Destinados. Capítulo 27: Traición
Su cabello rubio compaginaba con lo blanco de su piel, su rostro parecía estar tallado por los propios ángeles viéndose aún más hermoso cuando dormía. Pero aparté esos pensamientos de mi cabeza. No debía confundir las cosas.
Hola a todos, acá les traigo una nueva entrega de Destinados, espero les guste. Ya nos estamos acercando a la etapa cumbre de la historia y la trama está comenzando a complicarse. Nuestros personajes pasaran por situaciones complicadas durante los próximos capítulos. Y cada vez está más cerca el regreso de Fabián que tensara aún más la situación.
Les agradezco por sus comentarios y correos, los valoro enormemente. Espero nuevamente sus opiniones del capítulo.
Saludos,
Derek W. Johnson
Destinados. Capítulo 27: Traición
DAVID
Un fuerte dolor de cabeza me sacó del profundo sueño. Sentía un dolor punzante que se esparcía internamente desde mi frente hasta la parte posterior de mi cerebro. Los recuerdos comenzaron a regresar. Eran vagos, primero recordaba estar en la discoteca junto a Santiago, luego nada… todo blanco, después había otro recuerdo donde estaba con Santiago en uno de los cubículos del baño, y desde allí, ya mi cerebro no recordaba más. Solo aparecía en mi mente el sueño de esa noche, donde había estado con Santiago, habíamos hecho el amor como nunca. Suspiré pensando en eso. Santiago era la única persona que lograba calmar mis diluvios mentales, cuando estaba junto a él nada me afectaba, todo era seguro.
Me removí un poco entre las sabanas y el contacto de una piel me sorprendió. Podía sentir como a mis espadas una presencia cálida y fuerte me rodeaba abrazándose a mí. Eso me sorprendió. No entendía nada. ¿Dónde estaba? Si analizaba un poco la situación, junto con mis recuerdos, no había oportunidad para demasiada imaginación. Así que abrí los ojos, seguro de la presencia que se encontraba a mis espaldas. Mi vista reconoció de inmediato mi habitación. ¿Cómo había llegado allí? Al parecer tendría bastante por recordar, sin embargo ese no era el problema por el que me debía preocupar en ese momento. El verdadero problema era que un chico se encontraba en mi habitación sin el consentimiento de mis padres, ellos podían ser los más comprensivos del mundo, pero sabía que eso cruzaba la línea. Suspiré pesadamente. No tenía la menor idea como salir de aquello.
Giré levemente mi vista para despertar a… ¡Un momento! ¿Qué pasaba aquí? No era… ¡No, no, no y no! Tenía que ser imposible… ¿Cómo...? De inmediato me enderecé en la cama comprobando quien se encontraba desnudo entre las sabanas era Esteban.
Mi respiración comenzó a acelerar nervioso por lo que la escena delataba. La culpa me invadió de inmediato. Pero… ¿Cómo demonios Esteban había terminado en mi cama? ¿Cómo había pasado? Intentaba buscar los recuerdos en mi mente pero no tenía éxito, no había nada… todo se encontraba en blanco. Las únicas evocaciones que mi cerebro podía hacer eran vagas y solo se situaban en la discoteca. Ninguna con Esteban y yo en la cama.
Con la expresión de sorpresa aun en mi rostro fijé mi vista en aquel hermoso cuerpo durmiendo bajo las sabanas. Era imposible negar que Esteban era bellísimo, incluso más que Santiago o el mismo Fabián. Su cabello rubio compaginaba con lo blanco de su piel, su rostro parecía estar tallado por los propios ángeles viéndose aún más hermoso cuando dormía. Pero aparté esos pensamientos de mi cabeza. No debía confundir las cosas.
La duda que hacer me invadió. No sabía cómo lidiar con la situación. No tenía ni la más mínima idea de lo que diría. Era demasiado increíble lo que estaba sucediendo. Sinceramente nunca me imaginé siquiera acostarme con el novio de mi mejor amiga. ¡Dios! Rebeca. Su imagen vino a mi cabeza intensificando la culpa, no sé cómo la miraría a la cara después de esto. Ella no se merecía esta traición. Una lágrima amenazó con salir pero el movimiento del cuerpo de Esteban concentro mi atención.
Antes de abrir los ojos dio un sonoro bostezo mientras se estiraba un poco, uno de sus pies rozó conmigo haciéndolo sobresaltar. En el ínstate en que me vio su mirada se tornó desconcertada y asustada, como si estuviese viendo al demonio mismo. Apartó la vista por unos segundos intentando recordar algo y cuando pareció hacerlo llevó sus manos a ambos lados de su cabeza, con una expresión de arrepentimiento en su rostro.
-Perdóname- dijo sin mirarme a los ojos- perdóname- repitió con un tono de voz más emotivo.
-¿Recuerdas lo que pasó?- pregunté intentado no delatar lo nervioso que estaba. El asintió viéndome a los ojos.
-¡Dios!- bajé la cabeza hundiéndola en las palmas de mis manos- ¿Cómo pasó esto?- pregunté sin obtener respuesta.
Un breve silencio se produjo, siendo el único sonido que retumba en esas cuatro paredes el de nuestra agitadas respiración que dejaban ver la intranquilidad que nos invadía.
-No lo sé- lo escuché decir- No entiendo nada. No sé qué me ocurrió anoche-.
No sabía que hacer o que decirle, estaba inmerso en un estado de shock, intentando asimilar la situación.
-¿Recuerdas algo?-
-No- negué con la cabeza- solo que estaba muy mareado y nada más- me encogí de hombros mientras resoplaba por lo bajo. Lo contemplé por unos segundos, viendo una expresión de culpa.
-¿Qué vamos hacer?- me preguntó.
-No lo sé- giré mis ojos hacia él- sé que si se lo decimos a Rebeca y Santiago, corremos el peligro de perderlos - me aterraba de pensar en perder a mi mejor amiga- pero si guardamos silencio, será peor. Tarde o temprano la verdad saldrá a la luz siendo peor las consecuencias-.
-¿Entonces le vamos a decir la verdad?- no se veía entusiasmado con la opción.
-¡No lo sé!- dije sincero- yo soy el primero que quiere olvidar esta situación, hacer como si nada paso y continuar con mi vida, pero no puedo- suspiré pesadamente- no podría ocultarle algo como esto a Santiago-.
Si de mí dependiera, guardaría silencio por el resto de mi vida. Porque sabía que esto estropearía mi relación con Santiago. Y eso era lo que menos quería, no quería perderlo. Lo quería, me sentía bien con él. Por primera vez en mucho tiempo podía decir tenía un poco de paz. Si, había muchas cosas que me atormentaban, pero todos esos diluvios se calmaban y los olvidaba cuando estaba con Santiago. Él era como mí anestesia en contra del dolor, no lo quería perder. Él me había demostrado que me quería con todo su ser. No quería romperle el corazón tan cruelmente. Pero tampoco podía ocultarle una infidelidad, mi moral no me lo permitía. No podría mirarlo a los ojos sabiendo que le mentía, la culpa me carcomería vivo. Además, la vida ya me había enseñado que tarde o temprano la verdad sale a la luz. Era mejor que si Santiago se enteraba de aquello, lo hiciera de mi boca, y no por terceros. Si aspiraba por su perdón debía hacerlo. Eso era seguro. Solo necesitaba enfundarme del valor necesario y espera el momento indicado.
