Destinados. Capítulo 18: Una amarga despedida
Con el pasar de los segundos nuestros besos se fueron tornando cada vez más salvajes, destilando las ansias que teníamos por poseernos. Como si el saber que podríamos ser separados, explorara los deseos más salvaje y primitivos de nuestros subconscientes...
¡Uff, más de un mes sin publicar…! Es bastante tiempo... Les ofrezco mis disculpas por haberlos hecho esperar tanto, sé que no tengo perdón por torturarlos así en un momento tan importante de la trama, lo que paso fue que estaba demasiado ocupado con mis evaluaciones de final de semestre, por lo que tuve muy poco tiempo para terminar de arreglar este capítulo, estudio arquitectura y como sabrán esta carrera es muy exigente, sé que no es de su incumbencia pero igual deseo compartirlo con ustedes. Al final lo prometido es deuda y aquí está el capítulo 18… donde la historia tendrá un giro radical que dejara a más de uno sorprendido. A esta entrega le dedique mucho tiempo, la considero crucial en la trama, hace meses la escribir y hasta hace unos pocos días todavía le estaba haciendo modificaciones, así que espero les guste…
Quiero agradecerles a todos por su emails y cometarios, lo siento si me tarde en o aún no he contestado algunos, pues ya saben lo ocupado que estaba, pero ahora que estoy de nuevo de vacaciones prometo tratar de responder lo más rápido que se pueda. Gracias por sus comentarios de apoyo durante la espera que sé que desesperó a muchos… jajaja
Un saludo muy especial a quienes me escribieron durante este tiempo de espera: Jesús (sé que querías que te mencionara en uno de mis relatos), Alejandro, Edward, Luis, Aron, Rogelio, Omar, Simón, Marino, Adrián, Franklin, Bernardo, Alberto y si se me olvido alguno perdónenme… También quiero de darle un saludo especial a quienes comentan por acá y a todas esas personas anónimas que me continúan leyendo mis relatos, pues para ustedes también escribo…. Bueno no les quito más tiempo, disfruten del relato…
Destinados. Capítulo 18: Una amarga despedida
FABIAN
-Por favor cálmate Fabián- me pidió mi tía un poco asustada por mi tan dramática reacción.
-¡No tía, no me voy a calmar! ¿Qué se cree él, que después de seis años de abandono vendrá con su cara muy lavada a arruinarme la vida? ¡Pues no!, no le voy a dar el gusto. Yo me quedo contigo- estaba tan enfurecido que no me importaba alzar la voz.
-Fabián él es tu padre y tiene todo el poder legal sobre ti. Además por lo que me dio a entender los papeles de inmigración están casi listos- contestó mientras se sentaba en la cama- Ahora entiendo la razón de que últimamente me haya pedido copias de algunos documentos tuyos-.
-¿Qué piensas hacer? ¿No lo vas a detener?- pregunté con la esperanza de que hubiese una solución. De que pudiera pedir mi custodia o alguna manera que me pudiese quedar con ella.
-Aunque quisiera no puedo hacer nada. No tengo potestad legal sobre ti- respondió algo desganada.
-¿Y estos años no valieron de nada? ¿No tienen importancia?-.
-Fabián, eso es irrelevante. Yo solamente soy tu tía. El hecho de que te haya cuidado durante estos últimos años no tiene ningún peso-.
-¿Y si lo denunciamos por abandono?-
-No podemos...-
-¿Por qué?- me estaba angustiando su negatividad.
-Porque tu padre ha sido responsable con tu manutención a lo largo de estos años- suspiré cansado, tenía razón- Fabián no es que yo no quiera que te quedes conmigo, al contrario eso es lo que más anhelo, pero debemos ser realistas. En el campo legal tu padre tiene todas las de ganar-.
-Te entiendo tía, pero nos es justo que después de tantos años se aparezca un día diciendo que me llevará con él. Además no entiendo porque me quiere llevar con él-.
-Lo quiere hacer porque se enteró de tu relación con David, o eso me dio a entender-
-¿Qué? Eso es imposible, nadie a parte de ti y Rebeca saben lo nuestro ¿Cómo se enteró?-.
-No lo sé Fabián, quizás vio alguna de tus fotos en las redes sociales o le contaron un chisme, no lo sé, pero el hecho es que lo sabe o por lo menos lo intuye y esa es la razón por la que te quiere sacar del país. Según dijo, no va a dejar que te conviertas en un pervertido y desviado- gruñí al escuchar eso. Era uno de sus típicos comentarios machistas.
REBECA
Intenté acomodar la última bandeja de bocadillos que quedaba sin hacer, y me dispuse a ir hasta el jardín donde mi madre con ayuda de mis tíos y algunos familiares estaban terminando de alistar todo lo que faltaba. Parecía mentira que tan solo faltasen horas para que el año terminase. Un año que sin duda alguna me había marcado la diferencia de los demás. Había sido un año muy especial para mí, había encontrado el amor. Suspiré de tan solo recordarlo.
Cuando llegue al jardín me encontré con un alboroto armado, todo el mundo yendo de un lado para otro. Por lo visto el nerviosismo estaba haciendo estragos en ellos, pero no era para tanto. Solo era una modesta reunión con algunos familiares y amigos más cercanos para despedir el año, nada más. No era como para formar tal algarabía. Pero que se iba hacer. Así era mi familia y mi madre. Dramáticos por naturaleza.
-Mamá ya las bandejas de bocadillos están listas- le avisé llegando hasta donde estaba ella.
-¡Que alivio! Ya me tenían preocupada. Ahora ya que estás desocupada necesito que vayas a la pastelería y traigas los dos pasteles que encargué. Me acaban de llamar para avisar que están listos- me pidió un tanto apurada, concentrada en dos de mis primos que estaban poniendo los arreglos florales.
-Está bien, pero dile a Eric que me lleve-.
