Destinado con una becaria a Mozambique.

El ministerio de asuntos exteriores me envía a Mozambique a abrir un nuevo consulado. En el viaje me acompaña una becaria del ICEX

Como dicen por España, las cosas de palacio van despacio.  Y en Ministerio de Asuntos españoles este dicho puede llegar a extremos inverosímiles.

Por lo visto todo empezó cuando se supo en la prensa española, que Repsol, Endesa, ACS  e incluso Zara iban a establecerse en un lugar en Mozambique llamado Quelimane.  Por supuesto ni Rita había oído hablar del pueblo de marras en España, pero el país ofrecía unas condiciones, fiscales y económicas optimas, aparte de ayudas de establecimiento y mil y una cosa interesante para los supuesto emigrantes.  Al presumiblemente desplazamiento de gran cantidad de empresas y trabajadores españoles a la localidad, el ministerio reacciono decidiendo que era una ocasión única para abrir allí un consulado y una vez más acompañar a nuestras empresas por eso mundos de Dios.

No pasaron ni seis meses cuando ACS se desmarcó de sus planes, un mes después era Endesa y con el paso de los meses cada una de las empresas nombradas anteriormente se fueron dando de baja del proyecto.  Por lo visto lo acordado con las autoridades locales y lo que realmente obtenían las empresas eran cosas totalmente distintas.

La cosa parecía que no pasaba de ahí.

Me quedé de piedra cuando recibí nuevo mi destino en el cuerpo diplomático.  Quelimane.

Resulta que las empresas habían reculado, pero el ministerio, que había puesto su maquina a funcionar, no supo parar a tiempo sus planes aprobados.

Acababa de romper una relación de años y todavía afectado por ver como Mónica cerraba la puerta de casa llevándose con ella sus cosas, por lo que decidí no hacer mucho ruido y seguir las instrucciones de mis superiores hasta que esa locura acabase y cerrasen el inútil consulado.

Cerré mis asuntos en la oficina, me despedí de mis amigos y cerré mi casa.  Realmente no sabía que me iba a encontrar ahí, simplemente sabía que en el aeropuerto me encontraría con Rebeca Fernández, una joven becaria del ICEX y que no tenía el gusto.

Llegué a Barajas con tiempo, me puse en la cola de Business y obtuve mi tarjeta de embarque.

Nadie se me acercó en la sala de embarque de mi vuelo a Johannesburgo por lo que subí al avión solo.  En teoría el asiento libre a mi derecha sería para Rebeca, pero ella no llegaba.

Pasaron los minutos y cuando ya pensaba que ella no aparecería.  Entro una chica unos cuatro años más joven que yo por la puerta jadeando.  No podía ser ella, jamás había visto a una futura técnico comercial del estado vestida con unos leggins, una camiseta de los Ramones y pinta de haberse pasado toda la noche de parranda.

La chica ni saludó, simplemente dejó su bolsa en el portaequipajes y se sentó en su asiento.

-       Ósea que tu eres el cónsul me imagino – me dijo después de un par de minutos que empleó en mandar un ultimo whatsapp.

-       Si, encantado.  ¿Me imagino que eres Rebeca? – dije aún sin salír de mi asombró.

-        Si, lo soy.  ¿Y tu nombre?

-       Soy Gustavo, Gustavo Barral.  ¿No te han dado el dossier?

-       Si, pero esas cosas no las suelo leer, total nos íbamos a acabar conociéndonos.  ¿No? – la lógica no era mala, pero muy poco profesional por su parte.

El vuelo a Sudáfrica duraba 10 horas en los que realmente no hablamos mucho, en realidad Rebeca durmió casi todo el trayecto.  Yo me dediqué a leer observando su sueño a cada rato.

Se despertó cuando el avión tocó suelo.  No dijo mucho, simplemente se estiró de una manera muy poco fina y desde luego muy poco  propia de la clase bussines.

Nos bajamos del avión y pasamos el control de pasaportes sin problemas gracias a nuestros documentos diplomáticos.  Teníamos 3 horas hasta nuestra salida hacía Mozambique.

Nos sentamos a tomar un café.  Rebeca se dedicó casi dos horas a escribir en el móvil, como se notaba que pagaba el estado español el roaming de su telefono.