Si pensaba en Rebeca, ese era un terreno más delicado. Con tan solo pensar en ella las lágrimas venían a mis ojos. ¡Dios! ¿Cómo se lo diría? ¿Cómo le confesaría que me había acostado con su novio? En verdad no me imaginaba como confesárselo. No sabría si tendría el valor para decírselo. La quería demasiado. Y era por ese afecto que la culpa me carcomía. Por años ella había sido mi paño de lágrimas, mi confidente… mi hermana. Ella era una de la personas que me más quería en todo el mundo y estoy seguro que pondría sus manos en el fuego por mí. Así que pagarle con una traición como esta era demasiado bajo. Me dolía haberle hecho eso. Siendo ese dolor acrecentado por no poder recordar nada. Eso era torturante. Saber que había traicionado a mi mejor amiga, pero no saber cómo lo hice. No recordar porque había pasado, porque no me detuve, porque dejé que las cosas cruzaran ese límite. Si bien era cierto que Esteban era culpable yo también tenía la misma culpa, pues, fue un acto en donde los dos tuvimos parte… Un fuerte golpeteo contra la puerta de mi habitación me sacó del hervidero de pensamientos que en ese momento era mi cabeza. Pude escuchar la voz de mi madre a otro lado. Vi como Esteba se tensaba.
-¿David estás despierto?- me llamó mi madre.
-Sí, mamá ¿Qué ocurre?…- intentaba emular un tono natural pero me era difícil, sabía que si mis padres se enteraba que había traído un chico a la casa armarían un escándalo.
-¿Vas a desayunar hijo?-.
-Dentro de un rato, déjame lavarme los dientes y ya bajo-.
-Bien…- la escuché decir mientras se marchaba.
-¿Cómo vamos a salir de aquí?- me susurró Esteban asustado.
-No lo sé- le dije- por el momento vístete, ya buscaré una manera de sacarte sin que nadie te vea-.
¡Dios! Estaba metido en problema mayúsculo. No tenía idea como saldría de él.
Me levanté de la cama con las sabanas tapando mi cuerpo. Estaba aún desnudo. Busqué un bóxer, un pantalón y una franela en mi ropero y caminé hasta el baño, para dejarle espacio a Esteba de vestirse. Así nos evitábamos una escena incomoda. No tardé cinco minutos en estar listo.
Antes de salir me detuve en el espejo del baño. Me quede allí por unos segundos, visualizando mi reflejo. Resoplé por lo bajo. ¿Cómo llegué a eso? ¿Por qué lo había permitido? ¿Cómo podía decir que quería a Santiago si me acostaba con otro chico? Y peor aún ¿Cómo siquiera podía decir amar a Fabián cuando a tan solos unos meses de su partida había estado con dos chicos? En verdad no entendía mis actos ¿Qué estaba haciendo con mi vida?
-No te tortures más- escuché a mis espaldas. Levanté mi vista hacia el espejo viendo a Esteban en la puerta- no lograras nada martirizándote-.
- Lo sé, pero es inevitable sentirse como una porquería cuando acabas de traicionar a tu mejor amiga y al chico que amas-.
-Tienes razón, pero peor aún es saber que pudiste controlarte y no lo hiciste- dijo mientras una lagrima resbalaba por su mejilla- Es horrible saber que eres el único responsable-.
-Tú no eres el único responsable, yo también tengo la culpa-.
-David- dijo- si alguien tiene la culpa de lo que paso soy yo, por no saberme controlar. Yo era quien más consiente estaba. Pude haberte dejado aquí e irme, pero no lo hice- no le respondí nada. Tenía cierta razón en sus palabras.
-¿Te puedo hacer una pregunta?- dije tras unos segundos de duda, el asintió - ¿Eres bisexual?- desde que me levanté esa duda rondaba en mi cabeza. Era entendible que a mí que me gustaban los hombres hubiese caído ante la tentación. Pero Esteban a quien creía heterosexual, era muy poco probable que cayera en la tentación cuando no sentía atracción hacia los chicos.
-Si- dijo asintiendo.
-¿Rebeca lo sabe?- negó con la cabeza.
- No tiene idea- contestó- así que mi traición es doble. Cuando se enteré de todo estoy seguro que la perderé- las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
FABIAN
Lo tenía en mis manos, allí estaba. Con fecha y hora. Ya solo quedaba esperar y prepararme para mi regreso. Solo debía aguantar tres meses para volver a verlo. Solo eran 96 días los que me separaban de la libertad. El vuelo estaba programado para el día siguiente a mi graduación. Ya todo lo tenía planeado. Pero primero debía resolver un problema. Necesitaba que mi papá firmara la autorización para el viaje debido a que era menor de edad. Sin ella no podría hacer nada. Tenía claro que si se lo pedía, su respuesta seria un rotundo no. Sería capaz de encerrarme hasta que cumpliera 18. Así que debía buscar la manera que firmara el documento sin que supiese lo que estaba firmando. No lo sé, a lo mejor traspapelarlo con alguna autorización del colegio o hacerlo pasar por uno de los recibos de la mensualidad… no se ¡Uff! Debía buscar alguna solución.
-Porque tan pensativo- escuché decir en la entrada del local. Era Mark. Caminó hasta la mesa que estaba limpiando- últimamente te la pasas con la mirada pérdida- comentó mientras se sentaba en una de las sillas. Era domingo por la mañana. Le había inventado a Diana que tenía práctica por la mañana para poder ayudar a Mr. Solivan en el restaurante.
- Planeando como escaparme de las garras de Hitler- comenté bromeando.
-¿Hablas de tu padre?-.
-De quien más hablaría- respondí.
-Bueno- suspiró pesadamente- la tienes un poco difícil. Pero descuida, dictadores peores a tu papá han sido derrocados-.
-¡Que consuelo!- musité con ironía.
-Ánimo Fabián- dijo mientras llevaba su mano hasta mi hombro- vas por el camino correcto, solo debes esperar-.
-Lo sé, pero es difícil hacerlo cuando estas bajo constante presión. Escondiéndote cada segundo como si estuvieses haciendo algo ilegal. Soy fuerte pero a veces los problemas me arropan -.
-Te entiendo- me contestó- pero ya pasaste por lo más difícil. Ahora lo que te queda es esperar y preparar el terreno. Ya tienes el boleto de avión- se encogió de hombros.
-Si – dije - Debo que agradecerle a tu tío por prestarme el dinero, te aseguro que voy a trabajar el tiempo que sea necesario para pagarle-.
-Descuida, lo hizo de corazón - respondió - siempre hace ese tipo de actos con las personas que le caen bien - fue un regalo del cielo que Mr. Solivan se ofreciera a prestarme el dinero cuando Brittany logró conseguirme el boleto de avión. No pudo ser mejor- ¿Y ya sabes cómo harás para irte sin que tu padre se dé cuenta?-.
-Más o menos, mi hermano será quien me ayudara a preparar todo ese día- había hablado con Ernesto y en el momento que le conté de mis planes me dio todo su apoyo, ofreciéndose a cubrirme en lo que fuese necesario. Según habíamos acordado él se encargaría de mantener a mi papá y a Diana ocupados esa noche.
Tienes quien te lleve al aeropuerto - negué con la cabeza- entonces yo lo hare ¿A qué hora sales?-.
El vuelo sale a las tres de la mañana, pero tengo que estar en el aeropuerto como a las once-.
-¿Eso quiere decir que saldrás directamente desde la fiesta de graduación?-.
- Ese es el plan- dije- me llevaré el equipaje a la fiesta escondido en tu auto, ya que te estas ofreciendo de voluntario-.
-¿Pero tu padre te dejara ir a la fiesta?-.
- Eso espero- contesté- su actitud durante los últimos días ha sido un tanto más dócil hacia mí. Ya me da los buenos días, eso es un avance- ambos reímos por lo bajo.
-¿Y tú tía lo sabe?-.
No aun no – no había pensado en ella.