-Pídeselo tu hija. Ahora estoy algo ocupada- dijo mientras caminaba hasta donde estaba poniendo las flores- ¡Ah! Por cierto- se detuvo un momento- ¿Ya los padres de Esteban te confirmaron su asistencia?-.
-Sí, ayer en la tarde Esteban me dijo que era seguro que venían-
-Que bien- dijo y se dio la vuelta para seguir en lo suyo. En el fondo sabía que una de las causas de su nerviosismo era la asistencia de mis suegros. Pues estaba tan obsesionada de quedar bien parada ante ellos que a veces se estresaba demasiado, y quien se estaba aguantando en primera fila todo ese estrés era yo, quien en verdad debería estar estresada.
Moví mi vista por el jardín intentando localizar a mi hermano y tras verlo muy inspirado poniendo los manteles en las mesas caminé hasta él para pedirle el favor. En un principio se negó, alegando que no tenía tiempo para llevarme. Sin embargo tras convencerlo de que dejara a alguien más haciendo aquella tarea, accedió a convertirse en mi chofer por esa tarde. Siempre lograba convencerlo. Por más que se resistiera cada vez encontraba la manera de hacer lo que yo quisiera, claro, había momentos en donde su decisión era tal que no se dejaba persuadir por mis palabras. Sin embargo la mayoría de las veces era yo quien salía beneficiada.
*<<<
-Y ¿Qué tal? ¿Cómo te has sentido estos días?- quería saber cómo seguía. Luego de nuestra tan profunda platica me había quedado algo preocupada por su estado, no me gustaba verlo triste. Nunca lo había visto así, como lo vi esa mañana. Eric es alegre por naturaleza, por lo que verlo en ese estado me partía el corazón. Puede ser que Eric sea todo lo metrosexual que pueda ser, y hasta gay (hecho de que me acabo de enterar) pero de eso a que mi hermano llore de la manera en que lo hizo ese día hay un abismo descomunal. El sufrimiento debe ser demasiado insoportable para que Eric alcance a derramar una lágrima. De modo que apreciar como mi hermano de desploma en llanto frente a mis brazos fue impactante.
-Un poco mejor. Ya no siento tanto dolor- contestó sin apartar los ojos del camino- ¿Sabes? Creo que fue mejor-
-¿Si?- me sorprendía un tanto oírlo decir esas palabras tan optimistas.
-Sí, es mejor descubrir ahora la porquería de persona de la que estaba enamorado y no en un futuro cuando llevemos una vida juntos y sea más dolorosa una infidelidad-.
-¿Lo querías mucho verdad?-.
Pude ver como se tensó un poco al oír mi pregunta. En un instante me arrepentí por haberla hecho. Quizás no fue apropiado ya que aún el tema seguía siendo delicado. No obstante de un momento a otro su semblante de tensión se esfumó para contestar a mi pregunta- Si, como no tienes idea- volteó a mirarme por un segundo - Pero ahora sé que no valía pena-.
-Me alegra saber qué piensas así – respondí.
DAVID
Terminé de abotonarme la camisa a cuadros para pasar a peinarme el cabello frente al espejo. En ese instante escuché unos pasos en el pasillo, que cada vez se escuchaban más cerca de mi habitación. Suspiré pesadamente. Seguramente era mi madre. Con quien menos quería hablar en ese momento. No quería escuchar su discurso con el cual intentaría persuadirme de pasar aquella noche en familia, y que desistiera de mi idea de ir a casa de Rebeca, dado que ninguno de mi familia iría. A pesar de que la madre de Rebeca, la señora Lorena, nos había invitado muy amablemente a aquella reunión, mi madre no acepto la propuesta y prefirió optar por quedarse en casa en un ambiente más tranquilo y acogedor, según ella, mi padre no estaba para grandes alborotos que lo estresaran. Sin embargo el hecho de que ella quisiera quedarse procurando el bienestar del más enfermo de la casa, no me impediría salir huyendo de ese sitio. El ambiente que se respiraba en mi casa era demasiado incómodo.
-¿Entonces si irás?- preguntó mi madre deteniéndose en la puerta de mi habitación, con un tono de reproche como acompañante.
-Sí, hoy lo último que quiero es estar encerrado en estas cuatro paredes- dije culminando con mi labor y dirigiéndome a la mesita de noche para buscar mi billetera.
-¿Te verás con él verdad? ¿Por eso es tu afán de ir hasta esa fiesta?- preguntó esta vez con un tono acusador.
Respiré hondo e intenté contener la rabia que sentía en ese momento para poder articular las palabras intentando no alzar la voz- Si quieres saber si voy a verme con Fabián, ¡Mi novio!- hice hincapié en esas últimas dos palabras- pues si me veré con él. Contenta- le contesté mientras pasaba frente a ella con una mirada retadora, impidiendo que me siguiera reteniendo o que lograse encontrar una excusa de peso para no dejarme salir, aunque lo dudo porque nada que ella hiciera o dijera haría que cambiase de opinión.
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-¡Llegaste!- exclamó Rebeca caminando hasta mi para abrazarme fuertemente- ¿Y tus padres?- preguntó curiosa al darse cuenta de que llegaba solo.
-No quisieron venir- dije con un tono serio- al parecer mi madre no quiere exponer a mi padre a un estrés como este, y un montón de escusas más, que ni al caso vienen. Pero cambiemos de tema, no quiero amargarme la noche hablando de mis problemas familiares ¿Ya Fabián llegó?-.
-Bueno… no lo sé…- dijo mirando a los lados intentando localizarlo- ¡Ah! mira viene llegando-.
Me volteé y lo vi entrando al jardín acompañado de su tía. Llevaba puesto un esmoquin. Era la segunda vez que lo veía con uno y aun no me acostumbraba. No lo sé, se me hacía un poco raro verlo vestido de una manera tan formal, sin embargo debo reconocer que se veía guapísimo. Inmediatamente que logró divisarnos comenzó a dirigir sus pasos hacia donde estábamos.
