Destinados. Capítulo 15: La vida te da sorpresas
No quería que mi padre muriera, a pesar de todo lo que había pasado aun lo quería...
Hola de nuevo… Bueno, he intentado no tardar mucho y si lo hice les pido mil disculpas, últimamente los estudios consumen gran parte de mi tiempo. Pero lo prometido es deuda, aquí está la decimoquinta entrega… En ella el panorama de la historia cambiará un poco. El próximo capítulo es un tanto especial, ya descubrirán porque, pero no les revelo mucho… Bueno sin más que decir, disfruten el relato…
Derek W. Johnson
Destinados. Capítulo 15: La vida te da sorpresas
FABIAN
Me amaba, ¡Me amaba! Si, había escuchado bien. Mi novio me amaba. En ese momento fui el ser más feliz del mundo, con lo que escuchaba no le podía pedir más a la vida. Escuchar aquellas palabras que tanto espere fue la mejor satisfacción para mis oídos. Me sentía tan contento que no pude evitar dejarme llevar por la euforia y alzar a David entre mis brazos, igual que cuando nos hicimos novios.
-¡Fabián!- protestó mientras se reía.
-¿Puedes repetirlo?- Le pregunté mientras lo bajaba.
-¿Qué…? Que te amo- lo bese mientras asentía- Pues créelo porque te amo Fabián- lo volví a besar.
En ese instante comprendí que todo había valido la pena. Tanta espera, tanto sufrimiento ahora tenía sentido. Aún recuerdo las noches en las que no podía dormir analizando mis sentimientos. Noches en las cuales examinaba hasta el cansancio cada una de mis emociones, buscando obtener respuestas a lo que sentía. Sin embargo en ese instante, al estar escuchando todo aquello, me hacía ver que no había amado en vano.
-No sabes cuánto tiempo esperé que pronunciaras esas palabras- dije uniendo de nuevo nuestras frentes- ¿Sabes? Pensé que no llegarías a amarme-.
-Pues te equivocas- me tomo del mentón- porque tú en estos pocos meses me has demostrado que en verdad me amas, y te has ganado mi corazón a la buena. Con cada acción tuya, lograste que me enamora cada vez mas de ti- lo bese de nuevo.
-No sabes las ganas que tengo ahora de gritarle al mundo que eres mi novio-dije.
-Yo también, pero debemos ser más cautelosos que nunca. A partir de hoy mi padre estará informado de cada uno de mis pasos aquí en el colegio-.
-¿Qué?-.
-Como lo oyes. Con todas sus artimañas consiguió que la directora se comprometiera a tenerme el ojo puesto cada instante del día, y a que me alejara de ti, según por qué eres mala influencia-.
-¿Entonces qué haremos?- me estaba preocupando. No quería que su padre lo castigara de nuevo y aún menos que le diera otra paliza. Si la solución para mantener a salvo a David era alejarme, estaba dispuesto a tomarla con tal de protegerlo.
-Por el momento tratar de que no nos vean muy cerca en público y dirigirnos la palabra lo menos posible- me dedicó un gesto algo triste.
Lo abrace lo más fuerte que pude, quedándome así por largo rato espiando el aroma de su cabello, sintiendo el contacto de su piel. ¡Dios! Como le quería. Y lo estaba comprobando en ese mismo instante. Siempre que estaba así con él un conjunto de sensaciones se apoderaban de mí, era como si una corriente eléctrica recorriera toda mi espina dorsal.
*<<<
Los días pasaron mientras que David y yo cumplíamos nuestro acuerdo. Prácticamente no nos tratábamos en público. Es más nos ignorábamos. Tratábamos de estar lo más alejado del otro que se pudiese, si yo me sentaba al frente David se sentaba en los últimos puestos del salón. Todo con tal de evitar que algún chisme llegara a oídos de la directora o alguno de los profesores que estaban apoyando esa especie de campaña expiatoria tan absurda. Por suerte nuestra meta se cumplió por casi las dos semanas siguientes de clases. Claro estaba que, cuando nadie nos veía o si estábamos en aquel árbol del jardín trasero del colegio que se había convertido nuestro lugar secreto, nos dábamos todas las expresiones de afectos reprimidas.
