Destinados. Capítulo 25: Fuera del Closet

Las miradas no se hicieron esperar. No hubo persona que estuviese en nuestro camino que no haya volteado a vernos. Éramos en ese momento el centro de atención. Con cada paso que daba percibía como un par de ojos se volteaban para mirarnos.

Hola a todos, antes que nada me disculpo por el retraso, sé que les prometí publicar el relato en los días posteriores al especial pero últimamente he tenido problemas con mi conexión a internet (como el resto de Venezuela, consecuencia de la difícil situación que vive el país), sin embargo trataré de no hacerlos esperar mucho.

Agradezco a todos por sus comentarios y correos, en verdad los valoro, me motivan a continuar y mejorar la historia. Ahora sin más que decir, los dejo con el relato… No se les olvide comentar y valorarlo.

Saludos,

Derek W. Johnson

Destinados. Capítulo 25: Fuera del Closet

ESTEBAN

Llevaba varios días pensando en lo mismo, Santiago y David. Era demasiado increíble. ¿Cómo no me di cuenta antes? ¿No se supone que éramos amigos? Bueno, amigos sí, pero no casi su hermano como lo era Fabián. Ellos sí que eran amigos, poseían una conexión especial. Se conocían desde pequeños, habían crecido y vivido experiencias juntos, no los culpaba si en algunas situaciones era apartado. Entendía perfectamente el afecto y la camaradería existente entre ellos. Sin embargo creía que tenía la suficiente confianza con Santiago como para que el me contara algo así, pero a pesar de todo lo entendía. No es fácil aceptar ante todos que te gustan las personas de tu mismo sexo. Yo nunca lo hice, así que no lo juzgaba.

Saber qué; al igual que Fabián, Santiago también era gay, despertaba pensamientos encontrados en mí. Creo que si hubiese sabido que mis amigos también tenían ese tipo de inclinaciones sexuales, hubiese tomado el valor para contarles mi historia. Pero ese no fue el caso y ya todo pasó. ¿Qué ganaba con revolver esos recuerdos? Nada, absolutamente nada. Lo único que conseguiría revelando que era bisexual era poner en peligro mi relación con Rebeca.

Era bastante claro para mí que si Rebeca se enteraba que me atraían los chicos, nuestra confianza no sería la misma. Todo cambiaría. Por ejemplo, si pasaba un chico guapo por nuestro lado, ella de seguro se armaría un drama en la cabeza preguntándose si me parecía atractivo o no, conozco a las mujeres y aunque sé que Rebeca no es tan complicada, es mujer. Además las situaciones con mis amigos cambiarían también. Cada vez que quisiese salir con ellos ella se sentiría incomoda. Y otras muchas cosas que pondrían a nuestra relación colgando de un hilo, y eso no lo deseaba.

Me sentía muy cómodo con Rebeca, la amaba y lo menos que quería era que nuestra convivencia cambiara por secretos de mi pasado. Así que culminando con ese análisis espanté cualquier tentación de contarle a alguien sobre mis secretos. Lo mejor era guardar silencio y dejar las cosas como estaban. No había necesidad de remover el avispero.

Desde Adrián no me había vuelto a gustar otro chico de una manera tan intensa. Aun me seguían pareciendo guapos, pero hasta ahí. Nunca me he sentido con los ánimos de intentar algo con un chico. Creo que luego de mi tan amarga experiencia con Adrián, ese terreno quedo estigmatizado para mí.

-¿En qué piensas amor?- me preguntó Rebeca sacándome de mis cavilaciones mentales. Estamos en el sofá de su casa, como cualquier tarde libre, viendo televisión juntos.

-En que aún no puedo creer que mis dos mejores amigos sean gays y yo ni siquiera me di cuenta…- sinceramente era en lo que estaba pensando.

-Sí, es sorprendente ¿Quién imaginaria que a los dos ídolos más importantes del colegio le gustan los chicos? es increíble-.

-Si- afirmé aun pensando en esa situación- ¿Has tenido noticias de Fabián?-.

-No - respondió esta vez apartando su mirada de la pantalla para verme- le escribí hace un par de semanas a su correo pero no me respondió. No hay señales de él. A diario reviso su Facebook para saber de su vida pero no se conecta, parece como si se hubiese mudado de planeta. ¿Y tú?-.

-Estoy igual que tú- contesté- dos días después de su viaje le dejé un mensaje en su Facebook pero no lo respondió.  Creo que no hay que ser genio para deducir que el señor Mauricio lo mantiene completamente incomunicado-.

  • Creo que esa es la peor parte-comentó- De seguro él se la está pasado igual o peor que David. Tener que lidiar con la homofobia de su padre es muy deprimente. Pero conociéndolo sé que no se dará por vencido-.

-Sí, de lo que tenemos que estar seguros es de que el hará todo lo posible por volver. Pero…-.

-¿Que…?- me ínsito a que continuara.

-¿Cómo crees que reaccionara Fabián al saber que David es novio de Santiago?-.

-No lo sé y prefiero no pensar en eso. Esa es una bomba que explotara en algún momento y más de uno saldrá herido-.

-¿Y qué piensa David de eso?-.

-No tengo ni la más mínima idea y conociéndolo seguramente evita pensar en eso y evita el problema. Él toma esa actitud cada vez que no quiere enfrentar una situación-.

-Y no es para menos- le dije- un triángulo amoroso es la ecuación perfecta para el desastre-.

-Es cierto, pero a pesar de todo creo que la relación de Santiago y David era lo mejor-.

-¿Por qué lo piensas?-.

  • Pues, creo fue la manera más efectiva de sacar a David de su depresión-.

-¿Tú lo crees?-.

-Claro que sí. No ves los feliz que es ahora- contestó- el amor es el mejor remedio para todo y ya desde hace bastante Santiago estaba enamorado de David. Santiago también fue una víctima de las circunstancias, por eso creo que esta era su oportunidad-.

-¿Tú tuviste que ver algo con su noviazgo?-.

  • En absoluto. Solo le conté a David la verdad que yo había percibido. Ya fue decisión de ellos dejar de lado sus barreras personales y arriesgarse a estar juntos-.

-¿Sabes? Oírte decir eso me confirma aún más que Santiago esta tan enamorado de David que creo que hasta daría la vida por él-.

-Yo pienso igual, por eso creo que esta era la oportunidad de Santiago de jugarse sus cartas. Ahora queda esperar y ver lo que el tiempo le depara a ambos- dijo.

-Yo les deseo lo mejor, sin embargo no puedo evitar pensar que en el momento en que Fabián regrese esta bomba terminará por explotar-.

SANTIAGO

-¿Listo?- le pregunté temblando de los nervios.

-Más que nunca- me contestó creo que más para enfundarse de valor que cualquier otra cosa. La expresión en su rostro delataba lo asustado que estaba.

