mantenía latente.

-¿Qué te pasa Fabián?- me preguntó mi tía. Estábamos desayunando- ayer andabas con una sonrisa de oreja a oreja y hoy te despiertas con esa cara de pocos amigos ¿Sucedió algo con David?-.

-No- negué con la cabeza- bueno, más o menos…-.

-No entiendo…- frunció el ceño.

-Hoy David se encontrará con Santiago para aclarar las cosas y cerrar de una vez por todas, esa página de su vida, y estoy algo inquieto por lo que pueda pasar- dije- tengo miedo…-.

-No tienes por qué tenerlo. David te ama, eso tenlo claro. Tienes que confiar en él. Si él te eligió a ti es porque tiene sus sentimientos bastante claros-.

-Tal vez pero…-.

-Confía en él- me dijo mirándome  los ojos.

-Lo haré- dije asintiendo.

ERIC

La ansiedad me estaba carcomiendo, los minutos pasaban y mi corazón latía mas fuerte retumbando en mis oídos con fuerza. Giré mi cabeza y Eduardo estaba igual que yo, pensativo, metido en sus pensamientos. Últimamente se la pasaba muy distraído. Seguramente mi situación y su trabajo lo tenían totalmente consumido. Eso me preocupaba. Por más que lo negara sabía que la situación lo estaba arropando, sabía que debía concretarse en sus cosas y no lo hacía solo por hacerme compañía, como hoy. Se lo agradecía pero no quería que se sintiera atado a mí como un debe. Él también necesitaba su espacio y no estar todo el día procurando mi bienestar cuando él descuidaba el suyo. Eso debía cambiar y si las cosas salían bien hoy daríamos el primer paso.

El sonido de la puerta del consultorio me sobresalto. Vi salir a un hombre de unos cincuenta años con un bastón que lo ayudaba a caminar, pasó a nuestro lado en dirección a la salida y desapareció tras la puerta, de inmediato escuché mi nombre, era mi turno. Eduardo se puso de pie y se colocó detrás de la silla para llevarme. Entramos al consultorio. Adentro el doctor nos esperaba junto a la puerta con una sonrisa afable. Aquel hombre me agradaba. Logró levantarme el ánimo asegurándome que mi parálisis solo era temporal, se veía que en verdad se preocupaba por el bienestar de sus pacientes.

Una vez pasamos la puerta, aquel hombre enfundado en su bata blanca cerró la puerta tras nosotros. Rompiendo el silencio para saludarnos y estrechar nuestras manos.

-Es un gusto tenerlos por acá- decía mientras caminaba hasta su escritorio- ¿Cómo has estado Eric?-.

-Impaciente- dije sincero.

  • Me lo esperaba- se sentó y comenzó a esculcar entre sus carpetas- por acá tengo los resultados de tus exámenes de la semana pasada- al encontrar los documentos que buscaba, sacó un carpeta- ¡aquí están!- exclamó mientras la abría- según los estudios que te hicimos y tu revisión de la semana pasada creo que ya estamos listos para la cirugía-.

-¿Enserio?- pregunté incrédulo. Al fin se acabaría mi martirio.

-Si- contestó mientras asentía con la cabeza- ya tu cuerpo sanó lo suficiente como para soportar la intervención-.

-¿Y cuándo seria la cirugía?-.

  • El próximo lunes- dijo.

*<<<

Por primera vez en mucho tiempo me sentía feliz, en paz conmigo mismo. Por fin, terminaría con ese martirio que destruyó mi vida y todo regresaría a la normalidad. Ansiaba poder levantarme, dar tan siquiera unos cuantos pasos por mí mismo. Necesitaba dejar de sentirme como un parasito, que no podía mantenerse por sí solo.

-¿Cómo te sientes?- preguntó Eduardo mientras íbamos hasta la puerta. Me llevaba en sus brazos.

-Contento, el lunes todo esto se acaba-.

-Sí… espero que todo salga bien. Creo que ya es hora que el destino nos de nuestra felicidad- dijo llegando hasta la puerta donde nos esperaba mi madre, con un semblante serio. Desde mi accidente la veía poco. Nada para ser sincero. Era muy raro verla en mi habitación, y cuando esas extrañas ocasiones se daban, nuestras conversaciones solo se basaban en frases cortas o un “ ¿cómo te sientes? ” o “¿Qué tal va tu recuperación? ” nada mas, el resto del tiempo era como si viviésemos en dos mundos completamente apartados. Sabía que le costaba aceptarme pero lo que no comprendía era como mi accidente no logró hacerla cambiar de opinión y hacerla entender que lo único que importa en la vida es querer a los que tenemos a nuestro alrededor y nada más. Eso me indignaba un poco.

-¿Qué tal les fue?- preguntó mientras cerraba la puerta.

-Muy bien, el lunes Eric entrara a la sala de operaciones- contesto Eduardo con una sonrisa de satisfacción. Ella le respondió con una mueca que intentaba emular una sonrisa.

-Me alegro- comentó por lo bajo.

-¿Podemos subir?- dije cortando la conversación. Quería descansar, no tenía humor para aguantarme las malas caras de mi madre, no quería echar a perder mi tarde.

-Espera un momento…- llevó su mano hasta la mía- necesito hablar contigo- me miraba a los ojos. Tras un breve silencio respondí.

  • Bien- asentí- hablemos-.

Eduardo me llevó hasta la sala de estar para dejarme en uno de los muebles, mi madre se sentó frente a mí, en otro.

-Espera en mi habitación- le dije a Eduardo. El asintió para darse media vuelta e ir hasta ella- Ahora sí, estamos solos ¿De qué querías hablar conmigo?-.

-Veras Eric- comenzó mientras miraba un punto en el vacío- sé que mi actitud de los últimos días, no ha sido la mejor de todas. Tal vez no merezcas que te trate así, pero esto es difícil para mí. Yo crecí en otra época, con preceptos del mundo completamente distintos a los de hoy. Para mí no es fácil aceptar tu condición. Sin embargo, debo hacerlo- clavó sus ojos en los míos- tenerte al borde de la muerte me ayudo a comprenderlo, me he tardado un poco y creo que aún no estoy lista pero debo dar este paso, debo aceptarte, ver tu relación como una más, donde dos personas se aman. Ver a Eduardo llorar y sufrir por el prospecto de tu muerte me hizo entender que no habrá nadie que te amé más que él- las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas- no te digo que las cosas cambiaran de la noche a la mañana, debes entenderme un poco y darme tiempo, pero a pesar de todo quiero que sepas que te amo, eres mi hijo y te amo, eso es lo único que debe importar- dijo mientras se levantaba y caminaba hasta mi para abrazarme.

ARMANDO

Allí estaban, como dos tortolos. ¡Que cursilería! No entendía como las personas podían llegar a ser tan estúpidas. En verdad. Cada vez que veía lo que el amor le hacía a las personas entendía porque nunca me enamoré y me alegraba por ello.

Ya llevaban más de veinte minutos allí, no entendía que tanto podían hablar. La única razón por la que esperaba pacientemente y no actuaba era por Santiago. Si tan solo se hubiese tardado unos cuantos minutos me habría dado tiempo, pero ya no servía lamentarme, a partir de ese momento todo quedaba a merced de la improvisación, aunque esta parte del plan tendría que ser improvisada. Lo único que necesitaba era que David se quedara solo, nada más. Solo necesitaba cinco minutos para actuar, nada más. Tenía el paño con el amoniaco, el arma estaba cargada resguardada bajo la chaqueta de cuero que llevaba puesta y el auto se encontraba lo suficientemente apartado como para no levantar sospechas si alguien se daba cuenta de la escena.