¿Y si la llamas?- preguntó – toma - me tendió su celular- desde que había llegado a Estados Unidos no tuve tiempo para hablar con mi tía Alicia. Esa era otra de las restricciones de mi padre. Un tanto dudoso tomé el teléfono y sin apuro marque el número. Espere unos segundos a que repicara y espere.
- ¿Bueno? - escuché al otro lado de la bocina. Mi corazón dio un salto al escuchar aquella voz. Creo que si algún día escuchara la voz de mi madre de nuevo, lo que sentiría sería muy parecido a las emociones que me invadieron en ese momento.
- Tía - dije con la voz algo quebrada.
- ¿Fabián eres tú? – podía sentir la emoción en su voz.
- Sí tía, soy yo- mis ojos se humedecieron de alegría.
- Mi niño ¡cuánto tiempo! ¿Cómo estás? Cuéntame ¿Qué tal te ha ido?-.
- Bien, dentro de lo que cabe- debía controlar las emociones para no perder la compostura- Las cosas con mi papá desde un principio fueron tensas. Sabias lo que me esperaba cuando me fue a buscar, así que no te sorprendas con todo lo que ha intentado para curarme-.
- No entiendo como Mauricio puede tener tantos prejuicios - se le oía la molestia en la voz.
-Yo tampoco – pausé – Tía, te estoy llamando por algo importante, una sorpresa ¿puedo contar contigo?-.
- Por su puesto Fabián, sabes que siempre te voy ayudar. Dime -.
- Bueno- di un suspiro- Voy a regresar-.
-¿Cómo? ¿Tu padre te ha dado el permiso de venir? -.
-Para nada, él nunca me dejaría volver mientras sea menor de edad. Me voy a escapar-.
- ¿Cómo te vas escapar? No entiendo -.
- La historia es muy larga luego te la contaré, pero lo importante es que logré conseguir un boleto de avión-.
- ¿Y cuándo vendrás? Fabián, tampoco puedes dejar tirado los estudios -.
-Me iré luego de la graduación, puedes estar tranquila por eso -.
Hizo silencio por unos breves segundos. Logré escuchar cómo se reía por lo bajo- Cada vez me sorprendes más. Nunca descansas hasta conseguir lo que te propones -.
-No tía, les prometí que regresaría y eso pretendo hacer. Mi lugar es allá junto a ti y a David- le dije con sinceridad.
- ¿Lo sigues amando verdad? -.
- Con todo el corazón. Cuento los días para volver a verlo. ¿Sabes cómo está?-.
- Según sé está bien. Sufrió mucho cuando te fuiste pero el tiempo le ha ayudado a reponerse - sentí un extraño tono en su voz cuando me dijo aquello. Dentro de mí una alarma se encendió vislumbrándome el panorama contra el cual probablemente me enfrentaría. Preferí no preguntar más, ya tendría tiempo para pensar en eso.
- Si lo vez dile que cuando menos se lo espere estaré junto a él-.
EDUARDO
Unos mechones rojos sobre mis ojos fue lo primero que contemplé mientras despertaba. Me sobresalté un poco incapaz de reconocer quien a quien dormía con la cabeza recostada sobre mi pecho. Pero tras varios segundos lo recordé. Suspiré pesadamente. Sinceramente esta situación era extraña en cualquiera de las perspectivas que la viese. Sin duda alguna debía alejar Diego, de lo contrario mi relación con Eric comenzaría a tener problemas.
Moví mi mano que se posaba en la espalda del pelirrojo intentado apartarlo pero no pude. El chico se aferraba a mí como un niño a su peluche. Resoplé fastidiado. La única razón por la que acepté a Diego meterse en mi cama era por el estado en el que estaba. Se veía demasiado frágil.
Lo primero que hice luego de que me besara fue pedirle que se marchara, que no era correcto lo que hacía, yo tenía novio. El pareció entenderlo y prometió no volver a hacerlo, pero me rogó con lágrimas en los ojos que no lo corriera, que lo dejara pasar aunque sea unos minutos junto a mí. Yo no me negué. Sabía lo solo que se sentía a veces, así que acepté acompañarlo.
Estuvimos sentados en la acera por alrededor de veinte minutos, hablando de cosas banales, él me contó sobre el bachillerato, que ya lo había terminado dado que lo adelantaron un año y un montón de cosas más. Al final acabó pidiéndome que lo dejara dormir en mi casa porque no quería regresar al hotel donde se hospedaba, a lo que acepté. Si, puede parecer tonto dejar dormir en tu casa al chico que acaba de intentar besarte cuando tienes novio, pero entiéndanme, conozco a ese chico, se por los desprecios que ha tenido que pasar, no tenía corazón para decirle que no.
Originalmente dormiría en la habitación de huéspedes, pero a mitad de la madrugada se metió en mi cama pidiéndome que lo abrazara porque no podía dormir. Y así acabamos durmiendo por lo que quedó de noche. Claramente de esto no le haría ni el más mínimo comentario a Eric. Si se enteraba me mataba. Él era demasiado desconfiado. Y le entendía. Había pasado por muchas decepciones amorosas. Lo más sano seria hacer como si nada paso.
Me moví de nuevo un poco más fuerte consiguiendo apartar a Diego. Me arrastré entre las sabanas hasta el extremo de la cama. Me levanté reposando mis pies descalzos en el frio piso y caminé un poco tambaleante por el sueño hasta llegar al baño.
DAVID
Asomé mis ojos por la abertura de la puerta entre abierta comprobando que no había nadie en el pasillo. Seguramente mi madre estaría en la cocina. De mi padre no había señales, el acostumbraba dormir hasta tarde los fines de semana así que deduje que aún no despertaba. Y ni hablar de mi hermano, el no saldría de su habitación hasta las doce o una de la tarde.
-¿Cuál es tu plan?- preguntó Esteban detrás de mí.
-Bajar sin hacer ruido- le susurré- la única que esta despierta es mi madre y no creo que salga de la cocina hasta que termine de preparar la comida-.
-Vamos entonces-.
Intentado no hacer ruido salimos de la habitación en dirección a las escaleras. Antes de bajarlas me detuve para comprobar que mi madre no estuviese cerca, y en efecto, no estaba. Lo único que debía hacer era llevar a Esteban hasta puerta y listo, me libraría de aquel predicamento. Aspiré aire intentado enfundarme de valor y comencé a bajar las escaleras. Cuando estuvimos abajo di un último vistazo y continué, fui hasta perilla, la giré con sumo cuidado y terminé abriendo la puerta. Antes de salir Esteban se detuvo por un par de segundos sosteniéndome la mirada un poco confuso de que hacer o que decir.
-Cuídate- le susurré intentado romper la tensión.
-Adiós- fue lo único que me respondió. Mientras caminaba hasta la puerta que daba hacia la calle, que siempre permanecía abierta durante el día así que no era necesario que la abriera. La abrió y salió sin mucho problema.
Iba a entrar de nuevo, pero la voz de mi madre a mis espaldas me sobre salto- Creo que me debes una explicación- comentó mientras me volteaba hacia ella. Tenía una expresión de descontento en su rostro mientras sus manos estaban a ambos lados de su cadera. Esperaba una respuesta - ¿Me podes explicar porque Esteban durmió aquí?-
¡Perfecto! Lo último que me faltaba. ¿Por qué no se abría un hueco en la tierra en ese momento y me tragaba? Así no tendría que escuchar el escándalo que mi madre armaría. Definitivamente ese no era mi día. No sé qué pecados estaba pagando porque todos los problemas se me venían encima en el mismo momento.
Suspiré cansado intentado armar una explicación en mi mente. Pero no lograba encontrar una que fuese lo suficientemente creíble.
