Destinados. Capítulo 26: Presas del deseo

A penas se cerró la puerta mis manos fueron rápidamente hasta los botones de su camisa para desabotonarla y lanzarme sobre aquel pecho que me encantaba. Con besos, lamidas y mordidas comencé a recorrer cada centímetro de piel disponible a mi paso.

Hola a todos, acá les traigo una nueva entrega de Destinados, este capítulo es un tanto importante, pues, a partir de él las situaciones en la trama comenzaran a cambiar.  Gracias por sus correos y por estar al pendiente de la historia, no saben cuánto lo valoro. Sin más que decir, disfruten del relato…

Saludos,

Derek W. Johnson

PD: Espero sus comentarios y opiniones.

Destinados. Capítulo 26: Presas del deseo

ESTEBAN

El ambiente se tornó tenso de un momento a otro, pasamos de una conversación de temas banales, a caras de desconcierto y sorpresa. Por un segundo me giré hasta donde estaba sentado David, su rostro era más expresivo de todos. Su mirada transmitía desprecio, ira y un odio profundo, tanto que puedo jurar que por un segundo vi desaparecer al David que conocía para observar a un David irreconocible, lleno de un rencor que dominaba cada una de sus células. Sus ojos se tornaron vidriosos humedeciéndose con lágrimas que amenazaban por salir, lágrimas de ira. Pude ver como una vena se marcó sobre su frente, que se encontraba tensada al igual que los músculos de todo su cuerpo. Muy rápidamente sus puños se tensaron de una manera tan fuerte que me pareció que se estaba haciendo daño con la presión que ejercía sobre ellos.

Del otro lado Santiago no se quedaba atrás, su expresión era de completo desprecio. Su mandíbula se encontraba tensa y los músculos de sus brazos se mantenían contraídos, alertas ante cualquier posible movimiento. Mientras tanto la mirada de Rebeca era de sorpresa, literalmente se había quedado sin palabras viendo aquel chico que todos habíamos olvidado y pretendíamos dejar en el pasado, nunca pensando que la vida nos lo volvería a traer a nuestro camino.

Luego de varios segundos pude notar como Eduardo comenzaba a percatarse de que algo raro estaba ocurriendo pero cuando iba a pronunciar algo, David se levantó de golpe de la silla, lo hizo tan rápido que juré que le iba a partir la cara al pelirrojo, sin embargo no fue así, solo se limitó a pasar en frente de él dedicándole una mirada retadora, para dirigirse hasta la salida de establecimiento, con Santiago detrás de él.

-¿Pero qué ocurre?- preguntó Eduardo sin obtener respuesta.

En ese mismo momento Rebeca se levantó y tomó la misma dirección que Santiago y David. Iba a seguirla pero Eric me detuvo tomándome del brazo.

-¿Nos podrías decir que está pasando?- me preguntó con un gesto de desconcierto.

-Que te lo diga él- le contesté señalando a Diego; quien mantenía una sonrisa hipócrita, mientras caminaba hasta las escaleras para dirigirme hacia la salida, pero Eric me volvió a parar esta vez un poco alejados de la mesa donde nos encontrábamos sentados.

-Esteban por favor no te vayas- me decía – explícame que está pasando ¿Por qué tus amigos salieron así?-.

Pensé por unos segundos que decir, no sabía si era correcto decir la verdad, sin embargo al final me decidí, si ellos conocían a Diego por lo menos tenían derecho a conocer la verdad- Mira Eric, yo no soy el indicado para decirte eso, lo único que te puedo decir es que hace algunos años Diego fue participe de un acto tan grave del cual David fue víctima, que pudo costarle la cárcel a Diego-.

Nunca olvidare esa noche. Ver a David en aquel estado tan deplorable, bañado en sangre, lleno de tierra y cubierto con magulladuras y moretones, fue impactante. Jamás entenderé que pudo haber pasado por esas retorcidas mentes como para hacerle daño al castaño.

DAVID

Mi respiración se encontraba agitada, me hacía falta el oxígeno a ratos. Podía sentir un nudo en la garganta que me sofocaba. Mi corazón latía fuerte, intranquilo por los recuerdos que esos momentos regresaban a mi cabeza. Mi cerebro comenzó a evocar cada detalle de aquella terrible noche, haciéndome revivir cada golpe recibido. Solo me bastaba con cerrar mis ojos para escuchar a lo lejos sus voces y todas las frases de desprecio que destilaban sus bocas. Los recuerdos eran tan intensos que me parecía sentirlos con la misma intensidad de aquel día, el dolor tan insoportable de cada patada y puñetazo. Era capaz de sentir la tierra bajo mi cuerpo que rozaba contra mi piel como una lija recién comprada.

Sin poderlo parar, mi llanto afloró como el agua de un manantial, mis ojos en pocos segundos se bañaron en mares de lágrimas, acompañado de sollozos y gemidos cada vez más audibles. Por un segundo mis piernas me fallaron, imposibilitándome que continuara caminando. Fue gracias Santiago, quien me tomó entre sus brazos, que no caí tumbado en el suelo revolcándome en mis lágrimas.

Pude sentir como sus brazos me rodearon acercándome a él, logrando sentir la calidez que emanaba de su cuerpo y percibiendo la firmeza de sus músculos que esos momentos me servían de refugio. Con una de sus manos tomó mi cuello y llevó mi cabeza hasta su pecho para que la recostara en él, posando sus labios en mi cabello, mientras murmullaban frases para calmarme.

-Tranquilo- decía mientras me abrazaba- estoy aquí contigo-.

Estuvimos abrazados en la entrada de la discoteca por un largo rato. Mientras el intentaba calmar mi llanto.

Podía sentir como la lagrimas bañaban mis mejillas y mi respiración seguía siendo interrumpida por los fuertes sollozos que se apaciguaban con el pasar de los minutos. La presión en mi pecho se hizo más soportable pero continuaba allí, sofocándome. Las imágenes en mi cabeza fueron desapareciendo, los recuerdos que alguna vez creí olvidados, salieron de mi mente, y las frases y susurros de odio que atormentaba a mis oídos dejaron de resonar.

