Destinados. Capítulo 16: Nuestra primera vez

...nuestras miradas se cruzaron y desde ese instante, fueron solamente nuestros ojos el único medio de comunicación. No hacían falta palabras. Nuestras miradas eran el perfecto espejo hacia los sentimientos que en ese momento salían a flote...

Hola a todos, aquí estoy de nuevo con otra entrega… Antes que nada quiero decirles que este capítulo es muy especial, está un tanto cargado de sentimientos, es hasta el momento mi favorito… Le dediqué mucho tiempo. Trabajé porque la cada escena; en especial la de sexo quedara lo mejor posible… En el conoceremos un poco de otro personaje que se integrara a la trama en capítulos posteriores. Espero sus comentarios y valoraciones tanto por aquí como por email, son de gran ayuda para evolucionar como escritor y mejorar la historia Sin más que acotar, disfruten del relato…

Derek W. Johnson

Destinados. Capítulo 16: Nuestra primera vez

Los días pasaron, y sin esperarlo llego el día de navidad. Una fecha muy especial para muchos pues es época de compartir en familia. Pero todo aquello me traía dolorosos recuerdos. Para mí navidad era uno de los días más triste del año. Sin embargo esa navidad quería que fuese distinta.

Mi tía había comprado todo para una cena en familia, de modo que la mañana y parte de la tarde se la pasó metida en la cocina. Esa sería la primera vez desde que vivía con ella que celebraríamos navidad. En el pasado ese día era como otro más. Nunca nos preocupábamos por comprar un árbol o siquiera decorar la casa, siempre nos acostábamos más temprano de lo normal o veíamos cualquier película, pero este año fue diferente, ya que, entre los dos habíamos elegido el árbol y decorado la casa tan solo tres días atrás; quizás no con adornos estrambóticos, pero si con el mas grade de los cariños. Todo parecía indicar que ese año sería diferente, no solo por lo motivado que estaba, sino también porque ese sería la primera navidad que compartiría junto a mi novio y esa idea me emocionaba. Lo había invitado a la cena y había aceptado.

Según supe en los días posteriores al infarto del señor Alberto, este se recuperaba satisfactoriamente. Había despertado y cada vez se encontraba más lúcido. Pero aún debía mantenerse en el hospital para descartar cualquier peligro, por lo que esa noche de navidad la pasaría internado en el recinto médico. Todo ello lo había sabido por boca del mismo David, era con quien tenía contacto cada tarde que iba a visitarlo, ya que nunca consideró prudente que en el estado tan frágil que estaba su madre, esta me viera. Así que siempre nos veíamos en el cafetín o en las afueras del hospital.

Dejé a un lado mis pensamientos y me concentre en terminar el nudo de corbata con el que llevaba luchando más de media hora. Por más que intentaba no me salía, era lo único que me faltaba para estar listo.

-Fabián- me llamó mi tía mientras entraba en mi habitación- se te está haciendo tarde, van a ser las nueve ¿No vas a ir por David?- me terminó preguntando mientras se paraba a mi lado.

-Sí, ya voy. Lo que pasa es que por más que intento no alcanzo a terminar este nudo- dije aun forcejeando con el pedazo de tela.

-Ven, te ayudo- me di media vuelta. Tomó la corbata entre sus manos e hizo unos pocos movimiento- listo- dijo.

Me volteé para verme en el espejo- ¿cómo haces?-.

-Años de práctica- contestó.

-Gracias tía- le di un fuerte abrazo.

-De nada Fabián, pero dejémonos de tonterías y ve a buscar a David, que te debe estar esperando-.

-Es cierto- dije mientras me dirigía hasta la puerta- ¿Me prestas tu auto?- pregunté antes de salir.

-Fabián, aun no tienes licencia-.

-Si tía lo sé, pero tampoco soy un niño, el mes que entra cumplo 17. Además así no me tardaré tanto esperando a un taxi-.

-Está bien- terminó cediendo. Entregándome las llaves.

Bajé lo más rápido que pude. Una vez afuera me subí al auto y comencé a conducir en dirección a la urbanización de David, mientras lo hacía no pude evitar sonreír al recordar todo lo que había pasado en estos últimos tres meses. Había cambiado tanto que ni yo mismo me reconocía. Ahora era más educado, más buena persona, más sincero y hasta había descubierto que podía ser romántico. Todo gracias a David. Estar con él hacía que mis ganas de ser mejor persona fuesen mayor, por lo que día con día intentaba mejorar como persona y no seguir siendo un patán. Quería estar a su atura. Él se merecía a alguien digno de él y yo quería ser ese alguien. Inmerso en esa lluvia de pensamientos, llegue a mi destino.

Estacioné frente a la casa de mi novio y mandé un mensaje avisándole que estaba afuera. No tuve que esperar mucho. Alrededor de cinco minutos después de mi mensaje, ya estaba saliendo por la puerta. Al verlo mi corazón dio un salto de emoción. Dios, que guapo se veía. Llevaba puesta una camisa blanca con un chaleco manga larga de color beige claro, el cual estaba arremangado hasta un poco más abajo de los codos. Y ni habar del pantalón negro que usaba, lo llevaba algo ajustado, lo suficiente como para poder apreciar aquellas piernas que se notaban fuertes. Y es que no hay que negar que el chico se había esforzado por moldear lo mejor posible su cuerpo.