-¿Cómo estás?- preguntó Fabián mientras se acercaba para abrazarme y darme un fugaz beso en la mejilla, que por suerte fue posible gracias a que Rebeca y la señora Alicia tapaban un poco panorama de los allí presentes.
-Bien- contesté mientras nos separábamos.
-Eso no sonó muy convincente ¿Qué paso?-.
-Nada de importancia, problemas con mis padres. Pero no quiero hablar de eso ¿Te parece si no sentamos?- el asintió.
La decoración de aquel jardín había quedado espectacular. Claramente se veía el esmero de la señora Lorena en hacer esa “pequeña reunión”; cabe aclarar que todo parecía demasiado elegante como para ser simplemente una sencilla reunión entre amigos y familiares.
-¿Y qué tal? ¿Cómo quedó?- pregunto Rebeca mientras nos sentábamos, señalando a su alrededor.
-Creo que tu madre y tú se supieron esmerar- le contesté.
-Bueno si, sin embargo para mi sigue pareciendo demasiado exagerada pero ¿Quién puede con mi madre?-
-Por cierto ¿Dónde está ella?- preguntó Fabián.
-Allá- señalo un punto lejano.
-¿Ellos son los padres de Esteban?-pregunté al ver como la señora Lorena perecía mantener una amena conversación con los dos señores y acompañados por el chico.
-Si. Desde que llegaron, mi madre no los ha dejado solos por un segundo-.
-Por lo que veo son gente de dinero ¿o me equivoco?- comentó la señora Alicia.
-No se equivoca. Ellos son gente de una alta posición social- respondió mientras se dirigía su mirada de nuevo a nosotros- Pero a ellos no les gusta presumir, prefieren aparentar que no tienen demasiado-
-Sí, eso es cierto- intervino Fabián- desde que éramos pequeños a Esteban no le gustaba que fuéramos a su casa, siempre intentaba impedirlo. Pero hubo una ocasión donde debíamos hacer un trabajo y necesitábamos un sitio donde quedarnos, y el único sitio disponible era su casa. Por lo que tuvo que terminar aceptando nuestra asistencia, claro con la condición de que no le comentáramos a nadie de como vivía-.
-¿Por qué esa actitud de su parte? – pregunté extrañado.
-Pues a él prefiere hacer amigos por lo que es y no por lo que tiene-.
-Si- afirmó Rebeca- A mí me logró engañar por un tiempo. Claro cuando me presentó a sus padres me di cuenta de todo, pero lo entendí. Debe ser difícil que la gente siempre se acerque a ti solo por interés-.
- Veo que a tu madre está contentísima con tus suegros- le impregné un poco de sarcasmo al comentario.
-Creo que el hecho de saber que estoy saliendo con el hijo de una familia importante, la tiene contentísima-.
-¿Sera cariño o interés?- comenté burlándome de la situación.
-No hagan esos comentarios- dijo la señora Alicia- ustedes no saben lo que uno, quien los cría, se preocupa por que consigan a alguien decente. Rebeca, ponte en los zapatos de tu madre. Eres su única hija y de seguro quiere lo mejor para ti-.
-Sí, lo sé, pero a veces mi madre se propasaba un poco con lo estricta que era. Más de una vez espanto a los chicos con quien salía- expresó Rebeca.
-Eso es verdad, la señora Lorena hasta de mi desconfiaba- dije riéndome un poco.
-Bueno por suerte yo no sufrí de esos males- dijo Fabián.
- Contigo fue al revés- contesto la señora Alicia- yo en vez de preocuparme por ti, me preocupaba de las pobres chicas que caían a tus pies- ninguno pudo evitar soltar una carcajada por la gracia que nos hacia lo que estábamos escuchando- Eras tan mujeriego que no sé cómo no te metiste en problemas con los padres de esas inocentes chicas-.
-Ni tan inocentes- contestó Fabián.
-Inocentes o no, lo cierto es que a más de una hiciste llorar- dijo la señora Alicia- Gracias a Dios contigo dejo esas andanzas de lado- dijo esta vez dirigiéndose a mí- al parecer tú lo hiciste cambiar- me sonrojé un poco ante el comentario.
-Tía perdóname, pero no tengo la culpa de ser tan guapo- contestó en tono de broma encogiéndose de hombros- no puedo ocultar mis encantos-.
-¡Por Dios! No exageres Fabián- le dije.
-No estoy exagerando, además tú también caíste bajo ellos-.
-Quizás, pero tuviste que sufrir bastante para conquistarme ¿No es así?- respondí con una sonrisa de satisfacción.
- Lamentablemente. Creo que hasta el momento has sido mi conquista más difícil- se acercó a mí y me acárido la mejilla- pero valió la pena- No pude evitar sonreírle. Estaba de acuerdo con él. Todo había valido la pena- David te amo- unió nuestras frentes- no tienes idea cuanto-.
En ese momento Rebeca aclaró su garganta, intentando recordarnos de que habían más personas en la mesa- ¿Chicos, pueden dejar sus expresiones de afecto para un lugar más privado? Estamos en público-.
Fabián iba a responder algo pero en el momento que se separó de mí y giró su cabeza hacia Rebeca, se quedó completamente inmóvil, sin pronunciar una palabra, con la mirada fija en un punto lejano- ¿Cómo se atrevió a venir?- lo escuché decir entre dientes. Pude ver como su mandíbula se tensó enormemente. La expresión en su rostro cambió a una que emanaba despreció. Sus ojos parecían húmedos, no porque quisiese llorar, esas no eran lágrimas de dolor, eran lágrimas de ira. De inmediato me asuste, pues ¿Qué podía estar viendo para ponerse así? Nunca lo había visto así. Lo más parecido eran los enfrentamientos que había tenido por celos, pero ninguno de ellos se asemejaba al estado de furia en el que parecía encontrarse.
