Destinados. Capítulo 28: El fin de la espera

Suspiré emocionado. Por fin lo vería. Solo faltaban unas pocas horas.

Hola a todos, antes que nada quiero pedir disculpas por dejarlos esperar más de un mes para  volver a leerme, pero los trabajos finales de la universidad consumieron gran parte de mí tiempo, sumándole que en estos días la inspiración no ha sido mi fiel compañera… Pero descuiden, no voy a dejar de escribir, menos cuando el final se acerca. Ahora, para ello quiero que ustedes sean parte de él, aunque ya lo tengo decido aun no lo escribo, así que hay tiempo de recibir sugerencias. Si quieren decirme como desean que termine la historia háganmelo saber… Espero sus opiniones y comentarios.

Derek W. Johnson

PD: Un millón de gracias a los mensajes de apoyo que recibo por E-mail. En verdad te levantan el ánimo.

Destinados. Capítulo 28: El fin de la espera

REBECA

La incertidumbre estaba haciendo estragos en mí. No saber que pasaría, si sobreviviría o no, o que pasaría con él. En verdad esos minutos han sido unos de los más tensos de toda mi vida. Sentía el miedo en mi corazón como crecía con el pasar de los segundos. Eran demasiadas cosas las que me estaban sucediendo. Por un lado mi hermano en una sala de quirófano a punto de perder la vida y por otro la ruptura de novio por su traición, nada más y nada menos que con mi mejor amigo, y si fuera poco la actitud de mi madre quien estaba extraña. Algo me decía que entre mi hermano y ella había ocurrido algo grave y creía saber que era pero preferí no pensar en ese tema por el momento. No ganaría nada llenando mi mente con el montón de calamidades que tenía, lo más sano era intentar relajarme y concentrarme en ser fuerte.

Levanté mi vista y en una esquina de la sala de espera vi a David recostado contra la pared con la mirada perdida. En su rostro se denotaba la preocupación. Ahora necesitaba más que nunca de su apoyo, pero por más que lo deseara a mi lado, mi orgullo no me permitía dejar que se acercara. Lo ocurrido entre él y Esteban me había dolido tanto, que la rabia no cesaría en mucho tiempo. Conozco mis emociones y sé que una de mis debilidades es perdonar las fallas de personas en quien confió. No perdono fácilmente.

Pero a pesar de todo el dolor y decepción que pudiese estar sintiendo no podría nunca odiar a David. Eso era imposible. Lo consideraba un hermano. Así que sabía que a pesar de una traición como esa, mi corazón acabaría por perdonarlo pero eso era cuestión de tiempo. ¿Por qué lo sabía? Pues, concia a David y sabía que lo que había pasado fue producto del alcohol y quien sabe que droga. Porque no dudaba que esa noche alguien hecho algo en nuestras bebidas, eso lo tenía claro.

Mientras tanto con Esteban mi corazón no sentía lo mismo. Sentía una profunda decepción. No podía verlo. Cada vez que lo tenía cerca un sentimiento de rabia venía a mí. Rabia por haberme traicionado y rabia por traicionar mi amor. Él había sido el primer hombre que logró enamorarme y a quien abrí totalmente mi corazón por eso me dolía tanto su infidelidad. El haber confiado ciegamente en el empeoraba mi sentimiento de decepción. Nunca me esperé esto, siempre confié en su fidelidad.

Si a culpabilidad nos vamos, sé que quizás él tampoco la tenía y merecía la misma consideración que tenía con David, pero mi corazón no podía perdonarlo tan fácilmente. Su traición era más dolorosa. Las dudas con respecto a su sexualidad dejaban claro que me mintió. Eso me hacía hervir la sangre.

Si él era gay ¿Por qué se acercó a mí? ¿Por qué fingió amarme? No entendía sus acciones. Aun lo quería, pero no estaba dispuesta a perdonarlo si me había mentido con algo tan grande como su sexualidad. No aceptaría volver si él tenía dudas. Prefería cerrar ese capítulo y ahorrarme sufrimientos futuros.

-¿En qué piensas?- oí a Eduardo preguntarme mientras se sentaba a mi lado. Sus ojos estaba rojos a más no poder. Había llorado desde que llegamos pero por el momento estaba calmado.

-En todos los problemas que tengo encima- dije sincera.

-La vida es complicada- dijo en un suspiro.

-Complicada y cruel. Parece que le molesta que seas feliz. Es capaz de quitarte todo en un segundo-.

-Si- musitó - a veces pienso que nunca conseguiré estar en paz - una lagrima resbalo por su mejilla - creo que mi destino es al eterno sufrimiento-.

-No digas eso Eduardo- contesté mientras me acercaba para abrazarlo- ya verás cómo Eric saldrá vivo de esto y al final será feliz contigo-.

-Me gustaría creer eso, pero ya escuchaste al doctor. Eric está más del lado de los muertos que de los vivos- su llanto amenazaba con intensificarse. Le abracé más fuertes.

-Puede que sus posibilidades de salir vivo sean poquísimas, pero créeme, mi hermano es fuerte y no se rendirá. Confío en que luchara por aferrarse a seguir viviendo-.

EDUARDO

Un profundo dolor invadía mi corazón, asfixiándome con el pasar de los segundos, acompañado de un miedo alimentado por la probabilidad de perderlo. Si Eric moría no sabía que sería de mí. Él era mi todo. Él me había devuelto la alegría y me había recordado lo que era amar a una persona… me había sacado del abismo que era mi vida. Eric me había sacado del profundo poso de tristeza y melancolía en el que estaba inmerso desde hacía años. No lo podía perder. La vida no me lo podía arrebatar de una manera tan cruel.

Debajo de mi dolor una pequeña ira me invadía. Un resentimiento contra la vida. ¿Por qué me tenía que quitar las personas que más quería? ¿Por qué no me podía dejar ser feliz? ¿No le bastó con dejarme huérfano a una corta edad? ¿Por qué se tenía que llevar a Eric?… ¿Por qué? No era justo. El no merecía irse aun. No en estas circunstancias. Cuando no habíamos tenido el tiempo suficiente para disfrutar de nuestro amor. No, no y no.

Me negaba a perder el amor de mi vida. Y si lamentablemente ocurría lo impensable, ya mi existencia perdería sentido. Ya no tendría nada que hacer en el mundo. Era en esos momentos en los que me quedaba claro que amaba tanto a Eric que si se iba, no quería seguir viviendo. Si el moría, yo moría con él. Nuestro destino era juntos…

DAVID

Ver a Rebeca en aquel estado me partía el corazón. Me sentía impotente al ver a mi mejor amiga sufriendo tan profundamente y no poder hacer nada para calmar su dolor. Sabía que necesitaba apoyo más que  nunca, sin embargo, no debía acercarme… o mejor dicho, no podía. Las cosas estaban demasiado tensas. Lo mejor era mantenerme al margen y dejar que se concentrara en este momento en su hermano. Lo último que quería era agobiarle más, porque eso era lo que lograría al estar cerca de ella, recordarle mi traición y hacerle sentir aun peor. Lo más que podía hacer era quedarme en el hospital y acompañarla en estos momentos de espera, manteniéndome al margen lo más que pudiese.

Suspiré un tanto cansado… ¡Dios! ¿En qué momento las cosas se complicaron tanto? Todos los problemas venían uno tras de otro. No acabábamos de sanar de un golpe cuando ya estábamos recibiendo otro. Era demasiado cruel. Sentía como si la vida nos estuviese pasado factura por la momentánea paz y aparente felicidad de los últimos días. Como equilibrando la balanza.

Por un segundo desvié mi vista hasta Santiago. Tenía sus brazos sobre mis hombros y al igual que yo estaba recostado contra la pared. Lo contemplé un tanto melancólico. Aun no le había dicho nada, con todo lo de Eric no se había dado el momento para tocar el tema. Pero debía hacerlo. No podía dejar que tiempo pasara y arriesgarme a que se enterara por algún tercero. Debía tomar el valor y dar la cara. Debía decirle lo ocurrido y pedirle perdón. Era lo único que podía hacer.

Una culpa me invadió mientras pesaba en su reacción cuando le dijera todo. En verdad él no se merecía una traición como esta. Me sentía la peor de las personas por pagarle con una infidelidad cuando se había desvivido por demostrarme cuanto me amaba. No era justo para el darlo todo y recibir una patada. No era la manera de devolverle todo el amor y el cariño que recibía de él. Pero lo peor no era la culpa sino el temor a las consecuencias.

No podría decir cuál sería la reacción de Santiago. Sabía que me quería pero no tenía idea si ese amor era capaz de perdonar una infidelidad tan descarada, pues ante todo estaba la dignidad. Tenía miedo de perderlo, miedo de quedarme solo de nuevo y el dolor volviera. Me sentía bien junto a Santiago, el me ayudaba a olvidar mis tormentos, me daba la paz que necesitaba, no lo quería lejos, pero tampoco lo podía obligar… lo más correcto era darle su espacio y esperar su perdón.

