Destinados. Capitulo 01: El nuevo comienzo
Su aliento tan cerca. Sus labios a solo milímetros de los míos y en sus ojos; que siempre los había visto vi algo distinto...
DAVID
Mi corazón latía fuerte, acompasado a mi respiración acelerada. Su aliento tan cerca. Sus labios a solo milímetros de los míos y en sus ojos; que siempre los había visto… vi algo distinto. En ese momento me lo decían todo. Manteniendo esa sonrisa tan perfecta que me daba a entender la felicidad que lo arropaba. Yo estaba temblando, no podía coordinar mis actos, estaba más nervioso que nunca… ¡¡El despertador!!... una vez más entre mis sabanas, todo había sido un sueño.
-¡Otra vez! –hundí el rostro entre mis manos.
Apague la alarma, estaba sonando una canción de Coldplay, viva la vida. La ponía como alarma porque nunca me gustaron los tonos que tenía el teléfono para el despertador, siempre prefería despertarme con una melodía que no aturdiera mis oídos. Busque con la mirada encontrándome con tan solo aquellas cuatro paredes que no ofrecían novedad alguna. Me toque la parte baja del cuello, estaba tenso… era señal que no había dormido bien. Ya estaba harto que esa situación se repitiese constantemente… no poder sentirme libre, sentir que estaba atado a algo, o quizás a alguien. Espante esos sentimientos ya que lo último que quería era comenzar con el pie izquierdo ese día, de modo que dispuse a levantarme, vi el teléfono, tenía suficiente tiempo para alistarme y lograr salir temprano de mi casa, pensé. Una de las nuevas metas que me había propuesto para el nuevo año escolar que empezaba, era ser puntual, ya que, por más que me levantara temprano siempre o en la mayoría de las veces era el último de mi clase que llegaba al colegio, no sé porque me fui acostumbrando. Tal vez fue porque siempre me dejaban entrar pues los profesores sabían que era un excelente alumno.
Una vez mi padre en uno de sus constantes consejos me dijo que, podía llegar a ser la mejor persona del mundo pero el solo hecho de ser impuntual desbarataba toda la impresión que pudieran tener de mí, por esa razón quería sembrar en mí el habito de la puntualidad, pretendía mejorar como persona en todos los aspectos que pudiese.
Termine de desenredarme de entre las sabanas. Abrí la puerta de la habitación y baje las escaleras, allí pude contemplar como los tímidos rayos de luz intentaban entrar por las estrechas aberturas de entre la cortina de una de las ventanas de la sala de estar, avisando la inminente aparición del sol, continúe con mi camino y a los pocos pasos sentí unos rasguños en mi pierna derecha al bajar la mirada me encontré con Lía nuestra perra. Como siempre pidiendo que le abrieran la puerta para salir al jardín, esboce una pequeña sonrisa por la gracia que me causaba… le abrí la puerta trasera ya que de seguro eso era lo que me pedía con tanto desespero.
La observe por un instante, allí estaba ese pequeño animal, caminando de un lado a otro, jugando con los pájaros o con lo que se consiguiese en el jardín, era un ser muy feliz, que podía sacar una sonrisa en más de una ocasión, me reí por un segundo al verla juguetear con uno de los gatos del vecindario, se volvía loca cuando de gatos se trataba.
Fui hasta la concina a tomar algo de agua; sentía demasiada sed, y subí nuevamente. Finalmente entre en el baño, antes de ducharme me vi el espejo logrando sorprenderme por la imagen que reflejaba el cristal, había cambiado mucho en este último verano, las facciones de mi rostro se habían hecho más fuertes; al igual que en mi cuerpo a causa del ejercicio. Había logrado tonificar los músculos; cosa que costó muchas horas de sacrificio. Me había propuesto dejar el sedentarismo a un lado para así también de algún modo no dejarle paso al dolor, porque mientras más ocupado estuviese menos tiempo de pensar tendría. Eso era lo que quería, dejar de sufrir y concentrarme más en mis metas personales del modo que no tendría tiempo para el despecho, con todo eso había logrado evolucionar tanto física como personalmente al igual de que sentía que alcance madurar más. El resultado después de tanto tiempo, un físico impresionante, aun me impresionaba que aquel abdomen, pectorales y bíceps tan marcado fuesen el míos. Veía mi rostro con las facciones más fuertes, dándome cuenta que la forma cuadrada de mi mandíbula le daba un toque de imponencia a mi mirada. Mi rostro también había cambiado, se veía mejor que nunca, nariz fina, cejas poco pobladas, ojos color café y piel clara, era impresionante que esas cualidades unidas se vieran tan bien.
