Destinados. Capítulo 23: La noche más esperada

Con cada minuto que pasaba la necesidad de ir más allá me consumía...

Hola a todos, antes que nada les pido disculpas por hacerlos esperar más de un mes para poder leer otro capítulo de Destinados. La universidad consume la totalidad de mi tiempo, pero les prometo que no descuidare la historia.

Gracias a todos por sus correos, han sido de gran motivación. A quienes se preocupan por la continuidad de la historia, tranquilos nos planeó dejar la historia por la mitad. Ahora sin más que decir, disfruten del capítulo... No se les olvide comentar y valorarlo…

Saludos,

Derek W. Johnson

Destinados. Capítulo 23: La noche más esperada

SANTIAGO

-¡Mauro suéltame! Porque le voy a enseñar a este peleador de pacotilla lo que es un verdadero golpe- gritaba el rubio, revolcándose entre los brazos de uno de los guardias de seguridad.

-No Paul. Tienes que calmarte- le contestó, sujetándolo más fuerte para evitar una posible huida del chico- Si no lo haces tendré que sacarte-.

-¿A mí porque? A quien deberías de sacar es a ese malnacido- me señaló- que me pegó sin yo hacerle nada. Además, déjate de estupideces porque no te atreverías-.

-¿Ah no?- respondió el guardia un poco molesto- Vamos a ver si me sigues subestimando después de esto. Ignacio- esta vez llamó al guardia que me estaba sosteniendo- acompáñame, a sacar a este par de estúpidos. Si quieren matarse que lo hagan, pero afuera. Y ustedes dos- se dirigió a David y la rubia- acompáñennos-.

-¿Mauro no te atreverás a sacarme a mí también de la fiesta? Quien tiene la culpa son ellos, no nosotros- se quejó la chica.

-Christine no me interesa quien tiene la culpa o no- su expresión dejaba entrever que ya estaba harto de la situación- Acompáñennos si no quieren que los saquemos de la misma manera-.

A regañadientes Christine (que al parecer así se llamaba) accedió ir con nosotros hasta la salida.

Luego de aquella explosión de ira que había tenido no volví a pronunciar palabra. Estaba un tanto tranquilo. Mi enojo estaba un poco más calmado. Siendo sustituido por una sensación de arrepentimiento. Bueno, no un arrepentimiento, ya que, estaba contento con dejar en su lugar a aquel chico. Más bien era como una sensación de culpa. Culpa por saber que mi actuación no fue la más adecuada frente a gran parte de mis compañeros de estudio. Pues, ahora ¿Qué diría? La última vez que sucedió algo parecido, fue ya hacía varios meses, en una de las fiestas de Laura, donde tampoco me pude controlar y acabé a punto de moler a goles a otro chico; que después me enteré por terceros que se llamaba Axel. Esa vez pude usar mi ingenio para asegurar que lo hice porque no me parecía correcto que Axel quisiera hacer aquello con alguno de mis compañeros, pues era peligroso, ya que, se jugaba la integridad física de David y un montón de cosas más. Las que me sirvieron para despistar un  poco y no levantar sospechas.

Pero ahora era distinto. Era una situación completamente diferente en donde quede como un estúpido celoso. Si, debía reconocerlo. Estaba celoso. No podía soportar el hecho de que algún chico quisiera intentar algo con David. No es que fuese un psicópata coloso, mis pensamientos tampoco eran tan desquiciados. Más bien mi enojo era porque; de alguna extraña manera que no comprendía, sentía que David me pertenecía y yo le pertenecía. Quizás suene una locura pero a pesar de que medio mundo dijera que lo nuestro era completamente imposible e improbable mi corazón sentía que éramos el uno para el otro. No sé si me estaba convirtiendo en un tonto romántico o si ya la cordura me decía adiós, lo cierto es que así me sentía.

Cuando estuvimos en la calle, Mauro e Ignacio; los guardias de la discoteca, nos terminaron de soltar y sin mediar palabra entraron de nuevo en el establecimiento. No sin antes advertirnos de que sin intentábamos entrar de nuevo, nos arrepentiríamos enormemente. Uno de ellos, Ignacio, se quedó custodiando la puerta.

-Que estupidez- dijo el rubio reacomodando un poco su ropa- Y todo por tu culpa- el chico intento abalanzarse sobre mí pero Christine le detuvo.

-¡Ya basta Paul!- le inmovilizó interponiéndose entre nosotros- basta de peleas por hoy. ¿No vez lo que causaste? ¿Quieres que acabemos en la comisaria también?-.

-¿Lo que causé? Si quien originó todo este lio, fue ese estúpido malnacido que está allí- me señalo- él fue quien…-

  • No me interesa seguir escuchándote- lo interrumpió- mejor date media vuelta y vámonos-.

-Pero…-

-¡Vámonos Paul!- le ordenó. El chico a regañadientes aceptó.

-Adiós David- se despidió del castaño dándole un beso en la mejilla- fue un gusto, discúlpanos por el mal rato-.

-A mí también me encanto conocerte. Y tranquila no hay de qué preocuparse. Oye pero antes de que te vayas ¿Cómo hago para estar en contacto contigo? Estoy de paso por aquí pero me gustaría verte la próxima vez que vuelta-.

-Mmm- Christine pareció pensar por un momento y tras parecer recordar algo, metió la mano en su brasier sacando un pequeño papelito- toma- se lo dio- lo tenía guardado para algún chico que me gustara esta noche, pero mejor te lo doy a ti. Es mi número. Escríbeme cuando quieras-.

  • Está bien. Lo haré- luego de esa despedida la chica caminó hasta la avenida subiéndose al primer taxi que pasó.

Al parecer me concentré demasiado tiempo en ellos, porque no me di cuenta en que momento David se acercó hasta donde me encontraba parado.

-¿Y tú quién te crees? ¿Ah?- me gritó dándome un fuerte empujón- ¿Qué te has creído que eres para meterte en mi vida?-

Me tomé un segundo para reponerme de su agresión. Posé mi mirada en su rostro, y de este se veía claramente la cólera que sentía. Conociéndolo, era normal que se sintiera así cuando yo aparecía. A pesar de que lo exigente de su pregunta no me atreví a responderle solo le mantuve la mirada, sin moverme, ni decir nada. Creo que eso le molesto más.

-¿Acaso eres retrasado mental o sordo? ¿Quién te crees que eres para formar todo ese drama allá adentro, ah? ¡Responde!-.