Sin más espera trate de fijar mi vista en el punto donde se concentraba Fabián, era la puerta que comunicaba la casa con el jardín, por donde hacía unos minutos acabamos de pasar. Y allí lo vi. Eran tan parecidos que inmediatamente comprendí que quien podía ser aquel personaje. Se veía un hombre imponente, robusto sin llegar a ser obeso, con piel morena y un aire de imponencia, con una mirada que irradiaba seguridad. Pude notar como todos los presentes posaban sus miradas sobre aquel personaje desconocido, pues parecía ser alguien importante. En ese momento temía la reacción que podía tener Fabián. Sin embargo contrario a lo que pensaba que pasaría. El moreno me tomo de la mano y me hizo caminar junto a el- Salgamos de aquí- me dijo, intentando apurar sus pasos. No entendía que pasaba. Por un momento creí que llegaríamos hasta donde estaba aquel hombre. Pero no fue así, pasamos junto a él, y pude apreciar como Fabián le dedicaba una mirada asesina. En ese instante aquel señor tomó del brazo a Fabián.
-No te vayas– le dijo un tono que no desprendía emoción alguna.
-Suéltame- contesto Fabián, zafándose del agarre y continuando con su camino. Salimos hasta la calle y rápidamente nos subimos en el auto de su tía. Lo encendió y sin titubeos arrancó. Pude ver como se le comenzaban a escapar las lágrimas, manteniendo aun su expresión de enojo en su rostro. Su mandíbula seguía tensa y sus ojos estaban perdidos en el vacío, si, su vista seguía prestándole atención al camino, no obstante su mirada dejaba entrever que estaba inmerso en sus pensamientos. Sin saber que hacer le tome de la mano y entrelace nuestros dedos, haciendo presión, intentando así recordarle que estaba con él, que contaba conmigo.
Pasaron varios minutos donde Fabián continuó conduciendo, sin decir palabra, inmerso en su mundo. No quise perturbarlo, solo me dedique a sostenerle la mano, durante todo el trayecto a… bueno, no sabía a donde. Me había subido al auto sin saber ciertamente a donde nos dirigíamos, pero tampoco me importaba. Lo que más me interesaba era estar con Fabián, estar a su lado y poder disfrutar de su cercanía. No me importaba donde, ni siquiera si llegábamos al fin del mundo, no me interesaba, con tal que fuera con él estaría tranquilo. En momentos así, era donde comprobaba que mi cariño hacia él era especial e iba aumentando día con día. Mientras pasaba el tiempo entendía que amaba a Fabián. Por lo que si él quería ir hasta debajo de un puente, hasta allí lo acompañaría.
Pensando en eso fue que logré darme cuenta que estábamos saliendo de la ciudad. Observé por la ventana del auto un cartel que nos informaba que estábamos saliendo de la localidad. Pero eso no hizo que Fabián titubeara por un segundo, ni soltase el acelerador, el solo siguió conduciendo como si nada. Los minutos siguieron transcurriendo y cada vez el silencio calaba en el ambiente como un fiel compañero dentro de aquel auto. Al parecer iba a ser difícil que el moreno dijera algo. Creo que estaba demasiado afectado, sin embargo ¿Para qué estaba yo? Creo que para ayudarlo ¿No? Siendo su novio debía ser el mejor apoyo que él tuviera en momentos difíciles, y quien mejor que la persona con quien tienes más confianza que nadie, para tratar temas personales.
-¿Era tu padre, verdad?- el asintió- ¿desde cuándo no lo ves?- no tenía idea por donde comenzar, solo intentaba decir lo que se me ocurría para hacer que se soltara un poco y drenara todo lo que seguramente lo tenía tan mal.
-Desde hace seis años- contestó seco, sin mirarme aun. En ese momento sentí como el auto dio un giro hacia la derecha. Al enfocar mejor mi vista vi que estábamos entrando en el estacionamiento de lo que parecía ser un conjunto de apartamentos, pero al apreciar mejor el lugar y ver en uno de los carteles la palabra “Hotel”, supe dónde estábamos. Una vez ubicado un puesto libre, estacionó el auto y lo apagó. Dejando en el interior una vez más el silencio que reino durante todo el camino. Quería continuar con mi objetivo de intentar hacer que Fabián me dijera la causa de su actitud, pero cuando iba a pronunciar la primera palabra, el moreno tomo mi mano que en ningún momento lo soltó, me halo hacia el para abrazarme fuertemente y rompió en llanto. Un llanto fuerte, profundo, desgarrador. En un primer instante no supe que hacer, solo me abrace a él lo más fuerte que pude y comencé a sobarle la espalda, intentando así ayudarlo a que drenara todo ese dolor que tenía aprisionado en su pecho- Vino a buscarme- lo escuché decir en un susurro, que de no ser porque su boca estaba a centímetros de mis oídos, no lo fuese escuchado.
-¿Quién?-.
-Mi padre- hablo más fuerte esta vez, intentando controlar sus sollozos- por eso está aquí… me quiere llevar con el… al parecer se enteró de lo nuestro-.
-¿Cómo? ¿No entiendo? ¿A dónde te quiere llevar?- estaba verdaderamente confundido.
-A Estados Unidos, con él- contestó- yo no me quiero ir- dijo enderezándose y para mirarme fijamente a los ojos- no te quiero dejar David, no quiero- pego su frente a la mía, dejando salir cada lagrima con más intensidad.
REBECA
-¿No sabes a donde fueron?- me pregunto Esteban luego de narrarle todo lo ocurrido.
-No lo sé amor. Se fueron sin decir nada- le contesté algo desanimada.
-¿No has intentado llamarlos?-
-No, creo que este momento no es el más indicado para molestarlos. Es mejor dejarlos solos- dije sinceramente. No quería pertúrbalos, sabía que a Fabián le afectaba mucho todo lo que tenía que ver con su padre.
-Rebe ¿Te puedo hacer una pregunta? Y quiero que me digas la verdad- se veía serio.
-Claro, hazla con confianza-
-¿Qué son David y Fabián?- preguntó acercándose un poco más a mí, para ser un poco más discretos con nuestra conversación.