Se subió al auto dedicándome una sonrisa- ¿Cómo estas…?- no lo deje terminar. No pude evitar lanzarme sobre el para juntar nuestros labios. Verlo así vestido me estaba calentando. Su primera reacción al sentir el contacto fue de sorpresa pero con el pasar de los segundos se fue integrando al beso, el cual se prolongó hasta que no pudimos seguir por la falta de aire.

-¿A… que… se debe esto?- preguntó con sus labios a tan solo centímetros de los míos.

-Estas demasiado sexy… no me pude resistir- soltó un leve risa ante mi respuesta.

-Tú también te vez sexy con ese esmoquin- dijo con una sonrisa en sus labios a los cuales le di un último beso antes de reincorporarme en mi asiento y encender el auto de nuevo- ¿Y qué tienes planeado para esta noche?- preguntó con una cara de curiosidad.

-Bueno, es una sorpresa… por eso te dije que iba a ser especial- me puse el cinturón- ahora solo preocúpate por la cena que es a donde vamos en este momento. Ya después veremos- dije arrancando el auto en dirección a mi casa. Esa noche quería que fuera especial y disfrutarla al máximo. Sería una de las pocas ocasiones en donde tendría la oportunidad de compartir con el como pareja, sin preocupaciones por que nos viesen o limitaciones de horarios de llegada. Esa noche seriamos él y yo, claro primero cenaríamos con mi tía y compartiríamos un rato con ella, sin embargo después tenía planeado pasar un momento muy especial con él; para el cual me había mentalizado e informado lo suficiente, donde seriamos solo nosotros dos. Por ese motivo estaba algo nervioso y ansioso, pues mi plan dependía de una respuesta afirmativa de mi novio. Dentro de mí mantenía la esperanza de que esa respuesta fuese afirmativa, pero no podía evitar dudar… había la posibilidad de que David se ofendiese y se enojara conmigo. Pero ya no me echaría para atrás, me arriesgaría.

La cena fue muy emotiva. Antes de comenzar hicimos un brindis, agradeciendo por todo lo bueno que nos había pasado en ese año y por tener a oportunidad de compartir ese momento.

-Quiero brindar por ti Fabián. Pues sé que si mi hermana estuviera viva estaría orgullosa de ti- mi tía no pudo evitar soltar lágrima tras decir esas palabras tan emotivas.

En respuesta alcé mi copa. Y tras dar el primer sorbo comencé a hablar- Yo quiero brindar por nosotros, que estamos hoy aquí. No tengo las palabras para expresar la inmensa alegría que me da que, después de tantos años celebremos esta noche en familia tía- pause- al igual que mi vocabulario se queda corto para decir la felicidad que siento de estar contigo- esta vez mire a David, este me dedico una sonrisa un tanto emotiva- gracias por aparecer en mi vida- puse la copa en la mesa y la lleve hasta su mano entrelazando nuestros dedos.

Luego de ese momento tan emotivo, nos dispusimos a degustar los platos que eran cortesía de la chef de la noche; mi tía Alicia. Para ser sinceros estaban muy buenos. Al parecer mi tía había hecho bien su trabajo de investigación, igual que debió haber seguido correctamente los concejos de mi difunta abuela, porque esos platos estaban exquisitos. No recordaba haber probado una comida tan deliciosa hecha por ella.

-Te luciste con la comida tía- le dije mientras culminaba con mi último bocado.

-Gracias- dijo un poco ruborizada- No es nada del otro mundo, es una vieja receta que me enseño mi madre, solo le agregue algunas cosas que vi por internet pero no es nada del otro mundo-.

-Pues para mí lo es- intervino David- y que mi madre me perdone pero este plato esta exquisito- comento limpiándose la boca con la servilleta. No pudimos evitar soltar una leve risa ante el comentario.

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Luego le la cena le di rienda suelta a la segunda fase de mi plan, que dependía del permiso de mi tía para usar el auto, quien tras titubear varias veces terminó cediendo, con la condición de que le dijera a donde tenía planeado ir por lo que tuve que contarle mis propósitos. Por suerte no vio nada de malo con lo que intentaba hacer y acabó dándome las llaves del auto.

-¿Me vas a llevar a casa?- preguntó David al verme bajar las escaleras con las llaves en la mano.

-No- conteste, acercándome a él, tomando un pañuelo que reposaba en una de las mesas de la sala de estar-¿Recuerdas que te dije que esa noche seria especial?-asintió- pues ahora comienza mi sorpresa y para ello necesito que te pongas esto- levante el pañuelo ante sus ojos- pero antes quiero saber hasta dónde estás dispuesto a llegar conmigo-.

Hubo un instante de silencio en donde temí su respuesta. ¿Y si decía que no? ¿Si se ofendía? Si sucedía eso todo mi esfuerzo se vería frustrado. Pero respire tranquilo al oírlo hablar-Estoy dispuesto a llegar hasta donde tu estés dispuesto a ir- me respondió dándome un breve beso en los labios. Con eso me bastaba. Saber que confiaba en mí era lo que necesitaba para terminar de enfundarme de valor.