Por primera vez me sentía mejor conmigo mismo porque por fin estaba dejando atrás esa parte de mí que tanto me incomodo por muchos años, lo que era la inseguridad, la tristeza y la baja autoestima, sentía ser alguien nuevo, como si por fin hubiese logrado encontrar ese combustible que me hiciera despegar para avanzar en la vida. Repose mis manos en extremo del lavamanos y pensé, solo pensé, en muy en el fondo sabía que todo lo había hecho por él, y por demostrarle a todos que había cambiado, que el David que nadie tomo en cuenta al que nadie le importo y al que pisotearon, ya no estaba, me sentía más fuerte, más seguro, dispuesto a enfrentar a todo y a todos con tal de defender mi paz.
Salí del corto transe en el que me encontraba… no me había dado cuenta de que durante ese momento había apretado tan fuerte los puños al punto de que se habían hecho unas pequeñas marcas en las palmas de mi mano, pero no le di importancia, me lave los dientes y la cara para así terminar de sacarme ese sueño que me invadía. Cuando acabe en lavamanos camine hacia la ducha abrí la llave y me metí bajo el agua que caía a una presión algo fuerte, la sentía caer, estaba fría como me gustaba, de manera que me quede allí por un pequeño instante, quería relajarme para así comenzar con buen pie el día, un buen baño con agua fría por la mañana siempre me hacía bien. Escuche unos ruidos, era mi madre quien ya se había levantado, me hablo desde afuera pidiéndome que me apresurara porque si no lo hacía llegaría retrasado.
REBECA
Siempre me he considerado una buena chica; no una santa, pero creo que soy una persona en quien puedes confiar. No me considero fiestera, ni viciosa, sin embargo una escapadita de vez en cuando no hace daño. En lo que a mis estudios se trata siempre he sido muy centrada, tengo muy claro mi objetivo, por lo no dejo llenar mis oídos por palabrerías de los chicos. Pues al ser delgada, de piel blanca, sumado a unos ojos verdes y una cabellera castaño claro, es muy fácil atraer la atención de los chicos. No obstante no todo el tiempo he sido así, creo que mi responsabilidad adquirida en los últimos años la debo en parte a mi amistad con David. Todavía recuerdo aquel día en que lo conocí, él estaba completamente perdido en medio del patio del colegio, aquel chico delgado, de piel blanca y pelo castaño, me dio un poco de ternura. Me le acerque con intención de preguntarle en donde quedaba el cafetín, y sin planearlo fue en donde acabamos hablando por el resto de la mañana. Desde el principio nos caímos muy bien, corrección, excelentemente bien, parecíamos dos hermanos separados al nacer.
Con el pasar de las semanas el aprecio que nos teníamos se convirtió en una bonita amistad, la cual me ayudó mucho a salir del abismo de depresión en el que me encontraba, es que desde que murió mi padre no había logrado sentir la alegría del saber que estas vivo. En los últimos cuatro años me convertí en un ser que le daba igual lo que ocurriese con su vida, si reprobaba alguna de mis materias era un hecho que me era irrelevante, me había convertido en alguien completamente rebelde, todo eso había traído como causa el deterioro de mi relación con mi madre y mi hermano, que eran lo único que me quedaba.
Durante muchos años quise tener una amistad verdaderamente sincera, una amistad que lo pudiera todo, que fuese tan mas fuerte que todo y todos, una amistad que no tuviese fecha de caducidad, y gracias la vida mi espera termino luego de conocer a David ya que nuestra relación de amigos estaba completamente fuera de los parámetros de una amistad normal, si la tuviéramos que etiquetar tendríamos que definirla como una relación de hermanos porque en verdad esa era la palabra que describía el gran afecto que nos teníamos.
Por mucho tiempo trate de encontrar la razón por la cual David siempre había estado solo; no me cabía en la cabeza como la gente podía hacer a un lado a una persona con tan buenos sentimientos. Era cierto tiempo atrás, siendo bajito, delgado y un poco inocente; por decirlo así, David no era el chico más guapo del mundo sin embargo era alguien honesto. La teoría que di por cierta fue la que, al ser el mejor estudiante de la clase siempre iba a estar en el ojo del huracán, pues cuando se trata de chicos aplicados no hay bravucón que se resista.