-¿Por qué me haces esa pregunta?-.
-Te la hago porque desde hace varios meses intuyo algo y no sé si me estoy equivocando. Claro, lo que paso hoy avivo mis sospechas… por eso quiero salir de dudas de una vez por todas- me pidió esta vez más insistente.
Suspire por un segundo. Sabía que a mí no me correspondía dar información sobre el tema, pero en vista de lo evidenciada que quedó la situación ¿Qué más daba?- David y Fabián…- hice una pausa, intentando tomar valor para pronunciar las palabras-… son novios- acabe por decir. Pude ver que la expresión de su rostro fue de sorpresa- ¿No vas a decir nada?- le pregunté al ver que se había quedado completamente callado.
-No sé qué decirte, confirmar algo como esto, es… es demasiado sorprendente. Tengo que admitir que por un momento se me paso esa idea por la cabeza, por la actitud que ambos han tenido en estos meses y su repentina cercanía, pero inmediatamente la descarte. Conozco a Fabián y él es… el chico más heterosexual que conozco- contestó aun inmerso en su asombro- No puede ser que sea gay-.
-Gay o no. Se enamoró de David- le dije.
Nuestra conversación no pudo seguir dado que la señora Alicia regresó a la mesa donde estábamos sentados.
-Listo- dijo mientras tomaba asiento- ya logré hacer que se fuera. No sé cómo se atrevió a venir- se le veía molesta- Rebeca en verdad perdóname por nuestra pequeña discusión, te pido mil disculpas, mi intención no era arruinar esta reunión-.
-Tranquila, la entiendo, yo en su lugar haría lo mismo. Además él no fue invitado-.
-Sí, el a veces se auto invita. Pero olvidemos ese episodio- dijo intentado tranquilizarse y dejar la rabia de lado- ¿No sabes a donde se fueron los chicos?-
-No, aun no me he comunicado con ellos. Creo que lo mejor es que estén solos- contesté.
DAVID
Me abracé lo más fuerte que pude. Quería sentir la cercanía de su cuerpo. Quería sentir su presencia en ese momento como ningún otro. No me importaba nada, solo me importaba él. Anhelaba estar así con él por siempre, que esa escena se perpetuara en la eternidad. Poder estar a su lado por el resto de mi vida y que nadie ni nada nos separara.
Sentía sus besos como un placebo a las inquietudes que se arremolinaban en mi mente. Impregnados de pura pasión y deseo. Cada contacto suyo lo guardaba en mi memoria, cada caricia la disfrutaba al máximo, cada palabra la memorizaba. Sus ojos los miraba esculcando con detalle, como si fuese la última vez que lo contemplaría. No sabía que pasaría después de esa noche… lo único que me importaba era disfrutar de nuestra mutua compañía lo más que se pudiese.
Con el pasar de los segundos nuestros besos se fueron tornando cada vez más salvajes, destilando las ansias que teníamos por poseernos. Como si el saber que podríamos ser separados, explorara los deseos más salvaje y primitivos de nuestros subconscientes. Estuvimos besándonos por varios minutos, hasta que literalmente no tuvimos aliento… Mientras que con nuestras manos explorábamos el cuerpo del otro. Era tal mi frenesí en ese momento que de las más violentas de las maneras le despoje de la camisa, reventando varios botones de ella y tirándola a un lado para que no siguiese estorbando.
Cuando su torso estuvo completamente desnudo me lance sobre él y lo hice girar dejándolo completamente tendido en la cama. Comencé a descender con mis besos por su barbilla, llegando hasta su cuello donde saboreé cada centímetro de piel que tenía a mi alcance. Allí pude aspirar el olor embriagante de su colonia, no sé porque pero me encantaba y me calentaba aún más. El por su parte no se quedaba atrás metió sus manos por debajo de mis prendas y comenzó a explorar con sus dedos cada músculo de mi torso que la tela ocultaba. Luego de un rato bajo una mano hasta mi trasero, el cual comenzó a amansar por encima del pantalón, eso me hizo me hizo soltar un leve gemido.
-Me pones a mil…- dijo entre jadeos-… no sabes cuantas noches deseé estar así…- no lo dejé seguir. Volví de nuevo hasta su boca para besarlo salvajemente. Creo que fue la primera vez que le di rienda suelta a mi lengua, la cual no se casaba de jugar con la de él.
En medio de aquellos besos, sentí como su mano desabrocho mi pantalón y se metió con algo de dificultad bajo mi bóxer. Explorando todo aquel terreno prohibido que hasta hace poco nadie había tocado. No pude evitar soltar de nuevo un gemido al sentir sus manos de nuevo en mi trasero. Estaba comenzando a revolverme por tanta excitación acumulada.
-Hoy te necesito más que nunca…- dijo entre mis labios.
-Yo también…- alcancé a decir.
Raudamente logró bajar mis pantalones y mi bóxer, lanzándolos a un lado dejándome desnudo de la cintura para abajo… dándole la libertad para que jugara con mi culo todo lo que quisiese.
Por unos segundos me despegué de el para deshacerme de la camisa que aun tenia puesta, cuando terminé me lance directamente hasta su pecho, comenzando a besar todo lo que estuviese a mi alcance. Primero me dirigí hacia un pezón que lamí e introduje en mi boca, para comenzar a jugar unos segundos con él, luego fui hasta el otro allí me quedé por un poco más de tiempo. Mientras lo hacía desabroché su pantalón y correa. Cuando vi que me había desecho de cualquier obstáculo en la zona fui descendiendo lentamente por sus abdominales. Aspirando el olor tan característico de su piel.
Cuando llegué a su pubis bajé todo estorbo que pudiese existir y sin miramientos me lance sobre aquel miembro completamente erecto que reclamaba atención. En un primer momento solo metí su glande en mi boca jugando animadamente con él. Con mi lengua trataba de estimular lo mejor que pudiese. Era mi segunda mamada, tenía miedo de no hacerlo bien. Pero me tranquilizaron los gemidos y suspiros de Fabián, se veía que disfrutaba tremendamente de mis atenciones.