Tome el pañuelo haciendo una tira lo suficientemente gruesa como para taparle los ojos, donde termine colocándola, la amarre y una vez estuve seguro de que David no podía ver nada, lo hice caminar hasta el auto. Tras subirme, emprendí el camino que nos llevaría a la hacienda que seguía siendo propiedad de mi padre. Sería el lugar perfecto. Esa misma mañana había ido al sitio dejando todo listo para la noche, al igual que me cercioré de que estaríamos completamente solos, no me bastaba con lo que me dijo mi tía. Quería confirmar que en realidad el señor que trabajaba como vigilante de aquellas tierras pasaría navidad con su familia. Por suerte fue así.

Cuando estuve frente a aquel portón metálico me baje para abrirlo. Mientras lo hacía no pude evitar ver el cielo estrellado que ofrecía aquella noche. Era hermoso apreciar como las estrellas adornaban el cielo. Jamás había podido apreciar que las estrellas brillaran de tal manera como lo hacían esa noche. Al igual que la luna. Se encontraba completamente llena, funcionaba como el más potente de los faroles iluminando el paisaje enormemente. Y el azul profundo del cielo daba pie a que te perdieran en él, como si buscaras una respuesta en la inmensidad del universo. Suspiré extasiado por ver aquello... Al estacionar en la entrada de la casa ayudé a bajar a David, quien hasta ese momento no había vuelto hablar.

-¿Dónde estamos?-.

-Mmm, en un lugar que ya conoces, ya verás no comas ansias-.Lo tome de la mano haciéndolo caminar junto a mí.

-Fabián, ¡estas temblando!- dijo a unos pocos pasos de la puerta que daba entrada a la pequeña vivienda.

-¿Si?- respondí en un tono de voz que denotara despreocupación. Pero se me hizo muy difícil, mis nervios se acrecentaban cada vez más- debe ser el frio- terminé diciendo. Al parecer tomo por cierta mi respuesta, porque no replicó. Pero en realidad no era el frio, eran los nervios los que me tenían así. Para mí todo aquello era nuevo. Nunca me imaginé siquiera afrentarme a una situación así, y al estar en ese momento a punto de vivirla era inevitable tener miedo, estar nervioso o siquiera dudar por un momento, no obstante mi amor podía más que mis titubeos.

Cuando estuvimos adentro, dirigí nuestros pasos por el pasillo que daba a la habitación principal. Con cada paso que daba, podía sentir mi corazón más cerca de mi garganta y mis manos sudar cada vez más, no lo podía evitar. A tan solo un par de pasos de la puerta me detuve.

-Antes de seguir, quiero pregúntate algo-dije intentando articular bien las palabras para que no fuese evidente mi estado de nerviosismo.

-Adelante, hazla-

-¿Quieres estar conmigo?- acabé preguntando. No sé porque lo hice pero cerré mis ojos luego de mi pregunta. Temía la respuesta, ya que mi pregunta había sido directa, dejando de lado cualquier posible malinterpretación. Pero necesitaba hacerla quería estar cien por ciento seguro de lo que estaba haciendo. Necesitaba su completa aprobación.

-Sí, quiero estar contigo en todos los sentidos- respondió. No pude evitar sonreír sintiéndome privilegiado de ser el primero.

DAVID

No tenía duda alguna. Quería estar con Fabián. Quería que el fuera el primero y eso era seguro. Nunca me había sentido tan seguro como en ese momento de mi respuesta. Estaba completamente seguro que quería que mi primera vez fuese con Fabián, mi novio y el hombre que amaba. Quien se había desvivido por demostrarme su amor día con día, y aún seguía haciéndolo.

Después de mi respuesta, pude sentir como me acariciaban sus manos a ambos lados de mi rostro y lentamente deslizaban había abajo, la tela que cubría mis ojos, los cuales al estar completamente descubiertos se toparon con la mirada de aquel moreno, que trasmitía una satisfacción indescriptible. Lo veía, podía ver como sus ojos trasmitían una alegría y un amor que me erizaban la piel.

-Te amo tanto- dijo juntando nuestras frentes; sin dejar de acariciar mi rostro. Al estar así, podía sentir su respiración nerviosa. Podía sentir el calor de su piel. Podía sentir el deseo en el ambiente. Era evidente que los dos queríamos que aquello ocurriera, lo necesitábamos.

Fabián lentamente acerco sus labios a los míos. Comenzando con un leve rose, adentrándose más mientras avanzaba con el acto. En un principio el beso fue lento, suave, tierno. Pero con el transcurrir de los segundos ese beso se impregno del deseo, de la excitación y la pasión que emanaban nuestros cuerpos. Apareciendo nuestras lenguas como principales combatientes. Ambas se saludaron y dieron la bienvenida a lo que sería un largo rato de convivencia. Adentrándose en la cavidad bucal ajena, buscando alguna oportunidad de dominar el terreno. Sin embargo ninguna se dio el lujo de tirar la toalla y siguió luchando, manteniendo el eterno afán de llevar el control de la situación. Inmerso en este mar de sensaciones encontramos la manera de abrir la puerta de aquella habitación y sin apuro alguno entramos dentro de esas cuatro paredes.

Al estar dentro Fabián se separó por un breve momento de mi- esta es mi sorpresa- dijo mientras señalaba a mis espaladas. Al voltearme, quede literalmente sin palabras. No podía creer lo que mis ojos veían. No sé si me encontraba en un sueño extraño del cual no había caído en cuenta que estaba, y que en cualquier momento me despertaría lamentándome de que todo había sido producto de mi imaginación, ya que, todo aquello era demasiado maravilloso para ser verdad. No me lo podía creer.

