Destinados

Traiciones y destinos.

Destinados

Me llamo Héctor y pensaba que tenía una vida perfecta, unos padres que me querían por encima de todo y salía con Marta la chica más guapa del barrio y mi mejor amiga. Ella y yo nos conocíamos desde niños por ser vecinos, pasábamos la mayoría del tiempo juntos. Si no era en su casa lo era en la mía, perdí mi virginidad con Marta y la primera vez fue un desastre. Estamos muy nerviosos los dos, me puse el condón al revés y se le quedó dentro a Marta. Eso nos asustó mucho y al no poder sacarlo, Marta pidió ayuda a su hermana mayor.

Eso, incremento el sentimiento de vergüenza que teníamos los dos, más si cabe por la hinchada a reírse que se metió su hermana, no sé cómo lo solucionaron pues se metieron en el baño. Marta salió roja de vergüenza, mientras su hermana se seguía riendo. Después nos dio unos consejos que pusimos en práctica la siguiente vez que lo intentamos.

Tampoco fue para echar cohetes, pero esta vez por lo menos pudimos hacerlo, los dos quedamos algo decepcionados con nosotros mismos, pero la verdad es que conseguimos darnos placer y eso nos motivó para seguir experimentado y conociendo los gustos del uno y del otro. Muchos no apostaron ni un duro por nuestra relación, pues Marta era una mujer de bandera con banda de música y yo aunque tenía cierto atractivo, no destacaba en nada más, salvo en mi sonrisa que según Marta le hacía sentirse bien en los días que se sentía triste y abatida.

Me mantenía en forma, pero más prensando en mi salud que en gustar a las chicas, no lo necesitaba ya tenía a una chica preciosa enamorada de mí. En el instituto nos protegíamos mutuamente, los chicos me tenían envidia y las chicas no entendían como una chica del calibre de Marta podía estar con alguien tan corriente como yo. Ninguno de los dos hizo caso y seguimos amándonos más si cabe, todo cambio cuando termino el instituto y empezamos la universidad.

La noche antes de empezar la universidad, note a Marta preocupada. Ella había ido a visitar la universidad donde iríamos, ella a la facultad de medicina y yo a la de derecho. Yo no pude ir por echar una mano a mi padre, este tenía una tienda en la que reparaba electrodomésticos junto a mama, pero mama estaba con gripe y me toco ayudar. La verdad sea dicha no me quedo muy claro si ayude o estorbe a mi padre, pero la verdad que nos reímos mucho y pasar tiempo con mis padres siempre era un verdadero placer.

Mis padres con la tienda ganaban bastante bien, pero no éramos ricos, yo decidí quedarme con ellos en casa pues la facultad me quedaba relativamente cerca. Marta decidió compartir piso con unas chicas que había conocido, cuando estuvo visitando la facultad. A mí me pareció raro, Marta era una persona que no otorgaba su confianza muy fácilmente. Me dijo que de esa forma podría aprovechar mejor las horas para estudiar y que viniendo hasta su casa perdería.

Yo no desconfié de ella, porque tendría que hacerlo. Nunca me dio motivos para hacerlo. Las alarmas se empezaron a encender, cuando empecé a darme cuenta de que Marta ya no quería pasar tanto tiempo conmigo, me ponía excusas banales. Una de las veces me dijo que tenía que estudiar y por eso cancelo nuestra cita, yo no lo vi mal y me pareció bien. Lo malo vino cuando fui a la biblioteca de la universidad porque necesitaba un libro y me encontré de bruces con Marta en un corrillo con chicas y chicos hablando y riéndose, mi novia tenía una curiosa forma de estudiar, yo no le dije nada. La miré y dándome la vuelta me dirigí a la biblioteca, cuando salía de ella una preocupada Marta me esperaba para seguir soltando excusas banales. Otra cosa de la que me di cuenta es de cómo nos miraba la gente y de que forma afectaba eso a Marta, pareciera que se avergonzara de que nos vieran juntos.