Respiré profundo y cerré mis ojos. Bueno, allí estaba. A partir de ese día mi vida cambiaría, nada volvería a ser igual… Sabía que sería difícil. Algunos quizás nos apoyarían, otros se mantendrían al margen y tal vez unos cuantos nos repudiarían. Pero estaba dispuesto a pagar el precio. No me interesaba lo que el resto de mundo dijera. Había decidido luchar por mi felicidad y lo haría. Nada ni nadie me lo impediría. Una de las cosas que me había enseñado la vida era que cuando tienes la oportunidad de luchar por lo que quieres hazlo, porque tal vez no vuelvas a tenerla.

-Antes de entrar quiero decirte que… te quiero- le tomé de la mano y entrelacé nuestros dedos- y que eso es lo que importa-.

-Yo también te quiero- me contestó acercándose hasta mí y dándome un beso en los labios, sin importarle que alguno de nuestros compañeros se pudiese dar cuenta.

-Si continúas dándome ese tipo de besos a tan tempranas horas de la mañana, te juro que un día de estos te voy robar para hacerte el amor como Dios manda-.

-Pues, hazlo, porque yo tampoco puedo resistir tanto tiempo- musitó aun entre mis labios. Yo solo esbocé una leve sonrisa.

-Ahora- me separé un poco de él- ¿entramos de una vez por todas o seguimos dando un espectáculo en la entrada del colegio?-.

-Entremos, porque de lo contrario mañana saldremos en la prensa nacional- dijo en tono de broma.

Nos volvimos a tomar de la mano y así terminamos por entrar al colegio, como los novios que éramos. Las miradas no se hicieron esperar. No hubo persona que estuviese en nuestro camino que no haya volteado a vernos. Éramos en ese momento el centro de atención. Con cada paso que daba percibía como un par de ojos se volteaban para mirarnos. Creo que ese día no habría persona en el colegio que no se enterase de aquella escena tan impactante. Pues, aunque sé que nunca he sido mujeriego, el ser el mejor amigo del Don Juan del colegio ya me había labrado una reputación. Era inevitable que más de uno se atragantara con su propia saliva al verme entrar de la mano con David, quien no se quedaba atrás, pues, ya había pillado a varias que se lo comían con los ojos.

Si hubiese llevado una cámara conmigo, juro que no me resistiría a fotografiar las expresiones de todos los que conocía. Eran dignas de un álbum el cual podrías contemplar por horas y no parar de reírte.

En medio de todo aquello, podía ver como los cuchicheos iniciaban mientras que otros comenzaban a señalarnos. Para ser sincero eso no me afectaba en lo más mínimo. No me interesaba lo que pudiesen pensar un montón de inmaduros y descerebrados prejuiciosos. De ellos no dependía mi felicidad.

Nuestro espectáculo duró alrededor de cinco minutos, el tiempo que tardamos llegar a nuestra aula de clases. Era lunes, así que a primera hora teníamos clase de inglés con la profesora Anna. Respiré tranquilo al saber que nuestros compañeros se debían abstener de cualquier comentario por lo menos en presencia de la profesora, sabíamos sus reglas y ninguno de nosotros quería terminar en dirección por alguna acción que perturbara su clase. Creo que esa fue la única vez en la que agradecí que la profesora Anna fuese la réplica de un sargento militar.

-Creo que ya no hay marcha atrás…- comenté mientras entrabamos en el salón.

-No, no la hay, a partir de hoy el mundo sabrá que Santiago y David son novios- contestó volteándose hacia mi dedicándome una sonrisa de satisfacción.

-Eso me emociona…-

-¿Si?- frunció el ceño.

-Claro- lo atraje hasta mi rodeándolo por la cintura- poder presumir que el chico más guapo y además más inteligente de todo el colegio es mi novio, es todo un orgullo para mí. Me siento todo un campeón- le di un pequeño beso.

-Y no sabes cómo me llena poder presumir que el soltero más codiciado de nuestra promoción, es mío y solo mío- me devolvió el beso.

De un momento a otro su rostro se tornó serio, la sonrisa de sus labios se disipó siendo sustituida por una expresión de melancolía.

-¿Qué ocurre?-.

-Nada. Solo que- se notaba que estaba recordando algo-  estaba pensando en que todo hubiese sido tan sencillo y fácil si desde un principio hubiésemos estado juntos. Nos hubiésemos ahorrado bastante sufrimiento…-

  • Tal vez, pero en mi opinión, creo que las cosas pasan por algo. Aunque sea difícil aceptarlos, siempre los acontecimientos de la vida nos dejan una enseñanza- le contesté- todo lo que vivimos nos habrá hecho sufrir, pero a ti te hizo más fuerte, a mí me hizo ver que lo más importante es la felicidad y no lo que los demás piensen. Además ya estamos juntos ¿qué más da? Olvidemos lo malo y recordemos lo bueno ¿Te parece?-.

-Si- respondió.

-¡¿Pero mira la escena que tenemos aquí?!- de inmediato reconocí la voz de Rebeca. Entraba al salón acompañada de Esteban- por lo que veo ustedes no se cansan de dar espectáculos en público -.

Ambos nos dedicamos una mirada cómplice antes de soltarnos y voltearnos en dirección a ellos.

-¡Qué manera tan discreta de salir del closet!- comento Esteban.

Ambos nos reímos al oírlo…

-Bueno, es que Fabián y yo decidimos no hacer tanto alboroto y dejar que nuestros actos dieran a entender lo que erramos, pero al parecer el resultado fue totalmente el opuesto-.

-Es evidente- contestó Rebeca- vengo de allá afuera y no se imaginan como está el ambiente, créanme cuando les digo nadie olvidara este día-.

-Sí, esto nadie se lo esperaba- dijo Esteban- pero antes que todo quiero decirles que cuentan con todo mi apoyo. Si necesitan algo, no duden en pedírmelo. Si alguien los molesta estoy dispuesto de partirle el alma a quien sea-.

-Tranquilo Esteban- contesto David- no creo que lleguemos a los golpes. El secreto estará en no tomar en cuenta a los imbéciles que nos juzguen-.

-Mmm bueno creo que tendrás que poner en practica ese consejo a partir de ahora- miré a Rebeca confundido - mira- volteo su celular.

No sé si lo que más me impresionó fue lo poco original o lo tan predecible que era aquel acto. Pero en absoluto me afecto, al contrario me produjo hasta gracia el asunto. Tomé el celular de Rebeca entre mis manos y contemple mejor la imagen. Era una foto de Santiago y mía, donde aparecíamos tomados de la mano, con un comentario que decía: “La princesa con su príncipe azul”. La foto aun no tenía comentarios pero habíamos sido etiquetados ambos en ellas, así que el resto de nuestros amigos, familiares y conocidos no tardarían mucho en enterarse de la noticia.

