Destinados. Capítulo 24: Confesiones
Luego de soltar esa frase que se mantuvo prisionera en mi cabeza por años, sentí que me había liberado de un gran peso.
Hola a todos… Bueno, estoy de vuelta con otro capítulo de Destinados. Antes que nada quiero pedirles disculpas por mi demora, la universidad me deja poco tiempo para escribir, como ya saben soy algo exigente con lo que escribo, así que también eso contribuye a que me retrase un poco, pues, quiero presentarles una buena historia. Sin embargo les prometo que seré constante en mis publicaciones.
Mil gracias por todos sus correos son de gran motivación. Un saludo muy especial a quienes me escribieron durante los últimos días, Edward, Lupecito, Alexander, Marino, Cristian, Enrique, Ever, Alejandro y si se me olvida alguno discúlpenme. También agradezco a todos los lectores anónimos que se toman unos minutos para leerme…
Espero sus valoraciones y comentarios.
Saludos,
Derek W. Johnson
Destinados. Capítulo 24: Confesiones
FABIAN
Otra noche más encerrado en mi habitación. ¡Qué distracción! Aun no sé cómo no había buscado una cuerda para ahorcarme y acabar con mi martirio. Seguramente era porque luego de casi un mes allí ya me había acostumbrado. Además era permanecer allí todas las noches o repetir las sesiones con el psicólogo.
¡Dios!... Aun no entiendo como mi padre que era una persona tan culta seguía creyendo que la homosexualidad era una enfermedad. No sé dónde quedaba su amplio nivel de conocimiento.
Me reacomodé mejor entre las sabanas y busqué el capítulo que debía leer, era de historia de los presidentes de Estados Unidos, debía aprendérmelos según su orden y junto con una pequeña reseña sobre el mandato de cada uno, así que debía estudiar bastante, pues, nunca leí sobre el tema más de lo que debía. Y me encontraba atrasadísimo en el curso.
Inmerso en mi lectura estaba cuando escuché que alguien tocaba la puerta. De inmediato descarté que fuese mi padre. El entraba de un momento a otro sin avisar.
-¿Se puede?- escuché al otro lado de la puerta. Era mi hermano, Ernesto.
-Entra- contesté sin despegar mi vista del libro.
-Es extraño conseguir la puerta abierta- comentó mientras entraba.
-De seguro papá olvido cerrarla- aún mantenía mi vista en el texto.
-Mmm ¿Qué haces?-.
-Estudiando - dije secamente sin mirarlo. Llevábamos tanto tiempo sin vernos, que se me hacía extraño entablar una conversación con él. Era como si fuese un completo extraño para mí.
-¿Sigues enojado?-.
-¿Cómo?-.
-¿Qué si sigues enojado porque papá te trajo con nosotros?-.
Aun no creía que hablara de ese tema tan naturalmente, como si hubiese sido un capricho no querer irme. Pero no lo culpaba, él no tenía idea de lo que pasaba.
-Primero no es un simple enojo, es más que eso. Si supieras la verdad del porque me trajo, hasta tú le guardarías rencor-.
-Ya la sé, y opino lo mismo que tu-.
-No, no creo que tengas idea de lo que hablo-.
- Claro que la tengo- dijo sacando algo de su bolsillo. Al enfocar mejor mi vista reconocí que era mi celular- esto me ayudo-.
-¿Cómo lo conseguiste?- le pregunté apartando el libro de mis piernas y enderezándome en la cama.
-Sencillo. Estaba en la gaveta de los calcetines de papá. Pero debo devolverlo, solo te lo traje para que hablaras con tus amigos y… con él-.
-¿Cómo sabes tanto, si ni siquiera mi padre ha descubierto la contraseña?-.
-Fue fácil. Intenté con la fecha de nacimiento de mamá- no pude evitar esbozar una sonrisa por su ocurrencia- yo también la uso como contraseña-.
-¿Y qué piensas?-.
-Creo que tienes todo el derecho a estar así de enojado, o bueno, como sea que te encuentres. Lo que hizo papá no tiene nombre - me sorprendía que a sus 14 años tuviese tanta madurez – pero debes tratar de entenderlo. Somos sus únicos hijos, por lo que intentara labrarnos un buen futuro y guiarnos por el camino correcto, mejor dicho, que él considera correcto. No lo justifico pero si trato de entenderlo-.
-¿Y quién me entiende a mí? ¿Crees que ha sido fácil para mí lidiar con esta situación, estar lejos de mis amigos de las personas que amo y del amor de mi vida?-.
-Sé que debes de estar sufriendo, pero también debes de entender que mi padre es así, porque así lo criaron nuestros abuelos. Te repito, no lo estoy justificando, solo intento ponerme en sus zapatos-.
-Ernesto perdóname pero yo nunca lograré entender porque me ha hecho sufrir de esta manera-.
-Tienes toda la razón del mundo. Pero debes entender que el rencor no te llevará nada. Solo te hará la vida más miserable-.
-¿Y qué pretendes que haga?-.
-Que te ganes su confianza, y que consigas la manera de que te entienda. Pues aunque lo quieras o no el siempre será nuestro padre-.
Pensé por un momento en sus palabras. Tal vez tuviese algo de razón. Mi padre seria mi padre por el resto de mi vida. Quizás debía intentar que me entendiera. Que lograse darse cuenta que no estaba enfermo. Pero eso no sería durante los próximos días. Todavía sentía mucho rencor hacia él. Además el no cambiaría de parecer de un día para otro. Sin embargo esa idea de ganarme su confianza había despertado mi ingenio, si jugaba bien mis cartas podría salir beneficiado y tal vez no tuviese que esperar un año para poder librarme de mi infierno.
-¿Lo querías mucho verdad?- me preguntó sacándome de mis cavilaciones mentales.
-Si- contesté con un gesto melancólico- lo amo como no tienes idea-.