-Te amo David- me susurró al odio- nunca dejaré que te vuelvan a hacer daño, eso tenlo por seguro- dijo tomando mi mentón levantando mi rostro para posar un suave beso en mis labios.

Yo solo posé mi frente contra la suya sin decir nada, no sabía que decir. Aun el dolor era palpable en mi corazón, muy fuerte para ser sincero. Siempre había pensado que el tiempo se encargaría de sanar las heridas, que mi rencor seria olvidado por mi corazón; y luego de muchos años, terminaría olvidando el odio que en un inicio sentí. Pero nada de eso ocurrió. El dolor seguía allí y el odio también, se mantenían más vivos que nunca. Manteniendo la misma intensidad que poseían en el preciso instante que los comencé a sentir. Era curioso. Descubrir como mi corazón era incapaz de olvidar y se empecinaba en mantener vivos cada emoción que alguna vez sintió. Era extraño ver como con el pasar de los meses nada cambiaba, nada era olvidado. No sabía si alegrarme o disgustarme con aquello, solo que comenzaba a descubrir cómo funcionaban mis emociones.

-¿Te sientes mejor?- me preguntó Santiago viéndome un poco más calmado. Asentí, con mi cabeza aun posada contra su frente.

-¿Quieres irte?- me preguntaba mientras separa mi frente de la suya.

-Me gustaría quedarme, por Eduardo, pero no puedo compartir el mismo aire con ese malnacido-.

-Te entiendo- musitó tomando una de mis manos. En medio de aquello pude ver como Eric salió y tras mira de un lado a otro por un par de segundos nos ubicó a unos escasos metros de la salida. Al vernos dirigió sus pasos hasta nosotros. Nos dedicó una sonrisa sincera cuando llegó junto a Rebeca y Esteban quienes habían salido tras nosotros pero se mantuvieron al margen de la situación.

-Ehh bueno- seguramente no sabía que decir- la verdad… no entiendo que está pasando, pero este chico…- intentó recordar su nombre- Diego, aceptó irse, así que no se si quieran regresar. Pero entiendo si no lo quieren hacer…-

-Volveremos- le contesté reconsiderando mi decisión. No les quería arruinar ese día especial. Ambos me miraron sorprendidos- hoy es el cumpleaños de Eduardo, no quiero arruinarles esta noche-.

-Descuida no arruinas nada. Entenderemos si te quieres ir…-

-Tranquilo Eric, estaré bien- le contesté.

-¿Estás seguro?- me pregunto Santiago- me acabas de decir…- no lo deje terminar.

-Completamente- dije- mientras ese malnacido no este y tú estés a mi lado, estaré tranquilo- Me dedicó una sonrisa sincera como repuesta. Tras unos minutos los tres caminamos de regreso hasta la discoteca.

Ya un poco más calmado analicé un poco mejor la situación. Si Diego estaba de regreso era por algo. Él ya no tenía nada aquí. ¿Por qué regresaba? No lo sabía, pero estaba dispuesto a descubrirlo, sin embargo algo dentro de mí me decía que buscaba venganza, que intentaba terminar lo que hace más de dos años y medio había dejado inconcluso. Y si estaba en lo correcto, sabía que no actuaria solo. Estaba completamente seguro que detrás de este regreso se encontraba Armando involucrado. Así que, si querían guerra, guerra tendrían, pues, esta vez no era el chico indefenso y débil al que intentaron matar aquella noche, era otra persona y estaba dispuesto a lo que fuese con tal de defenderme.

EDUARDO

-¿Me puedes explicar que ha pasado aquí?- le pregunté a Diego aun sin entender la situación.

Ver como de un momento a otro el ambiente en la mesa se tornó tan tenso, mientras que los rostros de los presentes se tornaban en expresiones de desagrado y desprecio como si estuviesen viendo al mismísimo demonio, me descoloco por completo. No entendía nada. No sabía si había hecho algo mal presentándoles a Diego. Ver como absolutamente todos se habían ido me preocupaba.

-Mira Eduardo- dio un suspiró pesado con un gesto de fastidio- este es un tema un poco complicado y difícil de explicar, creo que no es el momento, pero lo que si te puedo decir es que estoy verdaderamente arrepentido con lo que alguna vez hice-.

Escuchar la manera en la que hablaba me dejaba claro que era una situación delicada y nada agradable -David fue una víctima tuya, cierto- dije más por afirma que por preguntar, pero el igual respondió.

-Si- dijo-  y me arrepiento de lo que hice-.

-Fue por ese chico, Armando- sabía que su enamoramiento por ese muchacho lo tenía completamente hipnotizado.

-Si- dijo mientras asentía- pero como te dije me arrepiento de todo-.

-Eso espero- musité por lo bajo.

-Creo que debo irme, porque si no, creo que difícilmente llegue vivo esta noche a mi cama. La manera en la que tu novio me corrió no fue la más educada-.

-Entiéndelo, el preparó esta noche, quería que todo saliese bien y como te dijo, es mejor que te vayas y evites momentos incomodos-.

-Sí, creo que es lo mejor- contesté mientras le estrechaba la mano para despedirme.

DAVID

Al entrar de nuevo en la discoteca todavía un nudo se alojaba en mi garganta dificultándome la respiración. Era como una bola de billar situada a la altura de mi cuello, haciendo presión y evitando que el vital aire se trasladara hasta mis pulmones. Suspiré profundo e inhalé un par de veces intentado hacer desaparecer la sensación sin embargo seguía allí, como un sello del odio que consumía mi corazón. Tal vez era mejor que se quedara, así me recordaría la razón por la que debía estar alerta ante cualquier jugada que buscara dañarme. A veces la rabia ayuda a encender tu sentido de alerta.