ESTEBAN

Mis manos recorrían cada centímetro de piel que tenía a su alcance. Haciendo presión con la yema de los dedos sobre los músculos que se resistían a ceder como duras rocas. A pesar de tener mis ojos cerrados era capaz de imaginar la forma de cada parte de su cuerpo, sirviendo mis brazos como un escáner que me detallaba cada parte. Podía sentir sus potentes bíceps que con cada flexión dejando claro que podían darle una paliza a más de uno, al igual que sus pectorales que se sentían duros como el acero, delatando las largas horas de trabajo en el gimnasio. Pero mi perdición eran sus piernas, en particular sus muslos, parecían los del más profesional de los futbolistas. No podía dejar de sobarlos mientras alternaba mis caricias con sus durísimas nalgas que atraían como imán a mis manos.

Mis labios en ningún momento se separaron de los suyos, aquel beso se prolongó tanto que creía que mi vida estaba comenzando a depender de ese contacto. Nuestras lenguas se enroscaban una con la otra en un baile tan sincronizado que parecían viejas amigas. Sus labios me hacían revivir todas esas emociones y sensaciones que creía dormidas y enterradas en lo más profundo de mi corazón, despertando deseos que desde hacía mucho no sentía, elevando mis niveles de excitación.

En ese momento ya no razonaba, solo mis deseos más salvajes dominaban mis actos. Siendo incapaz de dar marcha atrás aquella locura. Mi cuerpo necesitaba más que nunca revivir todas esas emociones que el primer amor en mi vida provocó en mí. Necesitaba recordar todo lo que una vez me hizo feliz. Anhelaba revivir lo que se sentía estar con un chico. Lo brusco y excitante que podía llegar a ser. No era necesario ir suave, no tenía que controlar mis fuerzas para no hacer daño, no había pudor. Podía darle rienda suelta a mis fantasías. Dar y recibir un placer sin tabúes, ni tapujos.

En medio de todo aquel frenesí, decidí llevar mis manos bajo los boxers del castaño. Tomando su pene con mi mano, provocándole un leve gemido de placer. Por un par de segundos me separé del beso para tomar aire. Reposando mi frente sobre la suya. Contemplé su rostro con los ojos entrecerrados. Era atractivo, demasiado diría yo. Una nariz perfilada, unas cejas poco pobladas, labios un poco pronunciados y mandíbula cuadrada que conjugado con su piel blanca era la combinación perfecta. Sin sumarle el tremendo cuerpo que se gastaba. Más de uno se enamoraría fácilmente de David. Creo que era el espécimen perfecto. Porque no solamente era bello sino tenía que también tenía buenos sentimientos. A pesar que se esforzaba por presentarse como alguien vanidoso y egocéntrico, en el fondo seguía siendo aquel chico tímido y bondadoso de hace algunos años, eso era lo que más admiraba de David, su calidad humana y empatía hacia los demás.

Cuando hube retomado el aliento uní mis labios de nuevos a los suyos inquieto por acoplar mi boca nuevamente a él. Esta vez dándole un giro más salvaje al beso, producto de la excitación que crecía cada vez más en mi interior. Mi pene estaba durísimo dentro de mis boxers rozándose contra su pierna provocándome una sensación dolorosamente placentera. No pude evitar gemir mientras daba leves embestidas restregando mi pene contra él. Mis manos acariciaban agiles a su miembro haciendo al castaño soltar gemidos y suspiros ahogados de puro placer.

Ya no aguantaba más necesitaba liberar mi pene y en un movimiento bajé mi bóxer que era lo único que llevaba puesto en ese momento, este salto como un resorte contra mi estómago liberándose de su prisión. Por un par de segundos despegué mis labios nuevamente de los del castaño para librarme de su bóxer. Cuando ambos estuvimos completamente desnudos me tumbé completamente sobre el para besarlo y llevando una de mis manos hasta su cuello mientras que la otra; que antes estaba en su verga, la llevé hasta la entrada de su ano, masajeando levemente la zona, haciendo que David se retorciera del placer. Nuestros penes se rozaron como un saludo, como la primera presentación de dos extraños.

En un movimiento rápido me separé de David e hice que girara debajo de mí quedando tendido boca abajo. Con rapidez dirigí mis labios hacia aquella fuerte espalda subiendo desde el centro hasta su cuello, donde deposité suaves besos y par de por mordidas. No me importaba si dejaba marcas, lo único importante para mí en esos segundos era saciar mis deseos. Pude oír como un par de gemidos ahogados contra la almohada, mientras mantenía los ojos cerrados, como lo había estado haciendo durante los últimos minutos.

A pesar de que David no hacía nada por llevar la iniciativa, tampoco ponía resistencia, solo se dejaba llevar por el momento. Seguramente era consecuencia del alcohol, pensé. Pero apartando esos pensamientos me concentré de en lo que hacía.

Suavemente mis labios descendieron desde su cuello regresando por el camino de besos que había dejado y poco a poco fueron bajando hasta la base de su espalda, besando y lamiendo todo lo que tocaran. Cuando llegue hasta sus nalgas no titubeé  en llevar mi boca hasta la entrada de su culo adornado con escasos de bellos, al igual que el resto de su cuerpo. Escuché un resoplido de David ante el contacto de mi boca. Provocando que se revolcara entre las sabanas.

Con vehemencia introduje mi lengua, moviéndola todo lo que podía para ayudar con la dilatación, tratando dejar la mayor cantidad de saliva para lubricar la zona, alternando con besos y mordidas. Estuve allí por un par de minutos, concentrado en trabajar la zona. A pesar de que no tener practica mis acciones no delataban inexperiencia. Era como si mi cuerpo supiera que hacer y cómo hacerlo. El fuego en mi interior provocaba que todas mis barreras fueran derivadas e hiciera lo que quería. Me sorprendía a mí mismo la agilidad y determinación con la que llevaba la situación. Nadie creería que esa era mi primera vez con un chico.

Cuando terminé en su trasero dirigí mis labios hasta la base de su espalda donde deposite tímidos besos para continuar subiendo hasta llegar a su cuello nuevamente. El cual volví a besar con algo de brusquedad. Sin titubear me lancé sobre su oreja, y la lamí y bese con pasión. Podía oír como los gemidos de David aumentaban con el transcurrir de los minutos.

Ya no aguantaba más necesitaba estar dentro de él, necesitaba que la paredes de su ano abrazaran a mi pene dándome el placer que lograría apagar las brasas que consumían mi interior. Sin despegar mis labios de cuello del castaño dirigí con rapidez mis manos hasta la gaveta de la mesita de noche no muy seguro de lo que buscaba. Palpé durante varios segundos y tras sentir un frasco lo saque, desvié mi mirada y comprobé que era crema corporal, eso me serviría.

Me despegué un poco para dar espacio de untar mi pene y la entrada de su culo  y cuando creí que había embadurnado lo suficiente lancé la crema hacia un lado para lanzarme de nuevo hasta el castaño. Coloqué mis manos a ambos lados del cuerpo de David que yacía boca abajo y posicione mi pene en la entrada de su ano y con delicadeza introduje la cabeza. Oí como David soltaba un sonoro gemido mientras se retorcía un poco. Su ano estaba demasiado estrecho, seguramente le estaría doliendo, así que decidí detenerme por unos segundos para que su trasero se acostumbrara al intruso. Cuando deje de sentir los espasmos en mi pene continúe con mi labor introduciendo el resto tratando de no hacerle daño.

Una de las manos de David se movió hasta la mía y la apretó con fuerza intentando aguantar el dolor. Yo mientras buscaba reprimir mis gemidos en su cuello. Dios, aquello era demasiado. Las paredes de su ano apretaban tan placenteramente mi verga que ya me estaban haciendo ver el cielo.

Con el mismo cuidado con el que lo introduje, fui sacando mi pene despacio y sin apuro para introducirlo de nuevo esta vez un poco más rápido. Mis labios no pudieron reprimir un sonoro gemido de placer. Cuando sentí mi pubis tocar su nalgas repetí el proceso esta vez siendo un poco más salvaje. Y así poco a poco fui aumentando la velocidad, hasta quedar inmersos en todo un frenesí de pasión y deseo, donde no había límites, donde lo único que importaba era disfrutar del memento, donde la necesidad primordial era apagar el fuego que nos consumía, donde…

Con la respiración agitada y bañado en sudor salí del profundo sueño. Mi corazón latía fuerte lo sentía en mis oídos. Mi pene estaba que explotaba haciendo presión contra mis bóxer. Llevé las manos en mi rostro mientras resoplaba por la bajo. Ya era la segunda noche que soñaba con lo mismo. En verdad ya me estaba asustando. Era entendible que la experiencia apareciera en mis recuerdos ocasionalmente hasta podía soñar con ella, pero no era para nada normal que estuviese pensando todo el día en ello y que los sueños se tornaran tan intensos llegando a parecer reales.