-¿Y si lo llamas?- sugirió tendiéndome mi celular.
No dudé un segundo en tomarlo. La simple idea de poder escuchar su voz me exaltaba. Busqué rápidamente su número… pero cuando iba a marcar para hacer la llamada me detuve. ¿Qué le diría? Quizás que lo amaba y que lo extrañaba, pero… ¿Que ganaba con eso? Nada, solo reavivar el dolor. Sabía que si lo llamaba, los sentimientos de dolor saldrían de nuevo a flote y el deseo de volver a estar juntos nos carcomería.
No me malinterpreten, de verdad quería hablar con David, era lo que más deseaba en el mundo. Sin embargo debía tomar en cuenta las repercusiones que eso traería. Lo único que conseguiría al escuchar su voz era sufrir yo también. Era como echarle más sal a la herida. De modo que desistí de esa idea.
El día que hablara de nuevo con David, seria cuando ya ningún obstáculo nos separara. Por el momento lo más sano era dejar las cosas como estaban.
-¿Qué sucede?-
-Nada- contesté - solo que… creo que lo mejor es esperar- le devolví de nuevo el celular.
-¿Cómo. No quieres hablar con él?-.
-Claro que quiero. Pero lo último que deseo es reavivar el sufrimiento… Primero prefiero encontrar una solución a esta situación-.
Sí, eso era lo mejor. Nada conseguiría con seguir hurgando en la herida. Lo único que me preocupaba era saber que Santiago podría estar ganando terreno.
Muchos quizás sopesaron la promesa que obligue hacer a David de que no se reprimiría ante experiencias con otros chicos, preguntándose dónde quedo la lealtad, la fidelidad a los sentimientos y todo eso. Bueno, tuve mis razones para hacerlo. No soy tonto. Se claramente que con mi partida, le deje el camino libre a Santiago y que el aprovechara todo este tiempo para reconquistar a David. Tengo claro que el castaño, siente algo muy fuerte por él, no sé qué tan intenso sea, solo sé que ese sentimiento existe, que antiguamente fue amor, pero que con mi llegada se convirtió en algo menos intenso que aún permanece en su corazón. De modo que teniendo ese panorama, preferí dejar que la vida se encargue de darme la razón. Si David y yo estamos hechos el uno para el otro confío en que al final estaremos juntos, y si no, tendré que resignarme. No obstante, confió que nuestro amor lo superara todo.
Ahora volviendo a la razón de mis acciones, debo decir que preferí mil veces dejar a David con alguien que lo pueda consolar a dejarlo solo y completamente destrozado. No sabía cómo tomaría el castaño la noticia, temía que fuera mucho para digerir y que dejara a la perdición quebrando su estado emocional, que de por sí ya se encontraba frágil, por ello indirectamente le deje el camino libre a Santiago. Le di la oportunidad a que juegue sus cartas y al final ganara quien en verdad se lo merezca. Sé que suena muy frívolo todo, pero no sabía que más hacer. Sé que Santiago quiere profundamente a David, por eso sé que lo dejé en buenas manos.
DAVID
Era incapaz de explicar los sentimientos que se alojaban en mi corazón. Por un lado. Me sentía tan bien que no sabía que hacer… Lo tenía a él. ¿Qué más podía pedir? El solo hecho de saberme amado por el hombre que; desde que descubrí mis preferencias sexuales, robaba mis más profundos pensamientos, era la recompensa más grande que podría hacerme la vida. Si, sé que no sería fácil. Un sinfín de problemas se avecinarían a partir de ese paso dado por ambos, pues, nuestra relación era un arma de doble filo… sería la causante una delirante felicidad, pero también sería la autora de la efusión de las lágrimas más dolorosas. Ese sería el precio a pagar. Pero me importaba en lo más mínimo. Me sentía con todo el valor y coraje del mundo para darle cara a ese huracán de calamidades. Por otro lado existían otro conjunto de sentimientos aun latentes en mi corazón, que me confundían enormemente. Pues, a diferencia de mi afecto por Santiago, el amor que sentía por Fabián no mermo en lo más mínimo con el pasar de los días, seguía aún vivo… y ese era mi problema, ¿Cómo podía amar tan intensamente a dos personas? ¿Cómo dos seres completamente distintos habían logrado alojarse dentro de mi corazón de una manera tan intensa? No lo entendía. Era demasiado descabellado, ni yo mismo vislumbraba una explicación coherente. Le daba una y mil vueltas a la idea y no hallaba una respuesta.
Lo único que tenía claro era que en verdad quería a Santiago, lo había comprobado la noche anterior, hacer el amor con él fue increíble, una de mis mejores veces, bueno, mi tercera mejor vez. Esa noche fue perfecta. Y es por esa certeza de que quiero a Santiago por la que me estaba dejando llevar, en ese momento más que nunca mi corazón necesitaba de amor, no me importaban los diluvios mentales, solo quería sentirme bien por un tiempo, ya estaba harto de ser infeliz, quería darle una tregua a mis calamidades. Olvidarme de ellas por un buen rato y resolver todos esos problemas a su debido tiempo, así que lo mejor era no pensar ni darle importancia al tema. Era lo más sano en ese momento. En esos momentos más que nunca necesitaba del afecto de alguien.
-¿En qué piensas?- me preguntó apartando su mirada de la ventana.
- Nada de importancia – contesté.
Solo me dedicó una sonrisa y volvió su a posar su vista en el paisaje lluvioso que se dibujaba en la ventana del autobús, tomando mi mano y entrelazando nuestros dedos. Gesto que creo seria costumbre en ambos. Pues durante la mañana no se reprimió en lo más mínimo con sus expresiones de afecto en público. Suspiré al pensar en aquello. Me emocionaba el solo pensar que podía presumir a Santiago como mi novio. ¿Cuantas chicas no morían por él? Pero era solo yo el afortunado.