-       Uff, ayer no me dio tiempo a despedirme de mis colegas, en realidad me hicieron una fiesta pero me perdieron pronto. La verdad es que no dormí nada – Me dijo ya en la cola de entrada a la sala de espera donde embarcaríamos al avión que nos dirigía a Mozambique. La tía había que reconocerlo estaba muy buena, pero desde luego era una  cabeza de chorlito.

-       No pasa nada.  Por mi no te preocupes.

Llegamos al scanner de entrada a nuestra sala de espera y le dejé pasar.  Su maleta llamó la atención de los agentes de seguridad y le pidieron que les mostrase el interior.  Rebeca se negó mostrando su pasaporte diplomático recién estrenado, pero los funcionarios locales sabían bastante poco de inmunidad y esas cosas e insistieron en ver el interior.  Discutieron durante más de 15 minutos hasta que Rebeca se dio por vencida y abrió la maleta.   La becaria me miró como para que pasase adelante, pero al igual que los agente a mi también me picaba la curiosidad, por lo que me quedé allí mirando.

El negro agente abrió la bolsa y sacó directamente un vibrador de grandes dimensiones, una plug anal y unas esposas de esas que enganchan muñecas y tobillos.  Los negros del control reían y yo sonreía.  Rebeca ni se inmutó.

El jefe de los policias le dijo que con las esposas no podía subir al avión, el tío era más que obvio que había visto por el scanner los juguetes y quería putear a la blanquita.  Cogió con unos guates de látex esposas y las retiró de nuestra vista.  Metió dos juguetes en la bolsa y la cerró.

-       Lo siento, en estos países nunca sabes si puedes encontrar juguetes y decidí traeros

-       Lo entiendo, lo entiendo - dije yo sonriendo.

En el aeropuerto de Maputo nos recibió el embajador en el país.  Evidentemente el hombre no tenía gran cosa que hacer en Mozambique por lo que tenía tiempo hasta de recibir funcionarios de mi nivel acompañados por un insignificante becaria.

Esa noche fuimos a cenar a un restaurante céntrico lleno de expatriados. Por la noche dormimos en la embajada.  Rebeca no se cortó un pelo y la oí correrse como una posesa sin impórtale un pito si alguien le oía o no la oía nadie.  Las paredes de la cancillería eran de papel y la oía masturbarse como si la tuviese metida en mi cama

El viaje a Quelimane íbamos a hacerlo en coche, un chofer de la embajada nos iba a llevar, la verdad esperaba ir en avioneta pero según me dijo el embajador el aeródromo local no era nada seguro.

Esperé a Rebeca medía hora, desde luego la chica no era puntual.  Estaba buena, era un poco puta y no era puntual… una joya vamos.  Nos quedaban por lo menos un año juntos hasta que a ella se le acabase la beca, o que cerrasen el consulado, algo que veía imposible tal y como funcionaba el Ministerio.

Rebeca apreció con unos mini short y una camisa de explorador cerrada con un nudo a la altura del ombligo que le marcaba unas tetas de aupa y dejaban a la vista su plano vientre.

Por un lado mi polla se puso como una piedra al verla y por otro me indigne porque aquellas no eran maneras de viajar representando a España.

El viaje fue insoportable, 8 horas de carreteras de mierda acompañadas de toneladas de polvo y mosquitos que iban reventando contra el cristal.

Llegamos a última hora de la tarde.  El chofer nos dirigió a mi residencia oficial.  En teoría la becaria debía de buscarse la vida, pero era una regla no escrita que a la llegada de este tipo de personal, el personal destacado en el consulado siempre le daba alojo durante una semana hasta que encontraban acomodo.  Nuestra situación era distinta, pero en el fondo yo tenía una residencia oficial y ella no tenía donde dormir.

Mi residencia era una casa con piscina y tres habitaciones además de un despacho, un comedor, un salón y baños en cada habitación.

La casa la atendía la mujer más negra que yo había visto en mi vida.  Me costó explicarle que la joven no era mi mujer, simplemente una compañera de trabajo.  Tuve que pedirle que quitase sus cosas de mi habitación y las dejase en una de las otras pues no se iba a quedar más de unos días.