Era consiente de mis preferencias y que de la misma manera en que me gustaban las chicas también me podían atraer los chicos, sin embargo había un límite y creo que yo ya estaba pasando el mío. No podía a sacar a David de mi cabeza. Por más que me esforzara por distraer mi mente, siempre acababa pensando en lo mismo. En él y la noche del sábado que llevaba grabada como tinta en mis recuerdos.

Con mi mano busqué mi celular en la mesa de noche. Eran las tres de la mañana. De inmediato pensé en Rebeca. De seguro la estaría pasando mal en estos momentos. Ahora más que nunca necesitaba apoyo, alguien que la consolara y le dijera que todo estaba bien, alguien que calmara su llanto… Pero no podía hacer nada. No podía estar a su lado. Si me aparecía en el hospital terminaría empeorando las cosas. Lo mejor era ser prudente y mantenerme al margen.

Di un suspiro cansado ¿Cuándo se me había complicado todo? Si hacía apenas una semana estaba feliz con Rebeca y después de un fin de semana de alcohol y descontrol todo estaba de cabeza. ¿Por qué no podía olvidar esa noche y ya? Dejarla en el olvido como un tropiezo y seguir mi vida. No era nada, solo fue sexo. Solo fue un acto producto de la excitación del momento, no algo premeditado y buscado por ambos. Eso debería bastar para dejar de preocuparme tanto por ese tema. Pero no, todo estaba demasiado complicado. Mi mente era un hervidero de pensamientos. Estaba más confundido que nunca. No sabía que sentir. O cómo actuar, o si quiera como tratar a David.

Algo extraño había pasado la mañana de ese lunes. Noté un nerviosismo invadirme al estar con David, de ese que te invade cuando estas cerca de la persona que te gusta. Y eso me asustó. Yo no me podía estar enamorando de David. Era imposible, yo amaba a Rebeca. La quería. ¿Cómo después de una noche de copas habían cambiado mis sentimientos? No, definitivamente tendría que ser la emoción de ser mi primera vez con un chico, que aunado a la gran admiración que le tenía al castaño me estaban jugando una mala pasada y me tenían confundido. Sí, eso debía ser… y si no, no tenía idea que pasaría…

DAVID

Necesito hablar contigo, fue lo que le dije a Santiago mientras estábamos en la sala de espera. No sé si era el mejor momento pero no podía dejar que el tiempo siguiera pasando y menos cuando ya Rebeca estaba enterada de todo. Era necesario que hablara con él y le contara lo que había pasado. Ya no dependía de mi lo que seguiría después. Dependería de Santiago. El decidiría si me perdonaba o no. Sabía que él lo daría todo por mí pero… no sabía si llegaría a perdonar esto.

Me sentía muy extraño. Estaba pidiendo perdón por algo que era como si no hubiese pasado para mí. Resoplé cansado. Debía concentrarme en ordenar mis ideas y decir las cosas con tacto y no dejar nada a la imaginación. Debía decirle todo.

-¿Y bien?- me preguntó girándose para mirarme a la cara. Podía sentir el corazón en mis oídos y un nudo en la garganta. Una sensación de odio contra mí mismo me invadía. Le iba hacer daño. Tiraría por la borda estas semanas de felicidad – ¿Qué es eso tan importante que necesitas decirme?-.

Alcé mi mirada contemplando su hermoso rostro. Veía un brillo en sus ojos. Pues claro, te ama, pensé. Estaba enamorado de mí hasta los huesos, y yo le pagaba con esa bajeza. Suspiré-  Es algo que debes saber- le tomé de la mano- es sobre algo que paso el sábado. ¿Recuerdas que Esteban me llevó hasta mi casa?- asintió- bueno, ocurrió algo que no debía ocurrir-.

Me miraba expectante, al ver su silencio decidí continuar.

-En medio del alcohol y la borrachera…- tragué saliva- Esteban y terminamos en la cama- dije entrecerrando mis ojos por miedo a su reacción.

Inicialmente no dijo ni hizo nada. Solo se quedó callado, con la mirada perdida y sin moverse, intentando analizar lo que le había dicho. Vi su mirada llamear por un instante y fruncir el ceño.

-¿Qué?- preguntó aun incrédulo- ¿Esto es una broma verdad?-.

-No la es Santiago- dije amargamente, tragando saliva. Dirigí mi mano hasta su mejilla pero él la apartó, al igual que se deshizo del agarre. Eso me dolió. Vi sus ojos humedecerse pero parpadeó rápidamente para no dejar escapar las lágrimas.

  • Pero yo te quiero… - su voz se quebró- yo te amo- me miró a los ojos.

  • Yo también te quiero Santiago- esta vez fui ágil y a pesar de su predisposición tomé su cuello y uní nuestras frentes para mirarnos a los ojos – tu eres espacial para mí, has sido mi refugio, mi pilar, sé que no te mereces esto… perdóname por favor. Yo no busqué esto, solo paso, es más… ni siquiera recuerdo nada- le decía manteniendo la calma- Mi mente está completamente en blanco. Tú eres testigo de mi estado esa noche. Sé que eso no excusa nada, pero quiero que sepas que si hubiese estado en mis cinco sentidos esto nunca pasaría-.

Él no me respondió solo se quedó allí inmóvil viéndome ya sin poder reprimir su llanto. Llevó sus manos hasta las mías y las separo de su cuello- necesito estar solo- dijo apartándose de mí- necesito pensar- se dio la media vuelta y dirigió sus pasos hasta la salido la salida.

-¿Seguiremos siendo novios después de esto?- le pregunté antes de que se alejara.

-No lo sé- musitó girándose brevemente hacia mí.

SANTIAGO

No sabía que sentir, si dejar que la decepción se colara por completo en mi corazón y dejar que mis impulsos siguieran las ordenes de todas las emociones de ira que sentía en ese momento, o si apartar todo esos sentimientos y dejarle espacio al perdón y el olvido… no tenía idea que hacer. Mi mente era un mar de dudas y preguntas. Quería gritar lo más fuerte que podía, quería descargar todos los sentimientos aglomerados en mi corazón, quería drenar el dolor… golpear a alguien hasta el cansancio, insultar a cualquiera que se cruzara en mi camino y llorar como el más indefenso de los niños. Me sentía muy mal, demasiado mal… ¿Por qué me pasaba esto? ¡¿Por qué?! ¿Es que acaso la felicidad se me tenía prohibida? ¿Era un pecado tener la vida que deseas? En verdad no comprendía el sucio juego del destino, que te quita lo que más quieres cuando ve que te está yendo bien, intentando equilibrar la balanza cuando se inclina mucho del lado indebido, siendo ese lado el de la felicidad. Cuando la balanza se inclinaba demasiado la responsabilidad del destino era devolverla a su estado natural, el del continuo sufrimiento.

Gruñí cansado, llevando mis manos hasta mis ojos para secar las lágrimas que continuaban saliendo. No podía parar de llorar. Era demasiado el dolor. ¿Por qué David? ¿Por qué me hacías esto? ¿Por qué amor… si yo te amo tanto? Pero lo peor de todo no es dolor que me causas, sino el amor que me provocas. Por más que deseara, jamás te dejaría de amar, es algo que iba más allá de mi voluntad. Un sentimiento que hace parte de mí. Pedirme que te deje de amar es como pedirme que deje de ser yo mismo. Es algo que quedo tatuado para siempre en mi corazón, eso lo sabía.

Mi amor era demasiado grande. Y tan fuerte que sabía que podía superar hasta una infidelidad. Era completamente ajeno al razonamiento. Sabía que luego de que la rabia y el enojo pasaran ese sentimiento seguiría intacto, quizás se hubiese fortalecido. Sería imposible alejarme de David, nunca lo podría hacer por mi propia voluntad. Pero en ese momento necesitaba estar solo, necesitaba calmar el dolor que se alojaba en mi corazón.

Nunca pensé que algo como esto pudiese pasar. Ingenuamente creía que la vida me dejaría estar en paz luego de tanto tiempo de sufrimiento. Inocentemente creía que ya había pagado mi cuota de sufrimiento. Pero no, aun debía seguir resistiendo.

Pero… ¿Cómo había pasado? si, sabía que el alcohol había hecho estragos en David y a lo mejor Esteban estuviese algo mareado, pero conocía al rubio, él amaba ciegamente a Rebeca, él nunca hubiese hecho algo como esto. Siempre cuando estaba pasado de copas se sabía controlar, ni siquiera cuando se emborracha se propasaba con alguna chica, ni con las más aventadas que buscaban una noche de sexo con cualquiera con quien hablara más de cinco minutos. Cada vez más la posibilidad de que nuestras bebidas estuviesen alteradas se hacía más lógica. Era la única razón para que  esa noche, todos estuviésemos tan alterados. Una prueba de ello era el tremendo calentón que cargaba que ni siquiera el rápido polvo con David en el cubículo del baño logró calmármelo. Definitivamente no estábamos en nuestros cinco sentidos. Pero la pregunta más importante ¿Quién lo había hecho? ¿A quién le interesaría hacer algo como eso? De inmediato el nombre de Diego se me vino a la mente. Si había algún culpable de esto sería el. A lo mejor eso no justificaba los actos pero los hacia menos dolorosos. Pero no me quedaría tan tranquilo haciendo conjeturas en base a circunstancias, debía llegar a la raíz del problema.