-Te quiero – le susurré mientras recostaba mi cabeza en su brazo.
-Yo también- me respondió besando mi cabello. Por suerte nos encontrábamos en los últimos asientos, así que no captaríamos demasiadas miradas, o mejor dicho ninguna. La gran mayoría de nuestros compañeros dormían plácidamente como para prestarnos atención. Lo que me motivó a acomodarme tranquilamente en él intentando dormir lo que quedaba de viaje. Caí rápidamente en los brazos de Morfeo.
*<<<
Un cosquilleo en mi oreja hizo que me despertara. Me revolví un poco buscando tranquilizarlo, pero no cedió. Cada vez era más intenso. A medida que me despertaba lo sentía con mayor fuerza causándome un leve carcajeo que terminó por despertarme. Era Santiago quien me hacía cosquillas con su boca.
-Despierta dormilón, ya estamos llegando- me susurró al oído. Dirigí mi vista hasta la ventana y pude ver como a lo lejos se visualizaba nuestro colegio a través de la lluvia.
- Ya estoy despierto…- decía entre risas- … ¿podrías dejar mi oreja? -.
-Si pero… con una condición-.
-¿Cuál?-.
-Sencillo. Un beso-.
-Mmm déjame pensarlo…- intenté mascullar en medio de sus cosquillas.
¿Quieres que me ponga más rudo?- dijo en tono juguetón.
No, no, no… acepto tu condición- hacia todo lo posible por contener mi risa- No tengo opción, tendré que sacrificarme…- pausé – pero no aquí…-
-Está bien, con eso soy feliz… Ahora ya sabes que me debes un beso… y mientras pasan las horas la taza de intereses aumentan- dijo apartándose finalmente de mi oreja.
Me reí por lo bajo…
En ese momento el autobús se detuvo. Nos separamos de inmediato acomodándonos en nuestros respectivos asientos.
-Bueno chicos- decía la profesora Gloria levantándose y parándose frente a todos- espero les haya gustado la experiencia. Ahora, tienen una semana para redactar el trabajo escrito y preparar la exposición. Será en parejas- de inmediato Santiago y yo nos miramos- los parámetros ya se los di en clase. Así que espero resultados satisfactorios, ahora sin más que decir, feliz tarde-.
La salida del vehículo fue un tanto tranquila, con algo de apuro pero sin prisa, el autobús quedo prácticamente vacío. Al final solo quedamos Santiago y yo.
-¿Cómo te vas a tu casa?- me preguntó.
-No lo sé- me encogí de hombros- creo que tomaré un taxi con Rebeca…- miré fugazmente por la ventana hacia el exterior- o quizás no…- terminé diciendo al ver como se subía a un auto con Esteban.
-Por lo visto te dejó solo-.
-Al parecer - contesté un poco fastidiado.
-Si quieres te acompaño- se ofreció esbozando una sonrisa tímida.
-No lo sé…- pensé en mi padre. Aun no creía conveniente llegar con un chico a mi casa después de todo lo que pasó. Si, quizás mi padre me había dado su apoyo y me había dicho que me aceptaba. Sin embargo conocía a la perfección su manera de pensar, no era de los que cambiaban de opinión de un día para otro y menos en un tema con el que poseía creencias conservadoras tan arraigadas a su manera de ver la vida.
-¿Por qué? ¿Qué hay de malo con que te acompañe?- se veía sorprendido.
-Verás- contesté- desde que mi padre se enteró que soy gay, nuestra relación no es buena. Así que, llegar junto a ti es como echarle más leña al fuego. Él está dando los primeros pasos para aceptar mi condición. Sé que es difícil para él, de modo que prefiero no incomodarlo- lo miré expectante.
-Mmm- pensó por un momento antes de hablar- está bien, te entiendo. Pero si no te puedo acompañar hasta tu casa, por lo menos déjame llevarte hasta tu urbanización…- lo pensé brevemente y al final asentí. Quería disfrutar de su compañía.
-¡Chicos!- nos interrumpió la profesora Gloria - ¿no piensan bajar? el chofer del autobús necesita irse…-
-Perdone profe nos distrajimos platicando, ya bajamos- le contestó Santiago. Mientras terminábamos de recoger nuestras cosas.
FABIAN
El silencio en aquel comedor era sepulcral, se podía escuchar el sonido de un alfiler al caer. Todos los desayunos eran así… corrijo, los desayunos en donde participaba mi padre. Su sola presencia creaba una tensión incomoda, palpable a kilómetros de distancia. Aun no nos dirigíamos la palabra, nuestra comunicación era nula. En escasas ocasiones si él quería decirme algo, lo hacía sabiendo que no obtendría respuesta de mi parte.
No sabía cuánto tardaría en perdonarlo, o si algún día lo perdonaría. Mi corazón alojaba demasiado resentimiento, como para que fuese destilado en un cuatro semanas.
-¿Y cómo van las clases Fabián?- pregunto Diana intentando buscar un tema de conversación. Con ella pasaba la misma situación, sin embargo, intentaba dejar mi indiferencia de lado y tratar de conocerla, pues, ¿Qué me quedaba? Tampoco quería amargarme la vida en aquella casa, además ella no tenía la culpa de nada. Mi padre estaba en todo su derecho de rehacer su vida con alguien, yo no era quien para impedírselo. Creo que el haberme enamorado me hizo entender que cada quien tiene derecho de ser feliz con la persona que ama, sin importar las apariencias o lo que digan los demás.
Mmm bien, voy algo atrasado en el curso pero nada de qué preocuparse- contesté intentando ser cordial.
No te preocupes, es solo cuestión de tiempo para que termines de adaptarte. Ya verás que en unas pocas semanas estarás al mismo nivel que tus compañeros-.
-Eso espero- contesté por lo bajo.
En ese momento mi padre terminó de desayunar y sin pronunciar palabra se levantó del comedor.