La casa estaba de lujo y así me lo dejó saber Rebeca.

Cenamos y nos tocamos una copa a la salud de Mozambique.

Rebeca se retiró antes que yo.  Me quedé leyendo en el salón hasta que empecé a oír lamentos en la planta alta de la casa  En principio me asusté, pero me tranquilice al darme cuenta que los lamentos no eran tal, sino que eran gemidos de placer.  La muy puta se estaba masturbando y no lo hacía en silencio.

Intenté aguantar leyendo pero me fue imposible.  Tenía suficiente, por lo que cerré el libro y subí las escaleras rumbo a mi habitación.

La puerta de la de Rebeca estaba abierta y de ella salían altos gemidos y un ligero chirriar de los muebles del somier.  No pude evitar mirar cuando pasé por delante.  Rebeca estaba desnuda en su cama, abierta de piernas con el negro vibrador en su coño y una mano que elevaba sus pechos y le daba oportunidad de chuparse un pezón.  Ella me miró cuando pasé pero ni se inmutó y siguió masturbándose con saña.

Me metí en mi cuarto y sacando mi polla me masturbé como no lo hacía desde mis 15 años.  Estaba salido y por primera vez en mi vida no tenía ni una novia ni una folla amiga a la que llamar.  Me corrí en silencio dejando mi mano y el suelo a mis pies manchado de lefa.

El desayuno nos esperaba a las 8, Rebeca bajó a las 8:30.  No me atreví a decirle que dejase el desayuno y andarse hacía el trabajo, simplemente dejé que comiese tranquila.

-       Perdona por lo de ayer.  Me olvidé cerrar la puerta.

-       No pasa nada.

-       Espero que no te molestase.

Esa mañana visitamos el consulado y conocimos al personal que el Ministerio había contratado para las labores administrativas.

Teníamos un chofer, un portero, un guardia de seguridad, un administrativo y una secretaria.  Parecía que los había contratado más por el físico que por el intelecto.  No es que fuesen tontos, que no, pero eran todos esculturales.

No había mucho que hacer, yo me encerré en mi despacho para escribir memorándums tanto para la embajada como para el ministerio explicándoles las situación local, Rebeca se reía fuera con el personal que evidentemente no tenía mucho que hacer.

Antes de volver a casa fui informado por el embajador que todos los miembros de mi plantilla era familiares en segundo o tercer grado de un ministro local y que no esperase mucho de ellos.  Tampoco esperaba que hubiese mucho que hacer.

El día fue largo y volvimos a la residencia a cenar.  Paula, la cocinera nos había preparado antílope al horno, riquísimo.   Como la noche anterior me senté con Rebeca a tomarme una copa y cogí un libro cuando ella se despidió para subirse a la cama.

Logré leer una única hora hasta que los berridos de placer no me dejaron continuar.  Volví a subir las escaleras para volver a encontrarme la puerta del cuarto de Rebeca abierta y volver a oír aún más fuerte los gritos de placer que salían de allí.

Volví a mirar dentro y en esta ocasión la becaria estaba a cuatro patas.  Sus tetas colgaban hasta casi tocar el colchón y con su mano dirigía probablemente aquél bicho de látex en su coño.  No lo podía ver pero lo intuía.

Me mantuve como un mico según cerré la puerta de mi habitación.  Caí rendido en mi cama aun oyendo a Rebeca gemir y suspirar en su jergón.

-       lo siento, ayer se me volvió a olvidar cerrar la abierta – ni le contesté.

Los días pasaban.

Habían pasado ya 7 días desde nuestra llegada.  Rebeca había buscado cosas donde vivir, pero con su escueta beca lo que encontraba o no le convencía o no se lo podía pagar.

Aquella noche me convenció a pesar de que la cena estaba preparada, que saliésemos a cenar y la invitase a ello.

Cenamos muy ricamente en una terraza al lado del rio, nos tomamos una copa en el restaurante  y después me dirigió a una discoteca criolla de la que le habían hablado muy bien.  Casablanca se llamaba el antro.