-Wao, me sorprende lo poco creativos que han sido- comenté aun con mi vista puesta en la pantalla.

NARISSA

-¿Viste el espectáculo que dieron David y Santiago?- me preguntó Cristian luego de entrar en la cafetería y sentarse en la mesa donde me encontraba.

-Si – le contesté con desgano. Sinceramente no me interesaba lo que hicieran ese par. Si bien ya había superado mi obsesión por Santiago, me sentía incomoda hablar del tema. Pues, desde un principio yo había sido la responsable de su separación. Me había valido de mentiras para mantenerlos lo más lejos posible. Así que, intentaba hacer los mínimos comentarios que se pudiesen.

-De verdad no entiendo que está pasando- se leía la sorpresa en su cara-¿Crees que sea una broma de parte de ellos?-.

-No- contesté con seguridad- lo que viste, es la verdad y una de las razones por las que Santiago termino conmigo-.

-¿Cómo? -.

  • Desde hacía ya bastante tiempo Santiago y David se gustaban-.

-Por lo que visto lo sabias desde hace mucho ¿o me equivoco?-.

-Sí, estaba al tanto de la situación, pero debo admitir que me costó bastante tiempo asimilarla-.

-¿Por eso no querías que Santiago se enterara de lo nuestro? ¿Por qué de inmediato dudaría de su paternidad, cierto?-.

-Sí e ingenuamente creía que si le daba un hijo volvería a enamorarse de mí...-

-¿Aun sigues pensando igual?-.

-Para nada. Creo que ya superé todo ese dilema… - le tomé de la mano - Tú me has ayudado bastante con ello-.

Me dedicó una sonrisa sincera…

-¿Sabes? Creo que la idea de ser padre ha despertado facetas en mí que creí que no existían-.

FABIAN

-¿Estás seguro?- me preguntaba con un gesto de incredulidad.

-Si limpiar pisos y convertirme en mesonero me llevara de nuevo a casa, estoy más seguro que nunca de hacerlo- le contesté con toda la convicción de que tenía una causa de peso.

-¿Y qué le dirás a tu padre?-.

-Nada, él llega todas las noches a las  8, así que mientras este en mi cuarto juiciosamente todas las noches antes de que él llegue no tendré problema alguno-.

-¿Y Diana?- creo que parecía más paranoico que yo.

-Bueno creo que tendré que inventarme algo como que me uní al equipo de futbol o algo parecido- pausé- lo que sea necesario para conseguir el dinero-.

-¿Cómo cuanto necesitas?-.

-Como mil dólares-.

-¿Crees que te dará tiempo de reunirlos antes de la graduación?-.

-No lo sé, haré lo que este a mi alcance, tengo mis ahorros pero son suficientes como para despreocuparme. Todo dependerá de las propinas que reciba y de las horas que trabaje a la semana-.

-Por el dinero no te preocupes. Mi tío paga bien, es algo tacaño, pero paga bien-.

-Eso espero-musité por lo bajo.

-Lo estás haciendo por él ¿verdad?-.

Asentí en señal de respuesta- le prometí que regresaría pronto y eso planeo hacer-.

*<<<

Decirle a Diana sobre mi supuesta entrada al equipo de futbol; o soccer como le dicen los americanos, fue más fácil de lo que esperaba. No puso objeción, ni trabas, al contrario prometió ayudarme y darme todo lo que me hiciese falta. Según sus palabras, estaba dispuesta a convertirse con mi cómplice. Eso fue un alivio. Ya tenía una preocupación menos en la que pensar.

Mi primera tarde de trabajo fue un lunes. No estaba nervioso, pues, no era un trabajo muy complicado. Además era muy buen orador y sabía desenvolverme muy bien ante el público, así que no tendría problemas para persuadir a algunos de que comiesen hasta reventar.

Esa tarde aquel pequeño restaurante estaba un tanto vacío, como de costumbre según me había dicho Mr. Solivan; el tío de Mark. Me encontraba limpiando  cuando entraron un grupo de chicas un tanto escandalosas. No pasaron más de 30 segundos para deducir que eran latinas. Eran tres, una pelirroja, una castaña y una típica rubia oxigenada, ninguna tuvo escatimo en lanzarme una mirada de cazador al momento de entrar. No habían terminado de sentarse en una de las mesas del fondo cuando Mr. Solivan me pidió que las atendiera. A regañadientes solté el trapo con el que limpiaba y caminé hasta su mesa.

-Mmm no tengo planeado volver a Stamford en este verano, espero que mi padre nos consiga a mi madre y a mí los boletos a las Bahamas- decía la pelirroja mientras llegaba a pedir su orden.

Cuando estuve en frente de ellas, las tres guardaron silencio y se olvidaron de la conversación que hasta hace segundos las mantenía ocupadas, dirigiendo su atención hasta mí… no sé si era a propósito o no pero, podía percibir como me desvestían con la mirada y la lujuria en sus ojos.

-Buenas tardes señoritas ¿les puedo tomar su orden?- dije lo más cordial que podía intentando no confundirlas y que pensasen que estaba respondiendo a sus insinuaciones.

-¿Y si te pido a un moreno sexy sin camisa me lo traerías?- contestó la pelirroja con un tono atrevido.

  • Creo que ese platillo está en la carta- respondí desentendiéndome de su comentario.

  • ¿Ah no?… pero si lo estoy viendo en este momento- dijo con una sonrisa traviesa- solo que lleva mucha ropa-.

-Sí, mi amiga tiene razón ¿Por qué no nos alegras el día y nos muestras todo lo que tapan esas telas?- esta vez habló la rubia.

-Discúlpenme señoritas- cada vez me costaba más mantener la compostura. No estaba acostumbrado a una arremetida así y menos de las mujeres- creo que no estamos desviando un poco del tema-.

-Claro que no- dijo la pelirroja- tú nos preguntaste que queríamos y nosotras te dimos una respuesta, pero como veo que eres muy devoto de tu trabajo, no te vamos a torturar más y te dejaremos ir… por ahora-.

Suspiré tras sus palabras. Luego de ello pidieron su orden.

En verdad no sé porque me ponían tan nerviosas. Nunca me han puesto nervioso las mujeres, más bien sucedía todo lo contrario, ellas temblaban cada vez que me veían. Creo que tanto tiempo de no usar mis artimañas de conquistador me tenía fuera de práctica. Pero una cosa me llamó la atención de la conversación que mantenían antes de que yo llegara, y creo que le sacaría provecho.

ERIC

-¿En serio no quieres salir?- le preguntaba un tanto fastidiado por su predisposición.

  • Si quiero salir, pero no a una discoteca, prefiero una cena, una pequeña reunión en mi casa o algo por el estilo-.

-Eduardo por favor, no seas aguafiestas. ¿Además desde cuando no sales a divertirte?-.