Su frustración se acrecentó más cuando de nuevo no dije nada. De modo que se volvió abalanzar hacia mi empujándome una y otra vez mientras yo iba  retrocediendo, sin proponérnoslo llegamos a un callejón- ¿No me puedes dejar en paz? ¿No te puedes desaparecer?- decía en medio de sus arremetidas- ¿Ya no te basta con todo el daño que me has hecho?- esta vez sí reaccioné. Le tomé de las muñecas y lo detuve. Forcejeo por un momento pero al final se rindió. Podía ver en sus ojos unas pocas lágrimas que amenazaban con salir.

-Yo nunca te haría daño- le dije mientras intentaba sostenerlo evitando que se zafara en cualquier descuido.

-¿Qué nunca me harías daño? Por Dios no seas hipócrita- contestó con un gesto rabioso.

-¡David, es cierto!- le grité ya harto por su testarudez- ni aunque quisiera pudiera hacerte algún mal. Mi corazón no me lo permite- respiré hondo, en ese momento venían a mi numerosos recuerdos, sentimientos y emociones demasiado intensas- Si en el pasado sufriste por mi culpa perdóname, discúlpame. Mi intensión nunca fue hacer que derramaras alguna lágrima. Sin embargo todo eso fue producto de la intervención de terceros que con malas intenciones lograron sembrar la maldad…-

-Cállate -me interrumpió- Guárdate tus discursos para alguien quien verdaderamente te crea…-.

-¡Por favor escúchame!- no lo deje protestar- todo lo que te haya dicho Narissa o algún otro son puras mentiras David- me acerqué más a él y fijé mi vista en sus ojos- te amo, entiéndelo. Te amo desde hace mucho- no me respondió- Mi único error fue no luchar por lo que sentía. Fui un cobarde. Pero siempre buscaba la manera de acercarme, otra situación muy distinta era que no conseguía concretarlo ¿Recuerdas la fiesta? – No hizo ningún acto en señal de respuesta, decidí continuar- Luego de lo que paso allí pensé que ese sería el inicio de un acercamiento entre ambos. ¿Sabes? desde ese momento presentí que tú también sentías lo mismo que yo. Pero lamentablemente no contaba con que Narissa estuviese embarazada. Por eso traté de alejarme de ti y jamás te volví a dirigir la palabra, perdóname por eso también- ya no podía reprimir mis lágrimas- Sin embargo, todas las mentiras cayeron y la verdad salió a la luz. Cuando eso sucedió me emocioné con la idea que ya no existía impedimentos entre tú y yo. Que por fin sería posible mi sueño más anhelado. Mi sorpresa más grande fue enterarme que ya alguien ocupaba el puesto que siempre quise para mí, el de tu novio. No sabes cuánto sufrí, no tienes ideas las lágrimas que derrame. Éstas – toqué por un segundo mi mejilla- fueron quienes me hicieron compañía en esos instantes- ya ninguno de los dos podía reprimir el llanto- Muchas cosas cambiaron en todo este tiempo, fueron incontables los giros que ha tenido la vida, pero te digo con toda la sinceridad, lo único que se mantuvo intacto fue este sentimiento. Éste corazón - le tomé una de sus manos y la lleve a mi pecho- late, palpita y vive por ti. Te alojaste en él y fue incapaz sacarte de allí- llevé mis manos hasta ambos lados de su rostro- David, eres la persona a quien más amé, a quien más amo y estoy seguro a la única que amaré con esta intensidad. Cada vez que veo tus ojos siento que encontré a una parte de mí que estaba extraviada, me siento pleno, se me olvidan todas mis infelicidades, me olvido del mundo- acerque nuestras frentes- y se hace presente la sensación de que todo lo que por meses he soñado es posible -.

Estaba a tan solo milímetros de sus labios, podía sentir su agitada respiración. Lo miré a los ojos y allí lo vi, al verdadero David. A través de ellos pudé presenciar la imagen de ese chico del que me enamoré. El sencillo, el natural, el humilde. Pude desenvolver toda esa capa de vanidad y autosuficiencia que impregnaba su mirada, apreciando a ese David que ahora extrañaba. Intentó rehuir mi mirada inquisidora pero no lo dejé. Me mantuve firme e hice que continuara viéndome. Pude notar como tragaba saliva, señal segura del nerviosismo que sentía.

Con el pasar de los segundos, el deseo y la necesidad de unirnos se acrecentaban desmesuradamente. Llegando a ser inaguantable la presencia tan cercana entre ambos. Ya sucumbiendo ante el deseo, dirigí mis labios hasta los suyos. Uniéndonos en un contacto que llevábamos deseando por años. En un principio fue un contacto suave, casi un rose, como si tuviésemos miedo de dañarnos al unir nuestras bocas. Con el pasar de los segundos ese contacto se fue intensificando paulatinamente. Avanzando cada vez más en intensidad. Una intensidad que expresaba, todo el deseo reprimido, saciando una necesidad por la que clamaban nuestros cuerpos desde hacía ya bastante. Sin ningún titubeo dirigí una de mis manos a su cintura para de ese modo acercar lo más que pudiese a ese doncel que tenía entre mis brazos.

Un remolino de sensaciones invadió mi interior durante esos instantes, avivando cada sentimiento que mi corazón sintió durante todo ese largo tiempo en que añoré, lo que ahora estaba ocurriendo. Cuantas noches no lloré y cuanto dolor no sintió mi corazón por la impotencia de no poder actuar. Sin embargo estando allí junto a David, nada de eso tenía relevancia. Lo único realmente importante era ese instante, ese momento, esa escena en la cual se expresaban todas esas emociones calladas injustamente. Sentimientos que ninguno podía negar. Ambos lo deseábamos.

Ese beso definitivamente expresaba toda la infinidad de sentimientos que profesaban nuestros corazones. Emociones que eran posible palpar en ese ambiente de paz y tranquilidad que dominaba a nuestro alrededor. Todo estaba tan impregnado en una apacible armonía que, la ira, la rabia y el enojo que alguno de los dos pudo sentir, quedaron completamente olvidados, siendo sustituidos por una plenitud incomparable. Cada vez más nuestros cuerpos deseaban un contacto más intenso con el ajeno, anhelando poder sentir la calidez de la piel ajena, añorada por años. Incapaz de controlar esa ansiedad comencé a palpar bajo las prendas de David. Pudiendo sentir bajo mis manos la firmeza de aquellos músculos que se contraían una y otra vez a causa de nuestra actividad. En medio de eso, dejé su boca para descender por su cuello, dejando un camino de besos tras mi paso. No me podía controlar. Deseaba poder saborear cada centímetro de piel que por años se me había sido negado. Quería impregnar en mi memoria aquel olor tan distintivo.