-¿Seguro que te encuentras bien?- me preguntó Santiago pegándome a su cuerpo, mientras caminábamos hasta la mesa. Asentí esbozando una sonrisa forzada. Era lo más que podía hacer. A lo mejor debía escuchar su recomendación e irme a mi casa, pero sabía que eso reavivaría los sentimientos. Con tan solo poner mi cabeza en la almohada, los sentimientos volverían y acabaría pensando en ello toda la noche. Eso era lo último que necesitaba. Lo mejor sería distraerme y mantener mi mente ocupada.

-¡Que descaro el de algunas personas…!- comentó Rebeca mientras tomaba asiento.

-Mucho- respondió Esteban- pero no pienses en eso- le dijo sobándole el hombro con la mano con la que la abrazaba.

-Sí, tienes razón- contestó- imbéciles como esos no merecen de nuestra atención-.

-Entonces hagamos como si nada pasó- intervino Eric- y brindemos- tomó los vasos y no los pasó. Santiago y yo tomamos el nuestro.

-Es lo mejor-dijo Esteban tomando el suyo y el de Rebeca- no hay que tomar en cuenta los fantasmas del pasado. Lo mejor es dejarlos en el olvido- tomó un sorbo de su trago y tras un gesto de amargura volvió hablar- Diego la tendrá difícil esta vez si pretende acercarse alguno de nosotros. Sabemos lo que es capaz de hacer, así que sabremos a que nos tenemos que defender-.

-Sí, pero por favor ya no sigamos hablando de ese imbécil- dijo Rebeca un tanto molesta tomando de su bebida- animémonos y convirtámonos en las almas de la fiesta- se levantó y tomó a Esteban de la mano- vinimos a bailar, así que vallamos a mover las caderas- dijo llevándoselo con él. La expresión del rubio era de desconcierto combinada con una sonrisa divertida. Eric y Eduardo fueron tras ellos, por un segundo nos miraron sin embargo Santiago les dedico un gesto que les decía que se fueran a divertirse y se despreocupara por nosotros.

Suspiré pesadamente. En verdad no tenía ánimos de bailar, pero no me quería ir. Solo planeaba quedarme sentado allí, para despejar mi mente. Santiago pareció entender mi estado y me devolvió el suspiró. Me reí un poco por su respuesta.

-Cuando das esos suspiros es porque estás pensado en algo que te preocupa- me dijo- ¿En qué piensas?- me arrimó con su brazo hasta él.

-En que la felicidad nos duró muy poco- dije con desgano. Y no mentía. Eso era a lo que le daba tantas vueltas. En que la paz nos duró poco.

-No digas eso- tomó mi mentón y me hizo mirarlo a los ojos- Si crees que Diego se aparecerá así de improviso y pretender acercarse con quien sabe que intenciones. Te aseguro que no se la pondré tan fácil, o mejor dicho, no le dejaré. Me tienes a mí, tu novio. Soy capaz de lo que sea con tal de protegerte. Eso tenlo por seguro. Mientras yo esté a tu lado nadie volverá a lastimarte- luego de sus palabras me dio un suave beso en los labios.

-Gracias- contesté posando mi frente contra la suya- por quererme tanto- en verdad no sé porque le daba las gracias, creo que en ese momento lo que debí haber dicho un simple “te quiero”, pero no lo hice, solo le dije un gracias. Sin embargo ¿Qué importancia tenia? Creo que la paranoia me tenía mal.

-Porque no tomas tu vaso y bebes un poco. Ayudará a que te relajes- al escucharlo hablar me reí por lo bajo.

-¿Qué? ¿Qué dije?- no entendía mi reacción.

-Nada solo que recordé algo… esas fueron las mismas que Axel uso cuando intentó drogarme en la fiesta de Laura, el año pasado ¿Te acuerdas?-

-Claro que me acuerdo- dijo con una media sonrisa mientras seguramente recordaba aquel día.

  • Desde aquella noche nunca te he visto tan celoso- dije mientras me reía levemente.

-¿Fui tan evidente?-.

-Para mí, si, aunque en ese momento no lo percibí. Pero en verdad parecías un novio celoso- solté una carcajada- sin embargo como nadie estaba prestando atención a la situación seguramente creyeron muchas cosas sobre tu actitud- me encogí de hombros.

-¿Sabes? Creo que esa noche debía haber aprovechado y hacer todo lo que ahora hago más de medio año después-.

-A lo mejor pero como tú dices las cosas suceden por algo-dije.

-Si- murmulló mirando a la pista de baile.

-¿Quieres bailar?- le pregunté.

-Si, pero…- no lo deje terminar.

-Vamos- le tomé de la mano- no quiero que nos quedemos toda la noche, aquí aburridos sin hacer nada- su expresión era idéntica a la de un niño que le acababan de regalar su juguete favorito- pero antes – tomé lo que quedaba de mi baso que era más de la mitad de mismo y me lo tomé de un solo trago- hay que recargar las baterías-.

-Wou – se reía viendo rostro retorciéndose por lo fuerte de la bebida- nunca te había visto beber así…- continuaba riéndose- solo espero que no se te suba la bebida a la cabeza, mira que tú con dos vasos de agua te comienzas a tambalear-.

-Te recuerdo que no eres mi padre, además, así la tendrás más fácil para llevarme a la cama ¿No crees?-.

-Mmm no- contestó haciéndose el serio- cuando tengo sexo prefiero que esa persona este cuerda- se acercó a mi oreja- y recuerde cada segundo que le hago ver las estrellas- esta vez fui yo quien comenzó a reírse.

-¡Tan modesto el niño!- dije con sarcasmo.

-Ya me conoces- contestó tomando de la cintura y posando sus labios sobre los míos- ¿Vamos?-.

-Vamos-.

No pasaron ni dos segundos desde que llegamos a la pista de baile para que la adrenalina que impregnaba el ambiente comenzara a calar en nuestros cuerpos. Es como si entraras en la cueva de un León. Desde que entras el miedo te aprisiona haciéndose más intenso cuando te adentras más en ella. Mientras más cercas estas del origen del miedo este se hace más fuerte e intenso. Así pasaba con la música, mientras más nos internábamos en aquel mar de cuerpos que se movían al compás de la música, la excitación aumentaba. Despojándonos del control sobre nosotros.