Con el pasar de los meses nos convertimos uno solo, ambos éramos inseparables al punto de que más de uno pensó que estábamos de novios, chisme que fuimos incapaces de desmentir porque no nos importaba lo que los demás pensasen… y más de una vez se rumoro por la escuela que yo le estaba poniendo los cuernos a David, ya que en algunas veces salía con chicos a quienes conocía, ese fue uno de los chismes que más me causo risa. Siempre recuerdo las tardes tan amenas que disfrutábamos en mi casa después de clase, nos reíamos tanto que en la noche terminábamos con un dolor de estómago a causa de las carcajadas que soltábamos. Fueron momentos muy amenos los que vivimos en el primer año de nuestra amistad.
El recuerdo de todas nuestras vivencias me sacaba las más sinceras de las sonrisas. Parecería una loca riéndome sola dentro de aquella multitud de alumnos, mi primer instinto fue buscarlo… pero algo me decía que no me esforzara por encontrarlo, dado que de seguro una vez más se le había hecho tarde.
FABIAN
Debo decir que mi niñez fue una de las épocas más alegres o quizás la más feliz de toda mi vida… fue un lapso en donde la ignorancia por parte de mi familia de lo que pasaría en un futuro no era causa de inquietud, el hecho de saber que nos teníamos el uno al otro bastaba para sentirnos en paz, poder disfrutar de cada sábado dedicado completamente a nosotros nos hacía sentir en armonía con la vida. Siempre llevare en mi memoria cada uno de los recuerdos de todas las vivencias compartidas con mi padre, mi madre y mi hermano… ¡mi hermano! Ernesto... ya tengo varios años que no hablo con él, al parecer nos volvimos un par de desconocidos puesto que no hemos hablado ni siquiera por teléfono en todo este tiempo, es tanto nuestro distanciamiento que es más por cortesía que por afecto las llamadas en año nuevo que nos realizamos. Actitudes como esas son las que me hacen desear regresar el tiempo y tratar de que nada esto hubiese ocurrido, por lo menos haber intentado todo lo posible para que la tragedia no ocurriese. Sé que de nadie fue la culpa de lo que paso, según los médicos el cáncer que padeció mi madre estaba en su fase terminal cuando se le fue descubierto… lo único que quedaba era esperar lo peor, estar a la expectativa del momento en el cual la enfermedad decidiera cual era la hora de llevarse a mi madre fuera de este mundo.
Llevo grabado en mi mente aquel día en el cual mi padre nos sentó en medio de la sala y comenzó a relatarnos lo que mi madre; quien estaba ya bañada en lágrimas, estaba experimentando… claro en ningún momento nos dijeron que su enfermedad ya era mortal, solo se nos hizo saber que el cáncer era un padecimiento al cual tenías que enfrentar con la mayor de las fortalezas. A partir de esos días las idas al doctor fueron casi de manera semanal, eran tantos los estudios de los cuales mi madre era víctima, que el agotamiento ya comenzaba a florecer causando que más de una noche ninguno en la casa pudiese conciliar el sueño, a razón de que mis padres permanecían despiertos hasta altas horas de la madrugada, lo que produjo que la idea de dormir se esfumara a mi hermano y mi… la excusa para que mi papa nos dejara quedarnos con ellos el resto de la noche todos juntos en aquel sofá, era que estábamos dispuesto a apoyar a mi madre hasta salir victoriosos, propuesta que no fue rechazada por parte de mi padre, actitud muy extraña ya que hasta nosotros éramos conscientes que nuestro ofrecimiento era muy inocente, pero que siguió por el resto de los días que acontecieron. Si me preguntaran hoy si de verdad tenía idea de lo que significaba el cáncer para mí en esa época, diría que no tenía ni la más remota idea, la inocencia de mi mente me hacía estar ajeno a la crueldad que significaba esa palabra. Creo que ese fue el punto que marcó la diferencia entre la esperanza y la resignación.
Al revivir el día que mi madre llego de su primera quimioterapia, todavía se me eriza la piel de la impresión al ver le estado en que llego, la tan fuerte Bárbara Corser, dejaba derrumbado a cualquiera… esas imágenes fueron las que me desarmaron por completo y me hicieron tener la noción de lo que en verdad sucedía. Mientras más paso el tiempo más se hizo evidente el decaimiento de mi mama, fueron momentos y escenas muy fuertes de las cuales nos tocó presenciar. Ver a mi madre en prácticamente demacrada y sufriendo hasta el punto de lo insoportable me provocaron una impotencia tremenda, sentía que era incapaz de ayudarla a levantarse de esa cama y sanarle tanto dolor, quería ser ese doctor que llegara a sanarla y la despojara de todas sus dolencias, algo que creí que pasaría hasta el último día.