Suspiré cansado una vez más, ya me estaba impacientando. La verdad que si no estuviese tan apurado de terminar con esto de una vez por todas usaría esta escena a mi favor. Estoy seguro que si Fabián veía a David de esa forma con Santiago, su noviazgo o lo que sea que tuviesen se vería afectado. La verdad disfrutaría bastante haciéndolos sufrir un poco, pero ya había tomado la decisión, atacaría fuerte y terminaría con todo esto. Siempre es mejor matar la serpiente por la cabeza. Además, ya los anteriores intentos de Diego me dejaron claro que lo único que lograba con ese tipo de estrategias era amargarles solamente el día y nada más. Ya lo que paso con Eric, se sale un poco del tema, eso si no estaba en mis planes, pero hubiese sido un golpe de gracia. Pero lo mejor es lo que paso, me servía mejor vivo que muerto, no quería a policías detrás de nosotros investigando un asesinato, porque seamos sinceros, si el chico moría, las miradas irían directamente a nosotros.

Tuve que esperar alrededor de treinta minutos más antes de que ese par de idiotas se dignara a marcharse. Bien, allí comenzaría todo, debía ser ágil y sumamente limpio con lo que hacía, no podía dejar evidencia… un momento, ¿No me digas que ese imbécil lo va acompañar hasta su casa? ¡No!... ¡Arsh! Definitivamente esta gente es como la hierba mala, difícil de matar. Respiré hondo e intente calmarme. ¿Qué podía hacer? No me quedaba más remedio que seguirlos.

Aun con la rabia carcomiéndome, arranque el auto y esperé que se alejaran una distancia prudencial. Cuando creí conveniente aceleré lentamente manteniéndome lejos, y deteniéndome cuando me acercaba demasiado. La pareja estaba tan absorta en su conversación, que no notaron nada extraño, que estúpidos. Ahora entendía como Diego logró drogarlos a ellos y al resto de grupo. Eran demasiado confiados. Mejor para mí, así me pondrían todo en bandeja de plata.

Tras varios minutos de seguirlos, observé como entraban a un modesto café, a que no estaba tan alejado del parque, resoplé cansado nuevamente. Al parecer tendría que ser el guardaespaldas de esos dos por el resto del día. Me frustraba que justo cuando me proponía actuar pasaban este tipo de cosas.

Lo único que me quedo fue esperar fuera del café a que los imbéciles desayunaran o que se yo. Por suerte se tardaron menos de lo que esperaba. Cuando los vi salir, me dispuse a poner en marcha de nuevo pero en seguida mis reflejos percataron la oportunidad que necesitaba. Santiago se había regresado al café y dejó solo a David, a lo mejor se le olvido algo o que se yo, lo que importaba era tener el camino libre. Sí que sin pensarlo demasiado abrí la puerta y crucé la calle, pero cuando iba a medio camino palpe en los bolsillos de la chaqueta para buscar el pañuelo con el amoniaco y no lo encontré. ¡Maldición! Definitivamente ese no era mi día. ¡Al demonio con eso! Ya no podía dar marcha atrás si Santiago salía y me veía todo se venía abajo.

Palpe en mi otro bolsillo y decidido saque la pistola a tan solo unos cuantos pasos del castaño cuando llegue a él pose el cañón de inmediato en su cien mientras que con mi mano libre le tapaba la boca.

-Si gritas te vuelo los sesos- le susurré al oído.

SANTIAGO

-Muchas gracias- le dije a la mesera aliviado. Había olvidado mi celular en el local, pero por suerte la chica que nos atendió se tomó la molestia de guardarlo. Lo encendí, vi la hora y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón. Aún era temprano.

Salí del establecimiento esperando ver a David donde lo deje pero no estaba. En un principio no me extrañe, a lo mejor se había adelantado para ver algo en las vidrieras de algún local más adelante, así que comencé a caminar esperando encontrarlo cerca. Sin embargo, tras más de veinte minutos caminando no lo encontré. ¿Se habrá ido sin despedirse? No lo creía, dijo que me esperaría. Decidí márcale para estar tranquilo pero luego de varios intentos entendí que no contestaría. Allí si comencé a preocuparme y extrañamente un pensamiento vino a mi cabeza. De inmediato lo espanté. Era demasiado rebuscado pensar en eso, por el momento solo me debía concentrar en saber dónde estaba David, nada más. No creía que Diego llegara a los extremos a los que pensaba.

Buscando calmar mis preocupaciones decidí caminar hasta la casa de David y salir de mis dudas de una vez por todas. No me importaba si hacia algo imprudente, necesitaba saber que el castaño se encontraba a salvo. Tenía entendido que su madre nunca se enteró de lo nuestro. Por lo que debía usar mi ingenio para inventarme alguna historia coherente. Lo único que me consolaba era que la señora Elena me conocia y sabía que estudiaba con su hijo, nada más. Pero nada de eso importaba, necesitaba comprobar que nada de lo que me imaginaba y me inquietaba eran solo producto de mi imaginación.

*<<<

Al llegar a casa del castaño, quien me recibió fue la señora Elena, como lo esperaba.

-Buenos días, señora Elena- la saludé apenas abrió la puerta- ¿se encuentra David?-.

-Buenos días…- hizo memoria- ¿Santiago?- preguntó dudosa, yo asentí- disculpa mi mala memoria, es que conozco muy poco a los amigos de mi hijo- se disculpó- ¿Quieres pasar?- asentí siguiendo hacia adentro- Por el momento debo decirte…- decía mientras caminábamos hacia la sala de estar-… que David no está, creo que me dijo algo que se iba encontrar con un amigo en el parque o algo parecido, no sé si quieres sentarte y esperas a que llegue, no debe de tardar- en ese instante mi preocupación se disparó, los pensamientos de que algo pudo haberle pasado rondaban con más fuerza en mi cabeza, pero trataba de tranquilizarlos diciéndome que aún era muy pronto para alarmarse, tal  vez quiso estar solo después de nuestra conversación y por eso no se despidió. Si, tal vez eso fue. Quiso despejar su mente y muy probablemente estaría caminando por allí. Inhalé fuertemente mientras me sentaba en uno de los sofás.

-¿Deseas algo de tomar?- me preguntó la señora Elena.

-Un poco de agua estaría bien- tenía la garganta seca tras tanto caminar.

-Ya te la traigo- dijo dirigiéndose hasta la cocina.

Nunca había ido a la casa de mí ahora exnovio, era la primera vez que estaba allí. Un sentimiento de nostalgia vino a mí. Soñé por semanas con que el castaño me presentara como su novio. Conocer a sus padres y demostrar que David está en buenas manos. Tener un poco de normalidad en nuestra relación como cualquier otra pareja. Pero ese encuentro nunca se dio. No pude presentarme ante mis suegros como una de las personas que más quería a su hijo.

-Acá tienes- la voz de la señora Elena me sacó de mi cavilaciones. En sus manos traía un vaso con agua, me lo tendió y luego se sentó en uno de los sillones que estaba colocado frente a mí. Bebí el agua y tras terminar la coloqué en la mesa de centro.

Un silencio sepulcral se instauró en el ambiente durante los primeros minutos. La señora Elena hacia preguntas escuetas sobre mi vida o mis padres, nada que diera pie a una conversación más allá de tres frases seguidas. Quería buscar un tema de conversación algo interesante, pero las preocupaciones en mi cabeza no me permitían concentrarme en nada más que saber dónde estaba David. Con solo ver pasar al castaño por la puerta de su casa era suficiente para tranquilizarme. No me interesaba si ya no seguíamos juntos y que a partir de ese día debíamos guardar distancia, solo necesitaba saber que el chico a quien más quería en este mundo estaba sano y salvo.

-¿Qué les pasó?- escuché a la señora Elena de un momento a otro.

-¿Disculpe…?-.

-¿Por qué terminaron…?- me quede pasando, no sabía que ella tenía noción de lo nuestro, pensé que era algo completamente ajeno a su conocimiento.

