Destinados. Capítulo 17: Un inoportuno regreso

Y allí estaba luego seis años, regresando al país donde había crecido...

Hola a todos… Antes que nada mil disculpas por la tardanza, tenía planeado publicar antes pero por factores ajenos a mí y el poco tiempo que me deja la universidad se me hizo prácticamente imposible, pero prometo hacer todo que este a mi alcance por no hacerlos esperar mucho…. Bueno, con respecto al capítulo… la historia entra en un punto decisivo, una posibilidad sale a la luz, la cual podría cambiar considerablemente el rumbo de la historia… Espero sus comentarios y valoraciones tanto por aquí como por email, no saben cuán importante es…

Derek W. Johnson

Destinados. Capítulo 17: Un inoportuno regreso

MAURICIO

Suspiré intentando acomodar mi maleta una vez más. No entendía como es que la cremallera estuviese dañada. No era cualquier maleta. Era de buena calidad. Por eso la había comprado. Algo me decía que el causante de aquella calamidad era algún trabajador curioso que quiso probar su suerte con mi equipaje. Ya tendría tiempo de quejarme ante la aerolínea. Ahora no estaba de humor para eso. Después de cinco horas de viaje lo único que quería era llegar por fin a mi destino.

Terminé de acomodar como pude la cremallera y dirigí mis pasos hasta la salida. Inmediatamente luego de atravesar aquellas puertas de cristal pude sentir la luz del sol tocar mi  rostro, al igual que la brisa me daba la bienvenida. Llevaba bastante tiempo sin volver. O mejor dio nunca había vuelto, ya que desde que me fui, no tuve la oportunidad de regresar a este país. Desde que me volví a casar siempre quise dejar todo atrás, mis recuerdos, mi pasado y todo lo que me atara al sufrimiento. Mi objetivo siempre había sido hacer borrón y cuenta nueva, y por suerte lo había logrado. Se podría decir que en cierto sentido mi vida había retomado su rumbo; por así decirlo, y se había vuelto a llamar vida. No como lo que se había convertido mi existencia luego de perder a la madre de mis hijos. Fue un golpe bastante desbastador. Más de una vez pensé en suicidarme e irme con ella. Pensaba que era la mejor solución a mis problemas, a mi sufrimiento. Pero no lo hice por mis hijos, ellos son la razón de mi existir. Ellos son los que me motivan cada día y es por ellos porque intento superarme en el campo profesional. Mi objetivo es labrarles un buen futuro a ambos.

Pero no todo ha sido color de rosas. Luego de casarme con Diana la relación con mis hijos cambió, corrijo, mi relación con Fabián cambio radicalmente. Su actitud para conmigo paso a ser la más pedante que pudiese existir. No me hablaba, me ignoraba y siempre me dedicó una mirada de odio. Se convirtió un niño encaprichado luego de mi segundo matrimonio. No digo que saltara de alegría cuando se enteró de mi relación con Diana, sin embargo esperaba de su parte un poco más de madurez de la que me había demostrado. Ni siquiera Ernesto tomo esa actitud tan infantil.

En aquel entonces atribuí todo aquello a la adolescencia por la cual estaba comenzado a pasar Fabián y decidí que por el bien de nuestra relación era mejor darle su espacio, mientras asimilaba todo y sanaba cada una de sus heridas. Así que decidí dejarlo con Alicia por un periodo de tiempo mientras su estado emocional mejorase. No obstante ese periodo de tiempo se prolongó más de lo esperado. ¿Por qué razón? Quizás por orgullo de los dos, por esperar a que alguien diera el primer paso o por resentimiento de su parte… el punto es que ninguno de los dos se atrevió a cooperar para hacer posible un acercamiento.

Y allí estaba luego seis años, regresando al país donde había crecido y había vivido prácticamente toda mi vida.

Cuando logre salir hasta la entrada del aeropuerto, busqué con la mirada algún taxi y me monté en el primero que vi. Fue un tanto engorroso subir las maletas. Eran demasiadas, pero necesarias para el tiempo que planeaba quedarme. Por suerte no fue imposible lograr meter todo mi equipaje. Tras terminar y acomodarme en el asiento del copiloto le di la dirección al chofer y emprendimos el camino.