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Ante mí se alzaba aquel edificio que evidentemente era producto de una arquitectura moderna que buscaba innovar. Era alto, no mucho, solo lo suficiente para imponerse ante la creciente urbe a su alrededor. El vidrio lo envolvía como una piel que contribuía con la ligereza que trasmitía la estructura. La edificación se basaban en dos volúmenes superpuestos; una  torre, que se integraba con un volumen bajo; como una especie de basamento, donde se alzaba la imponente entrada, sobre la cual descansaba un voladizo que servía excelentemente como espacio de captación funcionando como una especie de embudo que invitaba a la gente adentrarse al hotel.

Era una locura lo que estaba haciendo, pero debía hacerlo. Si Diego era el responsable de que nuestras bebidas estuviesen alteradas significaba que buscaba hacernos daño. Y si estaba en lo cierto, debía ponerlo en su lugar. Si la intención de su regreso era volver nuestras vidas un infierno tendría que alertarle que no me quedaría de brazos cruzados, que si guerra que quería, guerra iba a tener, y si se acercaba más de la cuenta o le hacia el más mínimo daño a mi novio pagaría las consecuencias. Aspiré hondo intentando apartar mi nerviosismo. Y sin pensarlo más me adentré dentro del edificio, ya no me podía arrepentir.

El interior le daba continuidad a los gestos arquitectónicos de la fachada. Sofisticación era lo que se veía a cada rincón que mirases. Era claro que en cada mueble y cada adorno, se dejaba claro que era una instalación que atendía a sus clientes de la mejor manera posible.

Sin mucha prisa caminé hasta recepción, un chico fue quien me atendió. Era guapo, de pelo negro, ojos azules y un tanto musculado… y gay. Lo comprobé apenas hizo contacto visual conmigo, me estaba comiendo con los ojos.

-Buenos días- dije amablemente intentando no darle un doble sentido a mis palabras- estoy buscando a mi amigo Diego Mauriz, me dijeron que se está hospedando aquí ¿sería tan amable de avisarle que estoy acá?-.

-Buenos días- contestó tragando saliva, se veía nervioso- déjeme verificar la información- fue hasta la computadora tecleó algo y tras un par de segundos me confirmó que Diego estaba allí. Me pidió mis datos y tras varios segundos descolgó el teléfono que estaba junto a él y espero a que contestaran al otro lado de la línea. Se presentó y tras unos segundos de silencio colgó.

-El señor Mauriz dice que suba- contestó gentilmente.

-¿Qué habitación es?- pregunté antes de irme.

-La 917- respondió con una sonrisa. Al parecer el chico buscaba algo conmigo. Pero lo sentía por él. No conseguiría nada. Me giré y caminé hasta los ascensores sin prestarle mucha atención a sus indirectas. Esperé un momento a que las puertas se abrieran y subí marcando el piso 9.

Claramente Diego sabía a lo que iba, por eso había permitido que subiera, eso significaba que tenía razón con mis intuiciones. Pero debía ser inteligente no debía perder la compostura. Sería difícil pero era necesario que me mantuviera en mis cabales. Si lo tenía que poner en su lugar, lo haría pero debía usar también el ingenio al igual que él y saber jugar su sucio juego. Lo primero era enfrentarlo e intentar descifrar que buscaba. Quizás negara todas las acusaciones, pero conociéndolo estaba seguro que se regocijaría del suceso si él era responsable. Mientras que lo segundo sería dejarle bien en claro con quien se estaba metiendo.

Frente a mí se abrió la puerta del ascensor. Había llegado. Salí dándole un vistazo a los pasillos que se extendía frente a mí, dos a los lados y uno al frente. Me fije por un momento en el orden de las habitaciones y dirigí mis pasos hacia el pasillo de la izquierda. Me detuve frente a la habitación 917 y toqué esperando paciente. Todavía estaba nervioso, pero hice caso omiso a mis temores. Lo peor que podía pasar era que Diego y yo termináramos en una pelea y siendo ese caso, no se la pondría tan fácil.

Oí ruidos en el interior y tras unos segundos la puerta se abrió apareciendo la figura de Diego. Llevaba una bata de baño. Parecía estar saliendo de la ducha. Le di un rápido paneo con mis ojos. El chico se veía fuerte, así que no debía confiarme del todo si tenía que irme a los golpes con él, pero de no había que negar que yo le sacaba ventaja por mucho. Aparté esos pensamientos y decidí concentrarme a lo que iba.

-¡Pero mira a quien tenemos aquí!- expresó con una sonrisa hipócrita en su boca- A Santiago, mi amigo del alma. Que sorpresa tenerte por acá-.

-Sabes a lo que vine. Así que déjate de estúpidas hipocresías. ¿Puedo pasar? ¿O me recibirás aquí?-.

-¡Oh! Por supuesto que te dejare pasar - abrió más la puerta- entra-.

Entre con los ojos entrecerrados tratando de contenerme. El muy imbécil se estaba burlando de mí pero no caería en sus provocaciones. La habitación era espaciosa siguiendo la misma temática de sofisticación de todo el edificio. Dirigí mi mirada a un mueble colocado a un extremo de la habitación y decidí sentarme allí.

-¿Y se puede saber a qué se debe el honor de tu visita a tan tempranas horas de la mañana?- preguntó Diego entrando detrás de mí.

-Tú lo sabes- contesté ya completamente sentando dedicándole una mirada retadora.

-Pues te equivocas. No teng…-

-Por favor- le interrumpí- déjate de estúpidos juegos…- se calló y me miro sin expresión alguna- ¿Qué buscas? ¿A qué viniste?-.

La sonrisa hipócrita de su rostro cambio a una narcisista. Desvió brevemente su mirada como intentando buscar que responderme y cuando pareció haberlo encontrado volvió a mirarme. Esta vez su máscara había desaparecido. Su mirada era retadora al igual que la mía, pero sobre todo estaba impregnada de una malicia que daba escalofríos. Ese era el verdadero Diego.

-¿Por qué tendría que decírtelo? ¿Qué me obliga a hacerlo? ¿Crees que porque vienes hasta aquí haciéndote el valiente estoy obligado? Por favor no seas ingenuo Santiago- contestó mientras se reía.

Su risa me hacía hervir la sangre. Apreté mis puños intentando controlarme y no saltar a partirle la cara. ¿Qué se creía este? ¿Pensaba que por tener dinero y estar más o menos guapo era un ser supremo e invencible? Suspiré tratando de concentrarme en ir al grano- No estás obligado, pero ¿para qué ocultarlo? Si ambos sabemos para qué regresaste, para jodernos la vida-.

-Por favor no te creas tan importante- respondió mientras se reía. ¡Dios! Esa risita ya me estaba hartando- ¿Crees que crucé todo el Océano Atlántico solo para hacerle la vida infeliz a ti y a tus amigos? ¡Por Dios te estas escuchando!-.

-Te creo capaz de eso y más. Estas tan enfermo que  eso es nada para ti-.

-¿Enfermo yo? No seas imbécil. Lo único que buscó es hacer pagar todo estos años de sufrimiento ¿O acaso crees que estar metido la mitad de tu adolescencia en un internado es la mejor vida de todas?-.

-¿Vez? Eso es lo que busco. Que te quites la máscara y comencemos a ser sinceros-.

-¿Quieres sinceridad? Bueno aquí la tienes… Me descubriste, tus sospechas son ciertas. ¡¿Satisfecho?!... Uno de los motivos de mi regreso es hacer de tu vida y la de tu estúpido noviecito un verdadero infierno. Pero lo mejor de todo es que voy a disfrutar viendo como intentas detenerme-.

-¿Te crees intocable? ¿Cierto?- me levanté quedando frente a él.

-No me creo intocable, lo soy. Nada de lo que puedas hacer me detendrá- contestó- y si logras hacerme algún daño yo te lo hare mil veces mayor. Santiago no estoy jugando, créeme-.

-Ni yo tampoco, no me conoces-.

-Te conozco lo suficiente como para saber que no eres capaz de mucho, mientras que yo soy capaz de todo, no tengo escrúpulos ni prejuicios, algo que a ti te sobra-.

-No me subestimes, porque por David soy capaz hasta de matar o dar mi vida- dije esta vez señalándolo y posando mi dedo índice en su pecho como señal advertencia, conteniéndome para no tomarlo por la bata y lanzarlo sobre la cama para molerle a golpes.

-¿Porque no eres inteligente y dejas de hacerte el valiente?- dijo tomándome la mano con la que lo señalaba- ve tus posibilidades, mira como los drogué sin que nadie pudiera detenerme- mi mandíbula se tensó por un momento- Santiago lamento decirte que estas del lado equivocado. No tienes ninguna posibilidad enfrentándome, pero… - sentí un contacto en mi entrepierna que me hizo tragar saliva- si usas bien tu cabeza sabrás apostar a lado ganador- musitó acercándose a mi oído. Me aparté de inmediato.