Con mi lengua comencé a bajar por ese tronco carnoso llegando hasta sus testículos. Primero introduje uno en mi boca, jugando un poco con ese pequeño pedazo de piel que guardaba en su interior ese semen tan preciado. Lo mismo hice con el otro. Estando allí podía percibir ese olor fuerte que me embriagaba. Ese aroma viril me ponía aún más excitado.
Al terminar mi labor con ese par volví a dirigir mis atenciones hasta aquel mástil de 20 centímetros que se alzaba más erguido aun. Dios, apreciarlo más de cerca era todo espectáculo. Lo tome con mis manos y comencé a manosearlo sintiendo lo caliente que estaba y como palpitaba entre mis dedos. Tras el cese del manoseo, me deje de preámbulos y me lacé sobre el introduciéndolo directamente en mi boca, lo que inevitablemente me provocó una tremenda arcada.
-Ve despacio… - me tomó de la mejilla e hizo que lo mirara- mi amigo no es pequeño- asentí con mis ojos en señal de respuesta, sacándolo por unos segundos de mi boca jugando con mi lengua mientras tomaba aire.
Cuando me sentí listo me lance de nuevo sobre el esta vez más despacio y con más calma. Lo introduje hasta donde creí prudente y lo fui sacando despacio. Repetí esa acción varias veces y pude sentir como poco a poco mi garganta se iba relajando, permitiendo el paso cada vez más profundo de aquel pene tan hermoso.
-Como sigas así, me corro…- dijo tomando mi cabeza, luego de unos minutos de disfrute. Me separó tomándome por el cuello y unió nuevamente nuestros labios. Quedándonos así durante varios segundos, besándonos como si se nos fuese mundo en ello.
Tras unos instantes donde nuestras manos se mantuvieron tranquilas y era el frote de nuestros cuerpos el único intercambio de caricias entre ambos, la excitación me invadió y no pude reprimir las palabras.
-Te necesito dentro ahora- dije entre suspiros- necesito que me hagas el amor como nunca-.
Y como si se tratase de un soldado quien cumple fielmente las órdenes de un superior el moreno me dio vuelta dejándome tendido en la cama, fue hasta su pantalón en busca de un pequeño bote de lubricante y volvió con una mirada de deseo y pasión, plasmada en su rostro. Era la primera vez que lo veía así y me encantaba.
Raudamente abrió el diminutos frasco y unto su contenido en su miembro que estaba casi a reventar. Luego se dirigió hasta mi trasero para untar el resto con dos de sus dedos. Primero introdujo uno y tras lograr que mi cavidad anal se adaptara al primer intruso introdujo el segundo. Todo fue tan rápido que apenas me dio tiempo de asimilar lo que ocurría. Creo que nuestro nivel de excitación era tal que nuestras acciones rayaban en lo extremo.
Cuando terminó con el lubricante, lanzo el frasco a uno de los rincones de la habitación y sin miramientos se lanzó sobre mí para besarme salvajemente.
-¿Cómo quieres que te lo haga?- me dijo entre mis labios, con la respiración un poco agitada.
-No quiero que tengas piedad – le respondí mirándolo a los ojos- quiero recordar esta noche por el resto de mi vida-.
Y atendiendo a mis pedidos, dirigió su pene hasta la entrada de mi ano y sin vacilaciones lo introdujo en una primera embestida. El dolor fue insoportable. Tuve que apretar la mandíbula, intentando reprimir algún quejido. Pero el dolor no me interesaba, sabía que pasaría. Solo me concentraba mi atención en que el dolor cesaría y le daría paso al placer.
Fabián al parecer sintió la tensión total de mi cuerpo porque de inmediato detuvo su embestida y no se movió durante varios segundos. Cuando sintió mi esfínter relajarse se atrevió a sacar despacio su pene para volverlo a introducir. En ese instante solté un quejido pero esta vez más leve que el anterior. Y al notar que mi ano ponía menos resistencia, el moreno repitió el procedimiento esta vez con un poco más de fuerza acompañado de un leve gemido. Y así con cada embestida que daba, el dolor aminoraba dándole lugar al placer. En pocos minutos sin apenas darme cuanta estamos inmersos en los gemidos y suspiros que emanaban de nuestras bocas.
Fabián al notar que ya mi dolor se había esfumado dio rienda suelta sus deseos y aceleró sus embestidas a un nivel descomunal, convirtiéndose en un animal en celo, no reprimiéndose en ningún sentido, ni en gemidos, ni en gestos. Besos iban y venían, al igual que las caricias y mordidas como si fuese un perro intentando marcar su territorio. Creo que los gemidos eran tan fuertes que con seguridad alcanzamos a despertar a más de uno en el hotel.
-Siempre… te voy amar David- dijo entre sus embestidas, con un las gotas de sudor corriendo por su frente.
- Y yo a ti… mi amor- le contesté abrazándome a él lo más fuerte que podía.
Con el pasar de los minutos las embestidas y los gemidos iban aumentado, dificultándonos la respiración. Ambos nos encontramos bañados completamente en sudor. Nuestros labios no tenían descanso entre las palabras y besos que impregnaban el momento.
Fije mi vista en los ojos de Fabián, mientras se retorcía de entre tanto placer y sin apartarla por un segundo, sentí como el éxtasi invadió cada centímetro de mi cuerpo, sintiendo cada vez más cerca el momento de la explosión total y sin poderlo retrasar más me corrí con más de cuatro chorros abundante semen, bañando completamente nuestros torsos. Mientras Fabián acrecentaba su velocidad a una velocidad animal hasta explotar y correrse bañando completamente mis entrañas. Al final con la respiración un tanto agitada, unimos nuestras bocas, sellando aquel momento con un beso apasionado, que se prolongó hasta que nuestros parpados se cerraron y caímos en un profundo sueño.