-¿Estas saliendo con Esteban?- me preguntó al ver que no respondía.
- No mamá ¿Cómo me preguntas eso? Él es el novio de Rebeca-.
-Por eso pregunto, no me parece para nada apropiado que el novio de tu amiga se quede en tu habitación-.
-Si lo se…. Pero… es que…- no sabía que decir.
-Hijo- posó su mano en mi hombro- sea lo que sea, lo que haya pasado entre ustedes no te juzgo, pero sabes que no es correcto que le estás haciendo esto a Rebeca. Ni tampoco es correcto que traigas aun chico sin avisarnos- tomó mi mentón e hizo que la mirara- tu papá y yo estamos haciendo el esfuerzo por aceptar tu situación y ser compresivos, pero no abuses ¿entendido?-.
-Entendido- respondí mientras asentía. Me dio un beso en la frente y se dio la vuelta para ir de nuevo a la cocina.
-Mamá- le llamé mientras caminaba- ¿Esto podría quedar solo entre nosotros?-.
-Claro- contestó con una sonrisa afable- es más, creo que debo ir a despertarte pues aun estas durmiendo- dijo sobreactuando un poco. Me reí por lo bajo.
La reacción de mi madre me había tomado desprevenido. Nunca esperé su complicidad en estos temas, pero me gustaba su actitud. Por primera vez desde que se habían enterado de mi homosexualidad, sentía que en verdad estaban cambiando su manera de ver el mundo. No pude evitar sonreír de pensar en aquella. Sin embargo no todo era color de rosas. Ahora debía enfrentar esta situación con madurez, debía hacerle frente a las consecuencias.
FABIAN
No me cansaba de contemplar aquella foto. La veía como si no hubiese pasado el tiempo. Como si hubiese sido ayer cuando me revolcaba entre el césped con su cuerpo a centímetros del mío, con su aliento en mi rostros y su mirada fija en mis ojos. Esos ojos que me atraparon desde el principio desarmándome por completo, lanzando una soga a mi corazón para atraparlo y no devolvérmelo. ¡Dios! Lo amaba demasiado. Y día con día ese amor crecía descomunalmente, dándome la fuerza para seguir. Ese amor era el que me motivaba a soportar los encierros, los malos tratos de mi padre, la desbastadora soledad y cualquier patada que me diera la vida. No sabía cómo, solo lo sabía y lo sentía. El solo saber que al final de todo aquello lograría ser feliz junto a él, me hacía sacar fuerzas de donde no las tenía, brindándome una convicción que no creí poseer.
Tenía bastante claro que luego de mi llegada tendría que enfrentar situaciones muy particulares. Enterarme que Santiago y David eran novios no me sorprendía, solo confirmaban una posibilidad que nunca quise que se hiciera realidad. Es como cuando confirmas que tienes una enfermedad, primero todos los síntomas levantan las sospechas pero no es hasta que te practicas los exámenes y evaluaciones medicas correspondientes que confirmas que estas enfermo. Eso me pasaba a mí. Solo me bastó un par de minutos indagando en la red, para ver lo que ocurría.
Todo comenzó estando en casa de Mark. La curiosidad pudo conmigo luego de varios meses abrí mi cuenta de Facebook. No fue sorprendente conseguirme con cientos de notificaciones y mensajes de familiares y amigos. No lo leí todos, no tenía tiempo. Solo abrí unos cuantos, entre ellos uno de Rebeca que no era muy extenso pero muy emotivo. En él me preguntaba cómo me estaba yendo y me daba ánimos, diciéndome que confiaba que regresara pronto. Leer sus palabras me sentaron bien. Luego de estar bajo continuo estrés a veces son necesarias las palabras de aliento. Entre otros de los mensajes estaba uno de Esteban. Este era un poco más extenso, me contaba como habían tomado mis compañeros, como estaba David y me decía que me extrañaría, pero sobre todas las cosas seguiría contando con su amistad. No esperaba menos de él. A pesar de que no nos conocíamos desde pequeños como sucedía con Santiago y conmigo, habíamos logrado entablar una amistad bastante sólida durante los años en que nos concinos. Suspiré nostálgico. Extrañaba a mis amigos.
Extrañaba esos días de felicidad, donde jugábamos futbol en el parque cada tarde después de clases y salíamos de fiesta cada fin de semana que podíamos. Si bien era claro que ese estilo de vida no me brindo una autentica felicidad, no podía negar que disfrutaba de todo aquello. Y a pesar de todo lo ocurrido debía admitir que me hacía falta la amistad de Santiago. Era inevitable no hacerlo. Nos conocíamos desde los 6 años. Por lo que la complicidad que existía entre nosotros era de dos hermanos. Sin embargo ninguno tuvo el control de sus sentimientos.
No puedo decir que fue un día en específico que me di cuenta de lo que sentía Santiago por David. Creo que siempre lo supe, solo que no le di importancia o no lo interpreté desde esa perspectiva. Siempre atribuí todo a la personalidad de Santiago. Por decirlo de algún modo. Él siempre fue alguien que se preocupaba por los demás, donde aunque se la pasara con los más patanes del colegio seguía teniendo buenas intenciones al hacer las cosas. Era el más bondadoso del grupo. Por eso cuando Santiago defendía a David en momentos donde hablábamos mal de él, yo no sospechaba nada, ni tampoco lo hacía cuando me percataba de las constantes miradas que le dedicaba.
No fue hasta que descubrí mis sentimientos por el castaño, que comencé a analizar las acciones de mi amigo, y solo me bastó ver sus ojos para descubrirlo todo. La manera en que Santiago lo veía era especial. Su mirada se iluminaba.
Inicialmente no me molesté con él, era mi amigo después de todo, y el hecho de descubrir que también sentía cosas por otros chicos abría la posibilidad de que algún día nos sinceráramos y nos diéramos apoyo. No podía tenerle rencor era mi amigo. Sin embargo la manera en que aconteció todo nos retó poniéndonos frente a frente.
Contrario a los que muchos pueden pensar no odio a Santiago. Aun le tengo aprecio. Sencillamente lo que existe entre nosotros es una rivalidad, pero no una cualquiera, sino una por amor que es la peor de todas.
En el momento en que me acerqué a David decidido a todo sabía claramente que el castaño estaba enamorado Santiago. Siendo una barrera que creí imposible de superar. Pero algo dentro de mí me dio el valor para intentarlo sin importarme fracasar. Solo me importaba intentarlo. Pero eso sí, si lo iba a intentar lo haría utilizando todas mis armas, pues no planeaba fallar. Y eso hice, conquisté a David. Al hacerme su novio la felicidad invadió cada célula de mí, no obstante, en lo más profundo de mi corazón sentía que él nunca me llegaría a amar con la misma intensidad que llegó a amar a Santiago. ¡Que equivocado estaba! Contra todo pronóstico David se enamoró de mí. Fue inmerso en aquellos recuerdos, que no aguante más y había buscado el perfil del castaño, quería ver cómo iba su vida.
Debo decir que ver esa foto no me sorprendió, más bien me dejo un sabor agridulce, pues eso significaba que al final tendría que luchar por recuperarlo. Siendo ese el momento de demostrar quién de los dos seria el elegido. Mark no me preguntó nada más allá de lo que yo quisiese decir. Solo se dedicó a comentar, lo guapo que le parecía David dejando a Santiago de lado.
Tras indagar por algunos minutos viendo como continuaban las vidas de los que conocían cerré mi cuenta. Me despedí de Mark para devolverme hasta mi casa. Si bien tenía la oportunidad de escaparme unos minutos de mi encierro, no debía abusar porque corría el riesgo de que me descubrieran complicándome las cosas.
