Después del confinamiento.

Nos vamos de fiesta y encontramos tres nuevos amigos para mi mujer tras el encierro.

Después de unos meses complicados vuelvo a subir un relato. Espero que os guste y gracias por leerme.

El confinamiento fue duro, supongo que como para todo el mundo. Ya imaginaréis que, con una vida tan “intensa” como la nuestra, el vernos encerrados sin poder interactuar con nuestros amigos era bastante frustrante. A Leona y Pedro les pilló en casa de los padres de ella (creo que algo se olían y ya estaban teletrabajando desde allí cuando se decretó) y a nosotros en nuestro chalet. Porque sí, al fin habíamos conseguido vender nuestro piso y comprar el chalet que tantos buenos ratos nos había visto pasar. Evidentemente nos hicimos llamadas calientes por hangouts como os imaginaréis, pero no era lo mismo. Teníamos ganas de más.

No me malinterpretéis, el sexo entre Carmín y yo era tan bueno como siempre, y vernos con Pedro y Leona, desnudos y follando tenía su morbo, pero nos faltaba el tocar y besar otra carne. Nos hemos acostumbrado a esa variedad y, especialmente Carmín lo echaba de menos. Evidentemente no era cuestión de irnos a la otra punta de España a visitar a Leona y Pedro, no estaba la cosa para tales alegrías, pero algo había que buscar.

Y así, un miércoles, Carmín me propuso ir al club swinger de la primera vez. Como tenían una buena terraza privada y demás habían abierto de forma limitada para algunos clientes previa reserva y prueba médica en mano. Dicho y hecho, llamé y, afortunadamente, pude reservar, de modo que el viernes nos dimos una buena ducha y nos arreglamos. Carmín estaba nerviosa como la primera vez, la verdad es que no sabíamos cómo estaría la cosa.

Cuando llegamos la sensación fue un poco contradictoria. Muy poca gente (hasta para los estándares de un mundo privado como es el de los locales liberales) y casi toda ya estaba pillada. Nos pedimos unas copas y nos sentamos en la terraza. La verdad, estábamos a punto de marcharnos cuando a Carmín se le iluminó la cara. Acababan de entrar tres chicos solos. Serían de nuestra edad y parecían extranjeros. Los llamaremos Luis, Carlos y Lucas.

Nos levantamos de nuestra mesa y les invitamos a algo. Efectivamente, eran empleados de una compañía estadounidense a los que había pillado el confinamiento en España sin poder volver a su país. Hablaban bastante bien el idioma, con los típicos modismos mejicanos (lógico es el español que más cerca tienen para aprender) y en seguida nos sentimos cómodos con ellos y ellos interesados en Carmín. Cómo para no estarlo. Ella había elegido un vestido azul eléctrico con un escote vertiginoso que destacaba su imponente delantera y del que parecía a punto de salirse a cada movimiento.

Tras un rato de charla y unas copas Carmín propuso irnos a bañar al jacuzzi del local. En ese momento estaba vacío (para que os hagáis una idea de la poca gente que había). Nos fuimos al vestuario, nos desnudamos, y al jacuzzi. allí pedimos otra copa, pero estaba claro que no era la copa lo interesante, sino el cuerpo sensual de mi mujercita. Yo me senté en una esquina con mi copa mientras Carmín se había sentado entre los chicos que rápidamente empezaron a acariciarla. Una mano en una teta, otra en el muslo, una tercera que exploraba los labios depilados de su coñito. Las manos de Carmín tampoco estaban quietas, especialmente bajo el agua.

Como imaginaréis pronto estuvo la cosa más caliente que el agua del jacuzzi. Carmín gemía de gusto ante tantas caricias. Sus pezones asomaban fuera del agua tiesos y oscuros. Evidentemente no le bastaba, llevaba mucho tiempo con ganas de darse un homenaje. En un momento dado, separó los torsos de los dos chicos que tenía más cerca y nos dijo a los cuatro:

-Vamos a otro sitio más cómodo.

No tuvo que repetirlo. Salimos del agua, nos secamos y nos dirigimos a una de las salas de cama redonda. Allí se tumbó boca arriba, con las dos piernas hacia el mismo lado, lo que levantaba su cadera en una curva increíblemente sexy y dejaba ver sus nalgas, mientras el torso estaba hacia arriba, dejando caer cada uno de sus gruesos y duros pechos hacia los lados con los pezones oscuros, arrugados y tiesos demandando atención. Los ojos cerrados y la boca entreabierta. Joder, era la imagen misma de la sensualidad. Mi cipote se puso como una piedra, y lo mismo el de los tres chicos.

Los cuatro rodeamos la cama y nos acercamos al cuerpo de Carmín desde cada uno de los puntos cardinales de una imaginaria brújula. Yo comencé a devorar su boca mientras Carlos y Luis se encargaban cada uno de un pecho. Lucas por su parte empezó a besar los pies de mi mujer para, acto seguido empezar a subir por los gemelos y los muslos. Carmín giró las caderas y separó las piernas poniendo su sexo a disposición de la boca de Lucas, que no se hizo de rogar. Nuestras cuatro lenguas empezaron a darle a mi mujer besos, lametones, chupetones y mordiscos suaves por toda su anatomía. Carmín gemía y su respiración se hacía cada vez más profunda. Yo notaba como su pulso se aceleraba mientras la besaba y gruñó, quería decir algo, así que dirigí mis besos a su cuello y ella susurró con voz grave.

-Quiero… quiero…

-¿Qué quieres, cariño?- le pregunté más por alargar el juego y la excitación, sabía perfectamente lo que iba a pedir.