-¡Estas enfermo! - expresé sobresaltado caminando hasta la puerta, no seguiría allí escuchando sus estupideces.

-¿Qué? ¿Ya te vas?... yo que pensé que apenas esto empezaba-.

-No puedo seguir escuchando la manera tan retorcida con la que hablas, me dan ganas de vomitar. Pero antes- me detuve- quiero dejarte algo claro…- le señalé con el dedo- si te acercas de nuevo a cualquiera de mis amigos te pesaran las consecuencias, pero sobre todo si le haces el más mínimo de los daños a David estoy dispuesto a todo, recuérdalo, matar o dar mi vida- esa última frase la dije con toda la convicción del mundo.

TRES MESES DESPUÉS <<<

DAVID

El tiempo pasó y sin esperarlo la fecha de graduación se aproximó. La emoción invadió a todos mis compañeros. Ese era el tema del momento. Todos hablaban de a quien invitaría a la fiesta o que se pondrían. Era una completa locura. En cada rincón del colegio se podía escuchar a las chicas de último año de bachillerato hablar de cómo serían sus vestidos. Algunas los mandarían a elaborar mientras que otras gastarían todos sus ahorros comprándolos. Mientras tanto otros se preocupaban por conseguir unas cuantas decimas para pasar las ultimas materias que le permitieran ahorrarse un año más de curso. De mi salón la mayoría logró aprobar todas las materias, solo un par de chicos tendrían que repetir el año. Por otra parte los del comité de logística andaban un tanto estresados por el alquiler de salón de fiesta, la decoración, las bebidas, los pasa-bocas y todo ese tipo de cosas. Según escuché, la fiesta de graduación seria en el centro, en un reconocido local. No servirían ningún tipo de bebida pero conociendo a mis compañeros más de una botella de alcohol se colaría.

De mi parte no me preocupaba tanto por la mentada fiesta. No me ilusionaba mucho pasar la noche solo, así que no estaba muy entusiasmado en asistir. Para mí sería una fiesta más y ya. Si, una etapa de mi vida cerraba y le daba paso a una mejor pero en esos días no estaba de ánimos para festejos. Desde que Santiago y yo habíamos decido tomarnos un tiempo me sentía así. Casi no lo veía, solo lo suficiente. Y lo entendía. Necesitaba tiempo para poder perdonarme. Pero igual me sentía solo. Durante los últimos meses mi estado de ánimo bajó considerablemente, no llegando a un nivel depresivo pero si provocando un cambio evidente. La soledad estaba haciendo estragos en mí. Mi madre se dio cuenta y en un par de ocasiones intentó preguntar que me pasaba, pero no quise decirle nada. Solo le dije que era el estrés de los exámenes finales y todo eso. Sé que no me creyó pero eso bastó para que no me preguntara más.

Sin embargo el tiempo a solas me había servido para pensar. Me había dado el tiempo para analizar mis sentimientos y buscar una respuesta; que igual no aparecía. Pero por lo menos entendía más lo sentía… o eso creía. Entendía que seguía amando fuertemente a Fabián, definitivamente la distancia no era el método para olvidarlo; si era lo que buscaba el señor Mauricio. Aun sentía mi corazón acelerarse cada vez que pensaba en el o un recuerdo venía a mi mente. También entendía que quería a Santiago, mi cariño hacia él era enorme. Independientemente de lo que pasara en el futuro ya lo consideraba como una de las personas más importante en mi vida. Él era uno de los pocos que me quería incondicionalmente, sin importarle mis acciones o el daño que le pudiera llegar hacer. Su amor a mí era tan sincero que no valía obstáculo alguno que pudiera cambiarlo, por eso sabía que solo era cuestión de tiempo para que el dolor que le había causado sanara, y eso lo apreciaba. Era una de las pocas personas que con verla a los ojos podía percibir todo su cariño por mí. Por eso me sentía tan seguro con él.

Ahora la pregunta del millón ¿A quién en verdad amaba? Aun no lo sabía, mis sentimientos eran demasiado intensos hacia Fabián y Santiago como para definir a quien más quería, sabía que estaba cerca de la respuesta pero aun no la tenía. Solo había una cosa que tal vez me ayudaba. Algo en lo que llevaba pensando desde aquella madrugada en el hospital cuando le confesé la verdad a Santiago. Era mi reacción en ese momento. Mi comportamiento me sorprendió. No lloré, ni me altere, solo me dediqué decir lo que creía necesario. En ningún momento mi voz se quebró o las emociones impidieron mi habla, solo se mantuvieron tranquilas y dejaron a mis palabras fluir. Sabía que eso no era normal. Si algo así me hubiese pasado con Fabián, tenía claro que me hubiese arrodillado con tal de pedirle perdón. Pero en cambio solo me dedique a decir el monologo previamente elaborado, claro, con toda la sinceridad del mundo pero no con la emoción que esperaba y eso encendió mis alarmas.

Tal vez mis sentimientos hacia Santiago no eran tan profundos como pensaba, a lo mejor lo que sentía por él era un profundo cariño y aprecio. Él desde siempre fue mi amor imposible y quizás eso me había hecho confundir mis sentimientos al tener junto a mí al ídolo que despertó mis primeros deseos por un hombre. No lo sabía. Y no quería hacer conjeturas apresuradas. Lo mismo me pasó con Fabián y al final acabé enamorado de él. Me había precipitado haciendo conclusiones y al final me sorprendió siendo una persona completamente distinta a la que esperaba. Debía esperar un poco más. Necesitaba un poco de tiempo para organizar las cosas en mi cabeza.

Por otro lado mi relación con Rebeca seguía igual de tensa. No había cambiado en los últimos tres meses. Muy escasamente teníamos comunicación, así que se entenderán porque me sentía tan mal siendo apartado por mi novio y mi mejor amiga. Era complicado llevar la situación. Pero por un lado sabía que si Rebeca no tenía tiempo era por atender a su hermano, y a lo mejor porque aun necesitaba espacio. La conocía y sabía que cuando se alejaba era porque necesitaba meditar sus problemas. Si ella en algún momento me quisiese lejos tenía claro que ya lo hubiese sabido, por eso no me martirizaba tanto con el tema, pero aún me inquietaba.

En cuanto a Eric, este había tenido suerte, su vida ya no corría peligro. Eso era lo más importante. Pero no todo era color de rosas. El arrollamiento le fracturo una vértebra dejándolo temporalmente sin la movilidad de sus piernas. Digo temporalmente porque solo bastaba una operación para que Eric volviera a caminar. Dicha operación se haría cuando su recuperación terminara. En el momento en que los médicos consideraran que Eric tenía las condiciones de salud para afrontar una crujía de esa envergadura tomarían la decisión de llevarla a cabo. Mientras tanto, Eric debía adaptarse a su nuevo estilo de vida, que por lo que había escuchado en breves comentarios de Rebeca, era un infierno. Al parecer el humor de Eric había empeorado con su situación, sumándole el hecho de que su madre sabía sobre sus preferencias sexuales. Según oí decir a mi amiga, su casa era como un volcán a punto de hacer erupción. En esos momentos era en los que más me hubiese gustado estar a su lado.

-¿En qué piensas?- preguntó Esteban a mi lado. Últimamente nuestra relación se había hecho más cercana. Al estar ambos apartados de Rebeca y Santiago no nos quedó de otra que darnos apoyo.

-En que todo sigue igual- musité dándole un sorbo a mi taza de café. Estábamos en la cafetería del colegio. Era la última semana de clases, ya los exámenes finales habían concluido, solo debíamos asistir para buscar las notas y comprobar si logramos aprobar el curso, y si fuera el caso tramitar algún documento faltante para la graduación, por lo que el colegio se encontraba relativamente solo.

-Si- respondió dando un profundo suspiro- pensé que el tiempo ayudaría a arreglar las cosas, pero no fue así- dijo mientras le daba una mordida a su sándwich. Desviando su mirada hacia el vacío. Vi sus ojos brillar por un segundo pero en seguida desapareció ese resplandor. No le di mucha importancia -  ¿Y cómo van las cosas con Santiago?- me preguntó rompiendo el silencio.

-Siguen igual- contesté con desgana- sigue distanciado-.

-¿Has intentado hablar de nuevo con él?-.

-Mmm, unas pocas veces. Pero no he obtenido muchas señales de que todo se vaya arreglar. Lo único que sé es que me sigue queriendo, nada más-.

-Por lo menos tú tienes esa esperanza- dijo- en cambio yo me tengo que conformar con saber que Rebeca está bien. Cada vez me convenzo más que dejo de amarme-.

-No digas eso. Estoy seguro que ella te sigue queriendo. La conozco y sé que si se comporta así contigo es porque aun esta dolida, pero no te ha dejado de querer-.

-Eso espero- dijo por lo bajo.

-¿Y tú las sigues queriendo?- le pregunté. Lo vi tragar saliva, eso me extraño, pero lo deje pasar.