Al invadir más la música en nuestros oídos, Santiago y yo nos pegábamos más aumentando el contacto, moviendo mis manos a lo largo y ancho de su ropa, palpando bajo las prendas cada músculo bajo ellos. ¡Dios! Era demasiado excitante aquello. Podía sentir como ya no razonaba y me estaba dejando llevar por el deseo.

Sin miramientos metí mis manos bajo la camisa de Santiago aprisionando bajo mis dedos sus abdominales perfectamente definidos. Los sobé y apreté todo lo que pude, primero haciéndolo suave como con temor a lastimarlos para pasar a apretarlos y estrujarlos buscando sin ningún éxito que cedieran ante la presión. En medio de aquello pude sentir como Santiago me apretó más posando una de sus manos en mi cintura. Dándome la oportunidad de rezando su pene semi-erecto contra mi muslo. No pude evitar morderme un labio y dedicarle una mirada de deseo. En señal de respuesta, el bajo con su mano hasta mi trasero y comenzó a apretar una de mis nalgas repitiendo la mismas operación que intentaba hacer lo mismo que yo con sus abdominales. Gemí mordiéndome el labio levemente al sentir la presión.

-No sé si te lo han dicho antes- susurró Santiago acercando su boca a mi oído para comenzar a morderlo- pero tienes unas nalgas de oro-.

Me reí por lo bajo- creo que eres el primero que me lo dice- contesté mientras se rozaban nuestras mejillas.

-David no sé qué me está pasando pero…- de despego de mi oreja- te necesito ahora-.

-Yo tampoco, pero también te necesito- dije con la respiración agitada por la respiración acercándome para darle un beso salvaje, donde nuestras leguas dominaron la contienda buscando hacer derribar a la otra.

-Ven- dijo tomando mis manos. Sin objetar le seguí. Rápidamente nos dirigimos hasta uno de los baños. Por suerte no había nadie y si lo hubiese no nos interesaba. Un segundo luego de entrar en él, me lancé sobre sus labios para besarlos, lamerlos y modelos… no entendía que me pasaba, sentía una excitación descomunal, un calor que me quemaba por dentro y necesitaba ser apagado. Sin separarnos del beso y chocando contra todo lo que se interponía en nuestro camino logramos entrar en uno de los cubículos del baño.

A penas se cerró la puerta mis manos fueron rápidamente hasta los botones de su camisa para desabotonarla y lanzarme sobre aquel pecho que me encantaba. Con besos, lamidas y mordidas comencé a recorrer cada centímetro de piel disponible a mi paso. Pude oír como Santiago gemía levemente por la sensación que le producían las caricias de su boca. Como cachorro recién nacido que busca su almuerzo, me lance sobre sus pezones. Provocando que Santiago soltara otro gemido, esta vez más fuerte. Primero fui a uno y lo introduje en mi boca para saborearlo y morderlo, luego me dirigí al otro para repetir la operación. Cuando acabe con ellos baje con mis labios por su fuertes abdominales, mientras mis manos bajaban hábiles hasta su pantalón y lo desabotonaban con entusiasmo, ansiosas por sentir aquel miembro que escondían las telas. Cuando lo consiguieron bajaron cualquier prenda que pudiese estar protegiendo aquel mástil digno de admirar y liberándolo de la prisión que lo asfixiaba.

Sin dudarlo dos veces me lancé sobre aquel pene que reclamaba a gritos las atenciones de mi boca. Mi boca más que nunca necesitaba saborear ese pedazo de carne para poder calmar la lujuria que me invadía. Primero posé la punta de mi lengua en la cabeza, la cual acaricie con suaves círculos. Tras breves segundos allí, fui bajando por el tronco de aquella verga; que para mí era perfecta, y tras llegar a sus testículos comencé a saborearlos aspirando el olor tan viril característico de ellos, eso me excitó más aún. Comencé metiendo uno, chupándolo y saboreándolo como si se me fuese la vida en ello, teniendo cuidado de no hacer demasiada presión. Una vez consideré que mis atenciones habían sido suficientes me dispuse dirigir mis labios al otro testículo para meterlo en mi boca y saborearlo como a un caramelo. Podía oír como el ambiente se llenaba de los suspiros y gemidos ahogados de Santiago, quien le estaba costando un mundo no hacer demasiado ruido, todo aquello era melodía para mis oídos.

Cuando creí haber terminado con ese par que almacena el tan preciado semen. Fui subiendo lentamente con mi lengua por el tronco que de aquel apetitoso pene. Al llegar a su punta introduje suavemente la cabeza en mi boca. Pude sentir como el cuerpo de Santiago se retorcía.

Con la misma paciencia, saqué la cabeza y con la lengua comencé a recorrer cada centímetro de aquel instrumento, saboreándolo como si de una paleta se tratara, bañándolo completamente con mi saliva. Tras varios segundos de jugueteo, consideré que había sido suficiente tortura para Santiago y con suavidad metí aquel pene en mi boca. Comencé despacio, sin apuro, llegando hasta donde mi garganta lo permitió. Cuando sentí la primara arcada paré. En ese instante sentí una de las manos de Santiago en cabello. Mientras me reponía de esa primera arremetida retrocedí un poco y cuando creí que estaba listo avancé de nuevo, esta vez introduciendo el pene un poco más profundo en mi garganta. Pude oír como Santiago suspiraba de placer, eso me dio ánimos para continuar. Igualmente que antes llegué hasta donde mi garganta me lo permitió. Retrocedí, esperé unos segundo para reponerme jugueteando con mi lengua en la punta de la cabeza y cuando me sentí listo introduje de nuevo el pene, esta vez seguro de que lograría mi objetivo… al final no lo logre del todo, pero pude introducir tres cuartas partes del pene en mi boca, toda una hazaña puesto que aquel amiguito no era para nada pequeño.