-¿Ya te vas Mauricio?- le pregunto Diana.
-Sí, disculpa que no me quede más tiempo… tengo trabajo que adelantar-.
-¿Vienes a cenar?-
-No lo creo…- respondió saliendo del comedor.
Después de su partida, la plática entre mi hermano, Diana y yo fue más nula todavía. Solo hablamos cuando todos acabamos, despidiéndonos con un frio “adiós”. Me enfermaba tanta frivolidad, pero no podía hacer más, era una situación que a lo mejor iría mermando con el pasar del tiempo.
*<<<
Mi camino hacia el colegio fue como el de todos los días. Me subí al trasporte frente a la puerta de mi casa y poco antes de las 8 de la mañana ya me encontraba en las afueras del Miami High School . Ese era el único sitio donde podía tener contacto con el mundo exterior y con gente de mi edad. Pues desde que puse un pie en tierras americanas mi padre se había encargado de convertirme en todo un prisionero. Sin teléfono, televisión o algún tipo de dispositivo electrónico y con monitoreo de mis horas de llegada del colegio, sin acotar que tenía prohibida cualquier tipo de salida de la casa que no fuese estrictamente académicas, se podría decir que técnicamente que era un presidiario. Así que podrán imaginarse mi sensación luego de que un fin de semana culminara.
Mientras para algunos el lunes era el inicio de su martirio para mí era el mi liberación, por así decirlo. Pues el solo saber que respiraría aire fresco calmaba un poco el continuo estrés que me hacía compañía.
Debo decir que comenzar de cero no es nada fácil. Llegar a un lugar donde eres desconocido para todos es muy complicado, hasta para mí que siempre he sido extrovertido por naturaleza. No es fácil crear lazos de amistad de la noche a la mañana. La pase mal los primeros días. No hablaba con nadie, ni intervenía en las clases, intentaba ser lo más invisible posible, primero porque la depresión no me dejaba lugar para pensar en hacer nuevas amistades y segundo porque no quería más problemas con mi padre. ¿Y porque los tendría? Sencillo, conociendo lo paranoico que era, solo me bastaría con hacerme amigo de un par de chicos para que este pensara que alguno de ellos era mi novio... y eso era lo menos que quería. Mi intención era llevar la relación en paz con él, mientras movía ágilmente mis cartas, no dándole oportunidad a que me alejara más de las personas que amaba. Porque estoy seguro que, si ninguno de sus métodos de “cura” funcionaba, estaba dispuesto a mandarme al ejército o algún internado en Europa, empeorando mi situación. Así que debía ser inteligente y tal vez seguir el consejo de Ernesto y ganarme la confianza de mi padre. No sé si lograría que me entendiera o alcanzaría a cambiar su mentalidad con respecto a mi condición, lo único que me importaba por el momento era llevar la fiesta en paz con él.
-Muy pensativo hoy - escuché a mis espaldas. De inmediato reconocí la voz, era Mark, un chico de origen mexicano con el que compartía varias clases. Era divertido y ocurrente, muy extrovertido como para pasar desapercibido, sumándole un talento sin igual para tratar a las chicas. Y no había necesidad de negarlo, pues, al ser un corpulento rubio de ojos azules indiscutiblemente eres el centro de atención.
En un principio no quise tratarlo, el hizo varios intentos por acercarse, pero los rechace. Sin embargo con el pasar de los días poco a poco fui bajando la guardia y sin pensarlo en menos de dos semanas parecíamos íntimos amigos. Y eso era lo que quería, solo un amigo. Mark podía ser muy apuesto pero sabía que no buscaba nada con él.
En un principio dude en contarle acerca de mi historia pero no fue necesaria ninguna diatriba mental de mi parte pues, a escasos tres días de conocernos me conto que era gay. Eso me descoloco por completo. A nadie le cabía en la cabeza que un chico tan masculino y con tanto talento para las mujeres fuese gay pero… yo era el menos indicado para realizar ese comentario, ese ere el vivo ejemplo de mi historia.
Mark me confeso que yo le gustaba y por eso fue tan insistente en su acercamiento. Eso me descoloco más aún. No sabía cómo reaccionar. Lo último que quería era lastimarlo, pero estaba claro en mis sentimientos, yo amaba a David sobre todas las cosas. No sé qué respuesta esperaba de mi parte, pero le di la más sincera que tenía, que, en efecto, al igual que el yo también era gay, pero ya me había enamorado de alguien. El pareció entenderlo y no hizo preguntas. Creo que lo tomó con naturalidad y mantuvo su trato hacia mí como el de los días anteriores. Cosa que agradecí, ya que, él era la única persona con la que podía desahogarme y contarle mis problemas. Fue así de la noche a la mañana sin pensarlo, parecíamos dos grandes hermanos.
-¿En qué piensas?- me preguntó al no obtener respuesta luego de su comentario.
-En que ya encontré la manera de salir de aquí y regresar a casa-.
DAVID
-Me siento tan bien así- dije recostándome mientras caminábamos abrazados bajo la leve llovizna.
-Yo también- contestó acercándome más a el - ¿Sabes? Cuando estoy contigo, no me interesa que puedan decir los demás, me siento tan seguro que me es irrelevante si nos miran mal o no - volteó a mirarme - y me gusta esa sensación de libertad, ¿a ti no? - asentí respondiendo su pregunta.
Continuamos caminando por la solitaria calzada que se oscurecía cada vez más con el trascurrir de los minutos. Sin hablar mucho, solo haciéndonos compañía. Las palabras estaban de sobra. Evidentemente ambos sentíamos una paz que cobijaba lo más profundo de nuestras almas, apaciguando el dolor que se encontraba alojado por años en nuestros corazones.
-Bueno, creo que hemos llegado- comenté mientras llegábamos hasta una esquina antes de la calle donde vivía.
-¿Quieres que te deje aquí?-.