• ¿Marta estás bien?, pareciera que te avergüenzas de que nos vean juntos.

• ¡Que va hombre como piensas eso! – dijo muy indignada.

La semana fueron pasando y cada vez tenía menos contacto con Marta, yo intentaba quedar con ella. La mayoría de las veces no contestaba o lo hacía aduciendo que tenía que estudiar, un miedo empezó a hacer mella en mí, no solo a perder a mi novia, sino a perder a mi mejor amiga. En una ocasión que Marta no contestaba a mis mensajes decidí pasar por la casa donde vivía con las otras chicas.

Al llamar abrió uno de los chicos más populares de la universidad, hice él gestó de intentar entrar cuando me corto el paso y me dijo que yo ya no pintaba nada en la vida de Marta y lo fuera asumiendo, para después cerrarme la puerta en mis mismísimos morros. Esa misma tarde, esa sonrisa que me caracterizaba, se borró de mi rostro. Durante unos días intenté localizar a Marta, pero era evidente que no quería verme y decidí dejar de intentarlo y ponerme más en ridículo.

Todo esto me llevo a una profunda depresión que tenía muy preocupados a mis padres, decidí centrarme en mis estudios para poder despejar mi mente y tengo que decir que lo conseguí a veces. El derecho me apasionaba, sobre todo la rama de investigación de la fiscalía. Esa pasión fue la que consiguió que yo no me hundiera más profundamente, cuando ya empezaba a asumir que había perdido a Marta y yo había pasado a su baúl de los recuerdos, recibí una llamada de esta.

• ¿Héctor soy Marta, este fin de semana te gustaría venir a una fiesta conmigo?

Yo ni siquiera le hacía caso a lo me estaba diciendo, solo con oír su voz ya era feliz otra vez.

• ¿Héctor me has escuchado lo que te he dicho? – pregunto Marta.

• Si, el fin de semana iré contigo a esa fiesta.

Mi sonrisa volvió a mi rostro otra vez, pero algo había dentro de mí que me pedía cautela. No volví a ver a Marta el día de la fiesta, ella vino a recogerme a casa, se había vestido de una manera que la hacía más atractiva si cabe. Yo me puse mi mejor ropa, pero a su lado parecía el patito feo, cuando llegamos a la fiesta. Me fijé que todos me miraban como si supieran algo de lo que yo desconocía, algunos además me miraban con cara de pena. Algo no estaba funcionando bien y me decía que la noche no acabaría bien para mí, decidí quitar esos pensamientos de mi cabeza. Marta nunca me había traicionado que yo supiera y confiaba en ella.

Fui un verdadero imbécil por pensar eso, una de las nuevas amigas de Marta se me acerco muy amablemente y me sirvió una cerveza, yo al principio desconfié, pero al final decidí que no quería escándalos y termine aceptándola. Mientras me la tomaba, ella me iba dando conversación, conversación o monologo según se mire. Empecé a sentirme mareado y con sensación de extremo cansancio, perdí el conocimiento y cuando desperté me encontraba en una habitación sentada en una silla y delante de mí tenía varias pantallas de ordenador. Lo que vi en esas pantallas me mato por dentro, Marta se encontraba sobre una cama engullendo una polla. No se veía el rostro del chico, pero si la de la chica que estaba comiéndole el coño a Marta.

No quise ver más, me saque una foto de mi propio rostro donde se reflejaba lo que sentía en esos momentos y se la mande a Marta. Dentro de mí se había roto algo esa noche y fue mi inquebrantable fe en la raza humana, salí por la misma puerta por donde había entrado. Sin hacer ruido, ya había perdido a Marta y lo demás me daba igual. Cuando llegue a casa me metí en mi habitación y empecé a mirar universidades en otras ciudades, no tenía intención de seguir en esta. Tuve el cuidado de mirar universidades que me permitieran poder visitar a sus padres.