Luego de llegar a ese punto, lo marqué como mi límite y suavemente comencé a sacar el miembro para introducirlo lentamente de nuevo en mi boca.

-¡Uff!- oí como Santiago resoplaba mordiéndose el labio inferior.

Poco a poco fui aumentando el ritmo de ese mete y saca. Pasando de un ritmo lento a uno exageradamente rápido en un santiamén. Ya después de varios minutos le estaba comenzado a tomar el truco. Y probando un poco comencé a hacer movimientos con mi lengua mientras ejecutaba aquella mamada bestial. Eso aumentó los gemidos de mi novio, al punto que ya eran audibles para cualquiera que estuviese en el baño.

-Para, para…-dijo entre gemidos- si no lo haces me voy a correr…- bajó la mano que tenía posada en mi cabello hasta mi cuello y me acercó a él para besarlo apasionadamente con el sabor de su liquido pre-seminal en el beso, dándole mayor morbo a la situación.

De la misma manera que las mías, sus manos descendieron hasta mi pantalón mientras yo desabotonaba mi camisa, en menos de treinta segunda ya estaba casi completamente desnudo como Santiago. Como un animal, se lanzó a mi verga sentándome en la tapa del inodoro e introduciéndola de un solo golpe, provocándole una arcada, pero negado a retirarse aguanto como un campeón y violentamente la saco para introducirla de nuevo, un poco más profundo esta vez, de nuevo la saco y repitió el procedimiento, al final con algo de dificultad logró metérsela casi toda. Luego de eso, comenzó con un bombeo rápido, haciéndome ver el cielo el contacto de sus labios sobre mi pene y los movimientos de su lengua que emulaban los de la mía. Intenté morderme el labio para reprimir los sonidos que emanaban de mi boca pero fue imposible callar, era demasiado placer.

Cuando acabo en mi  pene, con violencia me giro sobre la tapa del inodoro haciendo posar mis manos en la tapa del mismo. Dejando mi culo a merced de su boca, que no balbuceo en lazarse sobre él. De inmediato sentí el contacto húmedo de su lengua con mi ano, provocando que una corriente eléctrica bajara y subiera por mi espina dorsal, repartiendo el placer por cada centímetro de mi cuerpo. Su lengua se movía de una manera magistral, como todo un profesional, provocándome espasmos de placer.

Tras varios segundos de estar comiéndose mi ano, se despegó jadeante y con la misma violencia de hace varios segundos me alzo y pegó mi espalda contra su fuerte pecho, mientras posicionaba la cabeza de su pene en la entrada de mi culo.

-¿Estás listo?- preguntó en mi oído.

-Penétrame ya…- le exigí entre jadeos invadido de la excitación, apretando uno de sus muslos con mis dedos.

Con algo de delicadeza introdujo la cabeza. De inmediato el dolor  se hizo presente pero no le presté atención en absoluto, estaba excitado que no sentía dolor sino puro placer. Cuando vio que mi ano dejó de producir espasmos y se acostumbró al intruso introdujo el resto de su pene en solo movimiento. Gemí sintiendo una mezcla de dolor y placer. Primero comenzó con un mete y saca lento, intentando no hacerme daño, pero con el pasar de los segundos sus embestidas iban aumentado rápidamente, llegando a una velocidad salvaje y bestial. Bañándonos completamente en sudor. El placer que sentí en ese momento fue tan fuerte que ya no reprimía mis gemidos, no podía callarlos. Si alguien entraba sin ningún problema escucharía lo que hacíamos, pero eso era lo que menos me interesaba.

Mientras los suspiros iban y venían, y las frases de amor impregnaban el ambiente. Su boca recorría cada centímetro de piel que estuviese a su alcance, ya fuese cuello, hombros o espalda. Sus labios no discriminaban ninguna parte. Solo se dedicaba a saborear lo que podía. Seguramente en la mañana tendría varios chupones, pero eso tampoco me interesaba.

Luego de varios minutos de mantener ese ritmo descomunal con las embestidas, Santiago llevó una de sus manos hasta mi verga y la comenzó a pajear rápidamente. Llevándome más cerca del clímax que sentía venir. No pasaron ni dos minutos, cuando comencé a sentir espasmos en todo mi cuerpo y en la base de mi pene anunciando que la corrida venia.

-Me corro- musité entre sus labios.

-Yo también- dijo aumentando la fuerza de las embestidas. En medio de aquello sentí como un calor nacía en la base de mi pene, recorriendo el todo el tronco hasta finalizar en la punta con cinco chorros de semen, que salpicaron el inodoro y parte de mi torso. Segundos después sentí como mis entrañas se llenaron del semen de Santiago, con un grito de victoria tras la corrida. Dejando tras de sí el momento cumbre del orgasmo.

Había sido increíble. No pude evitar sonreír mientras recostaba mi cabeza en el hombro de Santiago, siendo invadido por un gran sueño, que de un momento a otro tomó posesión de mí.

SANTIAGO

-¿David?- le llamé aun jadeante- ¿Amor?- le zarandeé un poco- ¿Estas despierto?- al no obtener respuesta deduje que se había dormido. Mis palabras tenía razón, mi novio era muy mal bebedor, una sola copa era capaz de dejarlo así. Suspiré cansado sabiendo que lo debía sacar a rastras.

Con mucho cuidado me separé de él. Posé una de mis manos en su espalda, evitando que cayera mientras buscaba la manera de subir sus pantalones. Fue complicado, pero por suerte David no estaba completamente inocente así que cooperó con la situación. Primero subí su ropa interior, me costó un poco acomodar su pene que aún se encontraba semierecto, pero nada de qué preocuparse. En medio de aquello aproveché para tomar papel higiénico para limpiar los restos de semen sobre su abonen y la tapa del inodoro. Escuché que David murmuraba algo, pero no le presté atención. Estaba ebrio. Tras colocarle la ropa interior subí sus pantalones, allí si sufrí un poco. Al pegarse tanto la tela y tener poco espacio para meter sus piernas, era un tanto complicado colocárselos teniéndolo recostado contra mi pecho, pero al final pude hacerlo. Luego de abrochar el pantalón recogí su camisa del suelo y se la coloqué.