-No lo sé… creo que han pasado varios años desde la ultimas vez que pisé una discoteca, pero entiéndeme ya no estoy para ese tipo de cosas-.

-¿Cómo que no estas para ese tipo de cosas? ¡Por Dios! Tienes 22 años, casi 23 y me dices que no estas para fiestas, ¿Te estas oyendo?-.

-No necesito que seas tan sarcástico. Lo que quería decir era que no me apetece mucho ir a esos sitios, no es mi estilo-.

-¿Pero amor? Necesitas salir a bailar uno que otro día, mira que no se es joven toda la vida. Además desde que estamos juntos no hemos salido a divertirnos en plan de fiesta-.

-Está bien, tú ganas- respondió con un gesto de fastidio.

-Ya verás que no te arrepentirás- le contesté mientras me lanzaba sobre el para abrazarlo. Llevaba varios días intentando persuadirlo para hacer algo en su cumpleaños y no había conseguido que cediera. Siempre ponía alguna excusa tonta como que no le gustaba tanto alboroto, que prefería algo íntimo y más tranquilo. Pretextos a los que no les presté ni la más mínima atención. Quería disfrutar de una noche de locura con él y eso conseguiría. Además sabía perfectamente que él más que nadie necesitaba salir de la monotonía de su vida. Por ello quería organizar esta salida en honor a su cumpleaños, para hacerle ver todo lo que se estaba perdiendo.

Sin embargo sabía que en el fondo el motivo de esa salida era por los diluvios mentales que en esos días invadían mi cabeza. Durante los últimos días sentía que los problemas se me venían encima,  no porque alguna situación de mi vida estuviese mal, sino porque ya no aguantaba vivir en una mentira, ya no aguantaba esconderme más, como si fuese un ladrón tratando de esconder lo que acaba de hurtar. Me sentía muy infeliz, mintiéndole a mi mamá, escondiéndole donde pasaba mis noches, inventando algún pretexto para que no sospechara o algo por el estilo. En ese momento más que nunca necesitaba liberarme y contarle al mundo la verdad, y eso era lo que me tenía mal, muy mal para ser específico. No me importaba lo que el mundo pensase, pero si mi mamá. El solo hecho de imaginar que mi madre, quien es la mujer más perjuicios de este planeta, se enterase que su primogénito es gay, me aterraba más de lo pudiese pensar. Sabía perfectamente cuál sería su reacción, y eso era lo que más me asustaba. El saber que la perdería. El tener la certeza de que me despreciaría como a un delincuente.

Más de una vez me pregunté cuán grande es el amor incondicional que mi madre decía profesarme y si tenía límites. Bueno, creo que ya encontré su límite, la homosexualidad. Era por ello que necesitaba despejar mi mente por lo menos un segundo, necesitaba descansar mis calamidades por algunas horas. Quería disfrutar de la momentánea paz que me brindaba el destino junto a Eduardo.  Si no fuese por él no sabía cómo me hubiese mantenido en pie durante esos momentos de incertidumbre y fragilidad emocional.

-¿Y has pensado en invitar a alguien?- me preguntó apartando de nuevo la mirada del televisor.

-Pensé en decirle a David, Santiago, Rebeca y Esteban que son nuestros amigos más cercanos. Pero no sé si estás de acuerdo-.

-Por mí no hay problema, además si vamos a salir en plan de pareja no quiero vivir momentos incomodos-.

-¿Y tú? ¿No has pensado en decirle a alguno de tus amigos?- le pregunté.

-Mmm no lo sé, llevo bastante tiempo que no se de ellos, con quien más he mantenido contacto es con Ricardo pero no sé si estará en la ciudad para esos días-.

-¿Tiene alguna competencia?-

-No tengo idea, pero de seguro me dice que no… Ya sabes cómo es el de disciplinado. Muy pocas veces le gusta salir de fiesta-.

-Pero no pierdes nada con intentarlo. Dile a ver que te dice. No sabes si al final se terminé animando- contesté.

-Bueno, haré el intento- dijo devolviendo su mirada al televisor mientras se reacomodaba en el sofá. Me tenté a irme a la cama, pero decidí esperar a que la serie terminará y subir con Eduardo hasta su habitación.

*<<<

El sábado llego sin mucha demora. Eran las ocho de la noche cuando estaba en mi habitación eligiendo mis vestimenta para esa noche. Usualmente no suelo tardarme mucho en elegir mi ropa, me pongo lo que considere que se me ve bien y combine, pero esa noche era muy especial para Eduardo, así que debía ir presentable y recordarle porque se había enamorado de mí. Suspiré pensando eso. Ya había pasado más de un mes desde que conocí a Eduardo y definitivamente mi vida había dado un vuelco completo. Estar con él ha sido la mejor experiencia de toda mi vida, por primera vez puedo decir que me siento amado y querido. Que tengo a una persona que se preocupa por mí, que le importa lo que yo piense y lo que yo sienta, y que hará todo lo posible por hacerme feliz, eso para mí no tiene precio. Esa definitivamente había sido la mejor experiencia de mi vida. Haciéndome cambiar como persona, dándome más seguridad y sanando las heridas de mi corazón.

Ya no quedaban rastros del que hasta hace unos meses era un chico inmerso en el desamor y el dolor de la traición. Los sentimientos de tristezas habían sido sustituidos por alegría. No recuerdo algún momento de mi vida que hubiese sido tan feliz. Suspiré de nuevo, sabiéndome dichoso.

Estaba esculcando en mi closet buscando alguna camisa que me convenciera, cuando escuché a alguien entrar en mi habitación, al fijarme vi que era mi madre.

-Mamá… - comenté devolviendo mi vista al closet.

-¿Qué haces Eric?- me preguntaba mientras entraba en la habitación.

-Buscando mi camisa color violeta ¿la has visto?- le respondí con medio cuerpo aun metido en el ropero.

-Creo que la guardaste en una de las gavetas del fondo- me señalo cual era. De inmediato fui a abrirla y en efecto, allí estaba- mil gracias mamá-.

Definitivamente las madres son de gran ayuda en momentos de apuro…

-No hay porque darlas...- contestó mientras se sentaba en un extremo de mi cama- ¿Por qué estás tan nervioso?-.

-¿Mmm?- musité un poco descolocado por su pregunta. No creía que mis nervios fuesen tan evidentes.

-¿Qué porque estas tan nervioso? Es muy raro verte nervioso-.

-Mmm… no lo sé creo que debe ser el apuro, ya debería estar listo le respondí--.

-Eric te conozco desde hace 20 años y sé que estas nervioso…-dio un suspiro pesado- pero si no me quieres contar la razón estas en todo tu derecho- pausó- solo venía a pedirte que cuides a tu hermana y que intentes no beber demasiado,  no quiero que andes conduciendo por allí ebrio-.