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Una fuerte explosión de sonidos me saco de mi pensamientos, en un principio me asuste, haciendo que me sobresaltara un poco. Pero al enfocar mejor mi oído y prestarle más atención a los distintos sonidos que invadían la habitación, me di cuenta que eran los fuegos artificiales los causantes de ese escándalo.
-Feliz año nuevo, mi amor- escuché a mis espaldas como me susurraba en el oído.
-Feliz año nuevo- le contesté tomándole el brazo con el que estaba rodeándome haciendo que me abrazara más fuerte- Te amo Fabián…- las lágrimas comenzaba a brotar de mis ojos-… te amo - luego de mis palabras pude sentir como se acomodó entre las sabanas para intentar hacer lo que mis manos le pedían, abrazase a mí lo más fuerte que podía.
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Me reacomodé en medio de aquella espaciosa cama queriendo encontrar una posición más cómoda, intentando no perder mi labor. Contemplar a Fabián. ¡Dios! Era tan guapo, y aún más cuando dormía. Ahora es que me daba cuenta de lo tierno que se veía cuando estaba dormido. Nunca me había concentrado en verlo así. No pude evitar sentirme el ser más afortunado del mundo al amanecer junto a aquel chico que le quitaba el aliento a cualquiera; pero sobre todo era una cajita de sorpresas, sin duda alguna mi novio era único. De un momento a otro comenzó a moverse avisándome que se despertaría, sin embargo eso no me hizo apartar la mirada ni por un segundo. Una vez que termino con su especie de convulsión, comenzó a abrir sus ojos, tardando unos segundos en acostumbrase a la luz. Cuando estuvo completamente despierto se giró hacia mí dedicándome una sonrisa.
-¿Qué pasa?- preguntó curioso.
-Nada, solo te veía dormir- le dije sin apartar mi vista de sus ojos. El soltó una leve risa ante mi respuesta.
-¿Y qué tal? ¿Cómo me veo?- me preguntó aun con la sonrisa en sus labios.
-Mmm, aceptable diría yo- contesté a manera de broma.
-¿Aceptable? ¿Solo eso?- fingió estar algo ofendido.
-¿Qué quieres que te diga, si sabes que eres hermoso?- le contesté con esta pregunta mientras posaba mi mano sobre su cabello para acariciarlo.
-No más que tu- dijo- aunque no lo creas tu eres más guapo-.
-Eso solo lo dices porque estás enamorado de mi- respondí.
-No es eso. Pregúntale a cualquiera y dirá lo mismo. David eres bello- masculló mientras me daba un beso- eres mi bello- concluyó mirándome a los ojos. Hubo varios segundos de silencio, donde no hicimos nada más que mirarnos fijamente. Intentando escrutar en la mirada de otro, como si buscáramos cualquier detalle que no hubiésemos visto antes. Así nos quedamos por un largo rato solo mirándonos.
-¿Qué vas hacer?- pregunté tímidamente rompiendo el silencio.
-Lo estuve pensando toda la noche y…- pausó- creo que la mejor solución no es huir- bajó un poco la mirada.
-Eso significa que…-
-Eso significa que aunque no lo quiera me iré con mi padre- al escuchar aquello mi semblante cambió por completo, de algún modo sentía que escuchar esas palabras era como si me estuviesen dando la noticia del fallecimiento de un familiar muy querido. No sé porque pero el hecho de pensar que podíamos huir muy lejos de allí, me había sembrado la esperanza de que seguiríamos juntos. Que podríamos amarnos sin que nada ni nadie nos lo impidieran. De modo que escuchar que se rendía así, sin dar la pelea, me sorprendía y me acongojaba.
-Fabián, por favor no me dejes, no te quiero perder- me lance sobre él y lo abrace- Tú eres la persona que más me ha demostrado cariño en la vida, no te vayas-.
FABIAN
Escucharlo decir eso me partía el corazón. Oírlo suplicar que me quedara me desarmaba por completo. Pero no tenía opción. Si, era cierto, podía huir. Podía escapar de todo aquello con tan solo subirme al auto y fijar un rumbo desconocido sin decirle a nadie a dónde íbamos. Sin embargo esa no era la solución. Toda nuestra vida estaba en la ciudad donde nacimos, crecimos y vivíamos, no era tan fácil irse así como así. No estábamos preparados. No podíamos dejarnos llevar por un arrebato de adolescentes. Pues seamos sinceros, no éramos más que principiantes en la vida. Una vida que es cruel y que te prueba a cada momento. Nada conseguiríamos con irnos a explorar un mundo del cual no sabíamos nada. Además de los problemas y las dificultades no se les huye, se les da la cara, y yo estaba dispuesto a darle la cara a cada uno de mis problemas.
-David no me digas eso por favor- luchaba por no llorar al igual que él- porque no tendré el valor de irme- le di un beso en la frente- Escúchame, nada vamos a conseguir con huir. No arreglaremos nada. Nuestra vida está allá. Tu futuro esta con tus padres, en el colegio, con tus compañeros, con Rebeca, no en un destino incierto del que probablemente regresemos derrotados, ya que, no tenemos experiencia suficiente como para decidir valernos por nosotros mismos, aun dependemos de la personas que nos criaron, no somos adultos-.
-Pero… no quiero que me dejes solo- podía ver como las lágrimas corrían por sus mejillas, siendo en vano todos sus anteriores intentos por reprimir el llanto.
-David, no estarás solo. Yo siempre estaré aquí- le toque el pecho- siempre te acompañare. Además no tengo planeado irme por mucho tiempo… cuando encuentre la manera de hacer entrar en razón a mi padre y le deje en claro el error que está cometiendo, regresaré. Y si eso no es suficiente, creo que tendré poner en práctica mis viejos hábitos de adolescente mal criado. Así que no te preocupes, esta despedida es solo por unos pocos meses.
-¿Y si nada de eso funciona?- me preguntó con una mirada de preocupación y miedo.
