Destinados. Capítulo 13: Un amor condicionado

-Eso es para que sepas que no voy a aceptar a maricones en mi casa-....

Hola a todos… bueno les traigo una nueva entrega de Destinados, he hecho todo para que este capítulo estuviese listo lo antes posible y no hacerlos esperar mucho… ¡Uff! He estado tan ocupado con la universidad que apenas me queda tiempo de respirar... En este relato un nuevo personaje se integrara en los acontecimientos. Bueno no les quito más tiempo, disfruten del capítulo…

Derek W. Johnson

Destinados. Capítulo 13: Un amor condicionado

EDUARDO

Eduardo Gómez, ese es mi nombre. Soy hijo de Paulina Vargas de Gómez y Javier Gómez. Un matrimonio perfecto, que aún hoy muchos recuerdan. Fueron dos seres que se amaron profunda e incondicionalmente hasta el día de su muerte, el que llevo dolorosamente grabado en mi memoria. Todavía tengo pesadillas con la madrugada en la que mi abuela se despertó para decirme que el avión donde viajaban mis padres se había desplomado en el océano mediterráneo, cerca de las costas de Italia. Fue un golpe desbastador para toda mi familia y sobre todo para mí. Nunca logré reponerme por completo.

Tres días después del accidente mi abuela recibió la llamada de que alcanzaron a recuperar los cuerpos de mis padres. No sé porque pero sentí que ese fue otro golpe desbastador.

El funeral fue tétrico, frio, vacío. Como cualquier otro funeral de gente adinerada. Las únicas lágrimas que se derramaron durante esos momentos fueron las de mi abuela Georgina. Una mujer de 47 años que acaba de perder a su hija. Según sus palabras el dolor de perder a un hijo nadie no se alcanza a comprender sino hasta que lo vives en carne propia, pues ni siquiera con la muerte de mi abuelo había derramado tantas lágrimas.

Y allí estaba yo un niño de apenas doce años, viviendo aquel episodio tan doloroso. Era hijo único, así que no tenía nadie con quien compartir mi dolor.

Dos semanas después, se dio lectura al testamento de mis padres. Fue allí en donde en realidad comprendimos que la compañía textil que ellos mismo fundaron estaba pasando por una fuerte crisis económica, al punto de que era insostenible que la misma siguiera con sus actividades. Según nos dijo su abogado y amigo de confianza de mi padre; Francisco Beltrán, los despidos en la compañía habían comenzado, junto con otras medidas las cuales tenían el objetivo de lograr salvar a la empresa. La última esperanza que les quedaba era la firma de un contrato con empresarios italianos, el motivo de su viaje al país europeo, sin embargo luego del accidente todas las propuestas de una posible inversión se vieron frustradas, no quedaría más remedio que vender la empresa. En pocas palabras mis padres me habían dejado dinero en abundancia, pero dinero que serviría única y exclusivamente para pagar deudas.

Los meses subsiguientes fueron difíciles, ya que el señor Francisco (quien había quedado como mi representante legal, al yo ser menor de edad) tuvo que enfrentar un sinfín de demandas las cuales en su mayoría se resolvieron con el pago de un monto económico a los demandantes. Al final no me quedo nada. Siendo este el motivo principal por el que se tomo la decisión de vender todas las propiedades que había heredado en el exterior, para así conseguir liquidez para asegurar mi futuro. Y así se hizo, se vendieron dos casas, una hacienda y un yate, entre otras posesiones, a excepción de un departamento en Miami el cual siguió siendo de mi propiedad. Gracias a esta acción tuve dinero para los años que siguieron, logrando pagar la secundaria, el bachillerato y parte de mi educación universitaria. Siendo mi título de Licenciado en Administración Financiera, el resultado de lucha y perseverancia, esa es mi historia.

Hoy en día a pesar de tener 23 años aún vivo con mi abuela, pues se ha convertido como en una segunda madre para mí. Ella me apoyó en cada paso que di en mi vida, fue mi paño de lágrimas y me dio aliento en los momentos difíciles, incluso cuando le confesé que era gay me continuo apoyando de manera incondicional. En pocas palabras ella es el pilar que me ayuda a seguir adelante.