Con el pasar de los segundos los suspiros y gemidos hicieron inevitables. Aquella estrecha y rudimentaria calzada se llenó con el sonido de nuestras bocas, a las que cada vez más se le hacían imposible reprimirse. Una corriente eléctrica recorría toda mi espina dorsal, invadiendo cada célula, cada músculo y hueso de mi cuerpo. Cada poro se estremecía con el simple contacto de ese cuerpo tan deseado para mí. Me encontraba inmerso en una especie de transe donde mi único objetivo era volverme uno solo junto a David. Era un trance de deseo y pasión, que se intensificaba mediante pasaban los minutos. Con mis besos llegué hasta su pecho, allí me detuve por un par de segundos para desabrochar el primer botón de su camisa. Levanté por un breve instante mi mirada topándome con los ojos entreabiertos del castaño, en los cuales reconocía el mismo deseo que me carcomía. Esa fue mi señal más convincente para continuar.

Una vez acabé con ese primer botón, fui hasta el segundo, aun manteniendo mi actividad bucal en progreso.

-Santiago…- me llamó con la voz un poco entrecortada- para por favor…- acabó diciendo con un poco de dificultad.

Me enderecé y dirigí mi boca hasta sus labios para besarlo apasionadamente una vez más- pídeme lo que quieras…- musité- todo menos eso…- lo volví a besar, haciendo que nuestra respiración se agitara aún más- por años llevo deseando esto, y ahora que lo estoy viviendo no pienso parar- volví a juntar nuestros labios.

-Por favor- se apartó con algo de dificultad de mi boca- no sigas…- intentaba recuperar el aliento-¿no entiendes que lo único que causas con esto es… más daño?- ignoré toda protesta de su parte y lo besé de nuevo perdiéndome en aquel remolino de sensaciones que me invadían. No planeaba ceder antes sus quejas. Sabía que el sentía algo muy fuerte por mí. Lo percibía. Sus acciones me lo decían. En ese instante confirmaba que era algo profundo, algo grande. Un sentimiento que existía desde hace bastante, pero que solo hasta ahora alcanzaba a corroborar que todas mis intuiciones; que alguna vez creí erradas, eran total y completamente ciertas. Así que no desistiría hasta hacerle ver a David sus propios sentimientos. No me rendiría hasta hacerlo entender que él también me quería.

Hubiese querido que esa escena se prolongase por toda la vida. Que jamás se acabara y estuviésemos así por siempre. Pero no se pudo.

-Alguien viene- dijo David entre mis labios. A lo lejos se escuchaban dos personas hablando, que cada vez se oía más fuerte. Claramente caminaban hacia nosotros. A mí para nada me interesaba que fuese quien fuese nos encontrara. Me daba igual.

-¿David?- escuché a lo lejos la voz de Rebeca. De inmediato David me apartó abrochándose la camisa y caminó hasta ella- ¿David te encuentras bien? – Miró algo extrañada su apariencia un tanto desordenada - ¿Esos tipos no te hicieron nada?-.

-No. Tranquila- contestó un poco incómodo por la situación- ¿Ya te vas?- se notaba su esfuerzo por aparentar normalidad en sus acciones.

-No, solo salimos a buscarlos- contestó la de ojos verdes- ¿Te quieres ir?

Asintió acentuando su gesto de incomodidad. Rebeca le dirigió una mirada a Esteban como excusándose, a lo que el rubio le asintió como dándole su consentimiento- Me regreso con Santiago- fue lo único que comentó, antes de darle un beso en los labios. Un par de segundos después ambos salían de aquel callejón.

-¿Qué pasaba aquí Santiago?- preguntó Esteban girándose de nuevo hasta mí.

-Los mismo hechos hablan por sí solos- contesté- no hay mucho que explicar- suspiré pesadamente luego de decir aquello.

Transcurrieron varios segundos de silencio. Obviamente ninguno sabía que decir. Seguramente él estaba sorprendido por lo que acaba de descubrir y aun trataba de asimilar, lo que mantuve por años en secreto y ahora salía a la luz.

-Estás enamorado ¿Verdad?- asentí mientras terminaba de secar los restos de mis lágrimas- ¡Dios! Nunca me lo hubiera imaginado- se veía aun incrédulo- Es que… es tan sorprendente todo, es tan irreal… mis dos mejores amigos gays- comentaba pensativo- eso sí que es una bomba- pausó por unos segundos- ¿Por qué nunca me lo dijiste? Creía que me tenías confianza. Claro entiendo que no como la que existía entre Fabián y tú pero considero que existía una amistad solida-.

-No es fácil confesar estas cosas. Menos cuando eres el centro de atención de medio colegio. Donde todos están pendiente de lo que haces o dejas de hacer. No es sencillo- respondí- y tampoco quería lidiar con el rechazo de ustedes-.

-Entiendo todo lo de que estas bajo la lupa de todos. Pero en lo que te contradigo es en lo del rechazo. ¿Quiénes crees que somos? O por lo menos ¿Quién crees que soy?-.

-Tenía miedo- me encogí de hombros- Me aterraba el hecho de ser señalado. De que me mirasen con asco. De pasar a ser uno más del montón. Por eso preferí callar y seguir el guion del típico chico popular. Sin embargo la vida se encargó de hacerme abrir los ojos. Un poco tarde diría yo-.

-Eso significa que…-

-Significa que a partir de hoy no me esconderé más. Que lucharé por mis sentimientos. Ya no me interesa lo que los demás digan o dejen decir. Comprendí que eso no tiene valor. Lo que verdaderamente vale es tu felicidad y nada más- contesté con un tanto envalentonado.

-Wao… jamás te había visto hablar de esa manera tan profunda. Sé que eres un poco romántico pero no tenía idea que a esa escala- esbozaba una leve sonrisa mientras hablaba- Ahora, no es que sea pesimista pero ¿David no está enamorado de Fabián?-.

-Mmm, eso es algo que lamentablemente no sé. Pero lo que si tengo claro es que desde hacía mucho el sentía lo mismo que yo- dije.

-¿Crees que eso es suficiente como para luchar por una relación?- por lo visto intentaba verificar que no estaba perdiendo mi tiempo con mi esfuerzo.

-Quizás no…- contesté aceptando la realidad- pero su mirada, sus besos y sus acciones si lo son- esta vez hablé con seguridad- Esteban, cuando estoy con David es como si el mundo se apartara de nosotros y nos dejara solos… es tan maravilloso, es tan mágico, que me olvido hasta de quien soy. Cuando estoy a su lado, siento que me corresponde, que en verdad me quiere, sus ojos me lo gritan… no sé cómo explicártelo, es algo dentro de él que grita que me ama-.

Se quedó observándome por nos segundos. Como si intentara reconocerme.