En esos momentos no puede evitar sentir un sinfín de sensaciones. Pues ese día luego de tantos años volvería a ver a mi hijo. ¿Cómo se vería en persona? Solo lo había visto en fotos que me mandaba periódicamente Alicia. ¿Estaría de mi estatura? ¿Seguía con su mal humor? Bueno ya tendría tiempo para averiguarlo. Quizás para muchos le puede parecer inhumano el hecho de no tener contacto con un hijo por más de seis años, pero quien estuviese en mis zapatos me entendería. No es fácil ser padre. Mi intención nunca fue alejarme de él, al contrario quería acercarme a él lo más que pudiera, pero primero quise darle su espacio para que analizara y comprendiera un poco más la situación. Sin embargo ese tiempo se alargó con el pasar de los meses y cada vez se hizo menos posible mi regreso, ¿Por qué? por mis compromisos de trabajo. Ya que desde que llegue a Estados Unidos trabajé como una mula para darle a mis hijos lo que se merecían. Pero lamentablemente esa acción causó consecuencias irremediables ¿Cuáles? El no ver a mi hijo durante gran parte de mi adolescencia y descuidar su crianza al desaparecer como figura paterna. Tal vez esa sea una causa de que este encaminado por ese camino errado. Quizás mi ejemplo le hizo falta. No sé si algún día me llagara a perdonar, porque ni yo mismo me perdono. Sin embargo aún estaba a tiempo de remendar mis errores. Aun tenía oportunidad de sacar a mi hijo de los malos caminos y convertirlo en alguien normal.

Mientras pensaba en aquello no pude evitar pensar en aquel mensaje tan perturbador que había recibido ya hacía varias semanas.

<< Señor Mauricio Cascante, ante todo reciba un cordial saludo de parte de Arturo García, un viejo amigo y la persona que escribe este mensaje. Lo que me ha motivado a escribir estas breves palabras ha sido una situación en la que nuestros hijos están inmersos. Una situación que sería motivo de preocupación para cualquier padre interesado en la correcta crianza de su hijo. La homosexualidad, un término que debió haber seguido perteneciendo a las enfermedades mentales, porque en si eso es, una enfermedad, en la cual lamentablemente nuestros hijos están inmersos. Y movido por mi preocupación me atrevo a hacerle esta llamada de auxilio, donde confió que usted me ayude a hacerles comprender que lo que están haciendo está mal, que el jugar a ser novios es una aberración y que eso va en contra de la naturaleza. Sé que este no es el mejor medio para tratar temas tan delicados como este, pero fue el único que considere más discreto. Así que esperando a que se comunique conmigo apenas lea este mensaje, me despido esperanzado de su ayuda…>>

Ese mensaje que nunca fue respondido lo leí semanas después de haber sido enviado, ya que durante los últimos meses bajó la frecuencia con la que usaba mi correo personal, pasando a usar como único medio de comunicación electrónica el de la empresa. Fue por mera coincidencia que descubrí ese mensaje: una noche desesperado por encontrar un documento de vital importancia decidí abrir mi correo personal con la esperanza de encontrar algún indio en él y sin esperarlo me topé con aquellas palabras. En primera instancia me extraño el nombre del remitente. Pues Arturo García era una persona con quien no había cruzados palabras que no fuese estrictamente de negocios. Quizás lo único en común que teníamos, era que nuestros hijos estudiaban juntos. Sin embargo por alguna extraña razón di aquel texto como cierto, intentando apagar toda señal de duda de mi razonamiento, pues esas oraciones parecían ser las de un padre desesperado por su hijo. ¿Y quién no lo estaría al enterarse de una noticia como esa? varios minutos en asimilar todo y sin poderlo evitar las lágrimas me hicieron compañía esa noche. Lloré como nunca. Ese llanto me recordó el día del sepelio de Bárbara, la madre de mis hijos. Sentía que había fallado. Que me había quedado grande el título de padre. Que no supe llevar la responsabilidad de encauzar por el buen camino a mi hijo. Me sentía destruido, pero no derrotado. Aun había esperanzas. Todavía había oportunidad de solucionarlo todo, y para eso había vuelto. Para remediar lo que fuese necesario.

*<<<

Con algo de ayuda del chofer bajé mis maletas de taxi, quedando frente a aquella residencia que visité unas contadas ocasiones. Como pude distribuí mi equipaje entre mis manos para caminar hasta la puerta. Debo decir que me pareció una hazaña olímpica dado que eran tres maletas y un bolso de mano los que me acompañaban, sumando a mi maletín de cuero. Tuve devolverme para buscar la última, me fue imposible llevármelas todas, la primera vez. Y allí estaba, en frente de aquel pedazo de madera, con la incertidumbre de compañera, preguntándome si había hecho bien en venir sin avisar. ¿Era lo correcto? Pues sí, debía serlo. Ya que ¿Qué iba hacer? ¿Quedarme de brazos cruzados después de enterarme que mi hijo se estaba convirtiendo en un desviado? ¡No! Definitivamente no tenía planeado hacerlo. Así que espante todo rastro de arrepentimiento de mí y dirigí mi mano hasta el interruptor del timbre. Escuchando como inmediatamente después del tan familiar sonido, unos pasos se comenzaron a acercar hasta la puerta.