Sin embargo para mí eso no era suficiente. Yo quería salir a cenar con David, quería estar con él a solas, quería disfrutar de algún paseo con él y no podía. Todo, por el castigo del señor Alberto, que parecía ser eterno.
DAVID
Es imposible mandarle al corazón que debe sentir y que no. Al igual que nunca el ser humano conseguirá poder usar la razón como principal herramienta para enamorarse. Es completamente imposible. Por más que queramos jamás entendernos a nuestro corazón. Quizás logremos conocerlo, pero entenderlo completamente no creo que se pueda.
Y así estaba yo, completamente confundido. Confundido por mis sentimientos, confundido por lo que había dicho, confundido por todo. Aun las palabras que le dedique a Fabián retumbaban en mi cabeza. Aun me parecían extrañas en mi boca, ya que las decía por primera vez. Antes las habían sentido, pero ahora las podía expresar, podía decir a los cuatro vientos que amaba a Fabián.
A ciencia cierta ni yo mismo se cómo paso: no comprendo como de la noche a la mañana entendí que lo amaba. Quizás el mes de encierro me sirvió para comprobar mis emociones y sentimientos. Puesto que tuve bastante tiempo para analizar mi vida. Y en medio de ese análisis comprendí, que aparte de Rebeca, Fabián había sido la única persona que me había demostrado con acciones que en verdad me apreciaba, cosa que ni si quiera mis padres consiguieron hacer. Pudieron más sus prejuicios que su amor por mí. Mi padre siempre se enorgulleció de mí por cada una de mis acciones durante mi vida. Por ser un buen hijo y por ser un buen estudiante. Pero solo basto con enterarse de mis preferencias para tirar a la borda todos esos años de alabanzas hacia a mí. Ahora en ese momento me aborrecía de la manera más cruel. En cuanto a mi madre, una mujer muy fuerte y decidida, que lamentablemente no tuvo el valor para defenderme y apoyarme. No se interpuso durante los golpes que me proporcionó mi padre, no alzo la voz ante sus insultos, no aportó nada para protegerme, solo se dignó a ser la sombra de mi padre en este problema. No tuvo la motivación para defender a su hijo. Así que concluyendo con este análisis, Rebeca y Fabián han sido las personas que en verdad me han demostrado que su cariño hacia mí es incondicional y no pasajero.
Y allí estaba, metido en mis pensamientos. Evocando cada escena de mi vida recostado en aquella cama. Un sentimiento de melancolía aun me invadía. No lo podía evitar. Pensar que en todo aquello me hacía revivir de muchas emociones. Pero en ese momento no quería arruinar la sensación de felicidad que me acompañaba durante los últimos días. Era mi único consuelo tras tanto sufrimiento. Así que decidí incorporarme de nuevo, sentarme en la cama y seguir repasado mis apuntes y libros, ya que eran mi único medio de distracción durante las vacaciones de navidad. Mi padre me había decomisado mi televisor, mi computadora, mi celular, mi mp3… es decir, todo. Al parecer su castigo también incluía un eterno aburrimiento. En medio de aquello estaba cuando la perilla de la puerta de mi habitación comenzó a ser agitada de una manera brutal, de no ser porque había escuchado hace unos segundos a mis padres pensaría que estaban robando. De todos modos fuese quien fuese que intentaba abrir la puerta, se le notaba desesperado ¿Y si era mi padre? ¿Y si se había enterado de que a pesar de sus amenazas aun me seguí viendo con Fabián? De un momento a otro los nervios comenzaron a apoderarse de mí. Me daba terror volver a ser víctima de sus palizas.