-Santiago creo que ya pasaste a terapia intensiva- ambos nos reímos al unísono-… pero te entiendo, se de lo que hablas- recuperaba un poco la compostura- Ahora comprendo por qué a veces te veía mirándolo tanto, porque lo defendías cuando su nombre era mencionado en nuestras conversaciones de grupo y porque te volviste como un energúmeno en la fiesta de Laura, al igual que hoy-.

-¿Fui tan evidente?-

-Hoy si- respondió- bastante diría yo-.

-Fui un estúpido, me deje llevar por los celos- me reprochaba a mí mismo.

  • No te martirices tanto. La mitad de nuestros amigos están bajo los efectos del alcohol, así que mañana ni se acordaran de todo esto. Ahora aprovechando que tocamos el tema de los celos ¿Fue por esa razón que Fabián y tú se distanciaron?-.

Asentí en señal de afirmación- No nos volvimos a dirigir la palabra después de que intenté acercarme a David mientras ellos eran novios- le dije- ¿Sabes? Creo que él tenía miedo a perderlo. Él era consciente de lo que David sentía por mí…-.

-Qué triste que una amistad como ustedes haya acabado así de mal- se le veía  melancólico.

-Sí, es triste. Pero en el corazón no se manda. Nadie elige de quien se enamora. Y lamentablemente ambos nos enamoramos del mismo chico -.

  • ¿Quién lo diría? Los dos ídolos más importantes del colegio enamorados del  alumno prodigio de la escuela. Es un poco épico ¿no lo crees?- él solo se encogió de hombros.

Luego de aquella confesión ambos decidimos que era hora de salir de allí y volver al hotel. Algo en lo que debíamos preocuparnos. Sería difícil alcanzar regresar ilesos a nuestras habitaciones sin levantar ningún tipo de sospechas. Sin embargo no fue imposible. Logramos entrar sin mucha dificultad en la entrada principal, alcanzando a camuflarnos entre un pequeño grupo de turistas que iban a tomar el ascensor. Tuvimos mucha suerte.

Dos minutos más tardes nos encontrábamos en el piso siete. Salvo de parte del peligro. Pero no podríamos confiarnos aun. Todavía había la posibilidad de que algún trabajador de hotel se encontrase custodiando los pasillos en busca de algún estudiante rebelde que estuviese fuera de sus sabanas. Con más razón al tratarse de adolescentes quienes estaban en la etapa del pleno apogeo de hormonas. Seguramente la orden que había impartido la profesora era que se nos mantuviese vigilados durante toda la noche.

Al salir del ascensor lo primero que  hicimos fue dar un exhaustivo vistazo al pasillo donde se ubicaba la puerta de nuestra habitación. Y como nos imaginábamos encontramos a un trabajador divagando por ese corredor. Merodeando por lo largo y ancho del piso en busca de cualquier anormalidad. De inmediato le indique a Esteban que se escondiera detrás de una de las esquinas del pasillo situado perpendicularmente a nuestro, en donde se encontraba aquel hombre. Esperamos por varios minutos pegados a la pared, como si fuésemos ladrones intentando que la policía no nos atrapara. Rogaba que aquel hombre no se le ocurriese salir de allí por el ascensor porque de ser así, solo le bastaba con girar levemente su rostro para descubrirnos. Pero por suerte ninguno de nuestros temores se materializo. El hombre una vez acabada con la labor; claramente encomendada, salió de allí caminando tranquilamente a las escaleras, ubicada en el ala opuesta a donde nos ocultábamos. Suspiramos tranquilos ante la desaparición del peligro y sin vacilaciones caminamos hasta nuestras habitaciones.

-Espero que Cristian y Héctor sean cautelosos, porque de lo contrario nos ganaremos un buen sermón por la mañana- comentó Esteban mientras sacaba la llave de la habitación.

-No creo que se dejen atrapar, Cristian es un as cuando de escaparse de peligros se trata… pero con un par de par de copas encimas, no sabes que esperar de él- comenté impregnándole un poco de gracia a mis palabras.

-Sí, estando borracho Cristian es capaz de cualquier cosa- dijo abriendo la puerta y despidiéndose de mi con un choque de manos.

Ya encontrándome solo opté por apresurarme en ir hasta mi habitación. No sabía con qué encontrarme. Con todo lo que había ocurrido hacia escasos minutos me creí completamente incapaz de dormir junto a David. Luego de la escena en donde expresa cada gota de mi deseo por él, me sería imposible seguir resistiéndome ante la atracción casi insoportable que me provocaba el castaño. ¡Dios! No entendía como él tenía un efecto tan poderoso sobre mí. Creo que si David me pidiese que me lanzara por un abismo lo haría contento aun sabiendo que eso me mataría, solo con el objetivo de obedecer sus órdenes y hacerlo feliz. En ese momento estaba dispuesto a todo.

Encontrándome enfrente de la puerta 706, aspiré profundo intentando infundirme valor y valentía. Abrí lo más sigiloso que pude. Di un par de pasos y la decepción que me invadió. Aquellas cuatro paredes se encontraban desiertas, inmersas en un abismo de soledad y silencio. Por lo visto el castaño había optado por tomar un camino alternativo. De seguro tratando huir una vez más de mí.

REBECA

-¿Por qué nunca me lo dijiste? ¿Por qué me ocultase un secreto así?- me reprochaba David ante lo que le acababa de confesar. Nuestra plática había iniciado con su relato de lo vivido en el callejón y ahora se direccionaba a sus recriminaciones por mantener en secreto información importante. Mientras lo escuchaba relatar cómo habían revivido tantos sentimientos que creía dormidos, por lo que creí prudente confesarle toda la verdad de Santiago. Esperando de una vez por todas aclarar el tema y dejarle ver a mi mejor amigo que el chico no tenía responsabilidad alguna en sus males- Rebeca ¿Cómo te atreviste a ocultarme esto por tanto tiempo?- seguía recriminándome.

-Creí que era lo más prudente- le dije segura de la decisión que tomé en aquel entonces- en la época que descubrí todo esto te encontrabas tan feliz con Fabián que pensé que ya no tenía sentido seguir reviviendo el pasado y lo mejor era dejarte ser feliz, viviendo ese presente que era maravilloso- podía ver el coraje en sus ojos- Además, nunca me dejaste tocar de nuevo ese tema. Siempre quisiste dejarlo de lado. No podía obligarte-.

Por un par de minutos pareció meditar mis palabras; y una vez pareció haber comprendido lo que le intentaba decir, decidió hablar- ¿Y cómo estas tan segura que sus palabras no son más mentiras?- se veía aun incrédulo.