Una vez más espanté los recuerdos del pasado y me concentre en los números. Me encontraba en mi oficina. Estaba a la mitad de unos documentos que debía entregar para el día siguiente. Me levante del escritorio y caminé hasta el archivador busqué algunas facturas y me senté de nuevo en la silla detrás de aquel mueble.

-¡Buenos días Eduardo!- me saludo aquel hombre al que le tenía gran admiración.

  • Buenos días Alberto ¿cómo estás?-

  • Bien, dentro de lo que cabe… los problemas con el presidente del banco no se hacen esperar-.

Alberto García era un hombre intachable e imponente, al que muy fácilmente se le podía confundir con un veterano de guerra dada su apariencia fornida. El con su esfuerzo y lealtad a lo largo de los años había obtenido el puesto de gerente del departamento donde yo laboraba. Todos los que lo conocieran estarían de acuerdo en decir en que era una excelente persona. Sin embargo era también conocido por su mal genio y su carácter fuerte. Cuando no estaba de acuerdo se enfurecía de sobremanera, cualidad que siempre le ocasionaba problemas laborales.

-El cree- prosiguió- que porque tiene un título universitario y una maestría conoce el mundo y no es así- Se sentó en la silla de frente a mi escritorio- la experiencia la tiene gente como yo, y basándose en la experiencia es que se toman decisiones, no en estudios científicos-.

-Te entiendo Alberto, pero según la junta de accionistas él es el más capacitado para el cargo-.

-¿Capacitado?.. Por favor no me hagas reír- se calló por uno segundos, y luego de un suspiro pesado continuó- ¿y qué tal? ¿Cómo vas con los documentos que tienes que entregar mañana?-.

-Son una pesadilla. Al parecer más de la mitad de los archivos no están digitalizados, por lo que debo buscar los documentos y las facturas una por una. Ya voy bastante adelantado, pero como vez, aún me falta. No veo la hora de terminar todo esto. Pero cambiemos de tema ¿qué tal te va con tu familia?-.

-No muy bien que digamos. Últimamente a David le han dado unos ataques de rebeldía-.

Alberto era el padre de David. El siempre alardeaba en la oficina de lo excelente hijo que era el chico. Siempre nos contaba las anécdotas en las que dejaba en claro lo orgulloso que esta de él. Sin embrago solo pude llegar a conocer al adolescente tan afamado hacía apenas unas semanas, cuando fue a visitar a su padre. La primera vez que lo vi me quede sin aliento. Pues pensaba que sería el típico chico aplicado y desaliñado. No obstante me equivoque, David era guapísimo. Media más o menos 1.68, era del piel clara, tenía cabello castaño al igual que sus ojos, poseía una nariz fina, labios un poco pronunciados y mentón cuadrado, todo ello complementado por unos músculos casi perfectos. En resumen el chico era espectacular. Y desde ese momento no me lo pude sacar de la cabeza.

-Quizás es la adolescencia- le respondí.

-No sé si lo sea pero últimamente me están preocupando actitudes que tiene. Ya no me tiene confianza. Hace dos semanas amaneció fuera de la casa y hasta el sol de hoy no me ha querido decir donde estuvo-.

-Debes tratar de entenderlo, quiere vivir su juventud. Por cierto, me lo encontré ayer en el gimnasio-

-¿Y que tal como se portó contigo?-

-Bien dentro de lo que cabe, tuve que recordarle que trabajaba contigo para que recordara de donde nos conocíamos-.

-Él muy pocas veces ha venido, no conoce a muchos aquí… Oye, espera un segundo…- fijo su vista en mi herida- que te paso en la boca- señalo la comisura de mis labios.

-Nada solo es una tontería- le dije restándole importancia- al parecer el novio de tu hijo es un poco celoso-.

-¡¿Qué acabas de decir?!- la expresión de su rostro cambio rápidamente.