Asentí con una media sonrisa- Es mejor evitar riesgos. Además, ya se está haciendo tarde…-
-Bueno, entonces…- fijó su vista en mis ojos - ¿nos vemos mañana?-.
-Sip…- le dije mientras lo abrazaba.
- ¡Ah!- pareció acordarse de algo- se me olvidaba que me debes un beso con intereses incluidos-.
-Bueno, creo que no tendré más remedio que pagarte ahora antes que la deuda siga aumentando…-
*<<<
Suspiré por enésima vez mientras continuaba con el deguste de mi cena. Aun no me creía lo que había ocurrido. Era demasiado extraordinario como para asimilarlo tranquilamente. ¡Dios! Era novio del chico más guapo de mi colegio. Bueno, no sé si exagero, pero para mí era el más guapo o en su defecto uno de los más guapos. Era imposible negar la belleza de ese adonis que robo mis primeras noches de desvelo. El, fue la primera persona por la que logré sentir las emociones tan fuertes que estaban saliendo a flote nuevamente.
-¿Se puede saber a qué viene tanta alegría?- preguntó mi mamá - Desde que llegaste no has parado de sonreír-.
Últimamente la relación con mis padres se había pasado de insoportable a tolerable. Creo que estaban intentando digerir todo lo ocurrido. Y luego de lo sucedido con Fabián, intuyo que entendieron el daño que me hacían al intentar cambiarme, comprendieron que no estaba enfermo o por lo menos estaban en proceso.
-Nada- me encogí de hombros. Intentaba parecer natural- es solo que me fue muy bien en la excursión…- intenté excusarme con eso.
-Que bien- dijo mi padre - me alegra que estés así de contento con la escuela -.
Su comentario me molesto un poco. Pues, el intentaba hacer como que si nada hubiese ocurrido. Que jamás se fue Fabián. Que no había sufrido. Que todo era normal… Eso me enfermaba. Porque por más que intentase hacer las paces o aceptarme; acto que agradecía, eso no borraría las lágrimas que derramé… Pensando en eso el recuerdo de Fabián vino a mí, armando de inmediato un remolino de sentimientos en mi cabeza. Pero los espante de inmediato. Ahora menos que nunca quería perturbar la paz que me hacia compañía. Ya sería en su momento cuando resolviera ese lio sentimental, en ese momento lo único que quería era sentirme querido, ya no quería seguir sufriendo.
SANTIAGO
Era mi novio, ¡wao!... Al fin mi sueño se había hecho realidad. Suspiré fuertemente pensando en ese fin de semana tan intenso.
-Mmm… Ese suspiro y esa sonrisa son típicos de un enamorado…- escuché decir a mi madre que estaba parada en la entrada de mi habitación, mirándome con algo de ternura. Al parecer me había escuchado.
-No te equivocas- le dije dirigiendo mi vista a ella reacomodándome mejor entre las sabanas.
-¿Puedo saber su nombre?-.
-Ahora no, pero pronto lo sabrás…-
- Debe ser muy especial para tenerte así. Creo que es la primera vez que te veo así de feliz… Ni siquiera Narissa logró sacarte una sonrisa como la que cargas ahora-.
Solo esbocé una leve sonrisa por su comentario…
-¿Cómo te fue en el hospital?-.
-Normal… hoy todo estuvo tranquilo, pero igual vengo muerta- se veía bastante cansada- tengo un dolor de espalda insoportable-.
-Ve y descansa- .
-Sí, eso haré no más trabajo por hoy. Que descanses hijo…- dijo apagando la luz y cerrando la puerta.
-Igual mamá- le respondí.
Mi madre, una mujer fuerte. A ella le debo la persona que soy hoy. Siempre buscó inculcarme los valores como principios de vida… Buscó que fuese una persona de bien. Es una mujer que con su ejemplo ha intentado transmitirme lecciones de vida, que moldearon mi personalidad. Fuerte de carácter, supo llevar las riendas de la casa junto a mi padre. Él; al igual que mi madre, es médico, sin embargo él es neurólogo mientras que ella se desempeña como pediatra. Es así como durante toda mi niñez crecí en un entorno médico inmediato. Prácticamente crecí en un hospital, en medio de las consultas de mi padre o alguna de emergencia de mi madre. Sé que no fue el entorno más agradable para mí pero no me quejo, sabía que mis padres hacían todo lo posible por criarme ellos y no una niñera. Claro, hubo días en los que mi trato con ellos era limitado, pero nada que no estuviese fuera de su alcance. Siempre buscaban estar con migo.
Fue cuando entre en la adolescencia que ellos consideraron que tenía la suficiente edad como para quedarme solo; en algunas ocasiones especiales, distanciándome un poco de ellos. Hice amigos en el colegio y me inmiscuí en todo el rollo de la adolescencia. Tal vez ese fue el momento cambié tanto. Mis idas al hospital mermaron y se convirtieron en noches de soledad en mi habitación. Creo que esa fue una de las razones por las que salía tan a menudo de fiestas. No me agradaba la soledad de mi casa. Bueno, ni tan así, porque tenía a mis abuelos, quienes a veces iban a hacerme compañía, pero no era lo mismo. Yo quería a mis padres... A veces extraño esas noches en el hospital.
*<<<
En la mañana, mi estado de ánimo no podía ser distinto al de una exuberante felicidad. Y no era para menos. Recordar todo lo que había pasado ese fin de semana, me hacia sonreír como un imbécil. Era demasiado perfecto. Suspiré profundamente y di un último vistazo a mi bolso, asegurándome de que todo estuviese en su sitio.
-Ese suspiró deja mucho que pensar- dijo mi padre con la vista fija en la carretera.
-¿Tú crees? Para mí fue un suspiro cualquiera - le contesté con el tono más natural que podía adoptar mi voz.