Respire tranquilo cuando vi la figura de mi madre entrado en mi habitación. Pero mi tranquilidad duro poco porque con tan solo verla por un par de segundos comprendí que algo estaba pasando. Estaba llorando, movía sus manos como una desquiciada, quería hablar pero el llanto no la dejaba, su rostro trasmitía una desesperación indescriptible. Mi primera reacción fue levantarme corriendo hasta la puerta, hacía donde aún se encontraba pues si no lo hacía se desplomaría en el suelo.
-Mamá ¿qué pasa? ¿Por qué estas así?- le pregunte mientras la tomaba de las muñecas.
-¡Tu padre David, tu padre!- me decía entre sollozos.
-¿Qué le pasó mamá?-
-¡Tu padre David, tu padre…! ¡Se está… Se está…!- el llanto y la desesperación que la invadía no la dejaban articularlas palabras.
-¡Mama!- la tomé por ambas mejillas y la mira a los ojos- cálmate por favor y dime que pasa.
-Tu papa…- suspiro intentando tomar aire- se está muriendo, no sé qué le pasa, no responde…- no pudo seguir hablando y se desplomo a llorar.
Sin pensarlo dos veces, salí corriendo y bajé lo más rápido que pude las escaleras… era sábado por la tarde y era típico en él leer alguno de sus libros durante los fines de semana, por lo que no vacile en ir hasta el jardín, allí era donde normalmente leía. Y a lo lejos lo vi. Aquella imagen me impacto, me dejo sin habla, me aterro. Corrí sin pensarlo dos veces, y me tumbé a su lado junto a al césped. Como primer instinto le toque la cara, creyendo que con mi contacto abriría sus ojos, pero no fue así. Se vía pálido, pero aun respiraba, eso me tranquilizo. Aún estaba vivo. Lo revolví mil veces llamándolo una y otra vez, sintiendo la impotencia de no poder hacer nada para ayudarlo. No lo quería perder, no quería que nos dejara.
El llanto de mi madre fue lo que me alerto que estaba junto a mí- Mamá, tu celular- le dije un poco exasperado, pero parecía estar aun en shock-¡Mamá! ¡Necesito tu celular!-.
-No lo traigo con migo- alcanzo a decir mientras se tiraba junto a mi padre, llorando desconsoladamente y pidiéndole con no nos dejara solos.
Al ver a mi mamá en ese estado no me quedo más remedio que levantarme y correr hasta la cocina donde se encontraba el teléfono de la casa. Llame inmediatamente a emergencias y como pude intente pedir una ambulancia, la operadora intento preguntarme la sintomatología que presentaba mi padre pero no fui capaz de describírsela, el estado en el que estaba no me permitía coordinar dos frases coherentes. Tenía miedo, mucho miedo. No quería que mi padre muriera, a pesar de todo lo que había pasado aun lo quería. Me aterraba la idea de que se despedirá de este mundo sin haberme escuchado, sin haberme comprendido, sin haberme dado una oportunidad. No quería recordar como mi más grande enemigo al ser que me dio la vida. En ese momento una presión se instaló en mi pecho, al igual que un nudo en mi garganta hizo acto de presencia. Todo esto era demasiado para mí, pero tenía que ser fuerte, por mi madre y por mi hermano.
*<<<
Escuchar al doctor hablar me tranquilizaba. Mi padre se podía salvar, así que respire tranquilo. Si bien aún estaba en peligro, las posibilidades de que sobreviviera eran altas. Según el médico, lo llevamos a tiempo al hospital, porque si hubiésemos esperado varios minutos más, el infarto lo hubiese matado. Un infarto, quien lo diría. Jamás nos imaginaríamos que una persona tan saludable como lo era mi padre, fuese víctima de aquello. De acuerdo con el diagnostico, entre los factores que contribuyeron fueron el estrés y la preocupación, aunado a las desmesuradas horas de trabajo a las que se sometía, ya que aun estando en casa mi padre adelantaba lo que podía. En pocas palabras la causa principal del infarto fue el estrés. No podía evitar sentirme culpable, pues sabía que después que el descubrió que era gay su temperamento había cambiado a uno de permanente explosividad. Su humor llego a ser intolerable, por lo que también aquello contribuyó a que el estrés aumentara.