Tras vestirlo lo giré y lo senté en la tapa del inodoro, reposado su cabeza en la pared de atrás para vestirme. Solo tardé tres segundos en vestirme, pues, aunque estaba bastante mareado aun me encontraba los suficientemente cuerdo para coordinar mis actos, aunque no sabía si esa lucidez duraría por mucho. No sabía como pero ese vaso me había hecho demasiado efecto, tanto que creo que fue el responsable de mi tan prominente erección, que aun todavía se aprisionaba contra la tela de mis boxers haciéndome algo de daño. Aunque ese polvo con David en el cubículo del baño había sido glorioso, aun mi calentón no bajaba, en verdad no sabía que me sucedía, pero espanté esos pensamientos. Lo que me debía preocupar en ese momento era salir del baño y llegar hasta nuestros amigos. En lo personal no me quedaría, así que vería quien me acompañaba y se iba conmigo.

ESTEBAN

Las manos de Rebeca recorrían con deseo cada parte de mi cuerpo, palpando bajo ellas los mis músculos. Durante un instante fijé mi vista en sus ojos y me sorprendió lo que mi vista percibió ¿Acaso era lujuria? Bueno, eso no debía sorprenderme, sin embargo, me extraño. Conocía muy bien a Rebeca y sabía lo sería que era. Ella era de las personas aun estando ebrias nunca pierden la compostura, por eso me extrañó ver esa mirada en ella.

Pero eso no era lo que me mantenía intranquilo. Lo que no me dejaba concentrarme en bailar era la tremenda erección que se aprisionaba en mis pantalones. Notable a kilómetros de distancia. No debería ser nada para alarmarse, estaba bailando con mi novia y era posible que entre roce y roce nuestros cuerpos se excitaran con el contacto ajeno, pero… sabía perfectamente que mi la excitación de la que estaba siendo víctima era por las innumerables escenas que a mi alrededor se presentaban.

Escenas que de las que no podía apartar mi vista. Ver como chicos guapísimos bailaban sin pudor y sobaban sus cuerpos me tenía completamente hipnotizado, cada vez que giraba mi cabeza y veía a un par de chicos enrollándose mi excitación aumentaba. Era como si en mi cerebro se estuviese desarrollando una película porno la cual se aviva con esas aquellas imágenes tan sexualmente explicitas. ¡Dios! Resoplé por lo bajo. Debía calmarme. Debía ignorar esas sensaciones y listo. Era repetir lo mismo que hice durante los últimos años, ignorar e intentar olvidarme de esos deseos. No era complicado solo se trataba de tener autocontrol. Si esa era la clave, el auto control…

-¿Te ocurre algo?- me preguntó Rebeca posando su frente contra la mía.

-Nada, solo que estoy algo mareado, eso es todo- le contesté intentado parecer relajado.

-Entonces creo que tendrás que ayudarme, porque todo me está dando vueltas-.

-¿No me digas que esa copa te emborrachó?- pregunté incrédulo. Ella era fuerte cuando de alcohol se trataba. No se embriagaba fácilmente.

-No lo sé- se encogió de hombros y se separó moviendo sus manos desde mi cintura a mi cuello- lo que te puedo decir es que esta noche no estoy en capacidades de salir sola de aquí- una media sonrisa se dibujaba en sus labios con la mirada algo desorientada.

Iba responderle pero en ese momento vi a Santiago venir hasta nosotros con David a rastras. Eric y Eduardo se acercaron.

-Creo que nosotros nos vamos- dijo Santiago- al parecer no le sentó bien el alcohol- dijo señalando al castaño- además, no me siento nada bien ¿ustedes se quedan?-.

-No nosotros nos vamos- intervine - Rebeca esta en las mismas condiciones de David y creo que lo mejor será que la llevé hasta su casa. Si quieres te vienes con nosotros y te llevamos-.

-Si no es mucha molestia-

-Ninguna- respondí.

-Bueno entonces creo que nosotros nos iremos también- dijo Eduardo.

-¿Por qué no se quedan? Todavía es temprano, no se preocupen por nosotros – dijo Santiago.

  • No quiero quedarme- contestó Eduardo- además nos vamos a quedar solos. Así que prefiero irme-.

-Tú eres el cumpleañero- comento Eric, dejando entender que no estaba de acuerdo con irse pero no refutaría.

-Porque no dejas que Rebeca venga con Eric y conmigo así te ahorras camino- se ofreció Eduardo.

-No veo problema. Creo que es mejor porque si su madre me ve llevándola en este estado me comerá vivo- respondí.

-Te aseguro que no exageras- dijo Eric- ella es capaz de insultarte si ve a mi herma así-.

-Bueno entonces Rebe- me giré hacia mi novia- te vas con Eduardo-.

  • Esta bien- murmullo a mi lado un tanta tambaleante- pero acompáñame hasta el auto ¿sí?- asentí tomándole la mano.

De camino al estacionamiento mi erección bajo, por suerte nadie logró darse cuenta. Cuando llegamos hasta donde estacionamos nuestros autos Eduardo y yo, me despedí de Rebeca con un suave beso en los labios.

-Te quiero- dijo mientras se separaba.

-Yo también - le respondí.

*<<<

-En verdad no entiendo como una copa pudo dejar a David en ese estado- comenté girando levemente mi cabeza para ver al castaño inmerso en un profundo sueño recostado en el pecho de Santiago. Estaban sentados en el asiento trasero.

-Yo tampoco- contestó Santiago- no sé cómo le afecto tanto, pero lo peor de todo es que a mí me también me afectó- pausó- estoy mareadísimo-.

-Rebeca estaba igual. Creo que Eduardo pedio las bebidas muy fuertes- comenté fijando de nuevo la vista en mi camino.