No tardé media hora en regresar a mi casa. Cuando llegué Diana me preguntó sobre mi practica de soccer, le dije que me fue bien, que el entrenador estaba contento con mi rendimiento y me pedía más horas entrenamiento. Ella pareció encantada, me abrazo diciendo estar contenta por verme conseguir mis metas y que cuando llegara el momento le diría a mi padre lo bien que me iba. Suspiré cansado por su comentario. No la culpaba por tratar de arreglar las cosas con mi padre. Ella no conocía la faceta de controlador que podía tener él.
Luego de esa plática subí a mi habitación. Las cosas con mi padre podrían ir mejor, sin embargo aún debía mantenerme en cautiverio hasta nuevo aviso. Así que sin tener nada que hacer, me puse a contemplar aquella foto que escondía bajo mi almohada. Ernesto se me había encargado de imprimirla y dármela sin que mi papá tuviese conocimiento. Era una foto de David y mía donde estábamos lanzados en el césped mirándonos fijamente. Era la única foto donde aparecíamos juntos de esa manera, pero era perfecta. La manera en que nos mirábamos delataba el afecto mutuo que nos teníamos. No me cansaba de contemplarla. Creo que podía pasar horas en eso.
ESTEBAN
Mis manos se encontraban intranquilas, ya estaban sudando de los nervios. Mi respiración estaba agitada, consecuencia del miedo que sentía. Repasaba en mi mente una y otra vez los posibles discursos, pero ninguno era el correcto. ¡Dios! ¿Cómo le diría? ¿Cómo le hacía saber que la había engañado con su mejor amigo sin hacerlo ver como una traición? ¿Cómo le confesaba la verdad sin perderla? ¿Cómo le hacía para que creyera que aun la amaba? ¡Uff! era imposible hacerlo. Tenía claro que no había modo de decirle lo que había ocurrido sin perderla, pero debía hacerlo. Era mejor que se enterara de mi boca. Si esperaba que su perdón necesitaba demostrarle que en verdad estaba arrepentido y para hacerlo debía contarle que lo que pasó con David. En eso estaba completamente de acuerdo con el castaño.
En esos momentos los recuerdos juntos vinieron a mí, sirviendo como navajas que se clavaban en mí avivando el dolor y la culpa. Es que ¿Cómo permití que esto pasara? ¿Por qué no me detuve? Era claro que estaba bajo los efectos del alcohol y de posiblemente alguna droga (que era una posibilidad que rondaba en mi cabeza), pero nada justificaba lo que pasó, pues, el amor que le decía profesar a Rebeca debió bastarme para resistirme y no traicionarla de una manera tan baja.
Llevé ambas manos a mi rostro intentando contener las lágrimas de culpa que se aglutinaban en mis ojos. Pero era inevitable sentir tanto dolor. No quería perder a Rebeca. Ella había una de la pocas personas que me demostró que estaba dispuesta a darlo todo por mí. Y me había querido como nadie. A quien no le importó lo que tenía, sino quien era. Por lo que traicionándola no era la mejor manera de devolverle tanto afecto. Era demasiado cobarde de mi parte.
Inhalé todo el aire que pude y lo solté de golpe. Intentaba calmarme. Pero mis intentos eran en vano. Todavía sentía mi corazón en la garganta y lo nervios me carcomían.
Por enésima vez en lo que iba de mañana di un vistazo a mí alrededor y esta vez vi lo que esperaba, ¿o no? ¡No lo sé! Por lo que me debía preocupar era por saber llevar la situación, ante todo debía mantener la calma.
Contemplé a Rebeca acercándose hasta donde me encontraba; la entrada del colegio. Se veía hermosísima. Todo le quedaba bien. Hasta el uniforme le quedaba como anillo al dedo. Dirigí mi mirada hasta aquellos ojos verdes que me veían con ilusión y me fue imposible no perderme en ellos por algunos segundos, amaba sus ojos.
-Buenos días amor- me saludó dándome un beso en los labios acompañado de un fuerte abrazo. Procuré disfrutarlo al máximo, probablemente sería la última expresión de afecto entre nosotros durante un largo tiempo.
-Buenos días Rebe- contesté mientras se separaba. Mi mirada se tornó un tanto melancólica.
-Ahora me podrías decir que es eso tan importante que necesitabas hablar conmigo que no podías decírmelo por teléfono- me miró fijamente, como intentando descifrar a través de mis ojos lo que le diría.
Aspiré hondo por última vez- Bien- no sabía cómo comenzar- Tu sabes que te amo con todo mi corazón – le tomé de las manos mientras ella asentía con la cabeza- Y que daría cualquier cosa por verte feliz- pausé, cada vez se me hacía difícil continuar con las palabras.
-¿Qué ocurre Esteban? Me estas asustando-.
No le contesté solo la vi a los ojos, sabiendo que esa quizás sería una de las ultimas miradas de preocupación por mí que me dedicaría – El sábado, pasó algo- dije tragando saliva- algo que no planeé-.
-¿Qué pasó?- se le notaba la ansiedad porque terminara de hablar.
Volví a suspirar. Las lágrimas ya se asomaban en la comisura de mis ojos- Veras. Luego de salir de la discoteca ¿Recuerdas que me ofrecí en llevar a David y a Santiago?- ella asintió- bueno, eso hice, primero dejé a Santiago en su casa y luego fui a llevar a David. Pero llevar a castaño hasta su casa fue algo complicado, pues, él estaba algo inconsciente-.
-Esteban- me detuvo- no te estoy entendiendo. No sé qué tiene que ver eso con lo que intentas decirme-.
- Lo pasa es que… estando bajo los efectos del alcohol, no me pude controlar y… me acosté con David – terminé diciendo muy rápidamente.
Inicialmente su rostro no expresó emoción alguna. No hizo ni dijo nada. Parecía estar completamente desconectada del mundo luego de escucharme. Por uno segundos dudé si había alcanzado a oírme o si acaso me estaba prestando atención. Dirigí mis ojos hasta los suyos y en ellos no veía nada. Estaban vacíos. Perdidos en el espacio, buscando desesperadamente su enfoque, intentando salir del shock en que se encontraban metidos junto con sus pensamientos.
De un momento a otro sentí como Rebeca apartó con violencia sus manos de las mías. Sus ojos que hasta hace segundos no expresaban emoción, se llenaron de ira. Clavándose como navajas sobre mí, destilando un rencor que nunca pensé ver en ellos, mesclado con decepción y desprecio. Tras varios segundos pude ver como se humedecieron hasta punto de que las lágrimas comenzaron a deslizarse a borbotones por sus mejillas.
-¡¿Qué hiciste que?!- preguntó seguramente intentando obtener una confirmación de mi parte. Pero no fui capaz de responderle- ¡Responde!-.
-Rebeca…- busqué sus manos pero no me dejó tomarlas.
-¡No me toques!- dijo tajantemente.
-Amor…-
-No me digas mi amor- contestó fría.
-Pero Reb…- me interrumpió.
-¿Cómo puedes decirme mi amor cuando me estás diciendo que te acostaste con mi mejor amigo? ¿Ah?- no contesté solo pude bajar la mirada- ¿Cuándo planeabas decírmelo? ¿Hasta cuándo me ocultarías que te gustaban los hombres? ¿Cuánto tiempo más seguiría siendo tu tapadera?-.
-Tú no eras mi tapadera-.
-¿Ah, no? Entonces explícame como dices amarme y te andas revolcando con hombres cuando tienes un par de copas encima-.
-Por favor Rebeca no seas tan dura- me dolían sus palabras.
-Lo siento si mis palabras te ofenden, pero yo le hablo con la verdad a las personas que me traicionan-.