Suspire cansado. Me encontraba en el hospital, en la de espera. Mi madre y yo nos volvimos a sentar una vez se retiró el médico. Llevábamos allí casi dos horas y fue hasta ese momento que recibimos las primeras noticias del estado de mi padre. Sin embargo las palabras del médico, no tranquilizaron a mi madre, aún seguía preocupada. Lo podía notar en su mirada que aun irradiaba inquietud.
Cada vez que podía la consolaba e intentaba tranquilizarla. Era lo único que podía hacer. La abrace lo más fuerte que pude durante ese momento en que quedamos solos. Pero a ese abrazo se añadió alguien más, pude sentir como otro par de manos se unió a nosotros. Solo bastó con que mi madre levantara su mirada para que se desplomara entre los brazos de mi hermano a llorar de nuevo desconsoladamente. A lo que mi hermano le correspondió… sus lágrimas no tardaron en aparecer. Seguramente se había venido en cuanto pudo, pues el trayecto de casa de mis abuelos hasta la ciudad es bastante largo.
-¿Qué le pasó?- pregunto un Daniel preocupado.
-Un infarto- fue lo único que alcanzo a decir.
Al presenciar aquello preferí dejarlos solos. No podía evitar sentirme apartado e ignorado en medio de todo aquello. Sabía que mi hermano será su único paño de lágrimas durante estos días. Nada había cambiado, aún seguía siendo rechazado por mi familia.
Salí hasta la entrada para respirar algo de aire fresco. Busque uno de los bancos puestos en el jardín delantero del edificio y me senté en uno de ellos. Hacía ya bastante tiempo que no salía a algún otro lado que no fuese la escuela, por lo que aspirar aquel aire fresco me relajaba un poco. Pero una imagen me aparato de mi estado de quietud. A lo lejos pude visualizar a Rebeca, quien caminaba apresuradamente hacia mí. No dude en correr hasta ella y derrumbarme en sus brazos.
-¿Qué haces aquí? ¿Cómo te enteraste?- le pregunte sorprendido.
-Tu madre llamo a la mía- dijo.
-¿Viniste sola?-.
-No, vine con mi madre. Se quedó estacionando el auto, no debe tardar-.
Minutos más tarde llego la señora Lorena; madre de Rebeca, y junto a ella caminamos hasta el interior del edificio. Una vez adentro nos dirigimos hasta la sala de espera; donde aún se encontraban mi hermano y mi madre.
-Hola Elena ¿cómo estás?- dijo la señora Lorena mientras se acercaba a mi madre, para darle un beso en la mejilla.
-Un poco más tranquila que cuando te llamé-dijo mi madre. Ella y la señora Lorena era muy amigas, claro antes de que todos los problemas iniciaran, ahora no sabía en qué estatus se encontraba su relación, sin embargo al parecer aún se tenían confianza.
-Debes ser fuerte ahora más que nunca- dijo- ¿Y tú Daniel, cómo estás?- esta vez se dirigió a mi hermano.
-Bien- alcanzo a decir cabizbajo, mientras le hacía un gesto a Rebeca a manera de saludo, al cual ella correspondió con una leve sonrisa.
Mi madre y la señora Lorena entablaron una conversación muy amena durante los siguientes minutos. Eso lo agradecía, así mi madre no tendría tiempo para preocuparse y se distraería un poco. Aproveché ese momento para ir al cafetín con Rebeca y comprar algo para cenar, desde el almuerzo no probaba bocado.
-¿Cómo te sientes?- dijo Rebeca sentada frete a mí.
-Triste – suspiré – aterrado, sorprendido…- baje mi vista.
-No te sientas mal, esto pasara-.