-Sí, aun la quiero pero…- dudo por un momento- no se…- se encogió de hombros- creo que si me perdona las cosas no volverán a ser igual...-.

-¿Me estas insinuando que ya no quieres volver con ella?-.

-No lo sé… solo tengo claro que si volvemos nada volverá a ser como antes...- esta vez se volteó para verme.

Percibí que me estaba mintiendo pero si no me quería contar no le presionaría -  Bueno, si tú lo dices- respondí- lo que importa es que la decisión sea la mejor para los dos y si esa implica en que cada uno siga su rumbo, están en libertad en tomarla-.

-He pensado sobre eso… pero aun no tengo las cosas claras. Todavía necesito organizar mis pensamientos- al parecer estaba en el mismo dilema qué el mío.

-¿Te puedo hacer una pregunta?- dije rompiendo un poco el hilo de la conversación. Tenía mucha curiosidad por saberlo. El asintió esperando a que hablara- ¿Habías estado con algún chicos antes que yo?-.

Lo vi tensarse por mi pregunta. En un momento me arrepentí por haberla hecho y cuando le iba a decir que no era necesario que la respondiera comenzó a hablar- No, se podría decir que tú fuiste mi primera vez con un chico…- iba a responderle pero su voz me calló- sin embargo ya antes me había enamorado de un chico- el brillo en sus ojos volvió-… yo tenía 14, recuerdo que en un primer momento me asusté por sentir cosas por otro chico…- suspiró- pero las cosas no salieron bien- su mirada se volvió a endurecer- y desde ese día me prometí que no volvería a intentar nada con un hombre… hasta aquella noche-.

Fruncí el ceño extrañado- ¿Cómo?-.

-Bueno, que… estar contigo- todavía le costaba hablar del tema- despertó un montón de deseos que estaban dormidos y no lo sé… creo que ahora estoy más dispuesto a intentar algo con algún chico-.

-¿Hablas enserio?- en verdad me sorprendía escucharlo hablar así.

-Completamente- dijo- claro no voy a presionar las cosas, solo ahora estaré más abierto a lo que el destino ponga en mi camino-.

-Me alegro por ti… por lo menos esta situación te está dejando un aprendizaje, por así decirlo-.

ESTEBAN

Lo de intentar algo con otros chicos lo dije para cubrir un poco las cosas. La verdad era que durante los últimos meses no había podido dejar de pensar en él. Por más que me esforzara siempre su imagen venía a mi cabeza. Después de aquella noche, todos mis sentimientos dieron un vuelo. Aún seguía queriendo a Rebeca, pero sabía que ya lo nuestro había acabado. Mis sentimientos habían cambiado.

Aun dudaba sobre lo que sentía pero todo indicaba que me estaba enamorando del castaño. No había otra explicación. Todo lo indicaba. Los nervios cuando lo tenía cerca, las pequeñas sonrisas que me producía cada que me acordaba de algo relacionado con él, mi necesidad de verlo a diario… Todo, llevaba a esa conclusión. Y eso me asustaba porque sabía que estaba mal. Estaba muy mal.

No podía enamorarme del novio de Santiago y el ex Fabián, ambos mis mejores amigos. ¡Por Dios! No podía meterme en medio de ese triángulo amoroso que ya de por era complicado. Era como echarle más leña al fuego y complicar innecesariamente las cosas. Pues, uno David no sentía más que un afecto de amigos por mí, y dos en cualquier momento Fabián regresaría complicando el panorama. Así que dejar que las emociones por David continuaran floreciendo era encender la mecha y esperar a que la bomba detonara. Resoplé por lo bajo cansado. Por eso había decido no intentar nada con chicos, porque era buscarme problemas. En ese tipo de relaciones las cosas se me iban de control.

REBECA

-Eric si no cooperas no te podré levantar- dije ya frustrada.

-Mejor así, no quiero bañarme hoy- contestó cruzándose de brazos aun recostado entre la sabanas, tensando su mandíbula. Un día más se había despertado con un humor de perros.

-¿Cómo que no te vas a bañar hoy? Hazme un favor y deja las inmadureces de lado- le volví a tomar del brazo- ya me estas hartando-.

-Pues, nadie te está obligando- dijo amargamente- así que te puedes ir-.

Suspiré intentando calmar mi enojo y evitar soltar alguna frase de la que luego me arrepentiría- Sé que nadie me obliga- intentaba emular un tono sedoso- pero esto lo hago porque te quiero, y ahora más que nunca necesitas ayuda. Si no quieres que te ayude lo siento- me encogí de hombros- lo seguiré haciendo… - su mirada llameó por un segundo y aparto su mirada-… entiendo que estés enojado con lo que te pasó pero recuerda que yo no tengo la culpa de nada- me levanté de la cama- así que vamos hacer como si nada paso. Voy a bajar hasta cocina y cuando regrese espero que se te haya bajado la rabia-.

Un poco molesta me levanté de la cama y salí de la habitación. Cada vez me costaba más soportar ese tipo de actitudes en Eric. Era difícil mantener la compostura ante sus malos tratos. Pero trataba de entenderlo. No era fácil darle buena cara a la vida en una situación así, que por suerte era temporal. Personalmente no me importó cuando el medico dijo lo de sus piernas, lo único que me interesaba era que sobreviviera. Claro, él no lo veía así. Para él era mejor que el auto lo hubiese matado antes de pasar su vida amarrado a una silla de ruedas, según lo oí decir en sus continuos ataques de amargura. Pero solo era cuestión de tiempo para que las cosas regresaran a la normalidad. Cuando mi hermano estuviese en mejores condiciones entraría a la mesa de operaciones y recuperaría la movilidad de sus piernas. Rogaba porque el tiempo pasara rápido y esta situación se acabara. Pues ya me estaba sobrepasando. Quería mucho a mi hermano y estaba dispuesta a apoyarlo en las buenas y en las malas pero no era de piedra, también sentía y ya estaba algo cansada de seguir soportando.

Sabía que las cosas hubiesen sido más llevaderas si tuviese a mi lado a mi novio y a David pero aun necesitaba tiempo. Todavía el dolor y la decepción me acompañaban, ya no tan intensamente como en los primeros días, pero aún seguían allí y sentía que si dejaba que se acercaran esos sentimientos volverían y las cosas se volverían un auténtico infierno. Solo bastaría esperar la primera pelea para que los reproches con respecto a tema salieran a la luz. Y eso no lo quería. Prefería quedarme con los buenos recuerdos. Quería recordar mi relación con Esteban como la mejor que había tenido. Porque a pesar de todo tenía que reconocer que los días junto a él habían sido los mejores que había vivido.

Ya luego de varios meses pensando y analizando entendí que lo que pasó esa noche fue producto del alcohol y las drogas, pero igual no dejaba de doler. Comprendí que nadie tuvo la culpa, pero todavía cuando lo recordaba me hacía daño. Y ese daño quizás cesaría con el pasar del tiempo pero seguiría allí, como una marca con tinta indeleble. Quería mucho a Esteban pero sabía que esto no permitiría que nuestra relación fuese como antes, ya el daño estaba hecho y no se podía borrar.

Salí del breve transe y dirigí mis pasos hasta la cocina. Fui hasta el horno donde reposaba mi desayuno y lo serví en uno de los plantos. Desayunaría en ese momento porque de lo contrario el tiempo no me alcanzaría para ayudar a Eric y asistir al colegio. Ya las clases habían concluido, estábamos en la última semana donde entregaban las calificaciones y todo eso, pero igual me gustaba asistir. Además deseaba ver a mis compañeros y también a David y a Esteban.

Si la situación lo propiciaba tal vez tendría un primer acercamiento hacia ellos, no importaba con quien. Solo quería dar el primer paso para que todo volviese a la normalidad. Y eso lo conseguiría acercándome poco a poco. Aun necesitaba tiempo para que mis heridas sanaran pero también los necesitaba cerca. Si los quería perdonar del todo debía dejar se acercaran de nuevo y que la confianza volviera a fluir entre nosotros. La confianza era lo más difícil, pero no era imposible, tenía fe que en algún momento David volvería ser ese amigo a quien le confiaba todo, mientras que Esteban… bueno, se convertiría en un gran amigo, al cual le tendría un cariño especial. Suspiré melancólica. Me tendría que acostumbrar a que Esteban ya no sería mi novio.

Cuando terminé de desayunar deje mi plato en el lavavajillas y subí de nuevo a la habitación de Eric. Esperaba que su humor estuviese mejor. Cuando entré me encontré con la sorpresa de ver a mi hermano ya sentado en la silla de ruedas. Por lo menos mi sermón sirvió de algo.

-¿Ves? No es tan difícil, solo es cuestión de motivación- dije caminando hasta el para empujar la silla hasta el baño.

-Por favor ahórrate los reproches- contestó girando su cabeza para que no le viera. Siempre era lo mismo. Cuando sabía que no tenía la razón en algo tomaba actitudes infantiles. Pero decidí no responderle nada, no quería propiciar otra discusión.