Cuando esta se abrió ante mi parecía aquella mujer tan regia, quien había sido la responsable de cuidar a mi hijo durante los últimos años- ¡¿Mauricio?!- expresó sorprendida por mi presencia- ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste?- pregunto con una clara expresión de desconcierto en su rostro.

-En este mismo instante ¿No lo ves?- y sin hacernos esperar ambos saltamos sobre el otro para darnos un fuerte abrazo.

-Tanto tiempo sin vernos- masculló en medio de nuestra expresión de afecto.

-Seis años para ser exactos- contesté.

-¿Porque no avisaste que venias?-preguntó mientras se separaba.

-Quería que fuera una sorpresa. Además me fue difícil encontrar un boleto para estas fechas que pensé que no podría viajar, por suerte a última hora pude encontrar uno para el 29 diciembre. Mi plan original era viajar antes de navidad, pero peor es nada- dije con una sonrisa de oreja a oreja en mi boca. Estaba demasiado emocionado. El hecho de saber que volvería a ver a mi hijo, me estaba haciendo víctima de innumerables sentimientos.

-Si, es cierto. Pero pasa- se corrió para darme paso- estás en tu casa-.

Le hice caso y caminé hasta el interior de aquella casa. Topándome en el interior con  la misma decoración a blanco y negro de la sala de estar. La cual aún seguía dando una sensación de elegancia al ambiente. Claro, había algunas cosas nuevas, pero en esencia seguía siendo lo mismo. Dejé todo mi equipaje a un lado de la puerta y me senté en uno de los sofás. Observando como Alicia iba hasta la cocina, para luego de un par de minutos volver con dos vasos de rebosante café entre sus manos. Me tendió una de las tazas y tras tomarla se sentó frente a mí. Dio un pequeño sorbo y luego de unos segundos comenzó hablar.

-Ahora Mauricio, se sinceró y dime la verdadera razón por la que has venido- dijo Alicia con la mirada fija en mis ojos. Era demasiado inteligente. Sabía que no se tragaría mi historia- pues no esperes que crea que luego de seis años de no preocuparte por ver a tu hijo, de la noche a la mañana quieras pasar una navidad con él  - me había descubierto. Nunca la podía engañar- así que dime cual es la verdadera razón de tu  viaje-.

Está bien, si quería la verdad se la diría. No me andaría con rodeos- Vine hasta aquí para llevarme a Fabián-.

NARISSA

Intenté inhalar todo el aire que pude. Aún mantenía la esperanza de que si lo hacía podría lograr mi objetivo. Abrochar mi pantalón. Llevaba más de quince minutos en aquel proceso y por más que lo intentaba no alcanzaba a abrocharlo. Y no era con ese pantalón nada más, sino con casi toda mi ropa. Eso lo comprobé el día de navidad cuando no pude abrochar uno de mis vestidos, el cual lo había comprado un par de tallas más grande. Esa noche por más que intente, no alcance a cerrar la cremallera, y sin más remedio tuve que ponerme un pantalón y una blusa un tanto holgada; lo que logró salvarme de los comentarios de “estas gorda” “deberías hacer dieta”, no tenía humor para todas esas idioteces. Además no sería el centro de las críticas esa noche. No pasaría por esa humillación. Por suerte la velada a la cual fuimos invitados paso sin mucha novedad, y pude pasar desapercibida. Claro estaba que mi suerte o mejor dicho mi figura no durarían intacta por mucho, y en ese mismo momento lo estaba comprobando.

Gruñí frustrada. ¿Cómo había engordado tanto? Ah claro, estaba embarazada. Ash, como no me cuide esa estúpida noche con Cristian. Como fui tan estúpida de tener relaciones sin por lo menos usar un condón o tomarme la “pastilla de emergencia” ¿Cómo fui tan descuidada? Sin embargo ya no estaba para lamentaciones, lo hecho, hecho estaba. Ahora me tocaba asumir mi problema. Pero no sabía cómo, estaba sola… bueno, no sola, tenía el apoyo de Cristian quien en los últimos días se había preocupado por mí y me había acompañado a las consultas. Su actitud me estaba sorprendiendo enormemente, haciéndome considerar cada vez su propuesta de criar al ser que crecía en mi vientre, juntos. Pero no era tan fácil. Dejarlo entrar en mi vida significaba compromiso de mi parte, significaba que tendría que esforzarme por comprenderlo y tratar de devolverle el cariño que recibía, y muchas cosas más, que mi corazón no estaba listo para dar. Aún estaba dolida e intentaba sanar las mis heridas emocionales. Así que inmersa en ese dilema no sabía que decisión tomar o cómo actuar, no tenía idea que hacer.