-Sí, pasara, pero… no puedo evitar sentirme culpable de esto, ya que ambos sabemos que la razón por la que mi padre estuvo sometido a tanto estrés durante los últimos días fue por enterarse de que soy homosexual-.
-No te equivoques, nada de esto es tu culpa. En realidad nadie la tiene. Pero si hay que darle responsabilidad a alguien de esto, la tendría tu padre por no haber sabido llevar la situación y haberse amargado la existencia. Si hay un culpable seria el, no tú-.
-Tal vez tengas razón pero… no puedo evitar sentirme así- me encogí de hombros- ¿Sabes? Hoy me di cuenta de que a pesar de todo lo que paso y de la manera en cómo me trato, aún lo sigo queriendo-.
-Y debería ser siempre así, el jamás dejará de ser tu familia- contestó-como también así él no quiera reconocerlo tú siempre serás su hijo-.
-Sí, lo sé. Pero la ira no lo deja pensar con claridad. No se si algún día me acepte-.
-Si no lo hace, perderá a un gran hijo… Pero cambiando un poco el tema y confiando con que no te enojes… quiero que sepas que me tome el atrevimiento de hacer algo-.
-¿Qué hiciste ahora?- pregunte cansado. No tenía humor para sus ocurrencias.
-Le avise…- pausó- mejor velo por ti mismo- señalo a mis espaldas.
REBECA
No sabía si había hecho bien en avisarle a Fabián. Con lo culpable que se sentía podía ser posible que el invitar al moreno le echara más leña al fuego. Pero no se me ocurrió nada más. En esos momentos David necesitaba todo el apoyo que pudiésemos darle y mientas más apoyo tuviese mejor seria.
Ambos no dudaron en abrazarse fuertemente cuando estuvieron uno frente al otro. Preferí dejarlos solos. Así que salí del cafetín y caminé hasta la sala de esperas. Allí me encontré con un Daniel muy decaído y triste, por lo que decidí levantarle el ánimo un poco. Como lo estaba haciendo mi madre con la señora Elena.
-¿Y cómo vas en el colegio?- dije sentándome a su lado. No sabía cómo iniciar una conversación con él. Casi nunca hablábamos, es más creo que nunca nos dirigimos la palabra más allá de saludos, de modo que tuve que sacar el primer tema que se me vino a la mente.
-Un poco fuerte pero bien- contesto levantando su vista para percatarse de mi presencia.
-Espero que sigas los pasos de tu hermano, y seas un excelente estudiante-.
-Eso esperan todos- comento un poco triste. Calló por varios segundos- Oye ¿Te puedo hacer una pregunta?-.
-Claro, si, hazla-.
-¿Cuál fue la razón para que mi padre castigara tan severamente a David?-.
Por lo visto el chico aún no se había enterado de nada. En cierto modo me sorprendió. Sin embargo, yo no era la persona más indicada como para responder esa pregunta. Eso era un tema familiar y era David o sus padres quienes decidirían cuando contárselo o no.
-Creo que se lo tienes que preguntar a tus padres o a David. Yo no soy la más indicada para responderte esa pregunta-.
-¿Crees que ya no lo he hecho?- pausó- se los he preguntado miles de veces, y ninguno de los dos quieren decirme nada, siempre me responden con que más tarde me enterare. Y con David no tengo contacto, prácticamente lo mantienen como a un prisionero, encerrado en su habitación-.
-Tienes razón, pero no creo que sea la más indicada como para responderte- le dije.
-No sé por qué hacen tanto drama con ese tema, no creo que sea tan grave, ni que mi hermano hubiese matado a alguien. Es más, sospecho de qué se trata todo esto, y para serte sincero no le veo nada malo-.
-¿Cómo que sospechas?- me había sorprendido.
-Como escuchas. En más de una ocasiones he escuchado accidentalmente conversaciones de mis padres, las cuales han sido lo suficiente como para analizar y sacar mi propia teoría. Pero no estoy completamente seguro-.
-¿Ah sí? ¿Y cuál es tu teoría?- le incite a que hablara.