-Los hechos te darán la respuesta. Analiza sus acciones, su comportamiento, la manera tan desesperada en que te busca. Por ejemplo hoy ¿Lógrate comprobar que en verdad le gustas?- no me contestó- Creo que a juzgar por ese silencio fue así, pero intentas quitarle veracidad. David- lo tomé de las manos- todo lo que te dice Santiago es verdad. Él te ama. Y no lo digo por creer que sus palabras son veraces, sino porque desde hace dos años, cuando estabas al margen de todos, me daba cuenta de las miradas que te dedicaba. Más de una vez lo descubrí admirándote. Nunca creí que significase algo y menos aun después de lo del embarazo y todo ese rollo. Pero ahora luego que la verdad se supo, comprendo que ese chico lleva enamorado de ti mucho tiempo. Mucho antes de que adquirieses toda la popularidad que tienes hoy. Él te quiso cuando eras invisible para todos ¿Qué más prueba que esa?- sus ojos amenazaban con inundarse de lágrimas- sé que en este momento estas pasando por un período difícil en ese terreno estigmatizado, sin embargo no seas tan duro. Ese chico en verdad te quiere, de una manera que creo que no son capaces muchos-.

Luego de ese breve monólogo, continuó en silencio. Manteniendo la mirada perdida en el vacío. Entendía que estaba reviviendo emociones muy intensas, impregnadas del más cruel dolor que un amor no correspondido puede causar.

-¿Qué quieres hacer?- pregunté al ya estar cerca de la entrada del hotel- ¿Entramos?- me mantenía expectante a su repuesta. El solo asintió muy levemente.

DAVID

Los enigmas del corazón son difíciles de entender, prácticamente imposible encontrarles una causa lógica. Son incógnitas que por más que nos esforcemos en analizar, comprender o encontrarles sentido, es cien por ciento seguro que fallaremos en nuestro intento. Es tan complicada hallar una razón por la que el corazón siempre se ensaña en hacernos ir por un camino que no queremos transitar. Teniendo presente que tal vez no sea el mejor camino para nosotros pero es lo que nos hará felices. Así me encontraba yo… inmerso en un enigma incomprensible, intentando hallar la razón por la que las emociones que se hallaban erradicadas de mis sentidos, volvieran a perturbarme de nuevo.

Sinceramente no lo entendía. Eso me frustraba. No comprendía como después de tanto tiempo; de una infinidad de hechos vividos, de un sin número de meses acontecidos, donde mi existencia dio tantos cambios que a veces me es imposible imaginar que soy el resultado de una especie de metamorfosis personal, aun siga sintiendo las mismas emociones de las que fue la víctima más cruel, aquel chico inseguro, tímido, necesitado de amor que solía ser. No hallaba una razón lógica para explicar cómo después de (a pesar de los tropiezos y dificultades) haber evolucionado emocionalmente a una escala que ni siquiera yo mismo reconocía, todavía me siguieran afectando sensaciones que creí completamente extintas. Era demasiado extraño volver cobijar un conjunto de sentimientos que me esforcé tirar en el olvido. Era insólito. Extraña y cruelmente insólito, pues, al parecer a mi corazón no le bastaba con todo lo que lo habían hecho sufrir e ignorando todo análisis intelectual se aferraba de una manera delirantemente masoquista a un sentimiento incapaz de sucumbir.

Le daba una y mil vueltas a ese mar de razonamientos y explicaciones mentales siempre llegando a un mismo análisis. Nunca esos sentimientos fueron verdaderamente erradicados de mí ser. Nunca se fueron. Solo se mantuvieron en estado de reposo, esperando el momento en que su combustible les devolviera la vida. Nunca lo había dejado de amar. Por más que muriera por decirme lo contrario no podía. Esa era la más cruda verdad. Mi amor nunca sucumbió, solo se dio una larga tregua que en ese momento finalizaba. Un amor que se despertaba con una intensidad insólita, que llegaba a ser asfixiante. Derrumbando todo autocontrol y fuerza interior que hubiese adquirido. Ese amor era más fuerte que yo.

SANTIAGO

Mantenía mi vista fija en el techo, inmerso en mis cavilaciones mentales, como ya era costumbre. Creo que en el último año el tiempo que pasaba divagando era mayor a lo que consideraba como normal. Le dedicaba gran parte de mis horas siempre a un mismo tema. Mis sentimientos. Ellos eran el centro de mi atención y fue la razón de tantos análisis en los que me infunde de valor para llevar a cabo todas las acciones que estaba realizando. Fue durante esos momentos de examinación mental que dejé de lado cualquier tipo de temor que pude tener. Y allí estaba otra noche más… pensando en lo mismo, nada parecía haber cambiado, excepto por algo. Había logrado descubrir la verdad. David me quería. Y eso no tenía precio.

Lo percibí en el primer instante en que nuestros cuerpos se juntaron, me lo dijeron sus ojos cuando se toparon con los míos, me lo confesó su piel que se estremecía con el mínimo contacto que tenía con la mía. Todo eso me llenaba de una emoción tremenda. Sin embargo, no todo dependía de los sentimientos que ambos pudiésemos profesar, sino de la capacidad de olvidar y rehacer una nueva historia, dejando en el olvido el rastro de dolor que reinó en esos meses. Eso sería lo más complicado y quizás lo más imposible.

Sabía que David fue quien más sufrió y quien padeció los efectos colaterales del más crudo dolor. Teniendo que vivir cada instante, cada minuto y cada segundo completamente solo. Y yo en gran parte era el causante y culpable de ese sufrimiento. Eso no me lo perdonaba. Sí, es cierto, me encontraba en medio de una situación que se escapaba de mis manos, no obstante, eso no significaba que debía dejarme envolver por la misma. Callando mi voz completamente y dejando que los demás decidieran por mí, eso era cobardía… exactamente lo que experimenté. Pude haber hecho más, no sé, tal vez acercarme más a él y no ignorarlo, hacerle ver que me importaba y no que me daba igual lo que ocurriese con su vida, demostrarle que también era distinto y no seguir pretendiendo aparentar una heterosexualidad que me hacía infeliz… pero no fui capaz de tener valentía. El pánico caló en mí, incapacitándome para luchar por lo que quería, creyendo erróneamente que hacer lo que debía era lo mejor para todos, incluso para mí. Nada más alejado de la realidad. De modo que si luego de toda esa experiencia tan dramática a mí me costaba perdonarme, no quería imaginar cuán difícil era para David. Quizás ese sería el obstáculo más grande al cual me enfrentaría, el conseguir su perdón.