-Es hermoso- dije contemplando aquella escena. En medio de la habitación se encontraba la cama totalmente cubiertas por pétalos de rosas. Estos formaban un corazón con nuestras iniciales dentro de el: “D y F”. Mientras que en los alrededores se encontraban adornados con un conjunto de velas, que eran la única fuente iluminación del sitio. No pude evitar sonreír. Si bien había soñado con situaciones como esa, jamás me esperé que se hiciese realidad y menos aun viniendo de Fabián.

-Sé que no te gustan las flores y que no es lo más original pero… fue lo más romántico que se me ocurrió-.

-Fabián… ¡Esto es perfecto!- contesté aún con la sonrisa en mi boca.

-Esto no es nada comparado con lo que quisiera darte- contestó abrazándome por detrás, posando sus labios en mi oído para luego comenzar a morder mi lóbulo. No pude evitar suspirar frente aquel contacto. En ese instante una corriente eléctrica se apoderó de mi espina dorsal, haciendo que tirara mi cabeza hacia atrás y cerraba mis ojos, intentando disfrutar más de la sensación de que me estaba produciendo aquel jugueteo. Luego comenzó a bajar dirigiéndose hasta mi cuello, allí se detuvo para besar la piel que se encontraba a su alcance. En esa misma posición comenzó sacarme el chaleco, aprovechando el instante para acariciar todo mi torso por encima de la tela, y todo lo que estuviese a su alcance. Cuando culminó, pude ver como lanzó la prenda al primer rincón que vio.

Sin poderme aguantar me volteé de golpe interrumpiendo el breve deleite que tenía con mi cuello. No me podía aguantar más. Necesitaba besarlo. Me tire sobre el como un ex presidiario se lanza hacia su libertad, y en el primer momento que nuestros labios hicieron contacto no dude en fundirme junto a ellos. No sé porque pero sentía que aquella boca era mi tranquilizante más eficiente. Aquel contacto lograba ponerme en un estado de tranquilidad y paz, donde no importaba nada sino la continuidad del movimiento que ejecutaban nuestras bocas. Era tan maravilloso que aun todavía era víctima de las sensaciones del primer beso. Definitivamente nunca me aburriría de todo aquello.

Inmerso aun en el movimiento de nuestros labios, Fabián comenzó a desabotonar mi camisa, acariciando cada centímetro de piel que se escondía bajo la tela. Concentrándose en mis abdominales, de los cuales no aparto sus manos sino hasta después de un buen rato. Por mi parte no perdí el tiempo, aproveché para deshacerme del saco, la corbata, la camisa y todo lo que me apartara de aquel torso que tanto me hacía suspirar. No sé dónde fueron a parar todas esas prendas, solo recuerdo haberlas visto volar hacia un extremo de la habitación.

Ya con nuestros torsos completamente descubiertos. Nuestra degustación fue más sencilla aun. Fabián no dudo en tirarse sobre mi abdomen, besando y acariciando cada extremo de piel que tenía a su disposición. Lentamente subió hasta mis pectorales; como si intentase reconocer con sus labios cada relieve que poseía esa parte de mi cuerpo. Al llegar hasta ellos, no vaciló en lamer el primer pezón, haciéndome soltar un leve gemido, y tras culminar continuó con su tarea con el segundo. Y de la misma forma tranquila y paciente con la que subió fue descendiendo hasta toparse con el inicio de mi pantalón. Estando allí puso sus manos a la obra, y como si de un experto se tratase desabrocho el cinturón con una velocidad que nunca había visto, por lo que al no tener más obstáculos que el botón, bajo mi pantalón, dejando entrever a través de a tela del bóxer, la tremenda erección que tenía. Sin esperarme a que terminara de quitármelos me lancé sobre su pantalón, intentando repartir su misma hazaña, pero mis dedos fueron menos expertos, por lo que tuve que tener un poco de su ayuda para lograr mi objetivo. Y cuando no existía nada que sujetara el pantalón a su cintura, no vacile en bajarlo junto con su bóxer, dejando salir aquel miembro de más o menos 20 centímetros. En primera instancia me sorprendí ante la dimensión de aquel pedazo de carne, pero eso no fue impedimento para que me lo llevara a la boca de un solo golpe, lo que me provoco una arcada.

-Con calma…- escuché susurrar a Fabián, quien mantenía sus ojos cerrados intentando reprimir sus primeros gemidos-…no te desesperes- esta vez abrió sus ojos para mirarme.

Siguiendo su concejo, retrocedí y comencé de nuevo, iniciando esta vez con el glande con el que juguete y succione un poco. Luego poco a poco introduje el resto del pene en mi boca, hasta que sentí venir la segunda arcada. Señal clara de que debía retroceder. Luego de un par de segundos, comencé con un lento vaivén, sintiendo como cada vez más aquel pedazo de carne llegaba más profundo en mi garganta. En ese momento no tenía idea de cómo lo estaba haciendo, dada mi inexperiencia temía que a Fabián no le gustara y terminara arruinando el momento, sin embargo los gemidos de Fabián aumentaban al incrementarle la velocidad a mi mamada, y estos me decían que en verdad le estaba gustando por lo que pude respirar tranquilo.