Desde ese día me convirtió en una persona solitaria y no volví a sonreír en público jamás, solo fingía delante de mis padres para que estos no se preocuparan más de lo que ya estaban. Tuve la gran mala suerte de que ninguna universidad me permitiría matricularme hasta el siguiente semestre, fui día tras día a clase. No volví a dirigir la palabra a Marta, tan siquiera volví a mirarla. Eso a Marta le sentó fatal, sentía que la humillaba delante de sus nuevos amigos.

• ¿No piensas dirigirme la palabra? – dijo una enfadada Marta.

• Nos conocemos de algo tú y yo – dije con la voz más gélida del mundo.

Cuando Marta me fue a dar la réplica, me di la media vuelta y la deje con la palabra en la boca. Esa fue la última vez que tuve contacto con Marta, pasados los seis meses desaparecí sin dejar rastro de su vida. Como los últimos meses no salía para nada más que para ir a la universidad y volver a casa, conseguí ahorrar dinero y decidí invitar a mis padres a comer el último día que pasaría en la ciudad. Fue una buena comida y en esos infantes al lado de las dos personas que más me querían, volví a sonreír tímidamente otra vez.

Llego el momento de irme y después de cargarlo todo en el coche de segunda mano que mis padres me habían comprado, salí rumbo a mi nueva vida. Las cosas en la nueva universidad no me estaban resultando tan fáciles como yo esperaba, llevaba mucha ira y rencor. Al ser el nuevo fui el blanco de los chicos populares de la universidad y en el poco tiempo que llevaba me había peleado dos veces.

En la ciudad donde estaba la universidad era mucho más cara que mi antigua ciudad, también la matricula lo era y con el dinero de mis padres no me llegaba. Por eso papa hablo con un gran amigo suyo que tenía una tienda de antigüedades, para ver si me podía dar trabajo. El dueño de la tienda era el bueno de Hiro, un japonés que fue vecino nuestro hasta que se mudó e hizo muy buenas migas con mis padres.

Hiro acepto encantado, mis problemas en la universidad continuaban, tenía las imágenes que presencie constantemente en mi mente y eso impedía que me concentrara, Marta intento ponerse en contacto conmigo. No conteste a ninguna de sus llamadas ni mensajes, al final tuve que cambiar de número, pues no se dio por vencida. Solo las horas que pasaba en la tienda de Hiro me daban una relativa paz y tranquilidad y utilizaba un pequeño despacho que tenía para estudiar con tranquilidad, en una de esas ocasiones escuche entrar personas en la tienda. Todavía no habíamos abierto e Hiro se encontraba en la trastienda ordenando objetos que había adquirido hacía poco, salí a decirles que todavía no habíamos abierto y vi que eran unos chavales que solo querían llamar la atención. Uno de ellos tiro un jarrón al suelo y empezó a reírse, yo no pude contenerme y me lancé a por él. El chaval sacó una navaja y me ataco con ella, de no haber sido por Hiro me habría hecho una avería de las gordas.

La forma que tuvo Hiro para inmovilizar al chaval, pero sobre todo la velocidad y la precisión con la que ejecuto el movimiento nos dejó a todos sin palabras, Hiro con toda la calma del mundo me dijo que llamara a la policía y así lo hice. Después de que la policía llegara, se me quedo mirando y me dijo.

• Héctor, tienes demasiada rabia contenida que hay que canalizar y aprender a controlarla.

• Lo intento Hiro, pero me es imposible.

• Yo te ayudaré en eso, si me dejas.

• ¿Cómo?

• Soy un maestro en Karate Kyokushinkai, esto te enseñará disciplina y a tener un control total sobre tu cuerpo y mente.

Yo sonreí y le dije que estaba de acuerdo, pero me dejo claro que este arte marcial que me iba a enseñar. Solo seria para defenderme a mí o a otras personas, si se enteraba de que lo utilizaba para atacar a otras personas que me preparara. Trague saliva y asentí, Hiro que no era un hombre ni alto ni excesivamente fuerte, me infundió tal respeto y porque no decirlo miedo.