En un arrebato, me quite el pantalón y lo lance a un rincón. No me amargaría la tarde. Me dirigí de nuevo al closet y busque un vestido que siempre usaba cuando iba para la playa y sin dudarlo me lo puse. <>, me dije mentalmente. Me termine de arreglar para emprender mi camino hasta el consultorio de mi padre. Hoy era mi consulta de rutina. La cual odiaba. Muchos pensaran que tener un padre dentista es maravilloso, ya que no gastas dinero en tus dientes, pero no. Es una completa calamidad, un padre que se dedica a cualquier tipo de ciencias médicas, es algo paranoico con lo que respecta al cuidado de sus hijos (o por lo menos esa era la impresión que tenía) y el mío no era la excepción. Desde que tengo memoria mi padre no me permite comer dulces exceso o cualquier alimento que según el deteriore los dientes más rápido o me haga vulnerable a alguna patología bucal o algo por el estilo. Y ni se diga con el número de veces que me tengo que cepillar al día. Tengo que hacerlo como mínimo cinco veces o por lo menos hacérselo creer ya que de no ser así su sermón con respecto a la importancia de la higiene bucal se extiende por más de media hora. Puede ser un tanto estresante vivir con él, sin embargo igual lo quiero. Y es por ese cariño que le tengo que el miedo había sido mi compañero durante los últimos meses. No sabía de lo que sería capaz de hacer si se enteraba de mi embarazo.

En un principio no me importó, pues mi plan original era afrontar todo con Santiago, quien me hacía querer seguir adelante. Pero al no estar él, el panorama era distinto, era más sombrío. Y de eso fui consciente en todo este tiempo. Sabía que cuando mi padre se enterara de mi estado, formaría todo un alboroto y era capaz de echarme de la casa o hacerme abortar, todo con tal mantener la estúpida de idea de no manchar la imagen de la familia. Él era un hombre que se preocupaba mucho por el “¿qué dirán?”, eso era lo único que me decepcionaba de él. Su extremada preocupación por mantener apariencias. Deje todos esos pensamientos a un lado y me decidí a salir de una vez por todas.

*<<<

Entre un tanto cautelosa a la acogedora sala de espera. No quería toparme con la recepcionista. Hablaba demasiado. Y en ese momento lo menos que necesitaba era una voz chillona que me informara de cada detalle de la vida de gente que ni conocía. Tenía demasiadas cosas en mi cabeza. Pasé cautelosamente por el escritorio que por suerte se encontraba vacío y me escabullí hasta uno de los sillones. Donde me senté poniendo frete a mí una revista, así evitaría que se diera cuenta que había llegado. Y si se daba cuenta, seguramente con lo distraída que era lo haría cuando estuviese a punto de entrar.

Enfoque mi vista en el pedazo de papel que tenía enfrente comprobando que había tomado una revista de farándula. Me perdí de inmediato en el contenido de cada artículo, no tenía nada más productivo que hacer. Además así la espera no se me haría tan tediosa. Después de todo era el último paciente acaba de entrar y por lo que no tenía que esperar demasiado. Muchos pensaran que al ser la hija del dentista sería la primera en ser atendida, pues se equivocan. Siempre he sido a la última a la que mi padre atiende ¿Por qué razón? Mi padre considera que es una verdadera falta de respeto para el paciente quien está esperando por largo tiempo, que yo por ser familiar del médico, tenga privilegios. A veces era demasiado correcto. Eso me estresa un poco. Así que siempre tuve que acostumbrarme a ser la última en ser atendida.

En medio de ese debate mental estaba cuando escuché a alguien llamándome- Hola- dijo el rubio haciendo un gesto con su mano mientras sonreía. Suspiré profundo dejando la revista de lado al ver que se trataba de él. No sabía porque pero ese chico me cayó mal desde el primer día que lo vi.

-Hola- respondí con una sonrisa hipócrita en mi rostro, esperando que esa fuera nuestra única interacción de la tarde. Pero me equivoqué.

-Veo que vienes a consulta ¿O me equivoco?- dijo tratando de sacar un tema de conversación. ¿Por qué no me dejaba en paz? ¿No se daba cuenta que quería estar sola?