El que considero hasta la actualidad, el peor día de mi vida fue en el cual trasladamos a mi madre hasta el hospital prácticamente agonizando y sin aparentes signos de vida, Ernesto y yo estábamos al borde de una paro respiratorio por la intensidad de nuestros llantos. Nunca olvidare las palabras de aliento que intentaba decirles a mi hermano con el fin de calmarlo y ser fuertes por los dos… no sabría decir si fueron las correctas, pero creo que fueron las mejor improvisadas por parte de un niño que tan solo contaba con nueve años, hasta mí me sorprendieron la profundidad de estas. Si las resumo en un par de líneas podría decir que se basaron prácticamente en hacerle a entender a Ernesto que era mejor que mi mama se fuese al cielo… a un paraíso donde no sufriría más, que quedarse aquí en la prisión que se había convertido su vida. Sabía que lo que decía no era algo que quería que pasase, pero en el fondo sabía que era lo mejor, aun cuando me doliera en el alma.
Al momento de ver al médico entrar en aquella sala algo me dijo que mi madre ya no estaba en este mundo, se había convertido un ángel que nos cuidaba desde el cielo. Y por desgracia no me equivoque. La razón de su presencia era para informar del fallecimiento de mi madre. A pesar de que una parte de mi sabia las palabras que pronunciaría aquel médico, no fueron consuelo para el gran dolor que causo la confirmación de mi especie de predicción. Pedir asimilar que no volverás a ver a tu madre por el resto de tu vida a un niño de nueve y otro de seis años es un acto muy cruel, pero necesario para superar el dolor… fueron muchos los que nos dieron palabras de aliento de las cuales hoy logro comprender su verdadero significado, que fueron de buena intención pero que no alcanzaron a parar nuestro llanto. Un funeral es doloroso para toda persona, pero lo es mas a un para un par de infantes que lo único que desean es que esa mujer que los protegió hasta el último aliento de su vida, estuviese esa noche para desearnos dulces sueños, pero no ocurrió… no paso, cada uno tuvo que dormir en su cama, sin el consuelo que más que su propia almohada.
Cualquier padre en los zapatos del nuestro intentaría acercarse a sus para fortalecer los lazos con sus hijos… los que lo unieron a la mujer que tanto amo, mas sin embargo no fue así, mi padre se distancio demasiado de nosotros, al punto de que cada noche que llegaba del trabajo se encerraba en su habitación sin siquiera mediar palabra con nosotros, parecía inmerso en una especie de depresión natural por lo acontecido, pero muy inusual, una depresión acompañada de un comportamiento que se prolongó por los años que le siguieron y aun hasta la fecha todavía se mantiene. La única persona que logro hacerse cargo en los días posteriores a la muerte de mi madre fue mi tía Alicia, hermana de mi madre una mujer que era el vivo retrato de mi difunta abuela… no solo en lo externo sino también en lo interno. A pesar de que solo tenía siete años cuando mi abuela dejo este mundo, sus recuerdos todavía están marcados en mi memoria. Mi tía Alicia realizaba gestos idénticos a los de mi tan extrañada abuela, que la mayoría de las veces la llamaban la pequeña Rafa… diminutivo de Rafaela, el cual era el nombre de la madre de mi mama. Si no fuera porque mi tía Alicia se convirtió en casi una segunda madre para nosotros, no sabría cómo hubiésemos regresado a la normalidad o lo más parecido que se pudiese.
Con el pasar de los meses, el amor de nuestra tía, sumado a sus consejos… nos ayudó a Ernesto y a mí a salir del mundo de tristeza en el cual nos encontrábamos. Tenerla fue una bendición para nosotros, el que ella se fuese a vivir con nosotros fue un detalle que nos hizo tomarle aún más cariño del que le profesábamos. Los tiempos buenos regresaron a la casa de los Cascante, las sonrisas volvieron, la alegría de nuevo se hizo presente en nuestro hogar, comenzamos a ser una familia de nuevos, la familia que éramos antes de la tragedia, mi padre se acercó mas a Ernesto y a mí, el saludo de buenos días hizo acto de presencia durante las mañanas, el igual que el tan extrañado “dulces sueños” por las noches. Todo hubiese seguido por buen camino si mi papa no fuese conocido a esa mujer… alguien que desde el primer momento que la vi, me dio mala espina… sentía que quería usurpar el puesto de mi madre, que quería convertirse en la persona que ni siquiera mi tía Alicia había alcanzado a ser… nuestra madre.