-¿Qué si lo creo? Estoy seguro. Santiago soy tu padre y te conozco mejor que a nadie. Este fin de semana llegaste distinto…-dijo esta vez aparando un segundo su mirada del frente.
-¿Distinto? Papá sigo siendo el mismo- intentaba escaparme de la conversación lo más sigilosamente posible.
-Sí, eres el mismo, pero enamorado…- me soltó de golpe, como me conocía el hombre- hijo, yo alguna vez tuve tu edad y puedo ver en ti ese brillo en la mirada y esa sonrisa típicas de un enamorado…-
-¿Y si estoy enamorado no crees que es un asunto personal? ¿Qué se los diré cuando me sienta preparado? Además no es un acontecimiento de otro mundo. No veo porque tanto alboroto- comenté intentando parecer fastidiado por la plática.
-No es alboroto… es solo que después de lo de Narissa, es la primera vez que te veo sonreír así, es más, ni siquiera cuando eran novios te veía así de alegre…-
-Mmm, no lo sé- pensé un momento en que decirle- quizás esta vez conocí a la persona ideal.
-Bueno, entonces espero que no tardes en presentárnosla…- me contestó esbozando una media sonrisa.
-Bueno, eso hay que verlo- susurré más para mí que por otra cosa.
-¿Por qué lo dices?-
-¿Mmm?- no me había percatado que logró oír mi comentario.
-¿Por qué dices, que hay que verlo? ¿Acaso no quieres presentárnosla?-
-No es eso papá… más bien si… o mejor dicho, más o menos…-estaba nervioso de hablar del tema con él, tenía miedo de su reacción si se enterara de la verdad.
-No entiendo Santiago- hizo una mueca de desconcierto.
-El punto es que… ¿y si no es la persona que esperas?- ese era mi más grande temor.
- Hijo…- dijo- creo que ya estás en libertad de elegir las personas que se acercan a tu vida. ¿Esa persona tiene problemas con la ley?- negué con la cabeza- ¿Con las drogas?- volví a negar- ¿con el alcohol?- negué una vez más- entonces no veo problema, si te hace feliz a ti me hace feliz a mí, así de sencillo…- se encogió de hombros- yo no estoy en la potestad de decidir quién quieres y a quien no- escuchar aquello, me tranquilizaba. Ahora, había que probar si sus palabras eran tan verdaderas como para aceptar a mi novio.
*<<<
- Adiós papá- me despedí mientras me bajaba del auto.
-Adiós hijo, suerte en las clases- me contestó.
Era lunes, inicio de semana. Que no se vislumbraba para nada amigable. Con lo del trabajo del acuario y un par de exámenes pendientes, se podría decir que la tendríamos ocupada en su totalidad. Y eso no me agradaba, significaba menos tiempo para disfrutar con David… Ahora que éramos novios quería aprovechar cada instante para estar a su lado. Ya había esperado bastante… Bueno, mi único consuelo era el trabajo del acuario el cual sería en grupo.
Fije mi vista en la entrada y dirigí mis pasos a esta mientras le daba un vistazo a mi celular. No tenía mensajes nuevos… Decidí enviarle uno a mi novio. Lo más probable era que se había quedado dormido una vez más. Sonreí de nuevo a pensar en el apelativo, ¡Dios! En verdad estaba babeando por David.
-¡Buuhh!- escuché a mis espaldas. Me sobresalté de inmediato- ¿Te asusté?- me preguntó riéndose enérgicamente.
-No, es solo que me gusta practicar mis gestos expresivos a tempranas horas de la mañana- respondí con sarcasmo- Claro que me asustaste bobo- dije ya poniéndome serio. Mientras lo acercaba a mí para abrazarlo- ¿Cómo amaneciste?- le pregunté al oído.
-Mmm bien, pensando en ti-.
-Yo también- susurré.
Estuvimos varios segundos abrazados. Ese contacto era muy placentero. Me tranquilizaba y apaciguaba.
-¿Santiago?- me llamó estando aun entre mis brazos.
-Dime-.
-¿No crees que es imprudente estar así abrazados en la entrada del colegio?-.
-Si- dije- pero no me importa. A quien no le guste que no mire… No esperé más de dos años para esconderme- me separé soltándome del agarre- me prometí a mí mismo que dejaría el miedo a un lado y eso estoy dispuesto hacer…-
-¿Qué intentas decir? ¿Quieres salir del closet?- pude ver como esbozo una pequeña sonrisa.
-Si- afirmé- pero no ahora, dame algo de tiempo… quiero estar listo cuando te presente ante mis padres-.
-¿Cómo? ¿Quieres que conozca a tus padres?-.
-Si- le correspondí la sonrisa- te presentaré ante ellos como mi novio, de eso no hay duda. Sin embargo primero debo confesarles que soy gay…-
-¿Crees que te acepten?-
-Creo que si… no lo sé- me encogí de hombros- solo estoy esperando el momento apropiado para confesarles todo. Ya lo tengo decidido…-
-Si es tu decisión, te apoyo…- contestó rozando si mano con mi mejilla.
-Buenos días…- escuchamos a nuestras espaldas- ¿Cómo amanecieron los tortolos? Por lo que veo muy bien- era Rebeca.
-Hola Rebe…- me volteé para saludarla.
-Hola- contestó.
-Bueno, muy bien…yo diría que excelente- dijo David mientras me miraba.
-Creo que no hace falta decirlo…- se le veía igual de contenta que nosotros- No saben cuánto me alegro por ustedes-
Segundos después entramos al colegio. Si fuese por mi allí mismo frente a todos tomaría al castaño de la mano y gritaría que era mi novio… Pero no podía, aun. Las cosas debían ir poco a poco, no las debía precipitar, sin embargo, si las podía adelantar. Ya estaba decidido, esa noche les contaría todo a mis padres. Confiaba en ellos, algo me decía que a pesar de todo me aceptarían, eso es algo que siempre me han demostrado.