-No entiendo… ¿Usted sabe de…?-.

-¿De qué tú y mi hijo eran novios?- asentí- sí, y debo darte las gracias- estaba cada vez más perdido en aquella conversación.

-No entiendo ¿Cómo lo supo?-.

-Santiago soy una madre, uno sabe percibir las señales y una que otra vez ley un whatsapp por accidente. Pero no te asustes, no te voy a reprochar nada, ya los tiempos de inquisición caducaron en esta casa. Aun es difícil llevar el tema, pero creo que hemos avanzado bastante-.

-¿Y por qué me da las gracias?-.

-Le devolviste la alegría a mi hijo- me dedicó una sonrisa sincera- contigo volvió a ser el chico de siempre y la sombra de Fabián no lo siguió carcomiendo. Fuiste nuestra salvación. Alberto y yo nunca hubiésemos superado que David muriera por culpa de una mala decisión tomada por los prejuicios. Desde que vimos las consecuencias que traían tratar de “enderezar” a nuestro hijo nos dimos cuenta que lo único que importa es su felicidad. Y contigo era feliz-.

-Como lo dijo, era, tiempo pasado, ahora ya lo nuestro no es posible- dije resignado.

-¿Pero si los dos se quieren? ¿Cuál es el impedimento?-.

-Fabián- contesté- regresó- su sorpresa fue evidente- y contra eso no puedo luchar. Tal vez si las cosas hubieran sucedido de otra forma, no estaría hoy diciéndole adiós al amor de mi vida, pero esos son supuestos, prefiero quedarme con la realidad-.

-Mi hijo te seguirá queriendo a pesar de todo-.

-Lo sé, ese es mi consuelo, no es lo que esperaba, sin embargo a veces cuando amas, debes aprender a decir adiós- y ya esta era la segunda vez que lo hacía.

FABIAN

Veía la televisión cuando mi celular sonó. Era una llamada. Dudé por unos pocos segundos si responder o no. No sabía que decir, o cómo actuar… ¿Qué hacía llamándome? ¿Acaso las cosas salieron mal? ¿Será que David se arrepintió después de todo? Lo cierto es que si no contestaba mi cabeza explotaría con las miles de conjeturas que se arremolinaban en ella.

-¿Bueno?- dije dudoso.

-¿Fabián?- escuché al otro lado de la línea.

-¿Qué sucede?- trataba de emular un tono neutro.

-Necesito saber si David está contigo-.

-No ¿Por qué lo preguntas…?- contesté extrañado ¿No se suponía que estaría con él?

-Porque no aparece…-.

-¿Cómo que no aparece?- enseguida me paré del sillón- ¿no se supone que estaba contigo?-.

-Sí, pero en un momento de descuido lo perdí de vista, pensé que estaría en su casa pero aquí estoy y aún no ha llegado, la otra opción eras tú pero por lo que veo tampoco sabes nada de él. Fabián, estoy preocupado-.

-Espérame allí, enseguida salgo- el miedo me invadió de inmediato. Tenía un mal presentimiento. Algo en mi interior me decía que esto era bastante serio.

Sin perder tiempo fui hasta la habitación de mi tía y busqué las llaves del auto. Por suerte esa mañana una compañera de trabajo pasó por ella, así que había dejado el auto. Rápidamente pase por la mía, para cambiar mis shorts por un pantalón, nada más. Inmediatamente bajé corriendo las escaleras. Cada minuto era valioso.

*<<<

-¿Pero como se puede perder una persona de esa manera?- preguntaba incrédulo.

-No lo sé Fabián, ya te dije, entre a buscar mi teléfono y cuando regresé no estaba, solo fueron unos escasos 60 segundos. Yo estoy igual de sorprendido y preocupado- contestó Santiago, sentado en el asiento del copiloto.

Resoplé para calmarme un poco. Destensé un poco las manos del volante e intente regular mi respiración. Sabía que Santiago no tenía la culpa de esto y no debía pagar mi enojo con él, pero entiéndanme, el amor de mi vida podía estar en peligro y no podía hacer nada. Me sentía completamente impotente.

-Si le pasa algo me muero- confesé por lo bajo.

-Nos morimos los dos- dijo girándose para ver por la ventanilla del auto.

Giramos en una esquina, y llegamos al parque. Estacioné por unos segundos dando un paseo por el lugar pero no había señales de él. Decidimos bajar para buscar con más detalle, Santiago fue hacia el norte y yo al sur. En mi interior tenía la esperanza de la desaparición del castaño solo era un mal entendido, que solo quería estar solo, sin que nadie lo molestara, y por eso había escapado, o que se yo. Mi mente maquinaba un sinfín de teorías que intentaban calmar mi estado de preocupación. Pero nuestras esperanzas se fueron a la basura tras no encontrar nada. Buscamos en cada centímetro cuadrado de césped, detrás de cada árbol, e incluso en los lugares más improbables y nada, no había señales de él.

-¿Dónde estás David?- le pregunté al viento. Una presión en mi pecho se estaba haciendo más fuerte a medida que los minutos pasaban, el miedo estaba haciendo estragos en mí.

-Tranquilo, ya verás que lo vamos a encontrar- me dijo un no muy seguro Santiago palmeándome la espalda. Se vía que no estaba nada bien, su rostro reflejaba la misma preocupación que me invadía.

-¿Qué camino tomaron?-

-Aquel- dijo señalando a una calle aledaña.

-Vamos- fuimos de nuevo hasta el auto para hacer el  mismo recorrido de esa mañana. Nos mantuvimos alerta, pero no lo encontramos, se nos ocurrió preguntar a varias personas a medida que nos acercábamos al local, donde ambos desayunaron pero la respuesta siempre era la misma, nadie lo había visto. Era frustrante no obtener por lo menos algún indicio.

-Ese es local- dijo señalando el establecimiento- entré por unos segundos y cuando salí ya no estaban, la verdad no entiendo que pasó-.

REBECA

-¿Cómo te sientes?-.

-Más tranquilo- contestó Eric reacomodándose en la cama- que mamá haya dicho todo eso, es un progreso grande. Tú la conoces-.

-Si, creo que tu accidente la hizo cambiar un poco, sabemos que ese cambio no será de la noche a la mañana, pero por lo menos tienes la certeza que y dió el primer pasó-.

-Esperemos que no tenga que ocurrir otro accidente para que me acepté por completo-.

-No seas exagerado- le  palmeé el hombro- aunque, algo de razón tienes, personas como mamá tienen una visión del mundo tan cerrada que tiene que ocurrir algo extraordinario para que puedan abrir los ojos. Lo mismo pasó con David, aunque su padre llegó a otro nivel-.

-Debió ser traumático-.

-Lo fue- musité.

-¿Qué crees que estén hablando?-.

-¿Quiénes? Mama y Eduardo- asintió- no lo sé, tal vez la típica conversación de la pedida de mano o que se yo- dije en broma.

-Hablo en serio…- se quejó.

-Estoy hablando enserio- dije- tranquilízate, mamá no lo va a correr-.

-Eso espero…- comentó por lo bajo.

En ese momento mi celular sonó, era Fabián, contesté de inmediato.

-¿Bueno?-.

-Hola Rebeca, te estoy llamando por algo urgente- se le notaba preocupado. Eso encendió mis alarmas- dime por favor que estas con David-.

-No ¿Por qué debería estarlo? ¿Qué pasó?-.

-Está desaparecido desde esta mañana, no sabemos dónde está-.

-¿Cómo que desapareció?-no entendía nada de lo que me decía.

-Como lo oyes, no sabemos dónde está. No sé qué hacer…- su voz tembló por un segundo-… Rebe, si le pasa algo me muero-.