DIEGO

Con algo de esfuerzo logré levantar la mancuerna. Ya era la última serie. Resoplé aliviado, ya no podía más. Creo que en las últimas semanas me había sobrepasado con el ejercicio. Iba casi a diario al gimnasio y siempre me ejercitaba hasta quedar molido. Y el cansancio me estaba pasando factura. Ya decidido a terminar mi jornada por el día, tomé la toalla que reposaba en un banco cercano y me dispuse a ir hasta las duchas. Tenía que apresurarme porque de lo contrario llegaría tarde a casa de mis padres. Un sentimiento de ira vino a mí pero lo aparté rápido. No podía permitir que esos sentimientos me dominaran o por lo menos debía calmarlos cuando estaba con ellos. Ellos aún seguían costeando todos mis gastos, así que debía ser inteligente y dejar que las cosas sucedieran sin quejarme de nada. Pues ¿qué más daba? Ya estaba acostumbrado a que mis padres me ignoraran continuamente. No les importaba en lo absoluto. Desde mi regreso no los veía. Ni siquiera un mensaje me mandaron. Al parecer su viaje de negocios a Suecia los tenía bastante ocupados.

Me sorprendió como una semana atrás había recibido un mensaje de mi padre como respuesta al que le mandé tres meses atrás. Solo me decía que su vuelo llegaría hoy y que esperaba almorzar conmigo para ver cómo iba todo. Cosa que se traducía a que le dijera en que universidad del mundo estudiaría para pagarme el primer año y comprarme un apartamento que cubriera mis necesidad… ¡ah! y un auto, que de seguro seria su regalo de graduación atrasado. Y eso sería todo. Todo se reducía a lo material. No preguntaría como me sentía, como me había ido en clases o si había hecho buenos amigos… a él ni a mi madre le interesaba nada de eso. Yo solo era una cuenta más que debían pagar y ya. Así que si era eso nada más, entonces que pagaran bien por esa cuenta. Si querían mi bienestar, entonteces que pagaran bien todos mis gastos.

Gruñí por lo bajo. Siempre que pensaba en ese tema acaba terminando melancólico. Todavía me dolía. Creo que era lo único que me dolía. El desamor de mis padres era algo que nunca lograría superar. Era un vacío que había en mi corazón que nada podría llenar, ni tampoco me interesaba llenar. Ya el daño estaba hecho.

En ocasiones buscando explicaciones al porqué de mi personalidad, llego a la conclusión que la falta de figuras paternas afectaron enormemente mi crianza. Si hubiese tenido a alguien que me dijera que estaba mal y bien, me hubiese enseñado a compartir o siquiera me hubiese aconsejado en los momentos en los que lo necesité. Ta vez fuera una mejor persona. Pero eso es solo una teoría que armé con el pasar de los años. A lo mejor siempre estuve destinado a ser malo. Quizás nací con la semilla de la maldad y así hiciera lo que hiciera nunca podría ser bueno.

Metido en ese mar de pensamientos entré a los vestidores caminado hasta mi casillero. Busqué entre mis cosas el jabón y la toalla de baño para ir hasta las duchas. Estaban desocupadas. A esa hora de la mañana muy pocas personas iban al gimnasio. Eso me gustaba. Así no tendría ningún tipo de distracción. Necesitaba pensar y organizar mis ideas. Últimamente todo esto se me estaba yendo de las manos. Todo me estaba saliendo mal.

Se suponía que mi regreso tenía un objetivo. Pero a tres meses de mi llegada nada había conseguido. Solo unas vacaciones bastante aburridas. Pues siendo sincero eso eran. Se suponía que a mi regreso todo el plan que tenía con Armando de hacer justicia, se pondría en marcha, pero nada de eso ocurrió. Lo único que conseguí fue drogar a David y a sus amigos por una noche y ya. En verdad daba vergüenza. Pero… ¿Qué podía hacer? No era prudente seguir actuando después de lo ocurrido. Si continuaba acechando las sospechas se irían directamente a mí y allí las cosas si se arruinarían por completo. Por ello lo prudente era alejarse, dejar que las aguas bajaran y esperar la oportunidad para dar un golpe de gracia. Solo una oportunidad bastaría, claro, debía tener cuidado porque de lo contrario acabaría pasando algo parecido a lo de Eric.

Cuando me propuse regresar tenía claro a lo que venía pero nada de eso incluía quitarle la vida a alguien. Puedo jurarle a quien sea que mi intención nunca fue provocar algún hecho sangriento. Nada de eso estaba en mis pretensiones. Por eso cuando ocurrió lo de Eric me asusté muchísimo cuestionándome en verdad lo que hacía y si debía seguir, pero por suerte no hubo hechos que lamentar. Nadie murió, eso me hizo respirar.

Fue mera coincidencia que Eric se apareciera en medio de la calle cuando revisaba mi celular. Juro que intente frenar cuando me di cuenta pero ya era tarde. El arrollamiento se había producido. Era claro que no podía quedarme, así que me di a la fuga rogando que nadie hubiese visto el hecho porque de lo contrario ya me veía bajo las rejas. Para mi suerte, la calle estaba completamente desolada, siendo yo el único potencial testigo de lo que paso y si acaso Eric, si recordaba algo.

Recuerdo que llegué al hotel hecho un manojo de nervios. En un estado de pánico por lo que acaba de hacer. Jamás imaginé ser capaz de matar a alguien. Nunca me consideré un asesino. Ese era mi límite. Si bien sabía que era una persona que podía dejar de lado sus escrúpulos, estoy completamente seguro que estando en mis cinco sentidos jamás mataría a alguien.

Cuando se lo conté a Armando él fue el primero que estuvo de acuerdo con que lo más adecuado en ese momento era esperar. Pero al parecer ya después de tres meses mi inactividad le estaba molestando. Y con lo impaciente que es no me sorprendió saber que este verano su intención era regresar, para unirse a mí. Hecho que por alguna extraña razón me daba muy mala espina.

FABIAN

La gran noche llegó. Los nervios me invadían de pies a cabeza. Por fin luego de esperar tanto tiempo, después de tantas noches en vela, tras tantas lágrimas derramadas… la espera había terminado. Luego de esa noche mi martirio acabaría, escaparía a mi libertad y nadie me detendría. Suspiré emocionado. Por fin lo vería. Solo faltaban unas pocas horas. Menos de un día. No sabía con qué me encontraría al llegar. Tal vez las cosas hubiesen cambiado y tendría que luchar por su amor, pero no me importaba. Ya el obstáculo más grande lo acababa de pasar y si pude con él, podía con el resto sin ninguna dificultad. Estos meses me sirvieron para poner a prueba la  determinación y convicción con la que podía amar, y lo que podía hacer con tal de defender mi amor. Si tenía que mover cielo y tierra, lo haría no tenía problema. Si sabía que al final de todo conseguiría mi felicidad, estaba dispuesto a enfrentar cualquier batalla.

Miré a ambos lados del pasillo dejando de lado otro de mis monólogos mentales, y me fije si había señal de mi padre o Diana. Pero no la había. Por lo que veía Ernesto cumplió al pie de la letra su promesa y los mantenía distraídos en su habitación viendo alguna película. Ya me había despedido de ellos así que no tendría problema. Mi complicación era Francisca, la sirvienta, si me veía mis planes se podían estropear. Pero decidí dejárselo a la suerte. No podía controlarlo todo.

A paso suave y tratando de hacer el más mínimo de los ruidos caminé hasta las escaleras con las maletas detrás de mí. En ellas no llevaba mucho, solo lo indispensable. Ya cuando llegara a casa de mi tía Alicia compraría todo lo necesario. Di un vistazo al panorama, y este se veía despejado así que sin más demoras bajé con el mismo cuidado de antes. Al llegar abajo escuché el grifo de la cocina, seguro Francisca estaría preparando la cena. Esa era mi oportunidad. Conteniendo la respiración posé mi mano sobre la perilla y la giré abriendo la puerta. Esta dio un suave chirrido pero nada que pudiera alarmar a alguien. Con un poco de dificultad saqué las maletas, para cerrar la puerta tras salir. Cuando Mark me vio de inmediato corrió hasta mí para ayudarme a subir el equipaje a su auto lo más rápido que podía. Buscó en su pantalón las llaves y abrió la puerta del maletero metiendo con cuidado ambas maletas, una vez estuvieron bien acomodadas la cerro.

Ambos suspiramos cuando el auto arrancó.

-Listo- dijo Mark desviando por un momento la vista hacia mí- ya oficialmente eres libre-.

-Eso creo- dije yo con una sonrisa en mis labios- aunque hasta que este montado en el avión no estaré tranquilo-.

-No seas paranoico. Todo te saldrá bien- respondió devolviéndome una sonrisa sincera- ¿Sabes? te voy a extrañar. Has sido un verdadero amigo… No creo que vuelva a conseguir alguien como tú- pude sentir un leve rubor en mis mejillas. Algo inusual en mí.

-Tampoco exageres que no soy el Papa- ambos reímos - además esto no es una despedida definitiva. Tu puedes ir a visitarme o yo puedo venir hasta acá… eso tenlo por seguro-.