-a..bue…- había metido la pata. Estaba tan acostumbrado a no tener pudor al momento de hablar de mi vida personal que a veces no medía mis palabras. En ocasiones se me olvidaba con quien estaba hablando y se me escapaban ese tipo de comentarios- …disculparme Alberto…. quise… quise decir amigo-.

-¡No me creas imbécil!... ¡se lo que escuché!-  estaba furioso. Se abalanzó sobre mí y me tomo por el cuello de la camisa- repite lo que dijiste-.

-Alberto por favor cálmate-.

-¡¿Cómo me pides que me calme cuando me estoy enterando que mi hijo anda por caminos desviados?!-

-No Alberto, me exprese mal, me equivo…-

-¡Cállate Eduardo!- me quede pasmado con ese grito, pensé que me golpearía- respóndeme solo una pregunta. ¿Sabes algo más con respecto al tema?- negué con la cabeza. Luego de esto me soltó.

-Lo sabía- dijo mirando punto a lo lejos y luego fijó su vista de nuevo en mi- ni una palabra de esto a nadie- salió dando un fuerte azotazo de puerta.

DAVID

La música siempre es mi relajante más efectivo. Por lo que durante el trayecto hasta mi casa me distraje escuchado las canciones que tenía grabadas en mi celular. Aproveché esos pocos momentos para pensar y analizar lo que me había dicho Fabián el día anterior. ¿Tendría razón? No lo sabía. Si, era verdad que había estado enamorado de Santiago, sin embargo ya no lo pensaba tanto como antes. Su recuerdo había pasado a ser un episodio en mi vida que quería olvidar y al que le no le quería seguir dando más protagonismo. Debía acabar de entender qué Santiago no era para mí y punto.

Quien estaba hecho para mí era Fabián, el si me quería y me quería de verdad. Y cada vez veía más posible que me enamorara de él. Poco a poco había descubierto que el provocaba sentimientos muy intensos en mí. Confiaba que con el tiempo estos se transformasen en amor.

No tarde más de veinte minutos en llegar a la parada cercana a mi casa. Baje del autobús, guarde mi celular, y comencé a caminar hasta mi urbanización. Eran ya casi las seis de la tarde, por lo que el sol se estaba poniendo. Ese día de clases había sido agotador. Estuve tan concentrado en cada una de las clases, que ni siquiera tuve tiempo para estar con Fabián. Solo pudimos conversar unos pocos minutos en la entrada del colegio, luego de concluidas las clases.

Cuando estuve a unos pocos metros de mi casa pude ver el auto de mi padre estacionado en la entrada de la casa. De seguro acaba de salir del trabajo. Abrí a puerta de la calle encontrándome con Lía, nuestra perra, quien salió a recibirme, pero por alguna extraña razón se encontraba muy inquieta. Me fue un poco difícil caminar entre tanto salto y tanto rasguño.

Cuando por fin entre a la casa, la imagen de mi madre sentada en uno de los sofás de la sala de estar fue la que me recibió. La veía más seria de lo normal.

-Tu padre te está esperando- fue lo único que alcanzo a decir- ve a  tu habitación-

No dije nada y subí hasta mi habitación. ¿Qué pasaba? ¿Por qué mi madre me trataría con tanta indiferencia? Tenía un mal presentimiento. Termine de subir los peldaños y camine hasta la puerta de mi cuarto. Asome mi vista y pude observar a mi padre de espaldas, perdido en sus pensamientos mientras contemplaba el paisaje que ofrecía una de las ventanas.

-Hola papá– dije. Pero pareció no importarle mi saludo, solo volteó ligeramente su cabeza para comprobar que era yo el que había llegado.

Terminé de entrar en aquel espacio en donde se podía percibir un aire de tensión. Con algo de nerviosismo continúe con mis pasos para acercarme más a mi padre, pero antes de que llegase hasta él un golpe muy fuerte me tumbo al suelo. Tarde varios segundos en reaccionar. Sentía un profundo ardor en mi mejilla derecha. Y allí comprendí que era mi padre que me había dado una bofetada.