A partir del día siguiente empezó a enseñarme en la trastienda, Hiro era un profesor realmente exigente. Me di cuenta de que era torpe de verdad, Hiro me dijo que la practica te convertía en maestro y para eso tenía que tener paciencia y constancia. Así fueron pasando los meses, mis calificaciones fueron mejorando. Ya no entraba al trapo a los comentarios de los demás y mi forma física iba cambiando día a día, al ir desapareciendo esa ira que me caracterizaba empecé a hacer amigos en la facultad y estos me invitaron a una fiesta.

Yo no estaba interesado, pero Hiro me dijo que un poco de diversión me vendría bien, llame a mis nuevos amigos y me prepare para ir a la fiesta. Como la casa donde se celebraría quedaba más cerca de la tienda de Hiro que de casa de mis padres, lleve la ropa para cambiarme y después del trabajo eso fue lo que hice. Pasaron a recogerme y otra vez me veía a mi mismo entrando en una casa llena de gente, por lo menos esta vez nadie me conocía y podría pasar desapercibido.

Empecé a dar vueltas por esa casa y a cada minuto que pasaba estaba más convencido de que yo no tendría que estar allí, no encajaba ni me gustaba el ambiente que allí se respiraba. Cogí una cerveza y salí a una especie de patio trasero, allí me encontré con una persona que estaba llorando. Al principio pensé que no iba conmigo, pero después pensé de cómo me sentí yo y me acerque hacia esa persona.

Dándole un clínex le pregunté si se encontraba bien, entonces levanto la cabeza y vi que era una chica de mi misma edad y preciosa además.

• Gracias – dijo ella.

• Me llamo Héctor, si quieres me siento a tu lado y me cuentas que te ha ocurrido.

La chica dudó por un instante, pero viendo que se lo decía muy en serio acepto.

• Hola Héctor, yo me llamo Silvia.

• ¿Qué a ocurrida Silvia?

• Mi novio me ha humillado de una manera que pensé que jamás sería capaz de hacerlo.

Me recordó a mí no hace mucho, según me contó, su novio era el macho alpha de su universidad. Todas las chicas mojaban las bragas por él y eso a ella la molestaba mucho, él se creía con el derecho de hacer lo que le diera la gana, pero que ni se le ocurriera mirar ella a otro. Esa noche discutieron, su novio se enfadó y decidió darle una lección. Se llevó a la chica que más odiaba Silvia y se la follo en sus mismas narices, ese hecho me recordó al mío.

Mire a Silvia y le dije.

• Ni te imaginas hasta que punto te entiendo Silvia.

• ¿A ti te paso algo parecido?

• No lo vi en directo como tú, pero básicamente sí.

No sé por qué, pero me sentía bien junto a Silvia, solo me había pasado con mis padres y con Hiro. Seguimos contándonos nuestras historias y en un momento dado me pidió si podía traerle un botellín de agua, me levante y me fui a la barra improvisada para ver si allí había, al no a ver, me dirigí a la cocina y encontré uno en el frigorífico. Cuando iba saliendo escuche una discusión, Silvia estaba gritando a un tío mientras este y sus amigos se reina.

• Va todo bien Silvia – pregunté mientras miraba al tío de forma severa.

• ¡Quien este mierdecilla Silvia, que te dije de mirar a otros!

Silvia perdió los nervios y se lanzó a darle un tortazo, el tío era más grande y le sujeto del brazo. Entonces vi como tenía intención de golpear a Silvia, me moví rápido y sujete el hombro de ese tío de tal manera que según iba intensificando la presión sus huesos empezaron a crujir.

• Bien, calmémonos todos, lo has entendido tío.

• Si – contesto él entre quejidos.

• Tú y tus esbirros no volveréis a acercaros a Silvia, ¿lo habéis entendido?

• Y si no queremos, que vas a hacer – dijo el tío al que estaba machacando el hombro.

• Volveré para terminar el intensivo masaje que te estoy haciendo en el hombro, hasta

dejártelo inservible, tú verás que te conviene.