-Si- respondí haciendo todo mi esfuerzo por ocultar mi estado de ánimo- ¿Y tú?- pregunté intentando mostrar interés, para no quedar como mal educada.

-Vengo a una consulta igual que tú, una muela me ha estado doliendo. No la aguanto- contesto Axel.

Ambos nos quedamos en silencio por un rato. Apenas nos conocíamos ¿Qué tema de conversación podríamos tener? no obstante al no tener nada productivo que hacer en ese momento, fui yo la que rompió el silencio. Además después de todo no era tan insoportable.

-¿Estas estudiando?-pregunté de un momento a otro.

-No. Aun no me he inscrito en ninguna universidad. Los problemas con mis padres no me lo han permitido. Desde que se enteraron de que soy gay me echaron de la casa y retiraron todo su apoyo económico, por lo que he tenido que aprender a ser independiente, así que no me ha dado tiempo de proyectar la idea de estudiar. Además no me apasiona mucho. No soy de esos. Me gusta disfrutar la vida sin preocupaciones, el aquí, el ahora. Preocuparse por el futuro es perder un valioso tiempo-.

-Por eso trabajas en vez de estudiar-.

-Velo en este sentido ¿Para qué se estudia? Bueno para encontrar un empleo y ganar dinero- dijo mientras gesticulaba con sus manos- yo ya me salte el primer pasó y ya estoy ganando dinero en este momento-.

Me reí levemente por su comentario. No sé por qué pero de alguna extraña manera lo entendía- ¿Aun sigues trabajando aquí?-.

-Si- me respondió- y debo decirte que ha sido uno de los mejores trabajos que he tenido. Tu padre paga bien como para ser un simple ayudante de este consultorio-.

-Él no tiene miramientos cuando de dinero se trata- le contesté. Era cierto, mi padre no se preocupaba demasiado por el dinero, claro, si tenía sus precauciones, pero no era tacaño. Al contrario era muy generoso con mi madre y conmigo, y al parecer lo era también con sus trabajadores- ¿Y que tal vas con las fiestas?- Pregunté sin tener más de que hablar.

-Mmm, he estado un poco apagado en ese sentido. Desde la fiesta en la casa de tu amiga Laura no he salido mucho. Una que otra reunión pero nada grande como aquella noche-.

-Me sorprendes. Yo hacía más aventurado a la acción…-.

-Bueno, tampoco es que soy un santo. Solo es que a veces no me apetece salir mucho. Estoy acostumbrado a siempre lo mismo, sexo, bebidas, excesos, que… a veces me aburro y me alejo por un tiempo- dijo- ¿Y qué tal la parejita de aquella noche? ¿Aún siguen juntos?-.

-¿De quienes hablas?-.

  • De quien va a ser, de los protagonistas de la escenita de celos-.

-Ah, ellos- dije intentado ocultar mi malestar ante el tema- ellos no eran nada, ni lo son- le informé.

-¿No? Pues por la forma en que se comportó ese chico ¿Cómo se llama?-.

-Santiago…- dije.

-Bueno la manera en que reacciono Santiago es la de alguien celoso-.

-Sí, ni me lo recuerdes. Fue tan patético- solté con algo de rabia en mi voz.

-Ni tanto, ya desearía yo tener alguien que me defendiera así- dijo más para sí mismo, que por otra cosa.

-¿Por qué lo hiciste?-.

-¿Qué, intentar drogarlo?- asentí- No sé- se encogió de hombros- Es que ese chico, David creo que se llamaba, estaba tan bueno que no pude contener mis impulsos y busque la solución más fácil para llevarlo a la cama. Pero todo se me desbarato-.

En ese momento escuchamos a mi padre llamar al siguiente paciente. Y al ser los últimos decidimos entrar juntos.

DAVID

Terminé de sentarme en la silla y me dispuse a desayunar. Aun no estaba despierto del todo, si fuese por mí me hubiese quedado en la cama, pero el hambre que tenía era más fuerte que mi voluntad por seguir durmiendo. Últimamente dormía hasta altas horas de la mañana (algo inusual en mí), la causa: había tomado el hábito de quedarme hablando con Fabián hasta altas horas de la madrugada. Entablábamos conversaciones de cualquier tipo de temas, desde los más serios hasta los más estúpidos, por decirlo así. Eso me ayudaba a liberarme un poco de la tensión existente en mi casa. Pues si bien era cierto que ya no tenía restricciones, debía ser discreto ¿Por qué? Pues era necesario evitar cualquier tipo de problemas por el estado tan delicado que se encontraba mi padre. Que por suerte iba mejorando día con día, sin embargo eso no le quitaba gravedad al asunto. Según el médico, debíamos evitar cualquier tipo de preocupación emocional a la que pudiese estar expuesto mi padre. En pocas palabras debíamos mantenerlo en una burbuja donde nada lo perturbase, ya que eso contribuiría enormemente en su recuperación. Y eso lo entendió perfectamente mi madre. Quien trato por todos los medios no darle protagonismo a mis salidas o a la noche de navidad que no dormí en casa, en el fondo sabía que lo normal de su parte seria darme uno de sus descomunales sermones, pero se contuvo, y aún más con mi padre presente en la casa.