-Bueno en caso de ser así, tendré que esperar a que cumpla la mayoría de edad para independizarme. Dentro de dos semanas cumplo 17, así que técnicamente estaríamos hablando de un año-.
-¡¿Un año?!-
-Sí, eso sería en caso de que mi padre no diera su brazo a torcer- le contesté- pero no pienses en el tiempo. Piensa que después de ese año, podremos ser libres, podremos amarnos sin restricciones- intenté que mis palabras fueran las mejores posibles. Procurando en todo sentido ocultar el dolor, el miedo y la desesperación que me invadían. En ese momento debía ser fuerte.
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Apliqué un poco más de fuerza de lo usual para lograr cerrar la cremallera de la última maleta. Fue casi una hazaña de otro mundo el meter mi ropa dentro de esas tres maletas. Cuando terminé con mi labor, ya no faltaba más nada. Todo estaba listo. Solo quedaba ir hasta el aeropuerto. Al parecer el plan de mi padre había salido a la perfección. Me iría con él.
Bajé las escaleras y allí estaban ellos dos. Las dos personas que más quería, mi tía Alicia y David. Me estaban esperando. David tomó una de mis maletas con una de sus manos y con la otra, tomo mi mano que se encontraba libre y entrelazo nuestros dedos.
-¿Nos vamos?- me preguntó, intentando esbozar una sonrisa. Yo asentí con la cabeza.
Mientras mi tía arrancaba el auto, no pude evitar evocar cada recuerdo vivido; que se encontraban guardados en mi mente. Escenas de cuando mi madre estaba viva, momentos de diversión con mi hermano, conversaciones con mi tía, pero sobre todo la gran historia que había vivido con mi novio, eso era lo que más me afectaba. Dejar a la persona que más amaba en este mundo. Dejar al ser que me conocía más que a mí mismo y que podía hacer que mi corazón de detuviese y se acelerara al mismo tiempo. No sé si estaré siendo demasiado dramático pero así me sentía. Mis sentimientos de amor tenían tanta intensidad que la profundidad del dolor que sentía en esos instantes no tenían descripción que el idioma castellano alcanzase a hacer. En pocas palabras me sentía destrozado… pero no derrotado. Estaba seguro de que regresaría. No sabía cuándo pero lo haría y cuando ese día llegara no dudaría ni por un segundo en luchar por todo lo que quería y por quienes quería, y no titubearía al momento de decirle al mundo quien era el dueño de mi corazón. Pero por ahora debía conformarme solo con esa esperanza.
-Tu padre ya está allá- me informo mi tía, quien mantenía su vista en la carretera. No dije nada. Sinceramente no me interesaba. Si no llegaba nunca, mejor para mí. El que fuera el ser que me dio la vida no me impedía sentir un profundo rencor hacia él. Lo odiaba por estar causándome un sufrimiento tan fuerte. Mismo rencor que no me permitió acercarme en esa última semana. Durante los últimos días había tratado de evitarlo por todos los medios. Intentaba estar lo menos posible en la casa, y si por mala suerte en una de sus frecuentes visitas ocurría cuando estaba en la casa, me quedaba encerrado en mi habitación, así el exigiera verme. La única manera en que me comunicaba con él era a través de mi tía Alicia, quien se convirtió en una especie de intermediaria entre ambos.
El viaje al aeropuerto fue corto. En menos de quince minutos ya estábamos en la puerta de entrada. Mi tía y David fueron los que me ayudaron con el equipaje. Ambos caminaban junto a mí, intentando alagar lo más posible cada paso, tratando de alguna manera prolongar nuestra mutua compañía. Una vez registradas las maletas y comprobado que no contenían nada sospechosos continuamos hacia la puerta donde abordaría. Sintiendo cada vez más cerca el momento de la tan dura despedida. Antes de llegar, lo vi a lo lejos. Se encontraba en la fila. Al parecer ya estaban comenzando a abordar.
-Ahora sí, creo que ya llego el momento… del adiós- dijo David.
-No es un adiós- le respondí mientras extendía mi mano para posarla sobre su mejilla- es un hasta luego- y sin miramientos le di un fuerte beso, allí frente a todos- recuerda… que regresare- ya mis ojos; al igual que los de él, se encontraban empapados de lágrimas- pero antes de irme quiero que me prometas algo-.
-¿Qué?- me preguntó en un susurro intentando articular palabra en medio de sus leves sollozos.
-Quiero que me prometas que no te vas a derrumbar después que yo me vaya. Que vas intentar ser feliz, y…- me estaba costando decir aquello pero debía hacerlo-… que no te limites a vivir experiencias con otros chicos-.
-¿Cómo me pides eso?-
-David, no te quiero encadenar a mi recuerdo. No quiero que te limites en vivir la vida, quiero que sigas con tu vida normal. Además, si nuestro amor es verdadero, superara cualquier obstáculo, hasta el de la distancia y del tiempo ¿Me lo prometes?- no hubo respuesta de su parte- David- lo llamé tomándole del mentón haciendo que me viera- ¿Me lo prometes?- terminó asintiendo levemente como respuesta. Le di un último beso, el más profundo que pude. Un beso con todas las ganas, un beso donde nos demostrábamos lo tanto que nos queríamos, un beso inolvidable- No olvides que te amo-.
Luego de despedirme de mi novio, me voltee hacia mi tía- Gracias por todo- le dije lanzándome sobre ella para darle un abrazo- eres mi segunda madre- Podía escuchar como ya estaba comenzando a llorar- te quiero tía-.
-Yo también te quiero Fabián- dijo mientras nos separábamos. Me dio un beso en la frente y luego de eso, inicié el tan dolorosa caminar hasta la puerta de abordaje. De alguna extraña manera sentía que con cada paso que daba y más cerca estaba, el dolor en mi pecho se acrecentaba. ¡Dios! Como me dolía dejarlos, pero este no sería el final. Les prometo que volveré…