-Eso es para que sepas que no voy a aceptar a maricones en mi casa- me miraba fijamente a los ojos- yo estoy criando a dos hijos, ¡A dos hombres!-.

-Papá...-

-¡Papá nada!- me gritó- ¿Pensabas que nunca me enteraría? ¿Que era idiota?... pues no, no soy ningún imbécil-.

-No es lo que tú crees…- no sabía que decir.

-¡Cállate!-alzo de nuevo su mano, estuvo a punto de golpearme de nuevo, pero se contuvo. Se dio la vuelta y de nuevo fijo su mirada en la ventana- siempre tuve la esperanza de que todas mis sospechas fuesen falsas. De que era yo que estaba viendo cosas donde no las había. Me convencí a mí mismo de que la razón por la que no tenías novia era porque estabas concentrado en tus estudios- pausó- nunca quise aceptar la realidad-.

Hubo unos segundos de silencio en donde ninguno hablo. Yo estaba completamente petrificado tirado en el suelo. No entendía como mi padre se había enterado de que era homosexual, ni tampoco sabía que cantidad de información manejaba.

-Pensé que la situación era menos seria de lo que me habían contado, pero esto me termino de confirmar lo grave que era- en ese momento me tiró mi celular entre mis piernas- No sabes cuánto me decepcionaste-.

-¿Ya, no me quieres?- mis lágrimas comenzaban a correr por mis mejillas.

-No lo sé- comenzó a quitarse el cinturón de su pantalón- pero lo que si tengo claro es que todo en esta vida tiene solución-.

-¿Qué vas hacer?- comencé a temblar.

-Voy a remendarte- en ese momento sentí un fuerte golpe entre mis pantorrillas- no voy a permitir que te conviertas en una marica. A golpes aprenderás a ser un hombre de verdad. Te voy a remendar-.

-Papá no por favor…- mis lágrimas salían a borbotones de mis ojos.

-“No” te digo yo. No voy aceptar en mi familia a un desviado- y esta vez sentí otro golpe aún más fuerte pero esta vez entre mis costillas. Trate de huir, me levante e intente escapar de esa tortura pero me fue imposible porque mi padre se lanzó sobre mí y me acorralo boca abajo en la cama. Los golpes continuaron durante los minutos que siguientes. La habitación se llenó de mis sollozos y gritos por el sufrimiento que me causaba mi padre. Sin pódelo evitar los recuerdos de aquella noche en la hacienda vinieron a mi memoria. Una y otra vez le suplique que se detuviese, pero él no oyó mis suplicas. Al parecer cada uno de mis quejidos eran su motivación para continuar con la golpiza. Lo escuchaba decir que él no tendría a un maricon bajo su techo, que con esa paliza aprendería a comportarme correctamente, que aprendería a ser un hombre... Mi espalda fue la más perjudicada, ya que fue en esa zona donde se concentraron todos los golpes del cinturón.

Luego de varios minutos, mi padre se cansó o quizás pensó que era suficiente, no lo sé. Solo recuerdo que se levantó sin aviso alguno y salió de mi habitación cerrando la puerta. Después de eso no recuerdo nada más, solo que seguí llorando y llorando, solo llorando, hasta que el sueño me invadió.

*<<<

El dolor de los golpes en mi espalda fue lo que me despertó. Acompañado de un ardor insoportable en cada parte de mi cuerpo que fue maltratada. Me revolví en la cama de nuevo. No quería abrir los ojos. Quería seguir durmiendo por el resto de la mañana, por el resto de la semana, quería dormir para siempre y no enfrentar el infierno que se acaba de volver mi vida.

Una lágrima fue la que me obligo a abrir mis ojos. Mire a través de la ventana de mi cuarto, contemplando los rayos del sol. Debían ser alrededor de las siete de la mañana, pensé. Ya no tendría tiempo de llegar a la primera clase. Sin embargo tampoco es que me entusiasmara el hecho de asistir a la escuela. No tenía ánimos para nada, aun menos para escuchar a un maestro por el resto del día. Lo único que me dio las fuerzas para levantarme fue la idea de que podría salir de mi casa y huir de allí.