-Mmm lo pensaré- dijo asintiendo con la cabeza torciendo sus labios- no me vendría mal unas vacaciones por Latinoamérica. Pero prométeme algo-.

-¿Qué…?-

-Que me vas a presentar al buenazo de David-.

-Claro…- dije riéndome por lo bajo.

-Tengo que conocer a ese que te hizo suspirar tanto en esto meses- dijo - necesito ver en persona al chico que ha logrado enamorar al inconquistable Fabián Cascante-.

-¡Por Dios! Mark no exageres-.

-No exagero...- contestó divertido- nadie antes se había resistido a esta cabellera rubia y a estos ojos- esta vez no pude contener y comencé a reírme a carcajadas.

-Pues… yo no soy como el resto- conteste siguiéndole la broma- a mí no me impresiona cualquiera-.

El resto del camino seguimos bromeando y hablando de temas un poco más banales. En verdad extrañaría las ocurrencias es ese chico. En cierta manera me recordaba un poco a Cristian, ambos tenían una personalidad explosiva, a diferencia que Mark tenia límites, sabía hasta donde llegar en cada situación. Mientras que Cristian era un despreocupado que hacia las cosas sin importarle las consecuencias.

-Bueno creo que hemos llegado- dijo estacionando el auto frente al campus del colegio. Había mucha gente de nuestra edad y autos por todos lados. Algunos llegaban, otros esperaban afuera y quizás algunos preferían el aire fresco que brindaba la noche.

-¿A qué hora debes estar en el aeropuerto?- pregunto Mark quitándose el cinturón de seguridad.

  • A eso de la media noche- contesté aun viendo por la ventana- el vuelo sale a las tres de la mañana-.

-Bueno, entonces pondré la alarma a un cuarto para las doce- dijo mientras esculcaba entre sus pantalones buscando su celular.

Una vez bajamos comenzamos a caminar en dirección al edificio. La noche era cálida, como una noche normal de verano. El cielo estaba despejado, las estrellas ofrecían un panorama bastante hermoso y la luna se erguía regia como la protagonista de la noche. Viendo aquella vista te daban ganas de lanzarte en el césped y contemplar el cielo por horas sabiendo que no te aburrirás en absoluto. Ojalá hubiese podido tomar una foto.

Al llegar a la entrada saludamos a los conocidos e ingresamos al edificio. Adentro nos dirigimos hasta la cancha interna del colegio; que era donde se realizaría la fiesta de graduación. El típico baile de graduación americano, pensé. La decoración era buena, lo necesaria para convertir aquel espacio en un sitio decente y darle vida. En un extremo estaba colocada una tarima, donde cantaría la banda invitada, allí aun instalaban los equipos e instrumentos. Las bebidas y aperitivos estaban en otro extremo,  donde por el momento la gente se concentraba. En el centro de la improvisada pista de baile estaban varios chicos moviéndose al ritmo la música de fondo. Por lo visto aun la noche era joven. Habría que esperar a que la gente que faltaba llegara y la música subiera sus decibeles. Era solo cuestión de minutos. Dentro de unos instantes la adrenalina y la euforia poseerían a cada uno de los presentes y crearía el ambiente de éxtasis.

-¡Pero mira a quien tenemos aquí!- escuché a mis espaldas, de inmediato la reconocí.

-¿Brittany?- dije mientras me volteaba con una sonrisa por la sorpresa- ¿Qué haces aquí?- pregunté sorprendido, a cercándome para darle un beso en la mejilla.

-Algunos amigos de mis amigas se gradúan y me invitaron para que asistiera, pero mira las coincidencias de la vida… si hubiese sabido que tú estarías aquí me ponía más guapa- solo pude reírme por el comentario.

-Descuida que así te vez bien- contesté contemplando su vestido rojo que hacia juego con su cabellera- ¿Viniste sola?-.

-No… con mis amigas, los chicos con quienes están saliendo estudian aquí. Es por ellas que vine- respondió.

-Por lo que veo ya lograron superarme- dije a manera de broma.

-Ni tanto…- dijo- todavía me preguntan si estoy absolutamente segura de que eres gay y no dijiste eso solo para deshacerte de ellas- no pudo evitar soltar una leve carcajada- pero te aseguro que con el tiempo se resignaran-.

-Eso espero. Lo último que quiero es un par de acosadoras detrás de mí-.

-Tranquilo yo me encargo de eso - contestó palmeándome el brazo; que era hasta donde llegaba - ¿Y ya tienes todo listo para el viaje?-.

-Si- dije asintiendo- parto esta misma noche. Siendo más específicos, mañana en la madrugada-.

-¡Oh! ¿Enserio?... Creía que tu viaje salía hasta dentro de una semana… Tenía planeado invitarte a salir para despedirme de ti-.

-Será en otro momento, saliendo de aquí salgo para el aeropuerto… pero si quieres cuando vuelva nos ponemos en contacto y te invito un trago o lo que quieras-.

-Me parece- respondió conforme- pero con la condición de que me presentes al fenómeno que logró enamorarte ¿Hecho?-.

-Hecho- respondí estrechándole la mano.

-En verdad necesito los consejos de él. Tengo que saber cómo hizo para atrapar a un espécimen como tú- comentó con un deje de broma todavía en su voz. Yo no podía hacer nada más que seguirme riendo de sus ocurrencias, pero sabía que no lo decía en broma. Con lo poco que la conocía ya me la imaginaba pidiéndole consejos al castaño.

La noche avanzó, mis compañeros continuaron llegando y sin darme cuenta tras una hora cada rincón estaba abarrotado de gente. El alcohol ya había hecho su trabajo. Aunque me moría de curiosidad por saber cómo se las ingeniaron para conseguir bebidas sin meterse en problemas o peor como lograban hacerlo en frente de las autoridades del colegio, eso sí era digno de admirar. La verdad es que no había que quitarle mérito al ingenio de los americanos.

No bebí demasiado solo un par de tragos cuando mucho, para relajarme un poco. No quería una resaca por la mañana y menos cuando tenía encima un viaje que si bien no era demasiado largo seguía siendo agotador. Pero quien no deje probar nada de alcohol fue Mark. El aun debía llevarme hasta el aeropuerto, debía estar en las más óptimas condiciones. No quería que en medio del camino nos detuvieran. Eso sería el fin de mis planes. Por lo que solo bebió un par de vasos con refresco y nada más. Ya después podría emborracharse si quería.

Baile un par de canciones junto Brittany y hablamos un poco de sus planes y su tan deseado viaje a Hawái. Me contó que luego del verano tenía planeado irse a vivir a Europa para estudiar en Italia, y si las cosas le salían bien se residenciaría por allá, pues, desde pequeña su sueño siempre fue vivir en Roma. En cuando a mí, el conté sobre mis planes al regresar…

-Ojalá yo viviera un amor como el tuyo- comentó tras escucharme- todos anhelamos con un amor así… profundo, puro… sincero- suspiró- en verdad tienes suerte-.

-Yo no lo llamaría suerte sino destino-.

-Mmm tal vez- musitó debiendo del trago que tenía en sus manos- pero igual tienes suerte. No todos tienen la dicha de ser amados por la persona que aman-.

-En eso tienes razón…- concordé con ella.

-Fabián- escuche que Mark me llamaba- Ya es hora-.

-¿Cómo? ¿Ya te vas?- se veía que no me quería dejar ir.

-Si- contestó Mark- su vuelo sale en tres horas-.

Pude sentir como mi corazón dio un salto de felicidad. Ya faltaba poco.

-Te voy a extrañar- le dije a Brittany mientras me acercaba para abrazarla- En verdad fue un gusto conocerte-.

-A mi también me gustó conocerte- respondió apretándose a mí para hacer más profundo el abrazo- y ya sabes, cuando vueltas mes escribes…- dijo mientras se separaba.

-Eso dalo por hecho-.

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Mi respiración se encontraba acelerada. Sentía el corazón en mis oídos. Estaba nervioso. Estaba muy nervioso. El recuerdo de cuando nos hicimos novios vino a mi mente esbozando una sonrisa en mis labios… el primer te amo fue indescriptible, pero lo que llevaba grabado en mi memoria era nuestra primera vez, ese fue sin duda el momento más hermoso de mi vida, y estaba seguro que habrían mejores que ese. Para mí ya era un hecho.

-Creo que hasta aquí te acompaño- dijo Mark deteniéndose a mi lado

-Gracias por todo Mark- me acerqué a él para abrazarle.

-No hay porque darlas, eso es lo que hace un amigo - contestó mientras se separaba.

-Para mí ya eres un gran amigo- le dije mirándole a los ojos con completa sinceridad.

-Y para mí un hermano…- noté sus ojos húmedos- Éxito galán- dijo mientras cabeceaba en dirección a la puerta de abordaje. Ya era mi turno.

-Prometo escribirte seguido- le dije mientras tomaba mi equipaje.

-Estaré al pendiente…-.

Ya las cartas estaban sobre la mesa. La espera, había terminado…