-No digas esas cosas- le contesté tratando de decirle algo que sonara bien, pero aún estaba en shock por la noticia, sin embargo en un momento un pensamiento vino a mi cabeza, y todo concordó-… ¿Dónde han buscado?-.

-En el camino que tomo esta mañana, los lugares que frecuenta, en casa de algunos conocidos…-

-¿Buscaste a Diego?- esa era la única respuesta viable, Diego. Ya después de esto, estaba cien por ciento segura que él tenía algo que ver. Su regreso de la noche a la mañana era demasiado sospechoso, él ya no tenía nada que hacer aquí, había culminado el bachillerato un año atrás. Su estancia en la ciudad tenía un motivo que ahora estábamos descubriendo. Si él fue capaz de drogarnos a todos aquella noche, lo creía capaz de tomar por la fuerza a David. Él tenía que ser el responsable de esta repentina desaparición.

-¿Crees que...?- preguntó incrédulo.

-No lo sé, tal vez sea descabellado pero tenemos que intentarlo-.

*<<<

Era evidente que te encontrabas en otra zona de la ciudad cuando mirabas por la ventanilla del auto. La ostentosidad, imponencia y los diseños de aquella urbanización tan bien organizada y construida te daba entender que solo alguien con una alta posición social podría vivir allí. Miraras por donde miraras el estatus social que predominaba en el perímetro era visible. Coches de marca, una arquitectura bastante estilizada y un lujo que era muy inusual ver.

Retiré mi vista de la ventanilla y mire al frente. Estábamos en la que se suponía que era la urbanización donde vivía Diego. Al parecer el chico había vuelto con sus padres, o algo así, la verdad su vida no me interesaba. Habíamos pasado por el hotel donde se estaba hospedando pero allí no dijeron que el chico se había retirado hacia días, así que el único lugar probable donde encontrarlo era en la casa de sus padres.

Por suerte Esteban sabía la dirección y no dudo en unírsenos para encontrar el castaño e ir con nosotros a enfrentar a Diego. Y allí estábamos los cuatro, llegando a territorio enemigo.

FABIAN

Una mezcla de emociones se aglutinaba en mi mente, coraje, ira, odio, miedo, esperanza… sentimientos que me tenían al borde del colapso. Por más que esforzara por ser optimista, mi cabeza se imaginaba lo peor con cada minuto que transcurría. Imaginaba David en un callejón tirado en el asfalto con un disparo en la cabeza o con alguna puñalada, o en el mejor de los casos mal herido y moribundo, eso era lo que invadía mis pensamientos. No entendía la razón, pero un presentimiento me decía que nada saldría bien en todo esto. Siendo sincero, sentía que la muerte se llevaría alguien en todo este problema y tenía miedo que fuese mi castaño. No, no y ¡no…! no lo aceptaría, eso si no lo soportaría, vivir sin él sería un infierno, su ausencia era el límite a toda la fuerza que me hacía seguir adelante, no tenerlo era como tirar mi combustible a vacío. Si él se iba yo me iría con él, eso era lo único que tenía claro en todo este lio. Estaba más que seguro que si mi amado partía de este mundo yo le iría a ser compañía. Si no estábamos destinados a querernos en esta vida lo estaríamos en la siguiente.

-Esa es- señaló Esteban a nuestra derecha. De inmediato mi ira se intensificó. Estaba que explotaba. Necesitaba descargar mi frustración con alguien y por lo visto seria con el malnacido de Diego. Sin titubear, bajé a penas el auto se detuvo, caminé a paso rápido hacia un lado del portón que aseguraba a la propiedad y marqué el intercomunicador.

-¿Diga? ¿Quién habla?- escuché decir a una señora mayor en la bocina.

-Buenos días, busco a Diego, le podría decir que lo estoy esperando afuera. Es de parte de Eduardo un viejo amigo-.

-Está bien joven, ya le aviso- inmediatamente se cortó la comunicación.

DIEGO

Llevaba dos días sin saber nada de Armando, eso me preocupaba, desde su regreso apenas había tenido contacto con él. Pero eso no era lo que me alarmaba, sino las cosas que encontré en su habitación y en su computadora. Eso sí me asusto.

La tarde de su regreso, fui a visitarlo a su casa; se encontraba solo, al parecer sus padres estaban fuera del país. Por lo que debía sacar provecho de la situación. Y así fue. En el momento donde Armando entró a ducharse tuve la oportunidad de esculcar entre sus cosas. En un principio todo parecía estar en orden, ropa, implementos de uso personal, nada que pareciese sospechoso, solo unas cuantas maletas sin deshacer pero nada fuera de lo común, hasta que me topé con un pequeño bolso negro, oculto debajo de su cama, y lo que encontré no me agrado en absoluto. En el interior yacía una navaja, una pistola nueve milímetros, cuerdas, cinta adhesiva, un frasco de amoniaco y otras cosas que no pude detallar bien, de inmediato lo guardé, no podía arriesgarme. Lo puse en su lugar sentándome de nuevo sobre la cama, en el mismo lugar donde estaba cuando Armando fue al baño, aun con la sorpresa calando en mi interior, ¡Dios! ¿Qué pensaba hacer Armando?

Esperé durante unos minutos pero al ver que no salía y oír que el agua continuaba cayendo, decidí seguir con mi búsqueda ¿Y qué mejor que su computadora? La tomé de la mesa de noche y rogué por que la contraseña siguiese siendo la misma, y así fue. Me paseé por los documentos y todas las carpetas que logré divisar, y no encontré algo que me diera indicios de algún plan. Algo frustrado fui hasta la historia de búsquedas, allí tampoco encontré mucho, solo lo usual, música, videos de YouTube, alguna que otra página porno gay o hetero, pero nada que levantase sospechas. Por un instante me creí estúpido, conocía a Armando y si el planeaba algo por su cuenta, se aseguraría de no dejar evidencia. Lo más probable era que si necesitaba algo de internet usara el modo de incognito, pero aun esperanzado de encontrar algo continúe con mi búsqueda llagando a los historiales del mes pasado. Algo; por pequeño que pudiese ser, debía estar escondo en medio de aquel mar de información. Y luego de varios minutos, di con lo que esperaba, no era mucho pero era lo que buscaba. Un par de búsquedas de hacia mes y medio que tal vez olvido eliminar “métodos de tortura psicológica”, “asesinatos premeditados”, fue lo que leí. Eso me dejó pasmado.

Entendía que Armando buscaba desquitarse con David e imponer la justicia que queríamos, pero ya eso era demasiado. Rallaba en lo psicópata. Si el buscaba un cómplice de asesinato, conmigo no contaría, yo no bañaría mis manos de sangre por sus retorcidos deseos. Lo amaba, pero tenía suficiente uso de razón como para no seguirlo ciegamente a esa locura.

El sonido del golpeteo de la puerta espanto mis pensamientos.

-¿Diga?- pregunté

-Joven- era Virginia, la señora de servicio- un muchacho lo espera en el portón de entrada, dice que se llama Eduardo y quiere hablar con usted-.

-¿Lo invitaste a pasar?-.

-No joven, pero si quiere le digo que lo espere en la sala de estar-.

-Descuida- le dije apartándome de la ventana en la que llevaba varios minutos parado, organizando mis pensamientos- yo lo atenderé- de inmediato salí de mi habitación en dirección a la entrada que daba a la calle.

Creía que después de lo ocurrido en la discoteca, Eduardo intentaría alejarse, olvidándose de que existía, pero por lo que veía, su coraje estaba bajando. ¿Tal vez venia hacer las paces conmigo? Sería una excelente noticia, porque la verdad, Eduardo era el único del grupo de amigos de David que me caía estupendamente bien, el resto se los podía llevar un tren por delante.

Salí hacia al jardín delantero e hice todo el recorrido hasta la entrada de la propiedad lo más rápido que pude.