-Quiero pollas... necesito... pollas… por… favor… por favor...

No lo dijo en voz alta, apenas un murmullo alto entre gemidos, pero los cuatro tíos que la rodeábamos la escuchamos y obedecimos inmediatamente. Carlos y Luis se levantaron y se pusieron cerca de ella para que pudiese menear sus miembros cómodamente, restregando los glandes contra los pezones, mientras Lucas cogió un condón de un cuenco junto a la cama y la penetró de un solo envión. Carmín estaba empapada y la polla entró rápido arrancándole un gemido que yo ahogué metiendo la mía en su boca casi hasta la garganta para en seguida sacarla lo suficiente para que pudiese mamar y respirar a la vez. las pollas de los chicos eran normales, acaso la de Carlos algo más grande, pero el morbo tras tantas semanas solo con la mía estaban haciendo disfrutar a Carmín lo más grande.

Yo sentía en su forma de chupar cada uno de los orgasmos que empezaba a tener Carmín que se retorcía de gusto. Su coño debía hervir y apretar de manera espectacular, y pronto Lucas empezó a bufar avisando que se iba a correr.

-Hazlo fuera -rogó Carmín.- Quiero que me bañéis de leche, quiero acabar untada de crema.

Apenas lo dijo, Lucas, que sudaba copiosamente sacó su polla y apenas tuvo tiempo de darle un par de meneones. Cinco o seis potentes chorros de espeso semen salieron disparados, el primero llegando al cuello de Carmín y los demás dejando un reguero blanco perlado que contrastaba de un modo precioso con la piel morena de Carmín. Bufando por el esfuerzo se retiró y se sentó en uno de los butacones que rodeaban el redondo colchón.

Luis fue ahora el que se puso su reglamentario condón y comenzó a percutir el coño de mi mujer con fuerza. Creo que todos estábamos sobreexcitados, si no no me explico como no nos habíamos corrido ya. Yo de hecho sacaba mi polla cada cierto tiempo de la boca de Carmín y metía mis huevos en ella para retrasar mi corrida.

Carmín apenas emitía unos quedos gemidos al ritmo de las embestidas de Luis mientras lamía mis pelotas o mi rabo y su mano derecha seguía pajeando la polla de Carlos cuyo glande amoratado y brillante parecía que iba a explotar.

Tampoco tardó mucho más Luis. En realidad mucho estaba aguantando, porque, cuando Carmín empieza a orgasmar, los espasmos de su vagina podrían exprimir un falo de piedra, por lo que aprieta. Es increíble la fuerza que tiene en esos músculos internos jejeje. El caso es que Luis, bramando como un toro sacó su polla del coño de Carmín y largó otra buena corrida sobre el cuerpo de ella.

Era el turno de Carlos de follarse a mi esposa. apuntó su miembro enrojecido, casi amoratado y empezó a percutirla a un ritmo endiablado. La velocidad de aquella follada se reflejaba en cómo Carmín chupaba mi miembro. sólo faltábamos nosotros dos por corrernos y no tardaríamos mucho. Mientras, Luis y Lucas, derramados más que sentados en los butacones aplaudían el espectáculo y nos animaban.

Pronto estábamos en el punto de no retorno y Carlos sacó su polla hinchada del chocho empapado de Carmín. Se corrió de forma espectacular, he de reconocer que pocas veces he visto una cantidad así de leche. El espectáculo toda esa lefa cayendo sobre el cuerpo de mi esposa y chorreando por su piel hasta las sábanas negras me dio la puntilla y también yo me corrí por fín, llenando la boca de ella con mi semen.

Carmín tragó golosa todo lo que pudo, aunque una parte se derramó yendo a parar a su cuello. Se relamió mientras se untaba la lefa caliente que le cubría la piel como si fuese una hidratante de esas caras que usa. Me tumbé a su lado y comenzamos a comernos la boca. ya sabéis cuánto me gusta besar a mi mujer con sabor a polla y semen o coño y flujos, o ambos. Los chicos se despidieron de nosotros y salieron mientras nos quedábamos tumbados un momento recuperándonos y dándonos suaves besos y caricias.

-¿Nos duchamos y nos vamos a casa? - propuso ella mirándome con los ojos brillantes.- Ya sabes que me encanta estar así tumbada y cubierta de leche, pero ya mismo será el toque de queda y preferiría vestirme limpia.

No pude evitar una carcajada.

-Jajaja, tienes toda la razón, vamos.

Nos levantamos ella delante de mí, lo que aproveché para darle un sonoro cachete en una de sus nalgas. En los vestuarios nos dimos una ducha, más rápida de lo que nos hubiese gustado, pero de verdad, se hacía tarde y no nos apetecía que nos multaran. Subimos al coche y casi de inmediato Carmín se quedó dormida con la cabeza apoyada en el cinturón de seguridad. Su hermoso rostro lucía una inmensa sonrisa de felicidad. Debía estar agotada de tantos orgasmos. Hacía mucho, mucho que no nos lo pasábamos tan bien. Justo antes de quedarse dormida musitó.

-Ha estado genial… A ver si pronto podemos echar un rato igual de bueno con Leona y Pedro.

El cuerpo desnudo de nuestra pelirroja amiga se me vino en seguida a la mente y también los gemidos de Carmín penetrada por el cipotón de Pedro. Cierto, yo también tenía ganas de verles… y algo más. Y pensando en esto seguí conduciendo con la compañía de los leves ronquidos de Carmín y el suave perfume de su piel.