-¿Quieres que te lleve a ti primero?- le pregunté a Santiago- para llegar a casa de David tengo que pasar primero por tu casa-.

-Mmm, no lo sé no te quiero dejar a David en este estado-.

-Tu tranquilo, que el castaño no será trabajo- le tranquilicé- te lo digo porque como te vez, a leguas se ve que necesitas dormir-.

-Sí, necesito de una cama urgente- dijo llevando una manos a sus ojos.

-Entonces te llevo a ti primero- afirmé.

Era alrededor de media noche así que las calles estaban un tanto desoladas. No tarde mucho en llegar a casa de Santiago. Estacioné frente a su casa y luego de un par de minutos; acomodando a David en el asiento, le dio un beso en los labios y se bajó.

-Me lo cuidas-.

  • Tranquilo, está en buenas manos- contesté.

Agradecí que aún era de noche, porque de lo contrario hubiese percatado la tremenda erección que se alzaba en mi entrepierna. En verdad no entendía que me pasaba. Durante todo el trayecto las escenas de la discoteca se repetían una y otra vez en mi mente, más intensas y reales, provocando que mi calentón aumentara. Por suerte Santiago se mantuvo todo el tiempo en la parte de atrás.

Sinceramente, estaba completamente desconcertado. Yo no era así, siempre me había sabido controlar con respecto a mis deseos sexuales. Tenía bastante control sobre mi cuerpo. Por eso estaba muy sorprendido por lo que me pasaba esa noche, en verdad no entendía, sin embargo dejé de darle tantas vueltas y se lo atribuí al alcohol. Cuando tienes un par de copas encima tu autocontrol es anestesiado derribando todas las barreras personales autoimpuestas.

Suspiré pesadamente ya cansado. Necesitaba llegar a mi casa lo más antes posible. Una paja era lo que calmaría mi intranquilidad y me permitiría dormir. No me quedaba más remedio. Salí de mi ensimismamiento y arranque el auto. Mientras más me apurara llegaría más rápido a mi casa.

EDUARDO

-Si mi mamá ve a mi hermana así, me mata- decía Eric mientras veía a Rebeca dormir plácidamente en el asiento trasero del auto.

-¿Y cómo harás para que no la vea?-.

-Entrar sin que se dé cuenta, claro, eso sí con algo de suerte no está despierta esperando a que lleguemos. La conozco y es capaz de pasar una noche en vela esperándonos-.

-Toda una dictadora- bromeé.

-Dictadora es poco- contestó riéndose- tú has conocido su mejor faceta. Antes, era más intensa-.

-Bueno creo que le he caído muy bien-.

-Al igual que Esteban. Ella los ama- respondió.

-Bueno no tenemos la culpa de ser tan especiales- me reí por lo bajo. El solo volteo los ojos fastidiado a manera de broma.

-Creo que hemos llegado- dije estacionando el auto frete a su casa.

Luego de parar Eric se asomó por la ventana intentado ver si alguna luz estaba encendida y una vez comprobó que todas estaban apagadas abrió la puerta- Creo que mi madre está dormida- dijo girándose a mi antes de bajarse. Se acercó y me dio un beso en los labios- Te amo- me dijo.

-Yo también- musité entre sus labios- gracias por lo de hoy-.

-No hay porque dar las gracias. Fue un gusto para mí complacerte. Mientras tus seas feliz yo también lo seré- le dedique una sonrisa sincera por sus palabras- Bueno… creo que debo irme-.

-¿Quieres que te ayude?-

-No, tranquilo yo puedo con Rebeca. Además, no quiero involucrarte en esto si mi mamá nos descubre- contestó mientras iba hasta el asiento trasero pasa sacar a Rebeca- es mejor que salgas inocente de todo esto- dijo en tono de broma. Yo me reí por lo bajo. Una vez terminó de bajarla, cerró la puerta y se despidió. Esperé un par de segundos mientras entraba para emprender mi camino a casa.

Honestamente no me quejaba de la noche. Exceptuando por lo de Diego, había sido buena. Logré divertirme como desde hace mucho no lo hacía. Creo que me estaba olvidando que aún era joven. Sin embargo eso cambiaria. Desde ese día intentaría salir un poco más y disfrutar momentos así junto a Eric.

Ahora, algo que me tenía bastante pensativo era Diego. No entendía que pasaba entre el pelirrojo y David. Pero percibía que era algo bastante grave y necesitaba descubrirlo.

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Mis ojos ser sorprendieron con lo que apreciaron. No entendía que hacia allí. Bajé del auto un tanto apresurado creyendo que le pasaba algo. Verlo sentado en la acera con la cabeza metida entre sus piernas delataba lo mal que se podía estar sintiendo. Seguramente estaba ebrio.

-¿Diego?- le llamé mientras me acercaba- ¿Qué haces aquí?-.

-¿Eduardo?- me llamó levantando su mirada buscando la dirección de mi voz-  por fin llegaste- me extendió una mano y me invito a sentarme junto a él. Algo desconcertado lo hice.

-¿Qué estás haciendo aquí?- le volví a preguntar.

-Esperándote- contestó con un tono melancólico en su voz.

-¿Para qué?-.

-Necesitaba verte…- se acercó a mí- necesitaba estar cerca de ti…- y sin esperarlo se lanzó sobre mi uniendo sus labios con los míos.

ESTEBAN

Me detuve frente a la casa de David, preguntándome como haría para meterlo a su casa sin que sus padres se diesen cuenta. Dirigí mi mirada por un segundo hasta él, definitivamente no estaba en condiciones para dar siquiera dos pasos sin la ayuda de alguien. Suspiré pesadamente. Al parecer tendría que usar mi ingenio para buscar alguna solución.

Me desabroché el cinturón y bajé del auto para abrir la puerta de atrás. Mientras lo hacía podía sentir el pequeño dolor que producía la presión de mi erección contra la tela de mis pantalones. Aun no bajaba. También sentía un pequeño dolor de cabeza, seguramente era producto del par de tragos que me había tomado.