De un momento a otro Fabián interrumpió mi labor y me separó completamente de él. En un primer momento me sorprendió ¿Qué había hecho mal? ¿Será que en verdad no le había gustado y hasta ahora fingió todo para no hacerme sentir mal? Respiré tranquilo cuando lo vi lanzarse sobre mi bóxer y bajándolo de un solo golpe, dejando libre a mi pene que se alzó como un mástil en medio de su cara. Sin pensarlo dos veces lo introdujo en su boca, provocándome un suspiro de placer. ¡Dios! que bien se sentía. Comenzó con un lento sube y baja, el cual provocó un sinfín de sensaciones que jamás experimente, obligándome a morder mis labios para no hacer notar los gemidos que me provocaba. En un instante donde mi pene quedo fuera, Fabián aprovecho para jugar con el como si de un helado se tratase, lamiéndolo desde la base hasta la punta; concentrándose allí, dando leves lametazos como si así obtuviese una porción de mi miembro. Sin poderlo evitar solté un par de gemidos muy sonoros, ante tanto placer provocado por la primera mamada de mi vida.

Una vez culminada la labor en mi entrepierna. Fabián comenzó a subir con sus besos lentamente por mi abdomen, pasando por mis pectorales y cuello, finalizando en mis labios, los cuales se los comió como un dulce que llevaba tiempo sin probar. En medio de todo eso, nuestros penes se saludaron, siendo el segundo estrechón que se daban desde que se conocieron. Solté otro gemido de placer al sentir ese contacto. No sé en qué instante nuestros pantalones dejaron de ser obstáculo.

Lentamente fuimos caminando hasta la cama, hasta quedar completamente acostados en ella, continuando con nuestro beso. Yo fui el primero en ser recibido por las sabanas y los pétalos, quedando completamente atrapado bajo el cuerpo de Fabián. El cual se separó por un momento- Estas seguro… de que quieres continuar- dijo con sus labios a poca distancia de mi boca. Asentí en señal de respuesta.

Pude ver como separaba y se dirigía hasta la mesita puesta a uno de los extremos de la cama. Abrió una de las gavetas y saco un pequeño frasco. Lo abrió raudamente y se embarro los dedos con la crema que estaba dentro. Para luego esparcir lo que parecía ser lubricante a lo largo de todo su pene. Después de terminar se volvió a posicionar como antes, alzo una de mis piernas posándola en uno de sus hombros para así poderse dirigir hasta la entrada de mi trasero. Buscó una posición con la que se encontraba cómodo y tras encontrarla llevo su mano libre hasta mi cara, avisándome con un gesto que comenzaría. Volví a asentir en señal de que continuará y lentamente comenzó a introducir el primer dedo. De inmediato una punzada hizo que mi espada se curvara. Cerré mis ojos intentando respirar lo más profundo posible, buscando hacer más llevadero el dolor que me estaba invadiendo. Tras varios minutos Fabián introdujo el segundo, provocándome un segunda punzada de dolor aún más fuerte que la anterior. De un momento a otro comenzó hacer especies de giros, buscando que mi cavidad se dilatara, puesto que se encontraba demasiado estrecha y tras culminar con este movimiento pensé que había terminado, sin embargo me había equivocado, ya que sin previo aviso Fabián introdujo un tercer dedo, haciéndome imposible reprimir un sonoro quejido. Pude ver la preocupación en sus ojos, que me preguntaban si continuar o no. A los cuales respondí con un gesto que indicaba que siguiera. Así que tuve que aguantar sin reclamo alguno todo el dolor que sentía. Intenté llevar a mi mente recuerdos bonitos o pensar en algo que me distrajera, en canciones, en series de televisión, en autos… en cualquier cosa que me ayudara a mi mente a volar. Por suerte esa táctica funciono porque por los segundos siguientes pude concentrarme en mis pensamientos y no en el dolor de mi trasero.

Suspire de alivio cuando Fabián retiró sus dedos. Pero paradójicamente no sé porque inmediatamente después mis nervios se agudizaron y por alguna extraña razón comencé a temblar y respirar entrecortadamente. Sintiendo como el miedo se apoderaba de mi cuerpo de pies a cabeza. Al percatarse de esto Fabián llevo de nuevo su mano a mi cara y me dedicó una mirada que intentaba trasmitirme seguridad.

-Tranquilo, no te voy hacer daño. Recuerda que te quiero- dijo dándome un breve beso y posando su frente contra la mía. Posicionando su miembro en la entrada de mi ano. Poco a poco y en un movimiento que no tenía prisa alguna introdujo la cabeza. Puedo jurar que sentía que me partía en dos por el dolor causando en ese momento. Y sin miramientos algunos solté un fuerte quejido que dejaba claro que aquello me estaba causando bastante sufrimiento; sufrimiento que confiaba que paulatinamente se convirtiera en placer.

Di gracias al cielo porque Fabián se detuvo por un momento sabiendo que necesitaba que mi ano se acostumbrara a su pene. Eso me permitió tomar aire nuevamente. Cuando creyó conveniente seguir introduciendo, Fabián retomó su labor. Allí no pude aguantar más y solté el quejido más sonoro que había hecho hasta el momento. Era demasiado. No podía aguantar tanto dolor. Era como si mil cuchillos me atravesaran cada vez que Fabián insertaba su pene hacia mi interior. Eso no lo soportaría. No estaba preparado para tanto dolor. Quizás era mejor parar todo y dejarlo para después, o no se… tal vez intentarlo cuando si estuviese debidamente preparado, y no fuese un niño ingenuo que intentaba jugar a ser el profesional del sexo- Sácalo… por favor- le rogué abrazándome a él lo más fuerte que podía intentando reprimir las lágrimas que se asomaban bajo mis parpados. Pude sentir como todos sus músculos se tensaron y se quedó completamente inmóvil por varios segundos. Lo sentía si se había molestado pero aquello era más de lo que podía soportar, era demasiado insoportable.