Un tanto entusiasmado abrí la puerta colocada en un lado y la escena que me encontré no me agrado en absoluto. Quise devolverme y escabullirme de allí como pudiese pero ellos fueron más rápidos. Esteban y Santiago corrieron hasta mí tomándome de los brazos mientras Fabián se paró frente a mí.

-Ahora nos vas a decir dónde demonios tienes a David- me exigió colocando su mano en mi cuello, haciendo un poco de presión, mientras clavaba su mirada llena de ira en mis ojos.

-No sé de qué están hablando, ¡suéltenme!- intenté forcejear pero era inútil, me superaban en número.

-Sabes perfectamente de lo que estamos hablando, así que nos dirás lo que queremos y vendrás con nosotros-.

-¡Suéltenme ahora! O se atendrán a las consecuencias- los amenacé.

-Tus amenazas no nos asustan-.

-¡Virginia! ¡Virginia!- comencé a gritar como un desquiciado, pero enseguida Fabián me tapo la boca. Intenté zafarme con todos mis fuerzas pero no sirvió de nada.

-Te calmas o te callaremos a golpes- dijo Santiago haciendo presión en  mi brazo. Un quejido de dolor se escapó de mi boca-  cooperas o sufres, tú decides- dijo tajante.

-Está bien, está bien… - dije rindiéndome, era un desgaste de tiempo querer pelear contra ellos- pero por favor… suelta mi brazo…- ya me estaba faltando el aliento- les diré todo lo que sé…- de inmediato Esteban y Santiago me soltaron.

-Bien, habla- dijo Fabián.

-Si quieren la verdad se las diré. No sé dónde está su noviecito- respondí, de inmediato los tres se abalanzaron sobre mí de nuevo- pero si con quien puede estar-.

-¿Cómo?- inquirió Fabián.

-Como lo oyes, creo que puedo ayudar a encontrarlo, si me dejan entrar y buscar mi auto puedo llevarl…-.

-No, no, no bonito, tu vienes con nosotros- me interrumpió el moreno- te dejaremos en paz cuando encontremos al castaño. Pero continua ¿Dónde y con quién está?-.

-No sé dónde pero sospecho que está con Armando-.

-¿Armando?- intervino Santiago- ¿acaso nos tomas el pelo? Armando está del otro lado del atlántico-.

-No, está aquí, regreso hace poco-.

-Bien, supongamos que es verdad lo que dices, ¿Por qué deberíamos confiar en ti? Tú eres su amigo y esta podría ser una trampa- dijo el moreno.

-No te estoy pidiendo que confíes mí, pero lamentablemente soy tu mejor opción en estos momentos, tu única opción- contesté- si quieres me amarras y me amordazas durante todo el camino. Lo único que quiero es evitar una desgracia innecesaria, por eso lo hago, no porque me caigan bien-.

DAVID

Cuando recobré la conciencia todo a mí alrededor me daba vueltas. Parpadeé varias veces intentando enfocar mejor mi vista pero esta se resistía, pasaron un par de minutos antes de que pudiera estar del todo consiente. Lo primero que percibí era que mis brazos y pies se encontraban atados y mi boca amordazada. Me encontraba sentado en una silla completamente inmóvil, dentro de lo que parecía ser un almacén de utensilios de limpieza o jardinería, no podía distinguir mi bien el lugar, la poca luz que entraba se hacía tenue. Anunciando que estaba anocheciendo. Enfoqué mí vista en cada rincón buscando algún indicio de donde estaba pero no logré mucho, solo se veía algo de pasto por la ventana, nada más.

Intenté recordar que me había ocurrido y lo único que venía a mi cabeza, era lo sucedido por la mañana, estaba parado esperando a Santiago cuando alguien me tomó por la espalda, me apuntó con un arma y del algún modo hizo que perdiera el conocimiento. Después de allí nada, mi mente era un completo hueco negro.

¿Qué hacia allí? ¿Quién me quería secuestrar? No le veía sentido a esta situación, era demasiado irreal. Mi familia no era rica, tal vez estábamos bien acomodados, pero el dinero no nos sobraba, así que ¿Qué buscaban? Evidentemente el interés no era financiero, eso me dejaba más confundido de lo que estaba, no entendía quien pudiera tener razones para tomarme como rehén.

Me moví un poco y comprobé que también estaba amarrado a la silla. Suspiré pesadamente. Esto era lo último que me faltaba, terminar secuestrado en las manos de quien sabe quién. ¿Estaría pagando pecados de mis vidas anteriores o algo por el estilo? Ya estaba harto de sacar una piedra en mi camino y que un paso más adelante aparecieran dos más. Me sentía frustrado.

Comencé a indagar de nuevo en mis pensamientos, analizando múltiples posibilidades, hasta las más locas, desde que era rehén de algún cartel de drogas, hasta que todo podía ser una broma de mal gusto. Pero ninguna lograba convencerme. Sabía que quien tuviese motivos, tenía claro que haría conmigo después de esto. Todo estaba fríamente calculado, para no dejar rastros y alcanzar su objetivo con el menor ruido posible. Eso me asustaba. Morir sin que nadie supiese nada de mí. Desaparecer durante veinte años y que me encontrara cuando mis huesos ya fueran polvo. Me aterraba esa posibilidad. Me aterraba morir. Pero era claro que si no actuaba terminaría en una fosa a un lado de un camino pedregoso. Por alguna extraña razón eso lo tenía claro.

Comencé a indagar entre mis conocidos, personas  a las que había visto una vez. Intentaba recordar quien había pasado junto a mí de camino al parque, que personas sabia de mi paradero durante la mañana, quienes tenían motivos o quiénes no. Pensé en todo en un sinfín de posibilidades y nada, no encontraba una respuesta… hasta que un pensamiento pasó rápidamente por mi cabeza. ¿Sería posible? ¿No sería demasiado descabellado? Él estaba a miles de kilómetros, pero… ¡Si, claro! ¿Por qué no lo vi antes? Era tan obvio…

Claramente el regreso de Diego no fue mera casualidad, todo estaba planeado desde un principio. Armando no se llenaría las manos de tierra, sino que había mandado a su lacayo para que hiciera el trabajo sucio. ¡Claro! Eso tenía que ser. Diego era el único que tenía motivos para secuestrarme y tenía los motivos. Él tenía que ser el personaje detrás de esta locura. Era lo bastante débil como para ceder ante las manipulaciones de Armando, quien desde siempre me ha querido borrar del mapa. En el fondo sé que el origen de todo el odio que ese par me tiene, es infundado en realidad por Armando, él es quien verdaderamente me quiere muerto. Quien le ha llenado la cabeza de porquerías a su amigo, para sembrar un odio que ni siquiera el mismo Diego entiende muy bien. No sé de qué me estarán culpando ahora, de seguro cualquier excusa que les sirva para vengarse. Por qué eso era lo que buscaban, desquitarse por darles su merecido. Vengarse por no haberles permitido salir impunes. De eso se trataba todo esto. De la justicia de los verdugos.

De un momento a otro escuché el sonido de la puerta agitándose, esperé unos segundos sin saber que pasaba y tras verla moverse supe que alguien entraba al pequeño cuarto. En un primer momento la oscuridad que invadía al lugar no me permitía distinguir su rostro pero cuando dio los pasos suficientes hasta llegar a mi campo de visión, me quede perplejo. Sentí como el aliento se escapaba de mis pulmones y mi corazón hacer una pausa que podía confundirse con un paro respiratorio y cardiaco a la vez. Estaba en shock. Verlo parado enfrente de mí era tan improbable como caminar sobre el agua. La verdad no entendía que sucedía, que extraño juego se desarrollaba ante mis ojos o cuando había iniciado la obra de teatro donde yo era el protagonista al que todos engañaban y veían la cara de imbécil. Pero lo peor de todo no era lo extraña y quimérica que podía ser la situación, sino el hecho de saber que no saldría vivo de esas cuatro paredes.