-Por Rebeca no te preocupes, Esteban va con nosotros, él se encargara de ella y con lo de la bebida puedes estar tranquila yo no voy a conducir, Eduardo viene a buscarnos, a él no le gustaba beber así que es el conductor designado - le decía mientras me abotonaba la camisa.

  • Eso está mejor- me contestó pareciendo estar más aliviada. Por suerte mis palabras la convencieron. De lo contrario ni Rebeca ni yo tuviésemos la oportunidad de poner un pie en la calle. Creo que el conocer a Esteban y a Eduardo le estaba tranquilizando un poco su faceta de controladora y sobreprotectora, que adquirió luego de la muerte de mi padre.

-¿Qué tal?- le pregunté cuando terminé de abotonarme la camisa.

-Muy guapo- dijo- todo un galán. De seguro acaparas la mirada de más de una chica-.

-Sí, de seguro- comenté por lo bajo. No sé porque pero últimamente ese tipo de comentarios se estaban volviendo comunes en nuestras conversaciones. No sé si eran una especie de indirecta o si sospecha algo con respecto a mi homosexualidad o simplemente lo hacía sin darse cuenta, pero igualmente eran muy incomodos.

-¿Cuántos años cumple?-.

-¿Quién? ¿Eduardo?- ella asintió- 23-.

-Es todo un niño- contestó- para ser todo un empresario y estar tan bien preparado es bastante joven-.

  • Si, lo es pero eso no tiene nada que ver-.

  • Tienes razón, pero no todos a los 23 años llegamos a un puesto como el que tiene Eduardo. En verdad se ve que ese chico tiene talento, me sorprende que aun este soltero-.

¡Uff! otra vez con el mismo tema. En verdad cada vez creía más que ella sospecha algo.

-Mamá no tiene nada de malo el estar soltero- comenté intentando tranquilizarme y pretendiendo no demostrarle mi molestia.

-No lo tiene, es solo que me sorprende que un chico tan guapo siga soltero- se levantó de la cama y caminó hasta mi – al igual que tú, creo que es hora de que pienses en sentar cabeza- me decía mientras acomodaba el cuello de la camisa.

  • Por favor no comiences de nuevo, ya te dije que por el momento estoy concentrado en mis estudios, todavía tengo bastante tiempo no lo ¿crees?- le respondí ya sin poder ocultar mi molestia.

  • Si, lo sé, pero uno no puede estar solo toda la vida. Un hombre debe tener al lado una mujer que lo represente. Y esa mujer no aparece de la noche a la mañana, debes buscarla-.

-La buscaré cuando me siente preparado. El día que decida sentar cabeza será con la persona que en verdad amé- le dije.

-Está bien te entiendo, pero no te molestes. Yo solo te quería dar un consejo- terminó de acomodar el cuello para irse.

  • Me puedes dar un consejo, lo que no te acepto es que me des instrucciones de cómo vivir mi vida- le respondí antes de que saliera de la habitación.

DAVID

La elección del lugar no estaba nada mal. El local no era tan grande como White House o como algunas discotecas de la zona, pero era bueno. A pesar de tener un espacio limitado todo estaba muy bien distribuido permitiendo crear un buen ambiente dentro de la discoteca. En el nivel inferior estaba la pista de baile y la barra de bebidas, mientras que en el nivel superior se ubicaban mesas y sofás donde podías sentarte a platicar con tus amigos. Pero más que todo el lugar se hacía conocer por su buena música.

Fue la elección que consideramos como la más acertada, ya que, sin ser una discoteca de ambiente un gran porcentaje de los que asistían allí eran gay o lesbianas. Así que no tendríamos problemas con miradas extrañas o momentos incomodos.

El sonido de la música resonó en mis odios en el mismo instante que entramos. Aunque el establecimiento no se encontrase del todo lleno, se veía bastante animado. En la pista se encontraba varias parejas, de hombres, mujeres y de mujeres y hombres. Todos bailando sin pudor alguno. Sin importarle lo que el resto dijera. Un tanto extraño para mis ojos, pero me agradaba, la idea de bailar junto a Santiago en público me emocionaba. Esa fue una de las razones por las que acepté la invitación de Eric, quería disfrutar de un momento como pareja junto a Santiago, al estar ya oficialmente fuera del closet no había impedimento para hacer ese tipo de cosas, además necesitaba despejar un poco mi mente y esa era la mejor oportunidad de distracción.

No sabía que me pasaba pero cada vez más pensaba en Fabián preguntándome como la estaría pasando. Sabía que al igual que yo el también estaba aguantando los perjuicios de su padre y conociendo lo tan mal que me había hablado de él, no había que ser un vidente para deducir que el señor Mauricio intentaría de algún modo “curarlo” o encarrilarlo por el camino correcto, como alguna vez quiso hacer mi padre. Eso me preocupaba, siempre me preocupó. Sin embargo esa preocupación en un principio fue opacada por le profundo dolor que me provoco su partida, pero ahora que mi corazón estaba un poco más tranquilo, le prestaba más atención a ese tipo de pensamientos, que ya se me estaba haciendo difícil pasar por alto. Sabía que intentar hacer como si nada pasaba y no pensar en ello, no era lo correcto pero era lo más sano para mí.

Sinceramente estaba más confundido que nunca. No lograba definir claramente lo que mi corazón sentía. Si, quería a Santiago, fue mi primer amor. Nunca lo había dejado de querer, pero… a Fabián también lo quería… y con el pasar de las semanas ese afecto o mejor dicho ese amor; porque aun lo amaba, no se había dormido para nada. Seguía latente como el primer día. Pero algo curioso pasaba. Cuando estaba con Santiago, Fabián no venía a mis pensamientos, el estar con Santiago me hacía olvidar todos mis problemas, me hacía sentir seguro y querido, cosa que valoraba. Sabía que Santiago me amaba con todo su corazón y eso lo apreciaba y me llenaba, porque yo le quería también con todo el corazón, por eso, en ocasiones la culpa venía a mí, pues, sentía que estaba traicionando a Santiago mientras que en otros, cuando pensaba en Fabián sentía lo contrario, que lo estaba traicionando por no haber esperado su regreso y ¡Uff!... era un dilema muy complicado, que había intentado evitar, pero con el pasar de los días era más difícil no tener ese tipo de pensamientos. Definitivamente en algún momento debía poner los puntos claros y definir mis sentimientos, sabía que no podría evitar esa situación por el resto de mi vida.

-Creo que voy a tener que cuidarte esta noche- me susurró Santiago al oído sacándome de mis cavilaciones mentales. Tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos.

-¿De qué hablas?- pregunté un poco confundido.

-Mira- dijo señalando a su alrededor- más de uno tiene la mirada puesta en ti-.