Un sonido me volvió a la realidad. El de la puerta abriéndose. Contuve la respiración esperando a que ese alguien que conocía perfectamente terminara de dar los pasos para ingresar a la habitación. Cada pisada que escuchaba parecía eterna y su sonido se amplificaba en mis oídos en una forma desmesurada. Tras varios segundos percibí esa presencia conocida a unos escasos centímetros de la cama. Al desviar mi mirada en dirección a la entrada, lo vi. Y me estremecí con el simple contacto que hicieron nuestros ojos, donde la inexpresión y el vacío se habían esfumado, sustituidos por emociones que no alcanzaba a descifrar, pero predominando siempre la expresión de súplica, una súplica de amor. De inmediato me puse de pie el me siguió con la mirada, sin parecer indiferente a mis reacciones. Más bien parecía expectante.

Lenta y pausadamente caminé hasta donde se encontraba parado sintiendo como mi corazón intensificaba su bombeo con cada paso que daba. Haciendo que mi respiración se acelerara inesperadamente. Cuando estuve a tan solo unos centímetros de él extendí mi mano hasta una de sus mejillas, buscando limpiar los resto de lágrimas que aun reposaban bajos sus ojos. Le sonreí levemente, intentado trasmitirle seguridad. No tenía claro que debía hacer, todo era tan confuso me bloqueé por completo, dejando mi mente en blanco. Pero cuando desesperadamente buscaba en mi vocablo las palabras correctas sentí unos labios que se abalanzaron sobre los míos. Me sorprendió el contacto dejándome inmovilizado por unos segundos. Pero una vez asimilé lo que ocurría, no dude en atraer aquel cuerpo que desesperadamente buscaba al mío.

Por un segundo separó nuestros labios para tomar una bocanada de aire lo suficientemente grande. Intentando recuperar la tranquilidad de su aliento. Fijó sus ojos en los míos trasmitiéndome la necesidad y el deseo que lo invadían. No vacilé por más tiempo y me lancé de nuevo sobre esos labios que imploraban ser besados. Fue un beso lleno de la más pura pasión que nos consumía. El contacto de nuestras bocas no parecía tener control alguno. Era un acto que respondía a cada uno de nuestros instintos más salvajes, era la consecuencia de tantos meses de deseo reprimido, donde nuestros cuerpos aprovechaban para drenar toda el hambre que los consumió por más de dos años. Ese beso reflejaba la imperiosa necesidad que nos poseía de perpetuar ese contacto. Nuestras bocas se amoldaban en una perfecta coordinación. Parecían viejas amigas que se conocían a detalle, quienes se reencontraban luego de un largo tiempo de no tener contacto. Con el pasar de los minutos, las lenguas hicieron acto de presencia intentando ganar espacio en terreno ajeno, inmiscuyéndose en una constante lucha por llevar la delantera y el control, en donde ninguna aceptaría tregua.

En un acto por aumentar nuestro contacto llevé ambas manos hasta su cintura acercándola completamente a mí. Bajo toda esa ropa podía sentir la calidez de su cuerpo. Un cuerpo digno del más profesional de los modelos, pero que en ese momento se encarnaba en el chico al que amaba. ¡Dios! Era tan guapo que aún me costaba creer que en verdad lo tuviese entre mis brazos. Invadido por la excitación busqué con ambas manos retirar todas las prendas que ya nos estaban estorbando. Con algo de desesperación fui desabotonando su camisa, tirándola a uno de los rincones cuando acabé. Luego continúe hasta su cinturón, el cual desabroché con una rapidez olímpica. El mismo acto lo repetí con sus pantalones, desasiéndome de ellos en otro de los espacios de esas cuatro paredes que se convertían las únicas testigos de esa entrega de amor y pasión tan esperada y deseada. Mientras eso pasaba David no se quedó atrás. Se deshizo de cada una de mis prendas con igual rapidez.

En menos de dos minutos ya nuestros cuerpos se mantenían cubiertos tan solo con la ropa interior dejando entrever nuestras invidentes erecciones, las cuales se rozaban incesantemente haciendo el contacto de nuestros cuerpos aún más excitante. Aun inmerso en aquel transe, caminé unos pasos a hacia atrás cayendo entre las sabanas que serían nuestras cómplices por los próximos minutos. David quedando colocado encima de mi rostro no vaciló en recorrer con su boca cada parte de mi cuello, descendiendo lentamente mientras saboreaba cada centímetro que sus labios lograban palpar. Poco a poco fue descendiendo por mi pecho deleitándose por unos breves momentos en mis pectorales y pezones, para continuar con su recorrido por mis abdominales, quienes fueron bañados por su saliva. Ese recorrido que me estremecía cada vez más se fue direccionado hacia mi pubis alcanzando a llegar a mi entrepierna. Allí no pude evitar soltar un suspiro bastante sonoro. El castaño bajo mis boxers y no dudo en introducir todo mi miembro en su boca, iniciando una mamada que me sabía a gloria. Siéndome completamente reprimir mis gemidos por el intenso placer que me poseía. Creí ver el cielo con tanto goce experimentado.

Luego de unos considerables segundos de aquella tan deliciosa labor tuve que detener a David. Si seguía así eyacularía en seguida y eso no lo quería. Lo aparté recostándolo junto a mí, para así poder lazarme sobre su paquete el cual se encontraba a punto de reventar la tela de su bóxer y protestaba por atención. No titubeé en bajar aquella prenda que estorbaba ya y sin preámbulos ni juegos me introduje aquel pedazo de carne en mi boca. Era tanta la necesidad que tenía por probarlo que no quería esperar más. No podía. Era como si el funcionamiento de mi cuerpo requiriera para vivir el néctar que emanaba de ese miembro venoso. Indudablemente si por mi fuese me quedaría mi vida entera alimentándome de él.

Los gemidos y suspiros de David se intensificaban cada vez más advirtiéndome que su corrida estaba cerca. Seguramente él no quería terminar así de rápido pero inmerso en aquella actividad me resultaba imposible separarme de esa entrepierna tan bien dotada. El resultado de mis tratos tan amenos fue, cinco chorros de abundante semen los cuales recibí en mi boca con todo el gusto. Llevaba demasiado deseando aquello, como para no disfrutarlo de todo en su totalidad. No sé si nuestros ruidos despertarían alguno de nuestros compañeros, pues, aumentaban en intensidad cada vez más… pero eso me interesaba en lo más mínimo durante esos minutos.

Tras terminar con mi masaje bucal en el miembro de David. Fui hasta sus labios para besarlos fuertemente. Donde predomino el sabor de su eyaculación; a pesar de que intenté no dejar restos de ella, dándole un toque más excitante al ambiente. No quise separarme de él sino hasta después de un largo rato. Quería saboreas esos centímetros de carnes lo más que pudiese- no sabes cuánto deseé esto…- le decía entre besos-… te amo David… no sabes cuánto….- musitaba ya sucumbiendo ante placer.