-Veo que te has despertado- exclamó exageradamente. Le dediqué una mirada fulminante – No me esperabas ¿cierto?- se acercaba cada vez más a donde estaba sentado. Quería intimidarme, ese era su juego- Creo que ninguno de tus amigos o tu fue lo suficientemente inteligente como para preveer el peligro bajo el cual estaban. Son demasiados confiados, piensan que porque son buenos con el mundo la vida les retribuirá el favor. ¡Que estúpidos!- se dio media vuelta y caminó hasta un rincón para buscar otra silla. La arrastró hasta donde estaba y se sentó justo frente a mí.

-Mmmgmmg- intentaba decir algo pero la mordaza solo me dejaba emitir sonidos incoherentes.

-¿Cómo?-.

-P…mmm..qq..- me esforzaba por articular las palabras pero era imposible.

-Disculpa no te entiendo- colocó una mano en su oído como si intentase captar un sonido lejano. Era un malnacido. Con cada frase o cosa que hacía, siempre buscaba se burlarse de ti- ¡Oh! Lo siento, olvidé que estas amordazado- el dramatismo de obra de teatro de mala muerte; que intentaba emular, me daban ganas de vomitar- ¿Sabes que? te voy a desatar- dijo con hipocresía- no creo que nadie te escuche. Además, creo que eres lo suficientemente inteligente como para no hacer algo estúpido- se levantó de su silla y desamarró la tela que tapaba mi boca. Hice algunos movimientos con mis labios, buscando desentumecer la zona.

  • ¿Qué buscas?- fui directo al grano.

  • No te entiendo. Creo que tu pregunta tiene muchas implicaciones-.

-¡Por Dios Armando! Somos lo suficientemente maduros como para mantener una conversación adulta y ambos sabemos qué haces esto por el odio que me tienes-.

-Entonces para que preguntas si tú mismo tienes la respuesta-.

-No, no la tengo- le corregí- solo sé que me odias por alguna extraña razón que desconozco, pero no sé qué buscas antes de matarme. Torturarme, quitarme, lo que más quiero, nada de eso lo tengo claro-.

-¿Y para que quieres que te lo diga? Si de todas formas no podrás evitar nada- definitivamente este tipo era un completo narcisista que se creía intocable. Un raro espécimen.

-Bueno, quizás entender de que soy culpable-.

-¡Ay mi querido David!- decía con una risa divertida- eres culpable nada más y nada menos de meterte en mi vida- en ese momento su tono de voz cambio- se abrir tu boca de niña desvalida y arruinarme la vida- se acercó de nuevo a mí y puso sus manos en mi cuello haciendo presión con el índice y el pulgar- eres culpable de estar vivo-.

Aquella posición me estaba dejando sin aliento. Los nervios, el miedo y sus intentos de estrangulación me dificultaban respirar. Él lo notó y creo que sintió más satisfacción aun. No era de extrañarme que torturar a otras personas era su pasatiempo favorito.

-Si me odias tanto, si soy un obstáculo en tu vida…- aunque en verdad no le veía el sentido a ese argumento- termina con esto, mátame, quema mi cuerpo y arroja las cenizas a algún rio o en donde nadie las puede encontrar- lo reté.

-¿Acaso me crees estúpido?- contesto burlándose- no te voy a dar la piedad de una muerte rápida. Tengo otros planes para ti. Y si el tiempo lo permite creo que poder disfrutar de tu peculiar cuerpecito, porque- me dio una rápida escaneada con sus ojos- debo reconocerlo, feo no eres, tienes hasta tu encanto, pero no eres mi tipo. A mí no me gustan los santurrones, me aburren. Claro, eso no significa que sea ciego- llevo su otra mano a mi mejilla para comenzar a acariciarla. La situación me estaba dando nauseas- ¿Sabes? Creo que entiendo un poco porque Santiago y Fabián se enamoraron de ti- intenté apartar mi cabeza pero él no me dejo- eres el espécimen perfecto, inocente, puro y casto, sin un gota de maldad- decía con el mismo tono de burla, de hacía unos momentos- eres el sueño de todo activo. Pero permite darte un consejo- su tono volvió a cambiar y se metió en el papel de amigo concejero- a veces es necesario variar un poco, porque de lo contrario la gente se aburre de ti. Y creo que ha llegado la hora de experimentar algo nuevo. Te aseguro que después que me pruebes a mí, no vas a querer saber nada de los imbéciles de Santiago y Fabián- termino de decir entre risas mientras se ponía de pie.

-Eres un enfermo-.

-Sí, lo sé- contestó sin inmutarse- yo en tu lugar estaría temblando de miedo. Pero dejemos nuestra interesante conversación para mañana. Hoy tuve que levantarme muy temprano para atraparte, estoy exhausto. Así que debo descansar para el gran día de mañana. Buenas noches- se dio media vuelta y caminó hasta la puerta- duerme bien- dijo antes de salir.

¡Imbécil! Si pudiera lo molía a golpes con mis propias manos. Si él pensaba que era el mismo que cuando se fue estaba totalmente equivocado. Sabía que uno de los dos saldría vivo de esto y estaba seguro que sería yo.

SANTIAGO

Íbamos por un camino poco asfaltado, habíamos dejado la carretera unos metros atrás. No había  alumbrado y ya había anochecido, solo contábamos con las luces del auto para iluminar el camino. Miré por el parabrisas y a lo lejos pude distinguir las luces de una propiedad a la que nos acercábamos. Esa, según Diego, era una especie de casa de campo de la familia DiMauro, el lugar perfecto para hacer cualquier fechoría, pues estaba lo bastante alejado del resto de la ciudad para pasar completamente desapercibido.

Miré por un segundo a Fabián quien mantenía su vista en el volante. Su cara se mantenía inexpresiva. Suspiré cansado. Sabía cómo terminaría todo esto, me tendría que hacer a un lado y dejar que fuesen felices, eso era difícil de asimilar, pero no me importaba, en esos instantes no valían rivalidades, en lo que nos debíamos concentrar era en encontrar al castaño con vida. Durante todo el día no había pensado nada más que en eso, así que entenderán como se encontraba mi estado de ánimo.

A pesar de que mi alma y mi cuerpo desearan a David, era lo suficientemente maduro como para aceptar esta situación. En verdad lo quería. Deseaba su bienestar. Quería que fuera feliz. Por eso entendía que estaría seguro con Fabián. Aunque aún existían demonios en mi cabeza que me incitaba a tirar la madurez por la ventana y luchar con uñas y dientes, la decisión ya la había tomado.

Llegamos a la entrada de la propiedad unos minutos después de desviarnos por aquella carretera rural. Todos bajamos del auto y dirigimos nuestras miradas inquisidoras a Diego.

-¿Ahora qué?- le preguntó Esteban.

-Ahora debemos entrar- dijo como si fuese obvio.

-No te hagas el chistoso- le amenazo Fabián, señalándolo con el dedo índice.

-No me hago el chistoso, me refiero a que debemos buscar una manera de saltar el muro o forzar la puerta, sin morir electrocutados o encerrados en una celda, porque solo basta con que toquemos donde no debemos para que la alarma se encienda y venga la policía- miré hacia el muro perimetral de la propiedad y, en efecto, estaba protegido con alambrado eléctrico.

-¿Y qué tienes en mente?- le pregunté.

-No lo sé, creo que escuché una vez decir a Diego referirse a una parte la casa por la que era fácil trepar el muro o algo así, pero no estoy seguro, debemos ir a ver- todos dudábamos si creerle o no, pero no teníamos mejor opción.

-Te advierto que si es uno de tus juegos, la vas a pagar- lo amenazó el moreno parándose frente a él.

-No lo es, si quieren voy con ustedes-.