La primera reacción que tuve fue la de irme con a casa de mi tía Alicia como manera de protesta, creyendo de alguna forma que el gran señor Mauricio Cascante lograra por primera vez en su vida, rectificar sus errores… en este caso el más grande de su vida, pero no fue así. Un día el apareció en casa de mi tía Alicia, con el fin de presentar a Diana como su prometida, durante toda aquella tarde no salí de la habitación principal, no quería ver ni escuchar como Diana, que creía haber escuchado que se llamaba, iba a convertirse en mi madrastras… no lo aceptaba. Pese a ello en el fondo sabía que mi actitud fue demasiado inmadura, que digo inmadura, más bien infantil, a mis trece años no podía aceptar que mi padre se casara de nuevo.
El gran día de su matrimonio no asistí, hecho por el cual también no asistió mi tía- no tengo nada que hacer allí- dijo en una ocasión. Luego de que mi padre y esa mujer; o mejor dicho niña, hubiesen contrario matrimonio, mi relación con mi hermano y mi padre se quebró por completo. Yo me quede a vivir de con mi nana; como le decía, de manera definitiva. A partir de allí solo supe por boca de terceros la vida de mis parientes que se suponía que fuesen más cercanos, no hace mucho me entere de que mi padre y esa mujer decidieron mudarse a los Estados Unidos, a causa de que mi padre había logrado conseguir un trabajo en un bufete de abogados muy prestigioso, en donde ganaría un sueldo envidiable. No obstante eso nunca se vio reflejado en el deposito que le hacia mi padre a la cuenta bancaria de mi nana para mi manutención, siempre fue la misma cantidad. También me entere de que Ernesto se fue con ellos, nunca sabré por qué mi hermano acepto a Diana como parte de la vida de mi padre, ni el motivo de no apoyarme en mis decisiones en cuanto al tema.
Luego de varios años, logre acoplarme al modelo vida que elegí para mí, el hecho de estar viviendo con mi tía, me daba una especie de libertad nunca antes experimentada que me fascino. Poder salir a las nueve de la noche cualquier sábado, y poder llegar a altas horas de las madrugadas sin sermón alguno era muy placentero… contrariamente a esto mi nana era una persona muy estricta, que se desvivía por mí, pero que por suerte era muy dócil en cuanto a esos “temas de jóvenes” como decía ella. Sin darme cuenta me convertí en un chico fiestero, que disfrutaba al máximo cada fin de semana, en los cuales conocí a mucha gente, mi círculo de amigos se amplió de una forma inimaginable al punto de que hubo momentos en que no lograba recordar el nombre de personas que me saludaban como viejos amigos. Poco a poco me fui convirtiendo en la personalidad conocida por todos… no había persona en todo el colegio que no conociese a Fabián Cascante… sin quererlo me convertí en un modelo a seguir, en el líder de chicos quienes esperaban mucho de mí. Al igual que mi popularidad iba creciendo también creo que lo hizo mi ego, debo admitir que soy orgulloso, a veces creído y en muchas ocasiones un patán… esa no es la personalidad que desearía proyectar a los demás, pero lastimosamente es la que debes tomar para seguir en la cúspide y no pasar a ser uno más del montón. Sinceramente odiaba los momentos en los que le jugábamos bromas al resto de nuestros compañeros, odiaba sembrar el miedo en las personas… es más, a pesar de ser algo mal criado con mi forma de ser, no me considero una mala persona, en lo más profundo de mi existen los sentimientos y las más buenas intenciones de los cuales estoy plenamente consiente pero que no me atrevo a dejar salir.