Creí que haría lo que le estaba pidiendo pero en vez de eso, me abrazo fuertemente; de la misma manera en que yo lo estaba abrazando y me hablo mirándome fijamente- Tranquilo amor, el dolor pasará- su mirada me trasmitía confianza y me daba a entender que no me dañaría pues me quería. Dude por un segundo si confiar en él. ¡Era demasiado dolor! Pero al notar como mi dolor se iba apaciguando a medida que pasaban los segundos, creí en sus palabras y deje que continuara. Fabián se mantuvo estático por un rato, esperando a que mi malestar pasara. Cuando considero prudente seguir, saco su pene lentamente para luego volverlo a insertar esta vez el más profundo que pudo. Acción acompañada con un profundo gemido de su parte. Luego de esa primera envestida le siguió una segunda y una tercera, cada una más rápida que la anterior. De esa manera continuo hasta que el dolor que aún me quedaba se convirtiera en solo placer. Un placer que me volvía loco y me impedía reprimir todas las sensaciones que sentía. Así que fue imposible callar a mi boca ante tantas sensaciones.

A medida que avanzaba el tiempo aquel cuarto se impregnaba cada vez mas de nuestros suspiros y gemidos, cada vez más fuertes. Los besos no se hicieron esperar durante ese momento donde nuestros cuerpos se hicieron uno solo. Fue allí, donde nuestros labios se unieron como nunca lo habían hecho, amoldándose perfectamente a sus compañeros de una manera casi perfecta. Del mismo modo los susurros y palabras iban y venían, los que dejaban en claro que aquello era más que solo sexo. Era amor en su más cruda esencia.

-Te amo… como no tienes ideas- escuché a decir a Fabián en medio de sus envestidas.

-Yo tamb..- no pude terminar la frase porque en ese mismo instante el chico tomo mi pene para comenzar a pajearlo. Pero él sabía lo que diría. Puedo jurar que sentía que moriría de tanto placer en ese preciso momento. Era demasiado. Todo mi cuerpo se estremecía, al punto de que comencé a revolver como un desquiciado por tantas sensaciones de las que era víctima. ¡Dios! Aquello era único, indescriptible. Ninguna de las palabras, ni oraciones existentes alcanzaban a describir la perfección de aquel momento.

Hubo un intervalo de tiempo donde nuestras miradas se cruzaron y desde ese instante, fueron solamente nuestros ojos el único medio de comunicación. No hacían falta palabras. Nuestras miradas eran el perfecto espejo hacia los sentimientos que en ese momento salían a flote y se expresaban en la más pura prueba de amor. Ya luego de un rato, sentí que mi placer llegó al punto más alto y comencé a sentir unos espasmos. Mis gemidos se intensificaron de una manera brutal. Acompañados por los de mi novio, el cual hacía eco los ruidos tan ensordecedores que causaba mi boca. Y sin poderlo retrasar me corrí con cinco chorros de abundante semen encima del abdomen de Fabián y del mío. Segundos más tarde pude sentir como Fabián descargaba todo su semen hacia los adentros de mi ano mientras unía nuestros labios como sello final a aquel acto.

-Te amo David- dijo tirándose completamente exhausto sobre mí.

-Yo también te amo Fabián- respondía con mi respiración agitada y bañado completamente en sudor al igual que él.

-Fue maravilloso- contestó recostándose a mi lado y volteándose para besarme tiernamente- fue único-.

-Sí, lo… fue- respondí entre sus labios- nunca olvidaré… mi primera vez- Tras mis palabras me recosté en su pecho intentando encontrar una posición cómoda y sin proponérmelo caí en el más profundo de los sueños.

REBECA

Navidad es una época para compartir en familia, y dar gracias por todo lo bueno que nos ha ocurrido en el año. Es un tiempo de alegría compartida. Es una fecha que solo llega una vez al año. Eso lo sabíamos en mi casa, por ello seguíamos celebrando navidad, primero porque eso era lo que hubiese querido mi padre; que continuáramos con nuestras vidas de una manera normal, y segundo porque habíamos alcanzado a entender que la vida es hoy y que cada momento perdido nunca se recupera, por lo que hay que disfrutar de las personas que quieres, cuando tienes la oportunidad y eso fue lo que hicimos, compartir en familia.

La cena de navidad fue muy conmovedora. Las palabras que nos dijimos fueron palabras que salieron del fondo de nuestros corazones, en donde nos dejábamos claro que nosotros mismos éramos nuestro mayor tesoro. Además de que mi hermano y mi madre agradecieron a Esteban por hacerme tan feliz los últimos meses. Jamás olvidaré ese momento.