-Rebe…- de nuevo no me dejó continuar.
-¡Es que todo era perfecto! ¡Claro! Tú te conseguías una novia, la enamorabas y le hacías creer que la amabas y así alcanzarías a guardar las apariencias- comentó con una sonrisa de decepción en su rostro – ¡Así todo encaja! Wao, debo decirte que te salió todo excelente. Ha sido una de tus mejores actuaciones-.
-Rebeca no me digas esas cosas-.
-¿Y qué quieres que te diga? ¿Qué estoy orgullosa con lo que hiciste? No querido, la verdad no se esconde. Además ya que no estamos sincerando porque no continuas y me das tips de como fingir amar a alguien- Esa última frase me la dijo mirándome a los ojos.
-Rebeca yo en verdad te amo- intenté acercarme a ella. Pero un fuerte golpe en la mejilla me impidió acercarme. Tardé varios segundos en entender que había pasado.
-Te dije que no me tocaras- dijo señalándome con la mano con la que acababa de cachetearme.
-Pero Rebe, te amo y estoy arrepentido, no sé qué me paso… fue culpa del alcohol y de…- las lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos mientras un nudo se instalaba en mi garganta impidiéndome continuar con la modulación de la palabras.
-Por favor no sigas. Ahórrate tus discursos baratos para una idiota que te los crea- respiró profundo intentando contener las lágrimas pero estas salían a mares de sus ojos. Por un par de segundos me miró- No vuelvas a buscarme. Olvídate que existo- dijo dándose media vuelta y caminando hasta la entrada del colegio.
Verla marcharse era muy doloroso. Con cada paso que daba para alejarse me hacía daño.
DIEGO
Con algo de pereza me senté frente al volante. Me coloqué el cinturón y arranqué el auto. No tenía muchas ganas de manejar. Aunque ya era lunes todavía sentía los efectos del sábado. La próxima vez debía controlarme. Sabía que me la llevaba bien con la bebida y que podía aguantar una cantidad considerable de tragos sin marearme pero no debía confiarme porque cuando no estaba en mis cuatro sentidos era un poco flojo de boca y me ponía decir estupideces. Esa era la manera en la que el alcohol me afectaba. Cuando lograba hacer un considerable efecto en mí, se convertía como especie de un suero de la verdad. Y no podía permitirme eso. Por más que quisiese disfrutar, no podía descuidarme. Debía mantenerme concentrado en mi objetivo y jugar bien mis cartas.
No puedo decir que el sábado las cosas salieron como quería, sin embargo por lo menos pude hacer algo. Fue un regalo del cielo conseguirme con David y el resto de sus amigos. Mejor imposible. Inicialmente no tenía planeado hacer nada. Solo les daría mis saludos y les haría saber que estaba de vuelta. Me encantaba la idea de ver a David y alertarle que estaba de vuelta, al asecho de nuevo. Y como me lo imaginé su reacción fue la que esperaba, se molestó y salió del establecimiento dedicándome una mirada asesina. Eso me agradó. Arruinarle la paz a David era placentero. Él no se merecía ser feliz mientras Armando y yo teníamos un infierno como vida.
La idea de las pastillas en la bebida se me vino cuando todos salieron detrás del estúpido de David. Nadie se preocupaba en lo más mínimo por ninguno de los vasos. ¡Uf! Grave error. Definitivamente a estos imbéciles no les enseñaron que en un sitio como esos no puedes quitarle los ojos de encima a tu bebida. Yo no tengo la culpa de que confíen en la bondad del resto del mundo. Así que aproveché la oportunidad de colocar en cada uno las pastillas que siempre me acompañaban. Eran incoloras y sin sabor, pero eran efectivas. Más de una me sirvió para llevarme a uno a la cama. Si bien para mí el único que importaba era Armando, a veces necesitaba dar un respiro con toda esa situación y ser yo quien llevara el control, y eran esas pastillas las que se convertían en mis mejores amigas para cumplir las fantasías sexuales que no podía cumplir con Armando.
No sabía si lograría algo con aquello pero… ¿Qué más daba? No perdía nada. En el peor de los casos lograría que todos acabaran mareadísimos y a lo mejor tuviese una candente noche de pasión. Mientras que si tenía suerte lograría que más de uno derribara sus barreras personales y dejara florecer sus deseos con quien menos pensara. Eso daba algo de morbo. Era como darle viagra a un salón de clases. Solo era cuestión de tiempo para que algo pasara.
Sentía que Eduardo estuviese metido en medio de esto pero tenía un objetivo bien definido y nada me haría desistir de él. Sin embargo, si salía lastimado yo no tendría problema en consolarlo bajo las sabanas. Evidentemente estaba bastante bueno. El paso de los años le había sentado bastante bien. Y unas noches con él no me caerían mal. Además él se merecía algo mejor, no al estúpido malhumorado que tenía como novio. Solo me bastó con ver su reacción al verme para darme cuenta que era un amargado de primera. Odiaba a ese tipo de personas. Tal vez debía aprovechar esa debilidad entre ellos para colarme y calentarle las sabanas a Eduardo. Me mordí el labio pensado en aquello.
Con certeza no sabía que quería con Eduardo, si tal vez enrollarme un par de noches con él o convertirme en su amigo con derechos, lo que tenía claro era que me gustaba y no se me escaparía. Y sin esperar mucho esa misma noche del sábado usé mis artimañas de niño falto de amor y solitario para quedarme con él. Tuve que exagerar un poco mi estado de ebriedad porque de lo contrario Eduardo me hubiese montado el mismo en mi auto para que me regresara por donde había llegado. Pero a pesar de todos mis esfuerzos lamentablemente no pasó nada. No se atrevió a tocarme ni siquiera cuando me pase a su cama con la excusa de que no podía dormir. Al parecer Eduardo le era bastante fiel a Eric. Sin embargo tarde o temprano caería.
Pero a pesar de los deseos que pudiese tener no podía desconcentrarme en lo que debía hacer. Era necesario que hiciera las cosas como las había acordado con Armando. Si queríamos tener éxito debía concentrarme, porque de mi dependía que la venganza que buscábamos, tuviera éxito. Había regresado para hacer pagar a David, para prepararle el terreno a Armando quien se encargaría de dar la estocada final. Ya luego de todo eso, tal vez me quedara tiempo para hacer lo que quisiera.
ERIC
Miré el reloj un tanto intranquilo. Ya llevaba más de dos horas intentando terminar el artículo pero no hallaba como conectar las últimas palabras que quería plasmar y así terminar de una vez por todas. Suspiré fastidiado. Estaba bloqueado. Últimamente se me hacia difícil escribir como lo solía hacer. Antes solo bastaba con sentarme en el escritorio para que mis dedos se movieran solos sumergiéndose entre las teclas, no permitiéndose descanso hasta que el texto estuviese bien plantado y excelentemente redactado. Claro, antes no tenía tantas complicaciones en mi vida como ahora.
Iba a seguir escribiendo cuando la presencia de mi madre en la puerta de mi habitación atrapó mi atención. La miré por un par de segundos y dirigí nuevamente mi mirada a mi computadora. Escuché como caminaba hasta la cama y se sentaba. Inicialmente no habló. Luego de varios segundos intento romper el silencio.
-¿Mucha tarea?- me preguntó.
- Más o menos- respondí sin mirarla, escribiendo las últimas palabras que creí correctas.
-Te llamó Eduardo-.
-Mmm ¿Y eso?- intenté actuar normal.
-Llamó para saber de ti, pues desde ayer no le atiendes el teléfono-.
¡Uf! Me había olvidado completamente de Eduardo. El domingo me concentré tanto en terminar todas mis tareas de la universidad que ni siquiera le di un vistazo a mi celular.