-Bien, iras adelante- le soltó Esteban instándole a que nos guiara. Diego empezó andar, rodeamos la propiedad por uno de los laterales y como él dijo, una parte del muro no poseía alambrado eléctrico, no era mucho pero tenía el espacio suficientemente ancho como para que una persona pasara. Escalar no sería complicado, en esa zona la altura de la pared no era mucha, unos dos metros cuando mucho.

-Sube- le ordenó Fabián señalándole la pared.

-¿Quieres que suba? ¿Acaso estás loco? Yo no iré-.

-Si lo harás- dijo el moreno- y si no cooperas te obligaremos. Diego le mantuvo la mirada por unos segundos y al final cedió a regañadientes. Entre Estaban y Fabián, lo levantaron para ayudarlo a llegar a la cima del muro. Al estar arriba coloco bien sus pies y hecho un vistazo a su alrededor.

-Y bien, ¿Qué ves?- pregunté.

-Nada- dijo sin voltear a verme.

-Sigo yo- intervino el moreno acomodándose para subir- apártate- le ordeno a Diego. Este lo miró y luego de un par de segundos, salto hacia el otro lado. Inmediatamente después Fabián logró subir con la ayuda de Esteban, y en menos de dos segundos se encontraba dentro.

-Yo iré con Fabián, tú te quedaras con Rebeca en el auto- me dijo Esteban.

-¿Cómo? Claro que no, yo no me quedare aquí sin hacer nada-.

-No te quedaras sin hacer nada, te quedaras vigilando-.

-Pero…-

-Si las cosas no salen bien y tenemos que escapar debemos estar listos- contestó para tratar de convencerme, aunque aún seguía reacio a quedarme- Tampoco podemos dejar sola a Rebeca-.

Me callé y raudamente termine cediendo. Quien debía estar al frente de esto ya había saltado, pensé.

DAVID

Gruñí frustrado. Llevaba casi una hora intentado desatar el amarre de mis muñecas, a mis espaldas, pero la cuerda no cedía. Cada vez era más claro que amarecería sin lograr mucho. Aunque tenía tiempo todavía. Seguramente era alrededor de la media noche, así que cuando mucho me restaban seis horas, para buscar la manera de salir de allí.

Una de las cosas que tenía clara era que debía ser inteligente y estar alerta, muy alerta. Si Armando me había dejado allí solo y nada más que con las cuerdas como uno obstáculo que me separaba de mi libertad era demasiado bueno para ser verdad, esto tenía una trampa de fondo y él esperaba que cayera. Así actuaba él. Quería jugar con mi esperanza, quería torturarme psicológicamente y perturbarme lo más que pudiera, y no debía permitírselo. A pesar de que no tenía un plan de qué hacer, si era atrapado, mi objetivo seguía siendo el mismo, salir de allí.

Dejé de mover mis manos ya sin esperanzas de lograr algo. Si quería soltarme ese no era el camino. Necesitaba algo afilado. Escaneé todo el lugar en busca de algo que me sirviera y en un rincón debajo de una de las mesas del pequeño almacén, divise una botella. Era lo que buscaba. A cualquier precio debía llegar hasta ella. Así que en un intento por mejorar mi posición dirigí todo mi cuerpo hacia un lado terminando en el suelo junto con la silla, el golpe me dolió, pero me mantenía tan concentrado en lo que quería que fue como un piquete de mosquito.

FABIAN

-No hay nada Fabián, solo la señora de servicio y su hijo. No hay señales de algo extraño- me informó Esteban una vez se unió a nosotros en el patio trasero.

-¿Hiciste ruido?-.

-Si lo hubiese hecho no estaríamos aquí tan tranquilos. Nadie me vio-.

Resople frustrado y clavé mis ojos en Diego - Nos estuviste tomando el pelo ¿cierto?- me abalancé sobre él intentando reprimirme para no explotar. Él apartó protestando.

-No les estoy tomando el pelo- se defendió- en verdad pensaba que él estaría aquí. Me dijo que saldría de la ciudad por unos días, así que pensé que el lugar más lógico donde buscarlo sería aquí-.

-Pero no está- le reprochó Esteban.

-Más te vale que comiences a pensar y se te ocurra algo, porque desde hace rato tengo unas ganas de partirle la cara a alguien y, créeme, estaría encantado de que fueses esa persona- lo decía enserio. La frustración y la rabia me poseían de pies a cabeza.

-Te juro que no se… ¡espera un segundo…!- parecía haber recordado algo- ¿Cuál creen que es el lugar menos probable donde se escondería?-.

-¡Claro! Que estúpidos hemos sido- dije comprendiéndolo todo- por eso te dijo que saldría de la cuidad- en seguida me di media vuelta y caminé hasta la parte del muro por donde habíamos saltado.

*<<<

Llevaba más de quince minutos sin pronunciar palabra, mantenía la vista en la carretera rogando porque mis suplicas fuesen escuchadas. Si no me equivocaba estábamos cerca de la casa de Armando. Esa era nuestra última esperanza. Si no encontrábamos a David, no sabía que más hacer. Podría estar en cualquier lugar de la ciudad, incluso fuera de ella. Era frustrante no saber nada.

-¿Cuál es el plan?- preguntó Rebeca cuando cruzábamos una esquina a unas calles antes de llegar.

-Aun no lo tengo claro- contesté- pero lo primero es saber si el castaño está allí, necesitamos saber si lo tiene sin que él se dé cuenta-.

-Eso no va pasar- intervino Diego- él los está esperando. La única razón, por la que estoy seguro de que no ha dado el golpe final, es porque quiere jugar con ustedes y esperar a que muerdan el anzuelo-.

-Yo opino que uno de nosotros debe ir primero- intervino Esteba- y estoy dispuesto a asumir ese riesgo-.

-No comprenden lo peligroso que es esto- dijo el pelirrojo.

-¿Y cuál es tu plan?- intervino Santiago desde el asiento del copiloto.

-Que ninguno de ustedes puede meterse en esto aún. Deben ser inteligentes. Yo puedo ayudarlos-.

-Espera un momento- lo interrumpí- ¿estas insinuando que quieres ser nuestro infiltrado?- la expresión de mi rostro demostraba disgusto-Ya veo cuáles son tus intensiones; traernos hasta acá y facilitarle el trabajo a Armando…-

-Si fuese infiltrado de Armando crees que los hubiese ayudado-.

-Para guardar las apariencias- comento Esteban- nos engañabas y luego nos traías hasta acá, donde tu amiguito nos quería-.

-¡Por Dios! Ni ustedes mismos creen esa historia. No niego que al inicio de todo esto era un lacayo de él pero ya está venganza se le salió de las manos. No quiero verme inmiscuido en un asesinato…-.

-¿Qué dices?- mi corazón se detuvo al oírlo hablar.

-Como lo hoyes, o que crees a que me refiero cuando digo que esto es peligroso. Tengo razones de sobra para alejarme y no bañar mis manos de sangre. Créanme no quiero pasar el resto de mi vida tras las rejas-.

Un silencio sepulcral invadió el auto. A todos nos cayó como balde de agua fría. Todos entendíamos que Armando era peligroso, y nada de lo que planeara era bueno, pero llegar al extremo de matar a alguien eran palabras mayúsculas, eso se pasaba de la raya. El solo pensar que David, mi David… No, no podía ser… ni siquiera me podía imaginar esa situación.

-Esto debe saberlo la policía- comento Rebeca.

-Si le avisan a la policía esto acabará mal- dijo Diego.

-No podemos hacer esto solos- contestó Santiago.

-Si podemos- afirmó el pelirrojo con completa seguridad- y debemos hacerlo. Como última opción debemos considerar a la policía. Créanme, debemos ser inteligentes-.

-Aun no me convences- le dije.