En cierto modo la entendía. Entendía que quería evitar por todos los medios que mi padre se enterara de mis andadas, no obstante eso no me limitaría. El hecho de que supiese que mi reciente libertad era causada por el deliberado descuido de mi madre, no me haría arrepentirme de nada, ni privarme de estar con Fabián. Él era mi único escape a toda esa situación.

Por otro lado mi padre se mantenía al margen de todo, no preguntaba sobre mí, no le prestaba atención a mí ya preocupante distanciamiento… evitaba todo lo posible estar cerca de él. Si, era cierto… estuvo a punto de morir, pero eso no me convertiría en un hipócrita. No es que lo hubiese dejado de querer, porque él es y siempre será mi padre y siempre lo querré. Sin embargo el hecho de estar en una situación como esa no me obligaría a decir ni a tomar un comportamiento de afecto hacia el cual no sentiría sincero. No le diría, <> cuando en verdad esas palabras no eran honestas de mi parte. Estaba muy herido aun.

Dejé todos esos pensamientos de lado. Era demasiado temprano como para complicarme con ese tipo de pensamientos. Por lo que me apure en desayunar. Una vez terminé me dispuse a ir hasta mi cuarto. Mire mi celular,  tenía dos llamadas perdidas de Fabián seguidas de un mensaje.

<>

No pude evitar sonreír. No sé porque pero que se dirigiera a mí con ese tipo adjetivos hacia que me ruborizara un poco. Inmediatamente le respondí.

<>

No tardo ni treinta segundos en contestar.

<< Me parece una excelente idea. Que tienes en mente…>>

A ciencia cierta no tenía nada planeado, solo quería salir de mi casa y pasar otro día junto a él.

<>

*<<<

Suspiré una vez más intentado no dormirme. Estaba tan cómodo así con él, que se me estaba haciendo difícil el mantenerme despierto. No es por exagerar pero siempre que estaba con él me sentía tranquilo, en paz, seguro.  Fabián tenía ese efecto en mí. Hacía que todos mis temores e inseguridades se esfumaran. Estábamos recostados en el pasto bajo un gran árbol del parque central, en una posición en donde mantenía mi espalda recostada en su pecho, como de cucharita. Habíamos decidido ir hasta allí luego de almorzar en un restaurante cercano, donde nos deleitamos con una comida exquisita. Lo tomaría en cuenta la próxima vez que saliera a almorzar fuera de casa.

-¿Cómo sigue tu padre?- preguntó Fabián debajo de mí. Pude sentir como su pecho vibraba cuando hablaba.

-Recuperándose -dije con algo de desgano.

-¿Cómo van las cosas con él?- volvió a preguntar.

-No sabría decirte- contesté- en estos días que ha estado en casa, no le he dirigido la palabra. Es más, no me he acercado hasta su habitación. Prefiero evitar alterarlo con mi presencia-.

-Lo sé… te entiendo, pero debes intentar acercarte a él. A pesar de todo sigue siendo tu padre…-

-Un padre que desprecia a su hijo…- lo interrumpí.

-Si pero padre al fin. Un padre nunca se reemplaza, un padre es único en la vida. Sé que es difícil olvidar todo lo que te hizo, porque debo confesarte que el sufrimiento que te provoco no lo hace un padre, sin embargo debes intentar dejar todo tu rencor a un lado y por lo menos hacer una tregua con él-.

-Él es muy testarudo-dije. Mi padre pude ser un hombre ejemplar y todo eso, pero a la hora de hacerlo entender algo con lo que no está de acuerdo es un completo testarudo. Tiene una visión tan cerrada y anticuada del mundo, que es prácticamente imposible hacerlo cambiar de parecer con respecto a mi condición.