Me quite el uniforme el cual aún lo llevaba puesto y me metí en la ducha. Dándome un baño muy breve. Mientras más rápido escapase de allí mejor. Al salir busque otro de los conjuntos de mi uniforme y me lo puse. Intente buscar de nuevo mi celular pero no lo encontré, al parecer una vez más me lo habían quitado. Pero eso no me detendría, no importaba me iría sin él. Busque en mi closet algunas prendas y las introduje en mi bolso. Cuando creí que estaba listo, fui hasta la puerta, pero algo me impidió abrirla. Intente de nuevo pero el pomo no cedió, al parecer estaba cerrada. Comencé a empujar contra la madera con la esperanza de que cediera, pero fue en vano. En ese instante entro mi padre. Enseguida baje mi vista y no le hable.

-Veo que intentas salir- dijo con una tranquilidad que me causaba escalofríos- pues te informo que estas castigado, y eso incluye que tienes prohibido salir de tu habitación-.

-¿Y la escuela? ¿Pretendes que pierda el día de hoy?- dije.

-El de hoy y todos los que sean necesarios- pausó- ¿me crees estúpido? ¿Piensas que no sé qué iras a ver a tu… amigo?-

-Mi novio- lo corregí, mirándolo a la cara con un gesto retador.

-¡No vuelvas a repetir eso!- me dio una bofetada- un hombre no dice esa clase de cosas-.

Solo le dedique una mirada llena de rencor. Él se dio la media vuelta y antes de salir se dirigió de nuevo a mí- Te informo que estas de reposo por un mes. Ya hable con mi amigo el Doctor Juan, te dio un mes de reposo, pues te fracturaste una pierna y no puedes hacer muchos esfuerzos, ahora mismo voy a buscar el informe médico para llevarlo al colegio. ¿Sabes? Me costó conseguirlo, pues casi no me cree el cuento de que había perdido la hoja que nos habían dado en el hospital. Así que agradece que tienes justificado el mes que faltaras a clases- tras terminar de hablar cerro con llave la puerta.

Lo odiaba, ¡lo odiaba! ¿Por qué mi propio padre me hacía eso? ¿Por qué me causaba tanto sufrimiento? En ese momento lo único que pude hacer para descargar mi rencor fue golpear la puerta y gritar lo más fuerte que pudiese. Así me fui perdiendo las fuerzas hasta quedar tirado en el piso, bañado en lágrimas.

NARISSA

Mire por enésima vez aquella foto, intentando reconocer algún detalle que no hubiese visto antes. Pero era imposible. Ya me sabía esa imagen de memoria. Esa foto donde aparecíamos Santiago y yo tomada un día en la playa, que para mí fue el mejor día de nuestro noviazgo. Veía aquel retrato y parecía mentira que nuestra relación hubiese cambiando en tanto en tan poco tiempo. Un sentimiento de nostalgia me invadió al recordar las palabras que me había dicho Santiago fuera de la clínica. Esas frases me dolieron, más de lo que hubiese pensado. Tenía unas terribles ganas de llorar, pero me las aguante, al igual que las veces anteriores. No me permitiría ceder ante la debilidad.

-¿Qué tanto piensas?- pregunto Natalia quien estaba sentada en el puesto de al lado, al parecer ella tampoco le prestaba atención a la clase.

-En nada ¿Por qué? ¿Tendría que estar pensando en algo?- le respondí.

-No lo sé. Como te he visto tan pensativa últimamente quería saber si te sentías mal, no es para que te enojes-

-Perdóname- dije- lo que pasa es que cargo un montón de preocupaciones con respecto a las mis calificaciones- le mentí.

-Ya encontraras la manera de salir de eso. Por cierto ¿Ya sabes lo que te pondrás este sábado en el cumple de Lorena?-

  • No, aún no he escogido que me pondré-

-¿Si quieres te ayudo? Esta tarde estoy libre-

-Lo siento pero ya tengo planes- mentí de nuevo. Quería estar sola, no quería que nadie me molestara. Y así lo conseguí por el resto de la mañana, pues no  permití a nadie acercarse a mí.