-¿Pero qué dices?- le contesté completamente escéptico- más bien quien tiene que cuidar a alguien soy yo, a ti. Si nos están mirando es por ti. ¿O crees que pasas muy desapercibido?- mis labios insinuaban una media sonrisa.

  • Por favor no seas modesto- dijo mientras se reía- mírate, estas hecho un bombón - posó una de sus manos en mi trasero y apretó una de mis nalgas- más de uno querría comerte- musitó mordiendo una de mis orejas. Desde que descubrió que esa de mis zonas con más sensibles, había tomado ese hábito.

-¡Hey, hey, hey!, le van bajando a su calentón que todavía es temprano- dijo Eric a nuestras espaldas- si quieren meterse mano van a tener que esperar hasta que salgamos- me reí por lo bajo al escuchar su queja.

  • Tranquilo Eric, no te alteres – le respondió Santiago haciéndole señas para que se calmara- no pretendemos hacer un estriptis en público, era solo un  juego inocente-.

-¡Si muy inocente!- comentó Eric con ironía.

  • Mi querido Eduardito creo que esta noche vas a tener trabajo bajándole el mal humor- bromeó Santiago. Todos reímos al unísono tras su comentario.

Últimamente Santiago había tomado como costumbre molestar a Eric, nosotros siempre le seguíamos el juego. Sabíamos lo malhumorado que era, y que se molestaba muy fácilmente, así que nos aprovechábamos en algunas ocasiones para hacerlo rabiar.

-Eric- lo llamó Rebeca aun riéndose – por favor no te enojes, sabes que todo es en tono de broma- dijo intentando calmarlo al ver su expresión de molestia.

-Sí, pero yo no soy su payaso-.

-Déjalo Rebeca, ya se le pasara- intervino Eduardo.

-¡Ah! ¿Es que tu también estas de su lado?-.

-Eric, por favor no seas infantil- él tampoco podía aguantar la risa- todos sabemos que no aguantas juego, además- le dio un breve beso en los labios- te ves lindo enojado-.

Luego de ese breve pero divertido percance terminamos por entrar al establecimiento, subimos hasta el segundo nivel y nos acomodamos en una mesa desde donde se podía ver la pista de baile, mientras Eric y Eduardo iban por las bebidas.

-¿Seguro que no estas incomodo?- le preguntaba Rebeca a Esteban.

-Sí, amor… estoy bien- dijo intentando aparentar normalidad, pero no lo logró. A leguas se le veía que un gesto de molestia en su rostro.

-Bueno, como tú digas- dijo Rebeca por lo bajo sentándose a su lado.

Por un segundo desvié mi mirada hacia la pista de baile curioso por lo que pudiese ver. Y no pasaron dos segundos cuando una pareja llamo mi atención, eran dos chicos, uno moreno y otro rubio. El moreno era el más alto de los dos, su piel era color canela lo que contrastaba enormemente con su musculado cuerpo, llevaba el caballo rapado dándole un aire aún mas de masculinidad. El rubio era bajito, tal vez un poco más que yo, parecía tener los ojos claros; desde lejos no podía percibir exactamente su color, pero parecían ser azules. Ambos bailan muy animadamente en la pista, moviendo sus cuerpos al compás de la música, como dos coreógrafos que llevaban años en la industria del baile, dejándose llevar por la adrenalina del momento, rozando y recorriendo sus cuerpos con sus manos. El rubio mantenía su mirada fija en el moreno, con una sonrisa de felicidad en sus labios susurrándole a momentos en su oído. Luego de varios segundos de baile el moreno rodeo al rubio por la cintura atrayéndolo hasta él para besarlo tiernamente. De inmediato tuve que apartar mi mirada… los recuerdos amenazaban con salir a flote.

-Se ven muy enamorados- escuché decir a Santiago.

-¿Mmm?- aún seguía inmerso en mis pensamientos.

-Que se ven muy enamorados- volvió a decir esta vez señalando a la pareja en la pista.

-Si- musité sin saber que decir.

De inmediato Rebeca intervino, le agradecí por haberlo hecho -  ¿Y qué tal les ha ido esta primera semana fuera del closet?-.

-Bien, más tranquila de lo que esperaba- contestó Santiago- aunque siempre hay alguno que otro que hace un comentario fuera de lugar. Pero ya me he encargado de ponerlos en su lugar-.

-¿Y tus padres que han dicho?-.

-Ellos desde un inicio me dieron su apoyo y lo siguen haciendo. Luego de que se publicara esa foto donde parecemos tomados de la mano el resto de mi familia se ha enterado de que soy gay y lo han tomado mejor de lo esperaba-.

-Me alegro por ti- esta vez intervine yo- ojala mis padres hubiesen tomado esa actitud cuando se enteraron de mi homosexualidad-.

-¿No han cambiado de parecer?- me preguntó Rebeca.

-Si lo han hecho, me han dicho que tengo todo su apoyo y que quieren conocer a Santiago, pero después de todo lo que pasó no es fácil hacer borrón y cuenta nueva como pretenden hacer ellos- le contesté con desgano.

-Tal vez tengas razón pero dales una segunda oportunidad- respondió Rebeca.

-Eso es lo que intento hacer-.

-¿Y ya sabes cuándo le presentaras a Santiago?- preguntó mi amiga.

-No, aún estoy esperando el momento apropiado. Es difícil imaginarme ese momento-.

-Yo le dije que si quiere estoy dispuesto a ir yo solo y conocerlos, pero no me deja- intervino Santiago.

-Claro que no te voy a dejar ¿Cómo te vas a aparecer en mi casa tu solo presentándote como mi novio?-.

-Simple, llamando a la puerta de tu casa un día que estés ocupado-.

-Ni se te ocurra- lo señalé con mi dedo indicie, fingiendo estar enojado.

-Bueno entonces ponle fecha a la presentación ante mis suegros- se acercó para besarme la mejilla- ya verás que se enamoran de mi- me decía mientras me daba suaves besos.

-Déjame seguir pensándolo- le contesté intentando aguantar la risa.

-¿Que vas a pensar? Di que sí y ya- continuaba dándome besos.

-Está bien tú ganas- respondí- pero ese día te comportas, porque últimamente andas como un animal en celo-.

  • Lo prometo- contestó enderezándose y alzando su mano en señal de juramento- te aseguro que les dejaré una excelente impresión de mí-.

-Eso espero- comenté en tono de broma.

-Tranquilo Santiago, te ira bien. Si mi madre que es personificación misma de Hitler y le pudimos bajar los sumos, el señor Alberto sedera más rápido- todos reímos por el comentario.

EDUARDO

La única razón por la que había aceptado salir el día de mi cumpleaños era por Eric. De lo contrario me hubiese quedado en mi cama como lo hacía cada año. Para mí ese día no era especial, era de mucha tristeza. Luego de la muerte de mis padres mi cumpleaños se convirtió como en un día de luto, donde los recuerdos de los buenos días junto a ellos, me causaban una gran tristeza. Aunque habían pasado más de once años de aquel día fatídico aun el dolor se mantenía latente. Era imposible no recordar lo feliz que era cuando ellos vivían.