Los tíos se marcharon, Silvia pareció animarse y cogiéndome del brazo me llevo a un pub irlandés que se encontraba cerca de la casa donde nos encontrábamos, allí bebimos bailamos y al final reímos. No sé por qué, pero lo que sentía al estar al lado de Silvia solo Lo había sentido con Marta, pasamos la noche y al día siguiente la invite a desayunar. Nos intercambiamos los móviles y empezamos a quedar muy a menudo, yo utilizaba el tiempo que me dejaba el trabajo y el entrenamiento para quedar con ella. Por suerte para mi vivía cerca de la tienda de Hiro, ella también estaba estudiando derecho y aprovechábamos los días que yo estudiaba en el despachito de Hiro para hacerlo juntos. Silvia era una mujer muy lista y le apasionaba su carrera tanto como a mi, los meses fueron pasando y no pasábamos de una simple amistad. Los dos sabíamos que sentíamos mucho más, pero todo el daño recibido nos frenaba bastante.

En una ocasión Hiro me dijo que los trenes que nos proporcionaban buenos viajes en la vida pasaban pocos y que si tenías uno cerca, tenías que subirte a el sin pensárselo dos veces. La verdad que yo sentía que Silvia era ese tren y decidí invitarla a cenar y tirarme a la piscina, le invite a un restaurante que me recomendó Hiro, menos mal que me presto dinero. Con lo que tenía yo ni para el pan, entonces me arme de valor y se lo dije.

• Silvia, pensé que mi corazón se había secado para siempre, pero contigo ha vuelto a latir y con mucha fuerza.

Silvia se quedó callada mirándome, la incertidumbre me tenía de los nervios. Empezó a llorar, se levantó y me planto un beso en toda la boca. Terminamos de cenar y me llevo a casa de sus padres, estos no estaban por encontrarse fuera por adustos de trabajo. Según entramos por la puerta Silvia se me echo encima, yo estaba muy nervioso. No era virgen, pero las veces que lo había hecho con Marta aunque las últimas no estuvieron mal, la confianza en mi mismo estaba por los suelos.

Silvia se dio cuenta de mi nerviosismo y me dijo que lo dejara todo en sus manos, me fue desabrochando la camisa mientras me iba dando besos y mordisquitos en el cuello. Eso me fue poniendo a tono y mi polla empezó a crecer, después fue descendiendo mientras pasaba su lengua por mi pecho hasta llegar a mi polla. La libero con maestría y se la metió en la boca, el placer que sentí hizo que pusiera los ojos en blanco y tuviera que hacer esfuerzos para no correrme en ese mismo instante.

La separe de mi, hice que abriera un poco las piernas y me agache para bajarle el tanga que traía, el olor que desprendía su sexo me embriago. Lo tenía rosadito y muy húmedo, me esmeré en jugar con su clítoris para darle el máximo placer y parece que lo estaba consiguiendo. Silvia tampoco quería acabar así y me dijo que la acompañara a su habitación, allí terminamos de desvestirnos y pude contemplar ese cuerpo cincelado por Miguel Ángel. Yo gracias al entrenamiento con Hiro había mejorado mucho y eso lo noté al ver la mirada que me echo Silvia.

Me tumbé boca arriba en la cama y fue ella la que se fue introduciendo mi polla en su encharcado coñito, una vez lo tuvo dentro empezó un lento, pero acompasado movimiento que me estaba proporcionando un placer indescriptible. Silvia se echó sobre mi pecho y puso su boca al lado de mi oído para que pudiera escuchar sus jadeos, al final nos corrimos los dos.

Ese fue el comienzo de nuestra relación, no nos separamos mientras duro nuestras carreras, Silvia me invito a cenar a casa de sus padres para presentármelos, el padre de Silvia era un hombre muy estricto y me tuvo acojonado toda la noche. Al final pudo comprobar que lo que sentía por su hija era real y aflojo un poco, pero muy poco.