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Mis manos sudaban a litros, mi respiración estaba agitada pero no lo suficiente como para sofocarme, en mi mente se aglutinaban las palabras, intentaba darles el mejor orden posible, repasando una y otra vez el discurso que armé durante toda la tarde… Inevitablemente los recuerdos de nuestros mejores momentos en familia vienieron a mi cabeza, las noches de desvelo en el hospital, nuestros contados viajes de vacaciones, los domingos de películas y sobre todo esas conversaciones tan profundas impregnadas de un sin número de consejos, las que eran muy común entre nosotros.
Conocía a mis padres, y sabía que me querían sobre todas las cosas. Era muy claro que harían todo lo posible para comprenderme, como me lo confesaron en reiteradas ocasiones, pero no sabía en qué influiría la noticia que recibirían esa noche. Ignoraba en podría afectar en nuestra relación, si se vería resentida o pasaría a ser tensa. ¡Uff! que dilema... No entiendo porque ser homosexual trae tantos problemas, es solo una orientación sexual y ya. A nadie le debería interesar con quien me voy a la cama. Pero que se puede hacer… estamos en un mundo donde importan demasiado las caretas y la imagen que presentas ante todos.
Oí a puerta de la entrada, miré mi celular y eran las nueve ya. Mis padres habían llegado un poco más temprano de lo usual, seguramente motivado en gran parte por mis intenciones. Esa misma tarde los llamé y les dije que quería hablar con ellos de algo serio, al inicio se exaltaron un poco, logré calmarlos diciéndoles que a mi parecer no era nada que mereciera mucha importancia; bueno para mí, con ellos no sabía.
La primera en entrar a la cocina fue mi madre, aun traía puesta su bata blanca. A penas entró me abrazo, como siempre con una sonrisa entre sus labios.
-¿Qué haces cielo?- me preguntó mientras le echaba un vistazo a una de las ollas de la cocina.
La cena, hoy quise cocinar yo-.
Bien, veamos que tal te ha sentado mis clases de cocina-.
-¿Cómo te fue en el hospital?-
-Mmm, bien dentro de lo que cabe… salvo por un pequeño que tuve que remitir a emergencias con un cuadro severo de neumonía. ¿Sabes? No se cómo pueden existir madres tan despreocupadas… Cuando tú tenías gripe, yo ni siquiera te dejaba salir de tu habitación…-
-No simplemente con una gripe, también cuando tenía fiebre, me dolía el estómago, cuando me mareaba o cuando me sentía un más cansado de lo normal… Creo que a veces exagerabas-.
-Sí, creo que he sido un poco sobreprotectora, ser médico me pone un poco paranoica con respecto a tu salud. Pero mírate todo valió la pena…- caminó hasta mi – ahora eres un chico guapo y fuerte - tomó mis cachetes entre sus dedos y los estrujo.
-¡Mamá!- me quejé- no tengo cinco años-.
-Para mí siempre serás un niño-.
En medio de eso mi padre entro en la cocina.
-¿Qué es lo que huele tan bien?- preguntó esculcando con la mirada, buscando la procedencia del olor.
-Es la cena- contestó mi madre- Santi, está poniendo en práctica sus toques culinarios-.
-En verdad me sorprendes hijo. De quien sea que te hayas enamorado, tu madre y yo debemos agradecerle por haber traído de vuelta a ese chico alegre de hacia unos años…-.
Yo no respondí, solo continúe concentrado en terminar mi labor.
-Bueno, yo iré poniendo la mesa…- dijo mi madre- ¿Necesitas ayuda con algo cielo?-
-No mamá gracias, ya casi termino, ustedes vayan y siéntense que hoy seré yo quien los atienda…-
-De acuerdo, como usted mande señor- contestó mi padre, con en un tono de broma.
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-Aquí tienes papá- le decía mientras servía en su plato las milanesas de pollo.
- Gracias hijo…-
Luego de que cada plato estuvo servido, me dispuse a sentarme. En ese mismo instante los nervios se apoderaron de mí. Podía escuchar el corazón en mis oídos. Sentía cada vez la saliva más espesa. Mis manos comenzaron a sudar. Mientras que mi cabeza era un mar de pensamientos. Miles de pensamiento pasaban por mi mente, desde los más descabellados hasta los más dramáticos. En verdad no sabía cuál sería su reacción. Si, era cierto que ellos eran personas que me habían demostrado que me apoyarían en cualquier decisión que tomara y respetarían mis decisiones, si estas me hacían feliz, sin embargo, una cosa es decirlo y otra muy distinta hacerlo. No era lo mismo hacer conjeturas, que enfrentar la situación en sí. Pero ya no daría marcha atrás, estaba decidido.
-Bueno, el motivo de todo esto es porque quiero hablar con ustedes de una situación en mi vida…- intentaba buscar el mejor orden de las palabras- creo que ustedes ya intuyen sobre que podría ser, por lo que he decido compartirlo con ustedes…- podía sentir como mi corazón latía a mil por hora - Pero antes quiero hacerles una pregunta-.
-La que quieras hijo- contestó mi padre.
-¿Ustedes me seguirán queriendo pase lo que pase?-
-Claro que te seguiremos amando Santi, eres lo más maravilloso que tenemos ¿Cómo puedes pensar, siquiera en la posibilidad de que te dejaremos de querer? Amor, eres nuestro hijo y sin importar nada te amaremos siempre- respondió mi madre.
Escuchar aquello de su boca me tranquilizo y terminó de darme el valor para decirles la verdad de una vez por todas.
-Mamá, papá- los mire a los ojos y suspiré hondo- soy gay-.
Luego de soltar esa frase que se mantuvo prisionera en mi cabeza por años, sentí que me había liberado de un gran peso. Poder expresar lo que por años había callado era placentero, pues, de una vez por todas se acabarían los secretos y comenzaría a ser yo mismo, sin caretas ni poses ante los demás, por fin seria verdaderamente feliz….