Todavía recuerdo el último cumpleaños que pasé a su lado, era mi número doce. Ellos habían insistido en invitar a todos mis compañeros del colegio, a nuestros familiares y a sus amigos más cercanos, pero yo me negué, solo quería celebrarlo con ellos, las únicas personas que me amaban con sinceridad. Y así fue, lo disfruté solo con ellos. Durante todo el día vimos un montón de películas, de terror, de acción y románticas (a petición de mi madre) todo acompañado de un montón de golosinas y palomitas de maíz. Ya cuando se acercaba la hora de irme a la cama, partimos el pastel. Ese fue el día más feliz de toda mi vida, pues lo compartí con los seres que más amaba. Para mí eso valía más que cualquier regalo, porque era consciente lo ocupado que siempre estaban mis padres, el trabajo de la compañía les consumía la totalidad de su tiempo, por lo que tener tiempo a solas con ellos para mí era un tesoro.

Luego de su muerte no volví a celebrar ningún cumpleaños. Me encerraba en mi habitación con sus retratos y me tumbaba en la cama abrazándolos con todas mis fuerzas, añorando aquel día, extrañándolos más que nunca. Ese era el día en que más lloraba en todo el año. Al principio mi abuela Georgina se preocupaba por mi actitud depresiva. Tocaba mi puerta durante todo el día intentado obtener alguna señal de vida, que al final se la daba para mantenerla tranquila, pero con el pasar de los años se fue acostumbrado a esa práctica durante mi cumpleaños e intentaba no molestarme durante todo ese día.

Este año hubiese repetido esa tradición personal de no ser por Eric. Sin embargo, le agradezco que me haya convencido. A pesar de mantenerme un poco predispuesto en verdad me hacía falta un poco de distracción. Tanto trabajo y tanta monotonía tenia mis niveles de estrés fuera de lo normal, así que necesitaba con urgencia relajarme.

Con un fuerte inhalo salí de mis cavilaciones mentales y me concentré en pedir nuestras bebidas, una vez despachado nuestro pedido me dispuse a llevarlo hasta la mesa junto a Eric quien se ofreció a ayudarme con los vasos. Íbamos caminando en dirección a las escaleras cuando una voz conocida me llamó a mis espadas.

-¿Eduardo?- escuché que me llamaba, de inmediato volteé para ver de quien se trataba, y mi sorpresa no pudo ser más grande.

-¡¿Diego?!- contesté un tanto emocionado de volver a verlo- pero… ¿qué haces aquí?- aun no podía salir de mis sorpresa.

Eran tantos años sin saber de él que verlo aparecer de la nada era una muy grata coincidencia. No recordaba cuanto tiempo tenia sin tener noticias de él, pero si sabía que eran años. Nunca supe porque se fue, solo que tuvo un inconveniente en el colegio al cual asistía y su padre no hubiese movido todas sus influencias para sacarlo del país, porque de lo contrario en estos momentos estuviese tras las rejas. Debo admitir que no nunca espere hacerme tan amigo de ese chico, fue más bien por azares de la vida que conocí a Diego.

Fue durante una tarde de verano estando sentado en la sala de espera del bufete en donde trabajaba el señor Francisco; nuestro abogado de confianza, que sin proponérmelo comencé a entablar una conversación con aquel chico pelirrojo. En ese momento yo tenía dieciséis, y él me imagino que unos diez años. Todo comenzó con una inocente conversación con respecto a nuestros padres, de lo ocupado que podían ser sus trabajos y del poco tiempo que nos dedicaban a nosotros, sus hijos. Ya luego de un considerable rato comenzamos a contarnos cosas acerca de nuestras vidas. Quizás es un poco extraño entablar conversaciones acerca de las complejidades de la vida con un niño de diez años, pero con Diego ese no era el caso, el chico era bastante maduro para su edad.

Nuestras coincidencias en aquella sala de espera fueron constantes, pues, al ser el hijo de uno de los abogados del bufete, muy a menudo se daba una pasada por el lugar, mientras que al ser el señor Francisco mi responsable legal, era necesario que más de una vez a la semana me reuniera con él, por lo que así fue como nuestra amistad fue floreciendo. Sustituyendo esas platicas en la sala de espera de aquel bufete en salidas al parque o algún otro sitio, como dos buenos amigos

Con el pasar de los años mientras iba creciendo me contaba todas sus inquietudes con respecto a la adolescencia y cuando tenía catorce me confesó que sentía atracciones hacia otros chicos y que creía que era gay, yo hice lo mismo confesándole que también era gay. Ese momento  fue muy importantes porque fue donde aproveché la oportunidad para aconsejarlo con respecto al tema y dejarle en claro que no estaba enfermo ni nada por el estilo. Muchos viendo esta situación malinterpretarían mis acciones, sin embargo yo nunca vi a Diego con otros ojos que no fuesen los de un verdadero amigo y tengo la certeza que con el pasaba lo mismo. Para mí era el hermano menor que nunca tuve.

Unos meses antes de su partida Diego se atrevió a confesarme que estaba enamorado de su mejor amigo. Pero que ese amor le estaba haciendo daño, pues, el chico lo manipulaba constantemente para que hiciese lo que él quisiese y siendo Diego un chico necesitado de afecto y cariño, siempre caía bajo las artimañas de ese patán. Yo le aconsejé que se alejara que se enfundara de valor para sacarlo de su vida y olvidarlo, pero no me prestó atención, estaba muy enamorado. Luego de aquello nos distanciamos durante algún tiempo y de pronto de la noche a la mañana me enteré que su padre lo había mandado a un internado en Europa.

-Hombre, cuanto tiempo sin vernos- le decía mientras caminaba hasta el para darle un fuerte abrazo, no sin antes dejar las bebidas en la barra.

-Mmm dos años creo- contestó con una sonrisa sincera mientras correspondía mi abrazo.

-Wao ¡Cómo pasa el tiempo! Mírate, estas hecho todo un hombre-.

-Bueno todo un hombre no, solo tengo 17, aun me falta crecer-.

-No sé qué más vas a crecer si ya me sacas media cabeza-.

-Bueno es que tú eres un poco enano Eduardo- me decía riéndose un poco- estas un poco por debajo de la media- aún se reía.

-Había olvidado lo pesado que podías llegar a ser con tus bromas- le respondía en tono de juego.

-Bueno espero que no lo hayas olvidado porque no he cambiado-.

-¿Y cuéntame que haces aquí? ¿De cacería?-.

-Tal vez- torció levemente sus labios- mi intención es distraerme un rato pero si se me presenta una oportunidad estoy dispuesto a aprovecharla ¿Y tú que, haces por acá? No conocía tu faceta de fiestero-.