Eran alrededor de la tres de la tarde, me encontraba en el patio central contando los minutos para entrar en la última clase. Podía sentir las miradas en mi espalda, de quienes pasaban, de quienes se creían tan lejos como para no ser notados, de los más invisibles del colegio, absolutamente de todos. Cada uno me miraba como su fuese un fenómeno. Unos de seguro lo hacían por saber que mi relación con Santiago había terminado queriendo apreciar mi reacción y otros tal vez lo hacían porque conocían la verdadera razón de nuestra ruptura, pero no me importaba lo que ellos pudiesen pensar de mí. Cuando mire mi reloj y vi que era tiempo de entrar al salón, me levante y camine en dirección al mismo, allí lo vi. Me dedico la más hiriente de las miradas, una mirada de desprecio. Santiago se estaba encargando de hacerme saber que me odiaba y eso me dolía.

Al entrar el salón las miradas de mis compañeros no se hicieron esperar y un silencio incomodo hizo acto de presencia. Todo volvió a la normalidad cuando la profesora comenzó con la clase.

*<<<

No podía creer que estaba en aquel sitio. Quería salir lo más rápido de allí, pero por más que le rogué al comisario que dejara no lo hizo. Todo paso por la estupidez de pasarme una luz en rojo cuando regresaba de clases, lo que causo que un policía me detuviese en medio de la carretera y al percatarse de que era menor de edad y aun no tenía mi permiso de conducir, indudablemente me arresto. De nada me sirvieron las excusas donde le informaba que mi permiso estaba siendo tramitado, ni tampoco el decir que era hija de Lorenzo Kreubel, nada hacía titubear aquel hombre.

Sin más remedio y contra mi voluntad tuve que llamar a mi padre para que fuese hasta la comisaria, y así salir de esa situación tan bochornosa. Cuando mi padre llego al lugar lo primero que hizo fue darme un fuerte abrazo. Fue hasta donde el comisario, pagó la fianza, además de dar una “colaboración desinteresada” para que ese hecho no quedase registrado en ningún documento. Una vez terminado con todo salimos de aquel lugar.

-Hija para la próxima tienes que tener más cuidado. No puedes darte el lujo de cometer una imprudencia de esta manera, pues sabes lo que pasaría con mi reputación si esto se sabe-.

-Lo se papa perdóname, pero venia algo distraída y no vi el semáforo-.

-Debes de ser más cautelosa a la hora de conducir, porque si no prefiero ponerte un chofer-.

-Papá no es para tanto, no exageres-.

-Cuando se trata de tu seguridad para mí no existen exageraciones- me dijo- pero no hablemos más de eso y súbete-.

-¿Que pasara con mi auto?-

-Ya le dije a uno de mis trabajadores que lo viniera a buscar, en cualquier momento debe estar por llegar. Por cierto mira allí viene-.

Pude ver a lo lejos a un chico quien caminaba de una manera muy tranquila hasta nosotros. Era rubio, de una contextura delgada pero musculosa, las facciones de su rostro eran muy finas acompañadas de una mandíbula puntiaguda. Era joven, debía tener a lo sumo unos  19 años. No sé por qué pero sentía que lo conocía de algún lado.

-Pensaba que no llegarías nunca- le dijo mi padre estrechándole la mano.

-Lo siento señor Lorenzo es que es un tanto complicado llegar del consultorio hasta acá- se veía nervioso.

-Tranquilo no te preocupes- le entrego las llave de mi auto - ahora lo que quiero que te subas al auto de mi hija y nos sigas-.

El chico obedeció, tomando las llaves. Apenas me dedico una mirada durante el breve encuentro. Sin embargo al tenerlo cerca, la sensación de que lo conocía rondaba en mi cabeza.

-Papá ¿Cómo dijiste que se llamaba el chico?-.

-Oh, lo siento hija discúlpame por no presentarte- Se volteó en dirección al chico que pretendía subirse al auto- Axel, ven un momento- le llamo haciéndole señas con la mano.