En otra ocasión fue Silvia la que lo paso mal cuando le dije que la había invitado a cenar con mis padres para presentárselos, el nerviosismo le duro hasta que los tuvo en persona. Enseguida conectaron y fue una velada estupenda, nuestras sesiones de sexo iban mejorando día a día, no tenemos miedo en contarnos nuestras fantasías y las que se pueden hacer las hacemos o por lo menos lo intentamos.

Al final terminamos la carrera de derecho con las mejores calificaciones, eso nos llevó a trabajar para la fiscalía de la ciudad. Al principio lo hicimos de pasantes. Fue una época dura mucho trabajo con un sueldo irrisorio, Silvia poco a poco fue escalando posiciones hasta llegar al puesto de ayudante del fiscal, una mujer dura como el pedernal en los juicios y una mentora inmejorable fuera de estos. Como dije yo me especialice en la investigación y trabajaba directamente para Rosa que así se llamaba la fiscal y para Silvia.

Uno de los casos me llevo de vuelta a mi antigua ciudad, las veces que la había pisado fue para ver a mis padres y por desgracia fueron menos de lo que me hubiera gustado. Al llegar y ponerme a investigar me llevé una grata sorpresa, la empresa que tenía que investigar era la empresa del padre del chulo que me humillo, junto a Marta y a la amiga de esta. No tenía ninguna intención de vengarme, pues yo era muy feliz al lado de Silvia, pero tenía claro que si eran culpables no me temblaría el pulso.

Por lo que pude averiguar, Marta se había casado con aquel maromo. Mis padres no me lo contaron y yo no pregunte, el padre de este era el jefe, pero era el hijo quien se hacía cargo de todo. La fiscalía tenía indicios de que se usaba esa empresa para blanquear dinero para ciertas bandas del crimen organizado. Mi tarea era encontrar esa información para que Rosa y mi amor hicieran el resto, me presente en la empresa y enseñe mi placa de la fiscalía. Tenía una orden judicial para llevarme documentación y ciertos ordenadores, el maromo bajo con su ejército de abogados y estos al comprobar que la orden era verdadera. Aconsejaron a su cliente que hiciera lo que le pedía.

Ese tío ni me reconoció, pero Marta que doblaba la esquina sí que me reconoció y vino a saludarme. Yo la saludé de forma aséptica y me dispuse a llevarme junto a mis hombres la documentación y los ordenadores, entonces Marta me agarro del brazo y me dijo.

• Me vas a saludar así Héctor, fuimos pareja y amigos.

• No Marta, ya es demasiado tarde para nosotros.

Hice que soltara su mano de la mía y me dirigí a la salida del edificio, ese al mediodía había quedado para comer con mis padres, estos me contaron que la madre de Marta estaba muy enferma y estaba ingresada en el hospital. Al terminar de comer, decidí subir a visitarla. Aunque mi relación con su hija termino como lo hizo, yo me llevaba muy bien con sus padres y la hermana de Marta.

Llegue a la habitación donde estaba ingresada la madre de Marta y después de tocar la puerta con los nudillos pase adentro, allí se encontraba la hermana de Marta que me abrazo llorando, la verdad que la madre de Silvia no tenía buen aspecto. Estuvimos hablando de todo un poco hasta que en un momento la hermana de Marta salió a atender una llamada, la madre de Marta me indico que me acercara y me dijo.

• No me queda mucho tiempo Héctor, me gustaría pedirte algo muy injusto.

• Dime.

• Cuida de Marta.

• Lo intentaré, pero no te prometo nada.

• Gracias Héctor, siempre fuiste un buen chico.

La pobre mujer empezó a toser y llame a una enfermera que me hizo salir de la habitación, aproveche para despedirme de la hermana de Marta y me dispuse a hacer mi trabajo. La verdad que el marido de Marta no se molestaba en esconder nada, fue un juego de niños seguir el dinero y poder demostrar que su empresa blanqueaba ese dinero. Llame a Rosa y le puse en antecedentes, después de hacer el informe se lo envié.