Salí de mis recuerdos y me revolví entre las sábanas, palpando en la mesita de noche, intentando encontrar mi celular. Tras desplazar mi mano, a lo largo y ancho de aquella superficie alcance a encontrarlo. Mire la hora. Eran más de las nueve de la mañana. Era tarde, para mí, porque para otros podría ser muy temprano como para levantarse el día después de navidad luego de haberse desvelado la noche anterior. Y es que aunque me acosté a eso de las tres de la mañana, mucho después de despedir a mi novio; con quien pase media madrugada hablando, me era imposible dormir hasta más tarde. No estaba acostumbrada a aquello. No pude evitar recordar a mi mejor amigo, ese era un aspecto que ambos teníamos en común. Ninguno de los dos era capaz de dormir hasta altas horas de la mañana. Siempre nuestros cuerpos se empeñaban en estar fuera de la cama lo más temprano posible del día.

Me desenredé de una vez por todas de aquellas telas y me senté a un lado de la cama. Allí pude sentir como un fuerte dolor de cabeza tomaba fuerzas. << No debí haber tomado tanto vino >> pensé. Intenté enfocar mi vista la cual aún se estaba acostumbrando a los rayos del sol y con el mas sumo de los cuidados me levante de la cama, porque de otro modo mi dolor se intensificaría, además me sentía demasiado cansada como para apresurarme. Fui hasta el baño donde recosté mis manos en el lavamanos e intenté enfocar mi vista en el espejo. No estaba tan destruida después de todo. Pero tampoco estaba como para salir a la calle. Allí no pude evitar preguntarme qué pensaría Esteban si me mirara así ¿Le seguiría gustando? Según lo que me ha demostrado su personalidad creo que no le importaría, pero no puedo anticiparme, pues con los hombres nunca se sabe, mejor dicho con la mayoría, ya que sería un crimen meterlos a todos en un mismo costal. Todavía existen hombres buenos en este planeta o por lo menos eso creo.

Abrí la llave del grifo y comencé a echarme agua en la cara para luego cepillar mis dientes. Cuando acabé me dirigí hasta la ducha donde tomé un baño para empezar mi día con buenas energías. Ese día quería hacer algo especial con Esteban, quería pasarlo solamente con él.

Al salir del baño, fui hasta el closet donde busqué unos shorts y una franelilla, para bajar a desayunar. Por suerte mi madre ya se había despertado. En ese mismo instante que entre a la cocina estaba sirviendo el desayuno.

-Buenos días mamá- la saludé con un abrazo.

-Buenos días hija- me correspondió al abrazo posando su mano en mi hombro, manteniendo su concentración en servir la comida en los platos- ¿Cómo amaneces?-

-Bien, salvo por un poco de cansancio y con dolor de cabeza- dije reincorporándome y parándome a su lado.

-Yo igual, pero de seguro durante el día ese malestar cesará-.

-Eso espero- dije.

-Rebeca hazme un favor-dijo- ve a buscar a tu hermano y dile que la comida ya está servida-.

-Mamá aún debe estar durmiendo-conocía a Eric y él no era de quienes se levantaba temprano por las mañanas.

-No, ya se despertó, lo escuché duchándose hace unos minutos-.

-Bueno si es así, ya voy- asentí mientras me dirigía hasta el cuarto de mi hermano. Me hacía gracia pensar que a pesar de que tuviese 20 años y fuese todo un hombre, aun le costara levantarse. En ese sentido aún era inmaduro, o bueno eso le decía yo para molestarlo, pues enojado se vía aún más guapo de lo que era. Es que para ser sincera mi hermano estaba hecho todo un bombón, pelo negro, ojos verdes idéntico a los míos y de piel clara con  un cuerpo de infarto, y aunque él no quisiera reconocerlo era un poco metrosexual, porque siempre se preocupaba por cuidar de su cuerpo… otro detalle con que me gustaba hartarle la paciencia. Sin embargo esa cualidad no le quitaba la imponencia que transmitía a causa de su estatura. En medio de esos pensamientos llegue a la habitación de Eric. Encontrándome con la puerta entre abierta, así que no dude en pasar.

Al entrar pude ver a Eric sentado en el borde de su cama, contemplando lo que parecía ser una foto un tanto desgastada… y… ¡no puede ser!... ¿estaba llorando? ¿No? Mi hermano no lloraba, yo nunca lo había visto llorar… o mejor dicho sí, pero siempre fue por alguna razón de peso, pero del resto mi hermano tenía tanta sensibilidad como una piedra. Por lo que verlo ¿Llorando? Era un acontecimiento de todo mundo. Al perecer debió notar mi presencia, porque un par de segundos después de mi entrada guardo de inmediato la fotografía en una gaveta y mientras se limpiaba los restos de sus lágrimas se levantó y me dio el frente por primera vez desde que entré.

-Mamá te manda a decir que el desayuno está listo- le informe.

-Bueno, entonces vamos- contesto tomándome del brazo sin mirarme a los ojos.

-Oye Eric ¿Te pasa algo?- me atreví a indagar mientras reaccionaba con el mismo brazo que me había tomado y lo detenía.

-¿Por qué lo preguntas? ¿Acaso deberías pasarme algo?-.

-Eric veme a los ojos- Mis palabras fueron en vano, pues hizo oídos sordos y al no obtener reacción de su parte le tomé del mentón e hice que levantara su mirada. Y allí vi esos ojos verdes invadidos por el dolor. Un dolor que transmitía pena y desolación. Me dio miedo ver aquello en mi hermano- ¿Qué sucede?- pregunté con la esperanza de que dijera algo. Pero en vez de contestar, lo único que hizo fue tirarse en mis brazos a llorar como nunca lo había hecho. Su llanto era profundo, como el de un enfermo cuando se entera que tiene los días contados. Era un llanto de desahogo, donde seguramente estaría descargando todas las emociones que llevaba reprimidas, por lo que no quise detenerlo. Preferí dejarlo llorar, y así drenara toda la presión que llevaba en su interior.