¿Axel? Su nombre me sonaba conocido pero… ¡un momento! ¿Era el mismo Axel aquella fiesta?

-Dígame señor-.

-Discúlpame por ser tan descortés y no presentarte antes. Axel ellas es mi hija Narissa, Narissa él es Axel- nos dimos la mano- trabaja como mi ayudante, ha sido muy útil los últimos días-.

Durante esos minutos no le quité el ojo de encima, y si, al parecer era él, era el mismo que desencadeno la pelea por… por David. No entendía que tenía ese estúpido para que se pelearan por él.

*<<<

Cuando llegamos a mi casa, mi padre fue de inmediato en busca de mi madre, le pidió que se arreglara pues esa noche cenaríamos fuera de casa. Ella obedeció un tanto entusiasmada. Hacia bastante tiempo que no salíamos como familia. En ningún momento mi padre hablo del tema de mi arresto. Mientras tanto yo subí a mi habitación y me vestí con el primer vestido que vi, uno color violeta sin mangas con una falda que llegaba por debajo de la rodilla. No tenía ánimos para arreglarme.

Cuando todos estuvimos listos, emprendimos el camino hasta el restaurante. “ Diamonds” fue la elección de mi padre. Era un lugar muy elegante. Allí siempre solíamos ir en ocasiones especiales. Al entrar lo primero que hicimos fue pedir una mesa, petición que fue atendida por uno de los meseros del sitio. La mesa en donde nos sentamos se encontraba muy cerca de los ventanales laterales de la estructura, de modo que el paisaje de aquella noche fue el deleite de nuestros ojos mientras comíamos. La cena fue silenciosa como siempre, apenas mis padres dieron uno que otro comentario. Yo preferí quedarme callada. Estaba muy metida en mis pensamientos y además tampoco quería de hablar de nada, últimamente andaba con muy mal humor.

Luego de cenar y pedir la cuenta salimos de aquel sitio con rumbo a casa. No tardamos más de veinte minutos en llegar. Mientas bajaba del auto sentí el sonido de mi celular el que me avisaba de un mensaje nuevo, estuve tentada a no verlo, pero al final decidí ver quien me escribía.

“Cristian: Estoy afuera de tu casa. Necesito hablar contigo. ¿Sales tú o entro yo? Tú decides…”

Sentí un terrible enojo al ver que Cristian una vez más se empeñaba en perturbar mi existencia, sin embargo no tenía opción, así que salí sin que nadie me viese; antes que formara un alboroto.

-¿Se puede saber qué haces aquí?- susurré cerrando la puerta de la entrada detrás de mí.

-¿Qué? No puedo venir a visitar a la madre de mi hijo-.

  • No vuelvas a repetir eso. Este es mi hijo. Mi hijo ¿entendiste?-.

-Te equivocas preciosa. Ese ser que llevas en tu vientre lleva también mi sangre- se acercó a mí- también es mi hijo- posó su mano en mi vientre- ya no finjas más. Ya se descubrió la verdad-.

-Suéltame- lo empuje bruscamente.

-¿Por qué te pones nerviosa?-.

-Estás loco, yo no estoy nerviosa. Y vete que mis padres te pueden ver.-

-Claro que estas nerviosa- sonrió descaradamente y se acercó de nuevo a mí- aunque lo niegues sé que sientes algo por mí. Provoco una sensación que ni tu misma logras comprender, lo sé. Pero no vine para decirte eso-.

-¿Entonces a que viniste? ¿A molestar?-.

-Vine a decirte que, a pesar de todo lo que ha pasado, quiero que sepas que cuentas conmigo para lo que necesites. No pienso dejarlos solos. Quiero ayudarlos.

-¿Y qué te hace pensar que necesito de tu ayuda?-.

-Narissa esto no se trata de ti solamente. También se trata de un bebé-.

-Por favor Cristian no vengas a dártela de niño bueno a estas alturas. Ambos sabemos lo irresponsable que eres-.