-Entiendan que soy su opción más factible en estos momentos-.

-Deja de decir que eres nuestra unic…- Esteban iba a continuar pero Rebeca lo interrumpió.

-Chicos- intervino- él tiene razón-.

Todos nos miramos por un par de segundos. Al parecer tendríamos mandar a nuestro prisionero como el conejillo de indias.

-Bien- acabé cediendo- pero si veo algo raro de inmediato llamo a la policía-.

-No tengo problema con ello- contestó Diego.

-Sin embargo las cosas, se harán a mi manera… iremos los dos-.

DAVID

Faltaba poco, solo era cuestión de tiempo para que la cuerda acabara cediendo. No sabía cuánto tiempo había pasado, solo que uno muy largo. No importaba. A cualquier costo necesitaba cortar el amarre de mis muñecas, si lo hacía, el resto del trabajo sería más sencillo. En otra situación el cansancio hubiese hecho estragos en mí, pero esa no era una situación común y corriente, era una lucha contra el reloj. Cada minuto era preciado y debía aprovecharlo, solo tenía unas pocas horas para escapar de allí, era mi única esperanza. No podía fallar. Si fracasaba sabía que no saldría con vida de allí, por eso debía luchar con uñas y dientes.

Luego de más de media hora de roce del vidrio contra la cuerda logré mi objetivo. Con rapidez desenredé mis muñecas de las cuerdas que apresaban mis manos y las dirigí hasta mis pies, soltarlos no sería un trabajo fácil. Busqué el pedazo de la botella que había usado antes y con movimientos rápidos comencé a cortar las cuerdas. Al ceder la primera, el resto fue cediendo más rápido. Una vez con las piernas y manos libres, me levanté. En un comienzo no pude mantenerme de pie, caí de nuevo suelo, mis piernas se encontraban entumecidas de tantas horas inmovilizadas. Tuve que esperar unos segundos a que el dolor se calmara para reincorporarme y caminar hasta la puerta de entrada… como era de esperarse estaba cerrada.

¿Ahora qué hacía? No podía simplemente romper la cerradura, el ruido alertaría a Armando. De seguro había previsto un posible escape y solo necesitaba recibir una señal de que intentaba huir. Necesitaba pensar con la cabeza fría. Piensa David, piensa. ¿Qué te puede servir? Alguna herramienta o algo que pudiese forzar la cerradura. En medio de aquellos implementos de jardinería debía haber algo que me ayudara.

Con rapidez comencé a buscar entre las herramientas, con esperanzas de toparme con algo que me pudiese ayudar. Revolví cada cajón, busqué debajo de las mesas, revisé entre los utensilios y nada parecía servir, hasta que me topé con un destornillador… no era lo que tenía en mente pero serviría.

Sin dudarlo fui de nuevo hasta la puerta y con mis manos temblorosas comencé a quitar los tornillos que mantenían la cerradura fijada a esta. No tenía un plan de qué hacer, solo actuaba por intuición, le estaba dejando a mi instinto de supervivencia todo el control de mi cuerpo. El procedimiento era sencillo, pero los nervios no ayudaban a coordinar mis actos. Luego de varios minutos, al final logré sacar cada tornillo, torpemente pero lo logré.

La parte de la cerradura que contenía el pomo calló sobre mis pies, el resto, que contenía la parte interna y las piezas quedaban hacia el exterior, quedó unido a la puerta. Pero el trabajo difícil estaba hecho. Sin saber que hacer, hice lo que el sentido común me dicto, con la punta afilada de destornillador comencé a golpear las piezas que se mantenían unidas a la puerta. Intentaba dar golpes secos buscando no hacer ruido pero igual se escuchaba el choque del metal. Lo único que me quedaba era rogar porque Armando tardara lo suficiente en darse cuenta, para poder escapar de allí; si en el más lamentable de los casos, me atrapaba en plena huida.

Con cada golpe que daba podía ver como las piezas se iban deformando y torciéndose, al final algunas cayeron al piso dejando solo el pasador que impedía que la puerta se abriera. Con una audacia que hasta a mí me sorprendió usé el destornillador para deshacerme de la bendita pieza, que tras varios segundos de forcejeo acabo saliendo. Estuve tentado a salir corriendo cuando ya no había nada que me mantuviese retenido allí pero debía ser inteligente. Escaparme no podía ser tan sencillo.

Asomé mi cabeza por la puerta entre abierta y lo primero que vieron mis ojos fue un amplio jardín, escaso de plantas, solo cubierto por el césped. A unos cuantos metros se alzaba una mansión. No había que preguntar dónde estaba, era obvio. Hice un paneo hasta donde la posición me lo permitió y al parecer no había nada extraño, o eso se veía, sin embargo aún me mantenía reacio a dar si quiera un paso. Necesitaba estar seguro de que saldría de allí con vida.

Mantenía mi vista advocada al panorama que se alzaba antes mis ojos cuando un sonido me sobresalto. De inmediato metí mi cabeza y cerré la puerta con rapidez. Mis nervios se dispararon y el sonido de mi corazón me atormentaba los oídos, mientras mi respiración se intensifico. No tenía idea que seria y tampoco gastaría el tiempo en adivinarlo. Estaba demasiado concentrado en salvar mi vida. Lo que me importaba era que no interfiriera en mi objetivo.

Iba a buscar algo para mantener la puerta asegurada cuando el sonido de los ladridos de un perro me alertaron. ¡Dios no! Si los ruidos que hice no despertaron a Armando esto si lo haría, pero el perro no ladro por mucho, instantes después un golpe seco lo calló, trayendo de nuevo el silencio. Solo se escuchaban el suave sonido de unas pisadas acercándome. Ignorante a lo que podía ser, busqué un trozo de madera y lo tomé entre mis manos, sería lo más cercano a un arma que podía encontrar. Me aparté de la puerta; dejándola entreabierta al no tener cerradura, y traté de esconderme en uno de los rincones del pequeño almacén. El primer rechinido de la puerta me alerto y tensó todo mi cuerpo, estuve a punto de lanzarme y molerlo a golpes antes de que aquel rostro me diera la cara, al verlo, me detuve por completo.

-¿Fabián?- inquirí completamente sorprendido. Sin mediar palabra se abalanzó sobre mí y me estrecho en un fuerte abrazo- ¿Qué haces aquí?- le hable al oído.

-Salvándote-.

-Pero… ¿cómo me encontraste?-.

-Es una historia complicada. Ahora debemos salir de aquí. Ven conmigo-.

Sin preguntar le tomé de la mano y seguí sus pasos. Pero apenas se asomó por la puerta, el sonido de un disparo se escuchó y todo su cuerpo se desvaneció como un árbol recién talado.

SANTIAGO

-¡Eso fue un disparo!- exclamé enderezándome sobre el asiento del conductor.

-No debimos confiar en ese imbécil- refunfuño Estaban abriendo una de las puertas traseras para bajarse del auto, yo le seguí.

-¡Espera un momento!- le detuve a penas se bajó- ¿Qué piensas hacer?-.

-Ayudar a mis amigos. O esperas que me quede de brazos cruzados escuchando como los matan-.

-¡Claro que no! Pero tú no iras, lo hare yo-.

-¡¿Pero qué dices?!- protestó.

-¡Lo que oyes! Te quedas y proteges a Rebeca- le dije sin esperar una respuesta. De inmediato salí corriendo y con una agilidad inesperada trepé por aquel muro, con la respiración y corazón agitadísimos, rezando porque ninguno de mis temores se hubiese hecho realidad. Me negaba a aceptar que todo esto terminara en tragedia.

A estar del otro lado del muro, hice un paneo a mi alrededor buscando algún lugar al cual dirigirme pero el un segundo disparo me tiro al suelo, dejando un ardor insoportable en mi pecho, cegándome y hundiéndome en un profundo sueño.