-Sí, pero velo de esta manera-contestó- algún día tu padre no estará aquí, pues es seguro que en algún momento de la vida partiremos. Y cuando ese momento llegue no valdrán arrepentimientos ni lamentaciones, valdrá lo que pudiste hacer cuando él estaba vivo. De modo que debes aprovechar el tiempo. ¿Y si no cambia de parecer? Pues no importa, por lo menos tendrás la satisfacción de que lo intentaste-.

-Tienes razón. Pero no es tan fácil-

-Nadie dijo que es fácil, pero es lo mejor que puedes hacer-.

*<<<

Fabián se ofreció a llevarme hasta mi casa, cuando nos percatamos que se estaba haciendo de noche. En un principio me negué porque quería evitar dejar en evidencia con quien había estado, sin embargo su preocupación por saber que llegué bien hasta mi casa pudo más que mis negativas. Al final me termino llevando, pero con la condición que me dejara a una cuadra de mi casa y así fue. Me despedí de el con un profundo beso, para luego bajarme y empezar a caminar hasta mi casa.

Cuando entre en las paredes que se suponían eran mi dulce morada, me topé con unas voces conocidas. Y sin poder esperar, fui hasta la cocina sitio de dónde venían aquellas voces.

-¡David!- exclamo Rebeca al verme entrar por la puerta- amigo mío cuanto tiempo- expresó mientras la abrazaba- estos últimos días te has perdido completamente-.

-No exageres que la última vez que te vi fue hace no más de una semana- dije fingiéndome ofendido con su comentario- además tu tampoco te has reportado. Te he llamado varias veces y no respondes-.

-Disculpa pero estos últimos días he estado ocupada-.

-No te expliques pues se perfectamente con quien has estado tan ocupada- ella no pudo evitar reír-Hola señora Lorena ¿Cómo ha estado?- dije esta vez saludando a la madre de Rebeca.

-Hola David, estoy bien, gracias- contestó la señora.

-David- me llamo mi madre- Lorena y Rebeca se quedaran a cenar ¿Puedes ir hasta el supermercado que está a varias cuadras de aquí y comprar algunas cosas?-.

-Claro, dame el dinero, voy con Rebeca- cuando me dio el dinero, le hice un gesto a Rebeca para que saliéramos inmediatamente me acompaño obediente. El trayecto de mi casa hasta el supermercado no era largo, de modo que no tuvimos problema en caminar.

-Entonces… cuéntame, que ha sido de tu vida estos últimos días. ¿Has visto a Fabián?- comenzó a curiosear mientras caminábamos.

-Lo veo a diario- contesté.

-Por lo visto no has perdido el tiempo- dijo en tono de burla.

-No- me detuve en un semáforo- y lo aprovechare al máximo, ahora que me di cuenta que lo quiero no voy a dejar que nadie me separe de él, ni siquiera mi padre-.

-Me sorprende oírte decir eso- la escuche mientras apurábamos el paso para pasar la calle.

-¿Por qué lo dices?- pregunté ya menos apurado.

-Porque hace apenas tres meses, no podías ver a Fabián ni en pintura y ahora mírate, completamente enamorado- solté una pequeña sonrisa recordando todos mis dramas cuando Fabián comenzaba a conquistarme- al parecer ese chico sabe utilizar sus encantos-.

-¡Y que encantos!- dije en un suspiró. Allí no aguanto mas y se hecho a reír a carcajadas.

-No te rías que tú te encuentras en la misma posición. Además aprovechando que saque el tema ¿Cómo van las cosas con el rubio? ¿No ha intentado pasarse de listo?-.

-Para nada- respondió negando con su cabeza- se ha comportado como todo un caballero-.

-Bueno…ojala siga así- comenté.

-¿Y Fabián?-

-Mmm, bueno ha llegado hasta donde yo se lo he permitido- contesté acelerando mi paso y dejándola atrás.

-¿Cómo no entiendo?-dijo apurando para alcanzarme- ¿Fabián y tu hicieron..?- asentí- ¡¿Fabián y tú se acostaron?!-

-Sshh… baja la voz- le dije deteniéndola.

-Perdóname pero me dejaste sin palabras-.

-Con palabras o no, sigamos caminado que ya nos falta poco- le tomé del brazo y la hice andar junto a mí.

-Tienes que contarme todo- dijo a mi lado.

-Eso lo pensare luego de que cenemos- sabía que eso la enfurecía. No le gustaba que la dejaran con la curiosidad.

MAURICIO

Marque una vez más aquel número. Sabía que no era el momento más apropiado para llamar, estábamos en vísperas de año nuevo. Pero necesitaba saber cómo evolucionaban mis trámites.

-Buenas noches ¿James?- dije apenas escuche que contestaron al otro lado de la línea.