-Si lo sé. Pero ¿sabes? La idea de tener un hijo me ha hecho reflexionar bastante, y por el estoy dispuesto a cambiar- no fui capaz de responderle, parecía sincero- y también estoy dispuesto a luchar por ti Narissa. Juntos podríamos criar a ese niño. Piénsalo – luego de esas palabras me beso fugazmente y se fue.

Quizás Cristina tenía razón. Al fin y al cabo el hijo era de él y so yo aceptaba su propuesta de criar juntos a ese niño sería más fácil enfrentar el problema. Pero no era tan fácil como decidir con quién criar al ser que llevaba dentro. Todavía amaba a Santiago, sin bien sentía algo por Cristian, ese sentimiento no era tan fuerte como lo que sentía por Santiago. Santiago era mi amor.

REBECA

Eran más de las siete de la mañana y aun no llegaba. Desde que entre en aquel salón no había despegado mí vista de la puerta, esperando a que en cualquier momento entrase. No aguantaba las ganas de contarle todo lo que había sucedido la noche anterior. Pues ni yo misma podía creer que mi madre hubiese aceptado a Esteban como mi novio. Aún estaba en una especie de shock por la sorpresa.

La noche anterior todo había salido tan bien, que no podía disimular mi alegría. Desde el primer momento Esteban le cayó bien a mi madre. Al parecer el porte refinado y educado de mi novio le dio buena espina, o quizás tal vez el enterar de quien era hijo ayudo también. Pues al parecer el señor  Gerardo Tourbeth era cliente regular del jefe de mi madre. En fin, lo cierto es que no aguantaba las ganas de contarle a David lo feliz que estaba. Pero no llegó. Ni a esa, ni a ninguna otra clase. Le escribí varios mensajes preguntándole que le había pasado, teniendo la esperanza de que contestase alguno, pero al parecer aún seguía confiscado su teléfono. Le pregunte a Fabián si sabía algo, pero él estaba igual que yo, sin noticias.

En medio de ese dilema estábamos cuando el subdirector entro por la puerta del salón de clases. De inmediato un silencio sepulcral se instaló en aquella sala.

-Buenos días, alumnos- dijo el hombre de contextura delgada.

-Buenos días- respondimos al unísono.

-Profesor Noel discúlpeme por interrumpir su clase a esta hora de la mañana pero tengo una noticia muy importante con respecto a uno de sus alumnos-.

  • Descuide subdirector- dijo el profesor.

-Bueno chicos, he venido a informarles que uno de sus compañeros David García ha sufrido un accidente con su pierna- los cuchicheos en el salón no se hicieron esperar- pero tranquilos no fue muy grave. Sin embargo su compañero tendrá un mes de reposo, por lo que es necesario que se ponga al día con lo referente a las clases, así que cualquiera de ustedes que desee ayudarlo  y quiera obtener créditos extras puede  acercarse a mí y yo lo asignare como tutor- de inmediato levante mi mano- dígame señorita Godoy-.

-Yo estoy dispuesta a ofrecerme como tutora- dije.

-Muy bien señorita, entonces venga conmigo para tomar nota de sus datos-.

Luego de haberme tomado los datos correspondientes, decirme cual sería mi función y asignarme los días de visita, salí de aquella oficina. Estaba un poco confundida, sentía que algo no estaba bien con relación al supuesto accidente de David. Conocía demasiado bien a mi amigo como para saber que así fuese en muletas el asistiría a clases y más teniendo un novio al cual ver. Por eso me había ofrecido como tutora, sabía que sería la excusa perfecta para descubrir que pasaba y también para pasar tiempo juntos, ya que por lo estrictos que estaban sus padres, no podía visitarlo.

-¿Pudiste averiguar algo?- pregunto Fabián a mi lado, mientras me sentaba en mi asiento.

-No, el subdirector no quiso decirme que pasó en realidad. Solo se limitó a decirme que David se había caído. Pero descuida esta sábado iré a su casa y sabré que paso en realidad- mi salida a la playa con Esteban tendría que esperar, ya que no sabía porque pero presentía que algo andaba mal.