Entre beso y beso buscaba acariciar con mis manos cada músculo que estuviese a mi alcance, cada espacio de piel y parte de su cuerpo con el que tuviera contacto. Podía sentir la potencia de aquellos bíceps que se contraían con cada flexión y movimiento. Era admirable la rigidez de esos brazos que llegaban a igualarme sin ninguna dificultad. Y ni hablar de sus piernas. Dos extremidades que trasmitían la potencia que tenían con tan solo contacto, sin duda ellas eran mi perdición… no podía dejar de acariciar, apretujar, ni rozar con cada uno de mis dedos. Sin embargo otro espacio que no podía dejar de ser mimado eran sus abdominales, músculos que dejaban sin aliento hasta al más ciego. Parecían delineados a detalle, siendo producto de un arduo trabajo de arte.

Intentaba alternar entre aquel lavadero humano y sus potentes piernas procurando no dejar sin atención a ninguno. En medio de esos roces, me atreví a más, y fui hasta su espalda, ancha y fuerte, a la que le di el mismo cariño. Suavemente fui acariciando cada parte de ese músculo tan duro, bajando lentamente por la estrecha cintura que más de una vez sostuve entre mis manos. Segundos más tardes ya me encontraba palpando unas nalgas de infarto, de las cual prácticamente nadie había tenido la oportunidad de disfrutar. Estaban tan rígidas que por un segundo pensé que lo tenía entre mis manos eran un par de balones y no los glúteos del castaño. Los amasé con fuerza, como intentado hacer que cedieran ante la presión aplicada pero no lo hicieron. Se mantuvieron firmes, haciendo que mi excitación se acrecentara enormemente. En medio de todo ese manoseo pude sentir bajo mi vientre como de nuevo el pene de David se alzaba con una prominente erección.

Con cada minuto que pasaba la necesidad de ir más allá me consumía. Lo que más ansiaba era que esa noche fuese de una entrega mutua. Donde ambos nos entregáramos en cuerpo y alma. Poco a poco fui acercando mi mano hacia la cavidad que separaba ese par de balones, acariciando todo el terreno a mi paso. Al momento de alcanzar el centro de aquella zona busqué masajearla, esperando su autorización para entrar. Los gemidos del castaños se hicieron de nuevo audibles por mis atenciones en su cavidad anal, acrecentando aún más mi ansia por poseerlo y de una vez por todas hacerlo mío, solo mío.

Por un momento retiré mis manos, sin apartarme completamente de su cuerpo, palpé dentro una de las gavetas que reposaban en los extremos de la cama, esculqué un poco sacando un frasco de crema, sinceramente no recordaba para que servía, no me importaba. Lo que me interesaba era que fungiese como lubricante. Cuando la tuve entre mis manos cerré la gaveta, le di espacio para que se volteara, continuando con mi trabajo en aquel sitio tan íntimo. Embadurne dos de mis dedos; el índice y el medio, e inmediatamente los dirigí hasta la cavidad anal. Antes de invadir sus fauces lo miré a los ojos.

-¿Listo?- Le pregunte jadeante.

– Hazlo- dijo seguro.

Esa palabra fue mi luz verde para continuar. El primer dedo me fue un poco complicado introducirlo. Las paredes rectales eran demasiado estrechas. Pude escuchar su quejido a medida que avanzaba mi dedo hacia el interior. Esperé por un poco a que su ano se acostumbrara al invasor y cuando creí correcto introduje un segundo dedo. Esta vez el quejido de David fue más fuerte. Sin saber que hacer opté por abrazarlo lo más fuerte que pude pegando mi pecho en su espalda. Busqué con mi mano libre la suya y  tomándola la apreté con fuerza, intentando calmarlo.

-Tranquilo, el dolor es pasajero- le decía al oído buscando reprimir el estado de inquietud en el que parecía estar entrando.

Pasaron varios segundos en donde me mantuve completamente inmóvil, esperando a que la dilatación se completase. Ya cuando deje de sentir la intensidad de los espasmos de su ano, saqué mis dedos. Unté un poco de la crema en mi pene que estaba a punto de explotar de la excitación. Lo posicioné en la entrada de su trasero y tras una breve vacilación de mi parte, introduje la cabeza. Inmediatamente después de esa primera arremetida, sentí como su mano apretó la mía con una fuerza descomunal. Por un momento creí que me fracturaría algo. Mientras que sus intentos por reprimir los quejidos eran cada vez más audibles. No pude evitar asustarme. Lo último que quería era causarle daño.

-¿Estas bien?- pregunté temeroso de una respuesta afirmativa.

-Duele… demasiado. Pero continúa…- ante sus palabras dudé si hacerle caso o no. Verlo sufrir así por el dolor no me gustaba. Creo que pareció notar mi indecisión y en un acto improvisado llevo mi mano la cual sostenían entre sus dedos, la paso por su abdomen haciéndome que lo rodera completamente, acercándome mucho más él.

Ante esa señal clara dejé el titubeo de lado y continúe con la penetración. Los sollozos reprimidos y los lamentos entre dientes hicieron acto de presencia, asiéndome dudar de nuevo si continuar con esa tan tortuosa actividad para el castaño, sin embargo no desistí ante mi cometido esperando a que el dolor pronto fuese un recuerdo. Ya una vez introducido la totalidad de mi pene dentro de aquellas fauces que apretujaban tan agradablemente, esperé que esa cavidad estuviese lo suficientemente preparada  y acostumbrada a su usurpador. Mi señal más clara de que mi objetivo estaba listo fue cuando la presión que un principio sentía en mi pene mermó parcialmente.

Muy lentamente saqué mi pene y de la misma manera lo introduje. Escuché como David dio un quejido de dolor, un poco más leve esta vez. Repetí esa misma acción de nuevo pero un poco más rápido, notando esta vez que los quejidos de dolor desaparecían progresivamente. Así fui continuando con ese mete y saca, y sin esperarlo David y yo nos encontrábamos inmersos en un mar de gemidos, suspiros y sollozos de placer. Una corriente eléctrica invadía cada nervio de mi cuerpo, haciéndome temblar del goce que sentía. Era una sensación jamás sentida. Una nunca experimentada en mi primera  y única vez. Muy distinto a lo que estaba viviendo en esos minutos. Me sentía lleno, completamente feliz, me creí capaz de tocar el cielo con los dedos. No había comparación posible con otros momentos vividos. Ese era único y lo recordaría por siempre. Definitivamente nunca olvidaría mi primera vez con un hombre.