-Lo llamaré más tarde- contesté ya dando por terminada la convocación. Sin embargo algo me decía que mi madre buscaba algo.
-Por lo que veo tú y Eduardo son muy cercanos-.
Definitivamente mi madre buscaba algo. Ya eran demasiadas señales. Sus actitudes y las preguntas que me hacía, delataban que intuía algo de mi relación con Eduardo. Suspiré algo nervioso. Siempre me daba algo de miedo tocar ese tipo de temas con mi madre. No sé por qué pero sentía que si hablaba con ella de eso, en cualquier momento la conversación dejaría la verdad a la luz, lo que menos quería… o si… ¡bueno! Aun mi mente era un diluvio con respecto a lo que debía hacer. No quería seguir escondiéndome, pero tampoco quería perder a mi madre.
Sin embargo si seguir alargando ese momento también alargaría mi agonía. Tal vez lo mejor era encender la mecha de esta bomba y dejar que explotara de una vez por todas. Me dolerían las consecuencias pero así acabaría con la incertidumbre que me carcomía y no me daba paz.
-¿Por qué lo preguntas?- me aparté del escritorio y giré mi silla en dirección a ella- ¿Tienes algún problema con eso?- no me respondió- ¿Me puedes explicar que te sucede?-.
-Creo que la que debe pedir explicaciones aquí soy yo- me contestó con un gesto de seriedad.
-¿Qué estas insinuando?- ya estaba harto de sus continuas indirectas. Sí el momento de hablar con la verdad había llegado iba a hacerle frente.
-No estoy insinuando, pero si tú lo tomas como una insinuación, algo has de esconder-.
-Te equivocas mamá, porque lo que estás haciendo es una clara insinuación. Desde hace semas andas lanzándome indirectas a cada rato que ya me tienen harto- no podía controlar mi enojo- si quieres saber algo pregúntame directamente a la cara-.
- Y que se supone que quiero saber según tu- por lo visto quería que yo fuese que confesara todo.
-Mamá somos adulto. Sabes de lo que hablo- sentía un nudo en la garganta- y si quieres saber la verdad, te la voy a decir- tragué saliva. Sentía como las palabras en mi boca luchaban por salir, necesitaba decírselo- soy gay y Eduardo no es mi amigo, es mi novio – sin importarme lo que pasara después me sentí mejor después de esa frase, me había liberado.
Mi madre no dijo nada, no hizo nada, ni siquiera me miró. Solo vi como sus ojos se llenaron de lágrimas mientras llevaba ambas manos a su boca, mientras sus ojos miraban hacia el vacío. De un momento a otro se levantó y comenzó en dirección a la puerta.
-¿No me vas a decir nada?- le pregunté tomándole del brazo- ¿Te vas a ir así?-.
No me respondió inmediatamente, solo se detuvo mientras parecía pensar que decir. Levantó su rostro y lo giró hasta mí. Y lo que vi en sus ojos me asustó. Nunca la había visto mirarme así, con rencor, con desprecio… con decepción. Eso me partió el corazón. Me desbarató por completo. Verla mirarme como si fuese un condenado a muerte me dolió tanto como la muerte de mi padre. Durante los segundos mientras me sostuvo esa mirada fría, sentí una presión en el corazón tan fuerte que creí que me estaba dando un infarto.
-¿Qué quieras que te diga?- me respondió con un tono frívolo- si no hay palabras para describir la abominación que eres- sentí eso como una puñalada- no voy a gastar mi saliva con alguien tocado por el demonio- musitó soltándose y saliendo por la puerta.
No dije nada, no le respondí. Me fusiló con ese comentario. Había dado en el blanco. Si su objetivo era hacerme el mayor de los daños, lo había logrado. Había logrado clavar una daga en el centro de mi corazón, desbaratándome por completo. Sin poderlo evitar las lágrimas vinieron a mis ojos, bañando mis mejillas en segundos.
Muchas veces me había imaginado las posibles reacciones de mi madre cuando le contase la verdad. Intentaba prepararme para escuchar las palabras que diría. Me mentalizaba para su rechazo. Pero nunca me preparé para esto. Jamás me imaginé que mi madre me diría las palabras más crueles que algún homofóbico pudiese decirme. Era increíble como la persona que más amas te puede hacer un daño tan grande e irreparable. Es tan irónico como la vida funcionas. Son las personas en quienes depositas toda tu confianza las que te hacen el mayor de los daños o son las primeras en traicionarte.
Secando mis lágrimas fui hasta la mesita de noche y tomé mis llaves. No aguantaba estar ni un minuto más allí. A paso decidido fui hasta la entrada y tras un azote bastante fuerte de la puerta me fui. No sabía a donde iría. Solo necesitaba estar lejos de allí. No podía estar en bajo el mismo techo que mi madre, no en esos momentos. Necesitaba respirar aire fresco, tratar de digerir lo que acababa de pasar y planear cuales serían mis acciones después de esto.
Mientras caminaba por la calle, lo primero en que pensé fue en que tenía que marcharme de casa. Eso lo tenía claro. Luego de lo que acababa de pasar la vida allí se volvería un auténtico infierno. Y no estaba dispuesto a soportarlo. No quería amargar mi existencia con las malas caras de mi madre y con sus continuos comentarios de desprecio, que era lo seguro. No estaba dispuesto aguantar a mi madre denigrándome cada cinco minutos. Tenía la suficiente dignidad como para irme y comenzar mi vida solo. Eso era lo mejor. Perdería a mi madre pero ganaría mi libertad. Ya quedaba en la conciencia de mi mamá si algún día deseaba perdonarme. Quedaba en ella dejar sus perjuicios de lado y aceptarme tal y como era. Cosa que dudaba. Ella era demasiado cerrada como para cambiar su manera de pensar. Bueno, eso ya no dependía de mí. Tenía bastante claro que no estaba enfermo, que no era una abominación ni tampoco estaba tocado por el demonio, solo era una persona enamorada de otra persona y no tenía la culpa que esa persona fuese de mi mismo sexo. Sabía que no le hacía daño a nadie, así que no me avergonzaba de nada.
Eduardo vino a mi mente. Ahora más que nunca necesitaba de su apoyo. Desde que nos conocimos siempre me hice el fuerte pero ahora no podía más. Lo necesitaba. Necesitaba a sus abrazos, sus besos y sus hombros para llorar. Él era la única persona que podía hacerme olvidar el dolor y calmar la pena que sentía. Su amor seria mi refugio en estos momentos difíciles.
En una esquina me detuve. La calle estaba despejada, así que continué caminando. Pero cuando estaba a medio camino el sonido de un auto acercándose me sobresalto. ¿De dónde había salido? Giré en dirección a él y lo vi acercarse sin intenciones de detenerse. Intenté hacer algo pero el miedo me dejo petrificado en esos milisegundos y algo muy extraño sucedió. Frete a mi vi la imagen de mi padre. Allí entendí que la hora de reunirme junto a él había llegado. Quizás esa era la mejor solución de todas, acabar con el dolor para siempre. Morir me asustaba pero saber que me reencontraría con mi padre me reconfortaba.
DAVID
Una profunda culpa me acompañaba. La sensación de traición me seguía a todos lados. A cualquier lugar que fuese la imagen de Esteban en mi cama me invadía, recordándome lo que habíamos hechos. Aun no recordaba nada de la noche del sábado. Eso le echaba más leña al fuego. Era como estar siendo imputado por un crimen del cual no recuerdas nada, pero sabes que cometiste. Esa sensación es horrible. Saber qué hiciste que trajo consecuencias terribles y no recordar nada es demasiado torturante. Era como si movieran tu vida de un momento a otro. En mi caso de la noche a la mañana. Una noche mi vida era parcialmente normal y la mañana siguiente era la peor persona del mundo que se fue a la cama como él novio de su mejor amiga. Era una completa locura.