-Bueno quise salir a divertirme un rato y celebrar mi cumpleaños también con mi novio-.

-¿Novio?- me preguntó extrañado.

-Si, te lo presento- contesté acercando a Eric con mi mano en su cintura- Eric-.

-Mucho gusto- le contestó extendiéndole la mano- Diego Mauriz-.

-El gusto es mío -le contestó Eric estrechando su mano.

-¿Y andan solos?-.

-No andamos con nuestros amigos- le dije- si quieres ven con nosotros y los conoces-.

-Si no es molestia-.

-No, ninguna- respondí.

Subimos y en menos dos minutos ya nos encontrábamos en nuestra mesa. Ni Rebeca, Esteban, Santiago o David se percataron de nuestra llegada, estaban muy entretenidos hablando sobre el colegio. Tuve que hablar para llamar su atención.

-Chicos- les llamé- quiero presentarles a un amigo, Diego Mauriz-.

FABIAN

-¿Entonces llevas solo dos meses aquí?- me preguntaba tras escuchar el resumen de mi historia.

-Mmm si, muy poco tiempo para adaptarse- le contesté.

-Mmm no lo creo- me decía segura.

-¿Cómo?-.

-Que no creo que seas el tipo de personas a las que les cueste adaptarse, no lo sé - se encogió de hombros – pero a pesar de que no te conozco, percibo que eres de los hombres que se adapta a cualquier situación-.

-¿Tú lo crees?-.

-Estoy segura- dijo.

-¿Y porque tan segura?-.

-Porque tus ojos me lo dicen- tras hablar me dedicó una sonrisa tierna, sin ninguna segunda intención.

-Entonces lees las miradas-.

-No leo las miradas, solo se apreciar lo que los ojos de las personas transmiten y lo que tus ojos transmiten es que eres hombre seguro de lo que hace y que no se acobarda por nada-.

-Gracias por el cumplido-.

-No es un cumplido, es la verdad, creo que hacen falta hombres como tú en esta ciudad-.

-¿Lo crees?-

-No lo creo, lo afirmo -  contestó riéndose un poco -  es más probable encontrar a una serpiente que no te pique a penas la pises, que encontrar un hombre fiel  a cien millas a la redonda-.

-Bueno, en eso no te discuto- respondí riéndome por lo bajo.

Hubo unos breves segundos de silencio. Tiempo el cual aproveché para contemplar el reflejo de la luna en el agua cristalina del mar. A decir verdad era una vista muy romántica. Sin poderlo evitar un sentimiento de melancolía me invadió brevemente. En momentos así extrañaba increíblemente a David. Sobre todo esas pocas noches que pasamos juntos. Extrañaba la calidez de su cuerpo, la suavidad de su piel, el contacto de sus labios, sus ojos, que eran como dos lumbreras que podían iluminar un cuarto entero, pero lo que más extrañaba de él era su manera de ser. Su humildad, bondad… todo de su personalidad.

Una de las razones por las que me había enamorado de David fue lo distinto que era a los demás. Recuerdo que estaba tan cansado de conocer a tantas chicas plásticas, sin cerebro, controladoras e inmaduras que se rendían ante mis pies en menos de dos minutos, que cuando vi por primera vez a aquel chico tímido y de buenos sentimientos quedé un tanto intrigado. Su mirada captó inmediatamente mi atención. En un principio no sabía por qué esos ojos me intrigaban tanto, fue con el tiempo el que logré darme cuenta que era la sinceridad y sencillez que transmitía. Pero lo que definitivamente me cautivo fue su determinación, su desinterés por lo que los demás pensasen de él y la seguridad y elocuencia con la podía llegar a hablar. Eso marcaba una notable diferencia al resto. Sin embargo, tras el último verano esa sencillez desapareció.

Pero a pesar de ello tenía la certeza de que todavía ese David del que tanto me enamoré, aún seguía en lo más profundo de su corazón, lo comprobé en las semanas previas a mi partida, cuando comenzó a abrir su corazón a mí. Por eso, estaba dispuesto a luchar con todas mis fuerzas por sanar todas sus heridas emocionales y sacar a flote aquel chico bueno que en verdad era. Esa era una de mis más grandes motivaciones para regresar. Quería hacerlo feliz.

-¿Y cómo se llama?-.

-¿Mmm?- no entendía que me preguntaba, me había tomado desprevenido.

-¿La persona de la que estás enamorado? ¿Cómo se llama?-

-¿Porqué deduces que estoy enamorado?-.

-Fabián, he conocido a muchos hombres y se reconocer a uno enamorado a millas de distancia. Solo basta verte para darse cuenta. Además me lo confirmó el hecho que no hayas correspondido a nuestras insinuaciones esta tarde, que es muy difícil debo decirte. Solo hay dos posibilidades para que un hombre no corresponda, que sea gay o que este enamorado, y querido debo decirte que de gay no te veo nada-.

-Inteligente deducción, pero ¿si te dijera que te equivocas?-.

-¿Cómo, con lo de que estás enamorado?-.

-No, con lo de gay-.

Tras escucharme de inmediato se detuvo, dedicándome una mirada de desconcierto – me estas tomando el pelo ¿cierto?-.

-No- me reí por su reacción- no podría hacer mucho con un cabello rojo Brittany-.

-No te burles- veía que comenzaba a enfadarse.

-No me estoy burlando, solo intento decirte la verdad- la veía tranquilamente riéndome aun.

-¿Eres gay?- asentí con la cabeza – ¿Pero cómo…?-.

  • ¿Te decepciono?-.

  • Bueno… al… es que ¿Cómo vas a ser gay?- aún no se lo podía creer.

-Lo soy y ya- me encogí de hombros.

-¡Por Dios! ¿Qué está pasando con los hombres guapos de estos días?- decía mientras llevaba sus manos a ambos lados de su rostro.

  • No seas tan dramática, que no es para tanto-.

  • ¿Qué no es para tanto?- se veía alterada- cuando se los diga a mis amigas, les dará un infarto, las dos quieren algo contigo-.

-Bueno- no podía aguantar la risa- puedo presentarles a un compañero de la secundaria, se parece un poco a mí y todo- no podía evitar seguir riéndome.

-Por favor ya deja de burlarte- dijo un tanto- y comencemos a hablar de negocios, que fue a lo que vinimos ¿o me equivoco?-.

-No te equivocas- contesté recobrando la compostura- la razón por la que quería hablar contigo es que necesito de tus servicios, o mejor dicho de los servicios de tu padre-.

  • No entiendo-.

-Tú me dijiste que tu padre es gerente de una agencia de viajes, correcto- asintió con la cabeza- pues, necesito que me ayudes a conseguir un bolero de avión-.

-¿A dónde?-.

  • De vuelta a casa- respondí.