-Mmm- pensó- que mi hermano es gay y tiene novio- el chico en verdad era astuto. Con tan solo 14 años tenía una capacidad de análisis impresionante- Creo que por tu reacción es verdad ¿o me equivoco?-.
-Pues no te equivocas- le respondí- pero debes ser muy discreto con respecto a ese tema, y en este momento más-.
-Lo sé, no soy tonto. Es solo que me da un poco de gracia todo el drama que hacen con respecto a ese tema. Pero puedes estar tranquila, por ahora, no diré que lo sé todo-.
FABIAN
No me gustaba verlo así. Verlo tan triste y sintiéndose culpable. Tenía que levantarle el ánimo, para eso estaba allí.
-¿Cómo te sientes ahora?- intente romper el silencio que se había instalado entre nosotros.
-No muy bien- contestó con su mirada fija en la mesa.
-Debes ser fuerte, por tu madre y por tu hermano- le tomé de la mano.
-Lo sé, pero no es fácil- me miró.
-Sé que no lo es. Pero te conozco y sé que eres capaz de soportar esto y mucho más. Tu eres fuerte y decidido, acuérdate de eso- le apreté la mano en señal de apoyo.
-No creo que sea ese a quien describes-.
-Si no lo eres entonces dime quien era ese personaje que no se doblegaba cuando lo estaba conquistando- soltó una leve risa- no te rías porque es cierto. En esos momentos fuiste fuerte y no te doblegabas a mis palabras. Ni a mis besos; que debo decir son bastante buenos…-
-Sí, ¡muy buenos!- dijo algo sarcástico con una sonrisa en sus labios.
-Cállate, que sabes que lo son. Más de una vez te deje sin aliento, pero eso no viene al caso ahora. Lo que quiero que entiendas es que en ese momento fuiste fuerte porque te lo propusiste, por lo que ahora debes hacer lo mismo- le dije mientras le dedicaba una mirada que trasmitía seriedad.
Tras escuchar mis palabras soltó una leve risa nuevamente. Se levantó de su silla y fue hasta mi para darme un abrazo- ¿Sabes por qué te quiero?- me pregunto en la oreja.
-¿Por qué?-.
-Por qué logras hacerme sentir seguro como ahora y alcanzas a levantarme el ánimo como no tienes idea- contestó. No pude evitar esbozar una sonrisa de oreja a oreja en ese momento.
-¿Y sabes por qué yo te quiero a ti?- le pregunte posando mis labios en su oreja al igual que él.
-¿Por qué?- me incitó a que continuara.
-Porque eres la persona más maravillosa que conozco, eres un tesoro. Sabes, te admiro…-
-No exageres…- me interrumpió.
-No exagero. David tu eres demasiado bueno, honesto, responsable, de buenos sentimientos… y mucho más. Eres tan perfecto que en ocasiones no me siento digno de ti- le dije.
-Cualquiera que me demuestre que me quiere es digno de mi- me respondió- además tú también eres maravilloso, eres ocurrente, divertido, carismático y sobre todo seguro de ti mismo. Además eres mi novio y te quiero como eres, para mí, eres perfecto- no pude evitar esbozar otra sonrisa como un tonto.
Nos separamos tras concluida nuestra conversación. No nos importó que la gente nos mirara raro. Por mí, que pesasen los que quisieran, ya estaba harto de reprimirme.
-¿Quieres que me quede contigo?- le pregunte mientras nos levantábamos de la mesa del cafetín.
-Sí, pero creo que no sería lo más indicado en estos momentos-.
-Te entiendo-dije- ¿entonces cuando nos volveremos a ver?-.
-No lo sé, cuando quieras- se encogió de hombros- si quieres vienes aquí o vas a mi casa. Ahora no creo que mi madre se mueva de aquí, conociéndola estará día y noche aquí metida, así que no hay nadie que me custodie o vigile- no había caído en cuenta de aquello, pero sonreí al pensar que podía ver a David todos los días.