Algo en lo que siempre he sido constante durante mi vida ha sido con lo que poco a poco se convirtió en mi pasión, el futbol… muchos dicen que es un deporte como cualquier otro, pero para mí es el mejor de todos, bendigo una y mil veces al personaje que pudo inventar un medio de diversión tan perfecto. El futbol es una especie de relajante para mi… un día lleno estrés a causa de problemas puede cambiar por completo después de un partido, ya que es a través de el por donde logro drenar todo mi enojo, mi frustración, rabia y toda sensación negativa… es mi medio de relajación. Al igual que varios de mis compañeros, a quienes no veía desde el inicio de las vacaciones de verano. No obstante ya tendríamos tiempo suficiente para contarnos todo lo que habíamos hecho en nuestro tiempo libre, a causa de que la clase con el profesor Noel no era el mejor momento para aquello. No sé cómo lo lograba pero, aquel hombre poseía una especie de poder especial sobre nosotros, porque con el simple acto de entrar en aquella aula, hizo que nuestras voces se callaran por completo, provocando una evidente tensión en el ambiente.
DAVID
En esos momentos lo único que podía hacer para encontrar a mis compañeros era buscar salón por salón, comencé por los de la planta baja sin éxito con lo que tuve que subir hasta el siguiente piso para seguir buscando, tras unos minutos fue allí en donde los encontré. Al llegar a la puerta lo primero que hice fue pedir permiso para entrar con movimiento de mi cabeza a lo que el profesor respondió con un gesto de afirmación para proseguir con su clase. Al entrar de inmediato comencé a buscar con la mirada a Rebeca a quien no había logrado encontrar desde que llegue al colegio pero al parecer había algo especial conmigo porque nadie me quitaba la mirada de encima, en ese instante tan incomodo pude ver una mano alzada acompañada de una voz que me llamaba hacia la parte de atrás, la reconocí de inmediato, con lo que mi reacción fue caminar directo hasta donde estaba, cuando llegue hasta su lugar me percate de que el asiento que se encontraba a su lado estaba desocupado con lo que allí fue donde termine sentándome, no había terminado de sentarme cuando ella comenzó hablar:
-Tu no cambias- me dijo esbozando una media sonrisa y negando con la cabeza.
-Es difícil perder un habito - respondí.
Pues tienes que perderlo porque en algún momento ese habito de llegar tarde te va a perjudicar- Me dijo con una cara de seriedad.
En vez de comportarte como mi mama porque no me saludas como se debe- le respondí. En ese mismo instante se acercó lo más que pudo mí; yo hice lo mismo, y nos dimos un abrazo muy corto porque nos podían llamar la atención.
En si nuestra primera clase del dia no trato sobre nada importante, el profesor solo informo cuales eran sus parámetros de evaluación, para impartirnos el cronograma de los tan esperados exámenes o trabajos. De modo que nuestras primeras dos horas concluyeron muy rápido. Luego de haber terminado con la clase profesor sin mucha demora nos dio luz verde para salir, asi que en menos de dos minutos ya estábamos solos en el salón… detalle que dio pie para que comenzáramos a establecer una pequeña plática.
-Cuando me mandaste el mensaje diciendome que te habias inscrito en un gimnasio me quede con la boca abierta- comenzó Rebeca.
-¿Por qué? Tampoco es un acontecimiento de otro mundo – le respondi.
- Si lo se, lo que pasa es que nunca te creí capaz de tomar una decisión tan atrevida- hizo pausa para terminas de serrar su bolso y prosiguió – tu metido en un sitio como esos no me cuadraba, allí siempre hay tipos musculoso que intimidan a cualquiera y… espera un momento… ¿no me digas que eso lo hiciste para ligar con alguno?
Yo solo la mire con los ojos entre cerrados con una cara muy seria – ¿Esa pregunta va enserio? – dije.
-Bueno…-
- La única razón por la que inscribí allí fue porque desde varios meses la idea me gusto y no tenía nada productivo que hacer en vacaciones – le conteste antes de que pudiera pronunciar palabra – sumado a eso esta el hecho de que queria hacer un cambio radical en mi…. y... creo que lo logre.
-No te pongas a la defensiva conmigo, sabes que lo hago a manera de broma.
-Si lo sé pero… es que… no me acostumbro a que hagas bromas con respecto a ese tema, menos cuando me recuerdan a…- no pude seguir.
-No te pongas asi – dijo al mismo tiempo que se acercaba para abrazarme – en algún momento te encontraras a ese chico que muera por ti de la cabeza a los pies… y más aun estando así de guapo-
No seas como los demás - dije apartándome un poco.
¿Cómo?- me pregunto.
Que te dicen que no te desesperes porque el amor va a llegar en el momento que menos esperas – baje la cabeza – esa son solo tonterías.
No digas eso porque no es cierto – me tomo de la barbilla e hizo que la mirara a los ojos – créeme lo vas a encontrar- me abrazó muy fuerte.