Dicen que el sexo es más intenso cuando se experimenta con alguien a quien amas. Lo estaba comprobando. Claro que eso para mí no era sexo, sino una entrega de amor que sobrepasaba los parámetros de lo que era catalogado como intenso. No había manera de explicar, lo apoteósico de ese acto. Que era único, maravilloso, fantástico. Un acto en donde cada emoción, cada sentimiento y pensamiento eran expresados en su totalidad.

-Te quiero, mi amor… te amo David- le susurraba una y otra vez besando sus hombros, cuello, espalda, mejilla y todo lo que encontrara a mí paso. En medio de las embestidas que me sabían al gloria. Él no me respondía, pero eso no me importaba. Sus actos me lo decían. Donde en todo momento siempre buscó estar unido a mi, mientras dejaba caer su cabeza hacia atrás derrumbándose al placer. Nuestras bocas se unieron escasamente durante eso movimientos tan intensos de nuestros cuerpos, los que se fueron agudizando a medida que se prolongaba, esa unión de pasión y deseo. Los gemidos llegaron a ser casi ensordecerse, no sé si lo suficiente como para delatarnos, pero si lo bastante fuertes como para invadir cada metro cuadrado de la habitación, donde con total claridad se alcanzaba a escuchar cada expresión de goce que ejecutaban nuestras bocas.

Cada vez estaba más cerca el éxtasis. Ese punto de máximo placer al que queríamos llegar juntos. Invadido por la adrenalina y la lujuria busqué desesperadamente con una de mis manos el pene de David para comenzar a pajearlo de una forma casi violenta. Acrecentando así los sonidos producidos por el chico, quien estaba al borde de un colapso por la innumerable cantidad de sensaciones deleitantes de las que era víctima. A cada segundo que pasaba, sentíamos más cerca la explosión final. Muy pronto ninguno de los dos alcanzaría a reprimir las eyaculaciones. La intensidad de todo estaba llegando a un punto de no retorno. El orgasmo estaba alcanzando su nivel más alto, ya no podríamos retrasar lo inminente… en medio de aquellas embestidas salvajes ambos acabamos casi sincronizada con un grito de victoria como acompañante, yo lo hice en sus entrañas mientras que el en mi mano, salpicando un poco su pecho y gran parte de las sabanas.

Me tumbé exhausto a su lado. El hizo lo mismo pero sobre mí, abrazándome tan fuerte como si fuera un oso de peluche. El sudor recorría cada centímetro de nuestros cuerpos y nuestras respiraciones parecían las de un par de atletas que acaban de acabar un maratón. No se cómo expresar la manera en que me sentía durante esa escena tan romántica. ¡Dios! Había sido maravilloso, único e inolvidable. Me apretujé lo más que pude a su cuerpo devolviendo el abrazo y sin poderlo evitar fui cayendo en los brazos de Morfeo.

DAVID

Una paz inigualable me poseía. Una tranquilidad que desde hacía mucho; por no decir nunca, no sentía. Me encontraba como en un estado de máxima felicidad, donde me sentía pleno, seguro. Esa noche dormí tan placenteramente que, el acostumbrado cansancio con el que me levantaba, se había ido.

Podía sentir la calidez de ese cuerpo sobre el cual reposaba. No me hizo falta abrir los ojos para recordar de quien se trataba. De inmediato las tan intensas escenas que habían marcado mi memoria se hicieron presentes de nuevo en mi mente. ¡Dios! Había sido simplemente apoteósico, único, inimaginable. Deseé por tanto ese momento que aún no creía que lo había vivido hacia unas horas. Era demasiado perfecto para ser verdad. El estar con el chico de mis sueños, por el que suspiré por tanto tiempo, era simplemente inigualable.

Definitivamente en ningún instante mis sentimientos habían muerto. Solo se encontraban dormidos esperando una chispa como esta, para poder despertar con una intensidad sin igual. Poder estar así junto al hombre que hacia estremecer hasta la última de mis células era una experiencia que a la que no cabía explicación satisfactoria. Había valido la pena dejar todas mis ataduras de lado. Aún tenía miedo, no podía negarlo, un miedo de que todo fuese mentira, de que sufriera igual o peor que la vez anterior, pero ese miedo no lo dejaría florecer. Ya estaba harto de reprender mis sentimientos y continuar con un continuo autocontrol que hacia infeliz cada vez más. Había decido arriesgarme, por una sencilla razón, amaba intensamente a Santiago.

Finalmente al abrir los ojos pude contemplarlo. Allí bajo mis ojos se alzaba ese rosto digno de una portada de revista. Era tan guapo, que aún me dificultaba no perderme en aquellas facciones tan finamente bellas de su rostro. Una nariz perfilada; quizás la parte más simétrica de esa obra de arte que era su cara, unos pómulos no muy prominentes pero que contrastaban a la perfección. Todo adornado con unos labios tan tiernos, que dejaba sin aliento a cualquiera.

Al bajar un poco más mi vista, podía contemplar unos brazos gruesos y fuertes, que me abrazaba de la manera más tierna, los que convergían en un pecho ancho y prominente, que fungía como mi almohada en esos minutos. Ni hablar de sus piernas, podía sentir su potencia con el simple roce que tenían contra mi piel, todo en él era una obra de arte. Siempre lo había visto pero esa mañana era distinta, ahora lo observaba sabiendo que nos pertenecíamos mutuamente.

Suavemente Santiago fue moviéndose entre las sabanas con mi mirada inquisidora observando cada movimiento. Al momento de abrir sus ojos de inmediato se interceptaron con los míos.

-Buenos días- dije con un sonrisa como compañera.

-Buenos días- contestó devolviéndome el gesto. Podía percibir un brillo en sus ojos. Nos miramos por unos segundos, siendo el quien rompió el temporal silencio- Te quiero- expresó, dandome un suave beso en los labios.

-Yo igual- respondí sin tapujos, lo había entendido, era la verdad y no la seguiría esquivando.

-Fue maravilloso. Jamás lo olvidaré-.

-Yo tampoco… Fue demasiado especial. No sabes cuánto anhelé una noche así- respondí.

-Pues, ve acostumbrándote, porque a estas le seguirán otras igual o más especiales aun…- se inclinó de nuevo para unir nuestros labios, esta vez en un contacto más largo e intenso-… no descasaré hasta demostrarte cuan especial eres para mí- me abrazo fuertemente- Ahora, quiero hacer esto oficial- lo miré expectante un tanto confundido por sus palabras- David García, ¿aceptas ser mi novio?-.

-Sí… claro que acepto - dije besándolo fuertemente.