Después de mis palabras, mi padre miró a mi madre con una media sonrisa, que no sabía si era de gracia o decepción. La miró por un instante y devolvió su mirada a mí.
-¿Sabes? No sé porque pero tus palabras no me sorprenden, creo que las estaba esperando-.
Oírlo hablar en verdad me estaba desconcertando. No entendía nada. ¿Acaso mi padre sabía que era gay? Y si era así ¿Cómo se había enterado? ¿Desde cuándo lo sabía?
-No entiendo, ¿ya lo sabían?-.
-Lo intuíamos- me contestó- hijo, somos tus padres.... te conocemos desde que era un bebé. Solo nos basta con observar tus acciones…-
-Ahora los entiendo menos… ¿me están diciendo que se me nota lo gay?-
-No Santiago- contestó mi padre- sinceramente nadie pensaría que eres gay. Es solo que, somos tus padres, hemos aprendido a percibir detalles que otros no alcanzan a distinguir. Dudamos de esa posibilidad cuando te hiciste novio de Narissa, pero tu actitud de los últimos días ha avivado nuestras sospechas…-
Escucharlo hablar me tomaba desprevino. A decir verdad, sabía que mis padres eran personas comprensivas y muy abiertas de mentes. Pero por nada del mundo se me pasaba por la cabeza la idea de que sospechasen algo sobre mis preferencias sexuales. Siempre pensé que con Narissa logré guardar bastante las apariencias. Sin embargo a ellos no los pude engañar, eran las personas que más me conocían.
- ¿Y qué piensan al respecto?- me atreví a preguntar, expectante a su reacción.
-Amor- respondió mi madre- siempre serás nuestro hijo. Te amaremos a pesar de todo. Te apoyaremos en cada decisión y paso que des mientras seas feliz, y esta no será la excepción… El ser gay no te cambia, ni te hace menos persona… eres el mismo, así que el hecho que te gusten los chicos o las chicas es algo que no nos debe importar-.
No me esperaba tanta compresión de su parte. Escucharla hablar así con respecto a un tema tan delicado como la homosexualidad me dejaba claro que en verdad su cariño superaba cualquier cosa. Sentir que mis padres me apoyaban era lo único que necesitaba para sentirme tranquilo conmigo mismo. No me interesaban los demás, solo me importaba que mis padres estuviesen conmigo. Eso era lo único que me hacía falta para tomar el siguiente paso.
-No saben lo feliz que me hacen al decirme esto- les dije aun incrédulo de lo que escuchaba- ¿Saben? Ahora puedo decir que estoy completamente tranquilo conmigo mismo-.
-Eso me alegra- dijo mi padre tomando mi mano- Lo único que te debe importar sé que las personas que en verdad te queremos estamos contigo-.
-Si, y por eso quiero decirles que deseo hacer algo que ha venido rondando por mi cabeza estos últimos días y con sus palabras he terminado de decidirme-.
-¿Qué cosa hijo?- preguntó curiosa mi madre.
-Quiero salir del closet- les respondí.
-Adelante, estas en todo tu derecho de hacerlo, si crees que es lo mejor para ti y eso te hará sentir mejor hazlo, ya te dijimos que te apoyaremos en todo-.
-Gracias papá- le apreté la mano, con mis ojos un tanto humedecidos.
-Bueno – me soltó la mano y se reincorporo en su asiento- dejemos de lado los sentimentalismos y dispongámonos a comer, que es la intención original de esta noche. ¡Ah! pero antes quiero pedirte un favor-.
-¿Cuál…?-
- Que lo más pronto que puedas nos presentes a ese chico responsable de que andes suspirando por todos lados…-
-Por favor papá…- reía por su comentario- no seas exagerado-.
-Santiago no soy exagerado. Si te grabara un video te darías cuenta que en estos últimos días andas por las nebulosas. Completamente perdido en el espacio. ¿No es así amor…?-.
- Si - contestó mi madre- nunca lo había visto así de contento-.
No pude evitar seguir riéndome de esa conversación.
DAVID
Todavía no digería lo que intentaba decirme, era demasiado bueno para ser verdad. Saber que sus padres lo apoyaban en un cien por ciento era increíble. Demostraba la calidad de personas que eran y los valores que tenían presente. Ojala y mis padres hubiesen tomado la misma actitud cuando se enteraron que era gay… Pero ya no estaba para lamentaciones, el daño ya estaba hecho. Debía pasar la página y concentrarme en las cosas buenas.
-Todavía no lo puedo creer- decía con una sonrisa en mi rostro- es demasiado maravilloso para ser verdad-.
-Sí, lo es, yo estoy igual que tu ¿Y sabes lo mejor de todo?-
-¿Qué?-.
-Ellos te quieren conocer-.
Escuchar eso me emocionó. Conocer a sus padres significaba ya un paso más en nuestra relación, significaba que lo nuestro iba en serio, eso me alegraba, había esperado por mucho tiempo que alguien lo arriesgara todo por mí. Pero… ¡Pero nada! había decidido arriesgarme con Santiago y eso haría, no dejaría que mis diluvios mentales estropearan mi paz…
-Sera un gusto- le contesté con seguridad.
-Eso me alegra. Pero antes, quiero salir del closet, creo que ya estoy listo… Esta segunda oportunidad que me está otorgando la vida a tu lado no la quiero desperdiciar, quiero hacer las cosas bien… ¿Qué opinas?-.
-Opino que mientras tú quieras yo te apoyaré en lo que sea… además, al igual que tu estoy cansado de esconderme. Pero quiero proponerte algo-.
-¿Qué?-.
-Que no hagamos un alboroto con esto, que sean nuestros actos los que den a entender lo que somos-.
-Estoy de acuerdo- respondió acercándose para darme un dulce beso en los labios.