Esa noche cené con mis padres y me preguntaron, pero yo no podía contestar a nada pues era un sumario abierto, me despedí de ellos y antes de volver a mi nueva ciudad pase a visitar a la madre de Marta, su deterioro era cada vez mayor y más rápido, me dio mucha pena, esa mujer se desvivía por sus hijas y era joven para morir. Según me comento los doctores le dieron dos meses de vida.

El juicio comenzó y Rosa se comió con patatas a los abogados del marido de Marta, las pruebas eran demasiado contundentes. Lo malo para Marta era que muchos de esos informes llevaban su firma, estoy seguro de que ella no sabía nada, pero al estar su firma era cómplice y terminaría en la cárcel. Así fue, el juicio termino con una condena muy severa para el padre del marido de Marta, para el marido y para la propia Marta.

La madre de esta no llego al mes y volví con Silvia a mi antigua ciudad para asistir al entierro y al funeral. Cuando Marta me vio hizo el amago de acercarse, pero cuando vio a Silvia se detuvo y se puso a llorar. La que si se acercó fue su hermana y aproveche para presentarle a Silvia, en un momento dado vi como una muy nerviosa Marta salía corriendo de la iglesia. Decidí seguirla por si se le ocurría hacer una locura, en una semana ingresaba en prisión y su madre acababa de morir, como pensé fue a un viejo puente donde solíamos jugar de niños, ese puente tenía cuarenta metros de altura y bajo el pasaba un riachuelo que no tenía prácticamente profundidad.

• ¿Qué estás haciendo Marta?

• ¿Qué haces aquí Héctor?

• Cumplir la promesa que le hice a tu madre.

• ¿Qué promesa?

• Que cuidaría de ti.

• Estoy acabada Héctor, yo no sabía nada, firmaba porque me fiaba de mi marido.

• Eso ya no tiene vuelta atrás, pero la locura que quieres cometer si la tiene.

• Ya no me queda nada Héctor, nada ¿lo entiendes?

• Lo que pretendes hacer es el camino fácil, lo correcto seria que cumplieras la condena, cuando salgas todavía te quedara vida y ya habrás cumplido con la sociedad.

Marta bajo del puente y se abrazó a mi, me costó un esfuerzo sobre humano devolverle el abrazo. Pero había comenzado una nueva vida con Silvia y esta era la manera de dejar la vieja atrás.

EPILOGO

Tanto el padre como el marido y Marta tuvieron una condena de veinticinco años, los jueces decidieron dar un buen escarmiento para que los siguientes se lo piensen mejor, moví algunos hilos para que a Marta la encarcelaran en una cárcel cerca de mi antigua ciudad, de esa manera su hermana podría visitarla a menudo sin tener que viajar largas distancias.

El padre del marido de Marta murió de un infarto al mes de ingresar en prisión y por lo que se rumorea, las bandas tenían miembros en esa cárcel y le hacían visitas todas las noches. Sé dé primera mano que ese hombre reza todas las noches para que en una de estas se cansen de el y decidan matarlo.

Marta no lo está pasando bien en la cárcel, las visitas de su hermana la alivian, pero ya ha tenido algunos encontronazos y ha pasado dos veces por la enfermería del hospital. Me apena escuchar lo que me cuenta su hermana, pero yo ya no puedo hacer nada. Tomo una decisión y ahora tiene que vivir con las consecuencias.

En cuanto a Silvia y a mi, preparamos la boda, porque seremos padres en seis meses. Todavía no hemos decidido si nos casaremos antes de que nazca la niña o después, mis padres están encantados y los padres de Silvia ni te cuento.

Hiro decidió cerrar la tienda y abrir un dojo en mi antigua ciudad, de esa manera podría volver a estar cerca de mis padres, dentro de poco me examino para obtener mi primer Dan, Hiro me está metiendo unos entrenamientos intensivos que me tiene medio muerto, pero al volver a casa y ver la sonrisa de Silvia, es el mejor bálsamo del mundo.

Cada vez estoy más convencido de que el destino me lo hizo pasar mal, porque tenía algo mucho mejor preparado para mi y eso fue conocer a Silvia mi verdadero amor y la futura madre de mi hija.

FIN.