Desterrados
Sangre por sangre, cien años.
La sangre es pecado,
ahora lo sé.
Tú, ahora lo eres.
Me he convertido en el susurro
que escuchan tus oídos,
y en el aire que aspiran tus pulmones.
Tú, mi única llave dorada y resplandeciente,
que con sigilo abres mi puerta intacta por las noches,
de renovada jolgoria.
Soy arcilla en tus manos
vaho en tu boca,
y vida mía, te entrego lo que me queda de ella.
No quedan palabras no dichas
ni caricias no hechas en mi amoratado cuerpo,
que se ciñe a ti.
La sangre palpita en mi conciencia,
más no logra calmarce en la cerradura nocturna
que expectante a tu llegada, reluce a la luz de la dulce luna.
Nuestra sangre es pecado,
y mientras los huesos llenos de historia se revuelcan en la sacra,
Nosotros yacemos en las espaldas de Dios,
comiendo de la manzana
y bebiendo del vino de su hijo.
Extrae los remordimientos
y que los cien años de soledad que nos asolan
nos castiguen hasta el fin de este mundo conocido,
y que tu fria sombra, que se yergue sobre mi,
permanezca siempre en el dintel de mi puerta,
esperando por tu sangre
que recorre mis venas
y que ahora, nos condena.