-David- intenté llamarlo pero no obtuve repuesta, solo un murmullo inaudible. Por lo visto tendría que ayudarlo a caminar hasta la entrada o en su defecto llevarlo en brazos. Pero intentaría lo primero. Me incliné introduciéndome más en el auto y como pude moví al castaño hasta el extremo de la puerta. Saqué sus piernas del auto e intenté colocarlas en el piso. Pasé una mano por debajo de sus brazos y la halé pasa sacarlo del auto. Fue algo complicado pero la final logré colocarlo de pie. Después de todo no se encontraba tan inconsciente.

Mientras iba a cerrar la puerta me percate de algo que atrapó mi atención de inmediato. La tremenda erección que se marcaba al castaño. Tragué saliva viendo aquello. Aparté mi vista de inmediato y dirigí mi mano para cerrar la puerta del auto. Luego pasé una de la mano de David alrededor de mis hombros para que se sostuviese y no callera. Por la diferencia de alturas tuve que encorvarme un poco.

Con algo de complejidad logré que David comenzara a caminar, no lo hacía muy bien, pero eso era algo. Hubiese sido peor si tuviese que cargarlo en brazos. A paso lento, logramos llegar hasta la puerta externa de su casa. Zarandeé a David intentando despertar para que abriera, pero no obtuve respuesta.

-¿David? – le susurré intentando llamar su atención de nuevo, esta vez sí reaccionó. Por primera vez abrió los ojos y me dedico una mirada un tanto desorientada- ¿Podrías sacar las llaves?-.

-¿Mmm?- frunció el ceño. Resople por lo bajó. Lo último que quería era que sus padres nos atraparan, perque si seguíamos así despertaríamos a medio vecindario. Definitivamente tuve que haber dejado que Santiago se encargara de esto, pero ya a lo hecho pecho.

-Que saques las llaves- le susurré más alto. Esta vez pareció entenderme y dirigió una de sus manos palpando sus bolsillos, cuando consiguió el manojo lo sacó y me lo tendió.

-¿Cuál es?- pregunté viendo el montón de llaves.

-La que tiene forma hexagonal- murmulló reposando su cabeza en mi pecho. Tragué saliva al sentir el contacto. Pero espanté los nervios y me concentré en abrir la puerta. Introduje la llave en la cerradura y con sumo cuidado abrí, tras entrar, cerré sin hacer mucho ruido.

-¿Cuál es la otra?- le volví susurrar. No me respondió- David- le moví un poco- ¿Cuál es la otra llave?-.

Se revolvió un poco y murmulló- la verde-.

La busqué y una vez frente a la puerta de la entrada logré abrir la puerta. Con el mismo sigilo de antes entré y cerré. Di un vistazo al mí alrededor. No estaba nada mal. La casa era un tanto modesta pero muy bonita. Luego de unos segundos dirigí mis pasos hasta las escaleras. Ahora el reto seria encontrar la habitación de David sin despertar a nadie o entrar en la equivocada.

-¿Cuál es tu habitación?- le pregunté entre susurros mientras subíamos las escaleras. Pero como se le había hecho costumbre ignoró mi pregunta, tuve que preguntarle de nuevo- David ¿Dónde queda tu habitación?- no obtuve respuesta- David- le zarandeé- ¿me podrías decir cuál es tu habitación?-.

  • Al fondo a la derecha- respondió por lo bajo. Cuando llegué al tope de la escalera, di un vistazo a ambos lados del pasillo y esperando haber entendido bien sus palabras giré a la derecha y caminé hasta el final del mismo. Por suerte el castaño cooperaba y no emitía ningún sonido. Cuando estuve frente a la puerta de la habitación respiré hondo, si me equivocaba tendría que estar preparado para alguna explicación. Conocía al padre de David, mi padre era cliente del banco donde trabajaba. Lo había visto varias veces y daba la impresión de ser un señor bastante estricto. Sin embargo eso no debía intimidarme, si quería salir bien parado de aquello debía ser ágil. Con el corazón en mi garganta giré la perilla y abrí la puerta. Suspiré aliviado al ver que era la habitación correcta.

Todo estaba en completa oscuridad. La única iluminación que poseía el cuarto era la de la luna. Lo único que se podía divisar sin dificultad eran los muebles y la cama. Entré y caminé hasta un extremo de la cama, quité el brazo de David de mis hombros, para pasarla por sus piernas. Lo alcé y sin mucha dificultad lo recosté entre las sabanas. Fui hasta sus pies y con algo de cuidado le quite los zapatos, cuando iba a levantarme sentí una de sus manos en mis muñeca iba apartarla pero sin esperarlo esta me haló hasta el, haciéndome tambalear y quedar parcialmente recostado sobre él tragué saliva nervoso. Podía sentir sus respiración frente a mí, sus labios estaban a centímetros de los míos, por un momento sus desorientados ojos se posaron sobre los míos hipnotizándome por completo y sin poder reprimir más mis deseos carnales me lancé sobre ellos.

El contacto inicial fue suave y cálido, elevando mis niveles de excitación descomunalmente. El castaño respondió gustoso a mis besos dándome libertad para que hiciera lo que deseara. Y eso fue lo que hice. No coordinaba mis actos, no razonaba en esos momentos mi sentido común se encontraba anestesiado, siendo completamente presa del deseo.

Sin ningún escatimo dirigí mis manos hasta los botones de su camisa y de una manera salvaje comencé a desabrocharlos. Mi piernas se revolvieron un poco entre la suyas, sintiendo el rocé de su erección contra mi muslo. Al terminar con la camisa dirigí mis manos hasta su torso para recorrer la obra de arte que eran esos músculos, mientras mi boca se encontraba inmersa en un beso profundo donde nuestras leguas se saludaban. Luego de varios segundos tuve que separarme para retomar el aliento y volver a unir nuestras bocas. Ya no había marcha atrás.