La verdad es que tenía muy buen ambiente.  Yo que siempre he sido mejor bebedor que bailador, me fui a la barra y me pedí una copa.  Rebeca se pasó la noche en la pista dando literalmente el espectáculo con sus insinuantes bailes.  Solo venía hasta donde yo estaba para pedir una copa y salir disparada de vuelta a bailar después de tomarsela un trago.

La verdad es que la tía estaba buenísima y levantaba a un muerto viéndola como bailaba.  La muy puta se sobaba con tíos y tías en sus bailes que desde luego no dejaban escapar la ocasión de bailar con ella.

Volvimos a casa a las tantas, los dos estábamos hechos polvos, yo de alcohol y ella de alcohol y de bailar.

-       ¿sabes Gustavito?

-       ¿Gustavito?

-       Si Gustavito, aún tengo el cuerpo de jota.

-       ¿No estas cansada?

-       Yo para ciertas cosas nunca estoy cansado – y me guiñó un ojo – a lo mejor te pido ayuda  y todo – y sonrió.

Entramos en casa.  Rebeca iba dejando luces encendidas a su paso, yo fui apagándolas y comprobando que todas las ventanas estaban cerradas.  De nuevo los gemidos.

Subí las escaleras y de nuevo Rebeca se había dejado la puerta abierta. Pasé ante su puerta y la vi desnuda, abierta de piernas y metiéndose a toda caña el rabo de goma en su coño.  La chica no dejaba de gemir a gritos mientras me miraba.  Yo me paré un segundo en mi camino.

-       Me duele todo el cuerpo, por favor ayúdame con esto que yo hoy sola no puedo – me dijo mientras sacaba el vibrador de su coño y me extendía hacia mi con su mano abierta.

No lo pensé, sencillamente me acerqué a ella que aprovechó para darse la vuelta y ponerse a cuatro patas abriendo sus cachetes con sus manos.

-       métemelo hasta el fondo – dijo

y yo lo hice.  Puse mi mano sobre sus nalgas y de un golpe de muñeca introduje aquel falo de goma hasta lo más profundo de su ser.  Rebeca dio un largo gemido y me pidió que le diese duro.

Rebeca metía sus manos debajo de su cuerpo apretándose claramente esos grandes pezones que tantas veces había visto desde la puerta.  No paraba de gemir.  Yo metía y sacaba aquello con saña y ella gritaba de placer.

-       tengo la boca vacía, tengo la boca vacía, tengo la boca vacía -  repetía como un mantra mientras gemía de placer.

La becaria se dio la vuelta hacía mi, abrió mi pretina, metió la mano en mi pantalón y sacó mi polla.

-       ni se te ocurra sacármelo del coño Gustavito – me dijo amenazante.

Rebeca abrió su boca y se la metió hasta la garganta.  Miro con sus ojos encendidos hacía arriba y empezó a lamer con fuerza.  Yo no paraba de meterla y sacarla mientras un escalofrió recorría mi cuerpo.

-       que ganas tenía de un poco de sabor a polla – dijo en un momento en la que se lo sacó de la boca para inmediatamente volver a metérsela en la boca.

Estuvimos así más de 10 minutos.

-       saca esa mierda de mi coño y métemela de una puta vez – ordenó.  Yo simplemente la obedecí – necesito un rabo ya.  Desde que me la sacaron una hora antes de ir al aeropuerto llevo queriendo una polla en mi coño

Rebeca alejó mi mano con el juguete de su coño y se dio la vuelta dejando toda su raja a mi disposición.  Ni siquiera me quité la ropa.  Cogí mi polla con la mano derecha y la metí hasta el fondo.  Aquello era lo que yo llamaba un pedazo de coño.

Estuve bombeando como un loco hasta que me corrí sobre ella.  Rebeca una vez se había recuperado de los tremendos orgasmos recibidos, me desnudó, y me hizo meterme en su cama.

Dormía como un angelito cuando oí a Rebeca hablar con alguien por teléfono y comunicar que ese día no iríamos al consulado a trabajar.  Entre sueños volví a notar como una completamente desnuda Rebeca se volvía meter en mi cama y metía sus fríos pies entre los míos.