-Sí, dígame-.

-Es Mauricio Cascante- me presenté al darme cuenta claramente que no reconocía mi voz.

-¡Oh! Mauricio ¿Cómo estás? Disculpa por no reconocerte pero no tenía grabado ese número, que creo que es de otro país ¿O me equivoco?-

-Estoy bien, gracias por preocuparte amigo y no, no te equivocas. Estoy fuera del país. Vine a buscar a mi hijo, que ciertamente es la causa de mi llamada. ¿Cómo siguen las cosas?-.

-Van bien dentro de lo que cabe. Sin embargo ya el resto del trámite no queda en mis manos. Ahora lo que queda es esperar.-

-¿Crees que me lo podré llevar en los primeros días de enero? Pues debo volver pronto-.

-No lo sé, creo que es posible. Solo queda esperar. Los trámites con inmigración son impredecibles, siempre están a la busca de cualquier inconsistencia para negarte tu petición. Claro ese no es tu caso, porque me encargue de que no existiesen ese tipo de inconvenientes en tus documentos. Así que no sabría decirte. Solo es cuestión de esperar. Además ya te ahorraste bastante tramite conmigo porque ¿Dónde vas a encontrar a otro amigo que trabaje en inmigración?-.

-Sí, eso es cierto. Y te lo agradezco. Sin ti no sé qué hubiese hecho-.

-Tampoco es para tanto. Pero ya tendrás tiempo para retribuírmelo- dijo riéndose un poco a manera de broma- Ahora te debo dejar, porque si no mi mujer me mata. Le prometí que en estos días no respondería llamadas del trabajo-.

-Ve tranquilo- le dije y colgó.

James me había servido de mucha ayuda en todo mi papeleo para poder llevarme a Fabián a Estados Unidos. Gracias a él, el trámite se había agilizado un poco. Pero de igual forma tardó varios meses en dar frutos. Esa fue otra de las razones por las que tuve que demorar mi viaje. Dado que no le veía sentido en viajar cuando no podría llevarme conmigo a mi hijo. Por eso había esperado. Y ahora que todo estaba prácticamente listo, la espera había concluido.

FABIAN

Terminé de escribir el mensaje y lo mande. Ya era costumbre en mí. Todos los días sin falta le mandaba un mensaje a mi novio deseándole buenas noches. Suspiré… cuanto lo quería. Deje el celular en la mesa de noche y me dispuse a levantarme para quitarme la ropa y meterme entre las sabanas. Estaba demasiado cansado. No porque me hubiese esforzado enormemente ese día. Ese no era el tipo cansancio del que era víctima. En realidad era un cansancio acumulado. Llevaba tantos días desvelándome que ya la falta de sueño estaba comenzaba a hacer estragos en mí. Sin duda alguna necesitaba un sueño reparador y la única forma de conseguirlo era acostándome temprano y eso estaba dispuesto a hacer cuando sentí unos pasos en la puerta.

-¿Se puede?- preguntó mi tía asomando su cabeza en la entrada del cuarto.

-Claro tía pasa- contesté haciéndole un gesto para que entrara- ¿Qué sucede?-.

Pareció pensar mi pregunta por unos segundos y luego de un considerable tiempo donde creo que se infundo de valor me contestó- Tu padre regresó-.

En un primer instante me pareció haber escuchado mal. No podía ser. Mi padre nunca venía en navidad, o mejor dicho jamás venia. A él nunca le importo abandonarme. Le daba lo mismo mi existencia. Así que no era posible que hubiese regresado ¿Para qué? Si yo no le interesaba. La única conexión que existía entre nosotros era su manutención hacia mí, la cual solo duraría hasta mi mayoría de edad. Del resto mi padre y yo éramos unos completos desconocidos- ¿Qué?- pregunte manteniendo la esperanza de que lo que creía haber oído era una equivocación de su parte o una mala percepción de mi sentido auditivo.

-Como lo oíste, tu padre regreso. Esta aquí- volvió a decir manteniendo la misma seriedad en su voz.

-¿Y cómo lo sabes, acaso lo viste?-.

-Sí, vino ayer hasta aquí. Y…- no pudo seguir. Parecía no estar segura de lo que decía.

-¿Y… que?- Le incite a que continuara.

-Y no creo que te agrade la razón de su regreso-.

-¿Por qué no me debería agradar?- pregunté al no poder entender lo que me quería decir. La razón de su regreso no me importaba, ya el simple hecho de que estuviese en el país me molestaba.

-Porque…- hiso una pausa- vino para llevarte con él. Vino a buscarte Fabián-.