No tenía idea como reaccionaria Rebeca cuando lo supiera todo; si no lo sabía ya. La concia, ella es de las personas que no perdona una traición. Es del tipo que si le caes bien te trata como al mismísimo Dios pero si le caes de la patada, te trata como a una escoria. Y eso no lo quería para mí. La quería demasiado. Era la persona que más me concia, sabía que me enojaba, que me hacía feliz, cuales eran mi miedos e inseguridades. Creo que me conocía más que mi madre. Era mi hermana. Y saberme odiado por una persona tan importante en mi vida era horrible. Si la perdía a ella, perdía una parte importante de mí.
Intenté dejar de pensar en Rebeca y caminé en dirección hacia la entrada del colegio. Di un vistazo y al no ver a nadie conocido en la entrada decidí entrar. Sabía que ese día sería complicado.
Del otro lado del dilema estaba Santiago. El también sufriría cuando se enterara y no se lo merecía. Durante las últimas semanas se había desvivido por darme un afecto que apreciaba y necesitaba. Había hecho todo por demostrarme que me amaba hasta la última gota de su ser, no se merecía una bajeza como esta. Pero era necesario que supiera la verdad. No podía ocultarle un problema como ese. No quedaba más remedio que hacerle frente y afrontar las consecuencias de las acciones que ni siquiera recordaba.
En mi camino al salón de clases divise a Esteban a la lo lejos. Estaba sentado en uno de los bancos más alejados del patio central. Caminé directo hacia a él. Mientras lo hacía pude notar su mirada perdida, tenía los ojos húmedos. Rebeca ya lo sabía, pensé. Cuando estuve frente a él solo le dije un tímido hola. Aun no sabía cómo actuar frete a él.
-Hola- respondió mirándome por un momento.
-¿Ya lo sabe?- el asintió - ¿ahora qué haremos?-.
-No lo sé- se encogió de hombros- creo que esperar a que las cosas se calmen-.
- A lo mejor pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados viendo como la personas que amamos nos dejan-.
-Tienes razón pero ¿Cómo obligas a alguien que este contigo cuando no quiere ni verte en pintura?-.
-No lo sé- dije- pero si le queremos debemos hacer lo imposible por recuperarlos-.
-Tienes razón pero no sé si al final Rebeca logre perdonarme-.
-Yo tampoco- le contesté- la conozco y sé que será difícil ganarnos su confianza de nuevo-.
-¿Tu ya le dijiste a Santiago?- me preguntó.
-No- musité- y no tengo idea como le diré, recuerda que mi memoria esta en blanco con todo lo que paso esa noche-.
-Es mejor así- dijo.
-Para nada- contesté seguro – es más torturante-.
-¿Qué crees que haga? ¿Cómo crees que reaccionará?-.
-No lo sé. Sé que Santiago me ama con todo su corazón pero no si ese amor perdone una traición-.
-Lo siento- me dijo- perdona por haber causado todo esto. Si yo hubiese controlado mis impulsos nada de esto estaría ocurriendo-.
-Descuida, tú no eres el único que tiene la culpa-.
-Claro que si la tengo- dijo algo exaltado- yo era el que estaba más cuerdo, tú estabas prácticamente inconsciente. Si alguien evitar que nos acostáramos ese era yo – una lagrima cayó por su mejilla y el resto amenazaba con salir- si yo me hubiese controlado todo estaría normal, yo feliz con Rebeca y tú con Santiago-.
Suspiré buscando las palabras correctas en mi mente, posé mi mano en su hombro e intenté decirle lo que creía- Esteban no te sigas torturando y tampoco sigas buscando culpables. Si, es cierto que pudiste parar tus impulsos, pero toma en cuenta en que estabas bajo los efectos del alcohol, no estabas en tus cinco sentidos, ninguno de los dos lo estaba. No intento quitarle responsabilidad a la situación pero tampoco le eches sal a la herida. Ambos estamos muy claros de quien amamos. Esto fue la consecuencia de la borrachera de una noche. Así que lo único que debe contar es que realmente queremos a las personas que están junto a nosotros- el asintió pareciendo entender lo que quería decirle. Lo vi un poco más tranquilo.
-Ahora entiendo porque Fabián y Santiago se enamoraron de ti- me dijo dedicándome una sonrisa sincera – eres distinto a los demás. Siempre tienes buenas intenciones, ves a la vida con bastante madurez y eres fuerte en los momentos de complejidades. Ojalá yo tuviese la misma fortaleza y determinación que tu-.
-Tampoco me pongas en un pedestal. Yo también tengo inseguridades y a veces paso por momentos de fragilidad emocional. Es solo que cuando siento que voy a perder algo que amo, hago todo lo que este a mi alcance para evitarlo. Y la vida me ha enseñado que los problemas no se solucionan en una cama llorando sino dándoles la cara y buscándole soluciones-.
-Suenas como mi padre- comentó. Ambos reímos al unísono.
-¿Y qué tienes planeado hacer?- me preguntó.
-Ahora, hablar con Rebeca. Si ya sabe todo, debo darle la cara- contesté- ¿Sabes dónde está?-.
-La vi irse en dirección de la cafetería pero no se si esté allí-.
-Bueno tendré que ir a ver- respondí mientras me levantaba- deséame suerte-.
*<<<
Entré en la cafetería dando un vistazo a todos lados y en una mesa un tanto apartada la encontré. Se veía pensativa, tenía su desayuno a medio comer, claramente se veía que tenía los ánimos por los suelos. Respiré hondo. Ese sería el primer enfrentamiento que tendría con Rebeca. Estaba muy nervioso. Nunca había peleado con ella, así que no sabía cuál sería su reacción cuando me viera. No tenía idea si su decepción alcanzaría a opacar el cariño que sentía por mí. Todo era demasiado impredecible.
A paso lento comencé a caminar en medio de las mesas. Cuando estaba a unos pasos, ella captó mi presencia. Me miró por un par de segundos y apartó su mirada sin decir nada. Esto sería difícil. Suspiré nervioso. Guardando silencio fui hasta una de las sillas y me senté en el lado opuesto de la mesa. Por varios segundos se mantuvo el silencio sepulcral. La tensión era palpable en el ambiente.
-¿Qué haces aquí?- dijo de un momento a con la mirada baja.
-Dando la cara- contesté- trayéndote una explicación-.
-¿Y qué me vas a decir? ¿Las mismas palabras de Santiago?- esta vez levantó su mirada- Ahórrate el discurso- dijo mientras se levantaba.
-Rebeca, tú me conoces- le tomé por la muñeca- sabes que nunca sería capaz de traicionarte-.
-Te conozco… pero no sé qué creer-.
-Rebe, lo que paso ayer fue producto del alcohol. Yo no recuerdo nada de lo que pasó. Te aseguro que si esa noche hubiese estado en mis cinco sentidos nada ocurría-.
-Pero ocurrió- contestó tajante- no puedes cambiar la realidad. ¿Y sabes qué? ¿No ya estoy harta de seguir pensando en esto? Quiero relajarme y despejar mi mente- limpió los restos de las lágrimas que reposaban en sus mejillas- así que te agradaría que me dejes sola y no me busques- contestó soltándose y marchándose. Iba a cumplir con su petición pero antes de que terminara de irse oí sonar a su teléfono. Ella lo contestó. Y cuando vi su reacción y escuché el nombre de Eric, algo dentro de mí supo que se trataba de una tragedia.