Rebeca empezó a chuparme la polla cuando ya era mediodía.  No tardé en hacerla subir y ponerla a cabalgar sobre mi dura polla.  La muy puta me había puesto a cien durante toda la semana y ahora iba a apagar mi calentura acumulada.  Follamos como locos indiferentes al hecho que Paula, la chacha deambulaba por la casa y podía oír como el señor de la casa se follaba a su invitada.  Jodimos como animales durante más de dos horas hasta que mi polla acabó estallando en la boca de la becaria.

Nos quedamos rendidos sobre la cama desnudos y sin hablar.  Rebeca empezó a tocar mi pecho y jugar con mi pelo.  Habían sido sin duda los mejores dos polvos de mi vida.  No podía pensar de nada igual.

Empezamos a hablar un poco cuando ella soltó la bomba.

-       Jo, me da mucha pereza irme de aquí.  Estaba pensando una cosa.

-       Dime – dije un poco acojonado.

-       Estaba pensando que… estamos muy guays aquí los dos viviendo, somos los únicos españoles en la zona y con la mierda que me pagáis no iba a poder encontrarme algo digno.

-       Pero… - dije yo un poco aturdido.

-       Si, escucha.  Aquí tienes mucho sitio y yo no quiero estar sola.  Te pagaré una renta justa y así además te haré compañía – me dijo mientras tocaba con suavidad mi pene – lo pasaremos fenomenal juntos, ya veras.  Y se subió sobre mi polla ya dura y empezó a cabalgarme mientras me clavaba sus uñas en el pecho.

Rebeca estaba desbocada, gozaba cada milímetro de polla que entraba en su coño y apretaba sus músculos vaginales para darnos más gusto a los dos.

-       ¿me quedo? – y gritaba de placer – ¿me quedo? – y se tocaba las tetas - ¿me quedo? – y metía sus dedos en mi boca.

-       Claro que si, joder quédate el tiempo que quieras

-       Luego no cambies de idea, ¿eh=

-       No joder, no, para mi esto es como un contrato.  Te quedas y se acabó – Rebeca se corrió como una loca y cayó sobre mi muerta entre gemidos.

La tía me había dejado a medías, pero lo recuperó agarrando mi polla delicadamente con sus dedos y lentamente empezó a masturbarme.

-       Entonces en el consulado serás mi jefe y aquí mi compañero de casa – y me la meneaba con parsimonia – lo vamos a pasar fenomenal – y seguía meneándomela – vamos a disfrutar mucho – y tensando mi cuerpo me corrí en su mano.

Nos quedamos en la cama el resto de la tarde.

-       oye una cosa, que quede claro.  Somos colegas, ni tu me controlas a mi ni yo te controló a ti.  No me gusta nada que me controlen.  ¿De acuerdo?

-       Por supuesto.

-       Vale… esta noche he quedado.

-       ¿Con quien?

-       ¿No habíamos quedado en que no nos íbamos a controlar?

-       Lo siento.

-       Vale, con unos amigos.

Y se levantó de la cama mostrándome su impresionante culo mientras se dirigía al baño.

Aún estaba en su cama cuando rebeca salió desnuda y delante mía se vistió para matar.   Me encanta ver a las mujeres desnudarse, pero casi más verlas como se ponen las bragas.  Me sonrió , me lanzó un beso al aire y salió de la habitación para a continuación salir de la casa.

Aún estuve en su cama un buen rato hasta que decidí vestirme con una camiseta que encontré en mi armario, un pantalón de deporte y unas zapatillas de andar por casa.

Me preparé algo rápido en la cocina y después de un buen rato leyendo me fui a la cama esperando ser despertado a Rebeca cuando esta llegase a casa para recibir lo suyo una vez más.

Estaba en el séptimo sueño cuando un grito me despertó de repente.  No di crédito hasta que oí el segundo chillido.  Parecía que estaban matando a alguien en mi propia casa.  Me puse una bata y salí al rellano con un poco de miedo.   Avancé hacía donde provenían los gritos, ósea la habitación de mi ex invitada y me quedé de piedra cuando pude ver un negro y atlético culo que bombeaba sin cuartel ese coño que hacía no muchas horas había sido mío.  Los pies de Rebeca sobresalian por encima de los hombros del negro y sus manos arañaban la espalda del palomo.  Rebeca berreaba a cada envestida del negro corriéndose una y otra vez.  Me quedé paralizado.

CONTINUARA…