-Tranquilo hermano- le decía mientras acariciaba su pelo con mis manos.

  • Me engaño…- se atrevió a decir con su cabeza sumergida en mi hombro.

-¿Quién te engaño Eric?-

-La persona de quien estaba enamorado- contestó mientras se reincorporaba e intentaba controlar sus sollozos- lo hico de la manera más vil que puede haber-.

-¿Y quién es esa persona? si se puede saber. Cuéntame-

-Rebeca, es un tanto complicado- comenzó a retirar de nuevo las lágrimas de sus mejillas- no creo que me entiendas-.

-Eric creo que tengo edad suficiente como para aconsejarte en tus problemas. Además sabes lo madura que soy- le dije un poco ofendida.

-Si, tal vez lo seas, pero este tema también tiene que ver con prejuicios…-

-A ver Eric…- no lo deje terminar- déjale de dar tantas vueltas al asunto, que ya entendí por dónde van los tiros-.

-¿Sí?- se le veía nervioso.

-Eric ¿eres gay?- hizo silencio por unos segundos y levemente como con algo de vergüenza asintió.

-¿Cómo lo supiste?- bajó su cabeza apenado.

-Te estas comportando de la misma manera en que se comportó David- dije, evocando aquella noche donde David me confesó sobre su orientación sexual. Ya llevaba bastante tiempo sospechando que mi hermano fuese homosexual, por ello mi reacción no fue de sorpresa, pero era inevitable sentir un pequeño asombro de confirmar mis sospechas.

-¿David es…?-

-Si es gay- dije tranquilamente- pero eso nadie lo sabe, así que ni una palabra a nadie- asintió entendiendo la razón- Ahora, ¿quién te engaño?-.

  • El estúpido que decía ser mi novio- dijo amargamente- se enredó con Rodrigo uno de mis supuestos amigos, los encontré en plena acción en los cambiadores de la universidad- pronunció estas últimas palabras aguantando las lágrimas que se asomaban de nuevo con salir. Lo acerqué otra vez hasta mí para que continuara con su llanto. Lo mejor para el seria desahogar todo ese coraje y sufrimiento.

FABIAN

Intente reacomodar mi postura entre la sabanas, pero algo me lo impidió. Mejor dicho, alguien. No me hacía falta abrir los ojos para saber quién era que se abrazaba fuertemente a mí y me usaba de almohada. Una alegría inmensa me invadió en ese momento y evoqué todo lo vivido hacia tan solo horas. Dios, había sido perfecto, único, indescriptible, fue la más pura entrega de amor. Y no es por sonar excesivamente cursi pero había sido demasiado especial. Nunca me sentí así ninguna de las otras veces que me acosté con chicas. Esta vez había sido distinta, nunca la olvidaría.

Abrí mis ojos con un suspiro al saberme tan dichoso de tener aquel cuerpo tan cálido entre mis brazos. Que bello se veía cuando dormía. Tan inocente, tan bueno. Le bese el pelo mientras aspiraba ese olor tan característico en él, intentando grabarlo en mi memoria. Todavía no me podía creer todo aquello. Era demasiado maravilloso. Saber que el amor de mi vida estaba entre mis brazos era apoteósico.

Tantas noches había soñado con amanecer junto a él, así como estábamos abrazados, sintiendo el calor de nuestros cuerpos. Disfrutando del tacto de nuestras pieles. Tantas veces había soñado con estar así, que estar viviéndolo en ese mismo instante era demasiado emociónate. En ese momento; inmerso en el mar de emociones, sentí como David se revolvía entre mis brazos.

-Buenos días, dormilón- dije dándole un beso en la frente.

-Buenos… días- dijo dando un fuerte bostezo.

-¿Dormiste bien?-

Asintió con su cabeza en señal de afirmación- como nunca- me sonrió- llevaba bastante tiempo sin dormir así de bien ¿Y tú?-.

-Para serte sincero-suspiré- fue la primera vez después de la muerte de mi madre que alcanzo a dormirme sin esa sensación de vacío en mi pecho-le miré a los ojos- tenerte así junto a mí, es el mayor regalo que puede darme la vida - sonrió tímidamente - No sé qué pasara en un futuro, ni tampoco que será de mi vida… apenas soy un adolescente; tengo solo 16 años me queda un largo tramo de mi vida por atravesar, pero de lo que estoy completamente seguro ahora es que si de mí dependiese amanecería el resto de mis días junto a ti. David- tome su mentón- eres demasiado especial para mí, no sé qué me hiciste pero este sentimiento del que soy víctima es demasiado fuerte, tanto que a veces me da miedo. David, este corazón- le lleve la mano en mi pecho- late por ti- Y era verdad. Mi corazón latía por él. Todo mi mundo giraba en torno aquel castaño. Él era mi vida. Era mi todo. Si, lo sé que a mi edad los amores parecen ser de novela y crees que son para toda la vida, pero algo me decía que lo mío si era diferente. Pues este amor iba más allá de mi razonamiento, sentía que tenía vida propia y era capaz de controlarme haciéndome cometer las más granes de las locuras. En conclusión, cada una de mis células se encontraba total y completamente enamorada de aquel chico.